Hebreo

El Shirat Haazinu y Sus Códigos de Luz.

Por P.A. David Nesher

Escuchad, cielos, y hablaré; y oiga la tierra los dichos de mi boca. Goteará como la lluvia mi enseñanza; destilará como el rocío mi razonamiento; como la llovizna sobre la grama, y como las gotas sobre la hierba; porque el nombre de Yahvéh proclamaré. Engrandeced a nuestro Dios.
El es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto.
La corrupción no es suya; de sus hijos es la mancha, generación torcida y perversa.
¿Así pagáis a Yahvéh, pueblo loco e ignorante? ¿No es él tu padre que te creó? El te hizo y te estableció.

(Devarim/Deuteronomio 32:1-6)

Hemos arribado a la penúltima parashá del ciclo anual de la Torah. La porción (parashá) de esta semana consiste únicamente de un capitulo, pero ¡Vaya que capítulo!

En este capítulo leemos un cántico profético con contenido escatológico. Consiste en una «canción» (en hebreo se dice: shirat) que consta de 70 líneas, y que fue cantada por el mismo Moshé al pueblo de Israel en el último día de su vida. 

Esta canción es conocida con el título de «Shirát Haazinu» (traducida como “Cántico de Moshé”), y en realidad es un himno de despedida, registrado luego de que el gran líder terminara la misión que le encargó el Eterno. Este es el canto del cual Moshé habló en la sección anterior.

Haciendo un poco de historia, sabemos que esta no es la primera vez que Moshé canta. Él fue el que entonó, inspirado en el Espíritu de la Profecía, la “Shirá”, después de abrir el Mar de los Juncos (hoy Mar Rojo). Sabemos también que esta es, por supuesto, la canción más famosa de Moshé. Pero aquel cántico fue su respuesta ante una acción Divina incomparable en el que los 72 Nombres divinos entretejieron un cántico de poder. Aquella fue una canción inspirada por el éxtasis; esa vez, Moshé lideró el cántico y todo el pueblo lo siguió. En esta ocasión Moshé se encuentra cantando solo. El inmenso “coro” de israelitas que salió de Egipto había muerto durante la marcha y pronto ocurriría lo mismo con Moshé.

Pareciera ser un momento muy extraño para que Moshé irrumpa en canto, pero en momentos así es donde se aprecia la grandeza de nuestro Profeta.

En este poema, Moshé resalta la fidelidad y justicia de Yahvéh, frente a la desobediencia del Pueblo amado.

Es una recitación que resume la historia de los israelitas, proyectando situaciones futuras, y al mismo tiempo continuamente girando alrededor de un eje central: YHVH como el Todopoderoso y como el Padre amoroso de Su pueblo

En este cántico se describe la historia de Israel, desde la entrada a la Tierra Prometida hasta la Era Mesiánica; y aún hasta la Tejiat HaMetim (la Resurrección de los Muertos). Por eso es un testimonio a lo largo de los siglos de cómo el Eterno ha sido fiel y cómo una parte de su pueblo ha sido infiel. No obstante, por la gracia y misericordia del Eterno él cumplirá el propósito que tiene con su pueblo y finalmente triunfará en gloria.

Un Cántico que Describe una Mística Conexión Cósmica.

El amor de YHVH y el cuidado por Israel forman el telón de fondo contra el cual el pasado y el futuro de Israel son respectivamente descritos y lanzados. Según el poema, la relación del pueblo con YHVH parece ser una causa primaria de los eventos (pasado, presente y futuro) que les suceden; esta canción también explica que los sucesos mundiales giran en torno a este eje de la conexión mística llamada YHVH-Israel.

En relación a este nuevo canto de Moshé, el Rabi Behayéh Ben Asher señala:

«…La esencia de este Cántico es que Moshé devela ante el pueblo de Israel todos los acontecimientos de su futuro. Comienza desde la Creación del mundo, de los pueblos y de Israel, finalizando en los días del Mashíaj…».

El cántico dice que, desde el mismo momento de la Creación, Yahvéh Elohim eligió a Israel como Su pueblo y por ello es que lo acompaña a través de las vicisitudes del desierto. Sin embargo, el pueblo de Israel olvida todas estas bondades y sucumbe ante el paganismo.

Este acto de ingratitud se debió al exceso de bien y de quietud en que estaban inmersos. El exilio sobrevendrá como castigo divino; pero Yahvéh no los extermina, no sea que los enemigos se vanaglorien y lo atribuyan a su poder. Por ello, en un futuro porvenir, Dios reivindicará la causa de Israel y retribuirá a sus adversarios por la sangre de Israel derramada. En última instancia, el Omnipotente vindicará a Su Pueblo. Por esta causa nos dirá el Midrash que «Haazinu» está describiendo de forma poética lo que le ocurrirá a Israel en el fin de los días.

Por su parte, Rav Ginsburgh destaca algo aún más profundo, él nos dice que en la «Shirát Haazinu» están codificadas las historias personales de cada alma israelita y todo lo que habrá de experimentar desde ese momento hasta la llegada de Mashiaj y la resurrección de los muertos.

Escuchar la Voz divina para Manifestarla en la Tierra

Esta canción comienza diciendo

הַאֲזִ֥ינוּ הַשָּׁמַ֖יִם וַאֲדַבֵּ֑רָה וְתִשְׁמַ֥ע הָאָ֖רֶץ אִמְרֵי־פִֽי

(“Haazinu HaShamáyim Veadaberah Vetishma Haáretz Imerei Fi”)

Presta oído (Escuchad) Cielos que voy a hablar, y permite que la Tierra oiga las palabras que salen de mi boca…. “

Otra versión dice: “Pon la oreja, Cielo, y hablaré; escucha, Tierra, las palabras de mi boca.”

A. Dos Testigos Veraces de las Obras de Israel.

Lo primero que vemos en este himno es que Moshé comenzó llamando la atención, no solo de Israel, sino de toda la creación. Los cielos y la tierra son los dos testigos que el Eterno ha puesto contra Israel (cf. 30:19; 31:28). En ellos está documentado toda la historia del Pueblo escogido.

Hablando correctamente, en realidad son tres testigos, ya que la palabra hebrea para cielos es shamayim, y está escrita de forma dual, es decir se trata de un par de Cielos. Ante esto necesito que enredamos esta revelación: la historia de Israel está escrita tanto en los Cielos como en la Tierra. Con esto Yahvéh está diciendo que estos testigos serán los primeros en “tirar piedras” contra Israel si comete infidelidad contra el pacto (cf. Deuteronomio 11:17; 17:7).

Esa es la razón por la que el Eterno deberá crear nuevos cielos y nueva tierra después del milenio, para que estos testigos no sigan hablando en contra de Israel, recordando su historia pecaminosa. Así lo atestiguó el profeta Isaías en su oráculo:

Pues he aquí, yo creo cielos nuevos y una tierra nueva, y no serán recordadas las cosas primeras ni vendrán a la memoria. Pero gozaos y regocijaos para siempre en lo que yo voy a crear; porque he aquí, voy a crear a Yerushalayim para regocijo, y a su pueblo para júbilo.”

(Isaías 65:17-18)

Así fue como lo vio proféticamente el apóstol Juan en la isla de Patmos:

Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe.
(Apocalipsis/Revelación 21:1)

Los cielos y la tierra son tomados como testigos por causa de su firmeza (cf. Jeremías 31:35-37). El rollo de la Torah puede ser quemado, pero no las estrellas ni las piedras. Son testigos muy firmes.

B. Escuchar lo Metafísico y Oír lo Físico.

Recordemos que el hebreo es una lengua profunda y poética, lo que hace difícil la traducción al español. Tiene matices que a veces el español no puede transmitir. La palabra haazinu, que se traduce como “poner la oreja” (ozen significa “oreja”) sugiere una cierta proximidad. Si hay alguien parado a tu lado, puedes hablarle al oído. Por contraste, la palabra que se traduce como “escucha” sugiere una distancia mayor, como si se llamara a alguien que está lejos.

Moshé usa el término más cercano cuando se refiere a los Cielos, y el más distante cuando habla de la Tierra. Con esto él señala la característica de una persona muy espiritual. Es decir, nos describre a alguien que tiene siempre en su caso los Cielos muy cercanos, y por contraste, en lo que a esa persona respecta, la Tierra y todo lo material siempre está más lejos.

¡Un momento!… Detengámonos aquí y preguntémonos: ¿No es nuestra tarea como seres humanos redimidos en Yeshúa revelar la presencia del Eterno en el mundo? Entonces, ¿no tenemos que estar inmersos en las preocupaciones materiales de la vida cotidiana?

Por supuesto que estamos activos en el mundo. Pero al mismo tiempo, por medio del Mesías, tenemos una afinidad cercana con el Cielo y todas sus dimensionalidades. Por eso, las palabras de Moshé tienen una relevancia directa para nosotros también. Estamos activos en el mundo pero, en un sentido más profundo, no nos limitamos a ello. Yeshúa mismo, intercediendo por nosotros, lo expresó delante de Abba así:

«Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, yo también los he enviado al mundo.”

(Juan 17: 16-18)

El mismo apóstol Juan, más tarde escribiría a las comunidad de discípulos que él tenía a su cargo:

«No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo …»

(1 Juan 2: 15-16)

Esta misma idea se expresa cuando se acerca la festividad de Sukot (enramadas). La sucá (cabaña o enramada) representa nuestra casa y nuestra vida de todos los días. A la vez, es una esfera espiritual. Una de las enseñanzas de Sukot es que sí, estamos en un mundo material. Pero en cada momento tenemos el poder de hacerlo sagrado.

Podríamos resumir el contenido de esta “canción profética” según las seis primeras lecturas:
1-6 El Nombre y la obra de Yahvéh por el mundo y por Israel.
7-12 El origen de Israel.
13-18 La prosperidad y la apostasía de Israel.
19-26 La pérdida de Israel después de su apostasía.
29-39 La dispersión de Israel entre las naciones.
40-43 La salvación de Israel y su influencia mundial.

Como ya lo he dicho, la porción inicia con el verbo “haazinu” (escuchar). Al respecto, la Torah nos está enseñando que tal vez oímos pero no escuchamos, que muy a menudo nos bloqueamos para no escuchar la verdad. Las personas que necesitan escuchar no lo hacen, mientras que otros que no parecen tener problemas en esta área sí escuchan y aprenden. Yahvéh puede enseñarnos y darnos solo si estamos listos para escuchar y recibir. Si nos preparamos para aprender, el maestro debe aparecer. Por ello, está dicho lo siguiente: “…Cuando el estudiante está listo, aparece el maestro” (refrán).

¡Anhelo que te atrevas a volar con tu espíritu con esta canción sobre toda la semana poderosa que hoy iniciamos!

David: Un Pastor con Color Hebreo… (Curiosidad)

Por P.A. David Nesher

 

Muchas formas son las que ha adquirido la imagen del rey David a lo largos de las distintas expresiones iconográficas de la historia. Su más famosa representación es sin duda la del David de Miguel Angel, estatua de cuatro metros del famoso guerrero hebreo. Así, a lo largo de la historia, e influenciados por lo que dicen las versiones bíblicas más comunes como Reina Valera, Biblia de las Américas y Biblia de Jerusalén, todos los lectores de habla hispana de la Biblia  han tomado como cierto que David era rubio (1 Samuel 16:12). Lo mismo ha acontecido con las versiones en otros idiomas. Ahora bien, ¿de qué color eran la piel y el cabello del rey David? ¿De dónde sacó Lutero la idea de traducir la palabra hebrea «admoní» como “castaño” en este caso, contrario a lo que hacen las demás versiones y a lo que él mismo hizo con Esaú (Gen 25:25)?

 

El Primer libro de Samuel nos describe a David de la siguiente forma:

«Envió, pues, por él, y lo hizo entrar. Era rubio*, de hermosos ojos y de buen parecer. Entonces Jehová dijo: «Levántate y úngelo, porque este es». (1º Samuel 16.12, Reina Valera Revisada, 1995)

 

Sin embargo, veamos en otras versiones de la Biblia la primera parte del mismo versículo:

• Jesé lo mandó llamar. Y el chico era de piel sonrosada, agradable y bien parecido. (1º Samuel 16.12a, Dios Habla Hoy)

• Jesé hizo llamar a David, que era un joven de piel morena, ojos brillantes y muy bien parecido. (1º Samuel 16.12a, Traducción en Lenguaje Actual)

• Isaí mando a buscarlo, y se lo trajeron. Era buen mozo, trigueño y de buena presencia. (1º Samuel 16.12a, Nueva Versión Internacional)

• Então, mandou chamá-lo e fê-lo entrar. Era ele ruivo, de belos olhos e boa aparência. (1º Samuel 16.12a, Almeida Revista e Atualizada; Biblia en portugués)

• And he sent, and brought him in. Now he was ruddy, and withal of a beautiful countenance, and goodly to look to. (1º Samuel 16.12a, King James Version)

• misit ergo et adduxit eum erat autem rufus (pelirrojo). et pulcher aspectu decoraque facie et ait Dominus surge ungue eum ipse est enim (1º Samuel 16.12, Vulgatam versionem)

 

Ahora bien la palabra hebrea usada para «rubio» en ambas citas es :

אַדְמֹנִי admoní; o (compl.) אַדְמוֹנִי admoní; de 119; rojizo (del cabello o la piel).

 

Entonces la palabra del hebreo que se emplea para esto, era admoní, cuya raíz proviene de Adan-aw-dam’- que da origen a adom, cuyo significado es rojo (Concordancia Strong H-119).

 

Por ende, la expresión admoní, da la idea de una piel que muestra rápidamente sangre en la cara. Es decir alguien que se pone rojo, o su piel se tiñe de este color.

Desde la Biblia del Oso (1569) hasta la de 1995, todas las revisiones de la traducción Reina-Valera sostienen que David era “rubio”, afirmación incorrecta probablemente tomada del Texto Masorético o de la Septuaginta.

 

Esta sería la razón por la que en otras traducciones bíblicas se cambia la expresión rubio por saludable, como en la versión Dios Habla Hoy (DHH). Lo cierto es que ninguna versión alude claramente si la expresión rubio atañe al color de su cabello o al de su rostro. Por todo esto, resulta interesante la curiosidad de que tanto los judíos sefardíes, como los askenazíes tienen tradiciones que aseveran que David era pelirrojo.

Lo cierto de todo lo dicho es que David no fue rubio de acuerdo al texto hebreo. Parece ser más bien que se describe a un varón de tez canela o trigueña (sin embargo, esto tampoco es concluyente). Evidentemente, y ante esta evidencia textual, hay que aceptar que el predominio de la exégesis europea, de matiz romano-antisemita, ha influido en los últimos siglos con sus estándares racistas de belleza, conduciendo tanto a los traductores, como a los editores de La Biblia a este errónea imagen.

 

Esta predominancia de Roma, condujo a que tanto el arte, como la literatura, produjeran una ignorancia del origen étnico de los personajes bíblicos, produciendo una iconografía mental europeizada, que distorsionó la identidad de los mismos. Este artilugio de la Gran Ramera, provocó finalmente la total indiferencia a lo hebreo, conduciendo a las masas sujetas a la cultura cristiana a mantenerse adormecidas bajo las faldas de esta prostituta, ajenas a la bendición para la fe que da la obtención de la mentalidad hebrea.

 

Lo verdaderamente importante de todo este tema, es que el Tanak (denominado Antiguo Testamento) nos presenta a personas de los más variados colores de piel, pero enfatizando siempre que no es el color de la piel, o la supuesta raza, o aún la apariencia física a lo que se importa en la elección divina, sino la cualidades morales y espirituales que dicho escogido presenta. Para el Eterno, por sobre todo aspecto físico pesan especialmente las conductas y actitudes.

 

Ekev: Las Consecuencias de Andar sin el Mesías.

Por P.A. David Nesher

«Y como consecuencia de que ustedes obedezcan estas leyes, salvaguardándolas y cumpliéndolas, Yahéh, tu Dios, recordará el pacto y el amor con que hizo un juramento a tus padres.»

(Devarim/Deuteronomio 7: 12)

Ekev es el nombre de la parashá (porción) de la Torah que el Espíritu del Eterno nos ha propuesto meditar durante esta semana. Me ha parecido importante, considerar los códigos de la Luz Infinita revelados en este término hebreo (ekev).

La sección de Ekev de la Torah abre con las palabras de Moshé a los hijos de Israel: «Y como consecuencia de que ustedes obedezcan estas leyes…»

El nombre Ekev, traducido en esto contexto “como consecuencia”, puede también ser traducido como “talón”. Uniendo estos dos significados nos daremos cuenta de que la parashá alude a que cuando se trata de la observancia de las normas de vida descriptas en la Torah, que son las que le dan sentido a nuestra existencia en Yeshúa, debemos involucrarnos íntegramente, no sólo a nivel de las capacidades espirituales y psíquicas, sino también a nivel físico: incluso a nivel del talón del pie, el miembro más bajo, elemental y vulnerable de nuestra existencia física.

Para comprender la palabra ekev nos remitiremos a la primera vez que ella aparece en la Torah (Instrucción). Para ello, concentraremos nuestra atención en las palabras del Eterno a la serpiente: “él (el ser humano – Adam-) herirá tu cabeza, y tú le herirás el talón” (Génesis 3: 15). Entendemos que en el cuerpo humano, la cabeza y el tronco se encuentran protegidas, pero el talón, el final, es la parte vulnerable del ser humano a todo lo que encuentre en su andar. Al leer este capítulo de Bereshit (Génesis) sabemos que el Eterno no se está hablando con una serpiente animal, sino con la serpiente primigenia (en hebreo najash hakadmoní) que es el símbolo mismo de HaSatán inyectando en la humanidad el yetser hará (inclinación al mal), fascinador y terrible.

¿Cuál es esta inclinación especial que acecha nuestro talón? ¿Qué mensaje codificado hay en esta palabra (ekev)?

Cuando el hombre se levanta y hace una buena acción, tiene fuerza para dominar a la serpiente. Pero la serpiente acecha y espera con paciencia hasta al final de la acción buena. Entonces, cuando el hombre termina de hacer la acción buena, se inclina y reposa para contentarse de sí mismo, observando el fruto de su buena obra. Es aquí cuando la serpiente lo muerde y llena al hombre con la toxina del orgullo de sus buenas obras, conduciéndolo a decir: «¡yo hice esto,… y quién hay como yo…!” Es entonces cuando la cabeza de la serpiente (su manera de pensar) domina desde el talón del hombre (su acción buena), la mente del mismo, conduciéndolo a pensar en sintonía con la iniquidad que originó la existencia del mal. Interesante es saber que la palabra hebrea para mal es ra (רע). Como notaran las dos letras de rá (mal) son resh, inicial de rosh (cabeza) y ayin,inicial de ekev, (talón). El mensaje codificado de esto es sorprendente: ¡por su orgullo el ser humano será “piso de sus propios talones”!  Este es el sentido de la expresión que Yahvéh dice a Adam:

«Porque polvo eres, y al polvo volverás.»

(Génesis/Bereshit 3: 19)

Es decir, que la humanidad, por haber escuchado la enseñanza de la serpiente, comenzaría intentar cumplir su propósito sin Dios, por medio de las obras buenas. Esto será el espíritu que inspirará los fundamentos de la religión. El ser humano haciendo buenas obras según su propia opinión, sin importar la Instrucción del Eterno. Desde esta actitud, solamente comenzará a resbalar.

La idea que Moshé estará dando a la nueva generación es que no es suficiente que la mente entienda. Ni tampoco que el corazón sienta y las manos hagan. La persona entera debe estar “permeada” de los Mitzvot (mandamientos) inoculados por el Espíritu Santo, cada vez que recepcionamos la Instrucción en la mente y el corazón por obra mesiánica del Eterno, manifestándose como Abba en nuestros corazones.

Dicho diseño de una vida humana escondida en el Mesías, vibra con tanto poder que los propios talones avanzan en el peregrinar de la vida como si oyesen y escuchasen la Torah. Entonces el andar se sujeta a lo que nuestra Rosh (Cabeza), es decir el Mesías Yeshúa, nos ordena. Solamente así, la vida se convierte en justa y de excelencia.

¡Cada Día con el Shemá!

Por P.A. David Nesher

 

 

 

«Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno»

 

שְׁמַע יִשְׂרָאֵל יְהוָה אֱלֹהֵינוּ יְהוָה אֶחָד

Pronunciación: Shemá Israel, YHVH Eloheinu, YHVH Ejad

 

(Deuteronomio 6: 4)

 

 

En la parashá (sección o porción) Vaetjanan nos encontramos con las bases de nuestra creencia. Se repite en nuestra memoria el momento supremo de recibir la Torah (kabalá Torá). También tenemos el primero de los tres párrafos del *Shemá Israel:

  • «Shemá Israel«, Escucha Pueblo de Israel,
  • «Yahvéh Eloheinu«, Yahvéh es nuestro Dios,
  • «Yahvéh Ejad«, es Uno y Único.

 

En el lenguaje hebreo la palabra Shemá (escucha), puede también significar «acepta hasta que vibre en todo tu ser«. Por eso, debemos saber que cuando recitamos el Shemá, estamos aceptando la soberanía del Eterno sobre nosotros. Esto quiere decir que aceptamos y nos comprometemos con cumplir Su voluntad tal como se nos indica e instruye en la Torah, con todos los preceptos positivos y negativos (prohibiciones) que el Todopoderoso ordenó observar.

En estas palabras, llamadas El Shemá, encontramos la clave para poder vivir cerca del Eterno en todo momento. Por ello, quiero permitirme el lujo celestial de desglosar esta expresión en cada uno de sus términos, y poder sumergirnos en las profundidades de su significación:

Shemá: Significa «Escuchen con atención y tomen esto seriamente» Es la aceptación de que lo primero que el ser humano tiene que hacer para estar cerca del Eterno es escuchar y obedecer. El Eterno toma la iniciativa para acercarse a nosotros y nosotros sólo tenemos que hacerle caso para poder obtener su gracia. Acércate cada mañana al Eterno y toma unos minutos para escuchar, sin hacer nada más, y deja que el Espíritu de Yahvéh te hable por las palabras de la Torah que has leído. No seas tan rápido en tus oraciones que sólo hables y no escuches. Es mejor escuchar a Yahvéh que hablarle. El shemá nos enseña a poner el escuchar con atención como la máxima prioridad en nuestras vidas, para luego obedientemente llevarlo a la práctica.

Israel: La segunda cosa que es necesario que se destaque en nuestra conciencia es nuestra identidad como pueblo exclusivo del Eterno. El gentil que ha hecho la conversión al Dios de Israel por medio del Mesías Yeshúa es parte del Pueblo escogido, pero no se convierte en judío (no necesita hacerlo), y puede identificarse con el pueblo (Efesios 2:19).

«YHVH Eloheinu» (Yahvéh nuestro Dios): Esta es la declaración de los que son parte de Israel. Al pronunciar esta expresión aceptamos nuestra certeza de que Yahvéh es nuestro Dios personal además de ser el Dios universal. Él mantiene una relación exclusiva con cada uno de nosotros individualmente y establece todas las circunstancias de la vida para extraer y aplicar toda la grandeza con la que fuimos creados. Este versículo revela que Yahvéh es únicamente el Dios de Israel. Los que tienen otros dioses no son parte de Israel. Pero los profetas aseguraron que en el futuro sería el Dios de toda la humanidad a través del Mesías:

“En ese tiempo daré a los pueblos labios puros, para que todos ellos invoquen el nombre de Yahvéh, para que le sirvan de común acuerdo.”

(Sofonías 3:9)

 

“Y YHVH será rey sobre toda la tierra; aquel día YHVH será uno, y uno su nombre.”

(Zacarías 14:9)

 

Hoy, las naciones gozan del cumplimiento mesiánico de estas promesas, y es responsabilidad de nosotros, los hijos primogénitos de Su Monte que demos a conocer Su Nombre entre los pueblos.

 

» YHVH Ejad” (Yahvéh Uno es): La palabra traducida como “uno” (ejad), implica unidad y unicidad. Es decir que el énfasis de esta frase es revelara que Yahvéh es Uno y Único.

 

Primeramente, es interesante decir que las Sagradas Escrituras usan este término para marcar la unidad entre varios elementos o personas, pero que se manifiestan como uno solo. El hebreo usado aquí para uno es ejad, el cual habla literalmente de una unidad compuesta, en lugar de utilizar la palabra hebrea yajeed, la cual se refiere a una unidad absoluta o singularidad (Génesis 22:2 y Salmo 25:16).

La primera vez que se utilizó echad en la Torah es en Génesis 2:24 donde se usa la expresión ejad diciendo «y serán una sola carne”. Nuevamente, la idea de una unidad (una sola carne), haciendo una pluralidad (varón y mujer). En Éxodo 26:6 y 11, los cincuenta corchetes de oro son utilizados para unir cortinas para que la tienda pueda ser una (ejad), una unidad (una) compuesta por una pluralidad (las muchas partes del tabernáculo). En Ezequiel 37:17 el Señor dice a Ezequiel que debe unir dos palos (representando proféticamente a Efraín y a Judá) en uno (ejad), hablando nuevamente de una unidad (un palo) compuesto por una pluralidad (dos palos). No hay ninguna manera en que ejad pueda tener la idea de una singularidad absoluta; la idea de un Dios en tres personas encaja perfectamente con el termino de ejad.

Por lo tanto, la palabra ejad tiene los siguientes dos significados en este contexto: que Yahvéh no es plural (no hay dentro Él dioses en alianza) y que no hay otro igual a Él. Él es el único Dios que existe y esa unicidad, esa singularidad, lo ha revelado a Israel, especialmente a través del Mesías.

La vida eterna consiste en conocer – por experiencia vivencial – al único Dios verdadero, y a quién ha enviado, Yeshúa el Mesías:

“ Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Yeshúa el Mesías, a quien has enviado.”

(Juan 17:3)

 

“…para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas y nosotros somos para Él; y un Señor, Jesús el Cristo, por quien son todas las cosas y por medio del cual existimos nosotros. Sin embargo, no todos tienen este conocimiento…”

(1 Corintios 8:6-7a).

 

Así mismo, hasta el título Dios (hb. Elohim) en esta línea sugiere la pluralidad del Eterno en una absoluta y perfecta Unidad. La palabra hebrea es Elohim, gramáticamente, es una palabra plural siendo utilizada como una palabra singular. El rabí Simeón ben Joaji, comentando acerca de la palabra Elohim: “Venir y ver el misterio de la palabra Elohim; son tres grados, y cada grado por si solo, sin embargo, todos son uno, y uniéndose se hicieron uno, y no están divididos entre sí.” El teólogo y reformador alemán Martín Lutero al explicar la exégesis de Elohim usado en este versículo destacó: “Pero tenemos el claro testimonio que Moisés pretendió indicar a las tres personas en una y única naturaleza divina.” ¡No son tres dioses, sino Uno y Único!

 

Sólo hay UN Dios. Adoramos a UN Dios, existiendo en tres personas, no tres dioses diferentes.

 

Un redimido, de mentalidad hebrea, debe saber que el Eterno es Uno Arriba, Abajo y en los cuatro puntos cardinales.

 

El significado de UNO incluye:

 

Es la única Verdad absoluta pues todas las demás realidades dependen de Él para su existencia. La idea significa que no solo hay un Dios, sino que Dios y toda la creación son una cosa. No hay nada aparte de Yahvéh. Nada existe fuera de Él; cada cosa que percibimos, cada partícula de existencia no es sino una manifestación del Eterno.

 

La esencia del Eterno es Una, si bien podemos percibirlo solamente a través de diversos atributos.

 

Él es una Unidad, no puede ser dividido ni comparte Su soberanía. Él es el Rey del Universo.

Es Uno por encima del tiempo y el espacio. Aunque podemos aceptar los eventos y las personas únicamente en términos del pasado, el presente y el futuro, debemos entender que Yahvéh es eterno; y aunque podamos pensar de cualquiera como confinado en un lugar, debemos saber que Yahvéh está presente en todas partes (Omnipresente).

Está por encima de cualquier atributo corporal. Aunque estemos obligados a referirnos a Él en términos comprensibles para nosotros, como son: «Su Voz», «Su Brazo», etc. debemos comprender que en realidad no tiene ningún atributo físico y no está sujeto a ninguna condición o limitación alguna.

Esta es la verdad esencial de Yahvéh, nuestro Dios. Él es una persona y no una fuerza vaga panteísta. Siendo Uno, Él no puede ser representado por imágenes contradictorias. Ya que Yahvéh nuestro Dios es uno, Él no es Baal, ni Astarté. Él es Yahvéh, el verdadero Dios, y el Señor de todos, y esos dioses no lo son.

 

Este es el motivo por el cual tenemos que amar a Yahvéh con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todos nuestros medios o recursos.

 

Por eso necesitamos elevar nuestra conciencia ante el hecho de que el Shemá es una de las herramientas más poderosa para atraer energía sanadora a nuestra vida. El verdadero poder del Shemá es liberado cuando recitamos esta oración mientras meditamos con ella al despertar, y antes de acostarnos. Decir el Shemá por la mañana y por la noche es una hermosa mitzvá (mandamiento) que garantiza la atmósfera de milagros que necesitamos para cada día.

 

El Shemá Israel proviene de la tecnología espiritual de la Torah, y está diseñada para ayudarnos a traer la consciencia Mashiaj a nuestra vida y la de nuestra familia.

 

Para finalizar, debo decir que al tiempo que un hijo primogénito debe creer en la Unicidad de Yahvéh en todo momento, está obligado a proclamarlo verbalmente cada mañana y cada noche por donde quiera que vaya y a toda criatura que encuentre en su peregrinar.

 

 

Ahora los invito a que consideren la decodificación de la palabra EJAD (Uno) en este imagen:

 

 


Crear Atmósfera de Milagros… (El Poder de Rezar el Shemá)

Por P.A. David Nesher

«Juntaos y oíd, oh hijos de Jacob, y escuchad a Israel vuestro padre.»

(Génesis/Bereshit 49:2)

La Torah (Instrucción) del Eterno revela que cada hebreo tiene la obligación de recitar el pasaje bíblico conocido como Shemá Israel (Escucha, Israel), dos veces por día. Una a la mañana y la otra recitación al anochecer, en cumplimiento de la de-codificación del precepto: “y hablarás de ellas … al acostarte y cuando te levantes” (Deuteronomio 6: 7 b). Es decir que la primera obligación diaria de un hebreo es la recitación del Shemá. Ésta consiste en la recitación del versículo (Deuteronomio 6:4): “Escucha Israel, El Eterno es nuestro Dios, El Eterno es Uno”. Junto con el párrafo mencionado el principal significado del Shemá es una proclamación de la unidad de Dios y la aceptación del Yugo de Su Reino.

Entonces, el precepto de la aceptación del Yugo Celestial se cumple principalmente mediante el recitado del versículo (Dvarim-Deuteronomio 6:4)  “Shemá Israel: YHVH Eloheinu YHVH Ejad”. Inmediatamente después de recitado, se pronuncia en voz baja la frase “Baruj Shem Kevod Maljutó Leolám Vaed”. Si bien esta última frase no figura en la Torah en el marco de la porción del Shemá, existe una explicación histórica para agregarla al rezo.

El Midrash (conjunto de explicaciones y/o exégesis) cuenta que Jacob reunió alrededor de su cama a todos sus hijos, y antes de bendecirlos les hizo esta última pregunta:

_ «Hijos míos, ¿estáis bien firmes en vuestra creencia en el único Dios?«

Cómo respuesta, sus hijos levantaron las manos al cielo y dijeron:

_ «Shemá Yisrael (oye, Israel – Jacob -): ¡El Eterno es nuestro Dios, el Eterno es Uno! Nuestra fe es la tuya y nuestra confianza está en el Creador de los cielos y de la tierra«.

Jacob, reconfortado, dijo entonces:

_ «Bendito sea para siempre el nombre de su eterno reino«.

La frase del Shemá quedó desde entonces como la profesión de fe del Pueblo de Dios, su principio máximo y la condensación de sus ideales. Por ello, cabe destacar el dato de que estas fueron las últimas palabras pronunciadas por los mártires israelitas que cayeron en todas las generaciones, al Kidush Hashem (por la santificación del nombre de Dios de Israel): Shemá Yisrael, YHVH Elohenu, YHVH Ejad.

También vale aquí explicar que aunque el Shemá es una parte integral de los servicios matutinos y vespertinos, no es, hablando técnicamente, una oración. Más bien, es una declaración de fe. Es una afirmación de la unidad del Eterno que nos recuerda nuestras obligaciones para con Él. Es una declaración de fe que recuerda los signos del Pacto Renovado en el Mesías y nos advierte contra los desvíos de querer seguir los deseos vanos del corazón y las inmoralidades que los ojos puedan ansiar.

A los efectos de comprender esta cuestión, es necesario, primeramente, explicar dos niveles diferentes de fe (emunáh) que vibran en la unidad de YHVH. El primer versículo “Shemá Israel” expresa el plano superior, absoluto y único de lo que se denomina la “unificación superior” (en hebreo “ijud elión”). En este nivel todos los aspectos y matices se hayan incluidos y unidos en la revelación divina. La segunda frase expresa el plano que surge a raíz de  la creación y al que se llama “unificación inferior” (hebreo “ijud tajtón”), por medio del cual aceptamos el Yugo Celestial según la fe que se manifiesta en este mundo.   De acuerdo a esta fe, cada criatura y aspecto de la creación posee un sitio propio; YHVH les da vida a todos, reina sobre ellos y los dirige en conformidad a la conducta de estos para completar Su propósito eterno en la Creación. Esto significa que Su Nombre y Su Soberanía se revelan en el mundo. O sea, lo que se manifiesta en la creación no es Su esencia sino Su nombre y Su soberanía, ya que si la primera se manifestase todas las criaturas se verían anuladas ante Su Inconmensurable Luz.

Dado que la fe en el plano superior es de un nivel muy elevado, esta se manifiesta únicamente en la raíz del alma en momentos de auto-sacrificio o “mesirut nefesh” (entrega total del alma). Por eso, el Eterno, nuestro Abba kadosh, nos preceptuó tomar contacto con esta dimensión únicamente dos veces al día al recitar o rezar el “Shemá”. Empero, conjuntamente con la unificación superior, los sabios estipularon que recitemos también la “unificación inferior”, esto es, que expresemos el nivel de la fe que se revela en este mundo en todos sus diferentes matices. Este nivel es de gran agrado a ojos del Eterno, ya que el objetivo final de la creación es que se manifieste la fe en este mundo físico en toda su belleza y esplendor. Con todos sus colores y sonidos, pasiones y características.

En el lenguaje hebreo la palabra Shemá, traducida como «escucha«, puede también significar «acepta en tu esencia hasta que vibre en todo tu ser«. Por eso, cuando recitamos el Shemá, debemos aceptar la soberanía de Yahvéh, como Dios único y verdadero, gobernando sobre nosotros. Esto quiere decir aceptar el cumplir Su voluntad tal como se nos indica e instruye en la Torah, con todos los preceptos positivos y negativos (prohibiciones) que el Todopoderoso ordenó observar.

En definitiva, al rezar el Shemá, cada santo está confesando que Yahvéh, nuestro Dios es, entonces, el verdadero conductor de todo, y sólo Su proyecto perdurará. Su bondad y perfección entonces serán plasmadas en su creación, tal como está revelado en las Sagradas Escrituras.

Por lo tanto, al pronunciar este versículo con su agregado histórico entendemos que YHVH es la fuente de toda la creación por toda la eternidad, y declaramos que unidos a Él por el Yugo de Comunión que tenemos en el Mesías (la Torah) podemos ver una atmósfera diferente llena de posibilidades, pues en cada situación de la vida se esconde un bien de Su propósito eterno.

שמע ישראל יהוה אלהינו יהוה אחד
“Oye, Israel: Adonai nuestro Dios, Adonai uno es”
 
(Bendito sea el nombre de su gloriosa majestad por siempre jamás)
 
Y en fonética hebrea:
 
“Shema Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Ejad”
 
(Baruj Shem Kevod Maljuto Leolam Vaed)

Bitácora Relacionada:

Un Pan para Elevar la Conciencia (El Precepto de la Jalah)

Por P.A. David Nesher

 

«También habló Yahvéh a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel, y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra a la cual yo os llevo, cuando comencéis a comer del pan de la tierra, ofreceréis ofrenda a Yahvéh. De lo primero que amaséis, ofreceréis una torta en ofrenda; como la ofrenda de la era, así la ofreceréis. De las primicias de vuestra masa daréis a Yahvéh ofrenda por vuestras generaciones.»

(BaMidbar/Números 15: 17 – 21)

 

El pan especial que comemos en nuestra cena  de Shabat se llama «Jalah» (plural: jalot), el mismo tiene su origen en la necesidad que tiene Israel de cumplir este mandamiento perpetuo ordenado en este pasaje de Bamidbar, aún en el exilio.

Este pasaje revela cuan ricos en promesa y ánimo eran los mitzvot (mandamientos) de Yahvéh, con el objetivo de asegurarse siempre el correcto enfoque de la emunah (fe) de Abraham que les había entregado al santificarlos con la Torah.

Con este precepto, el Eterno establece sus mentes en la Tierra Prometida, incluso a pesar que ellos están a una larga distancia de ella todavía. Yahvéh sabe que manteniendo sus mentes enfocadas en Su promesa, ayudará a que ellos puedan auto-valorarse en Su propósito eterno a través del desierto y preparar así sus corazones como la nueva generación que Yahvéh posee para triunfar donde la vieja generación falló.

Esta ofrenda exige la presentación del primer pan hecho con el grano cosechado para el Señor. Era semejante a la ofrenda de paz. Con este “tributo” se indicaba la soberanía y el dominio absoluto del Eterno, a quien se hace partícipe de lo mejor y lo primero, en reconocimiento de que es Él, y solamente Él, quien da a los seres humanos los bienes de la Tierra.

Así se simbolizaba diariamente que todas las bendiciones provienen del Eterno y todo lo que se produce con la labor diaria le pertenece a Él. Esta regulación es señal de esperanza, ya que nuevamente, Yahvéh da por sentada la realidad de que los israelitas de la nueva generación entrarán en la Tierra Prometida.

Con este mitzvá, Yahvéh apunta a garantizar días de refrigerio que Él mismo haría venir para Su Pueblo una vez establecido en Canaán. Así la mente de Israel  descansaba plenamente en la gracia inagotable de Dios hacia un pueblo que se manifestaba rebelde y contradictor.

En estos versículos hay tres términos hebreos para considerar:

  1. Reshit– primicias de.
  2. Jalah– una parte de la masa que se aparta.
  3. Terumá– porción separada.

La palabra jalah se refiere a la terumá, la porción separada, que se aparta para entregar como ofrenda al Eterno. De este modo, el Eterno aseguraba a los Kohanim, servidores que se ocupaban permanentemente de las tareas del servicio divino, tengan lo necesario para su subsistencia sin hacer esfuerzo alguno. Lo que no era así en la porción de la cosecha del granero que recibían, con la que sí debían esforzarse para tener provecho de ella, al tener que colar los granos, molerlos y demás trabajos que debían hacer hasta transformarlos en comida.

La idea es que cada vez que se hornee un jalah (pan), debe retirarse una pequeña porción de masa (torta). Según los códigos de la Torah esto era con el fin de quebrar el “deseo de recibir para sí mismo” presente en la naturaleza egocéntrica del alma humana.

El fundamento de este mitzvá (mandamiento) es que siendo que la vida del ser humano depende de su alimento, y la mayoría del mundo vive a base de pan, quiso Yahvéh meritarnos por medio de una mitzva permanente con nuestro pan. De este modo, nuestro Abba se aseguró que la bendición recaiga en él por medio del cumplimiento de este mandamiento (mitzvá), y que sea un mérito para nuestras almas. De este modo, la masa del pan, elevado a Yahvéh, es el alimento no solo del cuerpo, sino que también del alma.

Este mitzvá (mandamiento) de separar una parte del jalah (pan), tiene la finalidad de traer de regreso la pureza de espíritu que se perdió con el pecado de Adam. Cada miembro de la familia puede hacer la separación de la jalah, pero la mitzvá es principalmente para la mujer, ya que así hacen tikun (rectificación) por el pecado de Java/Eva.

¡Cientos de pensamientos y anhelos embargan el corazón de una madre cuando separa el trozo de jalah al amasar su pan! ¡Incontables bendiciones alberga su alma para sus hijos! Ser madre implica no cesar nunca de interceder por los hijos. Que ellos sean fieles custodios de la Instrucción divina; que se consagren a ella y a las buenas acciones; que cumplan con alegría Sus preceptos; que sean personas bondadosas e inteligentes; que sean íntegros; que eleven el mundo con sus virtudes, etc., etc.

Además, al observar este mandamiento, un varón hebreo, y su familia, revelan su emuná (fe) en el Supremo y expresa su reconocimiento a Él, quien al vestirse en el ropaje de las leyes naturales le ha permitido obtener esa masa, de la cual toma una parte para ofrendar, cuando bien podría utilizarla para beneficio propio. De este modo, cada israelita atestigua a todos los ámbitos celestiales que está rechazando la idolatría (materialismo) como sistema de vida, y que simplemente se fortalece en la emuná (fe).

Interesante es aportar que la expresión traducida “vuestra masa” proviene del hebreo arisotejem, que también significa “cuna”, y “lecho de descanso” (cama). Entonces, la mente hebrea también entendía que este versículo está indicando que desde los primeros instantes de vida de un bebé (desde su cuna) debe ser elevado espiritualmente orientándolo en el camino de la Torah. Y lo mismo, se entendía al referirse a los primeros momentos del día, ni bien uno se levanta d su lecho de descanso, debe elevarse en mente y corazón a una causa espiritual a través de la tefilá (oración de alianza) y la meditación en la Torah. De este modo se garantiza el éxito en toda tarea emprendida en la jornada.

En tiempos modernos, a no estar el Templo restaurado, se separa una parte de la masa del pan y se quema, con el fin de cumplir parte de este mandamiento. En el versículo 21 está escrito que es “por vuestras generaciones”. No es un mandamiento temporal, lo cual se podía haber pensado según el versículo 18.

El mandamiento de la separación de la jalah solamente es obligatorio en la tierra de Israel cuando la Shekiná resida en el Santuario.

Este precepto aplica solamente cuando los israelitas habitan en Israel, pero se practica actualmente en la diáspora con el fin de que el mandamiento no sea olvidado. Antiguamente la jalah fue entregada al sacerdote, pero hoy en día es quemada. Por consiguiente, se separa la “jalah”, y como hoy no existe el Templo se la quema en el mismo horno en que se hornea el pan.Si uno olvida sacar la jalah de la masa cruda, debe ser tomada del pan.

El procedimiento es el siguiente:

Antes de separar el trozo de jalah se recita la siguiente bendición:

«Barúj ata Yahvéh Elohéinu, Mélej haolám, ashér kidshánu bemitzvotáv vetzivánu lehafrísh jalah.»

En español es:

(“Bendito eres Tú, Yahvéh nuestro Señor, Rey del universo, que nos ha santificado con Sus mandamientos, y nos ha ordenado separar jalah”).

Por supuesto también se puede proceder a hacer una oración espontánea que resalte al Eterno por liberar una vez más a nuestra familia de malas noticias.

A continuación se separa 1 kazáit (el tamaño de una aceituna grande) de masa. Después de separar la jalah se dice: “Haré zo Jalah”  o en español: “Esto es jalah”,  y se lo quema en el fuego. La costumbre es incinerarlo en el mismo horno en que se horneará el pan. Esto es cierto en los antiguos hornos a leña. En las cocinas modernas a gas o eléctricas, se lo debe quemar sobre el mechero hasta que se carbonice y luego dejar el mechero encendido unos 15 minutos más para kasherizarlo (purificarlo) o puede también dejarla en el horno hasta quemarse completamente.


Recomiendo leer también los siguientes ESTUDIOS:

Los Cinco Sacrificios Mesiánicos

Por P.A. David Nesher

Al sumergirnos en el estudio del Sefer (Libro) Vayikrá, descubrimos que este comienza con las ordenanzas de los sacrificios y los tipos de ofrenda.

El hebreo usa la palabra korban y esta tiene que ver con una ofrenda presentada en el altar, ya sea animal o vegetal (Lev 1:3, 10; 2:1). Ya lo he explicado en otra bitácora que en el idioma español no existe una palabra que pueda expresar el significado de korban que se ofrecían en el MishkánLamentablemente, la palabra «sacrificio» implica que renuncio a algo que para mí tiene mucho valor, para que pueda beneficiarse otra persona. Es obvio que el Eterno no puede beneficiarse con los «sacrificios», pues a Él nada le falta. La palabra «ofrenda» tampoco es adecuada, pues la «ofrenda» sirve para apaciguar o aplacar a la persona a quien se la trae. Es como «comprar a alguien«. Una especie de soborno espiritual. El motivo por el cual nos es tan difícil traducir la palabra «korbán» al castellano es que nuestras ideas de «sacrificio» y «ofrenda» derivan de culturas paganas. En efecto, en esas culturas, las expresiones «sacrificio» y «ofrenda» resultaban adecuadas y hasta aptas para los tratos rituales con sus múltiples y temibles divinidades. Cada dios necesitaba algo y los humanos podían evitar su ira dándoles lo que necesitaban.

El término «korbán« posee la misma raíz hebrea que la palabra karav  que significa «acercarse» o «cercano» (Gen 12:11; 20:4; Ex 12:48). Y es una palabra que se emplea en forma exclusiva para describir la relación del ser humano con Yahvéh. Por lo tanto korban, puede traducirse como «acercamiento«, de este modo, la ofrenda misma era vista como una manera de acercarse a Dios. Efectivamente, las ofrendas eran realizadas para acercar las santas virtudes divinas, a fin de que formaran una unidad perfecta con el alma del ser humano redimido y despertaran finalmente misericordia en lugar de juicio. La cosmovisión correcta del significado de korban es la idea de alguien que se acerca a otro para escucharlo y así generar confianza en la conexión. Este es el sentido práctico de la fe generada por el escuchar la Instrucción divina (Heb. 11: 4; Rom. 10: 17).

Con esta explicación vemos claramente que la única forma de acercarnos al Eterno es a través de las ofrendas traídas al altar, nadie se acerca sin nada (Ex 23:15; Deut 16:16). La razón de los sacrificios es poder acercarse al Eterno, en el sentido de subir a su presencia. El redimido que lo practicaba, lo hacía porque quería establecer un acercamiento sincero con Yahvéh a fin de tenerlo por padre. Y como al acercarnos no lo podemos hacer con las manos vacías, todo lo que le damos o hacemos, nuestras oraciones, ofrendas y actos son llevados a la presencia misma de nuestro Dios para así establecer una comunicación eficaz con Él.

Será conveniente agregar que este no era el inicio del sistema de sacrificios del Eterno. Adán conocía el sacrificio (Génesis 3:21), así como Caín y Abel (Génesis 4:3-4), y Noé (Génesis 8:20-21). Así vemos que desde el principio, los seres humanos siempre han presentado ofrendas al Eterno, porque la Torah fue conocida desde antes del Sinaí (Gen 26:5). De allí, que el estudio de esas ideas sirve para inspirarnos a esforzarnos para ascender y acercarnos al Eterno, y adquirir así su santidad en nosotros.

En los seis días de acción creativa que relata el Bereshit, la creación del hombre no sólo fue el acto final del Eterno sobre todo lo hecho por Él, sino que fue un resumen de todo lo que había sido creado antes que el ser humano. Por eso, es que la Torah, en todas sus líneas, procura dejar bien claro que el hombre es un microcosmos del mundo entero. A esa mezcla, de tierra y cielo, Yahvéh agregó al soplarle espíritu, la esencia misma de su divinidad: la Santidad. Y tal como el Eterno imbuyó Santidad en la parte física del hombre, el objetivo de todo ser humano será imbuir activamente Santidad en toda las áreas existenciales de la Creación. Una de las formas de lograr esto es utilizar el mundo físico al servicio del Eterno. Esta mayordomía también otorga el derecho de usar los objetos físicos para el propio placer del hombre, siempre y cuando dirija todos sus objetivos hacia el servicio divino. Si una persona usa las creaciones con un objetivo egoísta, está abusando de su cargo de fideicomiso sobre el mundo. Por eso, llevar un animal al Mishkán (más tarde al Templo) y elevar sus partes en el altar para Yahvéh declaraba el deseo de llevar su parte material más cerca de del Eterno.  La idea de las korbanot (ofrendas) nos enseña que debemos día a día tomar lo físico —el cuerpo y los bienes materiales— y santificarlo, reconociendo que todo es para la Gloria del Eterno.

Por todo esto decimos que los korbanot no influencian al Eterno, sino que son una expresión de nuestro anhelo interno de acercarnos a Él y activar así el amor perfecto que hecha fuera todo temor (1Jn 4: 18).

Los primeros siete capítulos de Levítico lidian con ofrendas personales, voluntarias. Los capítulos 1 al 5 son en su mayoría instrucciones hacia el pueblo que trae la ofrenda y los capítulos 6 y 7 son en su mayoría instrucciones hacia los sacerdotes en cuanto a las ofrendas y su administración. En Levítico capítulo 7 verso 37 está resumido en qué consistía el sistema de sacrificios que Moshé enseñó detalladamente en los siete primeros capítulos del libro:

Esta es la Torah de la ofrenda de ascensión, de la oblación, de la ofrenda de pecado, de la ofrenda de culpa, de las ofrendas de consagración y del sacrificio de las ofrendas de paz

Entonces, listando estos korbanot, podemos aprenderlos así:

  1. Olá – Ofrenda de ascensión, (Levítico 1:1-17; 6:8-13).
  2. Minjá – Oblación, (Levítico 2:1-16; 6:14-18).
  3. Shelamim – (Ofrendas) de paz, (Levítico 3: 1-17; 7: 11-36).
  4. Jatat – (Sacrifico) de pecado, (Levítico 4:1 – 5:13; 6:24-30).
  5. Asham – (Sacrificio) de culpa por la iniquidad, (Levítico 5:14 – 6:7).

La olá, la minjá y los shelamim son “hermanos” y el jatat y el asham son “hermanos”. Cuando hablamos de hermanos es porque son ofrendados por motivos muy similares y se parecen entre ellos en sus fines. Los tres primeros tipos de korbanot pueden ser traídos voluntariamente por un hebreo como regalo a Yahvéh. Los dos últimos tipos de korbanot deben ser ofrecidos por un hebreo después de cometer una averá (pecado). La enseñanza es bien clara: Yahvéh se siente especialmente complacido por los korbanot que son ofrecidos libremente, y no a causa de un pecado. Por esta razón se los menciona en primer término en la Torah.

Sobre cada uno de ellos, el Todopoderoso señaló como debían ser ofrecidos, en qué debían consistir y cómo debían ser quemados y consumidos. Veamos las características y los códigos de vida escondidos en cada uno de ellos:

Primer Korbán: El Olá (subir, ascender, escalar, remontar, crecer)

Se la denomina ofrenda de ascensión u ofrenda encendida. También conocida como “holocausto” que significa “todo quemado”. Es realizado con un animal o un ave que es quemado completamente en el altar.

Las razones para traer este tipo de ofrendas no son especificadas y podía traerse como señal de reverencia al Eterno, petición de algo, alabanza a Dios reconociendo su suprema autoridad y otras. Antes de la dádiva de la Torah por medio de Moshé, era la ofrenda por excelencia de los patriarcas y de los antiguos. Fue la ofrenda hecha por Noaj (Noé) al bajar del arca (ver Gn 8:20).

Este korbán es llevado por una persona que contempla la realización de un pecado, pero que no lo hace, razón por la que es quemado por completo en el altar y no se come nada de él. Esta característica representa la purificación de los pensamientos y la sublimación absoluta de uno a Yahvéh, incluso con todos los pensamientos. El significado de quemar toda la ofrenda es: “Todo mi ser está dedicado a ti. Así como todo este animal es quemado y sube en ascensión a las alturas en el altar, yo entrego todo de mi para tu servicio” (Rom. 12: 1). Era considerada una ofrenda de gran honra puesto que el oferente no obtenía nada de la carne para sí, sino que todo era hecho como alabanza al Eterno. Esta ofrenda no tiene que ver con pecados directamente. Busca la santificación de la vida a través de una consagración total.

La ofrenda era quemada enteramente sobre el altar, excepto la piel del animal. El perfume que subía de la misma era para Yahvéh un olor grato. El Olá (holocausto) es, según el apóstol Pablo, una figura del Mesías dándose a sí mismo como «sacrificio a Dios en olor fragante» (Efesios 5:2). Importante será notar que aquí no se contempla al Mesías llevando nuestros pecados, sino cumpliendo la voluntad del Padre, glorificándolo y vindicando la santidad y majestad de Su trono sobre todos los hombres. Este tema surge de manera prominente en el evangelio de Juan y en el Salmo 40.

Segundo Korbán: La ofrenda Minjá (Oblación u ofrenda de harina).

Es el holocausto que representaba lealtad.  Era la única, de entre todos los demás korbanot, que no consistía en traer un animal sino vegetal, y lo que debía ofrendarse era harina.

La palabra “minjá” significa regalo. En términos de llevarle algo valioso a Yahvéh, esta ofrenda es bastante insignificante. Es una pequeña cantidad de harina con un poco de aceite y especias. ¿Por qué esta ofrenda está listada segunda, inmediatamente después de la ofrenda básica de ascensión? Es más, la sección de la Minjá utiliza una inusual palabra para referirse a una persona, néfesh, la cual es también una de las palabras que se utiliza para referirse al alma. ¿Por qué? La respuesta yace en el entendimiento básico de qué significa acercarse a Yahvéh. Él no necesita nuestras ofrendas. Se trata más de quién soy yo, y lo que necesito en mi propósito, que de lo que pareciera necesitar Dios.

¿Qué tipo de persona llevaría una Minjá? Un ser humano pobre. Para alguien en esa condición, incluso una pequeña cantidad de harina es un gran costo. No puede engañarse creyendo que su ofrenda es tan magnífica que sirve de soborno a Yahvéh. Lo que él esta haciendo es acercarse al Eterno aceptando que Él no excluye a nadie, por lo que no existe excusa alguna para acercarse a Él.  Por ello, la palabra usada para describir a esta persona es nefesh. Esta ofrenda de harina es tan querida para una persona pobre que se considera como si estuviera ofreciendo su alma. El oferente manifiesta su deseo de buscar conocimiento para transformar correctamente las energías que el universo da. Asumía que incluso la acción de comer es una responsabilidad sacerdotal ya que es una dinámica de acercamiento al poder transformador del Eterno. De este korbán surge el paradigma de que sólo cuando seamos fieles administradores del mundo físico, dirigiéndolo hacia Yahvéh, se nos volverá a permitir tener ese poder supremo sobre las otras criaturas vivientes que se le concedió al primer Adán.

Tercer Korbán: El Shelamim (la ofrenda de la Amistad).

Es una ofrenda voluntaria. es la única en que una parte del animal es quemada en el altar, una porción la recibe el kohén y otra porción es comida por el dueño del korván.

¿Cuándo ofrece un hebreo shelamim? Cuando se siente dichoso y desea compartir un plato de carne con su familia y amigos — pero también desea santificar su comida compartiéndola con Yahvéh y con Sus sacerdotes (kohanim). Si alguien ofrece Olá o Minjá no le está permitido comer ninguna porción del korbán. De modo, pues, que puede ofrecer un buey o una vaca, un carnero o una oveja, o una cabra como korbán shelamim. En esta ofrenda el redimido está reconociendo que está muy bien gracias al Eterno.

Esta ofrenda se traía voluntariamente para expresar gratitud por algo recibido de Dios, por simplemente estar muy conforme sobre como la vida del oferente estaba marchando, como expresión de estar muy bien con su familia y con el Eterno. La ofrenda de paz no tiene que ver con pecados sino con regocijo y estar bien delante de Yahvéh.

De esta ofrenda, parte de la carne y las grasas eran quemadas sobre el altar, otra parte (la espaldilla) era del sacerdote y lo demás era para que el oferente y sus invitados comiesen delante de Yahvéh, con la condición de estar ritualmente puros (Levítico 7:12-20). Este tipo de sacrificio era también llamada ofrenda de agradecimiento (Korbán Todá), ofrenda de votos u ofrenda voluntaria: “El que sacrifica alabanza (Korbán Todá) me honra” (Salmo 50:23).

La palabra hebrea Shelamim viene de la palabra Shalom, paz o prosperidad. Como esta ofrenda es compartida por tres partes, simboliza la creación de paz y prosperidad en el mundo. De este modo, este korbán asegura los lazos de amistad y fraternidad entre los seres humanos.

Cuarto Korbán: El Jatat u ofrenda por el pecado.

La palabra jatat se origina en la raíz jet que significa “pecar” o «errar«.
Hasta ahora la Torah consideró tres korbanot : el Olá, el Minjá, y Shelamim. Estos eran traídos por el redimido que deseaba hacer un regalo a Yahvéh con el fin de acercarlo en amistad a sí mismo. Ahora la Instrucción trata del korbán que el hebreo debe traer por el averá (pecado que cometió).  Este korbán debía ofrecerse por cierto tipo de pecado que un redimido cometía por equivocación ¿Qué significa pecarpor equivocación”? Esto puede ocurrir de dos formas:

  1. La persona no conoce la halajá (mandamientos y preceptos) de la Torah. Por ejemplo, cocina en Shabat porque no sabe que está prohibido cocinar en Shabat.
  2. La persona está equivocada respecto de los hechos. Por ejemplo, sabe que está prohibido cocinar en Shabat, pero olvidó que hoy es Shabat y cocinó en Shabat.

En ambos casos la persona dice simplemente se equivocó. Sin embargo, en la Torah dice que cometió una falta, por lo tanto debe traer un korbán jatat para que Yahvéh le perdone su pecado.

Quinto Korbán: La Asham guezelot (la ofrenda por la culpa o iniquidad).

Este korban a diferencia de la mayoría, es obligatorio. Una persona está obligada a traer su consciencia delante del Eterno cuando tiene la necesidad de compensar el pecado que ha cometido contra la propiedad de su prójimo. Era traída por aquella persona que tenía duda de haber transgredido la palabra de Yahvéh respecto a la propiedad, o si había hecho un falso juramento para defraudad, o elaborado un falso testimonio.

La ofrenda de Asham enseña claramente que un pecado contra nuestro prójimo es también contra Yahvéh. Expresa también que el verdadero arrepentimiento debe buscar resarcir el daño cuando es posible y dar muestras de no volver a hacerlo otra vez. Por medio de esta ofrenda se obligaba al hebreo a reconocer el derecho de propiedad privada. Aquí el pecado es visto como una transgresión contra el gobierno del Eterno. Nuestro arrepentimiento para con el Eterno no anula nuestra necesidad de reparar el daño hecho si es necesario. Por lo tanto, el damnificado debía ser compensado por el total del daño recibido más una quinta parte.

Tanto el Jatat, como el Asham expían por quien peca con una acción. Actuar exclusivamente en base a los deseos y transgredir la voluntad de Yahvéh es un comportamiento inapropiado para un ser humano. Entonces, uno llevababa como ofrenda un animal, que también actúaba en base al pensamiento. Se mataba a ese animal como diciendo: “Me he equivocado y me arrepiento del daño que le causé a mi alma. Mi lado animal se impuso; no quiero repetir ese error. Entonces, prometo matar al animalismo como la fuerza dominante en mi vida”.

Al investigar la codificación de estas cinco ofrendas encontramos ciertos tipos y figuras de la persona y de la obra del Señor Yeshúa, el verdadero «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29). Las mismas nos ofrecen de manera didáctica un panorama completo del Mesías en misión y su sacrificio en la cruz del Gólgota (Calvario). Son como espejos dispuestos alrededor del Señor y de su obra redentora en la cruz, de manera que cada uno refleja un punto de vista particular de su persona y de su maravillosa obra mesiánica.

A continuación les comparto dos imágenes que esquematizan perfectamente los diseños de fe que se esconden en estos cinco recursos de la adoración verdadera en el Mesías:

 

Pero hay algo más que debemos entender y es que en estos sacrificios está siempre involucrado el fuego, ya que se trata de ofrendas presentadas en el altar. Este nos enseña que nuestros actos (ofrendas) deben tener ese fuego que sale del alma. Estoy hablando de la llama de vida (Prov. 20:27; Juan 1:4; 8:12). La luz de la vida que nos fue dada en nuestro templo del cuerpo no ha sido puesta en nuestro corazón, para alumbrar, desde ahí, delante del Eterno. Por es que nuestro acercamiento al Eterno debe salir del corazón.

La palabra hebrea para corazón es lev y para flama o llama es labah. Ambas expresiones derivan de la misma raíz, por lo que debemos entender que dado que las ofrendas son quemadas por completo en el altar, de la misma forma nosotros debemos entregarle nuestra vida a Yahvéh por completo. La totalidad de nuestro ser debemos rendírselo diariamente a Él:

«¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios,
y que no sois vuestros?,
Pues habéis sido comprados por precio;
glorificad, pues, a Elohim en vuestro cuerpo
y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios».

(1 Corintios 6:19-20)

 

Esta conciencia de corazón pleno de pasión por vivir es representada en una ofrenda. En ella, cada redimido, da testimonio a todos los planes existenciales que su acercamiento al Eterno se basa en la siguiente certeza: «aquello que tomo de mí y ofrezco al Bendito manifiesta mi deseo que Él me haga parte de su naturaleza santa«.

El Kior (Lavacro) y la Pureza para la Comunión

Por P.A. David Nesher

«Habló más Yahvéh a Moisés, diciendo:

Harás también una fuente de bronce, con su base de bronce, para lavar; y la has de poner entre el tabernáculo de la congregación y el altar; y pondrás en ella agua. Y de ella se lavarán Aarón y sus hijos sus manos y sus pies.
Cuando entraren en el tabernáculo de la congregación, se han de lavar con agua, para que no mueran: y cuando se acerquen al altar para ministrar, para quemar la ofrenda encendida para Yahweh se lavarán las manos y los pies, para que no mueran. Y lo tendrán por estatuto perpetuo él y su simiente por sus generaciones.

(Éxodo 30:17-21)

Aquí tenemos las instrucciones que Yahvéh dio a Moshé para construir el denominado Kior, una gran vasija de agua para el Santuario. Esta fuente era utilizada por los sacerdotes (kohanim), previo a su servicio en el Santuario, como está escrito: «Y lavarán de él Aarón y sus hijos a sus manos y a sus hijos cuando vengan al Ohel Moed (Carpa de las Citas)».

Los Objetivos del Lavacro.

Este lavado ritual tenía dos objetivos:

  1. Limpieza y purificación: Se requiere del Kohen una limpieza y purificación adicional previo a su inicio del servicio al Eterno en el Santuario.
  2. Santidad- a través del lavado: el kohen alcanzaba un mayor nivel de santidad, y por eso, este lavado también se llamaba- «la santificación de las manos y los pies«. Según el Talmud el sacerdote ponía su mano derecha sobre su pie derecho y su mano izquierda sobre su pie izquierdo y los consagraba.

Estas abluciones corporales de los kohanim eran indispensables para ponerse en contacto con los objetos y los lugares sagrados del Mishkán. El incumplimiento de esta norma ponía en peligro la vida no sólo de Aharón y de sus hijos, sino también la de cualquiera de sus sucesores. Era un decreto permanente (vv. 19-21).

El Origen y Significado del Lavacro.

El origen del Kior o Lavacro se encuentra en la donación que hicieron las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo, tal como se nos relata en Éxodo capítulo 38, versículo. Dichas mujeres donaron sus espejos, que eran de bronce, para que fueran fundidos a fin de que la fuente se hiciera. Era una cosa maravillosa para el pueblo el dar la medida de su propia apariencia para estar limpios ante Yahvéh.

Hay que recordar que los espejos de aquel tiempo no eran como los nuestros, ya que los espejos de vidrio no existían en aquel entonces. Los pueblos antiguos tuvieron que recurrir a metales pulidos (bronce, plata, etc.), para producir reflexión. Esto explica el comentario que el apóstol Pablo hace del símbolo del Kior al decir:

«Ahora vemos por espejo, oscuramente…»
(1 Corintios 13:12)

Él está recordando a los discípulos de Yeshúa que debemos ejercer siempre humildad al comparar nuestro conocimiento espiritual aquí abajo, que es parcial (así como la imagen que reflejaban los espejos de su tiempo), con el que tendremos cuando estemos cara a cara con nuestro Abba, cuando conoceremos con total claridad.

Esta fuente contenía agua, siendo por tanto una provisión para lavarse. Pensemos juntos; tenemos aquí un gran espejo, hecho de una multitud de ellos más pequeños. Estaba lleno de agua, lo que aumenta su capacidad de reflexión. De esta manera, la fuente tenía dos grandes propósitos: reflejar la imagen del kohen y proporcionar limpieza. En ese sentido, esta fuente nos recuerda lo que la Instrucción (Torah) de Dios es y hace con nuestras vidas diariamente. Ella es un espejo fiel que nos muestra nuestra verdadera condición y, al mismo tiempo, es el instrumento para limpiarnos de las suciedades adquiridas. Por lo tanto, comprendemos que la primera función de la Torah es enseñarnos cómo estamos en el día a día referente al propósito eterno de Dios. Por ello, el apóstol Pablo explicaba esta misión de la Instrucción de las siguiente manera:

«¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.»
(Romanos 7:7)

La Torah, pues, es ese gran espejo, sin el cual nos auto-engañaríamos en creer que ya estamos perfectos, cuando en verdad estamos aún en el proceso divino de la santidad y la justicia.

El hecho de que fuera de bronce (símbolo de juicio) nos revela que el gran espejo divino, la Torah, nos ayuda a juzgarnos a nosotros mismos de una manera verídica y criteriosa, conforme a como Yahvéh nos ve. Los primeros discípulos al estudiar esta parashá fortalecían este pensamiento. Esa es la razón por la que Jacobo (mal llamado Santiago) escribió:

“Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta Torah, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.”

(Santiago.1:23-25)

Pero hemos dicho que la Instrucción tiene otra función añadida a ésa, y es la de ser el lavacro (kior) donde limpiarnos de la suciedad adquirida en nuestra cotidianidad, adquiriendo desde ella pureza o santidad y mayores niveles de justicia. Eso es lo que en la mentalidad hebrea significa estar limpio. Nuestro Dueño Yeshúa así lo expresó:

«Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.»
(Juan 15:3).

El Eterno trazó en Su diseño que esta fuente de bronce, se situara, entre el Altar de Bronce, que es tipo de la cruz, y el Tabernáculo propiamente dicho, que es tipo de la comunión a la que todo redimido tiene acceso y de la de la adoración y servicio que todo redimido tiene el privilegio de ofrecer. Dicha comunión solamente se puede dar si el kohen (sacerdote) está limpio.

Para que podamos entender mejor este asunto, tenemos que saber que el uso de esta fuente estaba reservado para los sacerdotes, quienes en el ejercicio diario de su ministerio eran proclives a ensuciarse. Tengamos en cuenta su contacto permanente con el altar de bronce, donde la leña, las cenizas, el humo,los animales, la sangre etc. eran causas permanentes de suciedad. Era normal que en dichos trajines diarios, lo kohanim no se dieran cuenta de esa contaminación o suciedad en sus manos y pies. Por ello, el uso del lavacro no era opcional sino obligatorio. Es decir, no se trataba de algo dejado al criterio del sacerdote sino algo por lo que tenía que pasar para ministrar en su comunión íntima al Eterno.

La obligatoriedad del uso era diaria, porque diariamente estaban llamados a ministrar (comulgar) con Yahvéh dentro de Su morada. Y el uso de la fuente era previo a la ministración; por lo tanto, antes de entrar en el lugar santo para hacer los servicios sagrados el sacerdote tenía que lavarse, para concretar así un estado de limpieza personal desde la revelación de este santo espejo. Las partes del cuerpo que debía lavarse eran las manos y los pies, órganos del cuerpo simbolizan nuestro hacer y nuestro caminar. De la obligatoriedad del uso de la fuente da buena cuenta la razón que se aduce: para que no mueran.

Aprender a Supervisarse en las Acciones Cotidianas.

En la simbología de las Sagradas Escrituras, la “cara” siempre hace alusión a la parte interna e intelectual de la persona, mientras que las “manos y los pies” siempre hacen alusión a la parte de la persona vinculada con la acción. En el Santuario se encontraba de manifiesto la Santidad, y es por eso que la “cara”, la cabeza, la parte en donde reside el intelecto, no hacía falta “lavarla”, purificarla, ya que ya estaba plenamente santificada, debiendo solo purificarse la parte más baja de la persona humana: la acción, simbolizad por las “manos y los pies”, que guardan relación con el mundo.

Ahora, les solicitaré a cada uno mucha concentración. La sabiduría del Eterno al poner esta fuente para los sacerdotes es muy oportuna para cada uno de los redimidos en Yeshúa, llamados a ejercer diariamente un culto racional a Dios (Rom. 12: 1) La advertencia era clara: cada sacerdote debe también ocuparse de sí mismo diariamente. Debido a que podía darse el caso de que se concentraran tanto en el ministerio hacia los demás y se olvidaran de sí mismos, Yahvéh estableció esta estructura con su ritual obligatorio para que en un determinado momento del día, cada sacerdote se dedicara a pensar en su propia persona.

Con esta fuente Yahvéh los obligaba a examinarse a sí mismos, antes de examinar a otros. Es lo mismo que le recordará el apóstol Pablo a su hijo apostólico Timoteo: 

Ten cuidado de ti mismo…«
(1 Timoteo 4:16)

Sucede que, en el cotidiano devenir, a cada ser humano le sea fácil estar pendientes de los demás, de sus necesidades y problemas, pero a la vez olvidarse de las propias. Si eso llega a acontecer, aquel que es hijo primogénito de Dios ya no podrá ser de ayuda para otros, pues estará él mismo necesitado de ella. ¡Cuidado con el exceso de ocupación (servicio) hacia otros, no sea que termines descalificado por no estar atento hacia ti mismo y tu propósito! Es verdad, hay muchas almas humanas que debes cuidar, pero una por encima de todas ellas está la tuya.

La lección practica de este mueble del tabernáculo, es que, a menos que vivas efectuando constantemente, el juicio justo de ti mismo, a la Luz de la Torah del Eterno, tu comunión con Él se vera interrumpida, y esto afectará y determinará, que sobre el fundamento de la salvación, en vez de edificar oro, plata, piedras preciosas, edifiques con madera, heno y hojarasca. Teniendo en mente estos principio divino, el apóstol Juan, muy familiarizado con lo sacerdotal, escribió:

“Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
(1 Juan 1:6-9)

Por ello, en el diseño del Monte Santo del Señor hemos aprendido que al llegar el Shabat, tanto en su kabalá (recepción) como en su entrega, el lavarse las manos antes de comer el Pan de Primogenitura y el Pan de Gratitud, no solamente anuncia nuestra disposición a no realizar labor alguna para honrar ese día sagrado, sino que también anunciamos que estamos dispuestos a meternos en el juicio justo que la Torah nos revelará acerca de nuestra peregrinación en la vida. Es una manera de anunciar a todos los ámbitos celestiales que entendemos que el amor a uno mismo es la bisagra que permite amar perfectamente al Eterno y al prójimo.

Anhelo que recuerdes en este día pasar por el lavacro y meditar cómo está la marcha de ese proceso divino que te conduce a una meta maravillosa: el Premio del Supremo llamamiento de Dios en Jesús, el Cristo, nuestro Dueño!

P.A. David Nesher

La Unidad de Abajo atrae a la Unidad de Arriba (Tablas del Mishkán)

«… Las cuales se unirán desde abajo, y asimismo se juntarán por su alto con un gozne. Así será con las otras dos; serán para las dos esquinas…»

(Éxodo 26:24)

La palabra Tabernáculo se traduce de los términos hebreos ojel que significa “tienda”; y mishkán que significa “morada”. Precisamente eso es lo que era, una tienda como las que habitaban los israelitas pero con un diseño especial y para un propósito específico. El tabernáculo fue el santuario móvil construido por los Israelitas durante su peregrinar por el desierto. Tenía una forma rectangular y toda su construcción fue dirigida por el Eterno, quien le mostró a Moshé, aparentemente por medio de visiones, “el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus utensilios” (Éxodo 25:9).

Los materiales, las medidas, las decoraciones, etc., todo se hizo conforme a lo que el Señor pidió.

El recinto del tabernáculo tenía trece metros y medio de norte a sur. El material básico de construcción era madera de acacia, fácil de obtener en la península de Sinaí. Las paredes de cuarenta y ocho tablas (5 m. de altura y un poco más de 0,50 m.), estaban recubiertas por láminas de oro y las sostenían cuarenta basas de plata en los costados y dieciséis en los otros dos lados.

¿Qué simbolizan las tablas?

Aquí necesitamos recordar que en las Sagradas Escrituras los seres humanos, en especial los justos (en hebreo tzadikim), son comparados con árboles (Salmo 92:12). Con esto en nuestra mente podemos hacer la asociación entre las tablas de madera en el tabernáculo y los justos que componen la congregación del Eterno.

Al leer el versículo que nos ocupa encontramos que las tablas tenían que estar juntadas desde abajo y también unidas por arriba. Deben ustedes saber que el texto hebreo utiliza dos palabras diferentes para hablar de la unidad abajo y la de arriba:

  • Cuando habla de la unidad de abajo dice juntadas (hebreo toamim, con alef y sin yud), y
  • cuando habla de la unidad arriba dice completadas (tamim, sin alef y con yud).

Así, y rápidamente, pareciera que las dos palabras hablaran de lo mismo. Pero debemos entender que el hecho de que la Torah usa dos palabras diferentes indica que, de acuerdo con la cosmovisión del Eterno, existen dos tipos de unidad, una abajo y otra arriba.

En el idioma hebreo la palabra utilizada para la unidad de arriba es la que las Escrituras usan para la perfección, ser completo en íntegro. Se trata de una perfecta unidad que manifiesta la plenitud de propósito.

Sabemos que la letra alef (א) tiene el valor numérico 1 (uno) y la letra yud (י) tiene el valor numérico 10 (diez). Esto nos revela que la unidad que hay arriba, con yud, es diez veces más fuerte que la de abajo con alef.

En este versículo, la unidad de abajo es mencionada antes de la unidad de arriba, lo cual nos enseña que si logramos unirnos abajo en la tierra, aunque no sea una unidad perfecta, la influencia y la unidad que esto trae en el cielo es perfecta. Esto es conocido en las dimensiones metafísicas como la Ley espiritual del Acuerdo. A esto se refería Yeshúa cuando dijo:

«Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.«

(Mateo 18: 19)

Otra vez el relato de la construcción del tabernáculo nos enseña la importancia de que los justos se unan para que el Eterno pueda morar entre nosotros, respaldando con su poder todo lo que unánimes declaramos por fe en Su Nombre.

Anhelo que el Eterno nos ayude a unirnos para ser Su Templo santo en el mismo Espíritu (unción) que fue dado al Mesías.

El Eterno revela la Misión de Israel en el Cosmos (Éxodo 19)

«En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron al desierto de Sinaí. Habían salido de Refidim, y llegaron al desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte.

Y Moisés subió a Dios; y YHVH lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a Mí.

Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Éstas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.»

(Éxodo 19: 1-6)

 

El Eterno sacó a los israelitas de la esclavitud con un propósito. Ahora se lo revelaría claramente: el pueblo de Israel sería un pueblo santo, una nación de sacerdotes por medio del cual cualquiera podría acercarse a Dios libremente. El Eterno llama a Su pueblo a la sabiduría de lo alto que es la conocimiento de cómo aplicar la verdad. Esta sabiduría solamente se conseguirá desde la ciencia que se encuentra escondidas en los códigos de la Torah (Instrucción).

Mientras los israelitas eran esclavos en Egipto, Yahvéh santificó para sí a todo hijo primogénito de Israel cuando destruyó a los primogénitos egipcios en la décima plaga. (Éx. 12:29; Núm. 3:13). Por consiguiente, estos primogénitos pertenecían a Yahvéh, eran su propiedad especial, y solo podían utilizarse para servir a Dios de algún modo especial. El Eterno asignó a todos estos varones primogénitos de Israel como sacerdotes o cuidadores del santuario.

El texto (v. 2) remarca que Israel levantó «el campamento de Refidím«. Moshé, al escribir esto, quiere exponer su especial significado etimológico. El nombre Refidim proviene de rifión yadáyim, que se traduce «la debilidad de las manos«, es decir, la fe vacilante, o sea la duda, signo de la deserción del Pueblo.

Ahora bien, los Israelitas levantaron sus tiendas y dejaron ese lugar que encarnaba para ellos una actitud de escepticismo, en donde se preguntaron: ¿está Dios entre nosotros o no? Saliendo de Refidím, se sobrepusieron a tal incredulidad. Las pruebas (y las experiencias) del pasado habían realizado su cometido. El período de la “fe vacilante” cedió el lugar a la convicción y a la confianza, la verdadera emunáh (fe) y fue en ese estado de espíritu con el que abordaron el desierto del Sinaí.

Al leer estos versículos, los comentaristas notan que desde la salida de Mitzrayim y hasta Refidim, allí donde los hijos de Israel acampaban había siempre descontento, perturbación entre el pueblo. Sin embargo, al llegar al monte de Sinaí reinaron en las tiendas de Israel una paz y una profunda armonía. Todos, parecía que formaban un solo cuerpo y una sola voz para obedecer a Yahvéh y a Moisés. Este es el significado de las palabras: «… y acampó allí Israel, frente al monte» (v. 2) en vez de «y acamparon allí los hijos de Israel«, señal de que el pueblo formaba una sola unidad.

Justamente, fue al comprobar esta unidad cuando Yahvéh juzgó al pueblo de Israel merecedor de recibir la Torah. El filósofo judío Rabí Sa’adiá Gaón, demuestra que la Torah representa el agente unificador del Pueblo de Israel. Cualesquiera que sean las oposiciones internas, las divergencias tanto de temperamento, como de opiniones; más allá de todas las querellas y las discordias que se dé entre ellos, la Torah permanece siendo la única plataforma capaz de unir al Pueblo del Eterno. Frente al Monte Sinaí, el Pueblo está compenetrado como un solo hombre.

El Eterno no juzgó al pueblo de Israel apto para recibir la Torah antes del tercer mes de su salida de Egipto. Desde la salida de Egipto, las siete semanas habían sido el período de purificación, necesario para la elevación, con el fin de hacerlos aptos para recibir la Luz Divina.

Es así como el Pueblo, cuya alma había sido mancillada en Egipto por las influencias paganas, debió atravesar las pruebas de los sufrimientos físicos (el hambre y la sed) y de la guerra contra Amalek (la duda), para impregnarse de creencia y de confianza en Dios antes de unirse en cualquier iniciativa con Él, para para una Alianza Eterna.

Es que la unión de amor matrimonial no puede ser sellada sino sobre la base de la creencia y de la confianza. Por ello,eEste trato de Yahvéh para con Israel fue semejante al que se sometía la mujer convertida a la fe de Abraham, que necesita de un período mínimo de tres meses para adquirir el derecho de casarse con un israelita amante de la Torah.

La palabra hebrea bajódeshen el mes«), debe aquí dividirse en dos, transformándola en Ba-Jódeshllegó el mes«), esto es, el mes verdadero, el mes solemne de la iniciación sacerdotal de los hebreos, a través de una boda con el Eterno.

Interesante es saber que jódesh (mes) deriva de la palabra jadash  (nuevo), dándonos a entender que Israel fue un pueblo nuevo, en todos los sentidos, después de recibir la Torah y sus leyes en el Sinaí.

«Ustedes han visto lo que he hecho a los egipcios, y cómo los he tomado sobre alas de águilas y los he traído a Mí«.
(Éxodo 19:4 – NBH)

El Eterno les está diciendo el conocimiento que han adquirido de Mí no se basa en una creencia más más o menos vaga, transmitida dogmáticamente y en forma oral. Más bien, el conocimiento que tienen de Mí se fundamenta en una convicción obtenida desde la experiencia vivida personalmente. Por ello, la salida de Egipto y la Revelación en el Sinaí, son las dos realidades históricas sobre las cuales se fundamenta la fe de Israel. Ellas excluyen toda posibilidad de ser una ilusión, porque ellas han sido vividas y observadas por centenas de millares de individuos.

Por esto es que la Torah repite este argumento, con insistencia (Deuteronomio 11), acentuando el hecho, de que la Doctrina que emana de ella no descansa sobre la especulación filosófica, sino sobre acontecimientos históricos reconocidos y confirmados.

Hay aquí una revelación maravillosa que no podemos pasarla por alto. Esta porción del discurso celestial designa al Todopoderoso, ante todo, como el Dios Dueño de la Historia Universal. Israel había visto y palpado que era con esa cualidad que Él se había revelado desde la salida de Egipto ante los ojos de los hombres, quienes hasta entonces, sólo lo habían reconocido como Creador del Cielo y de la Tierra.

La acción Providencial que había elevado a los hijos de Israel al rango de una nación libre, gracias a una serie de hazañas milagrosas se destaca en la expresión: “…yo os he llevado sobre las alas de águilas”. Un vuelo de águila significa que no ha habido ningún obstáculo ni problema, que se ha pasado por encima de todo, y a una altura en la cual nada de la tierra puede afectar la serenidad del viaje. El texto no quiere decir que la travesía haya sido sencilla y sin traspiés, sino que alude a que el Eterno estuvo con ellos a cada momento, capacitándolos para llegar a esta hora, frente al monte Sinaí.

Debemos entender que esta imagen ilustra la rapidez con la cual los hijos de Israel fueron arrancados de los abismos de la inmoralidad egipcia para ser transportados hacia las alturas mesiánicas; lugares celestiales donde los seres humanos se sienten liberados de las cadenas del mal. Regiones donde flotan en las esferas de la pureza y de la luz.

La liberación de la esclavitud de Mitsrayim significaba para ellos al mismo tiempo, la liberación de la esclavitud de las pasiones y de los malos instintos. Ellos se vieron milagrosamente elevados hacia un mundo ideal “para ser llevados hacia el Eterno”. Por este motivo Israel será invitado a realizar una Alianza de Amor con el Eterno.

 

Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes (mamleket kohanim) y un pueblo santo (goy kadosh) . Estas mismas palabras les dirás a los hijos de Israel.«

(Éxodo 19:6)

 

Ahora bien, lejos de ser un privilegio que le confiere derechos o ventajas particulares, la elección trae consigo, para Israel, una tarea claramente determinada: la de ser para la Humanidad un “Pueblo de Sacerdotes” que establecen el Gobierno del Eterno en la Tierra. Así como el sacerdote propiamente tal debe estar más cerca de Dios en los actos de culto, y, como representante de Dios, es el intermediario entre el mismo Dios y el pueblo, así Israel, como primogénito de Yahvéh entre todos los pueblos, es el sacerdote-intermedio entre Dios y la misma humanidad.

Tenemos que reconocer en este versículo una fusión misteriosa de dos grandes conceptos de autoridad espiritual: el reinado y lo sacerdotal.

Los israelitas habían oído hablar de reyes y también de sacerdotes, pero solo un hombre de la antigüedad, Melquisedec, había desempeñado ambos cargos con la aprobación de Yahvéh (Gén. 14:18). Ahora el Eterno ofrecía a la nación la oportunidad de producir “un reino de sacerdotes”. Tal como indicaron posteriormente los escritos inspirados, eso significaba que habría reyes que también serían sacerdotes, o lo que es lo mismo, un real sacerdocio (c.f 1Pedro 2:9).

A lo largo de la historia, el Rey, quien era la máxima referencia, se encargaba de las finanzas del pueblo, era juez supremo y comandante general en jefe del ejército.

Por otro lado tenemos a los Sacerdotes, los cuales eran la máxima referencia en doctrina y emunáh (Fe), siendo ellos los encargados de conectar al rey con la palabra de Yahvéh, tanto en la vida diaria como en épocas de guerra, junto con las obligaciones religiosas diarias en el Templo (sacrificios, incienso, etc).

El sacerdote está llamado a hacer resplandecer el conocimiento y la fe en Dios, gracias a su ejemplo y a su palabra, como lo proclama el profeta Malaquías (2: 7). Debe lucir ante los hombres como “un ángel del Eterno« (en hebreo ki maláj ha-Shem tzeváot hú).

Por sobre todo sacerdote nombrado por Yahvéh representa a los pecadores ante Dios y suplica a favor de ellos mediante ofrendas prescritas. Y por otra parte, también representa a Yahvéh ante el pueblo, enseñándole la Instrucción divina (Lev. 10:8-11; Mal. 2:7; Heb. 5:1).

Mediante sus servicios, los sacerdotes que reciben un nombramiento divino tratan de reconciliar a la gente con Dios.

Por eso, esta unión de oficios mesiánicos (reyes y sacerdotes) resulta para los israelitas bastante sorprendente ya que aparentemente ésta es contradictoria. En la teoría el rey y los sacerdotes forman parte de sistemas totalmente diferentes. Sin embargo, Yahvéh revela que tal es la vocación de Israel en el medio de las naciones. Deberá permanecer siendo la nación apóstol de la verdad y de la virtud.

Desde esta revelación, Aarón y sus hijos (y todos los sacerdotes generacionales) enseñarán a Israel que la santificación del Nombre de Dios (Kidush Hashem), tiene lugar no solo en la “vida practicada en el Templo, sino también en todos los rubros de la vida personal y general del pueblo, ya sea en la política, la economía, el ejército, el arte, la música, etc.«, tal como escribe el rey Shelomo (Salomón) en el libro de Mishlé:

Tenlo presente (a YHVH) en todos tus caminos

(Proverbios 3: 6).

Con esta cosmovisión en su mente y corazón, nuestro amado Mesías enseñará a sus discípulos que no falte esta intención en su vida de oración cotidiana, al enseñar a orar así:

«… santificado sea tu Nombre…»

(Mateo 6: 9)

¿Reino de sacerdotes? Sí, así es, gente dedicada diariamente a las cosas sagradas, con una vida centrada y girando alrededor de la santidad.

¿Nación santa? Sí, así es, gente separada, diferente, especial, que se distingue meritoriamente del resto de los seres humanos en palabras y acciones.

Hasta ese momento, ellos solamente sabían que volverían a su casa, según las promesas divinas dadas a Avraham, Isaac y Jacob. Entendían que se establecerían, que construirían una patria en su suelo designado. Eso estaba claro, repetido y memorizado. Nadie podía dudar del ideal nacionalista, de retorno al hogar patriarcal y crecimiento en él. Pero ahora, ¿qué era todo este cuento de santidad, de pactos, de atender voces celestiales, de funcionar como sacerdotes? Más allá de cualquier cuestionamiento, los israelitas estaban ante la Presencia, sin poder objetar en lo más mínimo.

Haciendo una mirada retrospectiva, entendían que había sido necesario caer al subsuelo del pozo de la desconfianza para poder elevarse por encima de toda duda, hasta tener la certeza y la convicción de la experiencia personal.

Precisaron todo esto para darse cuenta de que la finalidad de su existencia nacional estaba íntimamente fundida con la finalidad espiritual del propósito eterno de Dios. El mismo YHVH, la misma Voluntad, buena, agradable y perfecta, manifestándose en todos los planos existenciales de su vida.

La definición del propósito eterno de Dios para Israel quedaba sellada en estas palabras. El camino para ser una nación consagrada, es siendo, sí o sí un reinado de sacerdotes.

El método para su éxito ontológico consistirá en reunir y fusionar las cualidades de Rey y de Sacerdote en cada hijo primogénito.

El secreto será consagrar  con amor el nombre de Yahvéh en todos los aspectos de la cotidianidad.

El Eterno reclama así de Su Pueblo que se comprometa a preservar los valores fundacionales.

Reinado de sacerdotes significa que deberían respetar con amor las leyes que recibirían desde la Instrucción (Torah) que se les iba a entregar. Era una invitación divina a la justicia y a respetar al prójimo practicando la misericordia al aplicar la Torah con equidad y amor.

Desde aquí la santidad tendrá una cosmovisión clara y bien práctica, ya que la misma será expresada esencialmente por la perfección moral expresada en un lenguaje sacerdotal.

La revelación de esta función ontológica subraya cuánto degrada al hombre la obscenidad del lenguaje; y relaciona nuestro versículo con el deber de todo redimido, de imponerse el uso de un lenguaje puro y noble que repara y transforma el cosmos (Tikún Olam).

En la concepción de este texto, la santidad, la dignidad sacerdotal y el linaje real deja de ser prerrogativa de una clase determinada y se convierte en la herencia de toda la comunidad de la Alianza. De este modo, Israel es guiado a repensar y reformular su identidad como Pueblo de Yahvéh en la Tierra. Es así, y sólo así, como Israel se transforma en un pueblo especial. Ya no pertenece a Faraón (Paróh) y su imperio de muerte (Mitzrayim), ahora es propiedad única y exclusiva de Yahvéh y Su Reino Celestial.

Israel tuvo que aprender y aceptar que su elección tenía designios divinos amplísimos y multigeneracionales. Su destino histórico era preparar, desde su interior, la venida del Mesías, siendo entonces el vehículo de la transmisión de las promesas salvadoras de la humanidad. La voluntad salvífica del Eterno en la historia ha tomado como instrumento oficial de su realización al pueblo hebreo. Los profetas insistirá con sus oráculos celestiales en el sentido mesiánico de esta elección de Israel. De este modo, Israel como colectividad, es un «reino de sacerdotes«, una casta especial en la humanidad con un destino concreto sobrenatural.

Quiera el Todopoderoso que podamos llevar a cabo nuestra misión en este mundo tanto en la vida personal de cada uno de nosotros como en la vida general como Pueblo de Dios, siendo un Reinado de Sacerdotes. Desde esta actitud, deseo también que podamos ver muy pronto el restablecimiento del Reinado de David, prontamente en nuestros días, el cual será eterno bajo el cetro de Siló, nuestro amado Yeshúa, y a Él sea dada la obediencia de los pueblos (Génesis 49:10).

«…Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;…»

(1Pedro 2: 9)

 

En amistad y servicio de amor los bendigo: P.A. David Nesher

Recomiendo también Leer y Meditar en estas BITÁCORAS:

Moisés es hecho un dios (elohim) ¿Puede un ser humano llegar a ese nivel?

Por P.A. David Nesher

 

«Mira, yo te he constituido dios para el faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta».

(Éxodo 7: 1 _ RV 1995)

Estudiando el libro de Shemot (Éxodo), existe este momento del relato que sorprende a nuestro entendimiento, sometiéndolo a muchos cuestionamientos. Leemos que el Eterno, nuestro Dios, dio a Moshé un cargo extraordinariamente grande: ser un elohim (dios). Sí, tal y como lo hemos leído e interpretado, el texto hebreo dice literalmente que el Eterno constituyó a Moshé elohim – נתתיך אלהים  – para el faraón.

 

(Nota: Antes de continuar me gustaría invitarlos a leer el estudio que escribí acerca del significado y origen del término hebreo Elohim aplicado al Eterno, nuestro Dios y Abba).

 

Para comprender bien este pasuk (versículo) debemos recordar que Faraón había rechazado el lidiar directamente con Yahvéh al decir:

”¿Quién es YHVH, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a YHVH, ni tampoco dejaré ir a Israel.”

(Éxodo 5:2)

Ante esta actitud ególatra de este soberano, el Eterno determinó que lidiaría con Faraón a través de Moshé. Por eso, YHVH otorgó a Moshé un cargo extraordinariamente grande. El texto hebreo dice literalmente que el Eterno constituyó a Moshé elohim para el faraón.

Ahora, bien, quiero señalar que esta es la segunda ocasión que está escrito que Moshé es elohim.  Leemos en el capítulo cuatro:

«Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti como boca, y tú serás para él como Dios (Elohim)».

(Éxodo 4:16)

La palabra hebrea traducida aquí “como” es en realidad la partícula ל (letra lamed). A pesar de que esta partícula podría simplemente marcar las palabras “boca” y “Dios” como objetos directos del verbo repetido “será”, en contexto, puede ser tomada como expresando comparaciones. Es decir, aunque Moisés no era Dios como Aarón no era una boca, Moisés es comparado a Dios y Aarón es correspondientemente comparado a una boca. El término técnico usado aquí para esta forma de hablar es símil.

Un símil es una figura retórica que utiliza el recurso de la comparación o semejanza entre términos. En este caso Aarón es comparado a una boca para Moshé, y Moisés es asemejado a Dios para Aharón. Al entender que estamos frente a un símil, se logra interpretar que en esta misión divina, la relación de Moisés a Aarón se asemeja a la relación de Dios con una boca humana. Desde aquí nos queda bien claro que Moisés no es llamado «un dios», ni tampoco es llamado «Dios».

Ahora, yendo a la segunda ocasión en la que se dice que  Moshé es elohim – נתתיך אלהים  – para el faraón (Éx. 7:1), el hebreo dice: «Yo te he hecho Dios para el Faraón.» Por favor, nótelo bien: Yahvéh no le dijo a Moisés que él «es» Dios, sino que Yahvéh ha «constituido» o «hecho» a Moisés Dios «para el faraón.» Estas calificaciones dejan absolutamente claro que este texto ha de entenderse en el mismo sentido que Éxodo 4.16, que como hemos visto, en el hebreo es un símil. Lo que sí debemos saber, es que en este texto, la falta de partícula ל cambia la forma de hablar de un símil a una metáfora.

Una metáfora es una figura retórica del lenguaje que produce el desplazamiento de significado entre dos términos con una finalidad estética. En la metáfora ocurre un desplazamiento de significado entre dos términos con una finalidad estética, en el que se hace una comparación sin el uso de la palabra “como”. En otras palabras, una metáfora es equivalente a un símil en cuanto al significado, pero con un toque estético. De manera qué, las frases: «Mi hija es como un ángel» y «Mi hija es un ángel» significan exactamente lo mismo. Cualquiera que lea la primera frase y luego poco después lea la segunda frase, no debería de tener problema en la comprensión de que la segunda frase es una metáfora. Ante lo que estamos considerando:

Símil — … y tú serás para él como Dios.” (Éxodo 4:16)

Metáfora — … yo te he hecho Dios para Faraón” (Éxodo 7;1)

Por eso, es a la luz del símil de Éxodo 4:16, es que se debe de entender Éx. 7:1 como una metáfora. Esto significa que debemos traducir el hebreo Elohim de Éx. 7:1 «[como] Dios» en lugar de «un dios«.

Como hemos visto, ni Éx. 4:16 ni Éx 7:1 afirman que Moisés era Dios o que Moisés era un dios. Más bien, estos textos expresan a través de un símil y una metáfora la idea de que Aarón (4:16) y el faraón (7:1) se relacionan a Moisés como si fuera Dios en relación con ellos.

Esto nos enseña que la palabra hebrea elohimאלהים  – no es un nombre personal, sino un cargo. Dicho de otra forma una función gubernamental. El título elohim destaca a una suma de autoridad y poder. El término tiene que ver con autoridad en abundancia y un conjunto de poderes para poder afirmar su voluntad. Desde esta acepción la palabra elohim reúne en sí todas las fuerzas infinitas y eternas. Con otras palabras elohim podría ser traducido como “máximo gobernante” y “juez supremo”. Por lo tanto el atributo elohim está íntimamente conectado con la justicia. Esta será la razón por la que es uno de los títulos que el Tanak (Antiguo Testamento) emplea para referirse a los jueces de una ciudad o asamblea (Éx. 22:9; Sal. 82).

De aquí entendemos que la función de elohim implica una responsabilidad y una autoridad sumamente grandes. Como un representante autorizado Moshé tenía el poder para hablar palabras poderosísimas como el Eterno mismo. Además, tenía el poder para hacer milagros poderosas las veces que quería. Él debía de estar ante Faraón en lugar de YHVH, no solamente llevando Su mensaje, sino también acompañándolo de actos de poder para demostrar la autoridad de dichos mensajes.

Cerrando toda consideración hasta aquí tratada, comprendemos que ni Éxodo 4:16 ni Éxodo 7:1 afirman que Moshé era Dios o que Moshé era un dios. Más bien, estos textos expresan a través de un símil y una metáfora la idea de Moshé como Dios para Aarón y el faraón. La connotación aquí es que Moshé actuaría en representación de Yahvéh, como su embajador.

Esta idea será llevada a la praxis de los discípulos del Nuevo Pacto, especialmente cuando el apóstol Pablo escribe de que los creyentes en Mashiaj son como cartas escritas por el mismo Yeshúa, las cuales todo el mundo lee (2 Corintios 3:2-3). Las personas que no ven al Eterno nos ven a nosotros; aquellos que no leen la Instrucción (Torah) leen nuestras vidas.

Para finalizar, y buscando una aplicación práctica a nuestras vidas, entre los hijos primogénitos del Eterno debemos aceptar que aquel que ha recibido tanta confianza divina es porque ha sido aprobado en sus exámenes y ha mostrado una fidelidad extraordinaria. Cuanto más fidelidad una persona muestre al Eterno, más autoridad y responsabilidad es capaz de administrar. Moshé era fiel y Yahvéh le confió el cargo de ser elohim. De la misma manera, Yeshúa asegura que habría señales de potestad celestial que seguirían a los discípulos que en Él creyeran (Marcos 16: 17-20).

Por favor, lector/a amigo/a, sé fiel en lo poco y serás digno de confianza a los ojos de Aquel que ve en lo secreto, y se complace en recompensar en público. Usa lo que te ha dado con fidelidad y tendrás cada vez más y más, hasta recibir la corona de la Vida cuando Él venga.

¿Una Costilla con Forma de Mujer?  

Por P.A. David Nesher

Leamos primero el segundo capítulo del Bereshit (Génesis), se lee:

«Entonces YHVH Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán y, mientras éste dormía, tomó una de sus costillas (mitsal’otav)  y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que YHVH Dios tomó del hombre, hizo una mujer y la trajo al hombre».

Bereshit (Génesis) 2: 21-22

mitsal’otav– “ de sus costillaso «de sus costados«– Este término significa: «de sus costados«.

Para entender lo anterior es necesario remitirnos primeramente  al verso 27 del capítulo uno [zajar unekevah bara otam: “macho y hembra lo creó-] Moshé aquí explica que el ser humano que fue creado [se está usando singular en el verbo bará] en una completa unidad de dos facetas o rostros. Los sacerdotes aarónicos explicaban este texto como que el hombre, inicialmente tenía dos rostros que más tarde fueron separados. Esto quiere decir que originalmente poseía Adam tanto la forma masculina como la femenina. De esta manera, la separación de Adam de la forma femenina fue lo que constituyó la creación de Ishá (Varona), [más tarde llamada Java (Eva)].

En el primer capítulo de Bereshit, el escritor relata cómo fue creado el ser humano revelando el propósito y la misión de este diseño divino. Ahora, en el segundo capítulo se nos ofrecen los detalles históricos de ese evento creativo. Es decir, que en el libro de Bereshit no existen dos creaciones del ser humano, sino que hay dos descripciones de un mismo hecho.

Al avanzar por el capítulo número dos, notamos que la vida del hombre se desarrolla en el jardín pero en soledad, sin ayuda idónea.

Al nombrar a la totalidad de los animales que viven en y sobre la Tierra, el hombre los integra a su vida y ejerce su vocación y dominio sobre ellos. Esta tarea lo lleva a una profunda conclusión: ninguno de los animales puede servirle de ayuda idónea. Es decir, no pueden permitirle desarrollar una relación social íntima y de importancia trascendental.

Ante esto, el Eterno responderá a esa necesidad, decidiendo proveer a esa necesidad de compañerismo esencial en el hombre. Es que la imagen divina misma empuja al hombre a darse cuenta que no puede vivir en la soledad de un individualismo. Por el contrario, el ser humano necesita trascender desde experimentar la comunión con otro que le permite valorar la unidad desde la diversidad.

La palabra hebrea tzelá (צֵלָע) traducida aquí como costilla, indudablemente significa también «costado, flanco, lado, banda”, pero también «ejes», y tiene también otros significados que se deducen según el contexto en que se encuentre. La traducción del término en el versículo citado es por tradición el de “costilla”, pero expresa más precisamente una parte colocada simétricamente respecto a otra igual. Por tanto se puede hablar más de “costado” o “flanco frontal” que de “costilla”.

Pero dado que, según se lee, este tselá (צֵלָע) debía ser algo que se encuentra bajo la carne, pues Dios debió practicar una abertura (Gen 2; 21), un poco como sucede en una operación quirúrgica (y durmió a Adán antes de la “operación”), el significado del término podría declinarse al de “costilla”.

En la mente de los traductores, pero quizás también de quienes narraron originalmente el episodio, esta “parte” debía por tanto ser la “costilla”. El texto griego de la Biblia, los Setenta, traducen la palabra tselá (צֵלָע) como “pleurá«, que significa tanto “costilla” como “flanco frontal”, como sucede con el hebreo.

Lo cierto es que tselá (צֵלָע) significa una porción del costado medio frontal del hombre y no una costilla.

El relato dice que Yahvéh tomó el hueso y la carne del costado (tselá – צֵלָע) de Adam para hacer a la mujer. Entonces ella surgió a existencia de la propia vida del varón, estableciéndose así el principio de “Vida engendra vida”.

La mujer fue hecha de uno de los huesos del costado, para que puedan compartir la vida juntos en mutua protección, preocupación, amor y cuidado. Como veremos en otra bitácora, fue el pecado el que cambió la intención original de Dios en esta relación (Gen. 3:16).

De la costilla que le había quitado al hombre, Yahvéh nuestro Dios hizo (baná) una mujer y se la presentó al hombre (2:22). La palabra hebrea baná significa construir. Esto proporciona la maravillosa revelación de que Yahvéh en realidad construyó a una mujer del costado de Adán. La costilla de Adán formó el material básico del cual fue «construida» su compañera. La mujer fue formada para tener una unidad inseparable y compañerismo de toda la vida con el hombre, y la forma en que fue creada sirvió para establecer el verdadero fundamento del estatuto moral del matrimonio.

Eva fue el regalo de Dios a Adán, una ayuda idónea hecha para él. Por eso, el varón al verla expresará perfectamente su naturaleza a través de tres declaraciones:

Primera: Reconoce la igualdad del nuevo ser. Ella también es humana y constituida con la misma materia del varón (“Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne*, v.23).

Segunda: Le concede el derecho de identidad propia. (“será llamada Ishá”, v. 23) Aceptando así la sexualidad en lo femenino, como instrumento divino que completa y complementa la plenitud de la humanidad. He señalado que la palabra hebrea para la mujer es ishá, y la palabra hebrea para el hombre es ish. El juego de palabras es el siguiente: la isha viene del ish. Esto sólo tiene sentido en hebreo, demostrando una vez más que fue la primera lengua. Por lo tanto, la mujer procede del hombre, es regalo divino para el hombre, ella fue dada al hombre, y luego es nombrada (adquiere significado) por el hombre.

Tercera: Por su origen, el varón mismo, la mujer es el único ser compatible que puede al varón hacerlo sentir completo y pleno. El varón le da vida a la mujer; la mujer le da vida a la humanidad. La humanidad en constante legado, será la plenitud de todo varón.

Con estas declaraciones el varón, ahora con nombre propio Adán, expresa delante del Eterno su aceptación y satisfacción completa, asumiendo así delante de todos los testigos presentes (huestes celestiales) el compromiso de proteger a la mujer como su propio cuerpo.

Esto nos deja bien claro que en el antiguo Israel, al menos de cuanto resulta de las fuentes bíblicas, no existe declaración alguna de inferioridad de la mujer respecto al varón, y por tanto el versículo en cuestión no debe ser forzado en ese sentido como algunos religiosos machistas pretenden.

Al terminar, me parece oportuno hacerlo con la famosa explicación que Matthew Henry dio acerca de la costilla de Adán:

Que la mujer fue formada de una costilla (es decir, del costado) de Adán; no fue hecha de su cabeza, como para tener dominio sobre él; ni de sus pies, como para ser pisoteada por él; sino de su costado, para ser igual a él, de debajo de su brazo para ser protegida, y de junto al corazón para ser amada”.

Matthew Henry, Comentario Bíblico De Matthew Henry (trad. Francisco Lacueva; Barcelona: CLIE, 1999), 20.

Igual de poética es la explicación que nos proporciona el erudito bíblico, el rabino Umberto Cassuto:

Tal como la costilla se encuentra al lado del hombre y está unida a él, aun así la buena esposa, la costilla de su esposo, se encuentra a su lado para ser su ayudante-contraparte, y el alma de ella está ligada a él”.

[Umberto Cassuto, A Commentary on the Book of Genesis: Part I, From Adam to Noah (Genesis I-VI 8) (trad. Israel Abrahams; Jerusalem: The Magnes Press, The Hebrew University, 1998), 134].

En amistad y amor en servicio: P.A. David Nesher


Bitácora Relacionada:

¿Hombre en Señorío o Humano Bestializado?

 

«Entonces dijo Dios:
Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y que señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Y los bendijo Dios, y les dijo:
Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.»

 

(Génesis 1: 26)

 

Si meditamos en este diálogo interno de la Divinidad, entendemos que, de acuerdo al diseño original, todo ser humano ha sido colocado como representante de Dios (Elohim) sobre los órdenes de los seres inferiores. Éstos últimos no pueden comprender ni reconocer la soberanía del Eterno; sin embargo, fueron creados con la capacidad instintiva de ver la Gloria divina a través del ser humano posicionado mesiánicamente. Desde aquí cada uno de estos animales está apto para amar y servir al hombre que en propósito cumple la misión de promoverlos como criaturas, garantizándoles las mejores condiciones de vida.

Pero, para que este diseño divino del ser humano sea manifestado a la perfección en las áreas materiales de la animalidad, nos urge comprender la enseñanza de este pasaje desde los códigos hebreos en que vibran sus palabras.

Al leer este versículo del primer capítulo de las Sagradas Escrituras notamos que al terminar de hacer al ser humano (adam) el Todopoderoso dijo:

«…y que señoree en los peces del mar …»

Dicho imperativo surgirá de traducir la siguiente expresión hebrea: «veyirdu bidegat hayam«. Interesante resultará para la edificación de nuestra alma, entender que el verbo hebreo veYirdu usado aquí connota dos implicaciones para la vida humana. Por un lado, significa dominio (ridui), pero por otro lado puede significar descenso (yrida). Por lo tanto, el peso de la revelación divina es muy grande y necesitamos reflexionarla profundamente. El Eterno está señalando que si el hombre (varón o mujer) es obediente a la Instrucción (Torah) será digno de dominar toda fiera salvaje y a los animales domésticos; pero si no escucha la Torah, se convierte en un ser indigno del propósito por lo que descenderá más bajo que todo animal existente y entonces las fieras lo dominarán. 

La conclusión es que de acuerdo a su actitud ante el propósito eterno de YHVH el hombre puede ser un co-regente regio con Dios sobre toda bestia existente, o descender al estrato infrahumano en el que se degrada a los estándares bestiales, y se someterse así a las leyes naturales de la selva: sobrevivir. Esta última y enajenada condición es la que alcanza el alma humana cuando se hace sensorial a causa de la desobediencia. Es lo que el libro de Bereshit llama “hombre polvo” (Génesis 3: 19) y el apóstol Pablo llamará hombre natural que no acepta las cosas del Espíritu de Yahvéh, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente (1 Corintios 2:14). 

Esta condición de «animalidad» de la humanidad la conduce a ser controlada por la enseñanza de la serpiente que conduce un sistema de cosas basado en el poder del temor. Por esto, es mi costumbre designar a esta mentalidad y sistema de vida con el término de reptiliano. En dicho estado la humanidad no vive, sino que sobrevive, ya que toda acción que realiza es en pro del instinto destructivo del ser humano, que busca soluciones urgentes desde el placer inmediato sin pensar en las consecuencias para su destino y generaciones.

¿Decimos Elokim o Dios?

Por P.A. David Nesher

 

Las Sagradas Escrituras comienzan con esta expresión: “En el principio creó Dios (Elokim)…” Dentro de las Escrituras Hebreas existen varias palabras que se usan para referirse a Dios; sin embargo “Elohim” es la palabra más común. Esta expresión, es la forma plural de Eloah, que significa “Poderoso”. La expresión Eloah viene de El que significa “poderoso”, “poder”, “fuerza”. Estas tres palabras, El, Eloah y Elokim, son utilizadas en las Escrituras como sinónimas para referirse al Creador y Eterno Dios.

Los hebreos tenían tres expresiones comunes para el título Dios, El, Elokim y Eloah; además aplicaban a estos títulos el Nombre propio Yahweh.

LA PALABRA HEBREA “EL”.

El término EL corresponde a la más antigua designación de una deidad en el cercano Oriente. Este nombre se usaba para designar una variedad de dioses, no solamente para designar al Dios verdadero. Por eso es muy común encontrar este nombre acompañado de algo más, para así indicar que no se refiere a cualquier dios del mundo pagano, sino al único Dios verdadero.

Si leemos Génesis 33:20 notaremos que dice: Y erigió allí un altar y lo llamó EI-Elohe-Israel”. Este nombre significa “Dios, el Dios de Israel” No se está hablando de cualquier dios, sino del único Dios verdadero, y para ello se dice: El Dios de Israel.

La etimología del nombre El no es muy clara, sin embargo parece indicar que tiene asociación con la palabra “fuerza” o “poder”. Por esta razón muchos estudiosos de la Biblia afirman que el nombre El significa «el Fuerte», «el Poderoso», o «el más importante»;  o finalmente «Aquel hacia quien aspira uno», «El que es la meta de toda aspiración y esfuerzo humanos», «a quien uno recurre en la aflicción o cuando necesita guía», o «al que uno se acoge estrechamente»

El nombre El se utiliza para formar algunos nombres de personas. Cada vez que Ud. encuentre un nombre bíblico que contenga la raíz El, se está haciendo alusión a algo que tiene que ver con Dios. Por ejemplo:

  • Israel, significa «príncipe con Dios» o «El que lucha con (junto a) Dios«;
  • Misael significa «¿Quién es como Dios?»;  
  • Eliseo significa «Dios salva«; Elcana significa «Dios proveyó«; 
  • Daniel significa «Dios es mi Juez«.;
  • Samuel significa «pedido de Dios».

La Palabra hebrea “El” se usa para hablar tanto de “poder” como de “Dios”. Por ejemplo en Proverbios 3:27 esta palabra se usa para hablar con exclusividad de “poder”.

“No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder [“el”] para hacerlo.”
(Proverbios 3:27)

Mientras que en otros textos se usa para hablar con exclusividad de Dios.

“Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios [“El”] Altísimo, sacó pan y vino.”
(Génesis 14:18)

LA PALABRA HEBREA “ELOAH” Y SU EQUIVALENTE ARAMEO “ELAH”

Señalaré en primer lugar que la palabra “Eloah” proviene de la palabra hebrea “El”.

Eloah” es un término hebreo que también significa Dios. Veamos el siguiente texto de la Escritura en dónde encontramos la palabra “Eloah” traducida al idioma español como Dios.

“… Pero tú eres Dios [“Eloah”] que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque no los abandonaste.”
(Nehemías 9:17)

Recordemos que la mayor parte del Antiguo Testamento fue escrito en idioma Hebreo, y sólo unas pocas porciones fueron escritas en idioma Arameo. La forma aramea de la palabra Hebrea “Eloah” es “Elah”. Así en Daniel 2:18 la palabra “Elah” se ha traducido al idioma español como Dios.

“Para que pidiesen misericordias del Dios [“Elah”] del cielo sobre este misterio, a fin de que Daniel y sus compañeros no pereciesen con los otros sabios de Babilonia”
(Daniel 2:18)

Un dato interesante, este nombre aparece 40 veces en el libro de Job, desde el capítulo 3; versículo 4, hasta el capítulo 40; versículo 2, mientras que en el resto del Antiguo Testamento aparece 15 veces en total.

ELAH es en realidad una palabra aramea y por tanto aparece en los pasajes del Antiguo Testamento que están en arameo. Es una palabra afín a la palabra Alá, que es el nombre que los árabes utilizan para referirse a la deidad.

Esta palabra se usa ampliamente en el libro de Esdras, donde aparece no menos de 43 veces entre Esdras 4:24 y 7:26. En cada uno de los casos se refiere al Dios del pueblo judío.

“Sea notorio al rey, que fuimos a la provincia de Judea, a la casa del gran Dios, la cual se edifica con piedras grandes; y ya los maderos están puestos en las paredes, y la obra se hace de prisa, y prospera en sus manos.” (Esdras 5:8)

Esto es parte de la carta que los gobernadores no judíos, enviaron a Darío el rey persa. Para referirse a la casa del gran Dios, utilizaron la palabra Elah.

Según Esdras 6:10, aunque los persas no adoraban al Dios de Israel, le atribuían dignidad e inclusive llegaron a llamarle el Dios del Cielo. La mentalidad persa consideraba que se debía respetar a los dioses de cada uno de los pueblos conquistados para así buscar la paz y la armonía en el imperio.

Cuando Esdras utiliza la palabra Elah para referirse al único Dios Verdadero, siempre añade algún calificativo para hacer claro que no se refiere a cualquier dios. Es así como nos habla del Dios de Israel o el Dios del Cielo, o el Dios de Jerusalén. El significado del nombre Elah, es el mismo que El, es decir significa el Fuerte o el Poderoso.

“EL” Y “ELOAH” SON FORMAS SINGULARES MIENTRAS QUE “ELOKIM” ES UNA FORMA PLURAL
elohim (1)hebreo

En resumidas cuentas, “El”, “Eloah” y “Elokim” significan Dios. Sin embargo, hay algunas diferencias: “El” y “Eloah” están en forma singular y “Elokim” está en forma plural.

La palabra hebrea Elokim (dioses) es la forma plural de eloah (dios). Aunque a veces con la forma plural se alude a una pluralidad de dioses (Génesis 31:30, 32; 35:2), se emplea con más frecuencia como plural mayestático, de dignidad y excelencia. Si recurrimos al uso de la palabra Elokim en el estudio de su significado, encontramos que en su sentido propio denota el verdadero Dios o falsos dioses, y que metafóricamente se aplica a jueces, ángeles y reyes; y aún acompaña otros nombres dándoles un significado superlativo. La presencia del artículo, la construcción en singular de la palabra y su contexto muestran con suficiente claridad si debe ser tomada en su sentido propio o en su sentido metafórico, y cual es su significado preciso en cada caso.

La palabra Elokim, no sólo se usa como título funcional de Yahwéh, y como título general de las deidades sino que también se usa como adjetivo intensivo. Su función como adjetivo intensivo es reforzar la idea de grandeza y fuerza.

Cuando Elokim se utiliza con referencia a YHVH, tiene el sentido de plural mayestático, de dignidad y excelencia. (Gén. 1:1.) A este respecto, una obra comenta lo siguiente: “Elokim es uno de estos plurales de abstracción del que el hebreo y otras lenguas semíticas proporcionan muchos ejemplos, y su empleo corriente con verbos y cualificaciones en singular debería bastar para que no se reconociese en ello un vestigio de politeísmo’. ‘Es un plural de plenitud y fuerza y de poder’ o un plural de intensidad semítico, para recalcar enfáticamente la idea trascendental de divinidad con todo lo que ella incluye. […] Elokim es el Creador de todas las cosas, el Dios único, Señor del universo”. (Biblia Comentada, Profesores de Salamanca, vol. 1, págs. 47, 48).

El término Elokimse usa también en los libros del Antiguo Pacto para referirse a los ídolos. A veces este plural significa sencillamente “dioses”. (Éx 12:12; 20:23.) En otras ocasiones es un plural mayestático que hace referencia a un solo dios o diosa. Sin embargo, es evidente que las deidades así aludidas no eran tríadas. (1Sm. 5:7b [Dagón]; 1Rey. 11:5 [la “diosa” Astoret]; Dn. 1:2b [Marduk]).

En el Salmo 82:1, 6 —Salmo que Jesús citó en Juan 10:34, 35— se usa Elokim para referirse a criaturas humanas, los jueces de Israel, a quienes se podía llamar dioses por el puesto que ocupaban como representantes y voceros de Jehová. De modo parecido, a Moisés se le dijo que sirviese de “Dios” a su hermano Aarón y ante Faraón. (Éx. 4:16; Éx. 7:1).

En la versión griega llamada Septuaginta, así como en otras Escrituras Griegas Cristianas, el término griego equivalente acostumbrado para traducir El y Elo·hím es the·ós, que en latín se transformará en deus, de dónde proviene nuestro termino español dios, aplicado a cualquier tipo de divinidad, que se convertirá en la forma Dios, cuando se refiere al Creador y Eterno Abba.

Significado de Elohim

El Hombre que resucitó al Idioma Hebreo

Por David Nesher

Su nombre Eliezer Ben-Yehuda. Nació en Luzhki, un shtetl (‘pueblo’) de la Gubérniya de Vilna del Imperio ruso (al norte de la actual Bielorrusia), actual Provincia de Vítebsk, el 7 de enero de 1858. Fue un lexicógrafo y editor de periódicos lituano-judío; además, fue el principal artífice y responsable del renacimiento y la reimplantación de la lengua hebrea como lengua hablada y escrita en los tiempos modernos.

A lo largo de su vida, su lema fue “¡hebreo habla hebreo!” (!עברי דבר עברית).

Formación

Empezó a estudiar hebreo y la Torá a los tres años de edad, como muchos niños judíos de Europa del Este. A los doce años de edad ya llevaba nueve años estudiando en heliezer_ben_yehuda_2_190410_377ebreo y había leído la mayor parte de la Torá, la Mishná y el Talmud, lo que le hacía estar bastante familiarizado con el hebreo bíblico y el hebreo talmúdico.

Sus padres esperaban que se convirtiese en rabino y le mandaron con ese fin a una yeshivá cercana. Allí continuó estudiando hebreo antiguo y estuvo expuesto al hebreo moderno de la Haskalá, lo que incluía obras laicas. Más tarde aprendió francés, alemán y ruso. Luego fue enviado a Daugavpils para continuar su educación. Allí tendría acceso al diario en lengua hebrea Ha-Shahar, del que aprendió sobre el sionismo y le llevó a concluir que la resurrección de la lengua hebrea en Israel podría proteger y unir a la diáspora judía de la asimilación.

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Tras graduarse se mudó a París para estudiar en la Universidad de París. Entre las asignaturas estudiadas se encontraba la historia y política de Oriente Medio, pero la que le influyó más profundamente fue la de Hebreo. En esta asignatura las clases se daban en hebreo. El ver la lengua empleada de forma oral le convenció de que su resurrección sería práctico. Se trasladó a Argel, donde entró en contacto con los judíos de Argelia. Allí alcanzó mucha práctica en el uso del hebreo en contextos no religiosos.

Mientras estuvo en París y en Argel, Ben-Yehuda publicó muchos artículos en la prensa en hebreo. Intentó convencer a la gente de que era práctico revitalizar el hebreo y volverlo a emplear como lengua hablada y que un renacimiento hebreo en Palestina impediría que la juventud judía desertara del judaísmo. A pesar de no recibir un apoyo unánime, decidió viajar a Palestina y tratar de resucitar la lengua.

Resurrección de la lengua hebrea

En 1881 emigró a Palestina, entonces una provincia del Imperio otomano. Motivado por las ideas de renovación Eliezer_Ben-Yehuda_stampy por el rechazo al estilo de vida de la diáspora, Ben-Yehuda se puso a trabajar en una nueva lengua que pudiese reemplazar al yiddish y otros dialectos regionales como medio de comunicación habitual entre los judíos.

Ben-Yehuda crio a su hijo, Ben-Zion Ben-Yehuda (su nombre significa “hijo de Sión”), íntegramente en hebreo. Rechazó exponerlo a otras lenguas durante su niñez. Ben-Zion fue el primer hablante nativo del hebreo moderno. Su autobiografía, escrita bajo el seudónimo de Itamar Ben-Avi (“Itamar, hijo de Avi” es una abreviatura creada a partir de las primeras tres letras del nombre Eliezer Ben Yehuda en hebreo), se sigue leyendo habitualmente en Israel.

Mientras que al principio muchos consideraron su trabajo utópico, la necesidad de contar con una lengua común obtuvo el apoyo de muchos. En 1884 empezó a publicar «El Ciervo«, un periódico en hebreo que abogaba por el Sionismo. Se fundó el Comité de la Lengua Hebrea, que más tarde pasaría a ser la Academia del Idioma Hebreo. Los resultados de su obra y del Comité fueron publicados en un diccionario (El diccionario completo del hebreo antiguo y moderno).

 

El trabajo de Ben-Yehuda fue sembrado en un suelo fértil, pues al principio del siglo XX el hebreo había avanzado un gran camino para convertirse en la lengua principal de la población judía en Palestina durante el Gobierno británico de Palestina y la posterior fundación del Estado de Israel.

 

Eliezer Ben Yehuda falleció en Jerusalén, el 16 de diciembre de 1922.

Altar: códigos del corazón humano sujeto al Eterno Dios.

 Por David Nesher

La Historia de la Salvación nos revela que la relación adecuada entre el ser humano y la divinidad es la adoración. En la relación de hijos que el Mesías nos da con el Padre, entendemos que hemos dado un paso significativo en nuestra vida de fe cuando nos encontramos con el hecho de que hemos aprendido a adorar al Eterno en Espíritu y en Verdad.
Entendemos que la adoración verdadera conlleva el reconocimiento de que Dios está en lo alto y nosotros estamos en lo bajo; de que Dios es santo y nosotros pecadores aceptos en Su gracia; de que Dios es inmensamente grande y sublime y que nosotros somos pequeños, casi insignificantes, un minúsculo grano en la inmensidad de la creación; de  que Dios es todo sabiduría y nosotros, la mayoría de las veces, necedad y vanidad. Ya sea por estas u otras razones, entendemos en el acto de la adoración que estamos inhabilitados para tratar a Dios directamente; es como si necesitásemos de un medio o algo que nos permita presentarnos ante Dios para ofrecer tan siquiera un humilde y tosco tributo.

Jamás hombre alguno ha podido acercarse al Dios verdadero basado y amparado en su propia virtud, sino que, desde los inicios mismos de la historia humana, el que en verdad se ha acercado a él, lo ha hecho apoyándose en una ofrenda por sus pecados, o un sacrificio sustitutivo a su favor, o en una promesa de perdón recibida de parte de Dios mismo. Y en este acercarse a Dios por parte de los hombres de la antigüedad, un elemento pleno de significados es el altar: una especie de estructura sobre la que se ofrecían a Dios ofrendas, generalmente de animales sacrificados, como un acto de adoración.

El primer altar que el hombre edificó fue levantado para adorar a Dios y esa es  la principal razón por la que nosotros también debemos edificar un altar al Señor en nuestra vida diaria. La primera vez que aparece la palabra altar en las Sagradas Escrituras es en el libro de Génesis (capítulo 8, versículo 20), cuando Noé edificó un altar y tomó de todo animal limpio ofreciéndolo en olor fragante a YHVH.
Desde ese momento, y a través de los tiempos antiguos, encontramos hombres como Noé, Abraham, Isaac, Moisés, David, Gedeón etc. construyendo altar al Señor. Entendemos que el altar era un símbolo de sacrificio, adoración y sabemos que muchas veces se construía para recordar la promesa de Dios. En el tabernáculo de reunión, y en el templo de Salomón, se construyo el altar de bronce y el altar del incienso en dónde se ofrecía el holocausto y se quemaba el incienso aromático respectivamente.
Al entrar en el tabernáculo que Moisés construyó en el desierto, de acuerdo al diseño que se le reveló, el altar era lo primero con lo que el adorador se encontraba. Era lo que estaba a primera vista. Además era el objeto mas grande en el tabernáculo. De acuerdo a estos testimonios escriturales surge el siguiente cuestionamiento: ¿por qué YHVH demanda que se le haga altar? Porque el altar es un símbolo de restauración. Para los hombres de la antigüedad el altar traía el cielo a la tierra. ¡Altar es comunión con Dios!
Ahora bien, para poder entender mejor el altar, los invito a dar un vistazo a las palabras en hebreo y griego, utilizadas en la TaNaK (forma correcta de decir Antiguo Testamento) y los libros del Nuevo Pacto, para referirse a esta expresión.
En hebreo encontramos tres maneras para decir ALTAR:
  1. MIZBEAJ: Significa «un lugar alto donde se hacen sacrificios«. Este vocablo se usa más de 400 veces en el Antiguo Testamento. Aparece por primera vez en Génesis: 8:20.
  2. ZABAJ: significa «matar para comer» o «sacrificar«.
  3. ZEBAJ: «Sacrificio que establece comunión entre Dios y los que comen el sacrificio«.

Innumerables son los altares que se registran en el Antiguo Testamento (TaNaK) en el devenir de la historia de la salvación: el «altar» de Noé (Gn 8:20); los de Abram en Siquem (Gn 12:7), en Bet-el (Gn 12:8) y en el monte Moriah (Gn 22:9); el de Isaac en Beerseba (Gn 26:25); de Jacob en Siquem (Gn 33:20); de Moisés en Horeb (Éx 24:4); de Samuel en Ramá (1 S 7:17); del templo de Jerusalén (1 R 6:20; 8:64); y los dos «altares» previstos por Ezequiel en el templo restaurado (Ez 41:22; 43:13–17).

altar ariel

Los hombres en la antigüedad tenían claro que el altar hablaba constantemente de la relación del ser humano con Dios, tuviese o no tuviese ofrenda sobre sí. El altar de por sí ya era una señal que proclamaba poderosamente todo un mensaje de parte de Dios para las personas. El altar era una forma de recordatorio para aquellos que estaban llamados a relacionarse con el Dios Eterno: recordaba constantemente que Dios se había manifestado a ellos, que les había dado sus palabras, que en momentos especiales se reveló a ellos comprometiéndoles para con él. Era una especie de testimonio perenne de que Dios había venido manifestándose a ellos desde hacía tiempo con fiel y santo amor.

Entendiendo que lo del Antiguo Testamento fue una sombra y figura de lo que habría de venir, hoy nosotros también somos llamados a presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios que es nuestro culto racional (Romanos 12:1). Al igual como eran ofrecidos los sacrificios en los tiempos antiguos (animales sacrificados), hoy somos nosotros invitados a subir voluntariamente al altar y presentar un sacrificio vivo a Dios. El Eterno Padre nos llama a edificar un altar para él en nuestras vidas. Es un llamado a invocar su nombre en la vida diaria, en nuestro lugar de permanencia (casa, sitio de trabajo, lugar de estudio, etc.). Es un llamado a reconocer nuestra vulnerabilidad y necesidad de su bendición. Es un llamado a establecer señales que tengan un real significado para las decisiones que tomamos en nuestro diario andar. Es un llamado a la fe, a la consagración, a reconocer su santidad y la necesidad de que nosotros también lo seamos, es un llamado a la esperanza y a la adoración.

A esta altura de nuestro estudio nos debemos preguntar: ¿Cómo se restaura el altar? ¿cuáles son los principios para hacerlo tal y como Abba lo revela? Para responder estas preguntas nos es necesario regresar a la consideración del significado de la palabra hebrea mizbeaj usada para altar.

En la palabra MIZBEAJ cada una de las letras  consonante que la forman tiene un significado especial (recuerde que el hebreo las vocales se suprimen) formando un acróstico que permite descifrar los códigos secretos escondidos en la palabra altar:

Cordero altar fuego

La letra M significa: Mejilá = Perdón;

La letra Z significa: Zejut = Justicia (buenas acciones);

La letra B significa: Beraka = Bendición;

La letra J significa: Jayim = Vida.

El mensaje oculto en los códigos que forma el altar nos da a entender que si nosotros restauramos cada uno de estos conceptos en nuestras vidas tendremos un altar que permitirá la activación diaria de nuestro gozo y el ejercicio excelente de nuestra fe.

Restaurar nuestro altar cada mañana, por medio de la oración matutina y el estudio de la Escritura, reactiva en nosotros Su gracia a través del poder del perdón en la sangre del Cordero. Esto manifiesta Su justicia que nos fortalece para realizar buenas obras. Por ellas, nos alcanzarán todas las bendiciones garantizadas por promesas divinas en Su Ley (Torah) y eso realmente garantiza Vida, y vida en abundancia, es decir, la que alcanza con la misericordia del Eterno, hasta la tercera generación.

EL ESPÍRITU DE LA PAZ: Significado profético de SHALOM

Aquí les dejo una explicación muy interesante del poder que se esconde en la palabra hebrea SHALOM que traducimos a nuestro español como PAZ. Lamentablemente para nosotros, en nuestro idioma, esta palabra está tan manoseada en nuestra cultura occidental (Greco-Romana) que no alcanzamos a captar el espíritu de transformación que en ella se esconde.

SHALOM no es una simple ausencia de conflicto, entre naciones o entre personas, ni una simple tranquilidad en nuestros días calmos.

SHALOM

En su raíz semita שלום (sh-l-m) significa «estar lleno, sentirse completo, abarcado, en plenitud«, por lo que se entendía en una primera significación «el lugar dónde todo florece«. Desde aquí se usaba esta palabra como saludo. La palabra shalom transmite un deseo de salud, armonía, paz interior, calma y tranquilidad para aquel o aquellos a quien está dirigido el saludo. Al realizarlo pronunciando esta palabra, se comprendía que se decía las siguientes cosas:

SHALOM – es una vivencia plena de todos los dones de Dios; la alegría  la abundancia, la comunión, la fecundidad, la belleza, la compasión, la creatividad, la esperanza, la libertad…
SHALOM no es sólo un sentimiento o situación existencial, ¡es la experiencia de una vida recreada, llena de sentido!
SHALOM es vivir entero en la Vida, o sea, estar entero en sí mismo, poner todo en todo lo que se es y lo que se hace!
SHALOM significa habitar cada rincón del propio ser y de su propia historia.
SHALOM es la paz de los que dan lo mejor de sí mismo y no tienen vergüenza de no ser infalibles.
SHALOM es una experiencia de la totalidad humana, la sensación de que todas las dimensiones de nuestra personalidad caminan como una sola en el amor.
SHALOM es no sentirse disperso o caído como agua, con varios «yo» huyendo para cada lado.
SHALOM es «estar de bien» con la Vida, consigo propio, con Dios, con los Hombres y con el Universo.
SHALOM es la paz de los corazones sabios que ven todo con su real tamaño, ¡ven pequeño lo que es pequeño, y ven grande lo que es grande!, Por eso, no se asustan con facilidad y tienen una manera especial para maravillarse.
SHALOM es la paz de los corazones llenos de abundancia de la Vida.

El pueblo de Dios aprendió a través de los siglos a soltarla en el momento de saludarse dos individuos. Al hacerlo, ellos son conscientes que sueltan sobre su prójimo todas las virtudes que en esta palabra se esconden y a la vez se aseguran que el espíritu profético en ella contenida se active sobre el tiempo y alcance a todas sus generaciones futuras.

Sería muy bueno que lean el documento que comparto a continuación y lo mediten guardándolos en sus espíritus a fin de saberla usar en el momento oportuno.
¡Los bendigo!
shalom-significado-