parasha vayikrá

¿Dios Protege al Pecador?… ¿Qué significa Jatat?

Por P.A. David Nesher

 “Habla a los hijos de Israel, diciendo: Si alguien peca inadvertidamente en cualquiera de las cosas que YHVH ha mandado que no se hagan, y hace alguna de ellas; si el que peca es el sacerdote ungido, trayendo culpa sobre el pueblo, que entonces ofrezca a YHVH un novillo sin defecto como ofrenda por el pecado, por el pecado que ha cometido.

(Vayikrá/Levítico 4:2-3) 

Sin duda alguna debo comenzar diciendo que, al mencionar las ofrendas del Mishkán o Tabernáculo (más tarde el Templo), las imágenes que se aparecen en la mente moderna son barbáricas, paganas y primitivas. Matanza de animales, sangre y tripas que son llevadas a altares, quema de incienso y sacerdotes con vestimentas elaboradas realizando rituales complejos pero aparentemente sin sentido.

Sin embargo, dado que una parte importante de la Torah (la mayoría del libro de Vayikrá Levítico) se dedica a las detalladas leyes de las ofrendas, parecería que este tema tiene una importancia más profunda que nos demanda una detenida y profunda investigación.

En el día de hoy nos toca considerar un korván (ofrenda) lleno de códigos que revelan la gracia infinita de nuestro Dios. El mismo es llamado en las Sagradas Escrituras con el nombre de jatat, que es el nombre que se le da a la ofrenda por el pecado.

Comenzaré comentándoles que palabra jatat, se puede traducir como “error” y “pecado”. Esta palabra proviene de la raíz jatá, que significa “fallar”, “errar”, “pecar”.

También les diré una interesante curiosidad escritural. Cuando leemos el versículo 23, de este capítulo 4, nos damos cuenta que esta ofrenda también es llamada korbán, término que nos revela que también es un medio para poder ascender a YHVH para sentirse más cerca de Él. Pero, lo interesante es saber que en el resto de los versículos de este capítulo normalmente no se usa la palabra korbán (“ofrenda” o “ascensión”), como en el caso de la olá y la minjá, sino sólo le-jatat, que en la versión Septuaginta fue traducida simplemente como “pecado”. Así que el término griego técnico para una ofrenda de pecado es simplemente “pecado”. Tendiendo en cuenta este hecho, podremos entender correctamente el texto griego de la segunda epístola a los discípulos de Corintios donde está escrito:

Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en él.
(2 Corintios 5:21)

Esto significa que el Mesías fue hecho un sacrificio de pecado, en hebreo un le jatat, por nosotros. Es decir que no es que él haya sido hecho pecado, en el sentido literal de la palabra (como lo explican los líderes cristianos), sino que en esa expresión hay una alusión clara al sacrificio de pecado que encontramos en el capítulo cuatro de Levítico.

Pecados por omisión y por premeditación: ¿cómo los trata Dios?

Ahora quiero enseñarles una cosa más en cuanto a este interesante asunto. Existen dos tipos de sacrificios por el pecado: jatat y asham. El primero expía por ciertos pecados cometidos por error u omisión, el segundo expía por ciertos pecados cometidos con premeditación.

El jatat expía por los pecados cometidos contra los mandamientos negativos que si hubieran sido cometidos deliberadamente, el pecador hubiera sido reo del castigo de caret (extirpación) del Pueblo. Hay 43 pecados de este tipo, la mayoría de ellos son de relaciones sexuales prohibidas. El jatat sólo expía por estos pecados cuando son cometidos por ignorancia. Esto nos enseña que la falta de conocimiento no exime al pecador de su responsabilidad. El que peca sin saber también es culpable delante del Eterno.

Al leer el versículo que encabeza esta bitácora, vemos que en el primer caso se habla del sacerdote ungido que peca, trayendo culpa sobre el pueblo.

La Torah revela que como el Sumo Sacerdote (Kohen Gadol) representa al pueblo, su pecado repercute sobre toda la nación. El pecado también puede consistir en que el Kohen Gadol haga una mala interpretación de la Torah y luego él mismo siga esa decisión halájica equivocada resultando en que también el pueblo la siga. 

La expresión “el sacerdote ungido” es la traducción del hebreo ha-kohén ha-mashíaj. Ésta es la primera vez que aparece la expresión ha-mashíaj, “el ungido”, en la Torah. Dicha expresión aparece tres veces en esta aliyá (v. 3, 5 y 16). Ahora bien, no sé si logran darse cuenta de la maravilla que esto revela: ¡Es muy significativo que la primera vez que el Mesías es presentado en la Torah, es en relación con el sacrificio de pecado! Tenemos tres versículos como testigos firmes que muestran que la tarea primordial del Mesías es redimir el mundo por medio de su propio sacrificio de pecado “para que todo aquel que cree en él, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Al leer el versículo notamos que dice así: “si el que peca es el sacerdote ungido (HaMashíaj), trayendo culpa sobre el pueblo” En este texto está escrito que HaMashíaj es el que tiene pecado y ese pecado llega sobre el pueblo. La imagen de la sombra mesiánica está invertida, ya que en el arquetipo divino es el pecado del pueblo el que vino sobre el Mesías Yeshúa, y la justicia suya vino sobre el pueblo.

Al leer el versículo 5 vemos que está escrito:

Luego el sacerdote ungido (HaMashíaj) tomará de la sangre del novillo y la traerá a la tienda de reunión

Aquí está escrito que HaMashíaj es el que trae la sangre al Mishkán (Tabernáculo). Así mismo, en el arquetipo divino, fue Yeshúa el Mesías quien llevó su propia sangre al Santuario Celestial.

En el versículo 16 vuelve a aparece una expresión semejante:

Entonces el sacerdote ungido (HaMashíaj) traerá sangre del novillo a la tienda de reunión

La Torah revela aquí que parte de la sangre debía ser llevada sí o sí al Mishkán. Esto anunciaba el momento cuando el Mesías Yeshúa llevaría Su bendita sangre al Santuario Celestial, tal como queda explicado en el libro de Hebreos:

“… y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna.”
(Hebreos 9:12)

Según el intérprete Rashí, el novillo tiene que tener tres años de edad, figurando así a Yeshúa, quien cumplir su obra redentora, ya tenía tres años de ministerio terrenal.

Enfocándonos más detalladamente en la halajá de este korbán nos encontramos con la revelación de que una vez que la sangre del novillo era llevada dentro del Tabernáculo, el resto del animal no se podía comer, sino que debía quemado fuera del campamento (cf. Levítico 4:21; 6:30; 16:27, Hebreos 13:11-12). Por favor, tengamos en cuenta que esto nos habla de la muerte del Mesías, cuya sangre fue llevada al interior del santuario celestial, pero su muerte ocurrió fuera de las murallas del Templo, cerca del altar que estaba en el Monte de los Olivos.

Es muy importante que al ver los korvanot, tengamos en nuestra mente que todos los sacrificios son sombras del sacrificio del Mesías ya que base del sacrificio del Señor estos sacrificios obtienen validez delante de YHVH.

Ahora quiero invitarlos a que miren un detalle asombroso de la gracia divina escondido en estos korvanot:

Pondrá su mano sobre la cabeza del macho cabrío y lo degollará en el lugar donde se degüella la ofrenda de ascensión delante de HaShem; es una ofrenda por el pecado.” (v. 24)

Resulta que en el lugar donde era degollada la olá, es decir al lado norte del altar, se degollaba también el jatat, con un solo objetivo: no avergonzar al pecador (cf. v. 29, 33). Así los demás ofertantes no veían si el sacrificio era de ascensión o de pecado, y no se daba lugar para pensamientos prejuiciosos y lashón hará (lengua maligna) contra el pecador que regresaba a YHVH.

Es decir, que cuando una persona venía con un sacrificio al Tabernáculo todo el mundo podía ver esa acción. Pero lo interesante de esto es que no se sabía a qué venía el sacrificio, si era para una ofrenda de ascensión (olá) o una ofrenda de pecado (jatat), ya que ambas ofrendas se ofrecían en el mismo lugar. Nadie más que el pecador arrepentido y el sacerdote de turno sabían para qué era dicho sacrificio. De esa forma el pecador arrepentido quedaba protegido de las habladurías de la gente, porque no sabían que su ofrenda era de pecado.

Este detalle nos enseña que el Eterno es muy cuidadoso para no avergonzar al hombre, especialmente cuando tiene un corazón arrepentido. En lugar de exponerlo en público lo protege y no solamente cubre su pecado mediante el poder de la expiación del sacrificio sino también cubre su honra por medio de esta ley que estamos estudiando. ¡Es evidente que el Eterno protege de esa manera la fama de cualquier pecador arrepentido!… ¡Su amor es grande y asombroso!

Así mismo hoy la Torah divina persigue que aprendamos de nuestro Padre celestial y lo emulemos en lo mismo. En sus líneas está claro que no debemos actuar avergonzando a uno que está arrepentido de su pecado y, por lo tanto, jamás debemos revelar los pecados de los demás, si estos ya han sido perdonados por el Eterno en la Sangre preciosa de nuestro Señor Yeshúa.

¡Alabemos al Eterno por su amor, su perdón y su respeto al hombre!

La Oblación: El Anuncio de que Dios es mi Socio.

Por P.A. David Nesher

‘Cuando alguien ofrezca una ofrenda de grano al SEÑOR, su ofrenda será de harina fina. Y él le echará aceite, y le pondrá incienso. Se lo traerá a los hijos de Aarón, los sacerdotes, uno de los cuales tomará de él su puñado de harina fina y aceite con todo el incienso. Y el sacerdote lo quemará como un memorial en el altar, una ofrenda hecha por fuego, un aroma dulce para el SEÑOR. El resto de la ofrenda de granos será de Aarón y sus hijos. Es la más santa de las ofrendas al Señor hechas por fuego. Y si traes como ofrenda una ofrenda de granos horneados en el horno, serán tortas sin levadura de harina fina mezcladas con aceite, o obleas sin levadura untadas con aceite. Pero si su ofrenda es una ofrenda de granos horneados en una sartén, será de harina fina, sin levadura, mezclada con aceite. Lo romperás en pedazos y le echarás aceite; que es una ofrenda de grano. ‘Si su ofrenda es una ofrenda de grano horneada en una sartén cubierta, estará hecha deharina fina con aceite. Traerás al Señor la ofrenda de grano que está hecha de estas cosas. Y cuando se presente al sacerdote, él lo traerá al altar. Entonces el sacerdote tomará de la ofrenda de grano una porción memorial, y quemar que en el altar. Es una ofrenda hecha por el fuego, un aroma dulce para el Señor. Y lo que queda de la ofrenda de grano será de Aarón y sus hijos. Es la más santa de las ofrendas al Señor hechas por fuego.

Levítico/Vayikrá 2: 1-10

De una u otra manera, la mayoría de nosotros conocemos que nuestro Maestro Yeshúa enseñó que Dios le da a cada hombre talentos según la capacidad que tenga para emplearlos en la misión de reparar el mundo.

En dicha enseñanza queda bien claro que algunos tienen varios talentos, otros menos; lo cierto es que nadie carece totalmente de ellos. Por ello, también se destaca el hecho que el Eterno no se complace cuando los hombres sólo le devuelven la cantidad de simiente (símbolo del potencial del alma) que les fue confiada. Esa semilla está llena de códigos (talentos) que deben ser manifestados. Por eso, Yahvéh quiere que los hombres siembren la semilla, la cuiden, la cosechen, la limpien de toda impureza, la muelan entre las dos piedras del molino, sacando de ella toda la vida mediante la trituración, y luego se la presenten como “flor de harina“. El Eterno espera que cada talento humano sea mejorado, refinado y ennoblecido a fin de que el potencial de cada hombre sea manifestado en acto pleno. ¡A esto Él llama verdadera prosperidad!

Por lo anterior, entendemos pues que la ofrenda de granos era típicamente harina fina , mezclada con un poco de aceite e incienso . Al ser traída al Mishkán, una porción de la harina era quemada ante Yahvéh en el altar. El resto se entregaba a los sacerdotes para su propio uso (“el resto de la ofrenda de granos será de Aarón y sus hijos”).

La ofrenda de granos  es la simbología que sugiere cómo debe ser nuestro servicio diario a Dios.  Sucede que esta ofrenda de comida era la obra de las manos de los hombres, es decir, que era el resultado del cultivo, la fabricación y la preparación; y era el símbolo del servicio ofrecido por medio del uso creativo de los talentos con los que el ser humano nace.

Esta ofrenda no se hacía sola. Siempre se hizo con la ofrenda de los holocaustos (olamot) descripta en el primer capítulo. Recordemos por lo que ya hemos visto que el sacrificio de olá (ascensión, holocausto) se daba de animales. Estos animales representan la vida del hombre. Es decir, que cuando se entregaba un animal para ser quemado enteramente se estaba dando un mensaje a todas las esferas celestes: “Yo pertenezco enteramente a Yahvéh”. Por eso, la ofrenda de ascensión representa nuestra entrega total que realizamos al Eterno apenas nos despertamos.

En cambio el sacrificio de ofrenda de cereal se daba de los productos agrícolas. Estos productos representan el trabajo cotidiano del hombre. Así pues cuando se entregaba estos productos al Eterno se decía a las dimensiones celestes: “Mi trabajo diario le pertenece enteramente a Yahvéh”. La oblación representa nuestro servicio al Eterno a través del trabajo de nuestras manos.

Para lograr entender la idea esencial de esta ofrenda, debemos aceptar que tanto los  granos y como las cosas que crecen desde la tierra son de gran necesidad y beneficio para el ser humano. Dichas cosas deben ser obtenidas con el trabajo diario. O sea que la flor de harina (o harina refinada), es el producto que surge de la cooperación entre el Creador y los hombres. El Eterno coloca el principio de vida en la semilla, da sol y lluvia, y la hace crecer. El hombre siembra la semilla, la cuida, la cosecha, la muele para hacer harina, y luego presenta esta harina ante el Señor, o la prepara en tortas cocidas al horno. Es la suma del don original de Yahvéh más el trabajo del hombre. Es devolverle a Dios lo suyo con interés. Es símbolo de la obra de la vida del hombre, de talentos perfeccionados. Era la señal del gran reconocimiento que el ofrendante hacía de deberle todo a Dios, del mismo modo que deseaba asegurarse su favor y bendición para las tareas que venían por delante.

Con la oblación de aceptada que es apropiado honrar al Eterno con tales cosas, para evitar todo engaño egoico. Esto estaba perfectamente expresado al traer los granos necesarios y útiles (y todas las cosas cultivadas) para los sacerdotes, pues por medio del ejercicio sacerdotal dicho producto final del trabajo cotidiano era elevado a las dimensiones celestiales en señal que se estaba haciendo tikún a favor de las generaciones venideras. En pocas, palabras, quien daba oblación estaba proclamando: «¡no trabajo para recibir sólo para mí, sino que me esfuerzo en poner en acción todos mis talentos a fin de hacer un mundo mejor para aquellos que aún no han nacido!«.

Lo más destacado del ejercicio de esta ofrenda de granos era que incluso los más pobres podían participar de ella. Así el Eterno revelaba por medio de este mitzváh (mandamiento) que la puerta celestial estaba abierta aún para que los pobres le trajeran ofrendas sujetas a esa actitud mental, a fin de que sus trabajos fueran considerados en las esferas celestes como propicios instrumentos para prosperar y expandirse a mayor nivel económico.

Detalles Pedagógicos para alcanza la Prosperidad verdadera.

Ahora los invito a considerar detalladamente este interés que el Eterno tiene para que los hijos de Israel, especialmente los más pobres, prosperen en el mundo físico.

La palabra hebrea que aquí ha sido traducida como “alguien” es nefesh, que significa “alma” y/o “energía vital”, refiriéndose a esa fuerza psíquica que nos impulsa a mantenernos con vida en este mundo, para este mundo. Es la parte de nuestra alma que se nutre con la energía que se encuentra en la materia, la que proviene de nuestros alimentos. 

La  palabra oblación (que se significa ofrenda de cereal), en hebreo es minjá, y es el nombre con el que se señala al sacrificio de los pobres, que no tienen medios suficientes para ofrecer un animal. El Talmud, destaca este hecho diciendo que cuando el pobre ofrece una minjá, es contado en los cielos como si hubiera ofrecido su propia alma a Yahvéh.

Está bien claro aquí que el sacrificio de minjá se da de los productos agrícolas. Estos productos representan el trabajo cotidiano del hombre. Cuando un israelita entregaba estos productos a Yahvéh estaba dando testimonio a los cielos diciendo: “Mi trabajo diario pertenece enteramente al Eterno, quien es mi socio en todo esto”. De este modo, para nosotros hoy, la oblación o minjá representa nuestro servicio al Eterno desde el correcto uso de nuestros talentos que son activados cada día cuando realizamos nuestras labores.

Características de la Oblación.

Notamos que la oblación tiene que ser de harina de trigo, que es considerada como la mejor harina. La cebada era más barata (cf. 2 Reyes 7:1; Revelación 6:6). Tengo aquí que contarles que las semillas del trigo no eran sembrabas por dispersión, es decir de la manera que se echaban a grandes cantidades sobre un campo, sino que eran cultivadas haciendo que el sembrador tuviera que poner grano por grano en la tierra. [Esto nos enseña que el sembrador de la parábola del sembrador (citada en Mateo 13:3-9), en realidad sembró cebada].

También debemos saber que la sémola que aquí se habla, en hebreo se dice solet, y señala a la harina de trigo de mayor calidad, la más fina y tamizada. Los sabios explican que esta harina también es llamada en español “flor de harina” o “harina candeal”. Esta harina  fina tiene tres conceptos que el israelita debía decodificar y meditar:

  • Colina
  • Montaña
  • Anillo

Esto llevaba a darse cuenta diariamente que Israel fue redimida por el Eterno de la esclavitud de Egipto, y llevada amorosamente al monte Sinaí para celebrar una Alianza Matrimonial con Él.

El aceite de oliva de las tres calidades sirve para esta ofrenda. Era la representación misma de la Unción del Espíritu Santo que es lo que habilita para un servicio a Dios aceptable.

El incienso es quemado en su totalidad.

En cada ofrenda se debía añadir sal.

Más allá de que cada uno de estos elementos tiene distintas simbologías, hay algo general a destacar, y es que todos estos productos eran elaborados por el hombre a través del ejercicio creativo correcto de sus talentos.

Me parece interesante agregar que el Rabí Hirsche explica que el vocablo minjá implica la idea de dar tributo a un superior y, en tanto los alimentos de primera necesidad de la dieta humana como serían los cereales, simbolizan la existencia humana misma; en tal sentido, la oblación proclama el reconocimiento de quien la ofrece, de que su vida está puesta totalmente en las manos del Creador.

Según Rashi, se echaba aceite sobre toda la harina, y se ponía incienso sobre una parte de la harina. Según otra opinión se mezclaba la harina con el aceite. Este versículo revela que uno que no es kohén (sacerdote) puede preparar esta ofrenda ejerciendo domésticamente función sacerdotal.

Lo cierto es que el aceite simboliza la comodidad material; y el incienso represente alegría y satisfacción de los recursos obtenidos. Entonces, por medio de todos estos ofrecimientos, quien los traía reconocía también que toda comodidad y satisfacción que le causara alegría, tienen su origen último sólo en Yahvéh.

Por eso, el incienso que representa la oración y la alabanza a Yahvéh, (cf. Sal. 141:2, Rev. 5:8) tenía que ser ofrecido en la oblación, evidenciando así el ofrendante que vivía en en este mundo sólo para darle la alabanza suprema al Eterno como Padre, y no a ser humano alguno (ni siquiera a sí mismo).

Pero, cuando llegaba al Santuario con la oblación, el adorador también reconocía que no se puede servir a Yahvéh sin servir a los hombres, y especialmente los líderes que el Eterno ha puesto como sus dones de sabiduría. En las comunidades del Mesías del primer siglo, esto estaba bien claro, tal y como está escrito en la epístola a los Corintios:

 “… y esto no como lo habíamos esperado, sino que primeramente se dieron a sí mismos al Señor, y luego a nosotrospor la voluntad de Dios.
(2 Corintios 8:5) 

Notemos el orden descripto en este versículo. Dice que primero se dieron al Señor, lo cual hace referencia al sacrificio de olá (holocausto), de entrega total, a Yahvéh. Pero luego, en segundo lugar, se dieron a los emisarios o apóstoles, los líderes, que Yahvéh había puesto sobre ellos. Es evidente que en la perspectiva de la mente de Israel, no puede existir una entrega total a Yahvéh sin un servicio y sometimiento a los líderes que Él ha puesto.

Los Tipos de Oblación

Nos encontramos con cinco tipos de oblación (2:1-10), el común denominador es que todas tienen harina de trigo más fina. La diferencia entre ellas consiste en su manera de preparación.

Los cinco tipos de oblación son los siguientes:

  • Solet – Una décima de una efá de sémola, junto con un log de aceite e incienso, 2:1-3.
  • Jalot – Diez tortas (hogazas) de sémola, revueltas con aceite y horneadas, 2:4.
  • Rekikím – Diez obleas de sémola, untadas con aceite y horneadas, 2:4.
  • Majabat – Oblaciones crujientes de sémola mezclada con aceite y frita en aceite en un sartén poco profundo que había en el templo, 2:5-6.
  • Marjeshet – Oblaciones de sémola mezclada con aceite y frita con aceite en un sartén hondo que había en el templo, 2:7-10.
¿Qué es ser un Adorador?

Según Rashí, estaba permitido para un israelita entrar 11 codos, (5,5 metros), en el atrio del Mishkán desde la entrada. Desde allí el sacerdote tomó un puñado, la cantidad que cabe en los tres dedos centrales de la mano, y lo quemaba en el altar junto con todo el incienso. El resto fue comido por los sacerdotes.

Nuestro Maestro y Dueño Yeshúa HaMashiaj, aseguró a la mujer de Samaria que el Padre busca adoradores (Jn. 4:24). De acuerdo a la cosmovisión divina que revela la Torah sabemos que un adorador es alguien que se ha entregado enteramente a Yahvéh. Uno que ha pasado por la experiencia de la olá. Uno que es consciente que sólo quien pasa por la olá puede luego servir a Yahvéh con sus obras cotidianas. Por eso la olá debía ser presentada antes que la minjá. De ese modo el mensaje que se proclamaba desde el Tabernáculo era bien claro: el Eterno busca corazones entregados y dispuestos a hacer su voluntad.

Querido discípulo, quisiera pedirte que me dejes hacerte algunas preguntas: ¿Has entregado tu corazón al Eterno? ¿Eres completamente suyo? ¿Estás reteniendo algo de tu vida para no ser entregado a tu Padre? ¿Has dado un sacrificio de olá de ti mismo?

En tal caso podrás servirle correctamente. Si no, tus obras y tu servicio a Yahvéh no van a ser totalmente agradables para Él.

No es lo mismo servir y obedecer al Padre sin una relación con el Padre, que hacerlo a base de una relación filial y bien íntima. La diferencia entre estas dos cosas no se ve por fuera, tiene que ver con el corazón, con la actitud interior. Lo más importante es nuestra relación con nuestro Papá celestial y con su hijo Yeshúa el Mesías, enviado por Él. En esa relación está la vida máxima, la vida eterna. El mismo Maestro lo dejó así establecido:

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Yeshúa el Mesías, a quien has enviado.”
(Juan 17:3)

¿Cómo Cerrar Ciclos y Comenzar de Nuevo? (Parashá Vayikrá)

Por P.A. David Nesher

Vayikrá es un Libro de Terapias Divinas en cuyas líneas se encriptan mensajes que desafían al ser humano a desarrollar una conciencia suprarracional que logra vencer todo condicionamiento sensorial que colocan las circunstancias del mundo físico.

Energía para la Vida y Pesadez para la Muerte

Por P.A. David Nesher

«Sacrificará el toro ante El Eterno; los hijos de Aarón, los sacerdotes, traerán “la sangre” y la arrojarán sobre el altar… y “las grasas” sobre la leña que está sobre el fuego del altar.»

(Levítico/Vayikrá 1:5)

La mayoría de la gente cristiana de hoy en día tiene dificultad para comprender el concepto de los sacrificios animales. A pesar de eso, debe aceptarse que existió una buena razón para que estos sacrificios abarquen una sección tan grande de la Torah. Por eso vamos a tratar de entender su significado simbólico en algunos de los aspectos requeridos en estos ritos dela Altar divino.

Es interesante saber que  aquel que traía la ofrenda podía degollarla, si deseaba. Pero sólo los sacerdotes podrían ofrecer la sangre sobre el altar. Esto era para que el penitente entendiera que se sacrifica delante de Yahvéh. Así, los sacerdotes podían enseñar que estos sacrificios eran un oráculo de la muerte del Mesías, la cual ocurriría (y ocurrió) delante de Yahvéh.

Vemos que Yahvéh, ordenaba que la sangre fuera arrojada sobre el altar. Este procedimiento lo realizaba sí o sí el sacerdote, quien se ponía al pie del altar, y arrojaba la sangre desde un recipiente hacia la pared del altar debajo de la mitad, hacia sus esquinas. 

Tanto la sangre como la grasa del animal debían ser arrojadas sobre el Altar.

Uno de los significados espirituales de “la sangre” en la Torah, es que guarda relación con la vitalidad, la velocidad y la energía motora del alma. Y “la grasa”, por el contrario, se relaciona con la pesadez, la pasividad y la inacción mental y emocional.

Según la cosmovisión divina, estos dos elementos deben ser ofrendados a Yahvéh con el fin de permitir la manifestación justa de Su proceso santificador en nuestras vidas. Por un lado el redimido tiene que ser incondicionalmente enérgico al momento de cumplir una ordenanza divina, y a la vez tiene que ser lento y pesado en el momento de ser tentado a cometer un pecado. Es decir que un hijo primogénito de Yahvéh debe ser entusiasta acerca de hacer lo mandado por Él para manifestar un acto de bondad. Por otro lado, cada hijo primogénito debe ser “flojo” y desistir de hacer lo impropio en su vida y entorno.

Sabemos que la Torah contiene 248 mandamientos positivos, y 365 mandamientos negativos. Pues bien, cada israelita, al ofrendar, activaba en su mente y corazón la certeza de que para la ejecución de un mandamiento positivo, uno debe actuar con rapidez y entusiasmo. Cuando una persona es tentada en aquello que Yahvéh lo prohíbe, transgrede un comando de la Torah, puede evitarla siendo “flojo” e inactivo.

Alguien que comete una transgresión aparentemente ha confundido sus prioridades. En el caso de los mandamientos positivos que descuidó, era perezoso, y en el caso del negativo que violó, actuó con vigor. Colocar la sangre y la grasa en el altar actúa como un recordatorio del propósito de cada rasgo y de lo que cada cosa sea usada según la voluntad de HaShem.

La sangre fue rociada en dos esquinas del altar, la noreste y la suroeste. Así la sangre fue rociada en los cuatro lados del altar por medio de dos rociamientos. Estos últimos era dos porque representaban el obrar redentor del Eterno a favor del pecador (el número 2 representa pecado, y también alianza); y los cuatro lados señalan a los cuatro puntos cardinales y a la creación toda, aduciendo así que cuando el hombre se pone a cuenta con el Eterno, todo su entorno se beneficia, gracias a las bendiciones que este comienza a irradiar.

Este rociamiento sobre el altar representa el momento cuando Mashiaj murió, disponiendo su vitalidad y energía motora a todos los hombres del mundo que anhelaran cumplir la voluntad del Padre que es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2).

Dios Hoy te dice: «¡Ponle Sal a tu Vida!»

Por P.A. David Nesher

 

“Todas las ofrendas de cereal las sazonarán con sal, y no dejarán que les falte la sal del pacto de su Dios. A todas las ofrendas deberán ponerles sal.”

Levítico 2:13 (NVI)

 

 

Al leer este versículo de Vayikrá surge la pregunta: ¿por qué la ofrenda tendría que llevar sal? 

Lo primero que debo decir en mi respuesta es que este versículo se refiere al pacto de la sal. En estas regiones de Oriente Medio, el uso de la asomo era símbolo de la comida tomada en común y de la estrecha amistad que se establecía entre el hospedero y sus convidados. El pacto de sal aseguraba la protección del que ha ofrecido hospitalidad.

Cuando el Eterno instituyó las ofrendas en el Mishkán (Tabernáculo) también ordenó el uso de la sal como recuerdo de Su pacto perpetuo con Israel. Al llamarlo un “pacto de sal” – brit melaj,(ברית מלך), Él estaba enseñando que Su pacto estaba sólidamente establecido y perpetuo. Pero además, se estaba asegurando que Israel protegería su Nombre y Presencia con reverencia. Razón de ello, encontramos que dos veces aparece esa expresión en las Escrituras:

«Todas las ofrendas elevadas de las cosas santas, que los hijos de Israel ofrecieren a Yahvéh, las he dado para ti, y para tus hijos y para tus hijas contigo, por estatuto perpetuo; pacto de sal perpetuo es delante de Yahvéh para ti y para tu descendencia contigo.»

(Números 18:19)

«¿No sabéis vosotros que Yahvéh Dios de Israel dio el reino a David sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos, bajo pacto de sal?»

(2 Crónicas 13:5)

En las Sagradas Escrituras, la sal, por sus cualidades como elemento conservador, simboliza la duración y fidelidad (lo eterno) en la alianza y es usada como señal de pacto. Lo fundamental de un pacto es que sea perpetuo y por eso la sal es un buen símbolo para ello.

Por otro lado, en el Oriente, debido a que la sal evitaba el deterioro, llegó a ser un símbolo de estabilidad y permanencia de la amistad. De acuerdo a las costumbres antiguas un lazo de amistad se establecía a través de comer sal. El tomar la sal y colocarla en una comida entre dos persona es una garantía de amistad duradera, una promesa de fidelidad perpetua que aseguraba la permanente solidaridad de las partes. Dos personas compartían una comida que  sazonada con sal, los comprometía a no traicionarse, ni dañarse mutuamente. Se decía que una vez que alguna persona comía, por medio de una comida, la sal de un hombre, se hacían amigos de por vida. El Eterno quería que cada sacrificio fuera un recordatorio de la relación con Él.

 Cuando se hacían pactos, los protagonistas del mismo solían comer juntos (incluso comían sal), lo que denotaba lealtad y fidelidad perpetuas al pacto celebrado. Por lo tanto, se entendía que un “pacto de sal” había que cumplirlo sin falta. (Nú 18:19.)

La sal era parte importante de la ofrenda ya que hablaba de pureza, de preservación y de costo. El Eterno quería que sus hijos primogénitos entendieran que cada sacrificio ofrecido a Su Nombre debía ser puro, debía ser duradero y debía costar algo. En este versículo notamos que Yahvéh repite la idea en tres ocasiones.

De esta manera el pacto de sal tenía características específicas. Estas eran:

· Un pacto puro (la sal se mantiene pura como componente químico).

· Un pacto duradero (la sal hacía que las cosas se conservaran y duraran). Como un conservador, la sal aminora la acción hormonal en la carne. Es la naturaleza de la carne el echarse a perder pero la sal ayuda a que la carne se mantenga en buen estado.

· Un pacto de valor (la sal era cara).

La sal tenía que acompañar no solamente todas las ofrendas que subían al altar, sino también el incienso y el pan de la proposición. Incluso se usaba para la rampa del altar para que los sacerdotes no se resbalaran.

Creo necesario, aportar unos datos más, que permitirán entender el peso espiritual de este elemento en las ofrendas. La sal pertenece al reino mineral e inerte. Las ofrendas representan el acercamiento al Eterno, y lo que la Torah quiere revelar es que todo acercamiento debe ser con “sal”, es decir con plena sumisión, tal como lo mineral que no tiene voluntad propia. La persona puede acercarse al Eterno a través de su emoción, y esto es loable, pero nunca debe perder el nivel de subordinación a las normas estipuladas en la Torah.

Además, la sal tiene la particularidad de extraer la sangre de la carne. También la sal le da gusto a los alimentos. Del mismo modo, la “sal”, es decir la sumisión a los dictamines divinos, produce que la persona paulatinamente vaya sacando su “sangre”, osea la pasión por lo material, y vaya encontrando mayor “gusto” al servicio divino.

Para concluir, he resaltado que este texto nos enseña que el acercamiento al Eterno solamente se da a base de un pacto. Es imposible acercarse al Señor sin tener un pacto como fundamento. Vuelvo a recordarles que la palabra hebrea que normalmente se traduce como sacrificio es korbánקרבן – (que en este versículo fue traducida como ofrenda). La raíz de esa palabra es karav קרב – que significa acercar(se) o acercamiento. El sacrifico el medio para acercarse al Eterno. Ahora, sin sal el sacrificio no es acepto delante del Eterno. Con otras palabras sin pacto no hay cercanía a Yahvéh.

Todos los pactos entre el Eterno y el hombre sirven como plataformas para que el hombre pueda acercarse al Altísimo. ¡Bendito sea el Eterno por los pactos que ha hecho con Adam, Noaj (Noé), Avraham, el pueblo de Israel, David y el Mesías por medio de los cuales el hombre puede acercarse al Eterno y ser bien recibido!

El simbolismo del pacto de sal corresponde a la memoria activa. Generalmente se acepta que, cuando dos personas se hacen bien mutuamente, cuando actúa el amor entre ellas, no necesitan realizar ningún pacto. Sin embargo, podemos ver por medio de la Torah que, precisamente cuando actúa el amor perfecto entre dos personas, es el momento oportuno para realizar pactos que sellen esa relación, y permitan mantener una memoria en constante ejercicio de recordar ese amor perfecto, especialmente en medio de situaciones de crisis. Entonces el Eterno dijo, por medio de la sal, que el pacto entre Él e Israel es sellado para el futuro. De este modo, Yahvéh se aseguraba que cada varón o mujer de Su Pueblo recordara con amor y pasión lo que Él había hecho por ellos.

Hoy, contando diariamente con la ofrenda perfecta de Yeshúa, el Eterno nos alienta a que cumplamos con nuestra parte de ponerle la sal a lo cotidiano. Esto significa proponerse vivir diariamente con pasión. Por medio de este pacto de sal se nos llama a recordar que debemos manifestar un corazón que ama al Eterno que logra conservarse limpio (conectado a la Fuente) con el paso del tiempo. En todo lugar en donde estemos debemos de ser esa sal que anhela el Señor. Llevando sabor a todo aquel que tiene una vida insípida y hacer que todos nuestros seres cercanos pueda saborear el amor de Jesús en nosotros.

El Señor Yeshúa tenía en su mente este simbolismo presente cuando hizo esta famosa comparación:

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.”

(Mateo 5.13)

 

El Señor nos atribuyó las características y usos de la sal en un sentido espiritual que se usaba en los sacrificios descritos en el libro de Vayikrá. Con esto dejaba bien claro que una persona redimida y llena del Espíritu Santo es propensa a esparcir la vida en abundancia, mientras que otra, vacía de Él, tienen una vida inútil para sí y para los otros. Es decir, que un discípulo que ha tomado el yugo (interpretación de la Torah) de Yeshúa ejerce sí o sí una influencia conservadora en otros que evita la putrefacción espiritual y el deterioro moral. Así, el Mesías deja bien establecido que las buenas nuevas del Reino en la boca de un hijo primogénito conservaría la vida.

Las comunidades del primer siglo, comprendiendo perfectamente esta explicación que dio el Mesías del simbolismo revelado en el libro de Vayikrá, por lo que procuraban diariamente que el habla y la conducta siempre fueran de buen gusto, consideradas y saludables, y además trabajaban para que dichas palabras contribuyeran a conservar la vida de otras personas.

Yeshúa utilizó el mismo término para expresar esta idea cuando dijo: “Tengan sal en ustedes y vivan en paz unos con otros” (Mr 9:50). El apóstol Pablo lo utilizó de manera similar cuando dijo: “Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal, para que sepan cómo deben dar una respuesta a cada uno” (Col 4:6).

Nosotros hemos sido llamados para preservar y guardar la Instrucción (Torah) hasta el fin (Juan 14:21, Apocalipsis 3:8). La Escritura Sagrada nos dice:

 

«Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma».

(Hebreos 10:39)

No hagas las cosas solo por hacerlas, ponle más sal a tu vida. Haz que todo lo que hagas sea un sacrificio agradable al Señor, poniéndole pasión. Jamás olvides que todo cuanto hoy tienes le has recibido del Eterno. Dale la honra y honor que Él merece. El mundo necesita mucha sal, sé alguien que les comparta del sabor de de Yahvéh.

 

Nota: 

Por último, recomiendo agregar la costumbre de poner sal sobre el pan cuando nos sentamos a comer y digamos la bendición alusiva al pan. Tengan en cuenta que nuestra mesa de comida se asemeja al altar y nuestro pan, al sacrificio minjá mismo, ya que es producto del trabajo. Así como se rociaba con sal el sacrificio ofrecido sobre el altar, nosotros rociamos el pan con la sal, en nuestra mesa.

 

 

Los Cinco Sacrificios Mesiánicos

Por P.A. David Nesher

Al sumergirnos en el estudio del Sefer (Libro) Vayikrá, descubrimos que este comienza con las ordenanzas de los sacrificios y los tipos de ofrenda.

El hebreo usa la palabra korban y esta tiene que ver con una ofrenda presentada en el altar, ya sea animal o vegetal (Lev 1:3, 10; 2:1). Ya lo he explicado en otra bitácora que en el idioma español no existe una palabra que pueda expresar el significado de korban que se ofrecían en el MishkánLamentablemente, la palabra «sacrificio» implica que renuncio a algo que para mí tiene mucho valor, para que pueda beneficiarse otra persona. Es obvio que el Eterno no puede beneficiarse con los «sacrificios», pues a Él nada le falta. La palabra «ofrenda» tampoco es adecuada, pues la «ofrenda» sirve para apaciguar o aplacar a la persona a quien se la trae. Es como «comprar a alguien«. Una especie de soborno espiritual. El motivo por el cual nos es tan difícil traducir la palabra «korbán» al castellano es que nuestras ideas de «sacrificio» y «ofrenda» derivan de culturas paganas. En efecto, en esas culturas, las expresiones «sacrificio» y «ofrenda» resultaban adecuadas y hasta aptas para los tratos rituales con sus múltiples y temibles divinidades. Cada dios necesitaba algo y los humanos podían evitar su ira dándoles lo que necesitaban.

El término «korbán« posee la misma raíz hebrea que la palabra karav  que significa «acercarse» o «cercano» (Gen 12:11; 20:4; Ex 12:48). Y es una palabra que se emplea en forma exclusiva para describir la relación del ser humano con Yahvéh. Por lo tanto korban, puede traducirse como «acercamiento«, de este modo, la ofrenda misma era vista como una manera de acercarse a Dios. Efectivamente, las ofrendas eran realizadas para acercar las santas virtudes divinas, a fin de que formaran una unidad perfecta con el alma del ser humano redimido y despertaran finalmente misericordia en lugar de juicio. La cosmovisión correcta del significado de korban es la idea de alguien que se acerca a otro para escucharlo y así generar confianza en la conexión. Este es el sentido práctico de la fe generada por el escuchar la Instrucción divina (Heb. 11: 4; Rom. 10: 17).

Con esta explicación vemos claramente que la única forma de acercarnos al Eterno es a través de las ofrendas traídas al altar, nadie se acerca sin nada (Ex 23:15; Deut 16:16). La razón de los sacrificios es poder acercarse al Eterno, en el sentido de subir a su presencia. El redimido que lo practicaba, lo hacía porque quería establecer un acercamiento sincero con Yahvéh a fin de tenerlo por padre. Y como al acercarnos no lo podemos hacer con las manos vacías, todo lo que le damos o hacemos, nuestras oraciones, ofrendas y actos son llevados a la presencia misma de nuestro Dios para así establecer una comunicación eficaz con Él.

Será conveniente agregar que este no era el inicio del sistema de sacrificios del Eterno. Adán conocía el sacrificio (Génesis 3:21), así como Caín y Abel (Génesis 4:3-4), y Noé (Génesis 8:20-21). Así vemos que desde el principio, los seres humanos siempre han presentado ofrendas al Eterno, porque la Torah fue conocida desde antes del Sinaí (Gen 26:5). De allí, que el estudio de esas ideas sirve para inspirarnos a esforzarnos para ascender y acercarnos al Eterno, y adquirir así su santidad en nosotros.

En los seis días de acción creativa que relata el Bereshit, la creación del hombre no sólo fue el acto final del Eterno sobre todo lo hecho por Él, sino que fue un resumen de todo lo que había sido creado antes que el ser humano. Por eso, es que la Torah, en todas sus líneas, procura dejar bien claro que el hombre es un microcosmos del mundo entero. A esa mezcla, de tierra y cielo, Yahvéh agregó al soplarle espíritu, la esencia misma de su divinidad: la Santidad. Y tal como el Eterno imbuyó Santidad en la parte física del hombre, el objetivo de todo ser humano será imbuir activamente Santidad en toda las áreas existenciales de la Creación. Una de las formas de lograr esto es utilizar el mundo físico al servicio del Eterno. Esta mayordomía también otorga el derecho de usar los objetos físicos para el propio placer del hombre, siempre y cuando dirija todos sus objetivos hacia el servicio divino. Si una persona usa las creaciones con un objetivo egoísta, está abusando de su cargo de fideicomiso sobre el mundo. Por eso, llevar un animal al Mishkán (más tarde al Templo) y elevar sus partes en el altar para Yahvéh declaraba el deseo de llevar su parte material más cerca de del Eterno.  La idea de las korbanot (ofrendas) nos enseña que debemos día a día tomar lo físico —el cuerpo y los bienes materiales— y santificarlo, reconociendo que todo es para la Gloria del Eterno.

Por todo esto decimos que los korbanot no influencian al Eterno, sino que son una expresión de nuestro anhelo interno de acercarnos a Él y activar así el amor perfecto que hecha fuera todo temor (1Jn 4: 18).

Los primeros siete capítulos de Levítico lidian con ofrendas personales, voluntarias. Los capítulos 1 al 5 son en su mayoría instrucciones hacia el pueblo que trae la ofrenda y los capítulos 6 y 7 son en su mayoría instrucciones hacia los sacerdotes en cuanto a las ofrendas y su administración. En Levítico capítulo 7 verso 37 está resumido en qué consistía el sistema de sacrificios que Moshé enseñó detalladamente en los siete primeros capítulos del libro:

Esta es la Torah de la ofrenda de ascensión, de la oblación, de la ofrenda de pecado, de la ofrenda de culpa, de las ofrendas de consagración y del sacrificio de las ofrendas de paz

Entonces, listando estos korbanot, podemos aprenderlos así:

  1. Olá – Ofrenda de ascensión, (Levítico 1:1-17; 6:8-13).
  2. Minjá – Oblación, (Levítico 2:1-16; 6:14-18).
  3. Shelamim – (Ofrendas) de paz, (Levítico 3: 1-17; 7: 11-36).
  4. Jatat – (Sacrifico) de pecado, (Levítico 4:1 – 5:13; 6:24-30).
  5. Asham – (Sacrificio) de culpa por la iniquidad, (Levítico 5:14 – 6:7).

La olá, la minjá y los shelamim son “hermanos” y el jatat y el asham son “hermanos”. Cuando hablamos de hermanos es porque son ofrendados por motivos muy similares y se parecen entre ellos en sus fines. Los tres primeros tipos de korbanot pueden ser traídos voluntariamente por un hebreo como regalo a Yahvéh. Los dos últimos tipos de korbanot deben ser ofrecidos por un hebreo después de cometer una averá (pecado). La enseñanza es bien clara: Yahvéh se siente especialmente complacido por los korbanot que son ofrecidos libremente, y no a causa de un pecado. Por esta razón se los menciona en primer término en la Torah.

Sobre cada uno de ellos, el Todopoderoso señaló como debían ser ofrecidos, en qué debían consistir y cómo debían ser quemados y consumidos. Veamos las características y los códigos de vida escondidos en cada uno de ellos:

Primer Korbán: El Olá (subir, ascender, escalar, remontar, crecer)

Se la denomina ofrenda de ascensión u ofrenda encendida. También conocida como “holocausto” que significa “todo quemado”. Es realizado con un animal o un ave que es quemado completamente en el altar.

Las razones para traer este tipo de ofrendas no son especificadas y podía traerse como señal de reverencia al Eterno, petición de algo, alabanza a Dios reconociendo su suprema autoridad y otras. Antes de la dádiva de la Torah por medio de Moshé, era la ofrenda por excelencia de los patriarcas y de los antiguos. Fue la ofrenda hecha por Noaj (Noé) al bajar del arca (ver Gn 8:20).

Este korbán es llevado por una persona que contempla la realización de un pecado, pero que no lo hace, razón por la que es quemado por completo en el altar y no se come nada de él. Esta característica representa la purificación de los pensamientos y la sublimación absoluta de uno a Yahvéh, incluso con todos los pensamientos. El significado de quemar toda la ofrenda es: “Todo mi ser está dedicado a ti. Así como todo este animal es quemado y sube en ascensión a las alturas en el altar, yo entrego todo de mi para tu servicio” (Rom. 12: 1). Era considerada una ofrenda de gran honra puesto que el oferente no obtenía nada de la carne para sí, sino que todo era hecho como alabanza al Eterno. Esta ofrenda no tiene que ver con pecados directamente. Busca la santificación de la vida a través de una consagración total.

La ofrenda era quemada enteramente sobre el altar, excepto la piel del animal. El perfume que subía de la misma era para Yahvéh un olor grato. El Olá (holocausto) es, según el apóstol Pablo, una figura del Mesías dándose a sí mismo como «sacrificio a Dios en olor fragante» (Efesios 5:2). Importante será notar que aquí no se contempla al Mesías llevando nuestros pecados, sino cumpliendo la voluntad del Padre, glorificándolo y vindicando la santidad y majestad de Su trono sobre todos los hombres. Este tema surge de manera prominente en el evangelio de Juan y en el Salmo 40.

Segundo Korbán: La ofrenda Minjá (Oblación u ofrenda de harina).

Es el holocausto que representaba lealtad.  Era la única, de entre todos los demás korbanot, que no consistía en traer un animal sino vegetal, y lo que debía ofrendarse era harina.

La palabra “minjá” significa regalo. En términos de llevarle algo valioso a Yahvéh, esta ofrenda es bastante insignificante. Es una pequeña cantidad de harina con un poco de aceite y especias. ¿Por qué esta ofrenda está listada segunda, inmediatamente después de la ofrenda básica de ascensión? Es más, la sección de la Minjá utiliza una inusual palabra para referirse a una persona, néfesh, la cual es también una de las palabras que se utiliza para referirse al alma. ¿Por qué? La respuesta yace en el entendimiento básico de qué significa acercarse a Yahvéh. Él no necesita nuestras ofrendas. Se trata más de quién soy yo, y lo que necesito en mi propósito, que de lo que pareciera necesitar Dios.

¿Qué tipo de persona llevaría una Minjá? Un ser humano pobre. Para alguien en esa condición, incluso una pequeña cantidad de harina es un gran costo. No puede engañarse creyendo que su ofrenda es tan magnífica que sirve de soborno a Yahvéh. Lo que él esta haciendo es acercarse al Eterno aceptando que Él no excluye a nadie, por lo que no existe excusa alguna para acercarse a Él.  Por ello, la palabra usada para describir a esta persona es nefesh. Esta ofrenda de harina es tan querida para una persona pobre que se considera como si estuviera ofreciendo su alma. El oferente manifiesta su deseo de buscar conocimiento para transformar correctamente las energías que el universo da. Asumía que incluso la acción de comer es una responsabilidad sacerdotal ya que es una dinámica de acercamiento al poder transformador del Eterno. De este korbán surge el paradigma de que sólo cuando seamos fieles administradores del mundo físico, dirigiéndolo hacia Yahvéh, se nos volverá a permitir tener ese poder supremo sobre las otras criaturas vivientes que se le concedió al primer Adán.

Tercer Korbán: El Shelamim (la ofrenda de la Amistad).

Es una ofrenda voluntaria. es la única en que una parte del animal es quemada en el altar, una porción la recibe el kohén y otra porción es comida por el dueño del korván.

¿Cuándo ofrece un hebreo shelamim? Cuando se siente dichoso y desea compartir un plato de carne con su familia y amigos — pero también desea santificar su comida compartiéndola con Yahvéh y con Sus sacerdotes (kohanim). Si alguien ofrece Olá o Minjá no le está permitido comer ninguna porción del korbán. De modo, pues, que puede ofrecer un buey o una vaca, un carnero o una oveja, o una cabra como korbán shelamim. En esta ofrenda el redimido está reconociendo que está muy bien gracias al Eterno.

Esta ofrenda se traía voluntariamente para expresar gratitud por algo recibido de Dios, por simplemente estar muy conforme sobre como la vida del oferente estaba marchando, como expresión de estar muy bien con su familia y con el Eterno. La ofrenda de paz no tiene que ver con pecados sino con regocijo y estar bien delante de Yahvéh.

De esta ofrenda, parte de la carne y las grasas eran quemadas sobre el altar, otra parte (la espaldilla) era del sacerdote y lo demás era para que el oferente y sus invitados comiesen delante de Yahvéh, con la condición de estar ritualmente puros (Levítico 7:12-20). Este tipo de sacrificio era también llamada ofrenda de agradecimiento (Korbán Todá), ofrenda de votos u ofrenda voluntaria: “El que sacrifica alabanza (Korbán Todá) me honra” (Salmo 50:23).

La palabra hebrea Shelamim viene de la palabra Shalom, paz o prosperidad. Como esta ofrenda es compartida por tres partes, simboliza la creación de paz y prosperidad en el mundo. De este modo, este korbán asegura los lazos de amistad y fraternidad entre los seres humanos.

Cuarto Korbán: El Jatat u ofrenda por el pecado.

La palabra jatat se origina en la raíz jet que significa “pecar” o «errar«.
Hasta ahora la Torah consideró tres korbanot : el Olá, el Minjá, y Shelamim. Estos eran traídos por el redimido que deseaba hacer un regalo a Yahvéh con el fin de acercarlo en amistad a sí mismo. Ahora la Instrucción trata del korbán que el hebreo debe traer por el averá (pecado que cometió).  Este korbán debía ofrecerse por cierto tipo de pecado que un redimido cometía por equivocación ¿Qué significa pecarpor equivocación”? Esto puede ocurrir de dos formas:

  1. La persona no conoce la halajá (mandamientos y preceptos) de la Torah. Por ejemplo, cocina en Shabat porque no sabe que está prohibido cocinar en Shabat.
  2. La persona está equivocada respecto de los hechos. Por ejemplo, sabe que está prohibido cocinar en Shabat, pero olvidó que hoy es Shabat y cocinó en Shabat.

En ambos casos la persona dice simplemente se equivocó. Sin embargo, en la Torah dice que cometió una falta, por lo tanto debe traer un korbán jatat para que Yahvéh le perdone su pecado.

Quinto Korbán: La Asham guezelot (la ofrenda por la culpa o iniquidad).

Este korban a diferencia de la mayoría, es obligatorio. Una persona está obligada a traer su consciencia delante del Eterno cuando tiene la necesidad de compensar el pecado que ha cometido contra la propiedad de su prójimo. Era traída por aquella persona que tenía duda de haber transgredido la palabra de Yahvéh respecto a la propiedad, o si había hecho un falso juramento para defraudad, o elaborado un falso testimonio.

La ofrenda de Asham enseña claramente que un pecado contra nuestro prójimo es también contra Yahvéh. Expresa también que el verdadero arrepentimiento debe buscar resarcir el daño cuando es posible y dar muestras de no volver a hacerlo otra vez. Por medio de esta ofrenda se obligaba al hebreo a reconocer el derecho de propiedad privada. Aquí el pecado es visto como una transgresión contra el gobierno del Eterno. Nuestro arrepentimiento para con el Eterno no anula nuestra necesidad de reparar el daño hecho si es necesario. Por lo tanto, el damnificado debía ser compensado por el total del daño recibido más una quinta parte.

Tanto el Jatat, como el Asham expían por quien peca con una acción. Actuar exclusivamente en base a los deseos y transgredir la voluntad de Yahvéh es un comportamiento inapropiado para un ser humano. Entonces, uno llevababa como ofrenda un animal, que también actúaba en base al pensamiento. Se mataba a ese animal como diciendo: “Me he equivocado y me arrepiento del daño que le causé a mi alma. Mi lado animal se impuso; no quiero repetir ese error. Entonces, prometo matar al animalismo como la fuerza dominante en mi vida”.

Al investigar la codificación de estas cinco ofrendas encontramos ciertos tipos y figuras de la persona y de la obra del Señor Yeshúa, el verdadero «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29). Las mismas nos ofrecen de manera didáctica un panorama completo del Mesías en misión y su sacrificio en la cruz del Gólgota (Calvario). Son como espejos dispuestos alrededor del Señor y de su obra redentora en la cruz, de manera que cada uno refleja un punto de vista particular de su persona y de su maravillosa obra mesiánica.

A continuación les comparto dos imágenes que esquematizan perfectamente los diseños de fe que se esconden en estos cinco recursos de la adoración verdadera en el Mesías:

 

Pero hay algo más que debemos entender y es que en estos sacrificios está siempre involucrado el fuego, ya que se trata de ofrendas presentadas en el altar. Este nos enseña que nuestros actos (ofrendas) deben tener ese fuego que sale del alma. Estoy hablando de la llama de vida (Prov. 20:27; Juan 1:4; 8:12). La luz de la vida que nos fue dada en nuestro templo del cuerpo no ha sido puesta en nuestro corazón, para alumbrar, desde ahí, delante del Eterno. Por es que nuestro acercamiento al Eterno debe salir del corazón.

La palabra hebrea para corazón es lev y para flama o llama es labah. Ambas expresiones derivan de la misma raíz, por lo que debemos entender que dado que las ofrendas son quemadas por completo en el altar, de la misma forma nosotros debemos entregarle nuestra vida a Yahvéh por completo. La totalidad de nuestro ser debemos rendírselo diariamente a Él:

«¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios,
y que no sois vuestros?,
Pues habéis sido comprados por precio;
glorificad, pues, a Elohim en vuestro cuerpo
y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios».

(1 Corintios 6:19-20)

 

Esta conciencia de corazón pleno de pasión por vivir es representada en una ofrenda. En ella, cada redimido, da testimonio a todos los planes existenciales que su acercamiento al Eterno se basa en la siguiente certeza: «aquello que tomo de mí y ofrezco al Bendito manifiesta mi deseo que Él me haga parte de su naturaleza santa«.

Seis Características de la Comunicación Mesiánica

Por: P.A. David Nesher

 

“Y Él llamó a Moshé y Dios le habló desde la Tienda de Reunión, diciendo…”

Levítico/Vayikrá 1: 1

 

 

Estudiando el Libro de Bereshit (Génesis) hemos aprendido que el Eterno nos creo a su imagen a fin de que llegáramos a ser semejantes a Él en Su plenitud. Este proceso mesiánico se lograría, de acuerdo con el diseño divino, por medio del ejercicio de la comunión con Yahvéh. La praxis misma de dicha comunión es una relación íntima con Él caracterizada por una excelente comunicación que le garantice al ser humano eficacia en todo lo que hace. Esta comunión con el Eterno, considerada desde esta perspectiva, se torna esencial en la adoración en Espíritu y en Verdad que Yahvéh, como Padre, busca en sus hijos. Se hace entonces fundamental en la vida humana, pues se vuelve el centro de toda área de la misma. De aquí es clara la deducción de que cuando la comunión con el Eterno se rompe, estamos incompletos y necesitamos ser restaurados.

Por tales motivos, el Eterno otorgó a Moshé la revelación de un rollo (libro) completo dedicado a la esencia misma de la adoración que permite la manifestación de Su propósito eterno en la humanidad.

Después de la dramática, y a la vez milagrosa, salida de Israel de Mitzraim (Egipto), la nación acampó al pie del monte Sinaí durante dos años con un solo fin: entrenarse en el don de escuchar a Yahvéh (Éxodo 19 a Números 10). Fue un tiempo especial de descanso de la servidumbre egipcia, que Yahvéh aprovechó como plataforma pedagógica con el objetivo de enseñar y edificar a Su pueblo en la práctica de encontrarse con Él cara a cara. De este modo, la redención que Él logra en Egipto será el fundamento en sí para la limpieza, la adoración y el servicio del oficio sacerdotal que el Eterno otorgaría a Israel como vocación y misión.

¿Cómo podría un pueblo programado por siglos en un sistema de pecado acercarse a un Dios santo?

La respuesta la encontraremos en los distintos códigos de un libro tan lleno de misterios como es Vayikrá. En sus líneas vibrará todo el tiempo la clara propuesta de Yahvéh para acercarse a Él: la santidad. Esta característica de sus virtudes solamente Israel la puede lograr, permitiendo que la Instrucción (Torah) de Yahvéh vaya realizando una sanidad integral en cada uno de sus integrantes, desde adentro hacia afuera.

Por ello, Vayikrá dejará en seis lecciones las seis características claves del obrar comunicacional del Eterno sobre su primogénito: Israel. A continuación les comparto las mismas:

LLAMAMIENTO.

El libro comienza con la expresión hebrea Vayikrá: «Él llamó...». Una frase que revela lo esencial de la intención divina. El Mishkán ya está terminado, el Eterno ya está en él, pero aún la pasión divina por comulgar con el ser humano sigue encendida. Está más ardiente que nunca.

«Y Él llamó a Moshé«: Hemos notado que cada vez que el Eterno se comunicó con Moshé, ya sea mediante la expresión «Y Él habló«, o «Y Él dijo», o «Y Él ordenó«, siempre estuvo precedido por (Dios) dirigiéndose a Moshé por su nombre, pero a la vez marcando una clara distancia entre su divinidad y la humanidad del caudillo. Aquí la expresión «llamar» es utilizada de manera afectuosa. Será la primera vez que aparece describiendo la relación del Eterno con un ser humano. Es la misma expresión utilizada por el profeta para describir como se comunican los ángeles cuando dicen «Y se llamaron unos a otros…» (Isa. 6:3). Vayikrá, significa ser llamado con amor a participar de una unidad para una tarea o misión especial. Este es el origen de una de las ideas claves del pensamiento occidental, el concepto de vocación o llamado, que es la elección de una carrera o una forma de vida, no sólo porque es lo que quieres hacer o porque te da ciertos beneficios, sino porque has sido convocado a hacerlo. Tienes la sensación de que este es tu sentido y tu misión en la vida. Es para esto que has sido puesto en la tierra para hacer.

«Él llamó...» implica que Yahvéh le habló a Moshé con afecto muy particular, extendiéndole una invitación especial a vivir mayores niveles de comunión de las que ya había vivenciado; y Moshé fue.

Con esto, quedó registrado el llamamiento divino para todos los hijos primogénitos. Israel comprendía el mensaje de Su Amado: «¡Estoy disponible…, totalmente a tu servicio! Si vienes a mí, y escuchas mi Voz en intimidad, todo estará bien, todo se pondrá bien, discerniendo así que yo estaré contigo para siempre«.

Esta lección enseña que en la voluntad buena del Abba Kadosh el libre acceso comunicacional es un deseo constante en Él, y una vocación esencial en el ser humano.

 

ACERCAMIENTO

El libro de Vayikrá trata sobre sacrificios (korbanot). Es que la vocación es de sacrificio.  Estamos dispuestos a hacer sacrificios cuando sentimos que son parte de la misión que hemos sido llamados a hacer. Esta actitud permite siempre el verdadero acercamiento a Dios y al prójimo.

Destacaré aquí que en castellano no existe una palabra que pueda expresar el significado de los korbanot (plural de korban) que se ofrecían en el Mishkán. Lamentablemente, la palabra «sacrificio» implica que renuncio a algo que para mí tiene mucho valor, para que pueda beneficiarse otra persona. Es obvio que el Eterno no puede beneficiarse con los «sacrificios», pues a Él nada le falta. La palabra «ofrenda» tampoco es adecuada, pues la «ofrenda» sirve para apaciguar o aplacar a la persona a quien se la trae. Es como «comprar a alguien«. Una especie de soborno espiritual. El motivo por el cual nos es tan difícil traducir la palabra «korbán» al castellano es que nuestras ideas de «sacrificio» y «ofrenda» derivan de culturas paganas. En efecto, en esas culturas, las expresiones «sacrificio» y «ofrenda» resultaban adecuadas y hasta aptas para los tratos rituales con sus múltiples y temibles divinidades.

En hebreo, el término «korbán« posee la misma raíz que la palabra «cercano«. Y es una palabra que se emplea en forma exclusiva para la relación del ser humano con Yahvéh. Por lo tanto korban, puede traducirse como «acercamiento«. Es la idea de alguien que se acerca a otro para escucharlo y así generar confianza en la conexión. Este es el sentido práctico de la fe generada por el escuchar la Instrucción divina (Heb. 11: 4; Rom. 10: 17)

Según Vayikrá existen tres formas para lograr el acercamiento divino:

  • Gritando: Rogándole a gran voz para que dé pasión.
  • Llamando: Para procurar su socorro.
  • Invocando: Para que Su Presencia descienda y presida la marcha de la misión.
PERFECCIONAMIENTO

Por medio de la codificación del libro de Vayikrá, los israelitas recibieron el secreto de la reverencia, actitud que permite valorar el propósito de la vida humana, y estimula a cada individuo a buscar el perfeccionamiento y la plenitud de la misma.

Esta lección se aprendería por medio de los distintos preceptos que enseñan a separar lo puro de lo impuro. Solamente personas en estado de pureza estaban habilitadas para el ingreso y participación en los distintos ritos y cultos festivos del Mishkán. Para ello, todo se resumía en lo dicho por el Eterno: «tendréis en reverencia Mi santuario. Yo soy el Eterno» (Vayikrá / Levítico 19:30) y que las personas no tomaran como algo corriente y banal el hecho de entrar al Mishkán (más tarde al Templo) y ser parte de las tareas que allí se cumplían. Por ello cada redimido tenía que tomar conciencia de su estado, de su motivo para presentarse ante Dios. Cada miembro de Israel debía entender que existía con un sentido de vida: ser perfeccionado día a día a través de sus actos. Es así que está dicho acerca del impuro:

«No tocará ninguna cosa santa, ni vendrá al santuario»

(Vaikrá / Levítico 12:4)

Debido a que no siempre la persona estaba alerta a su estado de pureza, o adrede concurría al Mishkán sabiendo que no debía, es que se instituyó en la Torah sacrificios públicos de animales para corregir por estas infracciones:

«…y purificará (al Santuario) y lo santificará de las impurezas de los Hijos de Israel«

(Vaikrá / Levítico 16:19)

 

Debo decir que “Tahor” (puro) y “Tamhé” (impuro) son conceptos que refieren a un estado espiritual y no a aspectos físicos, emocionales, sociales o mentales. Puede resultar difícil de comprenderlos, pues muy frecuentemente han sido traducidos como “limpio” y “sucio” respectivamente, o ideas similares que llevan a asociar la impureza con algo manchado, echado a perder, mugriento o inmundo.

Para poder entender esto, es necesario saber que en el contexto de la Torah puro e impuro no guardan relación con higiene corporal, ni limpieza, ni cosas aborrecibles, ni nada que podamos calificar como “limpio” o “sucio”. Tampoco tiene relación con pecar o no hacerlo. Según la cosmovisión divina revelada en este libro, una persona llega al estado de impureza (tumhá) a causa de:

  • algún cambio en su cuerpo (ciertos flujos corporales, menstruación, la mujer luego de dar a luz, una enfermedad llamada tzaraat -lepra-) o,
  • al entrar en contacto con algún objeto o cuerpo que trasmite la impureza.

Es decir, algo en el sistema espiritual del impuro está en desbalance a causa de la influencia de la serpiente y su sistema de cosas.Es decir, algo en el sistema espiritual del impuro está en desbalance a causa de la influencia de la serpiente y su sistema de cosas.

Por ello, la más acertada definición de “puro” que podemos ofrecer sería “lo que está conectado con la Fuente de la Vida”. En tanto que “impuro” es lo que en algún grado está desconectado de la Fuente de Vida, y ha comenzado a errar su blanco. Éste precisamente es su desequilibrio, que repito, no es un pecado, ni una enfermedad ni una suciedad. Es una situación o posición espiritual.

Por medio del simbolismo de cada acción estipulada en Vayikrá un israelita tenía la oportunidad de discernir que cosas hacer para promover la vida y vigorizar el sentido de su propósito en su persona. Esto lo hacía y mantenía puro, con una sola fuerza en su interior continuar la carrera hacia adelante, hacia el premio del supremo llamamiento del Eterno en el Mesías.

 

ACCESIBILIDAD

El punto clave de Vayikrá es que el redimido entienda que el Eterno puede estar para siempre con nosotros por medio del ejercicio de un oficio especial: el sacerdocio.

Por medio del oficio sacerdotal, el alma humana se hace consciente de que Yahvéh es alguien amable, que está siempre disponible y con quien resulta fácil hablar. Normalmente se percibe que es accesible escuchándolo en Su Instrucción (Torah) y discerniendo su lenguaje profético en medio de la Historia de la Salvación.

Con el ejercicio diario de el sacerdocio se adquiría la certeza que aunque es el Creador del inmenso universo, nos asegura que no solo está dispuesto a escuchar y contestar nuestras oraciones, sino que lo está deseando (lea Salmo 145:18 e Isaías 30:18, 19). Podemos hablarle con calma en todo momento y lugar, y acercarnos a él con franqueza sabiendo que nunca nos lo echará en cara (Sal. 65:2; Sant. 1:5). Su Instrucción lo describe con términos humanos para indicar que desea que acudamos a él.

Ante la revelación de un Dios tan accesible, cada hebreo se veía en la obligación de preguntarse: «¿cómo puedo imitarlo en este aspecto?»

 

REPARACIÓN 

El libro de Vayikrá sugiere en todas sus líneas la responsabilidad compartida de cada integrante de Israel para curar, reparar y transformar el mundo (Tikún).  A través de la codificación de su pedagogía este libro indica que una práctica debería ser seguida no porque es exigida por la Torah, sino porque ayuda a evitar la falta de armonía social.

Vayikrá indica que le corresponde al Pueblo de Israel alabar al Eterno y enuncia la esperanza de que algún día el mundo entero abandone la idolatría, reconozca a Yahvéh como único y verdadero Dios y acepte Su soberanía sobre toda la humanidad. Cuando todos los seres humanos abandonen los falsos dioses e ideologías y reconozcan al Eterno, el Dios de Abraham, de Yitzhak y Yaacob, el como único Dios, el mundo estará perfeccionado.

 

PASIÓN

El énfasis final de Vayikrá (Levítico) es la idea de celebrar. Este rollo se especializará en los detalles de las distintas festividades yahvistas, especialmente el Yom Kippur. Dichos eventos serían ocasiones especiales que la comunidad celebraría con regularidad para recordar los actos de Dios, darle gracias y renovar su compromiso de vida con el estilo que Él propone en la Torah (Instrucción).

Los festivales mesiánicos serán la herramienta divina que el Eterno usará para que Israel se mantenga vibrante en la consciencia de vivir con pasión. Justamente el libro de Vayikrá asegura que la Comunicación Eficaz con el Eterno garantiza el combustible diario de la pasión por vivir.

En todo el rollo encontramos que los ritos sacerdotales y sus holocaustos se realizan en el altar. El altar representa a la vida misma.

La vida misma es un altar que nosotros tenemos que aprovechar para elevarnos, contribuir a elevar a nuestros semejantes, santificando a través de ello su Santo Nombre.

Y la manera de hacer esto, no es viviendo una vida «light», fría (o «templada») y vacía, sino poniendo todas nuestras ganas, fuerza y pasión en todas las cosas -buenas- que hacemos.

Y cuando vivimos la vida de esta manera, disfrutamos y nos llena mucho más cada cosa que hacemos, iluminando y trayendo calidez a nuestras vidas, irradiando de dicha luz para beneficio de todos los demás.

Y como el grado de disfrute en la vida es directamente proporcional al grado de ganas que ponemos en las cosas que hacemos, cuando ponemos todo nuestro ser en algo, es proporcionalmente también cuando más disfrutamos …

Y como se popularmente «mientras hay vida, hay esperanza«, no debemos permitir que las circunstancias de la realidad nos hagan debilitarnos y flaquear. Para  esto es imprescindible que alimentemos nuestras almas con el «oxígeno del Reino» que la oración y la meditación profunda de la Torah tienen el poder de proporcionarnos, avivándose así constantemente el fuego y la pasión de nuestra luz interior; haciendo que permanezca encendida con fuerza e intensidad hasta los 120 años; pasando luego a seguir iluminando, pero ya desde otra dimensión …

Sefer Vayikrá o el Libro de la Comunicación Eficaz

Por P.A. David Nesher

Al leer la Buena Noticia (en griego evangelio y en hebreo besorá) del SEÑOR notamos que cuando el Mesías Yeshúa cumplió cuarenta días de nacido fue presentado por sus padres en el Templo «según la Ley (Torah) de Moisés» (Lc. 2: 22)., y ofrendaron por él «un par de tórtolas según está escrito en la Ley (Torah)» . 

Más tarde al sanar a un leproso, Yeshúa lo manda a los sacerdotes para presentar «ofrenda prescrita por la Torah» (Mc. 1: 44 comp. Lv. 14: 10).

Yeshúa también utilizó lo expresado en el capítulo 19 de Levítico. verso 18, para dejar bien claro cuál es el Gran Mandamiento, anexándolo como la segunda parte del mismo, lo que da evidencia de la influencia que tenían las enseñanzas de este libro. Y así, podríamos multiplicar ejemplos semejantes en la vida y ministerio del Señor, demostrando que Yeshúa nació, creció y se movió en un pueblo que tenía una cultura organizada en todos los detalles que el Eterno había ordenado por medio de Moisés, especialmente en el libro conocido con el nombre de Levítico.

Vale la pena destacar que el nombre Levítico no es el original del libro, sino que se lo comenzó a llamar así después de la traducción Septuaginta. Levítico significa «de los levitas» y considerado así parecería entonces que no es un libro adecuado para todos aquellos que no pertenecemos a esta categoría tribal (Leví). Sin embargo, y por la evidencia que ofrece la misma lectura del libro, notamos que todas las instrucciones y lineamientos aquí revelados eran para todo el pueblo de Israel.

El nombre original era el de las primeras palabras con las que inicia el rollo: «Y Yahvéh llamó…», es decir Vayikrá… Y considerado desde esta expresión descubrimos que el libro se hace totalmente universal ya que responde a la inquietud de muchos seres humanos que, desde su lucha con la soledad, se preguntan: «¿Será que Dios está cerca de mí?«

Por ello, este rollo se escribió para consolar al alma redimida en la certeza de que el Eterno quiere tener comunión con sus hijos a través de una comunicación eficaz, que permite acabar con la soledad y la vaciedad que produce una vida apartada del propósito eterno de Dios.

Vayikrá se trata de un rollo codificado que contiene los secretos divinos para comunicarse con el Eterno con el fin de alcanzar la santidad. Por ello, entendemos que es un libro para toda la congregación de Israel, pues leemos:

«Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque santo soy yo Yahvéh vuestro Dios.»
(Levítico/ Vayikrá 19: 2)

La cosmovisión divina es que Israel entienda que la alianza que ha hecho con Yahvéh, es un pacto matrimonial que persigue compartirle la misma característica de la naturaleza que Él tiene: la SANTIDAD como clave para el éxito del peregrinar sobre la Tierra como sacerdotes (Ex. 19: 6; 1Pe. 2: 9). Por medio de todos los lineamientos codificados de este libro, el Eterno vincula la santidad con cada área de la vida cotidiana. Por ello, es que trasciende la cuestión de los ritos sacrificiales, abordando en ellos la pedagogía celeste de la praxis de la adoración en espíritu y en verdad.

Hoy, los especialistas en las distintas ciencias sociales coinciden en decir que un matrimonio logra permanecer si fortalece las siguientes áreas:

  1. Comunicación
  2. Sexualidad
  3. Dinero
  4. Familia

De igual modo, Yahvéh, al establecer una alianza matrimonial con Israel, quiere que Su Pueblo entienda que debe existir una comunicación eficaz tal entre ellos, que permita una intimidad plena que produzca sobreabundantes beneficios para desarrollar un gran pueblo sacerdotal al estilo de lo que el Eterno quiere.

Por todo esto, debemos entender que este libro revela cómo comunicarnos correctamente con el Eterno, aprendiendo a escuchar Su Voz y así discernir si lo que estamos haciendo en nuestra cotidianidad es correcto o no.

Entendido esta cosmovisión correcta de Vayikrá, sólo me queda decir que el énfasis final de este rollo será: ¡Celebrar la Vida! Las distintas secciones de este libro terminan revelando que la vida es para celebrar, como una fiesta permanente y personal, pero se tiene que saber cómo hacerlo bien. Para ello, está la santidad como un componente prioritario del carácter humano que facilita acciones convenientes en los distintos «rituales» diarios del buen vivir. Vayikrá hace entender que la Vida es un don del Eterno. Por eso el mismo Espíritu de la profecía dice:

Hacedlo todo para la gloria de Dios
(1 Corintios 10.31).

Al concluir, podemos decir entonces que, según la revelación de Vayikrá, los redimidos en el Mesías debemos celebrar la vida, y vivirla “en abundancia”, dejando los problemas en las manos del Eterno, mientras gozamos de todas las bendiciones ya otorgadas en los lugares celestiales (Ef. 1: 3), que en el aquí y ahora deben hacerse recompensa.

«¡Celebra la Vida!
¡Y deja en la Tierra tu mejor semilla!»
(Axel)

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