Códigos Sagrados

Los Cinco Sacrificios Mesiánicos

Por P.A. David Nesher

Al sumergirnos en el estudio del Sefer (Libro) Vayikrá, descubrimos que este comienza con las ordenanzas de los sacrificios y los tipos de ofrenda.

El hebreo usa la palabra korban y esta tiene que ver con una ofrenda presentada en el altar, ya sea animal o vegetal (Lev 1:3, 10; 2:1). Ya lo he explicado en otra bitácora que en el idioma español no existe una palabra que pueda expresar el significado de korban que se ofrecían en el MishkánLamentablemente, la palabra «sacrificio» implica que renuncio a algo que para mí tiene mucho valor, para que pueda beneficiarse otra persona. Es obvio que el Eterno no puede beneficiarse con los «sacrificios», pues a Él nada le falta. La palabra «ofrenda» tampoco es adecuada, pues la «ofrenda» sirve para apaciguar o aplacar a la persona a quien se la trae. Es como «comprar a alguien«. Una especie de soborno espiritual. El motivo por el cual nos es tan difícil traducir la palabra «korbán» al castellano es que nuestras ideas de «sacrificio» y «ofrenda» derivan de culturas paganas. En efecto, en esas culturas, las expresiones «sacrificio» y «ofrenda» resultaban adecuadas y hasta aptas para los tratos rituales con sus múltiples y temibles divinidades. Cada dios necesitaba algo y los humanos podían evitar su ira dándoles lo que necesitaban.

El término «korbán« posee la misma raíz hebrea que la palabra karav  que significa «acercarse» o «cercano» (Gen 12:11; 20:4; Ex 12:48). Y es una palabra que se emplea en forma exclusiva para describir la relación del ser humano con Yahvéh. Por lo tanto korban, puede traducirse como «acercamiento«, de este modo, la ofrenda misma era vista como una manera de acercarse a Dios. Efectivamente, las ofrendas eran realizadas para acercar las santas virtudes divinas, a fin de que formaran una unidad perfecta con el alma del ser humano redimido y despertaran finalmente misericordia en lugar de juicio. La cosmovisión correcta del significado de korban es la idea de alguien que se acerca a otro para escucharlo y así generar confianza en la conexión. Este es el sentido práctico de la fe generada por el escuchar la Instrucción divina (Heb. 11: 4; Rom. 10: 17).

Con esta explicación vemos claramente que la única forma de acercarnos al Eterno es a través de las ofrendas traídas al altar, nadie se acerca sin nada (Ex 23:15; Deut 16:16). La razón de los sacrificios es poder acercarse al Eterno, en el sentido de subir a su presencia. El redimido que lo practicaba, lo hacía porque quería establecer un acercamiento sincero con Yahvéh a fin de tenerlo por padre. Y como al acercarnos no lo podemos hacer con las manos vacías, todo lo que le damos o hacemos, nuestras oraciones, ofrendas y actos son llevados a la presencia misma de nuestro Dios para así establecer una comunicación eficaz con Él.

Será conveniente agregar que este no era el inicio del sistema de sacrificios del Eterno. Adán conocía el sacrificio (Génesis 3:21), así como Caín y Abel (Génesis 4:3-4), y Noé (Génesis 8:20-21). Así vemos que desde el principio, los seres humanos siempre han presentado ofrendas al Eterno, porque la Torah fue conocida desde antes del Sinaí (Gen 26:5). De allí, que el estudio de esas ideas sirve para inspirarnos a esforzarnos para ascender y acercarnos al Eterno, y adquirir así su santidad en nosotros.

En los seis días de acción creativa que relata el Bereshit, la creación del hombre no sólo fue el acto final del Eterno sobre todo lo hecho por Él, sino que fue un resumen de todo lo que había sido creado antes que el ser humano. Por eso, es que la Torah, en todas sus líneas, procura dejar bien claro que el hombre es un microcosmos del mundo entero. A esa mezcla, de tierra y cielo, Yahvéh agregó al soplarle espíritu, la esencia misma de su divinidad: la Santidad. Y tal como el Eterno imbuyó Santidad en la parte física del hombre, el objetivo de todo ser humano será imbuir activamente Santidad en toda las áreas existenciales de la Creación. Una de las formas de lograr esto es utilizar el mundo físico al servicio del Eterno. Esta mayordomía también otorga el derecho de usar los objetos físicos para el propio placer del hombre, siempre y cuando dirija todos sus objetivos hacia el servicio divino. Si una persona usa las creaciones con un objetivo egoísta, está abusando de su cargo de fideicomiso sobre el mundo. Por eso, llevar un animal al Mishkán (más tarde al Templo) y elevar sus partes en el altar para Yahvéh declaraba el deseo de llevar su parte material más cerca de del Eterno.  La idea de las korbanot (ofrendas) nos enseña que debemos día a día tomar lo físico —el cuerpo y los bienes materiales— y santificarlo, reconociendo que todo es para la Gloria del Eterno.

Por todo esto decimos que los korbanot no influencian al Eterno, sino que son una expresión de nuestro anhelo interno de acercarnos a Él y activar así el amor perfecto que hecha fuera todo temor (1Jn 4: 18).

Los primeros siete capítulos de Levítico lidian con ofrendas personales, voluntarias. Los capítulos 1 al 5 son en su mayoría instrucciones hacia el pueblo que trae la ofrenda y los capítulos 6 y 7 son en su mayoría instrucciones hacia los sacerdotes en cuanto a las ofrendas y su administración. En Levítico capítulo 7 verso 37 está resumido en qué consistía el sistema de sacrificios que Moshé enseñó detalladamente en los siete primeros capítulos del libro:

Esta es la Torah de la ofrenda de ascensión, de la oblación, de la ofrenda de pecado, de la ofrenda de culpa, de las ofrendas de consagración y del sacrificio de las ofrendas de paz

Entonces, listando estos korbanot, podemos aprenderlos así:

  1. Olá – Ofrenda de ascensión, (Levítico 1:1-17; 6:8-13).
  2. Minjá – Oblación, (Levítico 2:1-16; 6:14-18).
  3. Shelamim – (Ofrendas) de paz, (Levítico 3: 1-17; 7: 11-36).
  4. Jatat – (Sacrifico) de pecado, (Levítico 4:1 – 5:13; 6:24-30).
  5. Asham – (Sacrificio) de culpa por la iniquidad, (Levítico 5:14 – 6:7).

La olá, la minjá y los shelamim son “hermanos” y el jatat y el asham son “hermanos”. Cuando hablamos de hermanos es porque son ofrendados por motivos muy similares y se parecen entre ellos en sus fines. Los tres primeros tipos de korbanot pueden ser traídos voluntariamente por un hebreo como regalo a Yahvéh. Los dos últimos tipos de korbanot deben ser ofrecidos por un hebreo después de cometer una averá (pecado). La enseñanza es bien clara: Yahvéh se siente especialmente complacido por los korbanot que son ofrecidos libremente, y no a causa de un pecado. Por esta razón se los menciona en primer término en la Torah.

Sobre cada uno de ellos, el Todopoderoso señaló como debían ser ofrecidos, en qué debían consistir y cómo debían ser quemados y consumidos. Veamos las características y los códigos de vida escondidos en cada uno de ellos:

Primer Korbán: El Olá (subir, ascender, escalar, remontar, crecer)

Se la denomina ofrenda de ascensión u ofrenda encendida. También conocida como “holocausto” que significa “todo quemado”. Es realizado con un animal o un ave que es quemado completamente en el altar.

Las razones para traer este tipo de ofrendas no son especificadas y podía traerse como señal de reverencia al Eterno, petición de algo, alabanza a Dios reconociendo su suprema autoridad y otras. Antes de la dádiva de la Torah por medio de Moshé, era la ofrenda por excelencia de los patriarcas y de los antiguos. Fue la ofrenda hecha por Noaj (Noé) al bajar del arca (ver Gn 8:20).

Este korbán es llevado por una persona que contempla la realización de un pecado, pero que no lo hace, razón por la que es quemado por completo en el altar y no se come nada de él. Esta característica representa la purificación de los pensamientos y la sublimación absoluta de uno a Yahvéh, incluso con todos los pensamientos. El significado de quemar toda la ofrenda es: “Todo mi ser está dedicado a ti. Así como todo este animal es quemado y sube en ascensión a las alturas en el altar, yo entrego todo de mi para tu servicio” (Rom. 12: 1). Era considerada una ofrenda de gran honra puesto que el oferente no obtenía nada de la carne para sí, sino que todo era hecho como alabanza al Eterno. Esta ofrenda no tiene que ver con pecados directamente. Busca la santificación de la vida a través de una consagración total.

La ofrenda era quemada enteramente sobre el altar, excepto la piel del animal. El perfume que subía de la misma era para Yahvéh un olor grato. El Olá (holocausto) es, según el apóstol Pablo, una figura del Mesías dándose a sí mismo como «sacrificio a Dios en olor fragante» (Efesios 5:2). Importante será notar que aquí no se contempla al Mesías llevando nuestros pecados, sino cumpliendo la voluntad del Padre, glorificándolo y vindicando la santidad y majestad de Su trono sobre todos los hombres. Este tema surge de manera prominente en el evangelio de Juan y en el Salmo 40.

Segundo Korbán: La ofrenda Minjá (Oblación u ofrenda de harina).

Es el holocausto que representaba lealtad.  Era la única, de entre todos los demás korbanot, que no consistía en traer un animal sino vegetal, y lo que debía ofrendarse era harina.

La palabra “minjá” significa regalo. En términos de llevarle algo valioso a Yahvéh, esta ofrenda es bastante insignificante. Es una pequeña cantidad de harina con un poco de aceite y especias. ¿Por qué esta ofrenda está listada segunda, inmediatamente después de la ofrenda básica de ascensión? Es más, la sección de la Minjá utiliza una inusual palabra para referirse a una persona, néfesh, la cual es también una de las palabras que se utiliza para referirse al alma. ¿Por qué? La respuesta yace en el entendimiento básico de qué significa acercarse a Yahvéh. Él no necesita nuestras ofrendas. Se trata más de quién soy yo, y lo que necesito en mi propósito, que de lo que pareciera necesitar Dios.

¿Qué tipo de persona llevaría una Minjá? Un ser humano pobre. Para alguien en esa condición, incluso una pequeña cantidad de harina es un gran costo. No puede engañarse creyendo que su ofrenda es tan magnífica que sirve de soborno a Yahvéh. Lo que él esta haciendo es acercarse al Eterno aceptando que Él no excluye a nadie, por lo que no existe excusa alguna para acercarse a Él.  Por ello, la palabra usada para describir a esta persona es nefesh. Esta ofrenda de harina es tan querida para una persona pobre que se considera como si estuviera ofreciendo su alma. El oferente manifiesta su deseo de buscar conocimiento para transformar correctamente las energías que el universo da. Asumía que incluso la acción de comer es una responsabilidad sacerdotal ya que es una dinámica de acercamiento al poder transformador del Eterno. De este korbán surge el paradigma de que sólo cuando seamos fieles administradores del mundo físico, dirigiéndolo hacia Yahvéh, se nos volverá a permitir tener ese poder supremo sobre las otras criaturas vivientes que se le concedió al primer Adán.

Tercer Korbán: El Shelamim (la ofrenda de la Amistad).

Es una ofrenda voluntaria. es la única en que una parte del animal es quemada en el altar, una porción la recibe el kohén y otra porción es comida por el dueño del korván.

¿Cuándo ofrece un hebreo shelamim? Cuando se siente dichoso y desea compartir un plato de carne con su familia y amigos — pero también desea santificar su comida compartiéndola con Yahvéh y con Sus sacerdotes (kohanim). Si alguien ofrece Olá o Minjá no le está permitido comer ninguna porción del korbán. De modo, pues, que puede ofrecer un buey o una vaca, un carnero o una oveja, o una cabra como korbán shelamim. En esta ofrenda el redimido está reconociendo que está muy bien gracias al Eterno.

Esta ofrenda se traía voluntariamente para expresar gratitud por algo recibido de Dios, por simplemente estar muy conforme sobre como la vida del oferente estaba marchando, como expresión de estar muy bien con su familia y con el Eterno. La ofrenda de paz no tiene que ver con pecados sino con regocijo y estar bien delante de Yahvéh.

De esta ofrenda, parte de la carne y las grasas eran quemadas sobre el altar, otra parte (la espaldilla) era del sacerdote y lo demás era para que el oferente y sus invitados comiesen delante de Yahvéh, con la condición de estar ritualmente puros (Levítico 7:12-20). Este tipo de sacrificio era también llamada ofrenda de agradecimiento (Korbán Todá), ofrenda de votos u ofrenda voluntaria: “El que sacrifica alabanza (Korbán Todá) me honra” (Salmo 50:23).

La palabra hebrea Shelamim viene de la palabra Shalom, paz o prosperidad. Como esta ofrenda es compartida por tres partes, simboliza la creación de paz y prosperidad en el mundo. De este modo, este korbán asegura los lazos de amistad y fraternidad entre los seres humanos.

Cuarto Korbán: El Jatat u ofrenda por el pecado.

La palabra jatat se origina en la raíz jet que significa “pecar” o «errar«.
Hasta ahora la Torah consideró tres korbanot : el Olá, el Minjá, y Shelamim. Estos eran traídos por el redimido que deseaba hacer un regalo a Yahvéh con el fin de acercarlo en amistad a sí mismo. Ahora la Instrucción trata del korbán que el hebreo debe traer por el averá (pecado que cometió).  Este korbán debía ofrecerse por cierto tipo de pecado que un redimido cometía por equivocación ¿Qué significa pecarpor equivocación”? Esto puede ocurrir de dos formas:

  1. La persona no conoce la halajá (mandamientos y preceptos) de la Torah. Por ejemplo, cocina en Shabat porque no sabe que está prohibido cocinar en Shabat.
  2. La persona está equivocada respecto de los hechos. Por ejemplo, sabe que está prohibido cocinar en Shabat, pero olvidó que hoy es Shabat y cocinó en Shabat.

En ambos casos la persona dice simplemente se equivocó. Sin embargo, en la Torah dice que cometió una falta, por lo tanto debe traer un korbán jatat para que Yahvéh le perdone su pecado.

Quinto Korbán: La Asham guezelot (la ofrenda por la culpa o iniquidad).

Este korban a diferencia de la mayoría, es obligatorio. Una persona está obligada a traer su consciencia delante del Eterno cuando tiene la necesidad de compensar el pecado que ha cometido contra la propiedad de su prójimo. Era traída por aquella persona que tenía duda de haber transgredido la palabra de Yahvéh respecto a la propiedad, o si había hecho un falso juramento para defraudad, o elaborado un falso testimonio.

La ofrenda de Asham enseña claramente que un pecado contra nuestro prójimo es también contra Yahvéh. Expresa también que el verdadero arrepentimiento debe buscar resarcir el daño cuando es posible y dar muestras de no volver a hacerlo otra vez. Por medio de esta ofrenda se obligaba al hebreo a reconocer el derecho de propiedad privada. Aquí el pecado es visto como una transgresión contra el gobierno del Eterno. Nuestro arrepentimiento para con el Eterno no anula nuestra necesidad de reparar el daño hecho si es necesario. Por lo tanto, el damnificado debía ser compensado por el total del daño recibido más una quinta parte.

Tanto el Jatat, como el Asham expían por quien peca con una acción. Actuar exclusivamente en base a los deseos y transgredir la voluntad de Yahvéh es un comportamiento inapropiado para un ser humano. Entonces, uno llevababa como ofrenda un animal, que también actúaba en base al pensamiento. Se mataba a ese animal como diciendo: “Me he equivocado y me arrepiento del daño que le causé a mi alma. Mi lado animal se impuso; no quiero repetir ese error. Entonces, prometo matar al animalismo como la fuerza dominante en mi vida”.

Al investigar la codificación de estas cinco ofrendas encontramos ciertos tipos y figuras de la persona y de la obra del Señor Yeshúa, el verdadero «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29). Las mismas nos ofrecen de manera didáctica un panorama completo del Mesías en misión y su sacrificio en la cruz del Gólgota (Calvario). Son como espejos dispuestos alrededor del Señor y de su obra redentora en la cruz, de manera que cada uno refleja un punto de vista particular de su persona y de su maravillosa obra mesiánica.

A continuación les comparto dos imágenes que esquematizan perfectamente los diseños de fe que se esconden en estos cinco recursos de la adoración verdadera en el Mesías:

 

Pero hay algo más que debemos entender y es que en estos sacrificios está siempre involucrado el fuego, ya que se trata de ofrendas presentadas en el altar. Este nos enseña que nuestros actos (ofrendas) deben tener ese fuego que sale del alma. Estoy hablando de la llama de vida (Prov. 20:27; Juan 1:4; 8:12). La luz de la vida que nos fue dada en nuestro templo del cuerpo no ha sido puesta en nuestro corazón, para alumbrar, desde ahí, delante del Eterno. Por es que nuestro acercamiento al Eterno debe salir del corazón.

La palabra hebrea para corazón es lev y para flama o llama es labah. Ambas expresiones derivan de la misma raíz, por lo que debemos entender que dado que las ofrendas son quemadas por completo en el altar, de la misma forma nosotros debemos entregarle nuestra vida a Yahvéh por completo. La totalidad de nuestro ser debemos rendírselo diariamente a Él:

«¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios,
y que no sois vuestros?,
Pues habéis sido comprados por precio;
glorificad, pues, a Elohim en vuestro cuerpo
y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios».

(1 Corintios 6:19-20)

 

Esta conciencia de corazón pleno de pasión por vivir es representada en una ofrenda. En ella, cada redimido, da testimonio a todos los planes existenciales que su acercamiento al Eterno se basa en la siguiente certeza: «aquello que tomo de mí y ofrezco al Bendito manifiesta mi deseo que Él me haga parte de su naturaleza santa«.

Sefer Vayikrá o el Libro de la Comunicación Eficaz

Por P.A. David Nesher

Al leer la Buena Noticia (en griego evangelio y en hebreo besorá) del SEÑOR notamos que cuando el Mesías Yeshúa cumplió cuarenta días de nacido fue presentado por sus padres en el Templo «según la Ley (Torah) de Moisés» (Lc. 2: 22)., y ofrendaron por él «un par de tórtolas según está escrito en la Ley (Torah)» . 

Más tarde al sanar a un leproso, Yeshúa lo manda a los sacerdotes para presentar «ofrenda prescrita por la Torah» (Mc. 1: 44 comp. Lv. 14: 10).

Yeshúa también utilizó lo expresado en el capítulo 19 de Levítico. verso 18, para dejar bien claro cuál es el Gran Mandamiento, anexándolo como la segunda parte del mismo, lo que da evidencia de la influencia que tenían las enseñanzas de este libro. Y así, podríamos multiplicar ejemplos semejantes en la vida y ministerio del Señor, demostrando que Yeshúa nació, creció y se movió en un pueblo que tenía una cultura organizada en todos los detalles que el Eterno había ordenado por medio de Moisés, especialmente en el libro conocido con el nombre de Levítico.

Vale la pena destacar que el nombre Levítico no es el original del libro, sino que se lo comenzó a llamar así después de la traducción Septuaginta. Levítico significa «de los levitas» y considerado así parecería entonces que no es un libro adecuado para todos aquellos que no pertenecemos a esta categoría tribal (Leví). Sin embargo, y por la evidencia que ofrece la misma lectura del libro, notamos que todas las instrucciones y lineamientos aquí revelados eran para todo el pueblo de Israel.

El nombre original era el de las primeras palabras con las que inicia el rollo: «Y Yahvéh llamó…», es decir Vayikrá… Y considerado desde esta expresión descubrimos que el libro se hace totalmente universal ya que responde a la inquietud de muchos seres humanos que, desde su lucha con la soledad, se preguntan: «¿Será que Dios está cerca de mí?«

Por ello, este rollo se escribió para consolar al alma redimida en la certeza de que el Eterno quiere tener comunión con sus hijos a través de una comunicación eficaz, que permite acabar con la soledad y la vaciedad que produce una vida apartada del propósito eterno de Dios.

Vayikrá se trata de un rollo codificado que contiene los secretos divinos para comunicarse con el Eterno con el fin de alcanzar la santidad. Por ello, entendemos que es un libro para toda la congregación de Israel, pues leemos:

«Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque santo soy yo Yahvéh vuestro Dios.»
(Levítico/ Vayikrá 19: 2)

La cosmovisión divina es que Israel entienda que la alianza que ha hecho con Yahvéh, es un pacto matrimonial que persigue compartirle la misma característica de la naturaleza que Él tiene: la SANTIDAD como clave para el éxito del peregrinar sobre la Tierra como sacerdotes (Ex. 19: 6; 1Pe. 2: 9). Por medio de todos los lineamientos codificados de este libro, el Eterno vincula la santidad con cada área de la vida cotidiana. Por ello, es que trasciende la cuestión de los ritos sacrificiales, abordando en ellos la pedagogía celeste de la praxis de la adoración en espíritu y en verdad.

Hoy, los especialistas en las distintas ciencias sociales coinciden en decir que un matrimonio logra permanecer si fortalece las siguientes áreas:

  1. Comunicación
  2. Sexualidad
  3. Dinero
  4. Familia

De igual modo, Yahvéh, al establecer una alianza matrimonial con Israel, quiere que Su Pueblo entienda que debe existir una comunicación eficaz tal entre ellos, que permita una intimidad plena que produzca sobreabundantes beneficios para desarrollar un gran pueblo sacerdotal al estilo de lo que el Eterno quiere.

Por todo esto, debemos entender que este libro revela cómo comunicarnos correctamente con el Eterno, aprendiendo a escuchar Su Voz y así discernir si lo que estamos haciendo en nuestra cotidianidad es correcto o no.

Entendido esta cosmovisión correcta de Vayikrá, sólo me queda decir que el énfasis final de este rollo será: ¡Celebrar la Vida! Las distintas secciones de este libro terminan revelando que la vida es para celebrar, como una fiesta permanente y personal, pero se tiene que saber cómo hacerlo bien. Para ello, está la santidad como un componente prioritario del carácter humano que facilita acciones convenientes en los distintos «rituales» diarios del buen vivir. Vayikrá hace entender que la Vida es un don del Eterno. Por eso el mismo Espíritu de la profecía dice:

Hacedlo todo para la gloria de Dios
(1 Corintios 10.31).

Al concluir, podemos decir entonces que, según la revelación de Vayikrá, los redimidos en el Mesías debemos celebrar la vida, y vivirla “en abundancia”, dejando los problemas en las manos del Eterno, mientras gozamos de todas las bendiciones ya otorgadas en los lugares celestiales (Ef. 1: 3), que en el aquí y ahora deben hacerse recompensa.

«¡Celebra la Vida!
¡Y deja en la Tierra tu mejor semilla!»
(Axel)

Bitácoras Relacionadas:

¿Esclavitud en la Torah?

“Si compras un siervo hebreo, te servirá seis años, pero al séptimo saldrá libre sin pagar nada”.

(Éxodo 21: 2)

 

El éxodo de la esclavitud en Mitzraim (Egipto) había culminado. El ciclo se había cerrado con la entrega de la Torah, en el Monte Sinaí. Cada israelitas había escuchado que ahora se convertiría en un siervo del Eterno, el único Amo de los seres humanos. El pacto matrimonial para una nueva nación había sido firmado por el mismo Esposo. Dicha nación estaba constituida por ex-esclavos. Cada integrante de las doce tribus de Israel llevaba en sus cuerpos y almas las marcas indelebles de la brutal y dura esclavitud pasada. El pueblo de Israel era conformado por hombres libres, y su relación con la Torah iba a ser uno de cumplimiento voluntario, no coacción forzada.

 

¿Por qué colocar en la Torá las leyes sobre esclavitud?

El planteo es lógico, y muy justo: si el Eterno creó al hombre libre, ¿por queéla Torah permitió a los hebreos que tengan esclavos?

 

En primer lugar, conviene recalcar que estas leyes fueron dadas para que el Pueblo de Dios aprendiéramos que todo lo que hacemos tiene consecuencias. Yahvéh, quiere que comprendamos que es de vital importancia pensar antes de actuar, a fin de considerar los efectos de nuestras decisiones. Por eso, al relacionarnos con los demás debemos tener en cuenta los principios de estas leyes. Debemos actuar de manera responsable y justa con todas las personas, ya sean amigos o enemigos.  Por favor, piense en los planes que tiene para hoy y considere cuáles serían las consecuencias de ellos a largo plazo

En segundo lugar, y antes de meternos de lleno en la respuesta a este cuestionamiento crucial, necesitamos entender el contexto histórico de las políticas económicas de la antigüedad. La esclavitud en el mundo antiguo era una parte normal de toda la economía. En aquellos días, no había ninguna norma monetaria, y la gente no tenía empleos ordinarios donde trabajar como lo hacemos nosotros. La gente vivía principalmente de la tierra. Esto significa que si usted no era un terrateniente o un rico independiente con sus propios rebaños y manadas, es probable que no disponía de medios seguros de apoyarse a sí mismo y su familia. El concepto de trabajo por contrato era arriesgado, a corto plazo y no tenía garantías. No había leyes laborales, requisitos de salario mínimo o planes de jubilación. Para la clase baja sin tierras la servidumbre era una opción atractiva. Ofrecía la adquisición de habilidades significativas, empleo de por vida y alimento, y refugio a una persona y sus dependientes.

Los israelitas acababan de salir de la esclavitud que habían experimentado en su forma más fea. Es natural que el Eterno se ocuparía de esa institución y estableciera las reglas para evitar la perpetuación del maltrato de los esclavos. Yahvéh no quería que los hijos de Israel trataran a sus sirvientes de la forma en que ellos habían sido tratados.

Esto puede ser comparado a un hogar abusivo en el que un hijo es golpeado por su padre. Cuando el niño crece le pega a sus propios hijos, porque esa es la manera de ser padre, que aprendió de su padre. Las leyes de la Biblia sobre la esclavitud están destinadas a romper ese patrón de mal tratos a otros seres humanos. Las leyes de las Sagradas Escrituras concerniente a los esclavos son para la protección y el bienestar de las personas esclavizadas.

Yahvéh promete conducir al Pueblo de Israel a la Tierra Santa y los advierte para que no tomen los caminos paganos de los habitantes actuales de la misma, especialmente en sus políticas referidas a la economía de los esclavos.

En Canaán, como en la mayoría de las sociedades contemporáneas de Israel, los esclavos no tenían derechos. La Torah cambiará eso. De acuerdo con las leyes en esta porción de la Instrucción, los esclavos debían ser tratados como siervos por contrato en lugar de ser tratados como una propiedad. Después de seis años de servicio, debían tener la opción de irse libremente.

Un esclavo hebreo era una especie de empleado que trabajaba para cubrir una deuda o indemnizar un robo. Su amo tenía que tratarlo tan bien. A tal punto era complicado este asunto desde la Torah, que surgió un dicho desde los sabios: “Aquél que adquiere un esclavo hebreo, en realidad está adquiriendo un amo sobre sí mismo” (Talmud de Babilonia, Tratado Kedushin 20a). Pero también sabemos que había esclavos canaaneos, sobre quienes la Torah dice:

Y los poseeréis por heredad, para vuestros hijos en pos de vosotros, para heredar posesión. A perpetuidad de ellos podréis serviros. Pero a vuestros hermanos, los hijos de Israel, un hombre a su hermano, no lo someterás con dureza”.

(Levítico 25:46)

Nos tranquilizamos un poco más cuando leemos las leyes posteriormente establecidas sobre la esclavitud.

Estas leyes sobre la esclavitud fueron diseñadas para prevenir el tipo de esclavitud que sufrieron muchos de ellos en Egipto, o como la que sabemos casi exterminó a los negros en América antes de ser abolida en el siglo XIX. En la Torah vemos que:

  • Los secuestradores se enfrentan a la pena de muerte (Éxodo 21:20).
  • Si un hombre hiere gravemente a su esclavo, el esclavo debe ser liberado de inmediato (Éxodo 21: 26-27).
  • Si un esclavo es asesinado por su propietario, el hombre se enfrenta a la pena de muerte (Éxodo 21:16).

Si profundizamos más en el estudio de este tema, descubriremos que la Torah tiene una serie de leyes sobre cómo debe ser tratado un esclavo, muchas de las cuáles establece que, sus necesidades deben ser priorizadas y suplidas por el dueño. Por ejemplo: la persona que tuviera una sola almohada debía entregársela al esclavo para dormir; el esclavo debería descansar en el Shabat; debería recibir una cuantía en valores o bienes cuando partiera en libertad, etc.

En este pasaje podemos notar que el detalle de las regulaciones de las mujeres esclavas ponen de manifiesto las preocupaciones sociales de la Torah, referente a la dignidad y los derechos de una mujer, ya que legisla que el amo se ocupe de las necesidades particulares. Este tipo de disposición no se encontraba en otras culturas del Oriente Medio.

La posibilidad de un hebreo de volverse esclavo surgía en el caso de robo, cuando el ladrón no pudiera restituir el bien robado. El tribunal podía entonces venderlo como esclavo. Otra posibilidad podía ocurrir cuando un pobre se vendiera voluntariamente como esclavo para pagar una deuda con su trabajo. Esta era justamente una forma de regeneración: en vez de ser mandado hacia la prisión, el ladrón era vendido como esclavo para que de esta forma conviviera con su dueño, notara su error y aprendiera a vivir una vida honesta. En cada uno de esos casos, cuando llegaba el año sabático (cada 7 años), el «esclavo» tenía que ser liberado. Si no deseaba partir en libertad, sino permanecer en la casa de su amo, su oreja debería ser perforada. ¿Por qué? Explican nuestros Sabios: aquella oreja que oyó la Torah y sabe que su Único Señor es Yahvéh, pero aún así desea continuar sumisa a un hombre de carne y hueso, debe ser perforada. Este es el detalle que nos permite ver que, según la Torah, la esclavitud no es el estado natural del hombre en el diseño de Yahvéh. Todo esto demuestra que gracias a estos códigos legales de la Instrucción (Torah) divina, los esclavos hebreos eran tratados con la consciencia de parte del amo de que eran seres humanos y no su propiedad.

Con todo esto nos queda claro que la Torah reconoce la existencia de la esclavitud como un sistema económico contextual, pero no la promueve como un ideal del propósito eterno de Dios para las relaciones humanas.

Sin embargo, algunos lectores superficiales de la Biblia podrían decir que desde la esclavitud ha sido abolida, las leyes de la Biblia de la esclavitud son irrelevantes para el mundo moderno, aunque la esclavitud sigue existiendo en otras formas. Recordamos que los esclavos en el período bíblico eran más o menos equivalente al concepto de los empleados en la economía actual, podemos aprender varias cosas sobre el corazón del Eterno por la forma en que tratamos a nuestros empleados. La Torah revela que el Eterno quiere que hagamos un trato justo, digno y merecedor de compensación para con los demás. Si había que tratar bien a un esclavo, cuanto más al prójimo.

Yeshúa: La Roca que Acompaña en el Desierto

Por: P.A. David Nesher

«Toda la congregación de los hijos de Israel partió del desierto de Sin por sus jornadas, conforme al mandamiento de Yahvéh, y acamparon en Refidim; y no había agua para que el pueblo bebiese.

Y altercó el pueblo con Moisés, y dijeron:

Danos agua para que bebamos.

Y Moisés les dijo:

¿Por qué altercáis conmigo? ¿Por qué tentáis a Yahvéh?

Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo:

¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?

Entonces clamó Moisés a Yahvéh, diciendo:

¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán.

Y Yahvéh dijo a Moisés:

Pasa delante del pueblo, y toma contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara con que golpeaste el río, y ve.

He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo.

Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel.

Y llamó el nombre de aquel lugar Masah y Meriba, por la rencilla de los hijos de Israel, y porque tentaron a Yahvéh, diciendo:

¿Está, pues, Yahvéh entre nosotros, o no?»

(Éxodo 17: 1-7)

En mis encuentros con las Escrituras Sagradas, este relato siempre me ha permitido la profunda meditación en mi amado Yeshúa. Fue el apóstol Pablo quien desde su pluma, guiada por el Espíritu Santo, implantó en mi mente y corazón mi devoción por este pasaje. Él menciona esta historia en su primera epístola a los creyentes de Corinto, cuando dice que los israelitas “todos comieron la misma vianda espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la piedra espiritual que los seguía, y la piedra era Cristo. Mas de muchos de ellos no se agradó Dios; por lo cual fueron postrados en el desierto” (1 Corintios 10:3-5).

Para entender bien, el profundo mensaje mesiánico de este relato, debemos recordar que cuando Israel vagaba en el desierto se estaba produciendo un ensayo de la fe. Yahvéh los estaba capacitando en el ejercicio de la emuná (Fe) a fin de simplemente confiar en Él para todas sus necesidades materiales. Era un proceso de aprendizaje lento y doloroso. El desierto debía la zona académica que los hiciera transitar de la mentalidad servil que implanta la esclavitud, a la mente de servicio que tiene todo sacerdote. El reinado de sacerdotes que Yahvéh quería formar estaba ya en marcha, y esta «universidad celestial» (el desierto) debía producir seres humanos totalmente mesiánicos, es decir, capacitados para unir lo invisible con la Tierra y provocar reparación (tikún).

Teniendo en cuenta esto, vemos que  Israel hizo exactamente lo que Dios mandó, siguiendo la columna de nube y de fuego; pero no había agua para beber. Era el Eterno mismo quien los guió a esa situación. Estaban en la voluntad perfecta de Dios pero en un tiempo difícil. Esto nos enseña que es posible estar completamente dentro de la voluntad de Dios y aún así estar en la temporada de grandes problemas.

Israel acampa en ese punto y ahora altercan con Moisés, no por alimento, sino por agua. De acuerdo a la ciencia, y a la propia experiencia humana, la sed es el apetito más vehemente, por eso es que ellos muestran más ansiedad y seriedad por el agua que por el pan (como lo relata el capítulo anterior). Además, viajar por jornadas les daría a los israelitas tiempo para descansar y refrescarse. En cada parada necesitarían una fuente de agua significante, ya que la gente y los animales requieren grandes cantidades de agua cada día. Era demasiada, por lo tanto, imposible de cargar. Por esto, comprendemos que el Eterno mismo los condujo a esta situación a fin de capacitarlo en el ejercicio del poder de la emuná (fe).

…Y altercó el pueblo con Moisés…” Frase que describe y destaca que los hijos de Israel “tentaron” al Eterno al poner a prueba su paciencia y despertar su santa ira debido a su continua falta de fe y de gratitud. Toda su historia de peregrinaciones por el desierto es una historia de provocación. Lo que es asombroso para nosotros, es la longanimidad de Yahvéh con los israelitas, que “tentaron y enojaron al Dios Altísimo” (Sal. 78: 56). Repetidas veces “provocaron la ira con sus obras” (Sal. 106: 29), “murmuraron en sus tiendas” (Sal. 106: 25), “se rebelaron junto al mar” (Sal. 106: 7) y “tentaron a Dios en la soledad” (Sal. 106: 14).

Interesante resultará aquí agregar que la palabra hebrea rib, traducida aquí como «altercó«, a menudo se usa en sentido legal para describir una queja formal. En este caso, la gente presenta su queja ante Moisés, exigiendo que les de agua para beber. Sin embargo, según el salmista, este altercado lo describe como el endurecer de sus corazones igual que se endureció el corazón de Faraón (Salmo 95:8).

Cuando tenemos un problema es mucho más fácil el culpar a alguien que el pensar el problema cuidadosamente y en el espíritu. En esta situación Israel pudo pensar, “Estamos en un desierto; no es de sorprenderse que no haya mucha agua aquí. Necesitamos buscar a Dios para satisfacer esta necesidad.” Pero en lugar de eso, ellos culparon a Moisés y no hicieron nada para ayudar con el problema.

En cambio, Moisés siempre llevaba sus dificultades al Señor (Ex. 15: 25; 32: 30; 33: 8; Núm. 11: 2, 11; 12: 13; 14: 13-19). Por experiencia propia había aprendido a tener confianza implícita en Aquel que lo había llamado a ser el jefe de su pueblo, y siempre que llegaba al límite de la sabiduría humana, encontraba un Auxiliador siempre listo para asistir providencialmente.

Así pues, vemos a Moisés llevando el caso a yahvéh, deseando castigar a todo el pueblo por su rebelión contra él y el Altísimo. Moisés apela al Eterno con el deseo de que haga justicia en ese momento en contra de ese pueblo infiel. Pero vemos a Yahvéh darle a Moisés una extraña orden. Dios le dice:

“Pasa delante del pueblo, y toma contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara con que golpeaste el río, y ve. He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo.”

¡Sorprendente es el amor perfecto del Eterno! En lugar de descargar Su ira sobre ese pueblo rebelde y terco, Él decide una vez más revelar Su misericordia. Yahvéh le revela a Moisés que desea darle de beber a Su pueblo. Pero, en lugar de darle permiso al líder para castigar a los rebeldes, le dice que golpee la peña. Es decir, Dios le estaba ordenando a Moisés que en lugar de castigar a Israel, golpeara y castigara a la peña. Pero, lo más impactante de esta orden es que Dios le dice, ” yo estaré delante de ti allí sobre la peña.” Yahvéh estaría sobre la peña que iba a ser golpeada por Moisés. El Señor mismo recibiría el castigo que debió recibir el pueblo de Israel. El Eterno revelaba que estaría sobre la peña en sustitución de Su pueblo. ¿No impacta esto tu corazón?

No cabe duda que este era un milagro con propósito. Al golpear la peña Moisés actuó el drama que quizás él no entendió. Yahvéh estuvo en lugar de Israel sobre la peña, para recibir el castigo que este pueblo merecía por sus rebeliones. De la misma manera Cristo estuvo sobre la cruz, en sustitución de Su pueblo, para cargar sus pecados y recibir el castigo que la humanidad merecía. Por ello, el apóstol Pablo escribió de Israel en el Éxodo: «y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo» (1 de Corintios 10:4). El apóstol describe este hecho como una sombra de Aquel que habría de venir, ya que cuando Yeshúa fue golpeado, la Buena Noticia dice que agua viva fluyó para que todos la recibieran.. He aquí un tipo del Mesías, ‘golpeado, herido de Dios, y afligido’ (Isaías 53:4; 1 Corintios 10:4). El Mesías fue golpeado con la vara de Moisés – la maldición de la ley – y a través de Él fluyó agua para satisfacer nuestra sed espiritual de cosas sobrenaturales.

 

La palabra que ha sido traducida aquí como “peña” es el hebreo “tsur” que significa “roca”. Esta roca era el Mesías. En el libro de Números se habla de nuevo de esta roca, a la cual Moisés tenía que hablar, no golpear, para que saliera agua (Números 20:8-11).  Esto nos enseña que el Mesías fue golpeado sólo una vez. Ese golpe produjo agua para todo el pueblo de Israel. Pero, si golpeamos a Mashiaj otra vez no podremos entrar en la tierra prometida. Por ello, el autor de la epístola a los Hebreos remarcará:

“Porque en el caso de los que fueron una vez iluminados, que probaron del don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, que gustaron la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, pero después cayeron, es imposible renovarlos otra vez para arrepentimiento, puesto que de nuevo cuelgan en un madero para sí mismos al Hijo de Dios y le exponen a la ignominia pública”

(Hebreos 6:4-6)

Insisto en la esencia de esta revelación. La roca ya había sido golpeada. Una vez que la roca había sido golpeada, ya no era necesario golpearla de nuevo. Cristo sólo debía morir una sola vez por Su pueblo:

“… que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.«

(Hebreos 7: 27)

El Mesías es, pues, nuestra roca, golpeada una sola vez para que nosotros recibiésemos aguas vivas espirituales. Eso es lo maravilloso de nuestro Redentor. Fue necesario golpearlo una sola vez, pero luego sólo se requiere que se le hable para que nos provea de aguas vivas que refresquen nuestras almas. Por eso, se entiende que Moisés, la segunda vez, no sólo desobedeció la orden del Eterno, sino que destruye esa tipología establecida por Yavhéh para enseñarle a Israel cómo sería la obra mesiánica, por lo cual fue castigado con no entrar en la Tierra Prometida.

 

Volviendo a la cosmovisión paulina del Mesías, el apóstol Pablo llama al agua “bebida espiritual” disfrutada por Israel en el desierto. Él definitivamente asegura, lo que por siglos los sabios habían sostenido, que el Mesías fue la fuente del agua sobrenatural que salvo a los israelitas de perecer en Refidim. El teólogo A. T. Robertson dice: “Los rabinos tenían la explicación que el agua siguió realmente a los Israelitas por cuarenta años, en una forma de un fragmento de roca de quince pies de alto que seguían al pueblo y de la cual ellos tomaban el agua.” Es decir que la provisión de agua en la roca ocurrió desde el inicio y a lo largo de todo su viaje en el desierto (17:1-7; Núm 20:1-13). Pablo llega a la conclusión de que Cristo los seguía a ellos por todo el desierto proveyéndolos de agua para beber. Todos los israelitas en el desierto comieron el mismo alimento espiritual y bebieron la misma bebida espiritual. Ellos estuvieron tomando de una roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.

Años después, cuando Israel ya estaba instalada en la tierra, recordó la provisión del Eterno en el desierto en la Fiesta de los Tabernáculos, ellos tuvieron una específica ceremonia donde ellos recordaron este milagro del agua de la peña, como un acto de salvación divina. Es justamente en ese exacto contexto festivo que Yeshúa proclamó: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.» (Juan 7:37-38). El agua viva de la cual el Mesías habló era el Espíritu Santo (Juan 7:39); no es un milagro menor que el Eterno traiga el amor y poder del Espíritu Santo de nuestros corazones que lo es el sacar agua de la roca. Después de todo nuestros corazones pueden ser igual de duros.

De Yeshúa, el Mesías, golpeado mana una corriente sobrenatural de vida para siempre. Esta corriente sale en virtud de Su expiación y su gracia, acompañando a los hijos de Dios allí donde peregrinan día a día. El mensaje es claro y maravilloso; cualquiera sea el desierto que los primogénitos transiten, Cristo los seguirá y fortalecerá. La eficacia de la obra en Su sangre, la luz de su gracia, el poder de su Buena Noticia (evangelio), les acompañará en todas sus  millares de peregrinaciones. En Él siempre habrá bebida espiritual para fortalecerse y continuar hasta alcanzar el premio del supremo llamamiento de Dios, en Cristo Jesús.

El Maná: el Pan Divino que acarrea Shabat (Reposo)

Partió luego de Elim toda la congregación de los hijos de Israel, y vino al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, a los quince días del segundo mes después que salieron de la tierra de Egipto. Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de YHVH en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud
Y YHVH dijo a Moisés:
He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. Más en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día.
Entonces dijeron Moisés y Aarón a todos los hijos de Israel:
En la tarde sabréis que YHVH os ha sacado de la tierra de Egipto, y a la mañana veréis la gloria de YHVH; porque él ha oído vuestras murmuraciones contra YHVH; porque nosotros, ¿qué somos, para que vosotros murmuréis contra nosotros?
Dijo también Moisés:
YHVH os dará en la tarde carne para comer, y en la mañana pan hasta saciaros; porque YHVH ha oído vuestras murmuraciones con que habéis murmurado contra él; porque nosotros, ¿qué somos? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra YHVH

(Éxodo 16:1-7)

Los israelitas llegan a Elim, donde hay doce fuentes de agua y setenta palmeras. Después, el día quince del segundo mes, llegan al desierto de Shin, entre Elim y Sinai. Allí toda la congregación murmura contra Moshé y Aharón diciendo que los han traído a ese desierto para matarlos de hambre. Yahvéh promete hacer llover pan del cielo que el pueblo tendrá que recoger diariamente. Así serán probados para ver si andan o no en su Instrucción (Torah).

El Eterno, al anunciar su provisión de maná como respuesta a las murmuraciones del pueblo, en verdad, tiene la intención de presentar el sábado al pueblo, como un lapso místico en el que el Cielo y la Tierra se besan por 25 horas, para asegurar el orden cósmico y los milagros que surgen a causa del mismo. En otra bitácora tuve la oportunidad de mostrar como el Eterno inspiró a Moisés y Aarón para restaurar la idea ancestral de Shabat en la mente de los hijos de Israel que estaban bajo la servidumbre del faraón egipcio (los invito a leerEl Shabat fue la primera Reforma de Fe que Moisés hizo en Egipto). Ahora, ya en liberación y preparándose para realizar una alianza de boda sacerdotal con el Eterno, Israel ha sido conducida a estas instancias negativas (el hambre) para comprender cuál es el secreto que Yahvéh dio a la humanidad con el fin de dominar con una mentalidad mesiánica todos los ámbitos materiales.

Yahvéh quiere que Su Pueblo entienda que el día sábado tiene evidentes connotaciones creacionales (Génesis 2: 1-3), pero ahora estas se refuerzan al ubicarlo al margen de las leyes del Sinaí que ellos recibirán en unos días más.  El mensaje parece ser que aquellas serán leyes dadas al pueblo, mientas que el sábado no es una ley sino un secreto fundamental y constitutivo de la creación misma y por lo tanto anterior a los eventos del Sinaí.

Al leer este pasaje surgen a nuestra mente tres elementos que caracterizan al sábado y lo distinguen de otras leyes dadas a Israel:

 

El primero consiste en que no es presentado como un día de adoración, sino de descanso. Con posterioridad, el Eterno otorgará toda una serie de preceptos que establecerán una tradición sacerdotal de «ritos sabáticos», pero en este pasaje, Yahvéh, nuestro Dios, lo presenta sencilla y primordialmente como un día hecho para descansar. Él quiere que durante las horas de este séptimo día, cada israelita pueda recrear en su mente aquella primera semana donde todo fue restaurado por Su Palabra creadora. Esta imitación del descanso divino activará la conciencia de que el Eterno hizo todo lo que somos y posemos, y así, provocará, en el corazón hebreo, el ardiente deseo de ser asimilado por Yahvéh a través de una alianza de amor a fin de poder dominar todas las cosas desde el poder de la emuná (fe). Su actividad creacional culminó con descanso (Shabat) y, en consecuencia, éste quedó impreso en la creación misma como una de sus características intrínsecas, por lo cual debe ser evocado. Descansar el sábado es traer a la memoria toda la semana de trabajo creacional de Dios.

 

El segundo elemento deriva del primero: siendo una marca creacional, toda persona y todo animal debe observar el sábado. Nótese que los no israelitas también serán invitados a descansar del mismo modo que lo será también la tierra (cada siete años, Levítico 25: 4 – año sabático), cosa que solo puede entenderse si lo consideramos como una característica de la creación misma. En lo íntimo del concepto del sábado está la convicción de que nadie puede eludirse de su observación. La cosmovisión divina es clara: así como no se puede dejar de respirar o de aceptar ciclos sucesivos de vigilia y sueño, tampoco hay forma en que el ser humano puede eludir el descanso sabático. Por eso todo y todos deben avenirse a observarlo. Es verdad, que en la realidad se puede no respetar esta Ley Espiritual, llamada Shabat, y de hecho a millones de seres humanos que se oponen a ella, no aviniéndose a su observación, pero éstos más que violar una Ley Universal, están contradiciendo su esencia misma, la imagen (tzelem) divina, el amor dominándolo todo. Todos estos rebeldes, en verdad, están separándose del orden de la creación y distorsionando el lugar que el Eterno les ha dado en ella. La gravedad de la pena dada por Yahvéh en Éxodo 31: 13-17 a quien no lo observe se entiende en esta perspectiva dada en esta pasaje.

 

El tercer  elemento a destacar une el sábado (Shabat) con el maná. La observación del sábado no se debe hacer a expensas de las necesidades vitales cotidianas. Por eso el sexto día (viernes) se provee de doble ración de comida, de modo que el Shabat (sábado) no se transforme en un día de sufrimiento y necesidad. Ya se ha ha sufrido suficientemente en Mitzraim (Egipto); en la nueva creación que el Eterno está ofreciendo a Su Pueblo la vida merecerá ser vivida y los días serán para disfrutar de los dones de la creación, no para volver a las privaciones de Egipto. A la vez también ha de evitarse que el Shabat se transforme en una nueva forma de esclavitud en la cual otros harán el trabajo que uno deja de hacer, por lo cual también se instruye que los esclavos también deberán observarlo (leer: 20: 10; 23: 12).

En conclusión, notamos que no es casual el hecho de que el maná y el Shabat sean presentados juntos. Ambas son novedades celestiales para el Pueblo y ambos responden a dimensiones distintas de la vida. Uno a las necesidades cotidianas de la alimentación y el vestido, el otro al reconocimientos permanente de la espiritualidad en Yahvéh. Sin embargo, la clave para entender por qué están juntos es que ambos elementos apuntan a la misma verdad de un Dios que no cesa de obrar providencialmente en favor de su Pueblo redimido.

 

 

“Y te acordarás de todo el camino por donde YHVH tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos. Y te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no sólo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca de YHVH”

(Deuteronomio 8:2-3)

Sacerdotes y Serpientes Mágicas… Los «Milagros» Reptilianos de Egipto

Por P.A. David Nesher

Éxodo capítulo 7

Muchas veces, mientras estudiamos las Sagradas Escrituras, notamos que ellas, relatan acontecimientos muy particulares, que contienen una enseñanza muy importante, sin detenerse a explicar cómo sucedieron, y el por qué de sus razones. Un ejemplo de esto ocurre cuando, al estudiar el libro de Shemot (Éxodo), llegamos al séptimo capítulo.  

Este texto relata que cuando Moshé y Aharón se disponían a ir del Faraón, el Eterno le dijo a Moshé que si el Faraón les solicitara «muestra una maravilla» deberá indicarle a Aharón tirar su bastón frente al Faraón, y el cayado se convertirá en una serpiente.

Aharón hizo exactamente eso. Pero el pasaje también relata revela que los magos y hechiceros egipcios imitaron la transformación que Aarón realizó con su vara que quedó convertida en una serpiente. Vemos que ellos (los magos) instados por el pedido del faraón, “mediante sus artes secretas” lograron emular lo que Moshé y Aharón hicieron (v. 11). Esto podría significar que emplearon poderes sobrenaturales y que verdaderamente transformarán varas en serpientes. No obstante, las Escrituras Sagradas no declara explícitamente si agentes sobrenaturales, ya sea divinos (Números 22: 21 ss.) o demoníacos (Deuteronomio 18: 10-11; Job 2:7), estuvieron involucrados.

Todo este episodio de lanzar los bastones y transformarlos en serpientes requiere una explicación, que demandará de cada uno de ustedes reflexión y meditación.

¿Qué es un Mago en la cosmovisión egipcia?… ¿Quién podía llegar a este rango?

Para entender este pasaje, primeramente, debemos saber que la magia estuvo presente en el Antiguo Egipto desde sus comienzos como civilización.

En realidad era un fenómeno muy extendido entre toda la sociedad, desde el faraón a las clases más humildes. Todos trataban de actuar y de protegerse contra las adversidades normales de la vida cotidiana. Las enfermedades, las actuaciones de los enemigos, o los ataques de los animales dañinos, eran las preocupaciones más exigentes y perentorias a las que el hombre egipcio debía hacer frente. Finalmente, la superación de la muerte y la posibilidad de regresar al mundo de los vivos desde el denominado «Más allá» o «Mundo de los Muertos«, eran otras de sus mayores obsesiones.

Por todas estas causas, y a fin de estar protegidos (para conseguir sus fines), los egipcios utilizaron la magia. Pero esta magia era algo derivado del mundo esotérico que había tenido su nacimiento en el propio origen de lo religioso, de su relación con las fuerza del Sitrá ArjRá («Otro Lado») a quienes los egipcios invocaban como dioses.

La cercana relación entre la religión y la vida cotidiana hacía que en muchos oficios, que aparentemente tenían un desarrollo ordinario, sus cargos estuvieran desempeñados por sacerdotes. Así no era de extrañar que un simple escultor fuera sacerdote del dios Ptah (uno de los dioses creadores más importantes de todo Egipto) y un juez lo fuera de la diosa Maat (la diosa de la verdad y del orden cósmico).

Con la explicación hasta aquí dada, debo decir que el término mago’, puede que no sea el más idóneo para identificar a los conocedores de la antigua sabiduría que desempeñaron en Egipto un papel tan trascendente en el desarrollo de su proceso civilizador.

En realidad deberíamos hablar de los ‘sacerdotes lectores’ del antiguo Egipto, o como se los denominaba: los “servidores de la divinidad” (jem necher). Pero hemos de partir de la proximidad en el lenguaje, ya que las palabras y su forma de ser expresadas son esenciales para dar vida a lo que se quiere exponer.

Entre nosotros, poca gente ha oído hablar de los segundos y los terceros, pero, sin embargo, casi todos hemos quedado alguna vez atrapados en el misterio de los primeros, los magos de Egipto.

Según los griegos la palabra ‘mago’ procedía de Persia ( donde se decía magoi), y se utilizaba para referirse vagamente a los sacerdotes astrólogos, sabios e intérpretes de los sueños. Pero tanto a los griegos, como a los romanos, el mundo egipcio con sus monumentales templos y sus escritos llenos de embrujo y misterio, siempre les pareció íntimamente vinculado con la alta magia y, por tanto, los magos egipcios fueron para ellos los más importantes y prestigiosos de todo el mundo de la antigüedad. Pero, en realidad, parece que el mundo grecorromano tampoco estuvo demasiado bien informado sobre la auténtica naturaleza de lo que simplemente definían como una casta sacerdotal integrada por la clase de personajes a los que nos hemos referido antes. En consecuencia, la palabra ‘magia’ para el mundo clásico venía a significar algo parecido a ‘la religión de los magos’ (sacerdotes astrales).

En el caso escritural que estamos considerando aquí, tanto como en toda la TaNaK (mal llamado Antiguo Testamento), se transmite la idea de que la magia era el arte de obrar cosas maravillosas, desproporcionadas por su grandeza a los medios empleados, bajo la guía de dimensiones infrahumanas. Por ello es que tales prácticas estaban absolutamente prohibidas a los israelitas, bajo pena de muerte. Ellos conocieron de su existencia a través de sus contactos históricos con el pueblo egipcio y con otros de las regiones del Eúfrates y el Tigris, tales como los babilonios o los persas.

En los textos bíblicos la palabra ‘mago’ siempre se utiliza vinculada habitualmente a los términos ‘encantador’, ‘adivinador’, ‘hechicero’, ‘sabio’…..en suma, a una serie de conceptos que, de algún modo, trataban de sintetizar las cualidades que configuraban, según la experiencia del pueblo hebreo, la personalidad del ‘mago egipcio’.

El mago egipcio….personaje de alto conocimiento, era el sabio celestial entre los hombres, que poseía respuesta para todo lo que los simples mortales no lograran explicar. Por ello, el mago egipcio era el que conocía el arte de la interpretación de los sueños. Así se acreditó José, ante el faraón, quien, para desentrañar el significado de su sueño de las siete espigas y las siete vacas, ‘hizo llamar a todos los adivinos y a todos los sabios de Egipto…’(Génesis 41, 8.).

 ¿Qué era un mago?… ¿quién podía convertirse en uno?

Está claro que al hablar de los magos egipcios lo estamos haciendo de algo muy distinto a lo que hoy concebimos como tal. No se trataba de un ilusionista, no pretendía sorprender con sus conocimientos a otros individuos. Realmente era una especie de funcionario estatal cuya labor se exponía siempre en función de la religión. Para la mentalidad egipcia, la magia – denominada la heka, no poseía componente de tipo sobrenatural. Ella estaba unida a su vida diaria, como lo estaba la religión, y por este motivo los magos no eran divinizados. Se trataba de una labor estatal más.

En realidad los magos eran una figura semejante a la de los sacerdotes egipcios, pero que pertenecían al clero de los monasterios consagrados al dios Heka, nombre utilizado tanto para hablar de la magia en sí como de la divinidad específica referente a esta facultad.

Es evidente que no todos los individuos podían alcanzar los conocimientos que tenía un mago ni la capacidad para poder practicar la magia. De ahí que existieran una especie de escuela en la que aprendían aquellos que en un futuro podrían desarrollarla. Eran conocidas como “Casas de la Vida”(“per anj”) .

Estas academias estaban unidas a los templos y aquellos formados en ellas eran seleccionados según diversos criterios, y desde el momento del nacimiento e incluso con anterioridad al mismo. Dichos criterios podían variar desde sueños inspiradores de quienes estaban encargados de hacer la selección, hasta simples motivos de ascendencia familiar.

El ingreso en estas escuelas de esoterismo se hacía a muy pequeña edad. Toda familia que pudiera pagar la educación de su hijo, fuera de la condición social que fuera, era admitido en el templo bajo una recia disciplina. A partir de este momento comenzaba una larga carrera en donde el niño emprendía el estudio de las “medu necher” (es decur “las palabras divinas”) del dios con cabeza de ibis Thot (forma egipcia de llamar a Cus, el padre de Nimrod). Este espíritu demoníaco formaba al iniciado en el poder de mediunidad que poseía la lengua egipcia La enseñanza del egipcio se centraba principalmente en el aprendizaje del hierático, jeroglífico cursivo de trazos ligeros mucho más cómodo y rápido de escribir, con el que se podía hacer conjuros.

Así, rodeados de un halo de magia y poder, la clase sacerdotal vivía recluida en el templo, en donde, siguiendo un extraño ciclo de autorreciclaje, formaban continuamente nuevos iniciados que al cabo de los años les pudieran sustituir.

En estas escuelas de magia, la diosa egipcia Sekhmet era adorada por  medio de rituales mágicos. Así se esperaba que ella ayudase a los magos a renacer entre los muertos, y les concediese los atributos de su poder para ser dignos Hekau (magos), ya que la curación mágica era una especialidad de éstos sacerdotes que servían a dicha deidad.

Entonces, el ya iniciado el los misterios de la religión egipcia, podía acabar desempeñando multitud de oficios. Dependiendo de la habilidad de cada uno y, cómo no, de las intrigas de las que fuera capaz, un iniciado podía quedarse estancado en ser un simple sacerdote de bajo rango o aspirar a ser un profeta importante del dios.

En este mundo antiguo los magos también tenían niveles como los que recibían el nombre de encantadores de escorpiones o aquellos que utilizaban la magia para eliminar a los reptiles e insectos venenosos en una determinada área, ofreciendo sus dotes mágicas para la protección. Interesante para nosotros es conocer que a las matronas y las enfermeras también se las consideraba como magas, por haber desarrollado la capacidad de predecir la llegada de un bebe, así como también eran consultadas para que a través de sus artes, pudieran evaluar si un fantasma o la deidad estaba causando un problema personal al recién nacido.

En pocas palabras los jem necher (“servidores de la divinidad”), hacían de puerta entre las fuerzas incontroladas de la naturaleza y los hombres.

El mago egipcio, que también obraba el poder de transmutar, de cambiar las cosas aparentemente inanimadas en seres vivos y terribles: ‘…hizo llamar también el faraón a sus sabios y encantadores. Y los magos de Egipto realizaron también por sus sortilegios el mismo prodigio. Y echaron cada uno su báculo, que se convirtieron en serpientes….’ (Éxodo 7, 11-12).

El mago egipcio, era aquel que había sido iniciado en las fórmulas secretas utilizadas para combatir el daño producido contra alguien:

‘…..Yahvé dijo a Moisés:

Dí a Aarón: toma el cayado y tiende tu mano sobre las aguas de Egipto, sobre sus ríos, sobre sus canales, sobre sus estanques y sobre todos sus depósitos de aguas, todas se convertirán en sangre……pero los magos de Egipto hicieron otro tanto con sus encantamientos, y el corazón del faraón se endureció……’

(Éxodo, 7, 19-22)

Estas eran las nociones que el mundo bíblico transmitió respecto de este grupo de sacerdotes que hicieron del estudio del mundo creado y del conocimiento de las energías sutiles que lo rodean, el objeto de su investigación y práctica diarias.

Debo decir aquí que, en nuestros días, la mayoría de los estudiosos biblistas, usando la lógica de la crítica bíblica, creen que los egipcios usaron simplemente trucos para respaldar su fama. En esta ocasión, ellos afirman que estamos ante un acto de prestidigitación.

El fundamento de esta hipótesis, parte del hecho de que a lo largo y a lo ancho del mundo antiguo, los sacerdotes paganos regularmente engañaban a personas ingenuas (por ejemplo un sacerdote podía esconderse en un ídolo grande y hueco y hablar por el dios). De este modo, los egipcios pudieron haber usado la prestidigitación, de modo similar a los magos de escenario moderno que realizan trucos con animales, asombrando a los niños de hoy. La evidencia también revela que los egipcios regularmente practicaban un método de encantamiento de serpientes que les permitía poner a estos animales en un tipo de catalepsia, Por lo cual permanecían tan rígidas como un palo hasta que despertaban. Este truco todavía se practica en Egipto actualmente.

 ¿Cuál era el Propósito Divino de esta Señal?

«… más la vara (bastón) de Aarón devoró las varas (serpientes) de ellos,…»
(Éxodo 7:12)

Debemos saber que la monarquía egipcia tenía como símbolos principales el bastón o (vara mágica) y la serpiente. En los relieves y dibujos antiguos del Faraón se los suele ver con el bastón en su mano y con su gorro adornado con una cobra, animal que expresaba todos los misterios de las divinidades egipcias, especialmente los del Mundo de los los Muertos con quien el Faraón supuestamente se conectaba diariamente. Por esto, es útil reconocer que el propósito de este texto bíblico no era desenmascarar a los magos egipcios, sino mostrar que el poder del Dios de Israel era más grande que cualquier poder que Egipto poseyera.

Debemos entender que la descripción de la Torah hace de los hechos, se logra ver que las maravillas y plagas no tuvieron como único fin castigar a Egipto. Ellas más bien apuntaban a quebrar el antagonismo de los egipcios hacia YHVH. Esto se debía a que la cosmovisión del mundo imperante en Egipto era que el Altísimo no tiene influencia ni dominio sobre la realidad actual de la existencia. Sus creencias sostenían, que una vez creado, el Universo dependía de manera absoluta de las fuerzas de la naturaleza, y no del Eterno. El Eterno quebró este pensamiento por medio de las plagas. Cada una de ellas destruyó un aspecto específico de la ideología egipcia. Como prólogo general a las plagas y a los conceptos que expresaban, vino el milagro de tragar a los bastones.

Entonces, lo que aquí la Torah intenta demostrar es que Moshé y Aharón son mucho más poderosos que los magos de la corte del faraón, porque tenían el respaldo de la autoridad divina que los enviaba a la corte egipcia. Estos eran capaces de poner una serpiente real en erección vertical rígida, dando la sensación de ser un auténtico cayado, pues bien, Moshé y su hermano son capaces de convertir un cayado de madera en una serpiente real, cosa que no pueden hacer jamás los magos egipcios. Así queda demostrada y realizada al máximo la fuerza del portavoz divino. Con estas apreciaciones el escritor sagrado pretende garantizar que Yahvéh es mucho más fuerte que toda la magia egipcia.

Nos resultará interesante la siguiente curiosidad. Éste no fue exactamente el mismo milagro que Moshé experimentó en el Monte Sinaí y el cual ejecuto ante los ancianos de Israel (Éxodo 4:2-5 y 4:29-30). Se vio a la vara de Moshé convertirse en una culebra, pero la palabra hebrea usada aquí es diferente.

La expresión hebrea utilizada aquí para serpiente, en la que se convirtió la vara de Aharón, no es la de uso más general en las Sagradas Escrituras, sino que lleva un significado más específico, con un mensaje de peso celestial.

Cuando Moshé fue llamado a cumplir su misión especial, el término para serpiente que aparece en ese relato es najash (Éxodo 4: 3,4). Dicha expresión certificaba el uso de la vara de Moshé, ya que con ella, el caudillo acreditaría su vocación mesiánica y profética ante el pueblo de Israel.

En cambio, el término hebreo usado aquí para serpiente o culebra, es tannin. Esta expresión era usada especialmente por los conjuradores egipcios, y que en otras partes bíblicas se refiere a un monstruo marino (la versión griega lo traduce «dragón» o «cocodrilo«).

Ellos, los magos egipcios, utilizaban esta palabra en todo ritual egipcio (Tanem) como símbolo del monstruo serpiente que representaba el poderoso origen de este gran imperio humano. La serpiente (Tanem) era el símbolo mismo de Mitzraim (Egipto), y la invocaban con este nombre como la serpiente primordial, de quien decía devenía todo el cosmos. Para ellos, representaba el principio de antagonismo contra la luz y la vida, que dicho imperio estaba llamado a custodiar en el orden cósmico que el Faraón supuestamente garantizaba con sus conjuros y holocaustos. Por esto, es que la expresión tannim (dragón) se usa en los escritos proféticos, haciendo referencia a Egipto (Salmo 74:13; Isaías 27:1; 51:9). Teniendo esta idea, vemos que el profeta Iehezkel, denomina a Parhoh (Faraón) «el monstruo grande el que yace en medio de sus arroyos» (Ezequiel 29:3; 32:2); esta frase se traduce del hebreo התנים הגול «HaTanim haGadol».

Ahora prestemos atención a lo que realmente las Sagradas Escrituras dicen:

«… más la vara de Aharón devoró las varas de ellos,…»

(Éxodo 7:12)

Si hemos leído con atención, notaremos que no dice que fue la serpiente de Aharón que devoró las serpientes de ellos. De allí el Talmud y el Midrash [Shemot Rabá 9:7; Shabat 97a; Rashí] enseñan que después de haberse convertido otra vez en vara, devoró las varas de los magos egipcios. Evidentemente, para esto, ellos no estaban preparados, y su derrota apareció en la pérdida de sus varas, las cuales eran probablemente serpientes verdaderas. Esto muestra la superioridad del poder del Eterno sobre el poder mágico que viene de los demonios.

Aharón simboliza en esta puja el lado de la kedushá (santidad), y su bastón representa la fuerza divina que emana de la santidad. La serpiente simbolizaba a Egipto (en hebreo Mitzraim). Los  magos del Faraón presentaron una posición opuesta, mostrando que sus propios bastones se convertían en serpientes. Con eso replicaron que Egipto posee fuentes propias de poder y no necesita depender sólo de la santidad divina. Por eso, con el hecho de que el bastón se transformó en serpiente, Aharón le demostró al Faraón, que la misma existencia de la serpiente proviene del bastón, o sea que todo lo que era Egipto en ese momento, en realidad emanaba de la santidad del Eterno y, por lo tanto, no posee existencia propia.

Cuando la vara de Aharón se tragó a las serpientes de los egipcios, el acontecimiento predijo un desastre para el Faraón, y todo su poderío imperial reptiliano. La vara representativa de la kedushá del Dios de Israel había derrotado a uno de los símbolos nacionales de Egipto, la serpiente, un animal considerado sagrado en el bajo Egipto donde sucedió el enfrentamiento de Moshé con el Faraón.

Con esto Yahvéh les dejó en claro, que todas las fuentes de fuerza del otro lado, denominado en hebreo la «sitrá ajrá» (el opuesto a la santidad y  a la verdadera Divinidad) son sólo una ilusión. Por lo tanto, no poseen sustancia y existencia verdadera frente a la santidad (kedushá).

La señal fue usada por Yahvéh para revelar al Faraón y sus filósofos reptilianos, que no poseían fuerza propia alguna y que el dominio absoluto del Altísimo se extiende también sobre ellos. Ésta fue la introducción que generó un quiebre general del eje central de la cosmovisión egipcia, a continuación vinieron las diez plagas que destruyeron uno a uno los diez niveles que había en la impureza egipcia.

Este portento develó el enigma de todos los hechos que acontecerían después. El Faraón se asemejaba a un tronco seco. Empero, por medio de estos dos hombres Justos (Moshé y Aharón) él será «englutido» y desaparecerá de su lugar y de su imperio.

¿Podemos Confiar Sólo en los Milagros?

Todo esto enseña que en este sistema reptiliano todo argumento de Luz que disguste a los hombres, porque se opone a su orgullo y lujuria, tarde o temprano los convencerá. Pero, si es fácil hacerlos creer que son ciertos los mensajes que les anuncian las cosas que desean, el Eterno manda siempre con Su Palabra pruebas concluyentes de su autoridad divina. Pero cuando los hombres se inclinan a la desobediencia, y quieren poner objeciones, Él permite a menudo que se ponga ante ellos una trampa donde ellos mismos quedan atrapados.  Nadie ayuda más a destruir pecadores que aquellos que resisten la verdad distrayendo a los hombres con algo parecido a la verdad, pero falso (léase falacia). Debemos estar vigilantes y velar, ya que el HaSatán (el Adversario) es un enemigo peligroso especialmente cuando se disfraza ángel de luz (2 Corintios 11:4).

Al finalizar, y reflexionar en los hechos relatados aquí, podemos decir que aunque los milagros nos pueden ayudar a creer, es muy peligroso basar nuestra fe solamente en ellos. HaSatán, nuestro enemigo, puede imitar algunas partes de la obra del Eterno y lograr que la gente se descarríe (2 Tesal. 2: 9, 10). Esto significa que los milagros pueden probar que algo es sobrenatural, pero no pueden probar que algo sea verdad. El faraón se fijó únicamente en los milagros e ignoró el mensaje profético del Señor. Nosotros podemos evitar este error, si nos proponemos basar nuestra fe únicamente en la Instrucción divina. Grabemos bien esto en nuestras mentes: ningún milagro que proviene de Yahvéh apoyará un mensaje contrario a las enseñanzas reveladas en Su bendita Torah (Instrucción).

En amistad y servicio David Nesher

¿Bendecir comparando con animales?… ¿Qué es eso?… ¿Dónde está lo mesiánico?

“Entonces Yaakov llamó a sus hijos, y dijo: Reuníos para que os haga saber lo que os ha de acontecer en los días venideros. Juntaos y oíd, hijos de Jacob, y escuchad a Israel vuestro padre…
Yisajar es un burro…
Sea Dan una serpiente…»

(Génesis 49:1-2 ; 49: 14, 17)

 

Yaakov, discerniendo que sus días en la Tierra habían llegado a su fin, convocó a todos sus hijos para bendecir a cada uno. Se dispuso así a realizar lo que él sabía que sería su último y más significativo acto como patriarca y como heredero de Abraham y de Isaac: declarar lo designios celestiales a sus generaciones.

En la cultura oriental, esa última bendición del padre es muy importante. Era, (y es aún hoy día) considerada todavía como parte de la herencia más poderosa que un padre les deja a sus hijos. Tiene un significado muy especial porque las obligaciones y privilegios de los pactos ancestrales son transmitidos a la siguiente generación.

La bendición de Yaakov no consistía solamente en desear buenas cosas para los hijos, como hoy un padre occidental lo haría desde el pensamiento mágico que Babilonia la Grande (Roma) ha implantado en la mente de sus súbditos. La bendición hebrea jamás está basada en “buenos deseos”, sino en una apreciación profética. Está basada en la apreciación del carácter de cada hijo, según el padre lo aprecia con ojos espirituales. La bendición patriarcal consiste en pronunciamientos con referencia a eventos del pasado, situaciones del presente y visión del futuro como historia desde la perspectiva del Eterno y sus promesas. En otras palabras, la “bendición paterna o patriarcal” son palabras proféticas que reflejan lo que el padre ve con ojos espirituales en los hijos. Un patriarca, al bendecir, revelaba y decidía el destino de sus hijos. En este sentido, la bendición es una profecía y su cumplimiento es certero e inalterable.

Lo curioso, y a la vez poderoso, de la bendición final de Jacob (hebreo Yaakov) es que sus palabras no sólo iban dirigidas a sus hijos, sino que estaban proyectadas también a su descendencia después de ellos.

Esta es la primera profecía conscientemente hablada por el ser humano en las Sagradas Escrituras. Había muchas profecías anunciadas por Yahvéh (como la promesa del triunfo de la simiente de la mujer en Génesis 3:15),y otras profecías veladas por los hombres,pero esta es la primera profecía conocida y escrita en la Torah.

Las Sagradas Escrituras revelan que nuestro padre tuvo una revelación de lo que acontecería en los “días venideros”. El texto en hebreo traduce esta expresión de «Ajarit HaYamim», que literalmente significa: «últimos días». Lo que Jacob quiso, en verdad, era revelarles a todos sus descendientes el final de los tiempos. Por ello, en la bendición de Jacob encontramos mensajes proféticos que revelan el futuro de cada tribu, incluso hasta el momento de la venida del Mesías. Aquí se nota la importancia que tienen las decisiones y acciones de personas con una importante responsabilidad histórica.

Para comenzar nuestro estudio, encontramos tres características en el mensaje de Jacob para cada uno de sus hijos:

  • La identidad y el carácter de cada tribu.
  • El desarrollo histórico de cada tribu.
  • Los sucesos de los últimos tiempos.

A esta altura del tiempo Jacob llegó a entender que el proceso de selección divina ya había terminado. El sabía que el Eterno no elegiría a uno de sus hijos y rechazaría a otros. Nada de eso. A partir de ese momento, y por medio de esta declaración profética salida de sus labios en forma de bendición, todos (los doce hijos) iban a formar parte de la nación que Yahvéh estaba formando para traer bendición a todas las familias de la Tierra, tal como lo había prometido a Abraham e Isaac (Gen. 12:1-3; Gen. 26:3-4).

Yaakov bendijo a cada uno de sus hijos con una declaración profética muy particular. Cuando llegó a Yisajar y Dan les llamó burro y serpiente. ¿Cómo reaccionarías tú si tu padre te dijera: “…burro…», «…que seas una serpiente…”? ¿Te ofenderías? ¿Por qué te ofenderías? ¿Porque tu padre te llamó burro y serpiente? Y en el caso de la bendición de Yaakov, entendiendo que eran palabras proféticas traídas del cielo, ¿cómo te sentirías si el Cielo te dijera burro y serpiente? ¿Qué clase de bendición sería eso?

Si uno sería ofendido por eso es porque estaría dando un sentido negativo y ofensivo a las palabras burro y serpiente, ya que en nuestros días muchas personas usan el calificativo de animales para ofender a otras. Palabras como “cochino”, “burro”, “lobo”, “mono”, “perro”, “cerdo” etc. son utilizadas cotidianamente para ofender. En ese caso se está haciendo una comparación entre la conducta del hombre con la de cierto animal, y entonces se fija en lo negativo, aplicándolo a una persona, para hacerle daño. Si la persona que recibe la ofensa es sensible o si tiene un complejo de rechazo o de inferioridad será muy dañada por tales palabras. Es como echar sal en sus heridas emocionales.

Sin embargo, al considerar la cosmovisión hebrea de Yaakov, la comparación se hace positiva en lugar de negativa. Todo depende del sentido que se da a las palabras.  Veamos dos ejemplos de esto: Yisajar (Isacar) comparado con un burro, y Dan con una serpiente.

El burro era el animal que se utilizaba en la época de los patriarcas como el medio de transporte y de carga. Era un animal muy útil para todo tipo de quehaceres.

Los burros son capaces de acarrear entre el 20% y el 30% de su peso corporal. A pesar de no ser tan rápidos y fuertes como los caballos, su mantenimiento es menos costoso, tienen una gran resistencia y una larga vida y son más ágiles en terrenos abruptos e irregulares que los caballos. En cuanto a su simbolismo oriental, puede significar simpleza pero también estupidez y terquedad.
En la Biblia, el burro aparece como el animal del tiempo de trabajo y de paz, en oposición al caballo, que es el animal de la guerra, usado por los ejércitos invasores.

Desde todo esto la cosmovisión profética que Yaakov tenía del burro es que es uno de los mejores siervos que el hombre ha tenido a lo largo de su historia. Por lo que está anunciando a su hijo, y los descendientes de este, la característica principal que ellos manifestarían a las naciones.

Yaakov también comparó a su hijo Dan con un animal: la serpiente. Esta comparación no parece halagadora, pero en realidad aquí se está usando en el sentido positivo de su simbolismo.

El Mesías Yeshúa dijo que seamos “astutos como serpientes”:

Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos; por tanto, sed astutos como las serpientes e inocentes como las palomas

(Mateo 10:16)

 

Por esto debemos entender que Yaakov está usando a la serpiente como algo muy positivo, ya que es el simbolismo de la defensa contra los enemigos.

El secreto de esto en verdad se encuentra en la gematría de la palabra serpiente que coincide con la del Mesías:

Mesías – mashiaj – (358) = serpiente – najash (358).

Por lo que Yaakov está anunciando a través de esta declaración, es que la defensa contra el enemigo (ego, orgullo = caballo y jinete) será saber discernir en juicio recto (Dan significa juicio divino) por medio de la visión del Mesías como vencedor de la tendencia del alma humana a pecar.

El último ejemplo que quiero tratar es la bendición de Yaakov sobre su hijo Judá.

“Cachorro de león es Judá; de la presa, hijo mío, has subido. Se agazapa, se echa como león, o como leona, ¿quién lo despertará?”

(Génesis 49:9)

El león comienza como cachorro, pequeño e inmaduro, … así era Judá. Pero ese cachorro se convierte en león. Y del linaje de Judá vendrá el Mesías, Yeshúa, quien se le conoce en las Sagradas Escrituras como “el León de Judá” (Apoc. 5:5).

Siguiendo el concepto del león, sabemos que éste es “el rey de la selva”. En su bendición a Judá, Jacob profetizó que sus descendientes iban a ser reyes.

 “El cetro no se apartará de Judá, ni la vara de gobernante de entre sus pies, hasta que venga Siloh, y a él sea dada la obediencia de los pueblos”

(Génesis 49:10)

La frase: “…hasta que venga Siloh” significa: Hasta que venga el Mesías. Hoy, sabemos y creemos que el Mesías es Yeshúa, quien es descendiente de Judá, del linaje de David (Apoc. 5:5). Siloh significa: “reposo, tranquilidad”. El Mesías es el único que podrá traer paz verdadera al alma de los hombres y gobernará sobre toda la Tierra (Rom. 15:12).

La profecía de “liderazgo” tomó unos 640 años en cumplirse (con el reinado de David, primero de los Reyes de la dinastía de Judá), y unos 1600 años en cumplirse en Jesús. Jesús es conocido como Siloh, nombre que significa: “Él hombre cuyo derecho es” en la antigüedad se entendía que con este título se hablaba del Mesías.

 

Como podemos darnos cuenta, las palabras de nuestro padre Yaakov a sus hijos eran solamente positivas y constituyen grandes bendiciones, relacionadas con los tiempos mesiánicos que el Eterno traería al mundo por medio de la nación de Israel que de esos doce hijos saldría.

Esto nos enseña que las palabras pueden tener diferentes significados en diferentes personas, culturas, tiempos y contextos. Por lo tanto, cuando leemos las Escrituras es muy importante que no intentemos entender las palabras hebreas según el contexto moderno ajeno a la cultura hebrea antigua.

La mayoría de las falsas doctrinas y las malas interpretaciones de las Escrituras dependen de la falta de conocimiento del significado de las palabras en su contexto.

Aunque los traductores de las Escrituras han intentado, con toda su buena intención, traspasar a otro idioma y cultura conceptos que fueron escritos y entendidos en culturas e idiomas muy diferentes, siempre se introducen errores y malos entendidos en las traducciones. Esto es inevitable.

Otro aspecto que hay que tener en cuenta es la plataforma teológica desde la cual se lee, interpreta y traduce las palabras divinas. Un traductor que no considere la mentalidad hebrea y sus raíces nunca podrá entender las Escrituras hebreas de manera correcta, porque su mente está formada por conceptos teológicos que contrastan con la idiosincrasia de las Sagradas Escrituras. Aceptemos esto hoy, si le es difícil entender las Escrituras para uno que tiene el hebreo como su lengua materna, ¡cuánto más difícil no será para un extranjero!

Por lo tanto, hay que tener mucho cuidado a la hora de sacar doctrinas desde las traducciones de las Escrituras. Al leer una traducción no solamente se lee la traducción de las palabras originales, sino también lo que el traductor piensa que quiere decir lo que se escribió en el original y eso no siempre concuerda con la verdad, simplemente porque el traductor le da otro sentido a los términos que el que tenían cuando fueron escritos, no porque no haya querido entenderlos correctamente, sino porque su mente ha sido formada de manera diferente y su entendimiento de los términos es diferente al original.

Lo mismo sucede cuando se lee las Escrituras directamente en su idioma original hebreo, arameo y posiblemente griego. Hay que tener cuidado de no introducir en las palabras los significados modernos o greco-romanos porque en tal caso vamos a entenderlas mal y sacar conclusiones muchas veces dañinas para nuestra fe y conducta.

En este momentos elevo una plegaria para que el Eterno nos dé humildad para prestar atención a lo que enseñan los que conocen al Eterno y las Escrituras y, ante todo, que nos dé un espíritu de revelación y sabiduría de lo Alto a la hora de escudriñar las Sagradas Escrituras para que las podamos entender correctamente para nuestra correcta formación.

Por último, y volviendo a nuestro pasaje, vemos que Yaakov  bendijo a cada uno de su hijos y dio una predicción de su futuro, teniendo en cuenta su carácter. La manera como habían vivido se reflejó en la bendición y en la profecía dicha por Yaakov. Es evidente que nuestro pasado afecta el presente y determina el futuro. Mañana, al amanecer, todas nuestras acciones de hoy serán parte de nuestro pasado. Sin embargo, ya empezaron a forjar el futuro. Por eso me atrevo a preguntarte a ti, mi amado lector: ¿Qué acciones puedes hoy llevar a cabo o evitar para forjar positivamente tu futuro?

 

 

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¿Quién luchó con Yaakov (Jacob)?

Por P.A. David Nesher

Jacob se quedó solo, y un hombre luchó con él hasta rayar el alba. Cuando vio que no había prevalecido contra Jacob, lo tocó en la coyuntura del muslo, y se dislocó la coyuntura del muslo de Jacob mientras luchaba con él. Entonces el hombre dijo: Suéltame porque raya el alba. Pero Jacob respondió: No te soltaré si no me bendices. Y él le dijo: ¿Cómo te llamas? Y él respondió: Jacob. Y el hombre dijo: Ya no será tu nombre Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has prevalecido.«

(Génesis 32:24-28)

En su regreso a la Tierra Prometida, Yaakov estaba anticipando el encuentro que tendría con su hermano Esaú. Pero antes de encarar a su hermano, nuestro padre tenía que tener otro encuentro… Ese encuentro que tarde o temprano todos enfrentamos, y que nos cambia la vida. El conocido «Encuentro Personal con Dios«.

Yaakov estaba viviendo un momento crítico en su vida. Estaba por enfrentarse con Esav, y tenía mucho temor. Aunque había orado a Dios, pidiendo Su ayuda (v.9-12), seguía confiando en parte en su propia astucia, como lo evidencian los v. 13-21.

Yaakov, aunque contaba 97 años sobre sus lomos, todavía dominaba su propia vida. Era un hombre sumamente fuerte. Hasta ahora no había tenido la experiencia de la entrega total al Eterno. Su fuerza era él mismo.

«Y Jacob se quedó solo, y un varón estuvo luchando con él hasta rayar el alba» (32:24).

Esa noche, Yaakov había hecho cruzar el arroyo a su familia, y luego se fue a un lugar solitario para meditar y orar, y derramar su corazón ante Dios. Por fin Yaakov se quedó sólo. Allí es donde el Eterno lo quería. Quería tratar con él a solas. Él se quedó solo, y de repente fue consciente de una pelea. Una pelea que vibraba en tres planos: físico, psíquico y espiritual. Una lucha que descubrió tenía en su interior desde hacía muchos años, y que se manifestaba en cada uno de los días que había vivido (leer Romanos cap. 7). Yaakov, en su soledad, descubrió que en su interior tenía una lucha que desde su alma impedía una perfecta relación con el Eterno. Dicha batalla interior, se fundamentaba en las heridas que su alma tenía con su hermano Esav.

Lo primero que notamos es que un varón estuvo luchando él hasta el amanecer en el vado (del río Jordán) llamado Jaboc. Es significativo que el nombre Jaboc significa luchador. Hay un juego de palabras aquí con luchó y Jaboc. Entonces prestemos atención a esto.

En hebreo, la palabra Jaboc es yabok, y la palabra luchar es yaaveik. La palabra hebrea para lucha se encuentra sólo aquí y en el siguiente versículo, y en ningún otro lugar en toda las Sagradas Escrituras. Esta palabra en sí proviene de la raíz avak que significa polvo. Así que el significado básico de esta palabra es el polvo que se levanta mientras lucha. Pero, lo que hace interesante a este nombre, es que espiritualmente significa: «el hombre que lucha para dejar de ser simplemente polvo» o «el hombre que lucha para levantarse del polvo«. Es decir que esta fue una lucha que incitó al patriarca a batallar contra las tentaciones, en procura de su evolución espiritual. 

En base a eso, esta escena de la vida de nuestro padre es muy relevante y trascendental, ya que en ella se describe la lucha interior de todo ser humano que quiere trascender lo material y elevarse a la plenitud de la imagen divina (Imago Dei) que se le ha otorgado por creación. Esta batalla jamás se logra ganar desde la soledad egocéntrica, sino solamente desde un Encuentro Personal con el Mesías. Por todo ello, evidentemente el nombre Jaboc se le dio al río en una fecha posterior para recordar la increíble experiencia de Jacob esa noche.

Entonces, ¿fue un hombre o un ángel el que luchó con Yaakov toda lo noche? Su identidad emerge gradualmente, y Yaakov se apresura a tomar cada pista.

No parece haber ninguna duda de que el autor de este pasaje (se cree que probablemente fue Yaakov) lo destinó para que fuera tomado literalmente. En lo que se refiere al misterioso luchador, él estaba en forma de un hombre, pero en realidad era un ángel. En cuanto a lo que la Torah nos dice acerca de la identidad del personaje, lo llama explícitamente «Ish» (32:25), que quiere decir: «varón» u «hombre«. Yaakov lo consideró como «enviado de Dios«, y no es extraña esta identificación, como antecedente tenemos que en Bereshit/Génesis 18:2 podemos leer acerca de la visión de tres hombres (anashim en hebreo, plural de ish) frente a Avraham, de los cuales luego reconocemos que son enviados del Eterno, e incluso se asume que son la misma presencia de Dios, por lo que no hay duda de que los ángeles pueden asumir las características físicas de los hombres si tienen que hacerlo. El Espíritu Santo indica que se trataba de un ángel como el SEÑOR inspiró a escribir al profeta Oseas:

«En el vientre tomó por el calcañar a su hermano, y en su vigor luchó con Dios.
Luchó con el ángel y prevaleció; lloró, y alcanzó misericordia.
En Bet-’El lo encontró, y allí habló con nosotros.
¡Sí, YHVH es ’Elohey Shebaot!
¡YHVH es su nombre!

(Oseas 12:3-5)!

El primer hecho misterioso de este pasaje es justamente que dicho ser espiritual apareció con forma humana. De acuerdo a lo explicado con respecto al río Jaboc, al ser contra el cual lucho Yaakov suele ser considerado como el «agente celestial de Esav/Esaú«, que es otro de los nombres del Yetzer HaRá (inclinación hacia lo negativo – carne ).  Por tanto, esta historia remarca que Yaakov no peleó contra algo ajeno a él, sino contra una parte de sí mismo, que dicho ser celestial materializa. Es decir que nuestro padre luchó:

  • contra sus propias tendencias a apartarse del camino del Bien,
  • contra su deseo por prevalecer empleando métodos reñidos con la ética y moral,
  • contra sus apetencias irracionales,
  • contra su anhelo de éxito sin miramientos,
  • contra su ambición material,
  • contra su olvido de perseguir lo trascendente en lugar de lo fugaz,
  • contra la imagen que había internalizado, y por tanto integrado a su personalidad, de su extraviado hermano Esav.

Así, vemos que nuestro padre Yaakov llegó a un punto en su existencia en la cual por primera vez descubrió sus heridas errores y hábitos descaminados, es decir, ante el encuentro crucial con su hermano, el patriarca desnudó para sí su alma, ante el Señor, y cuando reconoció lo que no era correcto, luchó contra sí mismo junto al poder del Eterno.

En esta primera instancia, las líneas sagradas nos enseñan que cuando un escogido lucha contra esa parte perversa que compone su ser, contra lo que lo aleja de su esencia más preciosa, contra lo que abjura del Eterno. Cuando el redimido se esmera y esfuerza por crecer, en lugar de vegetar o afanarse por el triunfo vacío, entonces, la persona está haciendo lo que hiciera Yaakov. Y si vamos armados con Torah (Instrucción) y sus preceptos, junto a la voluntad de combatir hasta las últimas consecuencias, entonces, estamos en condiciones de vencer nuestro Yetzer HaRá (inclinación a lo negativo -carne-), y así vencernos a nosotros mismos. Sólo de ese modo lograremos superar nuestra antigua identidad apática y pasar a ser una nueva persona, alguien capaz de enfrentarse sin tapujos contra lo negativo, y adentrarse en lo positivo para ya nunca más fracasar.

Sin embargo, en la evaluación de Jacob, su oponente de lucha era más que un simple ángel encarnando su vieja naturaleza herida. Era nada menos que el «Ángel del SEÑOR«, es decir, el Mesías pre-encarnado, y la manifestación visible del Dios invisible.

Cuando Jacob (hebreo: Yaakov) comenzó a orar esa noche, poco sabía que como él clamó a Yahvéh por fuerza y ​​liberación, acabaría luchando con Dios mismo. De la forma en que él luchó en la oración, fue con la sensación de que el SEÑOR estaba realmente presente con él. A medida que él gritó más y más en la oración, la presencia del Eterno se hizo más y más real para él hasta que, de repente, ¡Él era real! Los brazos levantados de Jacob en realidad estaban aferrados a YHVH mismo, Dios en forma humana. Fue una larga lucha indecisa. Pero una vez que se dio cuenta Yaakov con quien peleaba, declaró: «No te dejaré, si no me bendices«. Yaakov no estaba luchando más, sólo se estaba aferrando. Yaakov sintió que, si se soltaba por un momento, significaría que Dios le había dejado su oración sin respuesta; y así se aferraba desesperadamente, pidiendo al mismo tiempo Su bendición. Se dio cuenta de que no se llega a ninguna parte luchando y resistiendo a Dios. 

Así, al ver que la fe y la comprensión de Su siervo fueron creciendo mientras se aferraba, El SEÑOR en Su gracia permitió a Jacob que se sujetara a Él. Nuestro padre Yaakov ha sido reducido al lugar donde lo único que puede hacer es aferrarse al Eterno con todas sus fuerzas. Él ya no puede pelear, pero sí puede agarrarse bien. No es un mal lugar donde estar. La única manera en que usted consigue algo con Dios es cediendo y simplemente aferrándose a Su Presencia.

Al rayar el alba, el Ángel de Yahvéh misteriosamente pidió a Yaakov: “Déjame…” (v.25). En algún momento, cuando el Señor vio que no podía dominar a Yaakov, le dio la bendición que buscaba. Al parecer, ¡Yaakov podía más que Él! No era porque Yaakov era más fuerte que el Mesías. No era que Él no podía dominar a Yaakov, sino que Él permitió a Jacob aferrarse. Las palabras del Señor se deben, más bien, a la tenacidad con la cual Yaakov ‘peleaba’, y su insistencia en seguir confiando en sí mismo, en vez de ‘soltar’ su autoconfianza, y aprender a confiar en Dios. Pero viendo que no podía con él, le atacó el encaje de su muslo, y se le descoyuntó el muslo a Yaakov mientras luchaba con él (32:25), para que recordara por siempre esta experiencia. 

Esta acción no debe ser tomada como un castigo, sino como parte del discipulado del patriarca. Esto representa la manera en que a veces Dios tiene que quebrantarnos, para que dejemos de confiar en nosotros mismos, y aprendamos a confiar incondicionalmente en Él. Esto sería un recordatorio continuo de este encuentro único. 

Sin embargo, Yaakov siguió luchando por la bendición, a pesar de tener el muslo descoyuntado. Esta descoyuntura en Yaakov fue su castigo por querer huir y no depender de Dios. Aquí, el Señor está contestando la oración de Yaakov que encontramos en Génesis 32:9-12. Pero antes de que Yaakov pueda ser librado de la mano de su hermano, tiene que ser librado de su propia voluntad y autosuficiencia. Yaakov pensaba que el verdadero enemigo estaba fuera de sí, o sea, Esav. En esta lucha descubrió que el enemigo verdadero era su propia naturaleza carnal, que no había sido conquistado por Dios.

El Eterno tendrá la victoria en nuestras vidas si es que nosotros dejamos nuestro ‘yo’ (ego) al gobierno de Dios. Mientras no sea así, habrá una lucha constante entre el Señor y nosotros.

El Nombre de Jacob Fue Cambiado (vv. 27-28)

Cuando el Ángel de Yahvéh le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?” (v.27), no era porque no lo conocía; sino porque quería confrontar a Yaakov consigo mismo. El Señor quería llegar a ese punto en su vida, al punto de confesar quien verdaderamente era en sí mismo. Era necesario admitir que su nombre significaba lo que hasta ese momento su hermano Esav había dicho: «suplantador» o «estafador» (Gén. 25:26; 27:36), lo cual implica un reconocimiento de que había algo en él que no era agradable ante el Cielo, al ser capaz de mentir, engañar y hurtar para obtener beneficios materiales y espirituales. Fue un nombre apropiado para un hombre que siempre tomaba lo que quería a la fuerza o por medio de estrategias humanas. Pero ahora recibe otro nombre. El Ángel del Señor dice:

“No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.” 

(Génesis 32: 28)

Israel” este nombre significa «el que lucha con la fuerza del Principio de Dios» y así vence a los hombres (Esav y Laván).

Lo extraño de esto es que Dios le dice: “y has vencido” (v.28) en un sentido de felicitación. ¿Por qué lo felicita por eso?

Uno pensaría que la manera en que venció, tanto a Esav como a Labán, no merecía una felicitación, por parte de Dios; menos una felicitación por haber estado peleando con Dios, hasta vencerlo. Al parecer, Dios lo estaba felicitando, por su perseverancia. La perseverancia en su lucha con Dios debe entenderse en el sentido de la oración. Yaakov no estaba dispuesto a dejar de orar y clamar al Señor, hasta que Él se comprometiera a darle la victoria.

Yaakov venció en el sentido de que aguantó a través de su batalla hasta que Dios lo conquistó completamente. Cuando luchas contra Dios, solo ganas por perder y por no darte por vencido hasta que sabes que has perdido. Así es como Yaakov venció.

Esto es muchas veces lo que Dios tiene que hacer con nosotros. Tiene que llevarnos a reconocer nuestras debilidades y nuestra naturaleza pecaminosa. Lo mismo que el Eterno enseñó a Yaakov allí en Peniel, hoy nos está hablando a través del Espíritu de Yeshúa. Para poder avanzar y crecer en la vida espiritual, tenemos que ser suficientemente honestos, y reconocer quienes somos ante el Eterno cuando aún no nos sometemos a su señorío: simples pecadores.

La importancia del nuevo nombre de Jacob fue que le permitió entender su nueva pertenencia. Ahora su identidad dependía del Eterno como su único Dueño. El nuevo nombre sería para recordarle siempre su nuevo destino, y la cojera adquirida sería para recordarle siempre que vivir en el temor de YHVH sería el único secreto del éxito en su peregrinar por la vida (Proverbios 9:10).

Antes de regresar a la Tierra Prometida, Yaakov se encontró con el Eterno. Este evento fue un punto de inflexión en su vida. Para Yaakov, la victoria en la oración fue recibir la bendición de Dios. Él la pidió (v.26), y la recibió (v.29). El texto no indica en qué consistió dicha bendición. En parte, pudo haber sido su nuevo nombre; y en parte, la liberación de las manos de Esaú. Yaakov recibió un nuevo nombre que indicaba la naturaleza de su nueva relación con Yahvéh.

Finalmente, se enteró de que en el modo de hacer las cosas del Señor, la fuerza llegaría a través de la debilidad de su alma frente al poderoso Trono del Eterno. Nuestro padre Yaakov terminó débil físicamente (v.31), pero más fuerte espiritualmente. Eso lo evidencia el siguiente capítulo (Gén. 33:3), cuando él se coloca al frente de su familia, para ir al encuentro con Esav. Ya no estaba confiando en sus estrategias humanas, sino en solamente en la Benevolencia del Eterno.

Yaakov y su Confianza en el «Dios Genetista»

Por P.A. David Nesher

«… Mas él le respondió: Tú sabes cómo te he servido, y cómo le ha ido a tu ganado conmigo. Porque tenías poco antes de que yo viniera, y ha aumentado hasta ser multitud; y el SEÑOR te ha bendecido en todo lo que he hecho. Y ahora, ¿cuándo proveeré yo también para mi propia casa?
Y él respondió:
¿Qué te daré?
Y Jacob dijo: No me des nada. Volveré a pastorear y a cuidar tu rebaño si tan sólo haces esto por mí: déjame pasar por entre todo tu rebaño hoy, apartando de él toda oveja moteada o manchada y todos los corderos negros, y las manchadas o moteadas de entre las cabras, y ése será mi salario. Mi honradez responderá por mí el día de mañana, cuando vengas a ver acerca de mi salario. Todo lo que no sea moteado y manchado entre las cabras, y negro entre los corderos, si es hallado conmigo, se considerará robado.»

(Génesis 30:29-33)

Al leer el libro de Bereshit, nos encontramos con un pacto comercial que plantea un problema genético de difícil interpretación científica. Es la alianza económica que hizo nuestro padre Jacob (en hebreo Yaakov) y Labán, su suegro.

Recordaremos que una vez finalizado el contrato de catorce años de trabajo a cambio de sus esposas, nuestro padre Yaakov estaba ansioso de regresar a su tierra natal. Pero al ver Labán cómo le había bendecido Yahvéh por causa de su yerno, insistió en que continuase supervisando sus rebaños; incluso le dijo a Yaakov que estipulase su propio salario.

«Vayomer elav Lavan im-na matsati jen be’eyneyja nijashti vayevarjeni Adonay biglaleja.» Mas Labán le respondió: ¡Si he hallado gracia en tus ojos!; he sabido por adivinación que el Eterno me ha bendecido por tu causa!«]

La traducción: «Sí he hallado gracia en tus ojos«, el sabio Soforno dice que debería ser así: “Si me amaras -como debe amar un familiar-, no me abandonarías”.

Labán continuo diciendo que, por medio del ocultismo, se había enterado de que, únicamente gracias a la presencia de Yaacov, se había vuelto un hombre acaudalado y que había sido bendecido con hijos (Rashí). En base a esto, los sabios dicen que es posible que Labán haya tratado de provocarle sentimiento de culpa a Yaacov, pues su partida redundaría en un desastroso decaimiento en las fortunas de la familia de sus mujeres e hijos.

Labán había albergado la esperanza de que el piadoso Yaakov se sintiera halagado con este reconocimiento de la intervención divina y declarara su disposición a quedarse sin goce de sueldo. Pero, apenas Labán se quedó en silencio, se dio cuenta de que iba a tener que ofrecerle un incentivo. Por eso le pidió a Yaakov que estipulara sus términos. Yaakov inició su respuesta reiterando que había servido a Labán con lealtad y en la forma debida, es decir, que no tenía motivos para sentirse culpable. Al contrario, fue Labán el que se había aprovechado de él todos esos años.

Importante es saber que en esa zona geográfica las ovejas y las cabras suelen ser de un solo color: las ovejas, blancas, y las cabras, negras. Por consiguiente, Yaakov se atrevió a hacer un pacto con el egoísta de su suegro, estableciendo su salario de una manera muy curiosa. Según lo pactado Yaakov propuso:

los animales que desde ahora nazcan moteados y manchados entre las cabras, y además marrones entre las ovejas serán míos”.

Es decir, Jacob se llevaría a la descendencia salpicada o manchada, pero los separaría de los animales actualmente salpicados con manchas en el resto del rebaño, por lo que las probabilidades estaban totalmente en contra de él. Permitiendo que las ovejas y cabras salpicadas permanecieran en el rebaño, aumentaría la probabilidad de tener más descendientes salpicados del mismo rebaño.

Labán le respondió: ¡Oh, que sea de acuerdo a tu palabra!” Este es un acuerdo aceptable para ambas partes. En primer lugar, se trataba de un método infalible para distinguir entre los rebaños de Labán y Yaakov, además, a Labán le gusto el trato debido a que las probabilidades estaban a su favor. Yaakov pudo haber propuesto el acuerdo, porque él estaba dispuesto a confiar en el Eterno. Y para mantener el salario tan bajo como fuese posible, Labán, por sugerencia de Yaakov mismo, separó de los rebaños todas las cabras rayadas, moteadas y con manchas de color y toda oveja morena oscura entre los carneros jóvenes, y se las entregó a sus propios hijos para que las cuidasen, e incluso fijó una distancia de tres jornadas entre ellos para evitar cruces entre los dos rebaños. Solo pertenecerían a Yaakov

las que a partir de entonces naciesen con un color anormal. (Génesis 30:25-36).

Entonces, Yaakov avinu (nuestro padre) situó una vara con manchas frente a las ovejas “para lograr el objetivo”. Tomó varas (ramitas verdes y todavía húmedas) de estoraques (otra versión dice álamo), almendros y castaños (otra versión dice plátanos), y las descortezó, para darles la apariencia de estar rayadas y moteadas. Colocó estas varas en los canales de los abrevaderos de los animales. Él tenía en su fe la idea de que si los animales miraban las rayas cuando estaban en celo, la prole que tuviesen sería moteada o de un color anormal. También procuró colocar los palos en los abrevaderos solo cuando los que estaban en celo eran los animales más fuertes y robustos. (Génesis 30:37-42).

Los antiguos contratos de pastoreo que se realizaban en estas regiones del Medio y Cercano Oriente, estipulaban una porción de entre el diez y doce por ciento del rebaño, junto con un porcentaje de la lana, y de los derivados de la leche. En los rebaños orientales, las ovejas tienen como color dominante el blanco, y las cabras poseen como color dominante el marrón oscuro o el negro. Por ende, las ovejas que eran de color oscuro (ya sea de color marrón oscuro o negro) o incluso moteado o manchado, y las cabras que eran manchadas o moteadas eran colores recesivos y eran escasos, probablemente no más de diez a veinte por ciento del total del rebaño.

Es decir que, como los animales ovinos oscuros y caprinos con manchas representaban una proporción más pequeña, era Labán quien claramente, desde una perspectiva humana, se llevara la mejor parte del negocio.  Yaakov avinu estaba dispuesto a comenzar con el mínimo y, al hacerlo, aparentemente se ponía a sí mismo en una gran desventaja. Él ha elegido para su salario los animales «raros» o «anormales», pero él también tiene el secreto para cambiar esto. Yaakov conocía la creencia popular entre los pastores que aseguraban que la naturaleza de las crías depende, en parte, de las influencias externas que rodean a la madre en el momento de la concepción.

Con esto en su mente, más la emuná (fe) de las promesas divinas en su corazón elaboró una estrategia milagrosa. La misma estaba llena de la astucia que caracterizó siempre a Yaakov, pero impregnada de humildad y obediencia a los tiempos del Eterno. Este plan se reduce a las siguiente técnicas «genéticas» celestiales:

  1. En cuanto a las cabras (vv. 37 -39), las hace aparearse ante varitas listadas de blanco, cuya vista se suponía que influía en la formación del embrión (técnica del control de la concepción).
  2. En cuento a las ovejas (v. 40), hace que al aparearse estén mirando a las cabras negras del rebaño.
  3. Para estas operaciones se asegura de elegir los machos vigorosos, dejándole a Labán los animales débiles y sus crías (técnica la cría selectiva ).

¿Cuál fue el resultado de esto? Los animales con marcas o color anormal (el salario de Jacob) fueron más numerosos que los de un solo color de tono normal, que habrían de pertenecerle a Labán.

Hoy en día, muchos detractores de la fe, al leer este relato se mofan pues no saben exactamente cómo funcionó este método. Es posible que Jacob sabía más sobre la cría de animales que lo que la humanidad hoy en día conoce, pero lo más probable que Jacob hizo lo mejor que sabía y el Eterno, nuestro Dios, lo bendijo.

Lo cierto es que detrás de este logro está el trabajo sacrificado y diligente y eficiente de Yaakov. Él mismo describe gráficamente todo el sacrificio y esfuerzo denodado que puso en el trabajo (31: 38-42) Seguramente como Yaakov obtuvo el resultado deseado, es probable que en un principio pensara que lo había conseguido con su estratagema de las varas rayadas. Sin embargo, en un sueño su Creador le explicó la verdadera razón. Jacob llegó a saber por medio de un sueño que fueron otros factores (en este caso, los genéticos), no las varas, los causantes de su éxito. Aunque Jacob estaba al cuidado de animales de un solo color, la visión le reveló que los machos cabríos eran rayados, moteados y manchados. ¿Cómo pudo ocurrir algo así? Al parecer, aunque tenían un color uniforme eran híbridos, debido a los cruces que se habían producido en el rebaño de Labán antes de que Jacob empezara a cobrar su salario. Por consiguiente, según las leyes de la herencia descubiertas por Gregor Mendel en el siglo pasado, algunos de estos animales llevaban en sus genes los factores hereditarios para producir animales manchados y moteados. (Génesis 31:10-13).

Un artículo publicado en la revista científica Nature hace un tiempo atrás relata como se comprobó en ratones, que progenitores homocigotas para “spotted tail” (cola manchada) tuvieron en la descendencia ratones con “white tail” (cola blanca), contradiciendo las leyes de Mendel. De igual manera, fue valida la prueba a la inversa – es decir, homocigotas de cola blanca, tuvieron descendencia con colas manchadas. Posteriormente lo aislaron y al inyectarlo en los ovocitos, obtuvieron crías con white tail, a pesar de provenir de progenitores sin genes “white tail” en su ADN (ya que eran homocigotas). Por otro lado, he tratado de buscar información acerca de la capacidad del estímulo visual per se, como generador de alguna respuesta genética (o sea, al igual que las varas que uso Yaakob para inducir a las ovejas a tener crías moteadas).

Siguiendo la linea de pensamiento del hallazgo científico descripto (vale decir que es posible transmitir rasgos aun en ausencia del gen en los progenitores, a través del RNA generado alguna vez por un estímulo y guardado en la “memoria”) deberíamos suponer que las varas tuvieron el objetivo de generar RNA. Este fenómeno descrito, se conoce como “paramutación”. Otro comentario del articulo dice que, los rasgos heredables pueden estar guardados en una memoria ajena al ADN. El mecanismo de paramutacion o “imprinted memories” se realiza a través del RNA, sin la participación del ADN. Es decir, “un estímulo” genera el síntesis del RNA, y este se acumula en todas las células, y en consecuencia se trasmite a la descendencia. En la experiencia publicada, obtuvieron grandes cantidades de RNA “white tail” en el sémen de los ratones. De esta manera se comprobó también que los estímulos visuales no sólo generarían una respuesta química, transitoria y reversible una vez desaparecido el estímulo, sino que “despertarían genes” y generarían RNA. Finalmente, los trabajos de los premios Nobel David Hubel y Torsten Wiesel demostraron que los estímulos visuales generan respuestas plásticas en el cerebro; en otras palabras moldean el cerebro. Esto es un descubrimiento muy poderoso, dado que confirmaría que todo lo que el niño (y los demás) observa, deja una marca indeleble en su cerebro, no sólo generando respuesta genética transmisible (a través del RNA) sino que hasta afecta el «shape (forma) cerebral».

¡Asombroso por cierto! ¡Esto es exactamente lo sucedido con las ovejas de Yaakov, y él no conocía de genética (pero Yahvéh sí)!

Durante los seis años que Yaakov trabajó en estas condiciones, y Yahvéh lo bendijo en gran manera y lo hizo prosperar no solo incrementando sus rebaños, sino también la cantidad de siervos, camellos y asnos, a pesar de que Labán seguía cambiando el salario que había acordado. Finalmente, el “Dios verdadero de Betel” le mandó a Yaakov que regresase a la Tierra Prometida. (Gén. 30:43; 31:1-13, 41).

Vemos así cómo Yahvéh, nuestro Abba, bendijo a Jacob y él enriqueciómucho, o se volvió muy próspero. El hebreo antiguo dice: “el hombre exclamo, extremadamente”, dando la idea de que hubo una explosión de prosperidad. El Eterno bendijo a Jacob, pero no fue porque Jacob era especialmente bueno. Fue a causa de las promesas que Él hizo a Jacob (Génesis 28:13-15) y el Pacto hecho a Abraham avinu. De la misma manera, la bendición viene del Señor para nosotros, no porque seamos grandes o buenos, pero debido a la alianza que Dios ha hecho con nosotros a través de Jesús, y las promesas que nos ha dado en su Palabra.

Debo dejarles bien en claro que aquí las tiras blancas de Jacob funcionaron al igual que las mandrágoras de Raquel (30: 14-18). No fueron las mandrágoras lo que la hacía fértil, y no fueron las tiras blancas las que produjeron los animales de colores recesivos. Fue el SEÑOR quien abrió el vientre de Raquel, y Ya’akov finalmente reconoció que era Dios, quien aumentó su rebaño (31:10-12).

Concluyendo nuestro peregrinar por los códigos de este relato de la Torah, necesito insistirles en los principios de liderazgo que Yaakov avinu aplicó para obtener una explosión de prosperidad:

  • No hagas que la riqueza sea tu meta (Génesis 30:25-26)
  • No tengas miedo de trabajar por los demás y tratar de aumentar su riqueza de ellos, antes o mientras trabajas para aumentar tu propia riqueza (Génesis 30:27)
  • Trabaja duro, dedicándote al éxito de tu empleador (Génesis 30:26, 31:38-42)
  • Confía en el Eterno en todo tiempo (Génesis 30:31-33).
  • Visualiza las metas y objetivos para que se hagan una realidad (Génesis 31: 10-13).

La única razón del enriquecimiento milagroso de nuestro padre (avinu) Yaakov fue su confianza en el Eterno y su trabajo diligente y astuto.

Yakoov confió en Yahvéh porque aceptó Su propósito eterno, y decidió obedientemente regresar a Canaán para el perfecto cumplimiento del mismo. Por lo tanto, no fue el engaño, ni tampoco ciertas acciones mágicas lo que lo prosperó, sino Yahvéh, quien guió las circunstancias en la vida de alguien que confió en Él y estuvo dispuesto en todo momento a cumplir Su voluntad que es buena, agradable y perfecta.

Las ovejas y las cabras obtenidas milagrosamente indicaban que Yaakov obtuvo lo mejor de Labán en una manera muy visible y llena de honestidad. De este modo Yaakov avinu se tomó honradamente su desquite de Labán. Lo que demuestra que las bendiciones de nuestro Dios y Abba siempre excederán a todo fraude humano.

Condiciones yahvistas para hacer milagros.

En esta historia patriarcal la Instrucción (Torah) divina nos da una lección de cómo lo sobrenatural siempre se introduce en lo natural mediante la colaboración entre el ser humano y el Eterno. El hombre hace un acto natural y Yahvéh responde con un acto sobrenatural. Este principio se encuentra en todas las Sagradas Escrituras. Yaakov actuó según una visión celestial que un ángel le había dado. Para poder desatar el poder sobrenatural del Eterno dentro de un marco legítimo hay que tener una revelación, tal como el mismo Mesías lo demostró en su vida:

“Por eso Yeshúa, respondiendo, les decía: En verdad, en verdad os digo que el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que hace el Padre, eso también hace el Hijo de igual manera.”

(Juan 5:19)

Para hacer milagros lícitos hay que tener una íntima relación con Yahvéh manifestado como Padre. Además contar con una revelación de lo que Él está haciendo en la historia por medio del hijo o hija que quiere producir el milagro. El que colabora con Él tiene éxito en todo. El que hace milagros sin tener una relación con Él será reprobado, tal como lo dejó bien establecido Yeshúa:

“Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?» Y entonces les declararé:

«Jamás os conocí; APARTAOS DE MI, LOS QUE PRACTICAIS LA INIQUIDAD»

(Mateo 7:22-23)

Este texto nos revela dos verdades muy importantes. Para no ser reprobado en el día del juicio hay que practicar lo sobrenatural a base de dos cosas, una relación íntima con el Mesías Yeshúa y obediencia a la Torá de Moshé. La palabra griega que fue traducida como “iniquidad” es anomia, y significa “sin ley” («sin Torah») o “violación de la ley”. Por lo tanto los que profetizan y hacen milagros en el nombre del Mesías sin tener una relación íntima con Él y sin practicar los mandamientos de la Torah serán finalmente expulsados de su presencia. Lamentablemente serán muchos de los varones y mujeres que oficias como líderes en las congregaciones de la Gran Ramera.

Isaac: un Hijo «Prisionero» del Propósito Divino para forma un Matrimonio Celestial

 

Por P.A. David Nesher

 

 

Y Abrahám le dijo:
«Ten mucho cuidado de no llevar a mi hijo allá.  El Señor, el Dios de los cielos, me sacó de la casa de mi padre y de la tierra de mis parientes; él mismo me habló, y con juramento me dijo: “Esta tierra se la daré a tu descendencia”, así que él enviará a su ángel delante de ti, y de allá tomarás una mujer para mi hijo. Si la mujer no quiere venir contigo, quedarás libre del juramento que me has hecho. ¡Pero de ninguna manera lleves allá a mi hijo!»

(Génesis 24: 6- 8)

El dato curioso que Bereshit nos aporta es que Isaac, el hijo de la promesa, no dejó la tierra prometida ni una vez. Por ello, al leer estos versículos, todo investigador no puede evitar la correcta pregunta que brota de un corazón apasionado por los secretos celestiales:

¿Por qué Isaac (hebreo Yitzjak) no pudo ir a la tierra de donde había salido Abrahám?

Primeramente, y para que la respuesta surja clara del texto, será necesario hacer algunos comentarios que aclaren el contexto de esta historia.

Isaac acababa de cumplir 40 años. Este acontecimiento marcaba el inicio de un ciclo muy importante en la vida de un varón oriental. Había llegado el momento de formar una familia. Este era el tiempo ideal, de acuerdo al diseño divino, para buscarle una esposa.

Ahora bien, las Escrituras Sagradas revelan que el Eterno no quiso que se casara con una mujer de las hijas de Kenáan (Canaán), ni con una mujer de Egipto. Por ello Abrahám hizo jurar a su siervo más confiable, el damasceno Eliezer, por la señal del pacto de circuncisión, y lo envió a buscar una esposa para su hijo de la tierra donde estaban sus parientes, descendientes de Shem, hijo de Noaj. Cuando Eliezer preguntó si podía llevar allí a Isaac, en el caso de que la mujer no quisiera venir, Abrahám contestó rotundamente que no, y lo repitió dos veces.

¿Por qué Yitsjak (Isaac) no podía volver al lugar de donde había salido Abrahám?

Meditando profundamente en los sagrados escritos se nos revela que Yitsjak (Isaac) no podía salir de la tierra prometida. Justamente notamos que más adelante cuando él intenta bajar a Egipto, el Eterno mismo le prohíbe y le ordena quedarse en la tierra (26:2-3). Yitzjak fue el único de los tres patriarcas que no tenía permiso para salir al extranjero. Su vida estaba unida a la tierra de la promesa y allí tenía que permanecer hasta la resurrección. Isaac el hijo de la promesa, no dejó la tierra prometida ni una vez.

Este dato no es una simple curiosidad bíblica, sino que contiene un misterio mesiánico revelado por el Espíritu de Yahvéh, que nos conduce a hacernos las siguientes preguntas: ¿por qué Abrahám no quiso que su hijo se fuera a ver a sus primos y demás familiares? ¿Qué mal había en eso?

Abraham estaba diciendo en realidad a Eliazer: «Elohim me ha prometido que a través de mi semilla Yitzjak, va a traer una bendición para el mundo. Usted puede estar seguro de una cosa: El Señor tiene una esposa para Isaac apartada allí .» Lo notamos claramente: Abraham descansa o se fundamenta en lo que Yahvéh ya ha dicho. Así queda revelado que la fe es descansar en algo y siempre es razonable o prudente. Nunca es un salto al vacío. La fe no es un juego de azar; es una cosa segura. Y Abraham estaba seguro que la esposa de su hijo se encontraba escogida por el Señor entre su parentela.

Por otra parte, el relato da a entender que si Yitzjak hubiera ido él mimo, en busca de una novia, podría haber sido una tentación demasiado grande quedarse con ella en medio de su propio pueblo, en lugar de regresar a Canaán. En el diseño del Eterno que Abrahám había comprendido, estaba establecido que ella debía estar dispuesta a venir a él (24:6 y 8). Por lo tanto, Abraham envió a su siervo más antiguo en la misión.

Las Sagradas Escrituras nos revelan que la familia de la cual había salido Abrahám era de prácticas idólatras, especializados en las artes prohibidas de la astrología (Josué 24:15). Abrahám tomó la decisión de abandonar toda práctica idolátrica y vivir sólo para el Creador de Cielos y Tierra (Génesis 24:3). Él conocía muy bien la fuerza que los familiares podían ejercer sobre sus miembros y es muy posible que no quiso exponer a su hijo Yitzjak a las presiones emocionales que son producto de los lazos familiares, porque correría el riesgo de que adoptara sus costumbres paganas, lo cual contaminaría su alma y dañaría el plan de redención divina para el mundo. Yitzjak era el hijo de la promesa y había que guardarlo de toda contaminación maligna. El propósito eterno de Dios se encontraba plenamente activo y maduro en Isaac. Sus 40 años recién cumplidos así lo anunciaban. Él no podía volver a las sendas de iniquidad ancestral y así abortar la misión que traía en lo más profundo de su alma.

Abraham estableció claramente que la esposa para su hijo debía ser de su mismo linaje familiar (no una cananea), pero, por sobre todas las cosas, debía ser una mujer que estuviera dispuesta a suscribirse al testimonio de la alianza mesiánica que Abrahám y su casa había creído.

El ejemplo de Abrahám conduce al alma de todo padre redimido a un llamado a teshuvah (arrepentimiento que permite retornar al propósito). Esta actitud de nuestro padre en la fe nos enseña y exhorta a cuidarnos mucho de enviar a nuestros hijos a un sistema de cosas que hemos dejado a fin de que no sean contaminados por las costumbres de allí. Cuando dejamos atrás contextos culturales y relaciones con los que practican las costumbres mundanas, es sumamente importante que no dejemos que nuestros hijos vuelvan allí y se enreden en la madeja de iniquidades que nosotros hemos abandonados en al nacer de nuevo en el Mesías. De ceder como padres en esto, todo el proceso de restauración y redención que estamos viviendo sería frenado y abortado en la siguiente generación. Y nuestra conciencia nos juzgaría preguntándonos: ¿para qué entonces nos sacó el Eterno de allí?

Apreciados padres que leen esta bitácora y ya están en la fe de Abrahám, si alguno de ustedes tiene un joven o una joven en su casa que está en edad de casarse, debe orar para que él o ella no haga alianza de amor con alguien que posea «espíritu cananeo» (materialista y hedonista). Un verdadero padre de mentalidad hebrea establece de antemano, por medio de su intercesión de fe, el tipo de matrimonio que desea para sus hijos.

Los padres de la fe yavhista como la de Abrahám enseñan a sus hijos que el matrimonio que cada uno de ellos forme es un diseño divino que se hará parte de la totalidad de su vida, por lo tanto, es una relación permanente y no algo temporal. Por esto, es necesario que cada hijo entienda que la pareja que encuentre debe estar de acuerdo con lo que desean lograr espiritualmente en sus vidas.

No olviden queridos padres que aún estamos en la Tierra, bajo el dominio del sistema reptiliano, y siempre existe el peligro de que uno de nuestros jóvenes se case con uno de los hijos de Babilonia. Si lo hacen, como alguien ha dicho, «tendrán al diablo por su suegro«, y siempre habrá problemas con él.

En este momento elevo una plegaria de intercesión a fin de que el Eterno nos dé gracia para encaminar a nuestros hijos correctamente para que puedan continuar la línea de bendición y redención que hemos recibido por nuestro padre Abrahám y nuestro Señor Yeshúa el Mesías.

Bitácora Relacionada:
Rebeca y su Ministerio para Camellos… (Características de la Excelencia)

Dos Nacimientos y un Solo Propósito (Isaac y Jesús)

Por P.A. David Nesher

«Y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho. Y llamó Abraham el nombre de su hijo que le nació, que le dio a luz Sara, Isaac. Y circuncidó Abraham a su hijo Isaac de ocho días, como Dios le había mandado. Y era Abraham de cien años cuando nació Isaac su hijo.
Entonces dijo Sara:
Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo. Y añadió:
¿Quién dijera a Abraham que Sara habría de dar de mamar a hijos? Pues le he dado un hijo en su vejez«.

(Génesis 21: 2-7)

INTRODUCCIÓN:

Después de la vocación de Abraham para ser el padre de los creyentes (Gén. cap. 12), el nacimiento de Isaac es el segundo gran paso hacia el cumplimiento del Proyecto del Eterno.

Recordemos que la Intención divina vibraba en el deseo eterno de tener Su propio pueblo, separado de las naciones vecinas. Un pueblo que debía confiar en su Palabra; un pueblo a través del cual el Mesías, Salvador del mundo, habría de nacer; y un pueblo que, en última instancia, se convertiría en el medio de bendición para todas las naciones de la Tierra. Ahora el tiempo señalado para el cumplimiento de las promesas del Eterno a Abraham y Sara había llegado y Yahvéh, el dador de bendiciones, cumplió Su promesa.

«Y llamó Abraham el nombre de su hijo que le nació, que le dio a luz Sara, Isaac»

Sabemos que originalmente, el nombre Isaac (en hebreo: Yitsjak)fue como un tipo de regaño por la risa de Abraham y Sara (Génesis 17:17-19 y 18:12-15), pero Yahvéh, nuestro Dios, cambió aquel regaño suave en una causa de gozo. Esto se convirtió en el fundamento de la fe del patriarca, ya que su hijo Isaac fue para Abraham una carta celestial en la que nuestro padre en la fe pudo leer el verdadero Evangelio de Yeshúa.

Existe una sorprendente similitud de conexión entre el nacimiento de Isaac y el nacimiento del Mesías Yeshúa. Yitzjak iba a nacer en el tiempo señalado por el Dios de la creación, como había prometido (21:2). Se dice más acerca del nacimiento de Yitzjak que de cualquier otro nacimiento en las Sagradas Escrituras (Biblia), excepto el nacimiento de Yeshúa, HaMashiaj (el Cristo). Por lo tanto, Yitzjak es un tipo de Cristo y su nacimiento anunciaba el nacimiento del Señor, porque cuando había llegado el tiempo, Dios envió a su Hijo (Gálatas 4:4a; Marcos 1:15; Romanos 5-6; Efesios 1:10).

El teólogo Dr. McGee dijo: “Eso fue verdad de Isaac, y fue ciertamente verdad del Señor Jesucristo. Hay una imagen maravillosa del nacimiento y de la vida de Yeshúa en el nacimiento y la vida de Isaac”.

En los capítulos 21 y 22 de Génesis, tenemos en el nacimiento y la vida de Isaac un notable prototipo del nacimiento y la vida de nuestro Salvador, Yeshúa, llamado el Ungido (Cristo o Mesías). ¡El nacimiento de Isaac comparado con el nacimiento de Yeshúa es una verdadera revelación a la mente de los escogidos! Uno es un tipo del otro que es el arquetipo (o antitipo).

Por ello, debo aquí animarlos a que se atrevan a introducirse en lo que se conoce como tipología bíblica.

Para explicar bien que es tipología bíblica me parece muy importante citar esta definición:

la tipología del Nuevo Testamento llama la atención a [un] punto de similitud entre una persona, evento o cosa en el Antiguo Testamento y una persona, evento o cosa en el Nuevo Testamento

(El Seminario Portátil, pág. 81)

Acorde a esto, debemos entender que un estudio de los tipos de Yeshúa en el Antiguo Pacto nos da una gran cantidad de conocimientos acerca de Él. Gracias al estudio de la tipología comenzamos a ver que el Mesías es el tema central de toda la Biblia, tanto en el Antiguo Pacto como en el Pacto Renovado (o mal llamado Nuevo Testamento). Vemos que no hay tema más importante que el Evangelio de Yeshúa. Por ello, el apóstol Pablo, pudo decir:

Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesús el Cristo, y a éste crucificado

(1 Corintios 2:2)

Las grandes verdades de la muerte de Yeshúa en la cruz por nuestros pecados deben ser lo principal que pensamos al leer las Sagradas Escrituras tanto en el Antiguo como en el Nuevo Pacto, ¡pues el Evangelio del Mesías es el tema principal de la Biblia entera!

En esta bitácora, nuestro enfoque será en el tipo es el nacimiento de Isaac – y el anti-tipo (o cumplimiento del tipo) es el Evangelio de Yeshúa. Esto se debe a que fue a través del nacimiento, el sacrificio y la vida de su hijo Isaac que Dios “dio de antemano [previamente] la buena nueva (evangelio) a Abraham” (Gálatas 3:8).

1. Ambos nacimientos fueron profetizados antes de que ellos nacieran.

Dios prometió darle un hijo a Abraham cuando Dios lo llamó que saliera de Ur de los Caldeos. Eso fue alrededor de 25 años antes del nacimiento de Isaac. Ese es el tipo.
La venida de Yeshúa también fue profetizada antes de que Él naciera. Dios dijo a la nación de Israel,

He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo

(Isaías 7:14).

Ese es el anti-tipo, el cumplimiento del tipo.

2. Hubo un largo período de tiempo entre la promesa y el cumplimiento en ambos casos.

Hubo un período de unos 25 años desde el momento en que el Eterno lo prometió hasta el nacimiento de Isaac. El nacimiento de Yeshúa fue profetizado cientos de años antes de que Él naciera. Así que, de nuevo, hay un tipo y un anti-tipo, una promesa y un cumplimiento de la misma.

3. El nombre de Isaac y el nombre de Yeshúa fueron ambos profetizados antes de que ellos nacieran.

Dios le dijo a Abraham, “Y llamarás su nombre Isaac” (Génesis 17:19).

El ángel del Señor se le apareció a José y le dijo:

Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Yeshúa, porque él salvará a su pueblo de sus pecados
(Mateo 1:21).

Así que, de nuevo, hay un paralelo entre Isaac (el tipo) y Yeshúa (el anti-tipo).

4. El  anuncio del nacimiento de ellos pareció imposible a ambas madres.

Sara tenía noventa años y Abraham tenía cien años cuando nació Isaac. Cuando a Sara se le dijo que ella daría a luz un hijo, “Se rió, pues, Sara entre sí” – y dudó de que algo así sucedería.

Cuando el ángel Gabriel le dijo a Miriam (María) que tendría un hijo llamado Yeshúa, ella dijo:

¿Cómo será esto? pues no conozco varón
(Lucas 1:34).


Notamos que en ambos casos, a las mujeres se les dijo que nada es demasiado difícil para el Señor. A Sara, le dijo el ángel: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” (Génesis 18:14). A María, le dijo el ángel: “Porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37).

Tanto en el tipo como en el anti-tipo, en ambos casos, el anuncio del nacimiento sobrenatural de sus hijos pareció imposible a sus madres, Sara la madre de Isaac y María la madre de Yeshúa.

5. Ambos nacimientos ocurrieron en el tiempo señalado por Dios.

En Génesis 21:2 se nos dice:

Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había señaladoen el tiempo’ anunciado por Dios» _ NVI],” (Génesis 21:2)

En Gálatas 4:4, Pablo dijo:

Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4).

Vemos que Isaac nació en el “tiempo que Dios había dicho”; Yeshúa nació, “cuando vino el cumplimiento del tiempo”. Ambos nacimientos ocurrieron en el tiempo señalado por Dios, tanto el tipo (Isaac) como el anti-tipo (Yeshúa).

6. Ambos el nacimiento de Isaac y el nacimiento de Yeshúa fueron milagrosos.

El nacimiento de Isaac fue un nacimiento milagroso porque Abraham consideraba su cuerpo prácticamente muerto y la muerte de la matriz de Sara (Romanos 4:19 BTX), y sin duda el nacimiento virginal del Señor fue un milagro (Lucas 1: 34-35).

El Dr. McGee dijo:

Los dos nacimientos fueron milagros. El nacimiento de Isaac fue un nacimiento milagroso, y, sin duda, el nacimiento del Señor Yeshúa”.

El Dr. DeHaan dijo que el “milagroso nacimiento de Isaac fue un tipo excepcional de Jesucristo y la fe absoluta en el Nacimiento Virginal…Isaac entonces, como un tipo de Yeshúa, es ante todo una figura, una sombra, y una profecía del Nacimiento Virginal del Señor Jesucristo…El nacimiento de Isaac, Hijo de Abraham, fue un milagro, ya que Isaac nació cuando Abraham era totalmente impotente a la edad de cien años, y Sara era completamente estéril a la edad de noventa años. Pero Dios había prometido a Abraham y a Sara un hijo, una semilla que se convertiría en la bendición de todo el mundo…Se nos dice que Abraham y Sara eran viejos y seniles y Sara se rió de la promesa de un hijo. Entonces Dios le responde:

“¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo

(Génesis 18:14)

Y así fue. Cuando Dios había realizado el milagro del rejuvenecimiento de Abraham y Sara, Él cumplió Su promesa. No era demasiado difícil para el Señor.

Visitó Yahvéh a Sara, como había dicho, e hizoYahvéh con Sara como había hablado. Y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho

(Génesis 21:1, 2)

(M. R. DeHaan, M.D., ibid., pág. 126)

Tanto el nacimiento de Isaac, como el nacimiento de Yeshúa fueron milagros divino; el tipo y el anti-tipo.

7. Ambos Isaac y Yeshúa fueron el gozo de sus padres.

El relato de Bereshit dice:

Y llamó Abraham el nombre de su hijo que le nació, que le dio a luz Sara, Isaac”.
Génesis 21:3

El nombre “Isaac” significa risa. Sara se había reído en incredulidad ante el anuncio de su nacimiento. Y Abraham se rió de gozo por el nacimiento de su hijo. Se rió con tanta felicidad que llamó a su bebé “risa”. ¡Eso es lo que significa el nombre Isaac!

De la misma manera, cuando Yeshúa fue bautizado, Dios dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). ¡Ambos hijos, Isaac y Yeshúa, fueron gozo a sus padres!

8. Ambos hijos fueron obedientes a sus padres, aun hasta la muerte.

Notamos que al crecer, Isaac siguió a su padre para ser atado en sacrificio en el Monte Moriah. Él fue obediente a Abraham aun hasta la muerte.

Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo
(Génesis 22:9, 10)

Yeshúa dijo que Moisés habló de Él. Eso es cierto, y lo podemos notar claramente en el capítulo 22 de Génesis, donde Isaac es un tipo claro del Mesías en su sacrificio. La primera vez que vi en [Génesis 22] estas grandes verdades que representan la Pasión salvífica de Yeshúa, quedé maravillado. Descubrí entonces, que no sólo en el nacimiento de Isaac, sino especialmente en el sacrificio de Isaac, existe una asombrosa similitud con la vida de nuestro Señor.

“Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho:

En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir”

(Hebreos 11:17-19)

Abraham tomó a su hijo Isaac para sacrificarlo en el monte Moriah. Abraham creyó que Dios podía levantar a Isaac de entre los muertos en un sentido “figurado”. Esa palabra “figurado” es importante. Se traduce de la palabra griega es “parabŏlĕ”. Significa un “símbolo” o un “tipo”. Así vemos que el sacrificio de Isaac era un tipo. Pero el autor de Hebreos no nos dice específicamente el anti-tipo, o cumplimiento, del tipo. Para descubrir eso debemos ir a Gálatas 3:8, en donde leemos que el Eterno “dio de antemano la buena nueva a Abraham”. De esto aprendemos que el Evangelio de Yeshúa era el anti-tipo, el cumplimiento de la “parabŏlĕ” o “símbolo” dado en el sacrificio de Isaac.

Para concluir diré que toda la preparación que hemos visto:

  • – el Eterno, enviando Isaac a Abraham, preparando el camino para la venida de Yeshúa
  • – Él (Yeshúa) muriendo en la Cruz para pagar por nuestros pecados
  • – para derramar Su Sangre para limpiarnos del pecado
  • – para levantarse físicamente de la tumba para darnos la vida.

Todo, fue una clara muestra de lo importante que es para Yahvéh salvarte de tu pecado.

Y ya que esta obra es tan importante para el Eterno, debe ser importante para ti también.

Por lo tanto, te pido que hoy te esfuerces a entrar en Yeshúa. Esfuérzate en venir a Él y confiar en todo lo que Él hizo por ti.

El Mesías te salvará y perdonará todos tus pecados en el momento que confíes en Él, ¡porque Él vino a buscar y a salvar a una persona perdida en el sistema reptiliano como tú!

¡Confía hoy en Yeshúa y experimentarás como Su Sangre te limpiará de todo pecado, y el Espíritu Santo te dará la Torah (Instrucción) del Eterno como regalo en tu mente y corazón!

Entendámoslo bien, la promesa de un hijo no se cumplió porque Abraham obedeció perfectamente, sino porque Yahvéh fue fiel en Su Palabra. Algunas de las promesas del Eterno son condicionales y dependen de algo que nosotros tenemos que hacer, pero otras promesas divinas son incondicionales y Yahvéh las cumple no por lo que hacemos, sino por quién es Él.

¡Cuando Dios finalmente respondió a Abrahán a sus oraciones, le dio el hijo de la promesa! De igual manera, el Eterno quiere responder a tu clamar por el cumplimiento de Su promesa en Su Hijo:  el Espíritu Santo llenando tu vida. Yeshúa aseguró:

“¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”
(Lucas 11:13)

¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?
(Lucas 18: 7)


Bitácora Relacionada:

Tres Visitantes para Confirmar una Promesa

Por P.A. David Nesher

 

«Después se le apareció YHVH en el encinar de Mamre estando él sentado a la puerta de la tienda en el más intenso calor del día«

(Génesis 18:1)

 

El Talmud explica que esto ocurrió tres días después de la circuncisión, cuando el dolor de la herida era mayor (17:9-14). El Eterno vino a visitar a Abrahán mientras se estaba recuperando de la circuncisión. Esto es un testimonio del placer que siente Yahvéh ante la conducta del patriarca en su nueva relación con Él, después del nuevo nacimiento que ha experimentado, simbolizada con la obediencia de la circuncisión.

El lugar de este encuentro fue el encinar de Mamré, un lugar en el que Abrahán había erigido un altar para adorar el Nombre bendito del Santo Dios. Es decir que allí el patriarca también había fundado una Yeshivah para capacitar en los códigos de la benevolencia ilimitada (Jesed) del Eterno. Seguramente llegaron mientras el patriarca estaba sentado, al parecer, en oración y meditación, en la puerta de su tienda en el más intenso calor del día, o al principio de la tarde.

 

Abraham salió a recibir a los tres visitantes, aún antes de saber quiénes eran. Como extranjero, él sabía lo que significaba ser recibido y atendido en medio de una larga travesía, especialmente en el desierto. El hizo con otros lo que toda persona desearía que hicieran con él.

En los tiempos antiguos del Medio Oriente, la reputación de una persona estaba muy relacionada con su hospitalidad, con brindar casa y comida. Bajo este pensamiento, aún los extraños debían ser tratados como huéspedes distinguidos. Nuestro padre Abraham tenía la virtud de la hospitalidad, y estaba impaciente por mostrarla a estos tres peregrinos. El libro del Zohar comentando este incidente dice:

«…Y aunque estaba sufriendo a causa de la circuncisión, corrió a saludarlos, de modo que no fallara en nada y se condujese de forma diferente a como era antes de la circuncisión, cuando siempre aceptaba y daba la bienvenida a nuevos huéspedes…»,

[Zohar, Vayerá, 7:95]
Por todo esto, la Sagradas Escrituras promueven a lo largo de sus libros el ejercicio espiritual de la hospitalidad resumido en esta pauta apostólica:

 «No os olvidéis de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles«

(Hebreos 13:2)

Efectivamente, Abraham hospedó a ángeles sin saberlo. Él los recibió, los atendió y les dio de comer.

 

«Que se traiga ahora un poco de agua y lavaos los pies, y reposad bajo el árbol; y yo traeré un pedazo de pan para que os alimentéis, y después sigáis adelante, puesto que habéis visitado a vuestro siervo. Y ellos dijeron: Haz así como has dicho. Entonces Abraham fue de prisa a la tienda donde estaba Sara, y dijo: Apresúrate a preparar tres medidas de flor de harina, amásala y haz tortas de pan. Corrió también Abraham a la vacada y tomó un becerro tierno y bueno, y se lo dio al criado, que se apresuró a prepararlo. Tomó también cuajada y leche y el becerro que había preparado, y lo puso delante de ellos; y él se quedó de pie junto a ellos bajo el árbol mientras comían«.

(Gen. 18:4-8)

En la antigüedad no era frecuente que la gente comiera carne. Por lo general, lo hacían sólo para eventos especiales. No sólo era un alimento caro, sino que debía comerse de inmediato porque no contaban con refrigeración. Pero Abraham no escatimó y trató a los visitantes con mucho honra.

Luego de comer, los visitantes anunciaron a Abraham la razón de su visita. Pero antes preguntaron por Sara porque lo que ellos tenían para anunciar la incluía a ella.

(Génesis 18:9) Entonces ellos le dijeron: ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Allí en la tienda.

Luego el Señor le explicó el propósito de la visita, informándole a Abraham que en un año su esposa daría a luz un varón:

» Y aquél dijo: Ciertamente volveré a ti por este tiempo el año próximo; y he aquí, Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara estaba escuchando a la puerta de la tienda que estaba detrás de él«.

(Gen. 18:10)

El Señor confirmó nuevamente el Pacto que había hecho con Abraham. Volvió a garantizarle que el hijo de la promesa lo iba a tener con Sara, su mujer. Abraham lo sabía, porque el Señor se lo había dicho unos días antes. Pero también Sara lo debía saber. El propósito de esta visita divina era llamar a Sara a tomar plena posesión de las promesas del pacto. Tal vez Abrahán no le había dicho nada a su mujer. Pero en esta ocasión Sara estaba escuchando.

Y Sara estaba escuchando a la puerta de la tienda que estaba detrás de él. Abraham y Sara eran ancianos, entrados en años; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres. Y Sara se rió para sus adentros, diciendo: ¿Tendré placer después de haber envejecido, siendo también viejo mi señor?
(Génesis 18: 10-12)

 

Sara, que tenía ya casi 90 años, por lo que rió al escuchar esta aparentemente increíble noticia. Este sentimiento de duda en cuanto a la capacidad de Yahvéh ocasionó una reprimenda por parte de Él:

Y YHVH dijo a Abraham: ¿Por qué se rió Sara, diciendo:

«¿Concebiré en verdad siendo yo tan vieja?»

¿Hay algo demasiado difícil para YHVH?»
(Génesis 18:13 y 14a)

La palabra que fue traducida como “demasiado difícil” es yipalé (יפלא) cuya raíz tiene que ver con algo oculto, encubierto. En Deuteronomio 30:11 se usa como algo oculto de la comprensión, algo inalcanzable. Aquí se trata de algo que va más allá de lo común. El Targum lo traduce como: “¿Es que hay algo demasiado maravilloso, distante y oculto de Mí para que Yo haga Mi voluntad?

Esto nos enseña que el ángel desafió las mentes cerradas de nuestros padres Avraham y Sarah. Avraham y Sarah ya llevaban casi 100 años de vida. Sus mentes estaban trabajando con mucha rutina por lo que habían aprendido. Aunque sus mentes habían sido considerablemente abiertas por todas las experiencias que habían tenido al salir de su pequeño mundo para irse a otros países, sus pensamientos estaban todavía limitados para lo que quería hacer el Eterno en sus vidas.

Cuando el ángel vino a anunciar el nacimiento de su hijo no podían recibir tan maravilloso mensaje. Su reacción fue común a muchos hombres con la mente limitada y cerrada, lo tomaron como una broma. El mensaje divino causó un confrontación con lo que habían aprendido en sus vidas, y eso les causó la risa.

En el capítulo anterior, el Eterno había sido muy específico; fue Sara, quien daría a luz al hijo de la promesa (17: 16, 19, 21). La respuesta de Abraham, tal como la de Sara aquí, había sido la risa (17: 17). Por eso, como recordatorio de sus risas, mezcla de gozo y duda, los nuevos padres nombrarían el niño Isaac (en hebreo: Yitz’hak), o «el que ríe» mostrando que el Eterno ríe último y mejor.

Yahvéh reafirma su promesa declarando y luego demostrando efectivamente que para Él nada es difícil, y mucho menos imposible. La realidad de esta clase de nacimientos milagrosos la veremos repetirse a lo largo de la historia del Pueblo del Señor varias veces y con la misma intención: mostrar el asombroso poder del Eterno a favor de sus escogidos. El nacimiento de Sansón (Jueces 13); el de Samuel (1Samuel 1); y el nacimiento de Juan el bautista (Lucas 1: 13-20), han sido posible solamente por la intervención benevolente del Eterno, y siempre para el bien de su propósito eterno.

Sarah debió inmediatamente haber creído con fervor en la capacidad de Yahvéh de hacerla procrear. Por eso fue confrontada por su reacción por el mismo Abrahán. Por eso, y gracias a ello, aunque en el Bereshit (Génesis) no se registra, sabemos que Sara finalmente aceptó con fe participar en el proyecto mesiánico de Yahvéh:

«También por la fe Sara misma recibió fuerza para concebir, aun pasada ya la edad propicia, pues consideró fiel al que lo había prometido. Por lo cual también nació de uno (y éste casi muerto con respecto a esto) una descendencia como las estrellas del cielo en número, e innumerable como la arena que está a la orilla del mar«.

(Hebreos 11: 11-12)

Por ello, aunque era humanamente imposible, el Eterno cumplió su promesa.

«Entonces el SEÑOR visitó a Sara como había dicho, e hizo el SEÑOR por Sara como había prometido.

Y Sara concibió y dio a luz un hijo a Abraham en su vejez, en el tiempo señalado que Dios le había dicho.  Y Abraham le puso el nombre de Isaac al hijo que le nació, que le dio a luz Sara.

Y circuncidó Abraham a su hijo Isaac a los ocho días, como Dios le había mandado.  

Abraham tenía cien años cuando le nació su hijo Isaac.

Y dijo Sara:

Dios me ha hecho reír; cualquiera que lo oiga se reirá conmigo.

Y añadió:

¿Quién le hubiera dicho a Abraham que Sara amamantaría hijos? Pues bien, le he dado a luz un hijo en su vejez«.

(Génesis 21:1-7)

De igual modo, este cuestionamiento divino se realiza hoy a nuestros corazones: ¿Por qué resultaba tan difícil de creer? ¿Existe acaso algo que el Señor no sea capaz de hacer?

Cuando se trata del Eterno, no debemos limitar con nuestras mentes nuestra percepción de su poder, su conocimiento y sus posibilidades para intervenir de manera más sorprendente y maravillosa. El Eterno puede hacer mucho más de lo que pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros (Efesios 3:20), así que tengamos cuidado de no obstaculizarlo con nuestras mentes y no nos riamos con incredulidad cuando se presenta una idea sobrenatural que rompe con nuestro esquema mental.

Mediante los estudios que venimos peregrinando juntos estoy convencido que cada uno de ustedes ha llegado a comprender que más allá de toda circunstancia difícil o imposible, está presente el Eterno, nuestro Abba (Papá) celestial, el Creador y Sustentador de todo el universo.

Jamás olvides que Dios te ama y que todas sus promesas son dignas de confianza, síguelo sirviendo y cumpliendo fielmente sus mandamientos, porque Él te sorprenderá, hará realidad aquello que crees que es imposible y cumplirá todo aquello que te prometió. No permitas que los afanes te este mundo te aparten de Él y te desenfoquen de la misión que te encomendó. Su amor constante y su fidelidad son promesas a las que puedes aferrarte cada día.

¿Más allá de lo que perciben tus sentidos, está Yahvéh, tu Padre Celestial, quien sacó todo de donde no había absolutamente nada… Por lo tanto, respóndete esta pregunta:

«¿Hay para Dios alguna cosa difícil?»
Génesis 18:14

¡NO! ¡NO LO HAY!

Además, permítele al Espíritu Santo implantarte en lo más profundo de tu interior la siguiente verdad irrefutable:

«Porque nada hay imposible para Dios«.
Lucas 1:37

 

Y ahora, canta conmigo esta canción:

 

Avram Sembró Viento y Cosechó Tempestades (Oseas 8:7)

Por P.A. David Nesher

 

Nuestro estudio del Bereshit (Génesis) nos ha traído al capítulo 16. Aquí nuestro entendimiento será entrenado en la comprensión del origen de los problemas que han existidos por siglos en el Medio Oriente a partir del nacimiento de un varón llamado Ismael.

«Y Sarai, mujer de Abram, no le había dado a luz hijo alguno; y tenía ella una sierva egipcia que se llamaba Agar. 
Entonces Sarai le dijo a Abram: 
He aquí que el Señor me ha impedido tener hijos.  Llégate, te ruego, a mi sierva; quizá por medio de ella yo tenga hijos. 
Y Abram escuchó la voz de Sarai.  Y al cabo de diez años de habitar Abram en la tierra de Canaán, Sarai, mujer de Abram, tomó a su sierva Agar la egipcia, y se la dio a marido Abram por mujer.  Y él se llegó a Agar, y ella concibió; y cuando ella vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora. 
Y Sarai dijo a Abram:
Recaiga sobre ti mi agravio.  Yo entregué a mi sierva en tus brazos; pero cuando ella vio que había concebido, me miró con desprecio.  Juzgue el Señor entre tú y yo.  Pero Abram dijo a Sarai: 
Mira, tu sierva está bajo tu poder; haz con ella lo que mejor te parezca. 
Y Sarai la trató muy mal y ella huyó de su presencia.»

(Génesis 16:1-6)

 Al considerar este pasaje, el Espíritu de Yahvéh nos revela algunos principios que debemos tener en cuenta a la hora de esperar el cumplimiento profético de las promesas divinas:

El primer principio es el hecho que el vientre  de Sarai continúa por un tiempo estéril como una prueba para ver si tanto ella, como Abram aprendían a reclamar en oración las promesas de Dios, y así esperar al Eterno Dios en Su obrar soberano.

El segundo principio, es que había una promesa especifica que Abram ya había recibido en cuanto a que él tendría un heredero, (Génesis 13:14-17 y Génesis 15:45).  Por lo tanto, Abram necesitaba solamente ejercer esperanza en el Señor, y con su fortaleza esperar el cumplimiento propicio de dicha promesa.

El tercer principio es que no importa cuánto parezca que una situación no tiene cumplimiento, Abram y Sarai podían disfrutar  cada día de la esperanza y el gozo que se obtienen al creer en la promesa de Dios con respecto al heredero. De esa manera, evitarían la ansiedad que produce el preocuparse por el futuro.
El cuarto principio es que el esperar en el Señor fortalece el poder de la fe y desarrolla paciencia. La fe es la certeza y convicción que se apodera de tu mente cuando usted cree en la promesa de Dios al momento de recibirla. La paciencia es la virtud divina que permite la fortaleza y perpetuación de la fe antes de que se cumpla la promesa.

«En verdad os digo que cualquiera que diga a este monte:

‘Quítate y arrójate al mar,’ y no dude en su corazón, sino crea que lo que dice va a suceder, le será concedido.

Por eso os digo que todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas.»

(Marcos 11:23-24)

Cuando uno cree pero no ve la evidencia inmediata de una solución, debe obligarse a practicar la paciencia por medio de la oración de alianza.  Es muy importante comprender que el carácter verdadero de nuestra fe está determinado por nuestra paciencia. Una persona paciente esperará en el Señor y así será lento a enojarse con Él, y evitará precipitarse en la búsqueda de soluciones humanas que siempre traen consecuencias lamentables.

La paciencia también le da al creyente un poder maravilloso que le ayuda a mantenerse firme cuando está bajo presión.  «Mejor es el lento para la ira que el poderoso, y el que domina su espíritu que el que toma una ciudad.» (Pro 16:32)

Todo lo expresado hasta aquí resaltan las razones por las que Abram y Sarai tendrían que haber esperado el tiempo oportuno de la voluntad del Señor. Ellos solamente tenían que aguardar pacientemente que el tiempo perfecto del Eterno se manifestara y trajera gozo y paz a sus vidas.

Sarai, la esposa de Abram, no le había dado hijos. Ella continuaba estéril aún, y a pesar, de la promesa de Dios de un hijo a Abram (15:4). Pero tenía una esclava egipcia llamada Agar, que Abram recibió de Faraón, mientras estuvo residiendo en Egipto (12:16).  El nombre de la sierva es hebreo y significa huir o ser un fugitivo. Eso evidencia que el nombre le fue dado a ella por Abram o por Sarai, porque tuvieron que huir de Egipto. Era un recuerdo viviente de un pasado triste.

Pues bien, incapaz de tener hijos, Sarai siguió la práctica común de la época.  Entonces Sarai le dijo a Abram: el Señor me ha hecho estéril (ver 11:30). Por lo tanto, ve y acuéstate con mi esclava Agar. Tal vez por medio de ella podré tener hijos. Tengamos en cuenta, al leer esto, que Sarai nunca se dirige o habla de Agar por su nombre, sólo por su rol o papel (sieva). Literalmente dice así: «Yo seré edificada». Esta disposición está en consonancia con la legislación de esa época. Si la esposa era estéril, estaba obligada a proporcionar a su marido una sierva a través de la cual pudiera tener hijos. Legalmente, el nacido de una esclava se convertía en hijo de la esposa. De esta manera su semilla no se extinguiría.

Abram al oír esto, llegó a la conclusión de que Dios podría aceptar un poco de ayuda. Seguramente muchos de nosotros nos escandalizamos ante esto, y hasta algunos podrían a llegar a reírse de Abram, pero debemos reconocer que en algún momento u otro de nuestra vida, todos hemos hecho eso. En cualquier caso, Abram escuchó y aceptó la propuesta que le hizo Saray (16:2b). Esta actitud señala un claro momento de debilida en la fe de Abram por causa de la ansiedad. Es una actitud similar a la que encontramos en el capítulo 3 verso 17 donde Adán escuchó a su mujer, y comió del árbol del conocimiento del bien y del mal (2:17, 3:17). Ambos terminaron con consecuencias negativas, pero lo más importante es que Yahvéh no estaba de acuerdo con esto en absoluto.

Sin embargo, Abram escuchó la voz de Sarai y siguió su sugerencia para solucionar el problema rápidamente en vez de esperar a Dios en su actuar soberano.  Por causa de esto, ellos tendrían que esperar otros 13 años para recibir el heredero que Dios le había prometido en Su diseño perfecto.

Leyendo esto, encontramos que la propuesta o la recomendación con la que  Sarai abordó a Abram encerraba un estado de ánimo negativo.  Notamos que no fue una sugerencia que ella dio una vez y nada más. El texto original da a entender que Sarai lo había sugerido una y otra vez, hasta el punto de atosigar la mente del patriarca. Reflexionando profundamente en esto debemos convenir que ninguna mujer normal sugiere al varón a quien ella ama, que adultere con otra mujer, para concretar el sueño de un hijo.  Las líneas sagradas nos alumbran con la evidencia de que hubo algo que funcionaba mal en el alma de Sarai en ese momento de su vida. Ella era víctima de un estado de ánimo que la presionaba a pensar erróneamente. Ese marco anímico era la auto-compasión, una de las armas más destructivas del ego humano.

Vale aquí decir que a HaSatán le encanta instigar a los creyentes hasta que lleguen a ser egocéntricos y egotistas ya que él sabe que así no estarán enfocados en la Instrucción divina, sino en sí mismos. Él ha trazado de este modo el lazo por el que consigue como resultado la frustración mental y la auto-compasión del alma humana.  Cuando un ser humano entra en la auto-compasión, lo que sigue es que se convierte en un ser hipersensible, expuesto a que todo lo hiera, por lo que hará acciones vehementes para acelerar las soluciones que ansiosamente quiere para sus problemas.

Sin embargo, la auto-compasión solamente intensifica cualquier problema y elimina cualquier posibilidad de solución verdadera.  Mientras un ser humano se queda enfocado en sí mismo con resentimiento y resignación, no hay absolutamente ninguna solución para las circunstancias difíciles que esté enfrentando en su vida.  Aquel que lamenta su situación siempre agrega arrogancia al problema.  Por ello, las personas con auto-compasión, son orgullosos y neciamente se envanecen en cada acción que realizan , por lo que les cuesta hacerse cargo de sus consecuencias.
Sarai estaba llena de la auto-compasión:

«He aquí que el Señor me ha impedido tener hijos.  Llégate, te ruego, a mi sierva; quizá por medio de ella yo tenga hijos.  Y Abram escuchó la voz de Sarai

(Gén. 16:2).

Sarai observa su problema pero no a la luz de la Instrucción y promesa divina.  Ella veía su problema con subjetividad. Era verdad, había un problema con respecto al heredero, pero el mismo se encontraba en la subjetividad hipersensible de Sarai y la impaciencia de Abram. Esto fue lo que los aprisiono en un falso enfoque: el problema existente, y no la solución ya dada por Yahvéh en Su Promesa de Pacto.

Si vivimos conscientes de que estamos en el perfecto diseño mesiánico del Eterno, tenemos que descansar en la fe y saber que Él, como nuestro Padre, no nos fallará.  Por el contrario, Él nos promoverá si humildemente aprendemos a esperar en Él.

Si no hacemos esto, seguramente caeremos en la tentación de procurar una solución a nuestra manera.  Tal vez esto trabajará positivamente por un tiempo, pero, tarde o temprano, se desmoronará trayendo consecuencia muy lamentables.  Existe nuestra manera de hacer las cosas, pero también existe la manera de Dios para hacerlas, y la manera de Él siempre trabaja con resultados maravillosos que bendicen generaciones. 

Será muy oportuno que ahora recuerden el relato de Génesis 3 verso 6:

«Cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido que estaba con ella, y él comió”.

La decisión de Eva de tomar de «su fruto» le estaba diciendo al Eterno, «mi manera es mejor que la tuya». Sarai hizo lo mismo cuando fue con «este fruto» a Abram para que él lo «comiera» (aceptara) para «ayudar» al Eterno en el cumplimiento de Su promesa.

Por eso, cada vez que elegimos nuestra manera de solucionar las cosas en vez de la manera de Dios, realmente estamos diciendo arrogantemente que somos más inteligentes que Yahvéh o que somos una excepción a la regla, ya que esta solución que estamos trayendo será una especie de “ayudita” para el cumplimiento de Su Promesa.  Por favor, jamás olviden que: «Hay camino que al hombre le parece derecho, pero al final, es camino de muerte.» (Proverbios 14:12)

Amado discípulo, el Eterno te está diciendo hoy, por medio de esta Palabra: «Mi juicio es mejor que tu juicio, Mi tiempo es mejor que su tiempo.»    

Por eso, una de las mejores cosas que podemos hacer hoy en el mundo es separarnos del tiempo humano y sus presiones y ponernos en el “tiempo de Dios” (hebreo «Et«; griego «Kayros»), ya que en él es donde todo transcurre en la correcta manera. ¡Todo ocurre con propósito!

Un principio que es importante que se aprende en las dimensiones eternas es que los “retrasos de Dios” son en verdad oportunidades para el pleno desarrollo integral del hombre.  Por lo tanto, la cosa más sabia que puede hacer un escogido es esperar en el Señor y su soberanía sobre las circunstancias.  La voluntad de Dios y el tiempo de Dios siempre van juntos y son perfectos.

Como conclusión diré que si vivimos por medio de las promesas, tenemos que esperar hasta que la Fuente de esas promesas la cumpla; y la fuente es Yahvéh quien siempre cumple de acuerdo al tiempo perfecto para nuestras vidas.  Si hay algún lector que no tiene aún lo que desea, seguramente es porque no es el tiempo oportuno para que lo reciba.  Muchos lo quieren ahora, pero el Eterno dice ¡no!… ¡Aún no!… ¡Espero un poco!  Desafortunadamente, muchos creyentes tratan de conseguir el cumplimiento de sus deseos a su propia manera, en el tiempo de ellos, pero, lamentablemente, los resultados que obtengan no serán coherentes con lo que Yahvéh ha diseñado en Su propósito eterno. De este modo se perderán la felicidad perfecta y la satisfacción completa que da esperar la acción del Eterno.  Además, ellos tal vez tendrán que vivir con los resultados de esa mala decisión por el resto de sus vidas, como Abram y Sarai lo tuvieron que hacer y como los descendientes de ellos todavía lo están haciendo hoy en día en el conflicto árabe-israelí.

Yahvéh es perfecto en todos Su Camino (2Samuel 22: 31; Salmo 18:30). Su voluntad es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2). Su tiempo de propósito es perfecto. Por lo tanto, aprende a esperar en Él aunque te resulte difícil, y verás que Él hará (Salmo 37: 5-7).

 

Con amor y amistad de servicio: P.A. David Nesher

Abram salió afuera y viajó más allá de las estrellas

Por P.A. David Nesher

«Entonces lo llevó (a Avram) fuera y (Dios) le dijo:
Mira, por favor, al cielo y cuenta las estrellas, si acaso las puedes contar.
Y añadió:
Así será tu descendencia.»

(Bereshit / Génesis 15:5)


Avram, junto a sus 318 valientes, acababa de obtener un victoria sobre la alianza de los reyes mesopotámicos más poderosos del mundo conocido. Sin embargo, es evidente que ante lo desconocido que el Eterno le había revelado que le daría, su mente dejaba que el peor enemigo la asaltara: el temor. Es que Avram sin duda fue un héroe, pero también fue un ser humano. Los miedos de posibles conflictos que volvieran a colocarlo en peligro, generaban poco a poco pensamientos de dudas en el patriarca en cuanto al cumplimiento de las promesas hecha por el Eterno en Su llamado.

La realidad era que él aún no tenía un hijo que se convirtiera en una gran nación (Gén. 12:2) y él todavía estaba en medio de un país peligroso y malvado. Avram empezó a tener miedo de lo que pudiera deparar el futuro para él.

En ese momento la palabra hablada de YHVH vino a Abram en una visión. La palabra hebrea para la visión es makjazé  y se encuentra sólo otras tres veces en las Escrituras hebreas o TaNak (Números 24:4 y 16, y Ezequiel 13:7). Esta expresión hebrea significa, literalmente, «en la visión» o «mirar fijamente a través de la ventana«, y es la primera vez que se menciona en las Sagradas Escrituras. Esta se trata de una visión específica, no un sueño, que culminó en el pacto del Eterno con Avraham. El estaba despierto y la visión continuaría durante todo el día y hasta la noche siguiente (15:17).

Usando pues este recurso profético de las visiones, Yahvéh se le aparece en plena noche, provocando un diálogo que en su progreso se transformará en una relación de pacto hasta ahora no experimentada por hombre alguno. El desarrollo del encuentro se centrará en los dos intereses fundamentales del proyecto redentor de Yahvéh: descendencia y territorio (simiente y potestad jurisdiccional).

Por ello, el Eterno iniciará la charla de este encuentro otorgándole a Avram seguridad en los dos temores que lo acosan. En cuanto a los posibles conflictos, el Eterno mismo se ofrece como el escudo de Avram. Yahvéh garantiza que Su presencia irá con Avram y será funcionalmente igual al rol del artefacto que a cualquier guerrero lo protegía de toda arma forjada contra él.

El patriarca acepta la protección, pero se anima sinceramente a presentarle al Eterno el problema central: no tiene un hijo, por tanto el galardón ofrecido por Yahvéh no tiene sentido alguno. Eliezer, el damasceno, su criado fiel, será su heredero, acorde con las leyes civiles de su tiempo.

Ante esta queja, Yahvéh, en su paciente benevolencia, le asegura a Abram que no será así. Ese hijo vendrá, más allá de la vejez del patriarca y la esterilidad de su esposa. Y además, en ese hijo vendrá la certeza de un descendencia numerosa que tendrá una característica especial: conocerá el poder de la fe (emunah).

Pero, para poder comprender de una manera pura este pasaje, nos haremos juntos unas preguntas:

  • ¿Cuál es el mensaje  en lo más profundo de este texto?
  • ¿Qué nos dice la Torah entrelíneas?
  • ¿Acaso se habla aquí de una bendición relativa al número de descendientes de Abram?

Analicemos rápidamente algunos términos hebreos con el objetivo de desaprender todos los conceptos erróneos con los que hasta hoy hemos leído este pasaje de la Escritura sin lograr bucear debajo de él a fin de disfrutar de la perla de gran precio que en este texto se esconde.

Cuando el texto dice «lo llevó fuera» puede ser entendido al menos en dos planos:

El primero es el literal: es decir que dice lo que se lee a primera vista, lo llevó fuera de su morada para que pudiera observar el cielo;
El segundo es el exegético: que revela que lo sacó de sus pre-conceptos, de las ideas previas que él poseía por sus paradigmas religiosos (astrológicos). Lo llevó fuera de lo que le era conocido.

Justamente resulta interesante saber que la palabra hebrea traducida como «afuera» es hajutza (הַחוּצָה ) y aparece aquí por primera vez en el texto bíblico.  Por ende, los invito nuevamente a leer bien lo que dice el versículo:

«Y Dios lo llevó afuera y le dijo: Por favor, mira el cielo y cuenta las estrellas. ¿Puedes contar y Dios lo llevó afuera y le dijo: Por favor, mira el cielo y cuenta las estrellas. ¿Pulas? Y Él le dijo: Así es como será tu descendencia«.

¿A dónde lo sacó “afuera” Dios a Abraham? 
abrahan-estrellas

Literalmente esto significa que el Eterno lo sacó de su tienda para ver las estrellas. Pero, en la aventura de estudiar la Torah debemos saber que existe otra interpretación, es la explicación homilética. Desde ella, y de una manera más profunda, se entiende que en verdad Yahvéh le dijo a Abraham:

«¡Sal de tus cálculos astrológicos!«;

expresado de una mejor manera:

«¡Sal de tus condicionamientos astrológicos donde pudiste ver en las estrellas que nunca tendrás un hijo!» 

Toda esta exégesis debe ser unidad a lo que dice el versículo inmediatamente después: «mira al cielo«. Aquí el texto demuestra que el Eterno lo conduce a realizar las mismas acciones que  hasta ese momento Avram (así como se llamaba nuestro patriarca entonces) había realizado siguiendo los consejos de la astrología (la ciencia de los caldeos, su lugar de origen). Avram estaba entrenado en todas las artes mágicas de la astrología ya que ella era su religión original. Por lo tanto, sabía confeccionar su carta astral. En su gran sabiduría, Avraham llegó a la conclusión clara de que él y Sarai nunca tendrían hijos. Los astros, desde sus signos, le presagiaban que él y su esposa no tendrían descendencia. El destino trazado en el estudio de las estrellas determinaba que sería su siervo Eliezer el que heredaría sus posesiones. Pero Dios lo llevó fuera de esta visión del mundo. Evidentemente el texto nos muestra que de acuerdo a su carta natal, él no iba a tener un hijo; pero Avraham sí tendrá un hijo, según el diseño divino…

Es decir, Dios le ordenó a Avram  que ya no se guiara por lo que había aprendido a través de dogmas y tradiciones humanas. El Eterno  lo sacó de sus pre-conceptos, de las ideas previas. Lo llevó fuera de lo que le era conocido. Abram necesitaba un cambio mental en Abram para poder cambiar su futuro. Este varón no debía seguir conduciéndose en el Camino de la fe guiándose mentalmente por lo que su ciencia y conocimiento le decía, sino que el Eterno anhelaba que él anduviera por los caminos de la enseñanza de Verdad, que es lo que Yahvéh dicta por medio de Su Instrucción.

El Eterno le enseñó algo bien claro al decirle:

«Ya no medites sobre la ciencia ilusoria de las estrellasSal de estas creencias, mira el cielo y verás que por encima de toda asignación astrológica estoy Yo, el Eterno y Todopoderoso, y mi Palabra es fiel para cumplirse en tu vida en tiempo y forma. Aprende a esperar en los secretos de mi Nombre y mi Instrucción«

El Eterno le responde a Abram enseñándole el gran secreto de la existencia hebrea: NO estamos regidos por los astros, sino que somos trascendentes, nosotros podemos determinar nuestro propio destino por medio de la fe en los mandamientos y promesas de la Instrucción (Torah) divina. 

El único que está por fuera de todas las limitaciones, y conoce realmente todo, en todo momento, es Dios, y es Él el que le ha prometido descendencia, digan lo que digan en contra los astros o los hechos materiales.

De este modo Eterno enseña así a Avram que la consecuencia de darle demasiada importancia a las predicciones astrológicas, es que el evento previsto se vuelve inevitable. Quien insista en vivir solamente dentro del ámbito de lo natural se vuelve esclavo de él.  En cambio, la misión de un llamado y escogido del Señor consiste en romper las limitaciones de lo natural. Si este aprende a vivir de una manera que lo eleve a una dimensión superior, ésta se vuelve real en su vida y rige los acontecimientos futuros.

Justamente los mitzvot (mandamientos) de la Torah existen vibrantes en un plano superior. La raíz de la palabra mitzvá (mandamiento) se relaciona etimológicamente con la palabra “tzavta”, o sea, «cercanía«, ya que el cumplimiento de un mitzvá acerca a Yahvéh. Es decir, que cuando un mitzvá es hecho, este acto físico genera transcendencia, y  entonces el destino de una persona es alterado. Un acto que tiene el potencial de elevarnos a una relación directa con la Fuente de todo, ciertamente tiene un poder más grande que el de los supuestos intermediarios de la creación que implanta el sistema reptiliano a través de sus creencias.

Este fundamento de vida que aprendió Avram, será el sostén de la emunáh (fe) de Israel. Con este relato, Moshé pretende que el Pueblo de Dios acepte que todo el propósito de los hijos primogénitos del Eterno es vivir por encima de la naturaleza. Nuestro desafío consiste en elevarnos a la dimensión de la voluntad de Yahvéh, que se manifiesta en este mundo a través del cumplimento de los mitzvot. El éxito consiste en conectarse con la propia Fuente de todo el bien, a través de las acciones que Él mismo nos designó como propicias a este fin. Cuanto más mitzvot hacemos, más canales de conexión son creados uniéndonos al Eterno y preparándonos para recibir Su bendición en Yeshúa Su Hijo.

Esta experiencia mística de Avram involucra el hecho de que Yahvéh lo sacó fuera de este mundo (sistema reptiliano sensorial)  y lo elevó en un éxtasis por encima de las estrellas. Este es el significado exacto del verbo «mira» (הַבָּטָה , habatáh): Avram pudo mirar de abajo hacia arriba, desde la cosmovisión divina.

En lenguaje moderno, la segunda interpretación implica «fuera de este mundo» es decir «fuera del cosmos» o «fuera del orden natural establecido«, que representa el infinito, pero en verdad es finito y también sigue las limitaciones de las leyes de la naturaleza. La fe inicial de Avraham en Dios no podía ignorar por completo esas limitaciones, porque, después de todo, se dio cuenta de que el Eterno creó un sistema finito, limitado, con su propio conjunto de leyes. Pero, a la vez, Yahvéh le mostró a Abraham que él puede dejar este mundo por completo, y elevarse más allá de cualquier limitación, con el fin de crear un mundo nuevo, por así decirlo, totalmente influenciado por lo sobrenatural.

Es, en parte, por eso que Yavhéh le habla del número de las estrellas. Porque así como son incontables y por lo tanto inabarcables en su totalidad para el intelecto humano, también el presunto saber de la determinación del futuro por medio del estudio de fuerzas cósmicas es imposible. En resumen, el Eterno le dice a nuestro padre Abraham que confiar ciegamente en mancias es poco menos que ceguera intelectual.

El único que está por fuera de todas las limitaciones, y conoce realmente todo, en todo momento, es Yahvéh, y es Él quien ha prometido descendencia, digan lo que digan en contra los astros o los hechos materiales.

El versículo diciendo: «así será tu descendencia«. Con esta expresión el Eterno no se refiere a un número (aunque en otro lugar prometió descendencia abundante) sino que está aduciendo que a partir de este diálogo existirá una cualidad especial en la forma de ser de sus hijos, y generaciones. Se refiere pues a la cualidad de abstenerse del pensamiento humano totalitario, de apartarse de las ideas deterministas, de rechazar la creencia en influencias mágicas que determinan un destino inconmovible; es la cualidad de confiar exclusivamente en que el Eterno es el poseedor del saber último, y por lo tanto, quien tiene la última palabra.

La reacción de Avraham a esta revelación es «Y creyó a Dios«. Este fue el nacimiento de la fe pura, que cree en la capacidad de desafiar las leyes de la naturaleza. Por primera vez, Avram se apropia de una sustancia divina (la fe) que es la respuesta correcta a las promesas del Eterno.

Como resultado de la fe de Avram, YHVH «se lo contó» o le imputó (hebreo kjasháb) su fe por justicia (Romanos 4:1-25; Gálatas 3:6; Santiago 2:23). Esta es la primera aparición de la palabra imputar en las Sagradas Escrituras (La Biblia). El Señor imputa o transfiriere Su justicia a Avram, a fin de que Avram tuviera una posición perfecta delante de Dios. Así pues, queda bien claro que la salvación, ya sea en la TaNaK tanto como en el Pacto Renovado, era, es y será solamente por gracia, y esto por medio de la fe.

Avram, después de haber recibido la garantía del Eterno, creyó que la profecía ciertamente sería cumplida, por lo que ya no tenía por qué temer perderla. Bien entendido tendrán en sus mentes y corazones esta revelación, aquellos discípulos de las primeras comunidades que se sentaban a los pies del apóstol Pablo, quien comentaba este episodio de Abraham de este modo:

«¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.»
(Romanos 4:1-3)

«Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.»
(Romanos 4:19-25)

«Porque ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe»
(Efesios 2:8-9)

¿Qué sucede una vez que hemos logrado salir afuera, más allá de nuestra visión normal del mundo, y aceptado el hecho que la omnipotencia de Dios va mucho más allá de las leyes de la naturaleza que Él mismo estableció?

La respuesta se relaciona con la capacidad de cambiar nuestra perspectiva del mundo con el fin de lograr el resultado que Yahvéh desea. Abraham comenzó dentro de este mundo. Él reconoció a su Creador, creyó en un solo Dios, pero, avanzó más y más en su fe, hasta que llegó al extremo de dejar este mundo, y comenzar a creerle al Eterno en la cosmovisión que Él le revelara.

Así, Avraham se fue «afuera«, y su salida lo enfrentó a la idolatría astrológica, transportándolo Yahvéh al Reinado de Su Luz admirable. Esta es la cosmovisión  que otorga el don divino de la fe. Este regalo permite que el ser humano le crea solo a Yahvéh, que nos brinda Su Presencia y nos enseña, a través de Su Instrucción (Torah) a dejar este mundo y repararlo acorde al diseño original de Su propósito eterno. De este modo se adquiere la cualidad de abstenerse del pensamiento humano totalitario, de apartarse de las ideas deterministas, de rechazar la creencia en influencias mágicamente determinantes; y de confiar exclusivamente en que el Eterno es el poseedor del saber último.

Lo que más me llena de alegría mientras escribo esta bitácora, es darme cuenta que esta promesa, sin duda alguna, hoy es una opción abierta a cualquier persona que quiera trascender las limitaciones del mundo físico a través de su fe en Yeshúa, el Mesías. Simplemente debes disponerte a dejar el paradigma propio de la religión: «creer en Dios«, y llevar todo tu ser al paradigma metafísico de toda existencia humana: «Creer a Dios«. Así, el Eterno entrenará tu vista para que, detrás de las realidades de la vida, veas la visión que tiene para ti. Entonces obtendrás el entendimiento espiritual de que toda bendición no depende de los astros, ni depende del destino. Por el contrario, procede de más arriba, del Padre de las luces, que nos ha amado en Su Hijo unigénito, Yeshúa.

Malki-Tzédek… ¿un Ser Humano o una Entidad Celestial?

Por P.A. David Nesher

«Cuando Abram volvía de haber derrotado a Quedorlaómer y a sus reyes amigos, el rey de Sodoma salió a su encuentro en el Valle del Rey. 
Allí Melquisedec, que era rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino, y bendijo a Abram, diciéndole: «Abram,
que te bendiga el Dios altísimo,
creador del cielo y de la tierra.
El Dios altísimo
merece todas las alabanzas,
pues te dio la victoria
sobre tus enemigos».
De inmediato, Abram le dio a Melquisedec la décima parte de todo lo que había recuperado».

(Génesis 14: 17- 20)

Pocos asuntos en las Sagradas Escrituras han despertado tanto interés como la identidad real de Melquisedec. Un personaje que aparentemente salió de la nada al encuentro de nuestro padre Abraham después de que este participara en la guerra contra los reyes de oriente.

Abram tuvo una victoria sorprendente sobre los cuatro reyes enemigos, que habían raptado a su sobrino Lot. Como un guerrero cansado, agradecido de que su persecución del enemigo había tenido tanto éxito, regresó a su casa, junto al encinar de Mamré, en Hebrón (13:18). Sin embargo, el Eterno  le tenía reservada para él una sorpresa: un encuentro inesperado con Melquisedec, rey de Salem (posteriormente llamada Jerusalén) que era también el sacerdote de El Elyon, o el Dios Altísimo (mejor traducido como: «el Poderoso Supremo«). La verdadera prueba de carácter viene cuando tenemos éxito. La manera en que actuamos en un momento de triunfo a menudo revela nuestro verdadero carácter y madurez espiritual. Esto será cierto en el caso de Abram en el momento de su interacción con este rey-sacerdote.

Para comprender la envergadura de este varón con misión inter-cósmica nos sumergiremos en la investigación de los códigos de su nombre y propósito. Y como la tarea más noble para conocer la Verdad es la de investigar, para empezar, tomaremos nota, tanto de los libros de la Tanak (Antigua Alianza) como los Libros Mesiánicos del Pacto Renovado (Nuevo Testamento), de quién este personaje misterioso (Melquisedec). Todas la Sagradas Sagradas Escrituras (La Biblia) lo mencionan solamente tres veces:

  • Génesis 14:18;
  • Salmo 110:4;
  • y Hebreos capítulos 5 al 7.

El nombre Melquisedec (en hebreo Malki-Tzédek), significa «Rey de justicia», según la etimología corriente; pero podría ser un nombre teóforo cananeo: «Sadku es (mi) rey».

En las líneas mencionadas se dice que fue sacerdote del Dios Altísimo. Pero, ¿por qué él era el sacerdote único del Dios Altísimo en medio de las naciones de aquel tiempo cuando aún faltaba mucho tiempo para establecer los lineamientos y pautas del sacerdocio aarónico?

Leamos ahora el relato que se encuentra en Génesis 14. Mientras combatían varias naciones y pueblos en Palestina y Mesopotamia, Lot, el sobrino de Abram, juntamente con su familia y sus bienes, fueron capturados y llevados a otro lugar. Gen 14: 17-19 relata el regreso de Abram después de haber batido a los reyes que habían derrotado al de Sodoma (vv. 10-11) y a sus aliados y hecho prisionero a su sobrino Lot (v. 12). A su encuentro salió el rey de Sodoma y «Melquisedec, rey de Salém, presentando pan y vino; era sacerdote del Dios Altísimo, y le bendijo diciendo: Bendito sea Abraham del Dios Altísimo, creador (Señor) de cielos y tierra; y bendito sea el Dios Altísimo que puso a tus enemigos en tus manos». Hoy día está bien comprobado que Salém es el nombre primigenio de la santa ciudad de Jerusalén (Salmo 76: 3). Melquisedec aparece así como un rey cananeo de la época patriarcal y su nombre es semejante al de otro monarca de Jerusalén, Adonisedec, (capítulo 10, verso 1).

La palabra «Salem» viene de la raíz hebrea que significa «paz«. Esto hace a Melquisedec «Rey de paz«. El mismo nombre hebreo Melquisedec significa «Rey de justicia» (Hebreos 7:2).

Pero, justamente lo interesante de este extraño personaje es su sentido de espiritualidad y sus ritos sacerdotales con los que se manifiesta a Abrahm.

El Génesis lo presenta como sacerdote del Dios Altísimo (en hbero ‘El `elyón’). Esta expresión concordaba con la teología cananea donde «El» es el dios supremo, creador de los seres y padre de los hombres, como le llaman los textos arqueológicos de Ugarit. Gracias al descubrimiento de este texto, hoy sabemos que el nombre del dios cananeo Elyón, es traducido como Altísimo significa por sobre todos los dioses (Soncino). Por todo esto, se descubrió que las dos expresiones juntas (‘El `elyón’) se convierten en títulos descriptivos de YHVH y se constituyen en las pautas de una alabanza al Eterno y verdadero Dios que dicen:

«No hay nadie como tú, oh Señor, entre los dioses. No hay nada más alto o mayor que Tú en toda la tierra. Nosotros podemos confesar con nuestra boca, y reconocemos ante todo el pueblo, que sólo Tú eres El Elyon, Dios Altísimo (‘El `elyón’)«.

Interesante es notar que ante este detalle profético, nuestro padre Abram usa e identifica a esos nombres de divinidades cananeas con un título que designa dignamente atributos de Yahvéh, el Dios de Israel (v. 22), reconociendo así en Melquisedec un varón que ejercía la misma adoración monoteísta que él. Esta actitud concuerda bien con el proceder general de los patriarcas, que, siendo adoradores del Dios único, se mueven con libertad en el ámbito cananeo, utilizando sus lugares sacros y conviviendo religiosamente con sus moradores.

Esta es la primera mención bíblica de un sacerdote en las Escrituras. En la sociedad judía, el sacerdote debía representar al pueblo ante YHVH, como los profetas habían de representar a YHVH ante pueblo.  Malki-Tzédek aparece ser uno de los pocos fieles o tzadikim (justos) en ese lugar de Canaán; uno de los que ponen su confianza en el Dios único y verdadero. Por lo tanto, él era una conexión creyente de la línea sacerdotal del Nombre (Shem), en medio de la impureza de la línea de Canaán. La identidad de Melquisedec ha sido un enigma.

La época post-diluviana vio al mundo de un sólo lenguaje y bajo un sólo sacerdocio. La perspectiva hebrea era que este sacerdocio se centralizó en Salem bajo Melquisedec. De acuerdo al Midrash (una interpretación judía), Melquisedec era identificado con Shem (Sem) el hijo de Noaj (E.g., B. Talmud Nedarim 32b; Genesis Rabbah 46:7; Genesis Rabbah 56:10; Levitico Rabbah 25:6; Numeros Rabbah 4:8). En verdad esto no es imposible ya que debemos saber que, según las propias Sagradas Escrituras, Shem vivió incluso tras la muerte de Sara, la esposa de Abrahán. Además, debemos recordar que Noaj lo bendijo específicamente con el derecho de la primogenitura en lo sacerdotal (Génesis 9:26- 27).

También me es necesario aclarar que Malki-Tzedek en realidad un título y no un nombre personal. Es decir que esta expresión representa el ministerio doble de rey y sacerdote ejercitado a base de una vida indestructible. [Es más, según el Salmo 110:4 ese ministerio sería luego dado al Mesías, (cf. Hebreos capítulos 5 y 7)].

Él era llamado así porque era rey (melech) sobre un lugar afamado por su justicia (tzedek). Él regía sobre un lugar donde algún día el Templo habría de ser construido dentro del cual moraba la Divina Presencia que es llamada Tzedek, y desde donde la prometida Simiente de la Mujer sería manifestada como Mesías para Israel y las naciones. El Midrash aplica este término a Jerusalén en un todo tal como está escrito, «En ella habitó la equidad (tzedek)« (Isaías 1:21) (Soncino; Comentario sobre Génesis 14:18).

Shalem es la única referencia directa a la ciudad de Yerushalayim (Jerusalén) que se encuentra en el Jumash (Pentateuco). En el salterio (libro de los Salmos)  vemos que Shalem es lo mismo que Tsión, como está escrito:

“En Shalem está su tabernáculo, y en Tzion su morada.”

(Salmo 76:2)

Es más, si vamos al capítulo 10 del libro de Josué (vers. 1) vemos como en la ciudad de Yerushalayim había un rey llamado Adoni-Tzedek. Aquí reiteraré los siguiente: Malkisignifica “mi Rey” y Adonísignifica “mi Señor”; Tzedek significa Justicia. En base a estas significaciones, en los tiempos de la conquista de la tierra prometida, alrededor de 600 años después de Avraham, el rey de esa ciudad seguía teniendo un título muy similar. Algunos sostienen que estos, serían títulos que señalan a un mismo cargo y/o función.

Ahora veamos con atención el relato. Notamos que en el momento de encontrarse Avram con Melquisedec, este le trae pan y vino, primeramente como refrigerio para los soldados agotados por la batalla y los prisioneros liberados, en signo de amistad y congratulación, pero también como un sacrificio de acción de gracias al Todopoderoso Dios que permitía la comunión corporativa en la victoria otorgada por el Eterno.

Lo primero que se puede destacar aquí es que, mediante este acto, Malki-Tzédek (Shem)le mostraba a Avram que no le tenía resentimiento alguno por haber matado a sus descendientes por la línea de su hijo Arfaxad, es decir Querdorlaomer, y los otros reyes. Este aspecto es importante sin importar el linaje de los involucrados. Es aún más importante dado el linaje directo de las víctimas preservar el sacerdocio del Nombre (Shem) hasta que Él mismo se encarne en la prometida simiente de la mujer: el Mesías (Génesis 3:15).

Luego Melquisede procede a bendecir a Avram con estas palabras:

«Que El Elyon Dios altísimo, creador del cielo y de la tierra, bendiga a Avram» (14:19).

Es decir que Melquisedec reconoció a Avram como un hermano en la fe y siervo del Señor.

La mención del sacerdocio parece relacionarse más bien con la bendición que imparte a Avram. Éste reconoce dicho sacerdocio entregándole el diezmo del botín. El sabio rabino Nachmanides sostiene que: «… solo porque Abram sabía que Malki-Tzédek era sacerdote del Eterno le dio el diezmo«Leemos claramente en el texto:

«Entonces Avram le dio el diezmo de todo«

(Génesis 14:20)

Avram fue el primero que la Torah menciona que dio el diezmo. Sin embargo el principio del diezmo estaba funcionando desde la creación del hombre. El principio del diezmo implica trabajar parte de su tiempo sin tener el derecho de comer de él. Este principio se encuentra en el árbol del conocimiento del bien y el mal. Recordemos que Adam tenía que labrarlo pero no podía comer de él.

Avram no solamente dio el diezmo de los despojos de la guerra, sino de todo lo que el Eterno le había dado.

Según el Sefer YasharLibro del Justo«), Avram había estudiado con Shem y Hever durante muchos años. Por eso ahora le entrega el diezmo de todo por ser su maestro de Torah. Es decir, que Avram entregó el diezmo a este varón porque sabía que Melquisedec tenía el punto de vista correcto en lo referente a los códigos de la Simiente de la Mujer (Mesías). Avram discernío que hacer conexión con este sacerdocio le garantizaba a él el cumplimiento de las promesas proféticas dadas por el Eterno en el momento de su llamado.

Por otra parte, el sacerdote de la ciudad de Salem sabía que la verdadera fuente del éxito de Avram era YHVH, como se ha dicho: «Bendito sea El Elyon Dios Altísimo, esta era Su obra, que entregó en tus manos a tus enemigos» (Génesis 14:20a) . La palabra entonces dio paso a la acción y le dio Avram el diezmo de todo lo que poseía (14:20b).

Pan y Vino: Símbolos de la Redención

El significado del pan y vino dados por  Malki-Tzédek a Avram, está relacionado directamente a la obra redentora de la simiente de la mujer.

La importancia del Pan y Vino como símbolos de la conjunción del fruto de la tierra (polvo) representado en el Pan, y el alma humana (sangre) representada en el vino, que vuelven a su diseño original mediante la acción del Espíritu Santo representado en la acción sacerdotal del Rey de Justicia: el Mesías. Es decir que Malki-Tzédek está sirviéndolo a Avram los emblemas que serían integrales  establecidos siglos después por el Mesías, en la Cena del Señor, como elementos sacramentales de su obra eficaz y eterno de redención. Este evento en la vida de nuestro padre Avram señalaba a la esperanza de la morada del Espíritu Santo, tal como fuera administrada bajo el nuevo sacerdocio de la Orden de Malki-Tzedek, introducida por el Mesías para todos los redimidos que se saben Israel en Él.

El escritor de la epístola a los Hebreos describe a Melquisedec así:

«… sin padre, ni madre, y sin genealogía, no teniendo principio de días ni fin de vida, siendo hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote a perpetuidad» (Hebreos 7:3).

Debido a este pasaje, algunos creen que Melquisedec es actualmente una aparición o teofanía de Yeshúa antes de nacer en Belén.

Para aclarar esto, comenzaré diciendo que el hecho que Melquisedec reflejaba anticipadamente este evento mesiánico-redentor, no demanda que él sea el Mesías, como algunos intérpretes ignorantes aseguran hoy. En realidad, si lo fuese, hay toda una serie de problemas en el concepto del sacrificio sin pecado del Mesías. ¿Nació? ¿Era un hombre? ¿Si así lo fue, nació entonces de una virgen? Malki-Tzédek no era por cierto de la línea de David. ¿Si era un Ángel, que implica esto para el gobierno de Salem en esa etapa? ¿Que era el sacerdocio allí? ¿Porqué no hay registro en otra parte de un sacerdocio angélico? ¿Que necesidad tiene un Ángel de los diezmos de guerra? Los problemas lógicos introducidos por un aspecto Mesiánico de Melquisedec de tal magnitud son enormes.

Si hay algo seguro a todo esto, aunque, Melquisedec parece ser una figura oscura, se presenta como una persona muy importante del Antiguo Pacto. Ejemplo de esto lo encontramos en el Salmo 110 (versículo 4) que dice que el sacerdocio del Mesías es un sacerdocio según el Orden de Melquisedec, en contraste de ser de la orden de Aarón. En la epístola de Hebreos capítulos 5 al 7 se pone mucho énfasis en esta idea que edificaba la esperanza escatológica de las primeras comunidades.

Entonces, Melquisedec, rey-sacerdote, es considerado como una figura profética del Mesías. El silencio insólito de la Escritura sobre la ausencia de sus antepasados y de sus descendientes, sugiere que el sacerdocio representado por él es eterno. La interpretación de Génesis 14, según la cual fue Avram quien pago el diezmo y no Melquisedec, era tradicional ya que Melquisedec recibió el diezmo de Avraham porque era superior a él y por ello también lo bendijo; asimismo Melquisedec fue superior a los descendientes de Avram, los levitas o hijos y descendientes de Leví, los únicos que podían acceder al sacerdocio.

El diezmo pagado a los sacerdotes levitas era, a la vez, el salario de su oficio sacerdotal y el homenaje tributado a la eminente dignidad de su sacerdocio. Por lo tanto, si el mismo Leví pagó por medio de la figura de Abram el diezmo a Melquisedec, fue porque Melquisedec prefiguraba un sacerdocio mas elevado.

En definitiva, el sacerdocio de Melquisedec era más escatológico y divino que terrenal, y por esto se le ha considerado como sacerdote del Dios Altísimo y Sumo Sacerdote. Debido a ello, un sacerdocio eterno a la manera de Melquisedec anuncia para los tiempos mesiánicos la sustitución del sacerdocio antiguo, considerado ya como inferior al sacerdocio de Melquisedec (Hebreos 7:11-14).

Por último, y entendiendo que Melquisedec es un tipo del Mesías, debemos aceptar que las acciones de Abrahan sirven como modelo de imitación para nosotros hoy. Tenemos que darle una décima parte de todo lo que ganamos a aquel que oficia como nuestro Sumo Sacerdote delante del Trono de la gracia divina: Yeshúa, nuestro dueño.


Bitácora Relacionada:

Abraham llamado en Separación y con Promesas para Bendición

El Señor le dijo a Abram:

«Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré.

»Haré de ti una nación grande,
    y te bendeciré;
haré famoso tu nombre,
    y serás una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan
    y maldeciré a los que te maldigan;
¡por medio de ti serán bendecidas
    todas las familias de la tierra!»

Abram partió, tal como el Señor se lo había ordenado, y Lot se fue con él.

Abram tenía setenta y cinco años cuando salió de Jarán.

(Génesis 12: 1-4)

INTRODUCCIÓN:

Al introducirnos en la vida del Abraham, encontramos los inicios del nuevo trato mesiánico del Eterno con la historia humana. Descubrimos que nuestro Dios tratará a este patriarca únicamente en el marco de su Gracia. La presencia divina en la vida de Abraham no basará su manifestación en alguna cualidad meritoria que Abraham pudiera poseer; por el contrario todo proceder del Eterno se sustentará en la elección soberana que simplemente señala a un hombre para bendecir a la humanidad sin que este tenga que hacer otra cosa que ejercer su fe, es decir, creerle a Dios para gozar de Su justicia.

Al ir al capítulo doce del Bereshit nos encontramos con el llamamiento de Abram.  Dicho llamado esconderá la Intención del propósito eterno de Dios para redimir y salvar a la humanidad por medio de Su Código Sagrado: «la simiente de la mujer«, es decir el Mesías (Génesis 3: 15). Por medio de este llamado el Eterno se proponía tener a un hombre primogénito que lo conociera y le sirviera con fe. En el diseño divino estaba claro que de ese hombre saldría una familia que conocería y serviría con devoción a Su Nombre: Yahvéh. De esa familia saldría una nación escogida, compuestas de personas que se separarían de los malos caminos y de la inmoralidad fundamentada en Babel para ser canales de la bendición divina. De esta nación finalmente saldría Yeshúa, el Mesías salvador del mundo.

En el llamamiento de Abraham se esconden principios celestiales muy importantes que permiten a los escogidos descubrir los basamentos del supremo llamamiento de Dios en Jesús, el Cristo:

  1. EL LLAMAMIENTO DE ABRAHAM IMPLICABA EL PRINCIPIO DE “SEPARACIÓN” (Génesis 12:1)

Harán (en hebreo Jarán) significa «lugar seco» o «carretera desértica«, y justamente era una población totalmente infértil para el propósito eterno de Dios. Lo inmoral y las aberraciones de la idolatría llenaban las conciencias de sus habitantes.  Sus prácticas cotidianas fluían de las inmoralidades generadas del la religión astrológica de Babel. Estaba claro que mientras permaneciere en ese lugar Abram no podría avanzar en su vida espiritual y así manifestar la imagen divina de su esencia en la plenitud de Su semejanza mesiánica.

Después de cinco años en Harán el Señor le recuerda a Abram lo que originalmente le había dicho  en su ciudad natal: Ur, de la tierra de los caldeos: «deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré » (Génesis 12:1 y Hechos 7:3).

Convengamos que es difícil dejar el propio país donde uno tiene todas sus relaciones. Es muy complicado para el alma humana salir de su pueblo, y todavía más, salir de la casa del padre de uno. Pero eso es lo que le pidió el Señor a Abram.

A partir de estas palabras recordatorias del Eterno descubrimos un doble fracaso por parte de Abram.

Hay tres cosas que le fueron ordenadas por Dios.

En primer lugar, él tenía que dejar su tierra y a las personas que vivían allí. Con respecto al primer requisito Abram obedeció, pero en referencia a los dos últimos fracasó.

En segundo lugar, él tenía que separarse de su padre y de la casa de que él había forjado. Pero en lugar de dejar a su padre y a su familia,  se llevó a Taré y su sobrino Lot con él. En esto no fue obediente. Taré significa «retardo» o «el que retrasa o demora»; y justamente el Eterno le reprocha a Abram que estaba atascado en Harán por causa de los paradigmas que había recibido de su padre.

¿Por qué Yahvéh le pide a Abram que se separe de su padre y de la casa de su padre? Esto parecería una propuesta de insensibilidad y deshonra a la paternidad por parte del Eterno. Bien, el libro de Josué nos da la respuesta:

«Hace mucho tiempo, sus antepasados, Téraj y sus hijos Abraham y Najor, vivían más allá del río Éufrates y adoraban a otros dioses»

(Josué 24:3b).

Como vemos en este versíuclo, Téraj era un idólatra que adoraba al dios de la luna, Sin. Y es que tanto Harán como Ur de los caldeos eran centros de adoración a la luna. Solamente basta observar los nombres de la familia de Téraj y descubriremos en ellos la influencia de la adoración al dios luna. Veamos los ejemplos: el nombre Sarai viene de la palabra sharratu, y significa reina. Bien, esta fue la expresión acadia con la que se invocaba a Ningal,  la esposa del dios de la luna llamado Sin. El caso del nombre Milcá, la sobrina de Abraham, proviene del nombre acadio milkatu, y significa princesa con consejos divinos. Sonará a muchos lectores como un nombre muy bonito, pero es necesario entender que el mismo, en las religiones de misterio babilónico, era el título de la diosa Ishtar, la reina del cielo (título de la serpiente antigua) y esta divinidad era la hija del dios de la luna, Sin. Labán significa blanco y se usaba como una forma poética para invocar a Sin durante la luna llena. Por medio de este pequeño análisis del significado de estos diversos nombres como Sarai, Milca y Labán nos damos cuenta que todos muestran la influencia de la adoración del dios de la luna Sin, reafirmando lo que Josué relata en su discurso: Teraj era un idólatra, y toda forma de idolatría obstaculiza el peregrinar del alma hacia las dimensiones celestiales de la semejanza mesiánica que el Eterno anhela que los hombre alcancen por la fe y obediencia a Su Palabra.

El significado del nombre Lot es «el que se envuelve en lo oculto«, «el que guarda secretos«, o «el que hace patinar«. Lot es el tipo del creyente de mente mundana, en su significado encontramos características que llevadas a lo espiritual manifiestan la naturaleza psíquica de alguien que dice conocer a Dios, pero que, con sus acciones, muestra que su prioridad no es Dios. Habla del creyente religioso que se siente cubierto, asegurado, respaldado por alguien más delante de Dios. Aquel creyente que cree que por estar apegado a un líder de fe, estará seguro y bien delante del Eterno.

Ese tipo de actitudes conducen siempre a una doble vida, pues actúa en secreto, en lo recóndito (muy escondido y oculto), en su naturaleza está latente la mundanalidad, envolviéndose en prácticas ocultas (no confundir con ocultismo), sino en amistad con las tinieblas, por ejercer una fe fundada en el pensamiento mágico.

El escritor de la epístola a los Hebreos nos dice:

«Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba.»

(Hebreos 11:8)

Es maravilloso descubrir que cuando llegamos al Nuevo Pacto, la Gracia divina no destaca la desobediencia de Abram en Jarán. Sino que por el contrario, lo que ella enfatiza es su entrada a la Tierra Prometida por la fe que le cree a Dios. Eso es lo que el Mesías hace para los que, como Abraham, creen en Él por la fe (Juan 5:24). Así mismo, Él hoy a cada uno de nosotros nos está afirmando: «Yo soy el que por amor a mí mismo borra tus transgresiones y no se acuerda más de tus pecados» (Isaías 43:25).

Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa (Hebreos 11:9). Notamos en las Sagradas Escrituras, que Najor, el hermano de Abraham, construyó una ciudad (24:10), pero nuestro padre Abraham hábito en tiendas de campaña, «… porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor»  (Hebreos 11:10). Él, por la fe, era consciente que este sistema de cosas reptiliano no era su casa; y así él vivió como extranjero y un extraño en el mundo (I Pedro 2:11). A pesar de que él era riquísimo (Génesis 13:2), se mantuvo apenas en contacto con las cosas de este mundo. Las únicas cosas que Abraham construyó con excelencia eran altares que proclamaban la adoración en Espíritu y en Verdad al único y verdadero Dios: YHVH (12:7-8, 13:18, 22:9).

Ante toda esta evidencia, no hay duda alguna, que en Abram, el Eterno estaba estableciendo el importante principio de separación que Él mismo ejerció en la restauración de la Creación que el escrito relata en el primer capítulo del Bereshit (Génesis). De este modo, el Señor se asegura de guardar en la conciencia del padre de la fe la idea de que su pueblo debe separarse de todo lo que sea un estorbo para el desarrollo de su vida espiritual.

El Eterno llegaría a todas las demás naciones de la tierra mediante el establecimiento de una reputación para Sí mismo a través de su pueblo escogido, Israel. Tendrían mandamientos especiales que viviendo con ellos los harían diferentes de todas las naciones vecinas. Su intención es que así  serían diferentes, santos, apartados para la Gloria de Su Nombre, viviendo una vida santa, totalmente apartada para Él. Pero al igual que Israel, cuando vivimos como el resto de la vida del mundo, hacemos que otros tropiecen y arrastren el nombre de Dios por el barro. Tenemos la responsabilidad esencial para que los demás vean a Jesús el Cristo a través de nuestras vidas.

Como hijos de Dios debemos ser reflexivos en cuanto a aquellas cosas que lejos de impulsarnos en la vida espiritual nos detienen y tomar la decisión de soltarlas.

 

2. EL LLAMAMIENTO DE ABRAHAM IMPLICABA “UNA PROMESA” (v. 1-2)

Así pues el Señor le dijo a Abram: «Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré« (12:1). Los mandatos del Señor son raramente acompañadas de razones, pero siempre van acompañados de promesas. Y este fue el caso de Abram.

La promesa era: “… te mostraré…”. Con ella el Eterno implantaba la certeza en el alma del llamado, y su descendencia,  de que Él nunca abandona a sus elegidos dejándolos perdido en su peregrinación terrenal. Él siempre les proveerá Instrucción (Torah) como hoja de ruta, por medio de la que pautará los lineamientos del Camino que conduce a la contemplación de Su Majestuosa Paternidad.

Esta promesa implicaba también una obra exclusivamente divina:  “… haré de ti…”. Asegurando el obrar soberano y glorioso del Eterno en la vida de aquellos que se rinden a Su voluntad buena, agradable y perfecta.

 

3.  EL LLAMAMIENTO DE ABRAHAM IMPLICABA “BENDICIÓN”. (v. 2-3)

El Eterno nunca llama a alguien para que finalmente caiga en calamidades. Por el contrario, Yahvéh, nuestro Dios, tiene la Intención de conducir a su escogidos al éxito que permite alcanzar la calidad total de Su propósito. El Señor jamás elige para el fracaso.

La bendición sería primero para Abraham y para todas las naciones. El punto culminante es el siguiente:

«Y todos los pueblos de la tierra serán benditos en ti« 

(Génesis 12:3 y Hechos 3:25).

Abraham sería un canal de bendición para todo el mundo. Esto se extenderá a los gentiles (Romanos 11:11-24). En efecto, la Escritura, habiendo previsto que Dios justificaría por la fe a las naciones, anunció de antemano el bendito evangelio a Abraham:

“Por medio de ti serán bendecidas todas las naciones”

(Gálatas 3:8)

Ellos son aquellos para los que Abraham será una bendición. Esta es la promesa que va más allá de Israel. Esto se reafirmó con todos los patriarcas, más tarde se reafirma a Abraham en 22:15 y 18, se reafirma a Isaac en 26:3-4, y a Jacob en 28:14. Esta bendición se lograría a través de la semilla de Abraham: el Mesías. Como los profetas señalaron, es a través de Él que los gentiles recibirán las bendiciones espirituales (Isaías 42:1 y 6, 49:5-6 y Amos 9:11).

Evidentemente el Eterno llama para bendecir a su escogidos y para que estos sean, en el Mesías, de bendición a millones.

 

 

 

CONCLUSIÓN:

Mientras vivía con su padre en Harán, Abraham recibió un mensaje del Señor, que lo llamaba a separarse de sus constelaciones familiares e ir a otro lugar. Se le prometió gracia divina, gran posteridad, y que se convirtiera en una bendición, para todas las familias de la tierra. Nuestro padre Abraham obedeció el llamado, y así se convirtió en un líder de esa innumerable compañía de creyentes que han visto una ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios (Génesis 12:1-4 Hebreos 11:8-10).

Estos cuatro versículos que encabezan nuestro estudio, revelan como se originó la amistad de Abraham con el Eterno. Este es su único título y a él se refieren como: el amigo del Señor. Tres veces aparece en las Sagradas Escrituras (2 Crónicas 20:7; Isaías 41:8 y Santiago 2:23). Él es el único que lo tiene y hasta la fecha los árabes, sus descendientes por el linaje de Ismael, lo llaman a Abraham El Khalil, el amigo de Dios. Yeshúa prometió a su discípulos que esa será la meta final de categorización celestial. Él los desafiaba: llamarlos amigos, sin hacían lo que Él les mandaba (Juan 15: 14-15)

¡Hoy, tú y yo podemos ser bendecidos por el Eterno si tan sólo obedecemos a su llamado para salvación y para servicio de todas las naciones. Por favor: ¡Búscalo con todo el corazón y serás bendecido y serás bendición!

 

El Monumento al Orgullo: La Torre de Babel

Entonces se dijeron unos a otros:

«Venid, hagamos ladrillos, y cozámoslos al fuego».

Y se sirvieron de ladrillos en lugar de piedras, y de betún en vez de argamasa; y dijeron:

«Vamos a edificar una ciudad y una torre, cuya cumbre llegue hasta el cielo; y hagamos célebre nuestro nombre antes de esparcirnos por toda la faz de la tierra”.

(Génesis 11: 3-4)

 

En este relato divino de la historia primigenia se nos revela un ser humano que, consciente de sus nuevas habilidades, se envanece y se prepara para glorificarse a sí mismo mediante el esfuerzo colectivo. Para dejar testimonio a las generaciones venideras, esta humanidad decide construir un monumento para sí. Por ello, vemos que los elementos de la historia son atemporales y característico del espíritu del sistema de cosas reptiliano que las primeras comunidades de discípulos de Yeshúa sabían que había que evitar (1 Juan 2:15-17).

Alrededor del año 3.000 a.C., Nimrod, coronado como el primer rey emperador, fundó la ciudad de Babel, desde donde comenzó a gobernar la tierra en abierto desafío al Eterno Dios.

Nimrod era hijo de Kus, nieto de Cam y bisnieto de Noé y pasó a la historia como un célebre cazador, gran guerrero y despótico opresor, que se opuso a Yahvéh (Génesis 10: 8-11).

Según la tradición histórica, Nimrod hizo la guerra a la descendencia de Jafet, la esclavizó y le arrebató todas sus tierras. Y desafiando con soberbia a Yahvéh, nuestro Dios, ordenó construir una gran torre con el propósito de alcanzar el Cielo e invadir la propia morada del Creador. Su intención era robarle al Eterno los lineamientos y las pautas del diseño de Su Proyecto Mesiánico y el Plan de Salvación que en él se escondía.

Es evidente que Nimrod pretendía llegar hasta la mismísima residencia de Dios, desplazar su autoridad y lanzarse a la conquista del mundo aduciendo ser la «simiente de la mujer«, o sea el Mesías prometido en Edén (Génesis 3; 15).

La gran torre pensada por Nimrod dominaría la ciudad, tanto arquitectónica como culturalmente. Serviría como centro de la vida política y religiosa de la población, y sería un símbolo de su unidad y poder.

Y así fue que comenzaron los babilonios la colosal edificación, levantando una torre como jamás había visto el hombre. La torre de Babel fue un gran logro humano, una maravilla del mundo post-diluviano.; pero era un monumento dedicado a la gente mismo y no al verdadero Dios. Por ello, hoy es el símbolo más puro del sistema de gobierno antagónico que el mundo escogió desde el principio. Este sistema de gobierno excluye siempre al Creador Eterno, procurando la constante rebelión del ser humano, que conduce a colocar todo lo que el hombre hace por encima de todo. Este es el inicio del humanismo. Todo el conocimiento cainita (simiente de la serpiente) resucitó aquí, pero esta vez organizado en un sistema totalmente anti-Cristo, que ni el mismo Dios podría derrocar si se le permitía continuar (Génesis 11: 6).

El humanismo se inicia con la humanidad poniéndose en el lugar del Señor, y eliminándolo a Él del centro de nuestras vidas. Los humanistas no creen en Dios; por el contrario, ellos se convierten en un dios para sí mismos. Ellos sostienen que todo el mundo tiene el derecho a determinar su propio destino. Ellos creen en la ética situacional y no tienen ningún concepto de autoridad absoluta. Su deseo es forzar al Eterno a plegarse a su voluntad. Las Sagradas Escrituras revelan que las personas que piensan así son sabios a sus propios ojos e inteligentes a su propia vista (Isaías 5:21). Por eso,  sin duda alguna, el proyecto de Nimrod era un desafío a la soberanía del Eterno y a Su propósito mesiánico para con la humanidad.

El texto relata que el Altísimo supo acerca del desafío que se le hacía y decidió bajar a la Tierra para castigar tanta insolencia.

Y descendió el Señor a ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de Adán, y dijo. ‘He aquí, el pueblo es uno solo, y todos tienen un mismo lenguaje; y han empezado esta fábrica, y no desistirán de sus ideas, hasta llevarlas a cabo. Ahora, pues, descendamos y confundamos allí mismo su lengua, de manera que el uno no entienda el habla del otro.

(Génesis 11: 6-7)

Cayó la ira de Dios sobre Babel y se desplomó la gran torre provocando indescriptible espanto. Y ocurrió que la gente, dejó de entenderse y se dispersó por todas las regiones llena de espanto y temor.

Por esto es que conviene saber que el nombre hebreo de Babilonia es Babel, que significa «la puerta de Dios». Pero, es interesante decir, que a su vez, la palabra Babel se deriva de la raíz hebrea balal, que significa «trastornado» o «confundido». Por ello, Babel significaría “puerta en donde Dios trastorna y confunde”. La mayoría de los especialistas vincula a esta ciudad con Babilonia, la cual se convirtió finalmente en sinónimo de la última ciudad malvada que persiguió al pueblo de YHVH.

Esto fue, por supuesto, un acto de rebelión contra Dios en oposición con Su pacto con Noé (9:1 y 7).

Este logro humano orgulloso era nada más que un retorno al esfuerzo de Adán y Eva de ser como Dios a su manera tal y como la serpiente les dijo (Génesis 3:5). Todas este conjunto de naciones, bajo la guía de Nimrod, en el orgullo de sus corazones, querían decir: «Yo soy un dios» (Ezequiel 28:2). Y al hacerlo ellos estarían emulando al  padre de mentira, el diablo. De este modo el hombre rebelde emerge en forma independiente de la voluntad divina, declarándose por sí mismo capacitado para transforma todo (Mesías) sin necesidad de comulgar con el Eterno, su Fuente de propósito. Nimrod, y todos sus súbditos, querían ser autónomos y apropiarse del poder divino para gobernar sin el menor vestigio del reinado de Yahvéh. Querían trascender sus limitaciones humanas sin la Instrucción (Torah) del Eterno. Así es como nuevamente se manifestó la apostasía, trayendo nuevamente al hombre de pecado como un anti-diseño del propósito del Señor. Así será descrito, en el siglo I, por el apóstol Pablo este tipo de espíritu anti-Cristo:

«Éste se opone y se levanta contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de adoración, hasta el punto de adueñarse del templo del Señor y pretender ser Dios.»

(2 Tesalonicenses 2:4)

Por eso es que el objetivo de Nimrod fue frustrado por el mismo Yahvéh, y todos aquellos seres humanos fueron obligados por el Eterno a dispersarse por toda la faz de la tierra (11: 4). Este fue el método que el Señor usó para dispersar a los seres humanos de manera que el reino que hombre reptiliano (simiente de la serpiente) estaba creando nunca excluyera la manifestación del Reino de Dios.

Al leer este relato notamos que la Torre de Babel no era un monumento al único y verdadero Dios, sino a la humanidad orgullosa de su fuerza política. Revela la arrogante actitud del hombre, desafiante, rebelde contra YHVH. Y porque querían excluir a Dios, notamos que Su Nombre está apropiadamente ausente de esta sección. La expresión «hagámonos un nombre» (en hebreo Shem), habla de hacer una falsa imagen de Sem, en quien se concentraba las promesas de la bendición mesiánica (simiente de la mujer). Es decir que con esta palabra Nimrod y sus súbditos expresaron el deseo de establecer por ellos mismos un anti-Mesías de poder mundano que dirigiera los designios del destino planetario. La expresión refuerza la pretensión humana, su apetito de gloria, y su rebeldía contra el Eterno.  Anhelaban fama, sin darle la gloria al Nombre del Señor.  Esto se refuerza cuando consideramos detenidamente las palabras del Eterno sobre dicho intento

«… y se dijo: «Todos forman un solo pueblo y hablan un solo idioma; esto es sólo el comienzo de sus obras, y todo lo que se propongan lo podrán lograr.»

(leer nuevamente verso 6)

Con estas palabras el Eterno reveló que la construcción del sistema de Babel era únicamente el inicio de un camino mayor de rebelión jamás visto en la historia humana, incluso hasta nuestros días. La reunión de todas la fuerzas materiales en un centro común hubiera conducido al despotismo universal y al desarrollo pleno de lo que, como anticristo, se reserva para el juicio de los últimos días.

Este proyecto reptiliano, hoy llamado «Babilonia la Grande» (Apocalipsis 17:5), es una civilización apoyada sólo en la autonomía y recursos humanos que rehúsa al Creador y Su Instrucción (Torah) y pierde por lo tanto la capacidad de oír al Eterno. Es una sociedad totalmente secular y, reitero, humanista, de cualquier lugar y cualquier época, que ubica al hombre en el centro del universo y lo erige como un dios. Se constituye por tanto en la civilización desafiante del propósito eterno de Dios y enemiga de la manifestación de Yeshúa, el Mesías (Hechos 4: 25-27). Por eso, en la Venida del Señor, esta civilización anti-Dios será finalmente enjuiciada y destruida (Ap. 18).

Por lo tanto, la Babel de la Tierra se contrapone a la Jerusalén celestial; la ciudad del hombre se opuso a la ciudad de Dios.

Volviendo a releer el relato, diré que frente a esta actitud desafiante, el Eterno responde con justicia, pero usando la misericordia en fidelidad a Su naturaleza amorosa y a Su promesa de no destruir totalmente a la humanidad.

En primer lugar, el Eterno reconoce que el proyecto humano se debe a la unidad y al poder del acuerdo mutuo de desafío.

En segundo lugar, el Eterno, en su divinidad plena, decide truncar el proyecto que alejaría a la humanidad del propósito divino y causaría su autodestrucción. Dos acciones divinas logran este doble cometido: confunde el lenguaje que los hombres dominaban (el lenguaje del Uno) y los dispersa sobre la faz de la Tierra.

Diré aquí, que la confusión del lenguaje no es tan sólo la diversidad de idiomas que crea barreras a las naciones, sino más bien la diversidad de intereses y ambiciones que mantiene a las naciones desunidas y en constante conflictos y guerras.

Si ahora reflexionáramos rápidamente en la Historia Universal de la humanidad, notaremos que a través de las distintas épocas, grupos de naciones por decisión voluntaria o por imposiciones, con fundamentos políticos o religiosos, se han unido, se han engrandecido y han creado civilizaciones imperialistas que rechazan al Eterno y Su Instrucción, tal y como fue en Babel. Las mismas, volviéndose idólatras, rechazan y violan el propósito eterno de Dios para la humanidad. Las violaciones más comunes son las de opresión política y social, explotación comercial desequilibrada que enriquece a unos pocos, en la cima de la pirámide o torre, y empobrece a otros en su base. De ese modo aparecen sus expresiones más violentas, como la esclavitud, la depredación de recursos naturales, destrucciones de territorios, razas y culturas enteras, llegando finalmente al genocidio.

Por eso, hoy al estudiar este proyecto reptiliano llamado Babel o Babilonia, podemos rescatar dos principios importantes:

  • Primero: el hombre no redimido continuamente rechaza al Eterno y Su Torah (Instrucción) creando una civilización anti-amor, totalmente inhumana y explotadora.
  • Segundo: El Eterno no tolera dicho proyecto, llámense Imperios, Uniones de Repúblicas, o de Estados, Confederaciones, Ligas o Comunidades de naciones. Por eso siempre y cuando una civilización busca la unidad en arrogancia, cae bajo los juicios divinos y es totalmente desbaratada (Salmo 2: 1-5; Isaías 7; Romanos 2).

La ciudad primitiva, anti-Mesías, que no se llega a terminar, es hoy el símbolo de la inagotable y obsesionada búsqueda del hombre de la «religión perfecta», ecuménica o universal que permite un único gobierno y una sola economía mundial. Pero esto es una quimera, un imposible. Por más que nos empeñemos, ya nos advierte el Señor que no es ese Su camino y por esto el nombre de ella es Babel, que significa confusión espiritual para conocer a Dios. El mensaje está bien claro para todos los hombres. La verdadera unidad se basa únicamente en el Señor y en la vida espiritual que  en Él hay y que fluye hacia los hombres por medio del Mesías y Su Yugo bendito.

«Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos«.

(Efesios 4:4-6)
Cuando cualquier ser humano se revela contra el Eterno, Él viene, como Señor, para ver lo que está ocurriendo y lo confunde. El Señor castigará la arrogancia y la desobediencia.
Todo queda bien claro: ¡La confusión es, y será, siempre el destino inevitable de todos los planes hechos por el hombre sin Dios!

Sem, Cam y Jafet: Tres Nombres para Tres Culturas

Por P.A. David Nesher

Los hijos de Noé que salieron del arca fueron Sem, Cam y Jafet (y Cam es el padre de Canaán).
Estos tres son los hijos de Noé, y de éstos se pobló toda la tierra”.

(Génesis 9:18-19)

 

Al leer el Bereshit en el capítulo noveno, nos encontramos con un mensaje trascendental para la humanidad de todos los tiempos, y en especial para nosotros hoy.

Sem, Cam y Jafet, los responsables de repoblar la Tierra, parecen haber impreso sus propias características en sus descendientes.

A los fines mismos del escritor (Moshé) inspirado por el Espíritu del Eterno, sus mismos nombres son simbólicos y proféticos. Y es que Sem, Jam y Jafet representan tres culturas.

Jam (Cam): significa “caliente”, o “calor ardiente”.

El calor en la mentalidad hebrea tiene que ver con los placeres. Por ende, Cam representa a la cultura que busca el placer por el placer en sí. Esto se llama hedonismo. El placer que es un medio a través de esta cultura se transforma en un fin.

Yefet (Jafet): signifiva «belleza» o «hermoso«.

Representa a la cultura que busca la belleza de las cosas como fin único. Esta es la base del humanismo. Esta cultura procura constantemente una ilimitada producción de belleza y goce de lo hermoso de las cosas materiales.

Shem: significa “El Nombre de Gloria”.

Esta es la cultura de la esencia. La que conduce al ser humano a investigar por la esencia de las cosas. Buscar la dimensión espiritual de todo, para poder conectarnos al Eterno.

¿ Cuál es el mensaje para nosotros en estos tres nombres ?

sem-cam-jafet

Moshé, persigue demostrar cómo, de este modo, la cultura hedonista sumada a los conceptos de la cultura humanista, reafirmaron el marco declarativo que permitió la resurrección del materialismo anti-Mesías que la serpiente había instalado en la mente de la humanidad del Edén. Fue de los descendientes de Cam y Jafet como la humanidad volvió a constituir un sistema opresor que quedó representado por la Torre de Babel.

Por ello, el Espíritu del Señor deja bien claro cuál es el secreto para vencer esta tendencia del hombre a irse tras la condenación. La sabiduría de la cultura de Shem es saber utilizar el placer y la belleza como medios que permitan glorificar el Nombre del Eterno. Con esta forma de vivir evitamos ser esclavo de la vida moderna que corre sujeta a los lineamientos de un humanismo relativista que ha convertido al hedonismo (buscar el placer por placer mismo) en el leitmotiv de la mayoría de los seres humanos actuales.


Nota:

Seguramente varios de ustedes vienen considerando hacer donativos a este ministerio de enseñanza que el Eterno me ha encomendado. Para aquellas personas que deseen hacer donaciones para la expansión de nuestra pag web y para la ejecución de nuevos proyectos de ayuda social, aquí les dejo el link que les permitirá hacerlo.

¡Desde ya muchas gracias y que el Eterno recompense esta consciencia de Terumáh!

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El Nuevo Mundo y la Nueva Humanidad que Noé comenzó para preservar la Vida

Al salir del arca Noaj (Noé) entró en un mundo purificado por la Justicia divina; figurativamente era una nueva creación, y por lo tanto, él y su familia tenían la misión de iniciar una nueva humanidad que se conformara a los designios del diseño original de Yahvéh.

Al concluir el Diluvio, el proceso de juicio reveló cuál fue la intención del Eterno al actuar así sobre el planeta. Con la desaparición de lo Nefilim (clones surgidos de la mezcla de ángeles y mujeres cainitas), y de los héroes anti-Mesías, se reafirmó el dominio original de los seres humanos sobre la Tierra.

Por tal motivo, Noaj, al salir del arca, lo primero que hace es reconocer el favor inmerecido de Dios (Su Gracia benevolente) construyendo un altar y ofreciendo en él holocaustos (Gén. 9:20). El agradecimiento por la liberación redentora fluía de tal modo en los corazones de aquellos escogidos que consagraron en este acto de adoración sus vidas al Eterno para asegurarse éxito en el futuro que les esperaba.

El holocausto (hebreo olá) es la ofrenda totalmente dedicada a Dios. Lo que se ofrece, se pone en el altar y se quema en su totalidad convirtiéndolo en humo que sube hasta los cielos, simbolizando la Presencia de Dios. Esta ofrenda indica el reconocimiento del favor inmerecido de Dios y la dedicación total del ofertante al Eterno (Levítico 1: 1-17).

Por esto, el Eterno acepta con agrado la ofrenda de Noaj y decide hacer un pacto de nueva relación con la creación y particularmente con la humanidad, su representante ante aquella.

estableció el nuevo orden dando provisiones básicas por las cuales la vida del hombre se regirá en Tierra después del diluvio:

  1. Para dar seguridad a todos los humanos prometió que las estaciones del año quedarían restablecidas para siempre, asegurando, por medio de ellas, estabilidad y sustento (Hechos 14: 16-17).
  2. Instituyó la Ley de Siembre y Cosecha (Génesis 8:22)
  3. Reiteró el mandamiento de que el hombre se multiplicara.
  4. Confirmó el dominio sobre los animales  dándoles permiso de comer su carne pero no su sangre.
  5. Estableció la pena capital.
  6. Hizo pacto con el hombre prometiendo que jamás volvería a destruir la Tierra por medio de un Diluvio (Génesis 8:21).

El Eterno, a través de este pacto, tuvo la bondad de permitirles añadir la carne animal a su dieta. Sin embargo, tenían que reconocer que la vida de todo animal que mataran para comer pertenecía a Dios, y debían demostrarlo derramando la sangre en el suelo como agua. Este era un modo de devolverla a Dios y no utilizarla para propósitos personales. (Deuteronomio 12: 15- 16).

 

¿Por qué se prohibió comer la sangre?

«… Pero no deberán comer carne con su vida, es decir, con su sangre»

(Génesis 9:4)

Yahvéh aquí es bien claro al decir que la sangre debe ser drenada antes de comer. La sangre es el elemento físico contenedor o sede de la energía vital que la Vida confiere al ser humano y los animales. La sangre está tan enlazada con los procesos de la vida que en la Biblia asegura que el alma está en la sangre.

 

El Eterno es la fuente de la vida. (Salmo 36:9.) El hombre no puede devolver una vida que haya quitado. “Todas las almas… a mí me pertenecen”, dice Yahvéh. (Ezequiel 18:4.) Por lo tanto, quitar una vida es quitar la propiedad de Dios. Todo ser vivo tiene un propósito y un lugar en la creación de Dios.

 

Por ello, la sangre es tomada como símbolo de la vida, que solamente el Eterno puede dar. Esa es la razón por la que el ser humano debe entender que la sangre le pertenece a Dios y el hombre no debe tomarla. Esta prohibición permitió preparar la conciencia de la humanidad en el significado de la expiación mesiánica:

 

 «Porque la vida de toda criatura está en la sangre. Yo mismo se la he dado a ustedes sobre el altar, para que hagan propiciación (expiación) por ustedes mismos, ya que la propiciación se hace por medio de la sangre.»

(Levítico 17: 11)

La sangre representa así una vida entregada obedientemente a la muerte (Levítico 17: 10-14). Para ampliar este tema pueden ver también Deuteronomio 12:15-16 y 20-25). La vida de un animal derramada sobre el altar de los sacrificios, fue aceptada por Dios como una muerte sustitutiva por la vida de un pecador culpable, que merecía la muerte, pero que se le permitió vivir por el sacrificio. La sangre de un holocausto mesiánico cubre los pecados. Pero, claro está, que la sangre de los animales podría cubrir, por supuesto sólo figurativamente, los pecados. La realidad representada por la figura fue el sacrificio del Cordero de Dios, Jesús (Yeshúa) el Cristo (Mesías), que se ha presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo (Hebreos 9:26).

 

Lo primero que Yahvéh señalará en su trato con esta nueva humanidad, establecida en Noaj y sus hijos, será el concepto de la santidad de la vida, y la responsabilidad de cada ser humano de trabajar por la valorización de la misma. Aquí el Eterno se le revelará al hombre como el principal defensor de la vida, y así le mostrará que todo ser humano debe ser un aliado divino en la defensa de la misma.

 

Toda sangre que es la vida le pertenece al Eterno, pero por sobre todo la sangre del hombre a quien hizo a Su imagen para que se conformen a Su semejanza (Génesis 1: 26; 9:6). Arrancar una vida humana es violar la imagen de Dio en el ser humano que debería ser respetada y reverenciada. La vida, aun la prenatal en todas sus faces, siempre es un milagro, y por lo tanto, nadie debe creer que tiene el derecho de derramar sangre de un semejante inocente. La vida es la herencia que el Eterno le dio al hombre, por lo tanto este está obligado a cuidarla y defenderla  en sí mismo y en su entorno.

 

No se puede derramar la sangre del ser humano impunemente, pues el Eterno pedirá cuenta al hombre o animal que que atente contra la vida de un ser humano:

 

«El que derrame sangre de hombre, por los hombres su sangre será derramada, porque a imagen de Elohim hizo Él al hombre»

(Génesis 9:5-6).

Así Yahvéh establece la pena capital (o de muerte) para el homicida y la ejecución de este la dejará en manos de las autoridades humanas competentes. Esta medida afirma la santidad de la vida y evita la violencia destructiva innata en el ser humano.

De este modo, el Eterno dejará claro que el hombre tenía el derecho de disfrutar de la vida que Dios le había concedido, y cualquiera que le privara de esa vida sería responsable ante Dios. Esto ya había quedado revelado cuando Dios dijo al asesino Caín: “La sangre de tu hermano está clamando a mí desde el suelo” (Gé 4:10). Debido a este punto de vista de Dios sobre el valor de la sangre, se sabía que la sangre de una persona asesinada contaminaba la tierra, una contaminación que solo podía expiarse si se derramaba la sangre del homicida. Tomando esto como base, la Biblia autorizaba la pena capital para el asesino, la cual se ejecutaba mediante la autoridad debidamente constituida. (Números 35:33; Génesis 9:5, 6.)

 

Esto prepara el escenario para los fundamentos del Gobierno Civil o humano. Bajo el pacto de Dios con Noaj, la pena de muerte era obligatoria por el delito de asesinato. El objetivo divino de esta pena será castigar al asesino. La gente de hoy se distrae en el debate de la rehabilitación. ¿En verdad, la prisión tiene que rehabilitar al asesino? Aquí, el Eterno revela  que esa no es la cuestión. En el Israel antiguo no estaba permitido aceptar ningún rescate para librar de la pena de muerte a un asesino deliberado. (Número 35:19-21, 31.)

 

En esencia, vemos que el nuevo orden que se estableció por medio de este pacto garantizaba la estabilidad de la naturaleza esencial de todas las cosa. Esto ayudó a garantizar el orden estable para el desarrollo de esa nueva humanidad que estaba comenzando.

Los descendientes de Noaj conocieron que el derecho civil o humano era necesario para la estabilidad de la vida y que la maldad no debe quedar impune, como fue antes que las aguas diluvianas destruyeran el viejo orden. Con este fundamento de lo civil el ser humano desarrolla una conciencia con sentido de responsabilidad total por el sistema y decide tener un interés mucho mayor en el mantenimiento de la justicia y hacer cumplir las leyes. En otras palabras, Yahvéh, nuestro Elohim ha decidido que el ser humano aprenda el valor y el ejercicio de la justicia. Él nos ha entregado pero la responsabilidad se ha dado a nosotros y somos libres de tener éxito o fallar.

 

Con el tiempo, a través de Moshé, el Eterno reveló en Su Instrucción, que incluso si alguien odiaba a su hermano hasta el grado de desear verlo muerto, o lo calumniaba o daba un falso testimonio contra él con el objeto de poner en peligro su vida, se hacía culpable de la sangre de su prójimo. (Levítico 19:16; Dt. 19:18-21; 1Jn 3:15).

¿Reconoció Dios que cometió un Error?

Por P.A. David Nesher

«Y vio Yahvéh que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.
Y se arrepintió Yahvéh de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón«.

(Génesis 6: 5- 6)

Comencé citando literalmente el texto de la versión Reina-Valera 1960 que es la traducción que más permite el plantea de la pregunta con la que encabecé a esta bitácora.

Ahora haré lo que ya todos los discípulos de Yeshúa a quienes sirvo saben que hago, cuando un texto bíblico genera incógnitas por causa del sentido idiomático mismo.  Consideraré junto a ustedes el famoso adagio italiano: “traduttore, traditore”. Toda traducción contiene una traición. Esto lo hago porque este proverbio italiano es un juego de palabras basado en el hecho de que traición y traducción tienen una raíz latina similar; forman parte de un conglomerado de ideas que incluye también la palabra tradición. Y es justamente esta última (la tradición) la que estamos obligados a juzgar, y hasta desechar si es necesario, de nuestra tarea interpretativa del texto sagrado.

Lamentablemente, existe una línea interpretativa, llamada teísmo abierto que insiste en creer que Dios se arrepintió con tristeza porque estaba sorprendido o desconocía la profundidad de la naturaleza pecadora del hombre en que cayó. Así, desde este versículo, se afirma que Dios desconoce lo que las personas escogerán hacer. Por ello, y bajo la sutil influencia de este pensamiento, incontables mentes humanas, al llegar a este texto se cuestionan lo siguiente:

¿Quiere decir que Dios  se arrepintió de crear a la humanidad en el sentido de reconocer que había cometido un error? ¿En verdad, se da a entender que Dios cambia de opinión?

Para poder aclarar estos planteamientos llenos de sinceridad, me corresponde decirles que todo texto bíblico debe ser considerado desde el contexto escritural general. Desde aquí acudiremos ahora a las Sagradas Escrituras y notaremos que estas dicen que YHVH no cambia. Esto significa que no cambia su naturaleza, ni tampoco sus decisiones, ni su manera de pensar, ni su voluntad.

“Porque yo YHVH no cambio;

por esto, hijos de Yacov (Jacob), no habéis sido consumidos»

(Malaquías 3:6)

Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación

(Santiago 1:17)

Por lo cual, queriendo Elohim mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros

(Hebreos 6:18)

Por todo este contexto general de la revelación escritural concluimos que nuestro Todopoderoso Abba es UNO y ÚNICO y que en Él no hay error ni imperfección.

Por eso, al regresar al texto del sexto capítulo de Bereshi (Génesis), debemos considerar algunos aspectos claves para la excelente interpretación del mismo.

En primer lugar, aceptemos que el relato que Moshé hace en los capítulos 4 al 6 pretende llevar a sus lectores a tomar conciencia de lo que produce en la historia la degradación humana en su descenso (yrida) a la bestialización (para entender esto invito a leer: ¿Hombre en señorío o humano bestializado?) Con estas líneas el Eterno quiere revelar cómo es el proceso de la precipitación humana hacia la degradación, y su necesidad absoluta de redención y restauración por medio de Su Gracia.

Antes de continuar, quiero dar gloria al Eterno por haberme conducido en Su bendita Unción a vivir en el convencimiento de la importancia de conocer las raíces hebreas de nuestra fe en Yeshúa. Cuan prioritario es para el sincero investigador de las Sagradas Escrituras ir al hebreo cada vez que estudiamos la TaNak (mal llamado Antiguo Testamento en la teología cristiana).

Por eso, veamos nuevamente lo que nos dice la versión Reina Valera 1960:

Y se arrepintió YHWH de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón”.

(Génesis 6:6)

¿Qué nos dice el hebreo?

Veamos:

ו וַּיִּנָּחֶּם יְהוָּה , כִּי -עָּשָּה אֶּת -הָּאָדָּם בָּאָרֶּץ ; וַּיִּתְעַּצֵּב , אֶּל -לִּבו

Leído en nuestro idioma se pronuncia así:

“VAINAJEM” YHVH KI-ASAH ET-HA'ADAM BA'ARETZ VAIT'ATZEV EL-LIBO"

Traducido esto al español en forma correcta se debe leer:

«Y SE CONSOLÓ YHVH PORQUE HABÍA HECHO AL HOMBRE EN LA TIERRA Y SE ENTRISTECIÓ SU CORAZÓN»

Primero la palabra hebrea que aparece ahí en el verso 6 del capítulo 6 de Bereshit (Génesis) que los “traductores” de la Reina Valera y de otras versiones vierten como “arrepentimiento” es “nakjám” y puede traducirse como “consolarse”, “suspirar fuertemente en exhalación” o “lamento”. “Nakjám” es una expresión hebrea que se usa para:

  • Sentir pena por algo o alguien
  • Sentir pesar por algo o alguien
  • Sentir dolor por algo o alguien
  • Entristecerse por algo o alguien
  • Sentir un corte hasta lo más profundo del corazón.

Por lo tanto, en este texto tiene la connotación de «haberse dolido» o “haberse consolado” por la situación infrahumana que la humanidad había alcanzado según el contexto de la historia del capítulo seis. No sólo la mayoría de los seres humanos se había corrompido por completo, además “se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia” (v. 11). Es decir que la humanidad se había vuelto tan violenta que Dios se vio en la necesidad intervenir. El mundo había dejado de ser un lugar seguro en todos sus ámbitos existenciales.

No es que Dios se había equivocado al crear al hombre; pero sí le dolía ver los errores que el ser humano estaba cometiendo. La causa de su dolor era la humanidad en sí, no el hecho de haberla creado. En otras palabras, el comportamiento del hombre no fue una sorpresa o algo inesperado para Él.

El Eterno no se arrepintió de algo que hizo. Él es perfecto y por lo tanto nunca se equivoca (cf. Salmos 18:30). Bajo este entendimiento entendemos que YHVH se consoló asimismo por haber hecho al hombre en la Tierra, no por haber cometido un error en su creación, ni porque ésta fuera imperfecta, sino porque que las condiciones en las cuales el hombre estaba eran lamentables y tristes para él, me refiero a la ya habituada y constante inclinación al mal que los hombres y mujeres tenían (v. 5).  ¿Logra usted discernirlo?

Una clave para entender bien este pasaje se encuentra en el mismo polémico verso 6, que dice; “Y SE ENTRISTECIÓ SU CORAZÓN”. O sea, que el asunto aquí no es una actitud de arrepentimiento por haber hecho algo mal, sino que una actitud de consuelo y tristeza por la condición del hombre quien estaba de continuo inclinado al mal habiendo así torcido su esencia a condicionamientos del inframundo (Sitrá AjRá) mismo.

La voluntad de Dios al crear al hombre fue que éste lo sirviera fielmente sujetándose a la Sabiduría de Su Instrucción. Cuando el hombre se volvió exageradamente pecaminoso, el Eterno sintió tristeza por los resultados de haber creado al hombre. Pero Yahvéh no cambió Su voluntad. Siguió siendo Su voluntad que el hombre le sirviera y procedió a eliminar a aquellos hombres que no aceptaban esta voluntad divina por medio de un terrible diluvio.

Otro ejemplo del uso de nakjám en el contexto del Eterno Dios está en 1 Samuel 15:35, cuando Dios se arrepentía [nakjám] de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel. Una vez más, Yahvéh no se estaba lamentando de su decisión, sino de los errores de Saúl. La voluntad de Dios al escoger a Saúl como rey sobre Israel fue que Saúl le obedeciera y que sirviera de ejemplo a todo Israel como un siervo de Dios. Cuando Saúl le desobedeció, Yahvéh sintió el pesar por los resultados de la rebeldía de Saúl (1 Samuel 15:11). Pero Yahvéh no cambió Su voluntad. Él continuó en Su anhelo de poner como rey sobre Israel a un hombre fiel. Por tanto, anunció que haba quitado el reino de Saúl por su desobediencia y lo dio aun hombre más fiel (1 Samuel 15:28,29).

En otras palabras, Dios puede llegar a cambiar su actitud para con la humanidad con base al comportamiento humano (generalmente cuando hay pecado o error). Cuando nos equivocamos, Dios se lamenta profundamente viendo que insistimos en tomar decisiones que nos hacen daño. Esta es la diferencia entre el arrepentimiento humano (volverse del pecado para seguir a la Instrucción de Dios) y el arrepentimiento a nivel de Dios (cambiar su actitud hacia la humanidad con base a nuestro comportamiento).

Las Sagradas Escrituras describen muchas situaciones en las que Dios se ha lamentado o ha cambiado su curso de acción, y esto siempre es debido a errores humanos.

Por otra parte un ejemplo sencillo de esto es Cuando en Génesis dice «Y se acordó Elohim de Noaj (Noé)” (Génesis 8:1) como si se hubiera olvidado de él, es a mi parecer, un asunto de «lenguaje figurado» de las escrituras hebreas, donde nos encontramos con un «antropomorfismo», ósea, se le atribuyen características de hombre a Elohim, para hacerlo más cercanos a nuestra naturaleza. Es el hombre quien se arrepiente, olvida, peca, etc. y no YHVH. Para una sana «interpretación», es necesario considerar el lenguaje figurado, entre otras cosas. Recuerde «un texto fuera de contexto siempre sirve para un pretexto«.

Como dijimos, el Eterno se dolió al ver la profunda corrupción del camino de vida que la humanidad había escogido (Génesis 6:5). El relato deja claro que, con todo, Dios siente pesar cuando ve que la gente lo desprecia o lo desobedece. La Escritura está aquí describiendo a ese sentimiento que invade a todo padre cuando ve a sus hijos tomando malas decisiones que le llevan a errar y consecuentemente a sufrir. Esto experimentó el Altísimo cuando miró a Sus criaturas haciendo lo malo ante Sus ojos.

Pero esto no significa que se haya equivocado al crear al ser humano. Su dolor fue causado por el catastrófico estado al que la rebelde humanidad había llegado en la época pre-diluviana.  Pero la decisión estaba ya tomada, era momento de reemplazar a la humanidad, la gente de esa época sería arrasada.

Sin embargo, el dolor que los hombres le causaron no hizo que cambiara su forma de ver a la humanidad. El cambio de disposición de Dios hacia la humanidad pre-diluviana no le hizo en manera alguna abandonar Sus consejos eternos; de hecho, salvó a la raza humana al haber protegido a Noé y su familia del Diluvio (Génesis 8:21; 2 Pedro 2:5, 9).

Yahvéh conservó a este grupo de escogidos para formar un tronco de linaje nuevo, en un mundo purificado por el juicio, y en vista de introducir finalmente el Hijo del Hombre, nuestro Mesías, como cabeza de la creación y de todas las cosas.

Fue, pues, la desobediencia del hombre a la condición que Dios le puso para bendecirlo, lo que hizo cambiar a Dios tocante a Su disposición hacia aquél, y fue la inmutabilidad de la naturaleza de Sus consejos lo que preservó a Noé y su casa.

La corrupción del hombre no fue una sorpresa para el Eterno, ni sintió que crearlo hubiera sido un error. Es más, Dios siguió trabajando con los seres humanos después de esto, comenzando por Noé —quien “halló gracia ante los ojos del Eterno” (Génesis 6:8). A diferencia del resto de la humanidad, Noé era un hombre justo que caminaba con Dios (v. 9).

Entonces, ¿se equivoca Dios? Definitivamente No; Él es absolutamente perfecto. Los hombres son los que se equivocan y son inconstantes. Dios no se equivoca, su propósito es eterno y El mismo se encarga de que se lleve a cabo porque Él no comparte su gloria con nadie. Yahvéh no cambia de parecer, y lo más importante que debemos siempre tener en mente es que su voluntad es que los hombres se arrepientan, sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (2 Pedro 3:9, 1 Timoteo 2:4).

Por último, es necesario que entendamos que el Eterno se aflige por nuestro pecado; y los que quieren verdaderamente andar con Él, como lo hizo Enoc, sentirán también ese pesar que los conducirá al aposento de oración para compartir la aflicción de Dios, y experimentar en el ministerio de intercesión lo que el apóstol Pablo expresó:

«…como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo«. 
(2 Corintios 6: 10)


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