«Y siendo Abram de edad de noventa y nueve años, se le apareció Yahvé, y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso (hebreo: el Shad∙day); anda delante de mí (hebreo: lepa·nay – anda ante mi rostro), y sé perfecto (hebreo: ta·mim).
Y pondré mi pacto entre mí y ti, y multiplicarte he mucho en gran manera.
Entonces Abram cayó sobre su rostro,…»
(Génesis 17: 1-3)
En los 25 años que llevo pastoreando almas humanas he afirmado en mí, aquella pauta celestial de trabajo que recibiera en mis primeros años: la importancia del sistema familiar en la conformación de una vida íntegra y plena.
Por ello, una y otra vez, capacito a mis discípulos en el entendimiento de que los sistemas familiares funcionan como una unidad indivisible que se desajusta cuando las personas que los integran no están en paz entre ellas.
Así mismo, insisto en mis seminarios, una y otra vez, que dentro del sistema familiar, los padres (mamá y papá) son especialmente de vital importantes. Ellos son quienes nos dieron la vida y, por lo tanto, son nuestra conexión más directa con la fuerza que nutre nuestra existencia.
Por esta razón, no podemos estar bien si no estamos bien con nuestros padres. Es imposible se pleno sin esta relaciones mantienen sus heridas abiertas y supurando.
Concretamente, si hay algo de tu vida que te duele, es muy probable que sea un reflejo de tu relación con tus padres, aunque de entrada parezca que no tiene nada que ver.
No podemos sanar nuestra vida si no sanamos nuestra relación con los padres. No podemos mirar el futuro con fuerza si no somos capaces de inclinarnos ante nuestros padres, honrarles por habernos dado la vida, y coger el amor que viene de ellos con humildad y gratitud.
Por ello, he hallado muy oportuno escribir esta bitácora en la que podré mostrarte el lineamiento maravilloso que descubrí cuando yo comenzaba mis primeros pasos de mi apostolado. Pautas que el Eterno aplicara un éxtasis espiritual con nuestro padre Abram y, por medio de las que, sanó las heridas que el patriarca tenía en su alma por la ausencia de una madre, y la influencia de un padre idólatra, es decir, ajeno a los designios paternales de Yahvéh.
1. Abram y Su Encuentro Restaurador con Yahvéh.
Han pasado veinticuatro años desde que Abram salió de Harán para ir adonde Dios le mandó (12:4). El capítulo 16 terminó con el nacimiento de Ismael a Abram y Agar, y el narrador anotó que Abram tenía ochenta y seis años en aquel momento (16:16). Ahora, en el próximo versículo, el narrador escribe que Abram tiene noventa y nueve años. Entonces, han pasado trece años desde el nacimiento de Ismael; trece años silenciosos durante los cuales no sabemos nada de Abram y su familia, pues el Eterno los ha disciplinado con «Su ausencia comunicacional«.
Aquí, es el Eterno el que viene a Abram sin ser llamado. La lección divina es clara: los eventos personales deben tomar lugar según el horario de Dios y no el de Abram. La iniciativa del Eterno es que Abram tome consciencia que es el escogido y el bendecido de Su Gracia. Abram es un buen hombre, como pueden serlo cualquier ser humano, pero no es perfecto, y el primero que deberá reconocerlo es él mismo. Una vez, Abram convenció a Sarai de que se hiciera pasar por su hermana para que los egipcios que pudieran tener celos de él no le mataran (12:10-20). Luego permitió que Sarai le convenciera de hacer a Agar su concubina para asegurar heredero, en vez de confiar en la promesa de Dios (capítulo 16). Lo que este encuentro evidencia a nuestro corazón hoy es que Dios solo tiene humanos imperfectos para hacer su obra. Él escoge a quien escoge solamente en la soberanía de Su Gracia. Si el que el Eterno escoge escucha el llamado, Dios lo prepara, capacitándolo con su pedagogía celestial para cumplir plenamente la misión de su vocación de propósito.
Ya habían pasado veinticuatro años desde que el pacto fue sellado con sangre (15:9-21) y trece años desde el nacimiento de Ismael (16:15), cuando el Señor habló de nuevo a Abram. Lo interesante de Su aparición es que no traía la misión de criticarlo con reproches por tomar el asunto en sus propias manos engendrando a Ismael. Abram ya había aprendido en su interior lo que significa no poner al Eterno en todos los asuntos personales. Su teshuvá (arrepentimiento) ya estaba hecha. Por eso, Yahvéh aparece para fortalecer la fe de Abram en el pacto de sangre que Él había tenido con él. Después de esta larga ausencia, el Señor aseguró a Abram que Él todavía estaba trabajando en silencio sobre su escogido, por lo que sus promesas del pacto estaban seguras hasta su perfecto cumplimiento.
Por el lineamiento que Yahvéh entregará a Abram: «Anda y sé perfecto delante de mí…» notamos que esta teofanía o aparición divino busca iluminar el alma del patriarca aún atada a las heridas ancestrales. La palabra hebrea tamim traducida en esta versión como perfecto, involucra la idea de un ser humano completo (sin herida alguna) que ha alcanzado una madurez que lo lleva a actuar rectamente, en palabra y conducta, desde un sincero de corazón. Por lo tanto, la expresión tamim tiene mas que ver con una relación apropiada con Dios que con la perfección moral.
Por ello, entendemos que el Eterno está revelándose en un amor paternal que desafía al alma de Abram a tener un deseo profundo de hacer lo correcto y conveniente para así complacer al corazón de Dios. Ser perfecto, para Yahvéh, es ser justo en la forma de ser y de actuar. Con esto quedará claro, tanto para Abram como para todo su linaje, que Yahvéh jamás busca a una persona llena de dones o talentos para usarla, o para ascenderla. Él llama a aquellos que tengan la disposición y el amor de hacer lo que ha sido llamado para hacer…He oído decir muchas veces que Dios busca gente ordinaria para hacer cosas extraordinarias…., es decir gente imperfecta, con un corazón ferviente, con un anhelo profundo de querer obedecerlo en Su Instrucción (Torah).
Para esto el Eterno ser revelará en Su Nombre bendito con una misión especial ser la cobertura paternal del alma de Abram. Leemos que «El Señor le dijo: Yo soy El Shadai» (o Dios Todopoderoso)». El nombre viene de la idea de que toda la fuerza y el poder se expresa en el término o título Dios (en hebreo El). La palabra Todopoderoso viene de la raíz de la palabra que significa fuerte, poderoso o violento, especialmente en el sentido de que es tan poderoso como para dejar, si es necesario, de lado las leyes de la naturaleza para Él cumplir Su promesas. Así como Dios es Omnipotente, (Todopoderoso). Él era completamente capaz de cumplir todas las promesas que le había hecho a Abram.
Antes de continuar con este estudio, debo comentarles que en la edición de la versión de la Septuaginta, la expresión hebrea El Shaddai se tradujo con la palabra griega “pantokrator” la cual, en español, quiere decir: “todopoderoso”, o “Él que tiene su mano sobre todo.”
Ahora bien, esta traducción, lamentablemente hizo perder el sentido esencial maravilloso del por qué el Eterno usó junto a Su bendito Nombre la expresión El Shaddai. Por eso los invito a leer atentamente lo que a continuación explicaré, y por sobre todo, los insto a permitirle al Espíritu Santo revelarle a Abba desde esta teofanía patriarcal.
2. Usando el Nombre “El Shaddai”, el Eterno le reveló a Abram su Persona y Carácter Paternal.
Un análisis rápido y tradicional del significado del nombre asegura que se traduciría así: ‘Dios (El) quien (shad) es más que suficiente (day).’” La palabra hebrea shad, proviene de shadah, que significa «derramar«. Por lo que, en una primera acepción, Shaddai significa «Yo soy el Dios que derrama bendiciones, quien las da ricamente, continuamente, y en abundancia.” Por eso, lo primero que entendemos que Yahvéh le está revelando a Abram, para fortalecer su fe es: «Yo soy Dios más que suficiente para todo«. Con esto fortalece en su mente el principio de creer y esperar en Dios, sin necesidad de darle una «ayudita» a su proceso.
En una segunda significación será muy interesante agregar que la palabra hebrea “shad” significa: “pecho” o “seno”. Puede estarse refiriendo tanto a la fuerza del pecho del hombre (Dios todopoderoso) o al confort y nutrición que se da del seno de la mujer (Dios de cuidado tierno y contenedor). Desde este sentido nos damos cuenta que esencialmente el significado de «El Shaddai» está relacionado con los padres y su misión de cobertura para con sus hijos desde el nacimiento.
El argumento divino apunta a que Abram descubra de que Shaddai significa el Dios de los padres, el Dios de la familia, el Dios que da vida a sus héroes escogidos desde la perfecta función paternal. Yahvéh dejará establecido en el espíritu de Abram que Él es la fuente de nuestra vida. Él nutre y da poder. Imagine Ud. a un niño que no pueda alimentarse de su madre, o que no sabe lo que es sentir la consolación del corazón de su padre cuando lo alza. De seguro morirá en poco tiempo. Igual es con nosotros. El Shaddai es nuestra fuente de la vida. El Eterno nos nutre por su Espiritu Santo y nos da poder para crecer en destino a través de Su Instrucción. Separados de él estamos condenados a la muerte.Nada podemos hacer.
Existen dos pasajes que fortalecerán en nosotros esta maravillosa revelación del Eterno que nos permite ser sanados de toda herida ancestral provocada por nuestras relaciones con papá y/o mamá. El Salmos 91:1-2 dice: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente (El Shaddai). Diré yo a Yahvéh: esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré.” En esta cita se resalta que habitar al abrigo del Altísimo es morar bajo la sombra del Todo-Suficiente (El Shaddai) refiriéndose el salmista a la actividad contenedora de la madre águila con su nidada. El lugar de máxima seguridad para cualquier ser humano recién nacido es el abrazo de su madre cuando esta lo amamanta. El lugar más seguro para el alma de un nacido de nuevo es El Shaddai quien, al igual que el rol materno, nos contiene en Su amor, dándonos Su Instrucción como leche no adulterada (1Pedro 2:2), para que podamos sentirnos seguros en nuestro proceso de madurez a Su Justicia (tamim).
Pero también El Shaddai se nos manifiesta como un papá (abba) que nos da poder para tener vida, y desde ella destino. Por ello es que Él también disciplina y corrige. Leemos : “He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso (El Shaddai)” (Job 5:17). Como creyentes que somos, no debemos menospreciar la corrección del El Shaddai. Al igual que un padre amorosa disciplinaría a su hijo para su propio bien, a fin de asegurarle un buen destino. El Shaddai también disciplina a sus hijos para su propio bienestar, por eso el texto leído dice: Bienaventurado o muy dichoso, o exageradamente feliz es el hombre a quien Dios castiga (ver también Hebreos 12:6).
Desde este éxtasis vivencial de Abram, quedará marcado en su mente y corazón, (y se traspasará a sus descendientes), que El Shaddai nos da crecimiento que fortalecerá nuestro andar. Hoy, nosotros, por ser también linaje de Abraham por medio de Yeshúa, debemos aceptar que nuestro alimento para crecer espiritualmente proviene de El Shaddai. Sin este alimento no lograremos desarrollar nuestras vidas en plenitud; no podremos jamás llegar a la madurez que Él nos demanda. “Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento” (1 Corintios 3:7). ¡El Eterno es el único que da el crecimiento, por que él es nuestro Dio Todo-suficiente.
El Shaddai, al igual que una papá y una mamá unidos, es la fuente de nuestro gozo y deleite. A veces la vida nos depara momentos difíciles, la tristeza se presenta con toda su carga de dolor y tragedia. Las pruebas nos atacan y nos sentimos intimidados y temerosos. Cuánto consuelo hallamos al refugiarnos en El Shaddai, porque él es la fuente de nuestro gozo y deleite.El es nuestro refugio y nuestra fortaleza.
3. «El Shaddai» garantiza un futuro brillante.
El Eterno había prometido a Abram una descendencia numerosa, pero Abram tenía ya 99 años y su esposa Sarai tenía 89 años, y el hijo no había venido todavía. En cierto sentido, ellos no podían generar vida por su edad avanzada.
Su resignación procedía de un estado de ánimo mayor y bien oculto en sus inconscientes: el resentimiento familiar. Sus heridas no sanadas con papá y mamá. Ellas afloraban a su conciencia con la capacidad descriptiva de las circunstancias que los hacía elaborar afirmaciones negativas que aumentaban su resignación ante las circunstancias más evidentes: su vejez y la esterilidad de Sarai.
A pesar de esto, vemos en el capítulo 17 de Génesis, a un Dios que irrumpe para confirmar su promesa a Abram y Sarai en el sentido que tendrán un hijo y lo llamarán Isaac. Para hacerlo, el Eterno se manifestará terapéuticamente sanándolos de toda herida provocada por su sistema familiar.
Luego, de esta terapia celestial, el tiempo transcurrió, sin interferencia humana alguna, y cuando Abram tenía 100 años y Sarai 90, nació su hijo Isaac. Fuera de toda duda, esto fue un milagro porque quien hizo la promesa la llevó a su feliz término. El Shaddai, aquel que da vida, que nutre y da poder, produjo vida aun de dos viejos de 100 y 90 años. Y es que Yahvéh El Shaddai es Dios todo Poderoso y Más que Suficiente para cualquier ser humano que confía en Él, y se deja procesar por Su Amor paternal. Por eso estar en el Mesías, es estar en un lugar de máxima seguridad para cualquier ser humano que así lo desee.
El Espíritu de El Shaddai se encargó de dejar esta promesa :
«He aquí que yo soy YHVH, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?».
(Jeremías 32:27)
¡Nada es imposible para Dios!
La fe de Abraham brilló de nuevo cuando obedeció el mandato de Dios. Deseo, de igual manera, que la obediencia a Dios sea también su meta hoy.
Usted. y yo podemos encontrarnos totalmente seguros en El Shaddai, porque Él es Todo Poderoso.
¡Él es Más Que Suficiente para mí!
Con amor y sincera amistad en servicio: P.A. David Nesher