Por P.A. David Nesher
«…vendrá aquel de quien fuere la casa y dará aviso al sacerdote, diciendo: Algo como plaga ha aparecido en mi casa.
Entonces el sacerdote mandará desocupar la casa antes que entre a mirar la plaga, para que no sea contaminado todo lo que estuviere en la casa; y después el sacerdote entrará a examinarla.»
(Levítico 14:35-36)
Ayer un discípulo de Yeshúa me consultó lo siguiente:
«¿Es posible que cada uno de nosotros hablemos mal de nosotros mismos? Esto lo digo por cada ocasión en que nos decimos: “no puedo” , “no tengo”, etc., no valorando como Abba nos ve. ¿Estamos entonces practicando lashon hará (mal hablar) contra nosotros, y también nos alcance esta impureza?»
Para responder a esto, diré que el texto que encabeza nuestra meditación recalca el idioma cauto y prudente con el cual debía expresarse el dueño de la casa presuntamente afectada. Aquí vemos que la tendencia de la Toráh es evitar el daño, incluso el material que pudiera ser causado al dueño de la casa, a causa de la declaración de tzaraat que este haga. En verdad, lo que la Torah quiere evitar aquí es la pérdida de utensilios de «arcilla» cuya impureza es irreparable; quiere decir que, si la Torah cuida aun este daño material insignificante, con mucha mayor razón habrá de cuidarse cuando se trata de daños materiales grandes, y especialmente los que se hagan a vidas humanas.
La enseñanza que deriva de este hecho es que el ser humano tiene que cuidarse mucho en la forma de expresar lo que está ocurriendo en su intimidad personal y familiar antes de «impurificar las cosas». A veces se causan grandes y graves daños por declaraciones o afirmaciones apresuradas.
Preguntan los sabios intérpretes de la Torah: ¿Por qué debe decir la persona: “Ha aparecido algo parecido a una afección”, y no “ha aparecido una afección”?
Ellos mismos responden: Es sabido que la Torah revela que no sólo no se puede hablar mal de los demás, sino que tampoco se puede hablar mal de uno mismo.
Si la persona dice “Estoy afectada”, de manera contundente, sin ver sus puntos de luz, le será muy difícil hacer teshuvá y lograr una verdadera reparación (tikún).
Pero si dice: “Ha aparecido algo parecido a una afección”, no está siendo tan drástica consigo misma, y se somete al análisis objetivo del kohen (sacerdote), su líder espiritual.
Una de las bases de la teshuvá es saber que, a pesar de todas las “manchas”, existen en el interior de todo ser humano puntos de luz, capaces de iluminar todos los puntos oscuros que le han producido caos en su vida y entorno.
El texto sugiere que la persona no debía decir al kohen (el sabio que lo instruye y lidera) toda la oscuridad que considera que tiene, ya que de esta manera se puede estar sentenciando a sí misma, desde su autoagresión y/o su autocompasión. Más bien, debe dar a insinuar sus errores, y será el sabio quien, por medio de preguntas, encontrará el camino para que la persona encuentre los puntos de luz de su interior y así pueda hacer teshuvá de la manera correcta.
Espero que esta respuesta ayuda a cada uno de ustedes a tener el concepto correcto de sí que demanda nuestro amado Señor:
«Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.»
(Romanos 12:3)