Por P.A. David Nesher
“ Escuchad, cielos, y hablaré; y oiga la tierra los dichos de mi boca. Goteará como la lluvia mi enseñanza; destilará como el rocío mi razonamiento; como la llovizna sobre la grama, y como las gotas sobre la hierba; porque el nombre de Yahvéh proclamaré. Engrandeced a nuestro Dios.
(Devarim/Deuteronomio 32:1-6)
El es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto.
La corrupción no es suya; de sus hijos es la mancha, generación torcida y perversa.
¿Así pagáis a Yahvéh, pueblo loco e ignorante? ¿No es él tu padre que te creó? El te hizo y te estableció.”
Hemos arribado a la penúltima parashá del ciclo anual de la Torah. La porción (parashá) de esta semana consiste únicamente de un capitulo, pero ¡Vaya que capítulo!
En este capítulo leemos un cántico profético con contenido escatológico. Consiste en una «canción» (en hebreo se dice: shirat) que consta de 70 líneas, y que fue cantada por el mismo Moshé al pueblo de Israel en el último día de su vida.
Esta canción es conocida con el título de «Shirát Haazinu» (traducida como “Cántico de Moshé”), y en realidad es un himno de despedida, registrado luego de que el gran líder terminara la misión que le encargó el Eterno. Este es el canto del cual Moshé habló en la sección anterior.
Haciendo un poco de historia, sabemos que esta no es la primera vez que Moshé canta. Él fue el que entonó, inspirado en el Espíritu de la Profecía, la “Shirá”, después de abrir el Mar de los Juncos (hoy Mar Rojo). Sabemos también que esta es, por supuesto, la canción más famosa de Moshé. Pero aquel cántico fue su respuesta ante una acción Divina incomparable en el que los 72 Nombres divinos entretejieron un cántico de poder. Aquella fue una canción inspirada por el éxtasis; esa vez, Moshé lideró el cántico y todo el pueblo lo siguió. En esta ocasión Moshé se encuentra cantando solo. El inmenso “coro” de israelitas que salió de Egipto había muerto durante la marcha y pronto ocurriría lo mismo con Moshé.
Pareciera ser un momento muy extraño para que Moshé irrumpa en canto, pero en momentos así es donde se aprecia la grandeza de nuestro Profeta.
En este poema, Moshé resalta la fidelidad y justicia de Yahvéh, frente a la desobediencia del Pueblo amado.
Es una recitación que resume la historia de los israelitas, proyectando situaciones futuras, y al mismo tiempo continuamente girando alrededor de un eje central: YHVH como el Todopoderoso y como el Padre amoroso de Su pueblo.
En este cántico se describe la historia de Israel, desde la entrada a la Tierra Prometida hasta la Era Mesiánica; y aún hasta la Tejiat HaMetim (la Resurrección de los Muertos). Por eso es un testimonio a lo largo de los siglos de cómo el Eterno ha sido fiel y cómo una parte de su pueblo ha sido infiel. No obstante, por la gracia y misericordia del Eterno él cumplirá el propósito que tiene con su pueblo y finalmente triunfará en gloria.
Un Cántico que Describe una Mística Conexión Cósmica.
El amor de YHVH y el cuidado por Israel forman el telón de fondo contra el cual el pasado y el futuro de Israel son respectivamente descritos y lanzados. Según el poema, la relación del pueblo con YHVH parece ser una causa primaria de los eventos (pasado, presente y futuro) que les suceden; esta canción también explica que los sucesos mundiales giran en torno a este eje de la conexión mística llamada YHVH-Israel.
En relación a este nuevo canto de Moshé, el Rabi Behayéh Ben Asher señala:
«…La esencia de este Cántico es que Moshé devela ante el pueblo de Israel todos los acontecimientos de su futuro. Comienza desde la Creación del mundo, de los pueblos y de Israel, finalizando en los días del Mashíaj…».
El cántico dice que, desde el mismo momento de la Creación, Yahvéh Elohim eligió a Israel como Su pueblo y por ello es que lo acompaña a través de las vicisitudes del desierto. Sin embargo, el pueblo de Israel olvida todas estas bondades y sucumbe ante el paganismo.
Este acto de ingratitud se debió al exceso de bien y de quietud en que estaban inmersos. El exilio sobrevendrá como castigo divino; pero Yahvéh no los extermina, no sea que los enemigos se vanaglorien y lo atribuyan a su poder. Por ello, en un futuro porvenir, Dios reivindicará la causa de Israel y retribuirá a sus adversarios por la sangre de Israel derramada. En última instancia, el Omnipotente vindicará a Su Pueblo. Por esta causa nos dirá el Midrash que «Haazinu» está describiendo de forma poética lo que le ocurrirá a Israel en el fin de los días.
Por su parte, Rav Ginsburgh destaca algo aún más profundo, él nos dice que en la «Shirát Haazinu» están codificadas las historias personales de cada alma israelita y todo lo que habrá de experimentar desde ese momento hasta la llegada de Mashiaj y la resurrección de los muertos.
Escuchar la Voz divina para Manifestarla en la Tierra
Esta canción comienza diciendo
הַאֲזִ֥ינוּ הַשָּׁמַ֖יִם וַאֲדַבֵּ֑רָה וְתִשְׁמַ֥ע הָאָ֖רֶץ אִמְרֵי־פִֽי
(“Haazinu HaShamáyim Veadaberah Vetishma Haáretz Imerei Fi”)
“Presta oído (Escuchad) Cielos que voy a hablar, y permite que la Tierra oiga las palabras que salen de mi boca…. “
Otra versión dice: “Pon la oreja, Cielo, y hablaré; escucha, Tierra, las palabras de mi boca.”
A. Dos Testigos Veraces de las Obras de Israel.
Lo primero que vemos en este himno es que Moshé comenzó llamando la atención, no solo de Israel, sino de toda la creación. Los cielos y la tierra son los dos testigos que el Eterno ha puesto contra Israel (cf. 30:19; 31:28). En ellos está documentado toda la historia del Pueblo escogido.
Hablando correctamente, en realidad son tres testigos, ya que la palabra hebrea para cielos es shamayim, y está escrita de forma dual, es decir se trata de un par de Cielos. Ante esto necesito que enredamos esta revelación: la historia de Israel está escrita tanto en los Cielos como en la Tierra. Con esto Yahvéh está diciendo que estos testigos serán los primeros en “tirar piedras” contra Israel si comete infidelidad contra el pacto (cf. Deuteronomio 11:17; 17:7).
Esa es la razón por la que el Eterno deberá crear nuevos cielos y nueva tierra después del milenio, para que estos testigos no sigan hablando en contra de Israel, recordando su historia pecaminosa. Así lo atestiguó el profeta Isaías en su oráculo:
“Pues he aquí, yo creo cielos nuevos y una tierra nueva, y no serán recordadas las cosas primeras ni vendrán a la memoria. Pero gozaos y regocijaos para siempre en lo que yo voy a crear; porque he aquí, voy a crear a Yerushalayim para regocijo, y a su pueblo para júbilo.”
(Isaías 65:17-18)
Así fue como lo vio proféticamente el apóstol Juan en la isla de Patmos:
“Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe.”
(Apocalipsis/Revelación 21:1)
Los cielos y la tierra son tomados como testigos por causa de su firmeza (cf. Jeremías 31:35-37). El rollo de la Torah puede ser quemado, pero no las estrellas ni las piedras. Son testigos muy firmes.
B. Escuchar lo Metafísico y Oír lo Físico.
Recordemos que el hebreo es una lengua profunda y poética, lo que hace difícil la traducción al español. Tiene matices que a veces el español no puede transmitir. La palabra haazinu, que se traduce como “poner la oreja” (ozen significa “oreja”) sugiere una cierta proximidad. Si hay alguien parado a tu lado, puedes hablarle al oído. Por contraste, la palabra que se traduce como “escucha” sugiere una distancia mayor, como si se llamara a alguien que está lejos.
Moshé usa el término más cercano cuando se refiere a los Cielos, y el más distante cuando habla de la Tierra. Con esto él señala la característica de una persona muy espiritual. Es decir, nos describre a alguien que tiene siempre en su caso los Cielos muy cercanos, y por contraste, en lo que a esa persona respecta, la Tierra y todo lo material siempre está más lejos.
¡Un momento!… Detengámonos aquí y preguntémonos: ¿No es nuestra tarea como seres humanos redimidos en Yeshúa revelar la presencia del Eterno en el mundo? Entonces, ¿no tenemos que estar inmersos en las preocupaciones materiales de la vida cotidiana?
Por supuesto que estamos activos en el mundo. Pero al mismo tiempo, por medio del Mesías, tenemos una afinidad cercana con el Cielo y todas sus dimensionalidades. Por eso, las palabras de Moshé tienen una relevancia directa para nosotros también. Estamos activos en el mundo pero, en un sentido más profundo, no nos limitamos a ello. Yeshúa mismo, intercediendo por nosotros, lo expresó delante de Abba así:
«Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, yo también los he enviado al mundo.”
(Juan 17: 16-18)
El mismo apóstol Juan, más tarde escribiría a las comunidad de discípulos que él tenía a su cargo:
«No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo …»
(1 Juan 2: 15-16)
Esta misma idea se expresa cuando se acerca la festividad de Sukot (enramadas). La sucá (cabaña o enramada) representa nuestra casa y nuestra vida de todos los días. A la vez, es una esfera espiritual. Una de las enseñanzas de Sukot es que sí, estamos en un mundo material. Pero en cada momento tenemos el poder de hacerlo sagrado.
Podríamos resumir el contenido de esta “canción profética” según las seis primeras lecturas:
1-6 El Nombre y la obra de Yahvéh por el mundo y por Israel.
7-12 El origen de Israel.
13-18 La prosperidad y la apostasía de Israel.
19-26 La pérdida de Israel después de su apostasía.
29-39 La dispersión de Israel entre las naciones.
40-43 La salvación de Israel y su influencia mundial.
Como ya lo he dicho, la porción inicia con el verbo “haazinu” (escuchar). Al respecto, la Torah nos está enseñando que tal vez oímos pero no escuchamos, que muy a menudo nos bloqueamos para no escuchar la verdad. Las personas que necesitan escuchar no lo hacen, mientras que otros que no parecen tener problemas en esta área sí escuchan y aprenden. Yahvéh puede enseñarnos y darnos solo si estamos listos para escuchar y recibir. Si nos preparamos para aprender, el maestro debe aparecer. Por ello, está dicho lo siguiente: “…Cuando el estudiante está listo, aparece el maestro” (refrán).
¡Anhelo que te atrevas a volar con tu espíritu con esta canción sobre toda la semana poderosa que hoy iniciamos!