Por P.A. David Nesher
“Todas las ofrendas de cereal las sazonarán con sal, y no dejarán que les falte la sal del pacto de su Dios. A todas las ofrendas deberán ponerles sal.”
Levítico 2:13 (NVI)
Al leer este versículo de Vayikrá surge la pregunta: ¿por qué la ofrenda tendría que llevar sal?
Lo primero que debo decir en mi respuesta es que este versículo se refiere al pacto de la sal. En estas regiones de Oriente Medio, el uso de la asomo era símbolo de la comida tomada en común y de la estrecha amistad que se establecía entre el hospedero y sus convidados. El pacto de sal aseguraba la protección del que ha ofrecido hospitalidad.
Cuando el Eterno instituyó las ofrendas en el Mishkán (Tabernáculo) también ordenó el uso de la sal como recuerdo de Su pacto perpetuo con Israel. Al llamarlo un “pacto de sal” – brit melaj,(ברית מלך), Él estaba enseñando que Su pacto estaba sólidamente establecido y perpetuo. Pero además, se estaba asegurando que Israel protegería su Nombre y Presencia con reverencia. Razón de ello, encontramos que dos veces aparece esa expresión en las Escrituras:
«Todas las ofrendas elevadas de las cosas santas, que los hijos de Israel ofrecieren a Yahvéh, las he dado para ti, y para tus hijos y para tus hijas contigo, por estatuto perpetuo; pacto de sal perpetuo es delante de Yahvéh para ti y para tu descendencia contigo.»
(Números 18:19)
«¿No sabéis vosotros que Yahvéh Dios de Israel dio el reino a David sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos, bajo pacto de sal?»
(2 Crónicas 13:5)
En las Sagradas Escrituras, la sal, por sus cualidades como elemento conservador, simboliza la duración y fidelidad (lo eterno) en la alianza y es usada como señal de pacto. Lo fundamental de un pacto es que sea perpetuo y por eso la sal es un buen símbolo para ello.
Por otro lado, en el Oriente, debido a que la sal evitaba el deterioro, llegó a ser un símbolo de estabilidad y permanencia de la amistad. De acuerdo a las costumbres antiguas un lazo de amistad se establecía a través de comer sal. El tomar la sal y colocarla en una comida entre dos persona es una garantía de amistad duradera, una promesa de fidelidad perpetua que aseguraba la permanente solidaridad de las partes. Dos personas compartían una comida que sazonada con sal, los comprometía a no traicionarse, ni dañarse mutuamente. Se decía que una vez que alguna persona comía, por medio de una comida, la sal de un hombre, se hacían amigos de por vida. El Eterno quería que cada sacrificio fuera un recordatorio de la relación con Él.
Cuando se hacían pactos, los protagonistas del mismo solían comer juntos (incluso comían sal), lo que denotaba lealtad y fidelidad perpetuas al pacto celebrado. Por lo tanto, se entendía que un “pacto de sal” había que cumplirlo sin falta. (Nú 18:19.)
La sal era parte importante de la ofrenda ya que hablaba de pureza, de preservación y de costo. El Eterno quería que sus hijos primogénitos entendieran que cada sacrificio ofrecido a Su Nombre debía ser puro, debía ser duradero y debía costar algo. En este versículo notamos que Yahvéh repite la idea en tres ocasiones.
De esta manera el pacto de sal tenía características específicas. Estas eran:
· Un pacto puro (la sal se mantiene pura como componente químico).
· Un pacto duradero (la sal hacía que las cosas se conservaran y duraran). Como un conservador, la sal aminora la acción hormonal en la carne. Es la naturaleza de la carne el echarse a perder pero la sal ayuda a que la carne se mantenga en buen estado.
· Un pacto de valor (la sal era cara).
La sal tenía que acompañar no solamente todas las ofrendas que subían al altar, sino también el incienso y el pan de la proposición. Incluso se usaba para la rampa del altar para que los sacerdotes no se resbalaran.
Creo necesario, aportar unos datos más, que permitirán entender el peso espiritual de este elemento en las ofrendas. La sal pertenece al reino mineral e inerte. Las ofrendas representan el acercamiento al Eterno, y lo que la Torah quiere revelar es que todo acercamiento debe ser con “sal”, es decir con plena sumisión, tal como lo mineral que no tiene voluntad propia. La persona puede acercarse al Eterno a través de su emoción, y esto es loable, pero nunca debe perder el nivel de subordinación a las normas estipuladas en la Torah.
Además, la sal tiene la particularidad de extraer la sangre de la carne. También la sal le da gusto a los alimentos. Del mismo modo, la “sal”, es decir la sumisión a los dictamines divinos, produce que la persona paulatinamente vaya sacando su “sangre”, osea la pasión por lo material, y vaya encontrando mayor “gusto” al servicio divino.
Para concluir, he resaltado que este texto nos enseña que el acercamiento al Eterno solamente se da a base de un pacto. Es imposible acercarse al Señor sin tener un pacto como fundamento. Vuelvo a recordarles que la palabra hebrea que normalmente se traduce como sacrificio es korbán –קרבן – (que en este versículo fue traducida como ofrenda). La raíz de esa palabra es karav – קרב – que significa acercar(se) o acercamiento. El sacrifico el medio para acercarse al Eterno. Ahora, sin sal el sacrificio no es acepto delante del Eterno. Con otras palabras sin pacto no hay cercanía a Yahvéh.
Todos los pactos entre el Eterno y el hombre sirven como plataformas para que el hombre pueda acercarse al Altísimo. ¡Bendito sea el Eterno por los pactos que ha hecho con Adam, Noaj (Noé), Avraham, el pueblo de Israel, David y el Mesías por medio de los cuales el hombre puede acercarse al Eterno y ser bien recibido!
El simbolismo del pacto de sal corresponde a la memoria activa. Generalmente se acepta que, cuando dos personas se hacen bien mutuamente, cuando actúa el amor entre ellas, no necesitan realizar ningún pacto. Sin embargo, podemos ver por medio de la Torah que, precisamente cuando actúa el amor perfecto entre dos personas, es el momento oportuno para realizar pactos que sellen esa relación, y permitan mantener una memoria en constante ejercicio de recordar ese amor perfecto, especialmente en medio de situaciones de crisis. Entonces el Eterno dijo, por medio de la sal, que el pacto entre Él e Israel es sellado para el futuro. De este modo, Yahvéh se aseguraba que cada varón o mujer de Su Pueblo recordara con amor y pasión lo que Él había hecho por ellos.
Hoy, contando diariamente con la ofrenda perfecta de Yeshúa, el Eterno nos alienta a que cumplamos con nuestra parte de ponerle la sal a lo cotidiano. Esto significa proponerse vivir diariamente con pasión. Por medio de este pacto de sal se nos llama a recordar que debemos manifestar un corazón que ama al Eterno que logra conservarse limpio (conectado a la Fuente) con el paso del tiempo. En todo lugar en donde estemos debemos de ser esa sal que anhela el Señor. Llevando sabor a todo aquel que tiene una vida insípida y hacer que todos nuestros seres cercanos pueda saborear el amor de Jesús en nosotros.
El Señor Yeshúa tenía en su mente este simbolismo presente cuando hizo esta famosa comparación:
“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.”
(Mateo 5.13)
El Señor nos atribuyó las características y usos de la sal en un sentido espiritual que se usaba en los sacrificios descritos en el libro de Vayikrá. Con esto dejaba bien claro que una persona redimida y llena del Espíritu Santo es propensa a esparcir la vida en abundancia, mientras que otra, vacía de Él, tienen una vida inútil para sí y para los otros. Es decir, que un discípulo que ha tomado el yugo (interpretación de la Torah) de Yeshúa ejerce sí o sí una influencia conservadora en otros que evita la putrefacción espiritual y el deterioro moral. Así, el Mesías deja bien establecido que las buenas nuevas del Reino en la boca de un hijo primogénito conservaría la vida.
Las comunidades del primer siglo, comprendiendo perfectamente esta explicación que dio el Mesías del simbolismo revelado en el libro de Vayikrá, por lo que procuraban diariamente que el habla y la conducta siempre fueran de buen gusto, consideradas y saludables, y además trabajaban para que dichas palabras contribuyeran a conservar la vida de otras personas.
Yeshúa utilizó el mismo término para expresar esta idea cuando dijo: “Tengan sal en ustedes y vivan en paz unos con otros” (Mr 9:50). El apóstol Pablo lo utilizó de manera similar cuando dijo: “Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal, para que sepan cómo deben dar una respuesta a cada uno” (Col 4:6).
Nosotros hemos sido llamados para preservar y guardar la Instrucción (Torah) hasta el fin (Juan 14:21, Apocalipsis 3:8). La Escritura Sagrada nos dice:
«Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma».
(Hebreos 10:39)
No hagas las cosas solo por hacerlas, ponle más sal a tu vida. Haz que todo lo que hagas sea un sacrificio agradable al Señor, poniéndole pasión. Jamás olvides que todo cuanto hoy tienes le has recibido del Eterno. Dale la honra y honor que Él merece. El mundo necesita mucha sal, sé alguien que les comparta del sabor de de Yahvéh.
Nota:
Por último, recomiendo agregar la costumbre de poner sal sobre el pan cuando nos sentamos a comer y digamos la bendición alusiva al pan. Tengan en cuenta que nuestra mesa de comida se asemeja al altar y nuestro pan, al sacrificio minjá mismo, ya que es producto del trabajo. Así como se rociaba con sal el sacrificio ofrecido sobre el altar, nosotros rociamos el pan con la sal, en nuestra mesa.