Admitiendo que “la situación es muy incómoda”, un grupo de rabinos estudiosos de la cábala ha explicado a la prensa que ha descubierto que Jesucristo, el hijo de Dios, al final sí era el mesías prometido en el Antiguo Testamento pero que no saben cómo decírselo al resto de judíos. “Ellos siguen esperando al Mesías y al final ya vino, era Jesús, está muy claro”, explica a los periodistas el rabino americano Yehuda Zukerwar.
Los rabinos, que han llegado a esta conclusión recientemente pero lo sospechaban desde hacía 500 o 600 años, confían en ir lanzando indirectas al judaísmo poco a poco “para evitar el shock”.
“Es una situación muy complicada, pero tiene su gracia”, admiten los estudiosos.
Además, recomocen que hay un obstáculo insalvable: en cuanto le digan a su pueblo que Jesús es el auténtico Salvador Rey de los Judíos, los judíos considerarán que sus rabinos se han convertido al cristianismo, por lo que no tendrán en cuenta sus opiniones.
A última hora, David Lau y Yitzhak Yosef, los rabinos al frente del Gran Rabinato de Israel y por tanto las máximas autoridades de la religión judía, han grabado un vídeo dirigido a todos los judíos del mundo que empieza con las palabras “Jajaja, no os lo vais a creer…”.
Cuando pecamos, cuando elegimos alejarnos de Dios, nuestra elección siempre tiene consecuencias muy reales e inevitables. Cambia y distorsiona la realidad, tanto en nuestro interior como en nuestro exterior (a menudo en ambas), aunque estos cambios no siempre son visibles como en nuestra historia de la Torah. Después, cuando las consecuencias de nuestro pecado inevitablemente empiezan a ‘mordernos’, comenzamos a clamar al Señor, pidiendo que nos salve (que elimine las serpientes, que aparte las consecuencias). Sin embargo, incluso el Eterno mismo, no restaura simplemente las cosas como si nuestras elecciones pecaminosas nunca hubiesen acontecido; incluso Él mismo simplemente no borra nuestro pecado o el mal que causó.
“… Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él..…
(Juan 3:14-17)
Las palabras que presiden esta bitácora pertenecen a mi Maestro: Yeshúa. Él estaba conversando con un experto en códigos hebreos de la Torah: Nicodemo. Éste había venido a Yeshúa de noche a fin de preguntarle acerca del Reino de Dios y la redención final. Entre las cosas a las que se refirió Yeshúa en esta charla, el Evangelio de Juan nos revela que el Maestro citó el pasaje en el cual Moisés había levantado la serpiente en el desierto:
«Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano. Y Yahvéh envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel. Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Yahvéh, y contra ti; ruega a Yahvéh que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo. Y Yahvéh dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá. Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.»
(Números 21:5-9 RV60)
El Maestro enseñó que el poder de la serpiente de bronce anticipaba Su muerte expiatoria, señalando proféticamente que Él sería levantado en una cruz a fin de dar vida a todos los que miran a Él. Así lo indicó Yeshúa mismo a Nicodemo en ese diálogo que tuvieron según el pasaje del Evangelio de Juan.
¿Por qué y Para qué una Serpiente de Bronce?
La serpiente debía ser de bronce, ya que este material, por efecto del sol, era fulgurante y por lo tanto, dada la altura del mástil, cada individuo del extenso campamento de Israel podría ver su brillo desde el lugar en que estaba.
La serpiente del desierto era una herramienta cósmica que permitía una perfecta conexión entre el Eterno y su pueblo Israel para otorgarles salud redentora.
Los invito a que volvamos al cuarto evangelio, y que leamos lo que dice Yeshúa al respecto:
“…Y como Moshé levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Ben Adam sea levantado, para que todo el que creyendo en él ponga por obra sus dichos, tenga vida eterna.…”
[Juan/Yohanán 3:14-15, – Código Real del NT-].
Para comprender lo que nuestro Dueño y Maestro quería decirle a Nicodemo necesito invitarlos a considerar con mucha atención los siguientes detalles guemátricos.
En hebreo, serpiente se dice נחש (najash), cuya guematría es:
(נ) Nun=50; (ח) Jet=8, y (ש) Shin=300, es decir que su sumatoria da un total de 358.
Es interesante saber que 358 es la misma numeración contiene el vocablo hebreo “Mashiaj” (מָשִׁי חַ ) cuyos signos son:
(מ) Mem=40; (ש) Shin=300; (י) Yiud=10; y (ח) Jet=8. Total de 358.
¿Qué significa esto?
Que la imagen de una serpiente sobre un mástil que los Benei Israel (Hijos de Israel) vieron, era la imagen misma del Mashiaj alzada en la cruz. Es decir, que el espíritu del Mashiaj fue en realidad el espíritu sanador de los israelitas en el desierto. De ese modo, ayudados por Mashiaj, pudieron entrar a la Tierra Prometida.
En este contexto, el Mashíaj alzado en el monte del Gólgota, otorga salvación a todo aquel que le recibe como emisario (apóstol) de Dios. De las enseñanzas de los sabios Maharal de Praga y el Bnei Yisajar visualizamos otra perspectiva de este mismo punto:
«…Una persona está compuesta de tres elementos: el cuerpo, el Alma y el Intelecto (…) Es importante señalar que Najash y Mashíaj poseen la misma guematría, significando que la victoria del Mashíaj no es evitar el uso del cuerpo, alma e intelecto. Al contrario, cada uno de estos tiene su lugar en el servicio a Dios. Necesitamos servir a HaShem con un cuerpo saludable. Nuestras emociones y nuestros deseos pueden usarse para actos de santidad. Y claro, el intelecto –sobre todo los adelantos de ciencia, tecnología y comunicación–, nos refuerzan como individuos y permiten hacer llegar a las masas el conocimiento espiritual que era hasta ahora inalcanzable. Como estamos frente al advenimiento de Mashíaj, las herramientas del najash: cuerpo, alma e intelecto –cada uno de los cuales podría parecer estar contra la santidad–, deben transformarse en los instrumentos para servir bien a Dios…».
Ahora bien, es muy importante señalar aquí que el Eterno nunca mandó rendir culto a la serpiente ni postrarse ante ella; sólo ordenó mirarla como un acto de obediencia. Está especificado en el TaNaK que, cientos de años después, la figura de la serpiente fue destruida porque el pueblo estaba idolatrándola, corrompiendo su original significado, desencaminándose de su emunáh (fe) en el Eterno. Leamos el siguiente relato histórico.
“Y aconteció que en el año tercero de Oseas, hijo de Ela, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías, hijo de Acaz, rey de Judá. Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén. El nombre de su madre era Abi, hija de Zacarías. Él hizo lo recto ante los ojos del Eterno, conforme a todo lo que su padre David había hecho. Quitó los lugares altos, derribó los pilares sagrados y cortó la Asera. También hizo pedazos la serpiente de bronce que Moisés había hecho, porque hasta aquellos días los hijos de Israel le quemaban incienso; y la llamaban Nehustán. Confió en el Eterno, Dios de Israel; y después de él, no hubo ninguno como él entre todos los reyes de Judá, ni entre los que fueron antes de él, porque se apegó al Eterno; no se apartó de Él, sino que guardó los mandamientos que el Eterno había ordenado a Moisés.“
(2ª Reyes 18:1-6)
Lamentablemente así es, los hijos de Israel habían guardado la serpiente de bronce unos setecientos años hasta el tiempo del rey Jizkiyahu (Ezequías) que finalmente la destruyó por el mal uso que se le había dado. Este texto nos enseña que algo positivo, que fue dado por el Eterno para la bendición del pueblo, puede convertirse en un culto idolátrico y una maldición. De la misma manera en el mundo occidental cristiano, se ha convertido a la imagen de la muerte del Mesías, e incluso la misma cruz, en un objeto de culto, que se adora, se canta y se quema incienso y velas etc. Por ende, comprendemos por qué ese culto idolátrico a los crucifijos y a la cruz es una abominación para el Eterno y serán hechos pedazos cuando venga el Mesías Yeshúa de nuevo a la tierra.
Además, esto nos deja la evidencia de que cuando un redimido pierde su relación con el símbolo, se cae en idolatría, transformando al objeto en un vulgar ídolo, que a la final será destruido. Lamentablemente, el hombre caído puede tomar cualquier buena y gloriosa cosa de Dios y encontrar un uso idolatra para ello.
Por eso, lo que las Sagradas Escrituras quieren hacer ver con todo lo anterior, es que la idolatría, no esta referida solamente templos gigantescos, con grandes imágenes, y sacrificios humanos. Sino a un idolatra común, en el aislamiento de cada varón (o mujer) en la paz de su propio hogar. Con un trabajo, una familia, unos créditos por pagar, y en vez de mostrar fidelidad a Dios, él o ella la manifiestan hacia ídolos, con dos, tres o incluso varias docenas. De ese modo, sólo se acarrea muerte ontológica para sí y su familia, para terminar en una eterna condenación.
Por todo esto, aceptaremos que todo ser humano ha sido dañado por el veneno del pecado y está en el camino a la muerte y la destrucción. La única solución para su supervivencia es que se fije en un milagro y ponga su fe en el Eterno por medio de ese milagro.
Un Asta para Provocar el Milagro Divino.
Continuando con nuestra investigación de este misterio salvífico, resulta interesante saber que la palabra hebrea que ha sido traducida como “asta” o “poste”, es nes (–נס – c.f. Núm. 21: 9) puede también ser traducida como “milagro” y/o “señal”. Así pues, comprendemos mucho mejor el oráculo encerrado en aquella serpiente: la muerte de Yeshúa fue un milagro y una señal divina para la Salvación de todo ser humano.
La vara de Moshé era un símbolo del Mesías. Esta vara era el poder de Dios para lograr la salvación para los israelitas. En muchos lugares de las Sagradas Escritura vemos que la vara es un símbolo del Mesías. Por ejemplo, el profeta Isaías anuncia:
” Y brotará un retoño (vara) del tronco de Isaí, y un vástago de sus raíces dará fruto.” (Isaías 11:1)
“…sino que juzgará al pobre con justicia, y fallará con equidad por los afligidos de la tierra; herirá la tierra con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios matará al impío.” (Is. 11:4)
La vara es un instrumento de poder. Se nos dice en otro lugar que Mesías gobernará las naciones con vara de hierro. Él es la vara de la boca de Yahvéh, porque Él es llamado la Palabra de Dios, y una Palabra que sale de Su boca.
Por ello, durante su estadía en la Tierra, Yeshúa demostró gran poder durante Su ministerio, resucitó a los muertos, sanó a los enfermos, haciendo que los ciegos vieran, calmando la tormenta con tan solo una Palabra; y muchas otras exhibiciones increíbles de poder ocurrían sólo por Su Palabra. Sin embargo, Su mayor acto, y el que aplastó la cabeza de HaSatán, fue cuando dio Su cuerpo para que fuera crucificado y cargó sobre sí todos los pecados del mundo.
“Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él.” ( 2 Corintios 5:21)
Yeshúa se hizo pecado. Se convirtió en (semejante a) la Serpiente. Él nació en semejanza de carne de pecado (Romanos 8:3), pero se hizo pecado para deshacer las obras del HaSat´n y poner a los hombres libres de la maldición. El Mesías estuvo en el lugar del hombre. Se convirtió en una maldición para que los hombres pudieran ser liberados de la maldición. Como está escrito:
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros (porque escrito está: MALDITO TODO EL QUE CUELGA DE UN MADERO).” ( Gálatas 3:13)
Entonces, aceptemos que una serpiente de bronce sí habla del mal; pero el mal habiendo sido ya tratado y juzgado. Es decir que, Yeshúa que no conocía pecado, se volvió pecado por nosotros en la cruz, y nuestro pecado fue tratado y juzgado en Yeshúa.
La serpiente en el poste y la vara que se convirtió en una serpiente, ambas señalaban a que el Mesías tomaría sobre Sí el pecado del mundo. De esta manera el poder del enemigo se haría añicos y los hombres podrían estar libres de la naturaleza de la bestia y convertirse a la imagen y semejanza de Dios.
Los que estaban infectados con el veneno de la serpiente, que es el pecado, podrían ser curados por mirar al Mesías, que se hizo pecado en su nombre. Un gran cambio se produjo en la Cruz, porque Yeshúa tomó sobre sí todos los pecados del hombre, y a cambio dio al hombre Su justicia.
Yeshúa se identifica con la serpiente de bronce. Una serpiente simboliza el carácter delmaligno. El yetzer hará, la “mala inclinación” o “inclinación al mal“, el pecado, de todos los hombres, que hemos recibido desde el huerto de Edén al ser “mordidos” por la serpiente antigua, fue introducido en Yeshúa para que pudiera ser condenado en él por el Juez Supremo y los hombres ser liberados de la ira y el castigo eterno que vino como una consecuencia de esa inclinación al mal, tal como lo enseñaba el apóstol Pablo a los creyentes de Roma:
“Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne.” ( Romanos 8:3 )
Volviendo a los oráculos del profeta Isaías podemos leer lo siguiente:
“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino; pero HaShem hizo que cayera sobre él la iniquidad de todos nosotros… Debido a la angustia de su alma, él lo verá y quedará satisfecho. Por su conocimiento, el Justo, mi Siervo, justificará a muchos, y cargará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes y con los fuertes repartirá despojos, porque derramó su alma hasta la muerte y con los transgresores fue contado, llevando él el pecado de muchos, e intercediendo por los transgresores.” (Isaías 53:6, 11-12)
Debo aquí aclarar que cuando las Sagradas Escrituras hablan de EL pecado, en singular, se refiere a lo que se llama “yetzer hará”, la inclinación al mal, que es sinónimo a la carne, que es el carácter del maligno. En cambio, cuando las Sagradas Escrituras hablan de LOS pecados, en plural, se refiere a los resultados de esa inclinación, los pensamientos, las palabras y las obras que manan de esa naturaleza.
Entendido así este asunto, debemos aceptar que Yeshúa llevó tanto el pecado como los pecados para liberar a todos los que por fe ponen su mirada y su concentración fija en lo que él hizo cuando murió en la cruz. Así lo dejó bien claro el apóstol Pedro cuando escribió:
“… y él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus heridas fuisteis sanados.” (1 Pedro 2:24)
El autor de la epístola a los Hebreos enfatizó también esta enseñanza al escibir:
“así también el Mesías, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente le esperan.” ( Hebreos 9:28 )
¡El hijo del Hombre tenía que ser levantado de la misma manera que la serpiente de bronce!
La Torah nos dio a conocer de qué manera el hijo del Hombre tenía que morir para salvar al pueblo de Israel y al mundo del pecado y de la muerte eterna.
Yeshúa es la única solución final para el ser humano, tanto judío como no judío. Sin él nadie se escapa de la muerte eterna. En cambio, aquella persona que fija sus ojos espirituales en su muerte expiatoria será salvo eternamente. Tal como el Eterno lo expresa a través del oráculo de Isaías:
“Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.” (Isaías 45:22)
Podríamos estar dispuestos a hacer cientos de cosas para ganar nuestra salvación, pero el Eterno nos manda a solo confiar en Él y verlo a Él en Su obra Redentora plena y perfecta a través de Yeshúa HaMashiaj.
“Y Jesús les dijo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos. Ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Esto dice porque no trajimos pan. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan? ¿No entendéis aún, ni os acordáis de los cinco panes entre cinco mil hombres, y cuántas cestas recogisteis? ¿Ni de los siete panes entre cuatro mil, y cuántas canastas recogisteis? ¿Cómo es que no entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos y de los saduceos? Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos.
(Mateo 16:6-12)
Cuando leemos los Escritos Mesiánicos y estudiamos acerca de los enemigos de Yeshúa, usualmente nos enfocamos en los escribas y fariseos. Conocemos muy bien la manera arrogante de los fariseos, tanto que logramos asociar “fariseo” e “hipócrita” como términos casi sinónimos.
Pero, por otra parte, debemos reconocer que poco y nada sabemos de los saduceos, ya que notamos en los relatos evangélicos que los mismos mantuvieron su distancia del Maestro, sin realmente confrontar a Yeshúa frecuentemente.
Entonces, comenzaré diciéndoles que los saduceos eran más un grupo político que una secta de estudio de la Torah, aunque eran miembros de familias sacerdotales aristocráticas.
Se les menciona directamente algo de 12 veces en los libros del Pacto Renovado (o Nuevo Testamento según la teología cristiana). Frecuentemente estuvieron incluidos entre los “sumo sacerdotes”.
Para hablar del origen de esta secta, diré que Josefo hace referencia por primera vez a los saduceos en su obra Antigüedades (XIII.x.5-7). Allí, él describe la decisión de Hircano I (rey macabeo de los judíos, 135-105 a.C.) de aliarse con ellos. De esto se logra deducir que esta secta existía antes de dicho reinado. Por eso, en los días de Yeshúa, se pensaba que el nombre se había derivado del Sumo Sacerdote Tzadok, contemporáneo del rey David y su hijo el rey Salomón (2 Sam. 15.27; 19.11; 1 Reyes 1.8), cuyos descendientes eran considerados como la línea pura de la Casa de Aharón ( Ez. 44:15) y los conservadores del sacerdocio hasta la rebelión de los Macabeos.
Sin embargo, varias dificultades filológicas e históricas obligan a buscar otra explicación. T.W. Manson propone que la derivación del nombre debería encontrarse en la palabra griega syndikoi, que significaba “autoridades fiscales” en el estado de Atenas desde el siglo IV a.C. En Israel, los reyes griegos otorgaron a los saduceos la facultad de fiscalizar los impuestos. Por eso, se dice que al principio los saduceos no eran un grupo religioso, pero con el tiempo, para defender sus intereses, apoyaron al Sumo Sacerdote descendiente del linaje de Sadok por lo que fusionaron su nombre griego (syndikoi) con el de sadokite (equivalente a dicho Sumo Sacerdote), y produjeron la expresión: sadokitas o saduceos.
Como podemos notar, este grupo sectario en verdad se convirtió en un partido político prominente que, como dije antes, aparecen por primera vez en el reinado de Juan Hircano (135-105 a.C.). Se caracterizaron por abrazar las tendencias helenizantes de los príncipes asmoneos en las que se oponían fuertemente por los asideos (un partido que evolucionó hasta convertirse en los fariseos, o separatistas), y que aborrecía todas las formas de la cultura griega como perjudicial para los intereses de la fe judía.
Bajo Aristóbulo I y Alejandro Janeo, los sucesores inmediatos de Juan Hircano, el poder de los saduceos se fue empoderando cada vez más, y aunque la facción opuesta de los fariseos fue favorecida durante la regencia de la reina Alexandra Salomé (78-69 a.C.), los saduceos recuperaron su ascenso bajo el rey Aristóbulo II (69-63 a.C.), a quien apoyaban en sus conflictos con Hircano II, Antípatro y los romanos.
Precisamente por esa circunstancia se apegaban mucho a los grupos y poderes extranjeros, de los que llegaban incluso a adoptar ciertas tradiciones o costumbres. Lamentablemente, los saduceos se comprometieron con la cultura greco-latina, adoptando todas sus costumbres. Se vistieron como los griegos. Nombraron a sus hijos con nombres griegos. Los ejercicios en los gimnasios los llevaron desnudos como los griegos y romanos, etc. Y se olvidaron de aquel mandamiento del Eterno en el que debía ser un pueblo santo (apartado) y no mezclarse con la gente del mundo reptiliano.
La historia cuenta que cuando el romano Pompeyo conquistó a Jerusalén (63 a.C.), ejecutó a muchos líderes saduceos, como lo hizo también el idumeo Herodes el Grande cuando accedió al poder (37 a.C.).
Sin embargo, los saduceos conservaron sus funciones sacerdotales tradicionales y también una preponderancia variable en el sanedrín, pero incluso en este sentido su influencia disminuyó mucho a través de la política de Herodes y luego de los procuradores romanos de Judea, que designaban y removían a los sumos sacerdotes a su antojo arbitrariamente y sobre todo por razones políticas.
Como lograrán discernir, en esta síntesis de sus orígenes, los saduceos eran naturalmente impopulares entre las masas debido marcada tendencia a estar en estrecha colaboración con el poder dominante, mientras que los exclusivos y patrióticos fariseos se convirtieron cada vez más en los líderes del pueblo. Así mismo, y por esta situación que provocaba el enfado y la repulsa del resto del pueblo, aparecieron los llamados zelotes, que una agrupación celosa de la Torah que su extremismo salía a enfrentar a todo apóstata y extranjero, armados con con sicas o dagas cortas.
Lo cierto es que de esto modo, y hasta la mitad del siglo I de nuestra Era Común, este grupo logró controlar el Sanedrín (Tribunal más alto de la Justicia judía). Después, al serles quitado el poder secular, primero por los Zelotes y después por los romanos, desaparecieron del judaísmo. Aquí creo conveniente comentar que muchos estudiosos sostienen que los karaítas son el remanente de los saduceos más todos los grupos antitalmúdicos (o anti rabinato farisaico) que nacieron en la altísima Edad Media.
Principales Perseguidores de los del Camino.
En su enseñanza y proclamación profética, Juan el Bautista, señalaba que los saduceos eran una generación de víboras, demandándoles de parte de Yahvéh que tenían que producir frutos propios de teshuváh (regreso o arrepentimiento). Eso se debía a que no habían guardado fielmente la Torah de Dios, como tampoco habían hecho los fariseos. (Mt 3:7, 8.) El propio Yeshúa comparó su enseñanza corruptora a la levadura. (Mt 16:6, 11, 12).
Quizás por este mensaje de exhortación profética, los saduceos, después del día de Pentecostés relatado en el libro de los Hechos (cap. 2), estuvieron muy activos en contra de la naciente congregación de hijos primogénitos.
Arrestaron a Pedro y a Juan y los pusieron en prisión (Hch. 4:1-22)
Un poco después, arrestaron a todos los apóstoles y planificaron matarlos: “Entonces levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es, la secta de los saduceos, se llenaron de celos; y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública.” (Hch. 5:17-18)
El apóstol Pablo compareció ante el Sanedrín, constituido por saduceos y fariseos, y usó las diferencias entre ellos acerca de la resurrección para salvar su vida (Hch. 23: 6-10).
No existe registro alguno de saduceos que se haya completado en Yeshúa y haya sido admitido en las comunidades del primer siglo. De acuerdo con Josefo (Antig. 20.9.1), ellos fueron los responsables de la muerte de Santiago, el hermano del Señor.
¿Cuáles eran las Creencias que formaban su Cuerpo Dogmático?
«Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu, mas los fariseos creen todo esto.
(Hechos 23:8)
En los Escritos Mesiánicos podemos ver como un grupo de saduceos trató de entrampar a Yeshúa en la cuestión de la resurrección y el matrimonio de levirato. Pero él los hizo callar, apoyándose en los escritos de Moisés, que los saduceos afirmaban aceptar, y así refutó su punto de vista de que no había resurrección. (Mt 22:23-34; Mr 12:18-27; Lu 20:27-40.) Más tarde, cuando el apóstol Pablo estuvo ante el Sanedrín, logró dividir al alto tribunal judío enfrentando a fariseos con saduceos, un enfrentamiento propiciado por las diferencias religiosas que existían entre ellos. (Hch 23:6-10.)
Su actitud hacia los que se conocía como «las tradiciones de los ancianos» era completamente hostil. Para que este rechazo también se lograra en el Pueblo, se centraron en el mantenimiento del culto en el Santo Templo. Su interpretación de la Torah giraba alrededor de los preceptos ritual y el mensaje que en ellos se escondía.
A esta altura del estudio entiendo que comprenderán que la mayoría de los sacerdotes pertenecían a esta secta, otros no, como por ejemplo Zacarías el padre de Juan el Bautista (quien posiblemente era esenio). Así mismo debemos aceptar que no todos los saduceos eran sacerdotes, sino que aquí se sumaban comerciantes y funcionarios públicos que veían conveniente este sector de fe con el fin de mantener su «statu quo«.
Por su ideal mesiánico era un estado teocrático encabezado por el Sumo Sacerdote. Por eso veían con sospecha la esperanza mesiánica que amenazaba con derrotar el orden social y político existente. Por eso, el conflicto de Yeshúa con los saduceos se agudizó mayormente en la última semana de su ministerio, cuando su popularidad entre el pueblo (Marcos 12.12) parecía amenazar la paz y el orden gubernamental de la ciudad de Jerusalén y sus alrededores. En cambio el conflicto entre Yeshúa y los fariseos, debido a la influencia de estos entre el pueblo común, se advierte desde el principio de su ministerio.
Por todo lo hasta aquí expresado, debo señalar que los saduceos tenían un número de creencias distintivas, contrastándolos fuertemente con las de los fariseos:
1. Se atenían únicamente a la Torah escrita y rechazaron las tradiciones de los fariseos. En otras palabras, los saduceos creían que la Palabra de Dios revelada en la Torah (Instrucción) escrita era el único centro de la autoridad espiritual. Los fariseos, por el contrario, creían que tan obligatoria como era la Torah escrita misma lo eran la supuesta Torah oral de las enseñanzas de Moisés y las reglas (halajot) de la Torah hechas por los escribas a través de los años.
2. Negaban la resurrección del cuerpo, la retribución en el Mundo Venidero, afirmando que el alma muere juntamente con el cuerpo, y luego no hay nada más. Su negación de la resurrección se basaba, según ellos, en el hecho de que la Torah de Moisés no contiene textos explícitos acerca de estas doctrinas. Los saduceos no tenían en cuenta la creencia de los patriarcas en el Mundo Venidero después de la resurrección de los muertos tal como Yeshúa se lo reprochará (Mat 22:23; Mar 12:18; Luk 20:27; Hech 23:8; comparar Hech 4:1-2).
3. Negaban la existencia de los ángeles y del Espíritu Santo (Hech 23:8). Un número de factores pudo haber sido responsable de esto: su indiferencia general hacia la trascendencia del alma humana, su disposición racionalista y las extravagancias exageradas de la angelología y demonología de los fariseos.
4. Los saduceos no creían en la predestinación y del libre albedrío de la voluntad humana. Enseñaban que sufrimos las consecuencias directas de nuestros actos, buenos o malos, y que aparte de esto Dios no se ocupa providencialmente de nuestra conducta y de nuestra vida. Ellos desechaban todas las ideas de interposición divina en el gobierno del mundo. Es indudable que empezaron negando lo que no estuviera expresamente revelado en la letra de la Escritura. Después, influenciados por las concepciones helenísticas, acabaron por asumir la filosofía de Aristóteles, descartando toda doctrina que no pudiera ser demostrada racionalmente.
En comparación con los otros grupos judíos de la época, los saduceos son señalados como más liberales y materialistas. Al sostener que el Eterno retribuía a las buenas personas en el mundo terrenal, los saduceos defendían su bondad y valor a partir de sus riquezas materiales. Es más ellos ofrecían su yugo de enseñanzas fundamentando que ellos eran tzadikim (justos) evidenciándose en las posesiones materiales que el Eterno les había dado en compensación a sus rectas decisiones.
Como lo saduceos no veían en la Torah la noción de una vida después de la muerte; su horizonte era sólo esta vida, y en ella procuraban mantener su posición de poder y de privilegio. Su pecado era el materialismo, pues sus objetivos en la vida eran el dinero y el poder, anexos a la posición social que ocupaban.
Solo aceptaban la pervivencia de los hombres en sus hijos que engendraban, y que continuaban su sangre; es decir, era más un pervivir de la especie que un vivir detrás de la muerte de cada varón y mujer en el Mundo Venidero.
Ellos eran depositarios de buena parte de los tesoros del templo, de allí que estaban seguros, con esta vida, la tenían acomodada.
Como era inevitable, el resultado de comprometerse con el error al enseñar algo diferente mientras que ignoraba las Escrituras de Dios. Este grupo de personas perdió su identidad como parte del pueblo especial. Le dieron gran importancia a los asuntos seculares de la nación, ocuparon cargos públicos teniendo una gran influencia y así, poco a poco se desviaron del camino dándole mayor importancia a las cosas materiales, pues ellos eran de la filosofía “comamos y bebamos que mañana moriremos” y olvidaron su propósito original.
Creo que esta es una reflexión importante todo hijo primogénito de Dios. ¿Por qué? Porque hay ocasiones en que encontramos hermanos que creen, practican, enseñan y defienden doctrinas que van en contra de las Escrituras. Aprendamos de esto y luchemos para hacer la voluntad de Dios y así no perder nuestra identidad como discípulos de Yeshúa, por quienes Él derramó Su preciosa y bendita sangre.
Te invito a escuchar esta lección que di en mi Canal de Youtube:
«Aléjate de una palabra falsa, y no mates al inocente ni al justo, porque yo no absolveré al culpable.
(Éxodo/Shemot 23:7)
Al estudiar este mitzváh (mandamiento), notamos que los jueces establecidos por la Torah tienen prohibido decretar la pena capital en base a pruebas inconsistentes o en base a lo que su lógica y/o prejuicios le s indique. Sólo son válidos los testimonios certeros. Entendiendo esto, concluimos que la entrega de Yeshúa para ser ejecutado fue totalmente ilegal, contraria a la Torah. Todos los que participaron en su juicio y muerte sabían que Él era inocente. Sin embargo, y a pesar de ello, el Maestro fue ejecutado.
Ahora bien, si este mandamiento revela que el Eterno no absuelve al culpable, entonces ¿cómo puede perdonar al pecador y no darle conforme a sus pecados?
La respuesta es: cuando el pecador se arrepiente, YHVH suple con el sacrificio de su Hijo que murió en su lugar para llevar su pena de muerte y salvarle eternamente. La muerte de Yeshúa es la única base justa sobre la cual el Eterno puede perdonar al pecador y justificar al impío, tal y como lo dejó escrito la pluma del apóstol Pablo:
“… aquel que justifica al impío.” (Romanos 4:5b)
¡Bendito Sea Su Nombre!… ¡El Eterno absuelve al culpable! ¡Esto es el evangelio!
Ahora bien, seguramente alguno de ustedes estará argumentando: sí, está bien, en Romanos 4:5 dice que Dios justifica al impío, pero al leer Proverbios (17:15) encontramos que el que justifica al impío es abominación a YHVH. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser correcto para Dios hacer esto?
Pues bien, es un planteo muy interesante. Para responderlo, propongo que comencemos por dar lectura al texto que se encuentra en Proverbios 17:15 donde dice: «El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación a YHVH.» (por favor, comparar también con Proverbios 24:24)
Para entender lo que este proverbio dice es necesario pensar en un juez injusto. ¿Qué es lo que hace injusto a un juez? Pues absolver al culpable, o al impío y condenar al inocente o al justo. Ambas cosas son abominación al Eterno, tal y como lo estamos viviendo en el mitzváh considerado en esta reflexión (Éxodo 23:7).
Al leer la versiónDios Habla Hoy, leemos este proverbio de la siguiente manera:
«Perdonar al culpable y condenar al inocente son dos cosas que no soporta el Señor.»
¿Logran ver el asunto? Ahora vamos a la otra cita paulina mencionada por mí más arriba. La misma, como lo he citado, se encuentra en Romanos 4:5, pero veo necesario aquí incluir el contexto. Por favor, leamos desde el versículo 1 hasta el versículo 8, donde dice:
«¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.»
Como bien notamos aquí, Elohim no está absolviendo a un culpable así como lo haría un juez corrupto. Lo que está pasando es que Él esta viendo el corazón de un culpable y allí en ese corazón existe fe para reconocer que Yeshúa es el Mashiaj del Eterno, y que recibió en la cruz el castigo que ese pecador culpable merecía por su pecado. Por esta emunáh (fe), Elohim perdona a ese pecador.
La TaNaK por tanto declara: ¡Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas! Es así es como el Eterno justifica al impío que cree en el Mesías como su Salvador y Dueño. No es que el Eterno se hace de la vista gorda para dejar pasar el pecado del impío. YHVH tuvo que pagar con la vida de su Hijo unigénito, para poder perdonar los pecados del hombre y de esa manera justificar al impío. ¿Logran ver la diferencia?
Para entenderlo mejor, les diré que el apóstol Pablo, en esta epístola, ha mostrado hasta el capítulo 3, que todos los seres humanos están bajo pecado y quedan bajo el juicio de Elohim. Pero, desde el versículo 21, el apóstol dirige su atención hacia el remedio de la enfermedad universal, que es el pecado, y al juicio, al escribir:
“Pero ahora, aparte de la Torah, se ha manifestado la Justicia de Dios, testificada por la Torah y por los profetas; la Justicia de Dios por medio de la fe en Yeshúa HaMashiaj, para todos los que creen en él.» (Romanos 3: 21-22)
Esta es la mejor noticia del mundo para quienes sentimos nuestra culpa ante YHVH y conocemos que nuestra justicia es completamente inadecuada para ganar el favor de Dios. La buena noticia es que el Eterno, en su gran amor benevolente, ha provisto una justicia disponible para todo aquel que encuentre su confianza para la vida, en Yeshúa HaMashiaj. Así, comprendemos y aceptamos que no podemos trabajar para ganarnos este regalo, ameritarlo, o merecerlo; pero está allí para todo aquel que ponga su esperanza en el Mesías, y acepte Su Yugo como vocación para su ministerio de servicio en la Tierra.
Lo cierto, que en el mensaje de Pablo y los demás apóstoles, esta inmensamente buena noticia creaba un problema de acuerdo a la Luz de la Torah misma. Para responder, con la ayuda del Espíritu de Dios, el apóstol Pablo lidia en los versículos 24-26, en los que escribe: “… siendo justificados gratuitamente por su gracia” (v-24). Pero no se detiene ahí. Va más profundo y da las bases o los cimientos de la justificación. La absolución del culpable tiene lugar sobre las bases de una transacción divina que ocurre en la experiencia del Mesías hecho carne. Esta transacción es llamada en este mismo versículo “redención” (en hebreo Guehulá), es decir, la «compra» o «rescate del exilio«. O sea, que para los discípulos del primer siglo, algo había ocurrido en la muerte injusta de Yeshúa que sirve poderosamente como base para perdonar a millones y millones de pecadores que confían en Él como el Mashiaj de Elohim. ¿Qué fue lo que ocurrió?
Pablo da la respuesta en los versículos 25 y 26: “… a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados.”
Aquí vemos el problema que la justificación del impío causaba para Pablo. La justicia de Dios está llamada a ser cuestionada por haber pasado por alto los pecados. El Eterno está ahora pasando por alto los pecados de aquellos que confían en Yeshúa. Y el capítulo 4 en los versículos 6 al 8 muestra que Dios ha estado haciendo lo mismo durante generaciones, a los que confían en él:
“Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.”
Pablo, en su enseñanza a los creyentes de Roma, está diciendo que YHVH ha pasado por alto los pecados de ancianos cuando justificó a Abraham y a David por fe, y ahora está pasando por alto los pecados de todos los que confíen en Yeshúa. Y afirma en el versículo 25 que a causa de esto la justicia de Dios está siendo cuestionada, tanto que tiene que demostrar su justicia poniendo a Mashiaj como propiciación mediante la fe en su sangre.
Entonces, la solución al gran conflicto cósmico, en una palabra, es la muerte de Yeshúa. Según el versículo 25, el Eterno pone a Mashiaj como propiciación “por medio de […] su sangre.”, (dicho de otro modo: por medio de su muerte).
¿Cómo podría YHVH mantener el valor de su propia gloria y todavía ser justo; y, sin embargo, justificar al impío cuyo pecado ha mancillado y despreciado esa gloria? La respuesta dada (y que ya hemos leído en los versículos 25 y 26), es: Enviando a Yeshúa como Su Mashiaj para que muriera en la cruz, demostrando así la justicia de Dios.
Entonces, todo lo que vemos en este texto paulino es que lo que Yeshúa sufrió, lo sufrió primordialmente para el bien de la Gloria de Dios. Por tanto, todo su dolor, vergüenza, deshonra, y humillación sirvió para magnificar la Gloria del Padre, porque mostró cuan infinitamente valiosa es la gloria de Dios, de manera que una perdida como esa debía ser sufrida por su bien.
Así pues, cuando miramos a la terrible muerte que sufrió el perfectamente inocente e infinitamente valioso Hijo de Dios en la cruz, y escuchamos que sufrió todo eso para que la Gloria de su Padre pudiera ser restaurada, entonces sabemos que el Eterno no ha negado el valor de su propia Gloria.
YHVH no ha dejado de ser justo y verdadero consigo mismo; no ha dejado de defender su honra y mostrar su gloria, Él es eternamente justo. La horrible muerte del Hijo es el medio por el cual el Padre puede ser ambas cosas, justo, y el único que justifica al impío que tiene fe en Yeshúa.
Este es un pensamiento glorioso, dado en herencia de fe a nuestras almas. Nuestra justificación no está basada en un sentimentalismo débil y barato. Está basada en la inconmovible Roca de la inaccesible justicia de YHVH, demostrada en la muerte y certificada en la resurrección de nuestro Señor Yeshúa HaMashiaj.
Terminaré aquí con unas palabras de un famoso predicador cristiano :
«Las únicas personas que pueden necesitar justificación son aquellas que no son justas en sí mismas. La obra de Dios no consiste en hacer justo a quien es justo; pues esa sería una labor para un necio; por el contrario, hacer justo a quien es injusto, esa es una obra de amor y misericordia. Justificar al impío: ese es un milagro digno de Dios.
Charles Spurgeon
Y ahora, antes de despedirme, sólo me queda elevar mi oración para que la aliyáh de hoy, y especialmente esta catequesis, sea una raíz profunda y una gran fortaleza a nuestra fe cuando conmemoremos la muerte de nuestro Señor Yeshúa juntos en la próxima Mesa de Partimiento del Pan…
«Como [con la ternura y la misericordia de] un águila que despierta su nido revoloteando sobre sus pichones, que extiende sus alas y los toma y lleva sobre sus ala. [de ese mismo modo] Yahvéh condujo a su pueblo; Él solo, sin que ningún ídolo ajeno pudiera enfrentarlo.«
(Devarim/Deuteronomio 32: 11-12)
La porción de la Torah llamada HaAzinu es el canto de Moshé al concluir su misión en la Tierra. Es uno de los dos grandes cantos incluidos en la Torah y relata toda la historia del pueblo de Israel, el pasado, el presente y el futuro.
Najmánides escribe que toda alma israelita puede hallar su biografía completa oculta en las letras de este canto. El sabio Maguid de Mezeritch, el discípulo y sucesor del Baal Shem Tov, enseñó que es importante aprender de memoria este canto, ya que toda nuestra vida se despliega dentro suyo.
Es justamente estudiando este cántico que me encontré con detalles trascencendentales para nuestro destino próximo y eternal en esta metáfora del Nesher divino.
En lo personal, y debo confesar que desde muy joven, al comenzar a peregrinar el Camino y la Verdad, me llamó mucho la atención como la Torah utiliza el símil del águila para describir la forma afectuosa en que Yahvéh cuida a Israel. Abba nuestro es comparado por Moshé con una mamá águila que con ternura cobija a sus aguiluchos y atiende a sus necesidades. Ésta es la imagen más poderosas en todo este canto. Animémonos pues a meditar en ella, decodificando su mensaje celestial.
Hemos visto cómo el Eterno guió a Israel a través del desierto con misericordia y compasión. Esta acción redentora es semejante al modo como el águila es compasiva con sus crías. Ella se asegura de realizar movimientos que no la lleven a entrar de improviso al nido. Entendamos que el águila es un ave enorme y poderosa, y si se posa repentinamente sobre su nido puede llegar a aplastar a sus frágiles pichones.
Así pues debe asegurarse antes agitar y revolotear encima de sus polluelos, batiendo sus alas y moviéndose de una rama a la otra para que sus crías despierten y tengan la fuerza necesaria para recibirla sobre ellos. El águila bate sus alas sobre el nido , no tan fuerte como para desarmarlo, pero tampoco tan suave como para no alborotar a los cómodos ocupantes de este. El águila madre no pone todo su peso sobre sus crías sino que los cubre tocándolas y no tocándolas simultáneamente.
Así mismo, cuando el águila se dispone a transportar sus crías de un lugar a otro, no lo hace usando sus garras. Sucede que el águila no tiene temor de otras aves, pero sí del ataque humano que siempre le arroja flechas o proyectiles desde abajo. Por ello, en lugar de cogerlas con sus poderosas garras, induce a sus pichones a subir sobre sus alas. De ese modo, si una flecha es lanzada desde abajo, solamente heriría al águila pero no a los polluelos. De igual modo el Creador toma a Sus hijos (los benei Israel), protegiéndolos y poniéndolos fuera del alcance del ataque enemigo. Esto hizo cuando sacó a los israelitas de Mitzrayim y los egipcios los alcanzaron en el Mar de Cañas, entonces HaKadosh Baruk Hu (El Bendito Sea) los cubrió con sus nubes, y se puso en medio de los egipcios y los israelitas. En esta metáfora, sin duda, es Dios el águila que viene a despabilar a sus polluelos, revolotea sobre ellos, despliega sus alas y finalmente los pone sobre ellas –sus alas- en un vuelo redentor cruzando el cielo.
Esta es la explicación más tradicional entre los sabios, sin embargo, existe una perspectiva por demás sorprendente que quiero que ustedes también conozcan.
Necesito que recordemos lo que ya hemos estudiado, en la parashá Yitró, en donde vimos que el Eterno también se refiere a su movimiento en la redención de Egipto como un nesher obrando a favor de su nidada, al expresar que los tomó «sobre las alas de las águilas» (Éxodo 19:4). Con esto, Abba nuestro se aseguró de reforzar en la mente de Su Pueblo la idea que el águila y sus alas tienen implicancias claramente mesiánicas.
Investigando me enteré que en el hebreo existen dos sinónimos para el vocablo «alas«:
uno es “kanaf”, de valor numérico 150, y
“evrá”, cuya guematría totaliza 208.
Teniendo en cuenta dichos datos de gematría, debemos comprender que las expresiones: «sus alas» (Kanafav) y «sus plumas» (Evrató) esconden un secreto maravilloso:
Si las escribimos en hebreo en singular, y calculamos su valor numérico nos muestran una señal:
Ala =Kanaf de acuerdo al valor numérico de sus letras:
Caf =20, Nun =50 y Pé =80,
Valor total= 150
Pluma = Evrá de acuerdo al valor numérico de sus letras:
Álef = 1, Bet = 2, Resh = 200, y Hei = 5,
Valor total = 208
Haciendo la sumatoria de la gematría de estas dos palabras obtenemos 358, que es el valor numérico de Mashíaj (Salmo/Tehilim 2:2), cuyas letras: Mem=40, Shin=300, Yud=10 y Jet =8; dan un total de 358.
¡Este el mismo valor numérico de Mashiaj!
Así comprendemos que Yahvéh le está revelando a Israel que el águila llevándolos sobre sus alas es el Mashíaj, llevando a cabo su misión Mesiánica Divina.
«TOCAR Y NO TOCAR» las Dos Acciones del Nesher en Su Nido.
Aprovechando que vuestras almas está elevadas, sé que también les resultará muy interesante conocer que en la interpretación kabbalística el revoloteo de las águilas es llamado «tocar y no tocar«.
He mencionado que el águila es capaz de hacer ambas acciones simultáneamente, permitiendo a sus pichones despertar poco a poco, de acuerdo con la capacidad de cada uno de captar su presencia. Es que antes de que el águila tome a sus hijos sobre sus alas primero debe despertarlos.
El águila es un ave enorme y poderosa y si se posa repentinamente sobre su nido puede llegar a aplastar a sus frágiles pichones. Por eso, nuestro versículo describe al ave sobrevolando sobre su nido, dirigiéndose hacia sus hijos como la más delicada de las criaturas, manifestando un perfecto balance y estabilidad.
El verbo usado en este texto es «rajef», que se traduce como «sobrevolar«, es muy raro que esté expresado en la Torah, siendo esta una de sus pocas apariciones. La primera vez que aparece es en el segundo versículo de Bereshit/Génesis:
«…Y el espíritu de Dios sobrevolaba sobre la superficie de las aguas…».
Explican todos los sabios expertos en hebreo que, en realidad, este es el espíritu del Mashíaj sobre las aguas de la teshuváh, produciendo el despertar de la conciencia de las almas para retornar a Yahvéh.
Entonces, los expertos del idioma bíblico, concuerda que estas dos expresiones de «sobrevolar» son absolutamente complementarias; ambas apuntan hacia el despertar del pueblo de las doce tribus de Israel en general (Casa de Judá y Casa de Efraím), a la realidad mesiánica de volver al Eterno.
Este «tocar y no tocar» es una codificación lumínica muy significante para entender la Gracia divina a nuestro favor. El poder de tocar es el de involucrarse, de inspirar al otro. El poder de no tocar, por su parte, le permite al otro ejercer el libre albedrío, de tal manera que su alma pueda despertarse por sí misma en su deseo de ascender hacia Dios. El águila (Mashíaj) nos inspira y a la vez, paradójicamente, nos permite incorporar lentamente la nueva realidad mesiánica de acuerdo a nuestro propio ritmo individual.
Conviene aquí conocer también que la palabra hebrea nesher (águila) está formada por las letras nun-shin-reish. Lo interesante de esto es que las dos letras finales forman la palabra shar, verbo que significa «cantar«. De todas las palabras del canto Haazinu, shar es la sílaba esencial de nesher.
Existen dos tipos de canto: el verbal (que incluye la poesía) y la melodía. En hebreo el «canto«, que incluye la poesía, es llamado shir, representado por la shin y reish de nesher. En hebreo melodía, por su parte, se dice nigún, que comienza con la letra nun, la primera letra de nesher. Por lo tanto nesher es el acrónimo de los dos tipos de canto.
Esto significa que cuando el águila (nesher) se acerca a su nido bate sus alas para crear un canto, preparando delicadamente a sus pichones para su arribo. Para despertar las almas del pueblo hebreo y junto con ellos al mundo entero, cada persona con su propia chispa del Mashíaj debe poseer el poder de la poesía y la melodía inherente al águila.
La palabra hebrea que aquí se usa para «nido» es ken, que está asociada con tikún («rectificación«, «reparación«) y también con kinián («posesión«). La posesión más perfecta es la nueva Torah del Mashíaj, el canto de las alas del águila, que comienza a resonar a medida que se va aproximando a su cría. Esta nueva Torah mesiánica dará lugar a nuestra rectificación, como el águila que se aproxima suavemente a su nido, tocando y no tocando, despertando a sus hijos que la esperan.
Así, el Espíritu de Yahvéh ha desarrollado en la mente del Pueblo Elegido la imagen del “águila mesiánica” y sus “pichones anhelantes”, encarnando al Mesías redentor e Israel junto con toda la humanidad. Entonces, cuando nos conectemos con esta imagen, podremos comenzar a afinar nuestros oídos espirituales para escuchar la música del águila que se aproxima y prepararnos para la inminente redención final.
Todo para Bien
La palabra que aquí se traduce como «pichones» es gozalav, «sus pichones«, cuyas letras son guimel – zain- lamed. Estas tres letras son un acrónimo de una frase muy conocida y básica nuestra fe: «Gam Zu Letová«, que se traduce: «Esto también es para bien«. El pichón esperando ser elevado sobre las alas mesiánicas debe ser despertado a la conciencia de que todo lo que nos sucede es para bien, y que llevará finalmente a la redención verdadera y completa, que lo recompensará en el Olam Havá (Mundo Venidero).
«Toma el bastón y reúne a la comunidad — tú y tu hermano Aharón — y háblale a la roca a la vista de ellos y ella dará sus aguas. De ese modo sacarás agua de la roca para ellos y le darás de tomar a la comunidad y a sus ganados”. Moshé tomó el bastón ante Yahvéh, tal como se lo ordenara. Moshé y Aharón congregaron a la comunidad ante la roca. Moshé les dijo: “¡Escuchen, rebeldes! ¿¡acaso de esta roca [que no fuera designada por YHVH] quieren que saquemos agua para ustedes!?”. Moshé levantó su mano y golpeó dos veces con su bastón la roca y emergió abundante agua. Así, tomaron la comunidad y sus ganados.»
(Números/Bamidbar 20:8-11).
Al leer estos pasukim (versículos) nos encontramos con la narración de uno de los incidentes más conocidos de las Sagradas Escrituras, pero el que más códigos mesiánicos encriptados posee.
Primero, necesitamos recordar que la profetiza Miryam murió el día 10 de Aviv, a los 125 años. Inmediatamente después de su fallecimiento se secó el agua de la fuente. Según los datos dador por el Talmud y el Midrash, la fuente de agua que seguía a los hijos de Israel en el desierto fue dada por los méritos de Miryam. Ahora, con ella fallecida, la fuente estaba seca, y el pueblo pensó que se quedó sin agua.
Lo curioso de esto es que la Torah (Instrucción) divina no registra que la congregación haya llorado por la muerte de Miryam, como lo hizo por Aharón y Moshé (Deut 34:8). Por cierto, fue precisamente debido a que no derramaron lágrimas por la desaparición de Miryam que la fuente de su agua se agotó. Fue como si el mérito de Miryam no les hubiera importado. Por ello, el Eterno permitió que a la muerte de Miryam la roca que suministraba agua quedara oculta.
Resulta que, por causa de dicho insidente, el pueblo presionaba al profeta Moshé para que les diera agua. Ellos habían caminado cuarenta años por las arenas del desierto y ahora, que el manantial de la Roca que los seguía se había secado con el fallecimiento de Miryiam, ello temían morir de sed.
En segundo lugar, vemos que el Eterno manda a Moshé que le hable a la roca porque de ella brotará agua (Números 20:8). La instrucción de hablarle a la peña contrasta con el hecho de que, cuarenta años atrás, Moshé siguió la instrucción de Yahvéh de golpear la roca para que el agua fluyera. Esto es lo que llegó a recordar Moshé años antes:
“…Mira, Yo estaré parado ante ti en la roca, en Jorev. Golpearás la roca y de ella saldrá agua y el pueblo podrá tomar”. Y en efecto, así hizo Moshé a la vista de los ancianos de Israel…”,
[Éxodo/Shemot 17:6, Torat Emet (comparar con Núm. 20:8; 20:11)].
Pero esta vez, la orden había sido bien clara y muy específica, el Eterno le dijo a Moshé que tomara la vara, pero no que la usara. El agua seria proveída si Moshé tan solo hubiera hablado a la peña a la vista del Pueblo. En esta oportunidad, Moshé solamente debía hablar a la roca, aunque con la vara en su mano. Esta vara era sencillamente el símbolo de su autoridad de parte del Eterno.
Así pues, tal y como se le ordenó, Moshé tomó el cayado y fue con Aharón a convocar a toda la congregación para darles agua tal que se santificara el Nombre de Dios. Él comenzó haciendo exactamente lo que el SEÑOR le había dicho que hiciera: Tomar la vara, y reunir al pueblo de Israel.
No obstante, aunque sí logró hacer salir el agua de una piedra, no santificó el Nombre del Santo y Bendito, por lo menos no de la manera, ni al nivel que se le había ordenado. Y aunque la naturaleza exacta de su pecado es desconcertante y ha sido interpretada de diversas maneras por los exegetas, independientemente de su verdadera índole, lo que sí se hace evidente es que este pecado les costó a Moshé y Aharón el privilegio de entrar a la Tierra prometida.
¡Cuidado con el Uso de Tu Voz!
Ahora los invito a considerar códigos lumínicos que nos servirán para la praxis de nuestra emunáh.
Si lo observamos bien, notamos que en esta nueva ocasión, al Profeta se le ordena únicamente el uso correcto de la voz (“háblale a la roca”); sin embargo, él golpeó la roca, pero nada ocurre. En ese momento él tuvo la oportunidad de re-evaluar su enfoque y reflexionar más detenidamente acerca de la instrucción específica de Dios de “hablarle” a la peña, pero en lugar de ello, Moshé la golpea por segunda vez (vers 11), y entonces el agua comenzó a brotar.
Resulta obvio que Moshé debió haber hablado una y otra vez a la roca hasta lograr que esta proveyera agua, pero el tono insultante del pueblo lo condujo a que su ira se convirtiera en furia incontrolada. Justamente los sabios explican que una vez que se hubo enojado, se le ofuscó el juicio y golpeó la roca. Es evidente que fue una mala interpretación la de Moshé y Aharón, quizás por estar bajo una fuerte presión por parte del pueblo de Israel que solía murmurar por todo.
Dicen los sabios que en este lugar de endurecimiento, Moshé cometió un error muy importante que consistía en estas *cinco cosas*:
Actuó con ira.
Habló palabras fuertes contra los hijos de Israel, “rebeldes”. Dios no le mando que hablara a la nación, ni hablar tan severamente a la nación, sin embargo Moisés lo hizo.
Dudó de Yahvéh, no escuchando atentamente la nueva consigna.
Desobedeció la orden de hablar a la peña.
No santificó al Nombre del Eterno con su proceder.
Por cierto, hay muchas explicaciones para la frustración de Moshé aquí (el Salmos 106:32-33 describe como el pueblo provocó a Moisés aquí), pero ninguna de ellas es excusa.
Peor aún, Moshé no solo tomo la rebelión del pueblo contra el Señor muy personal, él también sobre-magnifico su propia asociación con Dios diciendo:
«¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?»
Moshé habló como sí él y el Eterno harían el trabajo, como sí ellos dividieran el trabajo cincuenta-cincuenta; como si Dios no pudiera traer agua a menos que él estuviera cerca para hablarle a la peña. Su lapso en desprecio por el pueblo lo guió a un lapso de orgullo sutil. Por sus palabras se deduce que actuó con ira y hablo como si él mismo pudiera hacer milagros, cuando tenía que haber atribuido al Eterno esa capacidad.
Por eso fue que no solo la golpeó a la Roca, sino que la golpeó dos veces. Cuando él golpeó la peña al principio del viaje de Éxodo, él sólo debía golpearla una vez, pero ahora, de la ira y frustración, él lo hizo dos veces.
Quizás, a simple vista, Moshé no cometió un pecado aparentemente serio, pero en los ojos del Todopoderoso su desobediencia fue lo suficientemente grave como para negarle la entrada a la herencia de la tierra. En fin, los errores de estos dos gigantes espirituales fueron sumados con las palabras “vosotros no me creísteis para santificarme ante los hijos de Israel”.
La lección para nosotros aquí es bien clara. Hasta que no elevemos nuestra conciencia, nunca estaremos listos para aceptar los milagros en su forma más pura y se nos impedirá verlos siempre.
Cuarenta años antes (Exo 17:6), cuando el Eterno le mandó a Moshé que golpeara la piedra, el pueblo venía saliendo de una esclavitud brutal, por lo tanto «golpear» era un idioma que ellos conocían perfectamente. Sólo que esta vez, Moshé tiene enfrente a una nueva generación de israelitas que había nacido y crecido en libertad; una generación que requería de un enfoque más suave, la palabra hablada.
Sobre estos pasukim, el Midrash explica:
«…El Eterno dijo a Moshé: Reúne a los tzadikim (hombres justos), y a las grandes personas ante la roca de la cual el agua fluía mientras Miryam estaba viva. Mientras estés parado con la santa Congregación frente a la roca, enséñales una halajáh (ley) o un pasaje de Torah. Luego ordena a la roca manar agua…», [“Midrash Bemidbar”, pág 244, 245].
De todo esto aprendemos que la Santificación del Nombre del Eterno [– en hebreo Kidush HaShem (קידוש השם) –] tiene mucha prioridad para el Eterno. La forma de tratarlo es sumamente importante, y especialmente al ser un ejemplo para todo el pueblo, como lo era Moshé. No se puede tratar al Eterno de cualquier manera y pensar que no hay consecuencias de ello. Y cuánto más alto sea el cargo espiritual, más importante es tratar correctamente al Eterno para que el pueblo tenga un buen ejemplo a seguir.
¿De qué manera Moshé y Aharón no habían santificado al Eterno?
La Torah dice que no le habían creído – en hebreo lo heemantem, (לא האמנתם). La raíz de la palabra creer – aman, (אמן) – tiene que ver con la construcción de un soporte, algo firme y estable. Por lo tanto, creer en el Eterno no solamente implica creer en lo que Él dice, sino ser fiel y ajustar toda su vida – pensamientos, actitudes y conducta – según lo que el Eterno indica en lo que dice. Creer en Yahvéh es confiar en Él. Creer en el Eterno es serle fiel. Moshé y Aharón no fueron fieles al Eterno en este momento, porque él había dicho que ellos hablaran a la peña y no lo hicieron, sino que la golpearon. Ser fiel es hacer exactamente lo que el Eterno ha dicho, ni más ni menos.
Así pues, al no ser fieles, ellos no santificaron Su Nombre. Al no hacer lo que Él había dicho dieron un ejemplo malísimo ante el pueblo de cómo uno debe comportarse ante el Eterno.
Alguno pensará que no importa tanto si hablaran o golpearan la peña, lo importante es que el milagro se haya hecho y que el pueblo haya sido salvado. Pero en el Reino de los Cielos las cosas no funcionan así, a medias. Lo que el Eterno dice es exactamente lo que quiere decir. Por eso hay que obedecerlo no más ni menos ni de otra manera ni de manera parecida ni a medias, sino exactamente como lo ha dicho. Toda otra cosa es no santificarle y no serle fiel.
¿Por qué hacer que esta Roca vierta agua de maneras distintas?
Al leer el “Midrash Bemidbar” (pág 245), encontramos la respuesta a este planteo y es que el Eterno no hace un milagro idéntico a otro.
Lo que más me impresiona de este relato es que a pesar del lapso de Moshé dentro de una actitud pecaminosa y acción, el Eterno aun así proveyó abundantemente para el pueblo. Es que el amor de Dios por su Pueblo es tan grande, que Él usará sus instrumentos imperfectos. De aquí surge otra enseñanza más: el hecho que Yahvéh use a alguien no es evidencia (para ellos mismos o para el pueblo) que ellos mismos están realmente bien con el Eterno, o que vibran con su ministerio de acuerdo al corazón pastoral de Yahvéh.
Desde esto, surge un lema de emunáh que ayudará a discernir ciertos «eventos milagrosos» que acontecen en el mundo de las denominaciones babilónicas con tintes «carismáticos»: ¡lo que funciona no es la mejor medida para lo que está bien delante del Eterno y Su propósito mesiánico!
Aprendamos de esta lección a estudiar bien lo que el Eterno realmente ha dicho para luego poder hacer exactamente lo que ha dicho y no otra cosa.
«Entonces YVH mandó contra el pueblo serpientes venenosas para morder a la gente. Falleció una gran multitud de Israel… YHVH le dijo a Moshé: “Hazte una serpiente venenosa de bronce y ponla en un mástil. Cuando la miren los que fueron mordidos, se salvarán”. Moshé hizo la serpiente de bronce y la puso en un mástil. Y en efecto, cuando una serpiente mordía a alguien, ése miraba a la serpiente de bronce y se salvaba.»
(Números/Bamidbar 21:6, 8-9)
Los rigores del viaje surtieron su efecto, e Israel se quejó sin justificación alguna. La la ira del Eterno fue provocada, y está se manifestó inmediatamente en el campamento, hasta que Moshé los salvó nuevamente.
La protección que antes tenían con la presencia de las llamadas «HaNanei Kavod» (Nubes de Gloria), había desaparecido al fallecer el Sumo Sacerdote Aharón. El miedo paralizante que activa la mente egoica se había encendido. Entonces el ánimo del pueblo se impacientó y hablaron contra el Eterno, el Invisible, y contra Moshé, su líder visible. Ya no se quejaron solamente por causa del camino sino empezaron a criticar la comida que Yahvéh les estaba dando todos los días.
Por ello, las nejashim (נְ חשִַּ֣ים – serpientes) serafim (abrasadoras) pudieron entrar en el campamento de Israel. Los Benei Israel (Hijos de Israel) fueron mordidos por serpientes venenosas que el Eterno había enviado al campamento porque habían hablado mal del maná. El resultado de la queja contra la comida fue mortal. La protección que antes tenían con la presencia de las «Hananei Kavod» (Nubes de Gloria), ya no estaba, y las serpientes pudieron entrar en el campamento, por mandato del Eterno y muchos murieron por causa de ellas.
Esto enseña que la lashón hará (lengua de maldad), manifestada en murmuración, y la falta de gratitud, desata toda clase de peligros en nuestras vidas. La Torah revela aquí que los malos espíritus tienen libre acceso a una persona que habla mal de los regalos que el Eterno da en su bondad. Las serpientes eran un castigo para aquellos quejosos, difamadores y malagradecidos israelitas.
Según los códigos hebreos del relato, la ponzoña en los colmillos de estas hanejoshim haserafim (serpientes ardientes) hacía sentir a sus víctimas un ardor fortísimo como si se estuvieran quemando por dentro. Así que, por causa de este veneno sobrenatural, mucha gente empezó a morir.
Esta plaga demostraba que era un reflejo de lo que había en cada israelita. En las bocas de esa gente solo había mortal veneno. En el libro del Zohar (Jukat 10:71), se registra lo siguiente:
«…Habló el pueblo contra Dios y contra Moshé. Ellos murmuraron calumnias contra HaKadosh Baruj Hu y se pelearon con Moshé. “¿Por qué nos han subido?” Ellos trataron a todo aspecto por igual, pues igualaron a Dios y Moshé, al decirles, “¿Por qué nos han hecho subir?” Es por esta razón que les enviaron serpientes abrasadoras como el fuego. El fuego entró en sus entrañas y cayeron muertos, como está escrito, “Envió entonces el Eterno contra el pueblo serpientes serafines (…) Las serpientes llegaban con la boca silbando y mordiendo, y ellos morían (…) Había un fuego abrasador en sus bocas. Mordían y lanzaban sobre ellos el fuego, quemando sus entrañas y ellos morían…».
¿Por qué serpientes?
En el Midrash existe una alegoría con la que los sabios explican esto. En la misma se le pregunta a una culebra ¿por qué muerde si no tiene ningún placer?, ella simplemente responde: …»¿Y qué placer físico recibe un calumniador…?”.
Los sabios con esto, hacen ver que las culebras no tienen papilas gustativas por lo que toda comida les sabe igual. Es decir que la mordida de la serpiente a diferencia de los demás animales, es sin beneficio para la propia serpiente. Por eso, dicen los sabios, cada serpiente de esta plaga divina es un símbolo de la lengua activa en habladurías, que generalmente es realizada sin ningún beneficio por parte de quien habla
El castigo del principio yahvista denominado «midáh kenegued midáh» (traducido como «medida por medida«), por reclamar a causa del maná (que sabía a lo que cada uno de ellos quisiera), fue el ser mordidos por serpientes; animales para quienes toda comida sabe igual.
Con esto, Israel aprendió que la palabra hebrea najash [(נְ חַּ֣ש) – «serpiente], es también aplicable a la tendencia a actuar negativamente, esa que ser humano carga dentro de sí (y que es parte integral de nuestra personalidad humana). La “serpiente” es un símbolo de las “habladurías”, un ícono de “lashón hará” y, en este sentido, Israel pecaba constantemente con su filosa lengua calumniando, difamando, quejándose de Dios y su líder Moshé, etc.
La NEJASH NEJOSHET (Serpiente de Bronce)
Lo cierto es que a causa de este mortal azote, los israelitas se arrepiniteron y Moshé rogó por ellos. Entonces el Creador les proveyó una fuente de salud: una serpiente de bronce. Las víctimas, donde ellos se hallaran, solo tenían que mirar de lejos a la serpiente, invocar al Cielo, y luego esperar sobrevivir.
Desde su altura profética (es decir desde la altura de Bináh), Moshé hace una serpiente en el nivel inanimado de la naturaleza como si de verdad lo fuera y no de la forma en que es representada a una persona.
De este modo, el Eterno quiere que Israel comprenda que la serpiente de bronce es también un símbolo que representa a la persona humana influenciada por su ídolo egoísta (a esto se le llama egolatría: adoración del ego). La Torah parece decirnos “mira, está simplemente hecha de bronce, ¿por qué te inclinas ante ella?” Es por esto que si tú “ves la serpiente” ahora, es decir si la sientes dentro de ti en ese nivel, eso te cura.
Los sabios comentan desde una pregunta: «¿acaso una serpiente puede dar la vida o provocar la muerte?» Inmediatamente contestan, que no, más bien, cuando ellos alzaban la vista y subyugaban su corazón al Av Celestial, se curaban, pero si no, morían. Eso fue exactamente así porque Dios pudo haberlos curado sin la serpiente; pero ellos entonces habrían pensado que se curaron por medios naturales.
La serpiente de Moshé era un mensaje divino de exhortación que le dice a cada israelita que el ego es meramente un ídolo, una estructura síquica construida en el interior del alma humana con el veneno materialista del sistema reptiliano. Por eso era que donde quiera que el israelita moribundo la viera, ya sea como naturaleza inanimada que se encuentra en un palo, inmediatamente se curaría porque se da cuenta que no hay razón para rezarle a un ídolo. Es decir, que los israelitas comprendieron y aceptaron en este castigo que no existe razón alguna de confiar en el ego que ha sido forjado por la influencia del sistema reptiliano que HaSatán controla y desde donde inocula al alma humana distintas tentaciones para lograr su condenación.
El secreto del presente texto radica en que, para mirar la serpiente había que observar hacia “Arriba”, esto significaba que debían orientar sus pensamientos hacia el Creador, lo que los inducía a abandonar sus malas conductas y entonces se sanaban. La solución para ser libre de ese veneno destructor que corría en su cuerpo, el ratzón atmutz («deseo de recibir sólo para sí» o el ego), era mirar con fe la figura de bronce y hacer teshuváh desde lo que reflexionaban al comprender el simbolismo de esa serpiente de bronce.
Tomando en cuenta lo dicho hasta aquí, vemos que esta historia nos muestra, de la forma más gráfica posible, uno de los principios básicos de la vida espiritual. El pueblo de Israel, después de haber pecado, se encontró con una nueva y distinta realidad (una realidad donde todos son mordidos y todos necesitan ser salvos).
Aquí está la lección aprendida: cuando pecamos, cuando elegimos alejarnos de Dios, nuestra elección siempre tiene consecuencias muy reales e inevitables. Cambia y distorsiona la realidad, tanto en nuestro interior como en nuestro exterior (a menudo en ambas), aunque estos cambios no siempre son visibles como en nuestra historia de la Torah. Después, cuando las consecuencias de nuestro pecado inevitablemente empiezan a ‘mordernos’, comenzamos a clamar al Señor, pidiendo que nos salve (que elimine las serpientes, que aparte las consecuencias). Sin embargo, incluso el Eterno mismo, no restaura simplemente las cosas como si nuestras elecciones pecaminosas nunca hubiesen acontecido; incluso Él mismo simplemente no borra nuestro pecado o el mal que causó.
Al leer el texto en hebreo, logramos asombrarno por la abundancia de silencios y sonidos silbantes de aquí: Nashaj (morder), Najash (serpiente), Nejoshet (bronce)… como si efectivamente el silbido de las serpientes llenasen estos versículos. No es del todo accidental que hayan serpientes en esta historia: en el principio, el pecado entró por la víbora (la serpiente antigua o HaSatán) y qué más, si no pecado (arrastrándose, silbando y mordiendo) ¿está representado por esas serpientes en nuestra porción de la Torah? Sí, no es suficiente eliminar las serpientes, el veneno ya está haciendo su efecto, y por eso, el Eterno tiene que traer un remedio para que todos los que fueron mordidos, vivan.
El Poder de la Visión sobre el Destino Humano.
Resulta que cuando leí el comentario de Rashí, me sorprendí, ya que este exégeta dice que el texto hebreo usa una palabra que significa que tenían que mirar fijamente con concentración.
Los kabalistas enseñan que el sistema de sanación de Dios dependía totalmente del enfoque de la visión de cada israelita.
Uniendo estas dos perspectivas pedagógicas, aprendemos que nuestros ojos son herramientas de gran alcance que pueden extraer energía específica que afectan nuestra materia. Sin duda alguna, la sanación tiene que ver con la visión. La luz que se reflejaba desde la serpiente de bronce generaba ondas cerebrales que activaban una fuerza sanadora.
Todos nosotros hemos experimentado cómo el mirar algo puede generar un cambio pequeño o grande en el cuerpo. La mayoría de nosotros hasta podría vomitar con solo observar algo repugnante. Por otra parte, nuestra boca se hace “agua” cuando vemos algo que nos gusta; el corazón comienza a latir más rápido ante la vista de algo emocionante. Así pues, el sistema de curación que el Eterno le dio a Moshé era totalmente dependiente de la miradaontológica. Con esto aprendemos que nuestros ojos son una poderosa herramienta que puede extraer del mundo metafísico una energía específica y puede afectar nuestra fisicalidad.
De este modo tenemos que, incluso lo que a nuestros ojos se presenta como malo o negativo, también tiene un sentido, pues en esencia, ningún mal proviene de Arriba, solo es cuestión de orientar la vista en la dirección adecuada.
Cuando el pueblo de Israel reconoció su pecado, el Eterno mostró a Moshé cómo poder sobrevivir en el momento de ser mordido por una serpiente. ¿Cuál es ese remedio? El secreto para la recuperación era mirar fijamente con atención a una serpiente de bronce colgada sobre una estaca.
Hoy, sabemos que para poder curar la mordedura de serpiente, podemos confiar completamente en un práctico remedio: el suero antiofídico, alguna medicina, tratamiento, acción. Sin embargo, en su lugar, a los hijos de Israel el Eterno les dice que miren a la serpiente de bronce (solo mirarla, para poder vivir). No necesitaban acercarse, tocarla o hacer algo con ella, solo tienen que mirarla, “y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá” (v.9). ¡Por mirar atentamente recibieron vida. La visión les salvó de la muerte!
Puedo imaginar que alguno de ellos dudó, incluso se volvió a quejar diciendo: «¿Qué bien puede hacerme, si solo miro a la serpiente?» Pero este es exactamente el eje de esta historia: no importa si Su remedio cumple con nuestras expectativas. ¿Recuerdas a Naamán, el comandante del ejército sirio, que era leproso? (leer 2Reyes cap. 5). Él fue a Eliseo para ser sanado, pero se enfureció y casi se marchó después de que Eliseo no llenó sus expectativas. Él dijo: «He aquí, yo pensé…» Y casi pierde su propia sanación, tan solo porque pensó que debía haberse efectuado de forma diferente. Cuan a menudo la gente se pierde algo de lo que Dios está haciendo, solo porque ellos piensan que debería ser hecho de manera diferente: «He aquí, yo pensé…»
Allí en el desierto, el Eterno ofrece su sanación a todos. Por más extraño e inesperado que pudiera parecerles, era su único medio para sobrevivir (para ser salvados). Aquellos que escogieron mirar a la serpiente de bronce, vivieron, todos los demás, perecieron.
Aprendemos de esto que lo que está delante de nuestros ojos tiene una tremenda influencia sobre nuestro futuro. Es sumamente importante lo que miramos. Lo que entra por los ojos físicos y lo que entra por los ojos espirituales tiene el potencial de matarnos o darnos vida.
Cuando Javáh (Eva) vio que el árbol prohibido era bueno, tomó de su fruto y murió. Cuando los israelitas vieron la serpiente de bronce recibieron vida. ¡Qué importante es fijar su mirada en lo que da vida en lugar de lo que da muerte!
Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.»
(S. Juan 19:30)
Desde que en mi peregrinación he ido pasando de un nivel a otro, me he maravillado al descubrir cómo Yeshúa (Jesús) fue dejando huellas en su vida que sólo pueden ser descubiertas analizando las raíces hebreas de su propia identidad y fe.
Es evidente que el Eterno, por ser el soberano del universo, tiene todo bajo control, y su propósito es perfecto hasta en las cosas que nos parecen más pequeñas, extrañas y hasta insignificantes. Lo cierto de todo esto es que cuando he logrado mirar ese nuevo punto del plano existencial y he comprendido apenas un poco la manera providencial en cómo él obra y se manifiesta, no puedo hacer otra cosa que elevar alabanzas y gratitud por como logra maravillarme e inundarme de gozo.
Llegó a mis manos un texto de una conferencia del Dr. Scott Hahn titulado “La Cuarta Copa”, y lo que este experto comparte allí me movilizó a escribir esta bitácora con el objetivo de ampliar el panorama contextual del texto bíblico al momento en que ustedes lean el relato del Evangelio.
«Consumado es«:
¿A qué se refiere Yeshúa con estas palabras? ¿Qué impronta de misión se esconde en estas sus últimas palabras dichas antes de “entregar su espíritu”?
En la hermenéutica (interpretación) clásica de la dogmática cristiana aprendí que esta expresión señala a la redención de la humanidad. Mis profesores de teología me aseguraron que nuestro amado Señor está proclamando desde el madero que todo ya se ha cumplido. El proceso de salvación prometida en el Edén por el Eterno ha sido consumado. Sin embargo, para que esto fuera realmente completo era necesario que Yeshúa resucitara, tal como el apóstol Pablo se lo recordara a los discípulos mesiánicos de la ciudad de Roma:
«….el cual fue entregado por nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación.» (Rom. 4:25).
Es claro entonces que, la justificación que el Eterno realiza en sus redimidos no se consuma con la muerte de Yeshúa, sino con su resurrección. Desde esto podemos afirmar que nuestro Maestro, con la frase “consumado es”, estaba señalando a un concepto perteneciente a una cosmovisión muy diferente de la que los defensores de la dogmática babilónica han sostenido. Por lo tanto, para lograr captar lo que Él quizo decir, nos vemos comprometidos a profundizar en el ámbito del contexto mental y cultural que lo circundaba. En otras palabras, debemos comprender el contexto en del que esto fue dicho, y en particular, una singularidad de la celebración del Pesaj, la festividad que marcaba ese momento histórico.
En este contexto no sólo se cuenta la historia de la Pasión del Señor, sino que la misma transcurre al mismo tiempo dentro del Sidur del Pesaj. Este precepto divino debía ser llevado a cabo por el pueblo hebreo esa misma noche y conmemorarlo todos los años, para siempre. La palabra Seder o Sidur, significa Orden, y los pasos de éste se constituyen en torno a cuatro ejes: las 4 copas de vino que esconden el mensaje encriptado de los cuatro pasos salvíficos que Yahvéh hizo con Su Pueblo (Éxodo 6:6-7). (Por favor, leer: Los Pasos de la Redención Mesiánica).
Las cuatro copasde la celebración de Pesaj recordaban a cada familia de Israel la liberación de la muerte de sus primogénitos por medio de la sangre del Cordero del padre de familia. Los nombres de estas cuatro copas son:
kidush (santificación),
juicio,
redención (o «la bendición«) y
alabanza.
Cada una de lasleshonot de gueuláh (expresiones de redención) de estas copas representan otro estado en nuestra libertad. Por cada una de estas cuatro etapas debemos dar alabanza a YHVH sobre otra copa de vino.
La primera copa de vino agradece al Eterno por haber quitado el peso de nuestra esclavitud. Ya no más trabajo duro y tortuoso. Esta fue la primera promesa de YHVH para con nosotros.
La segunda copa de vino es para agradecer a Elokim por habernos liberado del estado de servidumbre. No se bebe, sino que se vuelca en el piso por medio de diez goteos o libaciones. Con esto se declara que se cree en la promesa divina que las plagas de Egipto no tocarán nuestro hogar (ver Éxodo 15: 26).
La tercera copala bebemos en gratitud a nuestra libertad.
La cuarta copa es para agradecer a Di-s por habernos tomado como Su propia nación.
La Mishnáh explica el compromiso implícito de cada judío en el participar de estas copas dentro del Seder:
“En la víspera de Pascua, cuando se avecina el tiempo de Minjáh (sacrificio vespertino), nadie debe comer hasta que no anochezca. Incluso el más pobre de Israel no comerá mientras no esté reclinado en la mesa, y no tendrá menos de cuatro copas de vino, aunque sea de los de la olla popular”
(Mishná Capítulo 10, Masejet Pesajim)
Como podemos notar, tomar las cuatro copas de vino era obligatorio para todos, incluso hasta para el más pobre, a quien le resultaba muy difícil poder acceder al vino.
Comprendiendo pues la importancia de estos cuatro pasos litúrgicos de la Cena de Pesaj, estudiemos juntos los detalles de la última que vivió Yeshúa. Leemos que Lucas escribió lo siguiente:
“Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles y les dijo: «He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios». Y tomando una copa, dio gracias y dijo: «Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.» Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes. « (Lc. 22.14)
Cuando el texto dice «una copa» está señalando a la primera copa, la del Kidush.
Sabemos que la tercera copaque, en la mesa de Pesaj, se toma después de la cena del cordero asado (que se comía cuanto había Templo), es la que fue puesta en memoria de Yeshúa. Por eso es que notamos que el evangelista Lucas, nos relata que la copa que el Maestro tomó luego de la comida, fue la tercera copa:
“Después de la cena hizo lo mismo con la copa” (Lc. 22.20)
Esto también implica que tanto en los evangelios de Marcos, como en el de Mateo el relato se refiere a la misma copa (la tercera).
El apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios hace referencia a la tercera copa del Seder, denominada también «la copa de la bendición«, que las comunidades del primer siglo elevaban en la tercera mesa de Shabat (Partimiento del Pan) cuando escribe lo siguiente:
“La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo?” (1Corintios 10: 12)
El apóstol Pablo nos menciona que existe una copa que nos imparte una enorme y sublime bendición por medio de la muerte de Mashiaj, y a su vez se nos dice que es una copa que nosotros bendecimos en el sentido que jamás nos cansaremos de agradecerle al Eterno por ella. Pero ¿cómo llego esta copa a nuestras manos?¿Cuál es el trasfondo o contexto de esta historia? Eso es precisamente lo que abordaremos a partir de este momento.
¿Qué Copas bebió Yeshúa?
El relato evangélico nos cuentan que:
“Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos” (Mateo 26: 27-30)
En esta última descripción notamos algo que resulta curioso: no se tomó la copa final (la 4ta).
Teniendo en cuenta todo lo explicado hasta ahora, podemos ver que Yeshúa no sólo no tomó la cuarta copa, sabiendo el significado que eso tenía, sino que aseguró que no volvería a beber del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios, manifestándose en la era Milenial. Entonces, considerándolo desde cosmovisión hebrea, Yeshúa no finalizó la celebración del Pesaj, y por lo que pudimos evaluar, lo hizo intencionalmente.
A. La Copa del Juicio (o de la Ira Divina).
Para comprender esto, necesito solicitarles que se esfuercen en desaprender todo lo que la dogmática religiosa programó en vuestros corazones, y se atrevan a aprender lo que el trayecto del relato nos revele. Entonces leemos:
«Cuando salieron de la cena, del cuarto donde estaban celebrando la pascua, se dirigieron al jardín de Getsemaní donde Jesús cayó con el rostro en tierra, orando así: «Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya». (Mt. 26.39)
«Y nuevamente… Se alejó por segunda vez y suplicó: «Padre mío, si no puede pasar esta copa sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad». (Mt. 26.42)
“…Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.” (Mt.26.44)
Para aumentar la angustia de esta súplica de Yeshúa, Lucas nos cuenta que, mientras Él oraba, su agonía era tal que «su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre, que caían sobre la tierra«(Lc 22:44).
¿Qué era esta copa? ¿Por qué Yeshúa quería evitarla? ¿Qué fue lo que le provocó tal agonía? ¿Por qué oró que, si era posible, no tuviese que beber la copa (Jn 18:11)? ¿Qué había en la copa que le producía esta angustia extrema mientras contemplaba la posibilidad de beberla?
La copa de juicio suele ser usada como una metáfora de la ira de Dios (Sal. 75:8; Is. 51:17, 22; Jer. 25:15; Hab. 2:16; Ap 14:9-10). Así es. De eso estaba llena. Por esto, Yeshúa detestaba la idea de llegar a beberla. En el huerto de Getsemaní, él fijó intencionalmente su mirada en esa copa (la copa que bebería exactamente al colgar de la cruz en una insoportable agonía).
Entendamos que no era la agonía física lo que tanto pavor le causaba (por muy horrible que fuese), sino la agonía espiritual que supo que sentiría al beber hasta el último amargo sedimento de la copa de la ira de Dios; ira que en realidad merecíamos nosotros.
Su angustia en aquel jardín de olivos no tenía nada que ver con el temor carnal de los azotes y burlas, o con los tormentos sicológicos de la cruz, de hecho en varias ocasiones anuncio su muerte en la cruz sin ningún temor, pero ahora estaba bebiendo el cáliz de ira de Dios, bebiendo el juicio de Dios, esta bebiendo el sufrimiento, dolor, agonía del furor implacable del Juez Justo sobre la maldad.
Esa copa nuca fue preparada pensando en Él sino pensando en nosotros, pensando en nuestra aniquilación por causa de la maldad, todas aquellas maldiciones proclamadas en el monte Ebal (Dt 27:11-26) [Maldito el que practica la idolatría en oculto, maldito el que deshonra a su padre y a su madre, maldito el que acciona contra su prójimo, maldito el que hace errar a los ciegos, maldito el que hace injusticia con la viuda y el huérfano, maldito el que comete adulterio y fornicación, maldito el que se ayunta con animales, maldito el que comete incesto, maldito el que daña a su prójimo, maldito el que recibe soborno, maldito el que trasgrede la ley] todas estas maldiciones que identifican el pecado de los hombres estaban concentradas en esa copa y fueron derramadas sobre el Hijo del Hombre, el Cristo de Dios, destinado para recibir tal ira.
Yeshúa tenía que beber la segunda copa, la del juicio (Mateo 26:39; 20:22; Juan 18:11). El Mesías bebió la copa de maldición que el Padre le dio, para liberarnos de la maldición del pecado.
La segunda copa nos recuerda que estábamos en gran necesidad de liberación, a causa de nuestra idolatría estábamos atados al obrar del Sitrá AjRá (Otro Lado de la Santidad) e incapaces de salvarnos a nosotros mismos. ¡Yeshúa vino y nos libero!,… ¡Él es nuestro Gran Libertador!
Nunca lograremos apreciar la agonizante oración de Yeshúa en el Getsemaní, ni su sudor semejante a grandes gotas de sangre, mientras no comprendamos en lo profundo de nuestro ser que lo que Él estaba observando era la ira de Dios que merecíamos, azotándolo desde las dimensiones de la Guevuráh, afectándolo en el alma y en el cuerpo.
Yeshúa bebió la copa de la ira de Dios hasta su última amarga gota. Así que, para nosotros los que creemos en Él, y hemos tomado Su yugo, la copa de la ira divina está vacía.
B. La Cuarta Copa: la Alabanza
Ahora bien, comenté más arriba el detalle no menor que al finalizar la Cena, cantaron los salmos correspondientes y salieron al monte de Getsemaní no bebiendo la cuarta copa. Pues bien, para comprender esto, analicemos los códigos escondidos en el camino de la pasión:
“Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso tomarlo.” (Mateo 27: 31)
Y luego de ser crucificado nos encontramos al final de todo con esta otra escena tan conmovedora descripta por el evangelista Juan:
“Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed. Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús: «Todo se ha cumplido». E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.” (Jn. 19.23.30)
Retomando la pregunta con la que inicie esta bitácora acerca de a qué se refirió Yeshúa con: «Consumado es», podemos ver que aquí Yeshúa toma la cuarta copa,y culmina así la celebración pascual, haciendo que la festividad divina se vuelva plena con este su Korván Pesaj (sacrificio pascual).
Entonces, el Maestro no finalizó la celebración pascual en el aposento alto de la Última Cena. Él extendió la duración del Seder para consumarlo en la cruz, con su propia muerte, el sacrificio pascual por excelencia. Así pues, captamos que el sacrificio de Yeshúa no comenzó con la pasión en el huerto, sino en la Cena de Pesaj. Y esta celebración a la vez, no terminó en el aposento de arriba, sino en el Calvario o Gólgota. Así Yeshúa une la cena de Pesaj con su muerte en la cruz y conduce todos los sacrificios pascuales de la Torah a su plenitud. Esto ya lo había expresado en el resumen pedagógico de su ministerio, conocido como el Sermón del Monte:
“No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.” (Mateo 5.17)
Ahora bien, recordemos que nuestro Señor dejó la cuarta copa de lado y en lugar de ello, dijo lo siguiente:
“Yo les digo que, desde ahora, no volveré a beber de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre.” (Mateo 26:29)
¿Qué significa eso?
Primeramente que la copa que tomó en la cruz (de vinagre o vino viejo) está aún en un proceso celestial de transformación. Recuerden que en la cosmovisión hebrea la expresión alabanza está relacionada con la idea de saber endulzar lo amargo hasta transformarlo en agradable y acepto. Esto significa que ese vino avinagrado que Él bebió, será llevado a un proceso escatológico que lo transformará en un vino nuevo y del mejor.
Esto significa que Él regresará en poder y justicia para establecer el Reino del Eterno sobre todas las naciones. Así pues, cuando Yeshúa regrese, nos dará a beber la cuarta copa pero llena de la dulzura del Jesed (benevolencia) celestial. Entonces sucederá lo que está escrito en Éxodo 6 y que está relacionado con la cuarta copa:
“Os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis que yo soy YHVH vuestro Dios…”
Los Tehillim Hallel (salmos de alabanza) eran cantados durante el Pesaj. El Señor Yeshúa nos dice que recién nos dará a beber de la cuarta copa cuando Él regrese (“…hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de Padre). El Hallel recién sonará otra vez cuando Yeshúa HaMashiaj regrese para tomar la “cuarta copa” con nosotros Su Amada.
¡Aleluyah! ¡Ven Yeshúa Adoanay!
Bitácoras que Recomiendo Estudiar para ampliar este ESTUDIO:
Y en el Octavo día, Moisés llamó a Aarón, a sus hijos y a los ancianos de Israel. Y le dijo a Aarón: ”Toma para ti un becerro para sacrificio expiatorio y un carnero sin defecto para holocausto y ofrécelos al Eterno”.
(Vayikrá/Levítico 1:1-2)
Sheminí quiere decir octavo, y la parashá de esta semana comienza diciéndonos «y en el octavo día»… ¿Por qué el octavo día es tan importante que encabeza el nombre de una Parashá?. Porque el octavo es la posición de la sefiráh de Binah cuando la miramos desde Malkut. El octavo es nuestro objetivo primordial.
«Así como el concepto «séptimo» alude a la naturaleza cíclica (como los siete días de la semana, los siete años del ciclo sabático, los siete ciclos que conforman el Jubileo), el concepto «octavo» alude a la ruptura de la rutina cíclica de lo natural y se erige como metáfora de los valores superiores que trascienden de la naturaleza.» [comentario de la Torat Emet].
Debemos recordar que el Mishkán (Tabernáculo) es para el pueblo de Israel el equivalente al corazón en el cuerpo del ser humano. Cuando el corazón hace circular la sangre por las arterias y venas, entonces la persona tiene vida y de la misma manera el Tabernáculo era la base que sostenía la espiritualidad del pueblo de Israel. Para que el pueblo fuera meritorio de que la Presencia Divina reposara entre ellos siendo el oxígeno que los mantiene vivos, tenían que demostrar que verdaderamente lo deseaban.
El Eterno eligió el octavo día para la inauguración del Tabernáculo porque el número ocho representa todo aquello que está por encima de la naturaleza, aludiendo a los mundos más elevados. Esto le enseña a la persona que el día en el cual YHVH descendió para posar Su Presencia entre el pueblo de Israel, ella debe intentar elevarse y apegarse a los mundos superiores. A pesar de que la persona es una creación de carne y hueso, hecha de materia inerte, ella recibió un alma espiritual que pertenece a los mundos más elevados y que le permite crecer y superarse, desconectándose de lo material y de las vanidades mundanas que la rodean, apegándose a los mundos que se encuentran por encima de la naturaleza.
El objetivo primordial de la existencia humana es lograr servir al Señor con calidad total, alcanzando día a día la manera más perfecta posible, hasta el punto de merecer que la Presencia Divina pueda posarse sobre la persona elevándola hacia el octavo mundo; es decir, más allá de la naturaleza.
Cuál es la función de la persona en este mundo: intentar apegarse a los actos de YHVH cumpliendo con lo que fue dicho en el Talmud: «Así como Él es, así también tú debes ser» (Shabat 133b), y de esta manera elevarse a los mundos superiores representados por el número ocho.
La cercanía con el Eterno exige sumo cuidado en todos nuestros actos aquí en la Tierra, ya que ellos son portales por los que el Rey de la Gloria ingresa al plano de la fisicalidad y la transforma por medio de milagros.
Al comenzar la bitácora dejé establecido que el octavo es nuestro objetivo primordial porque es la posición de la sefiráh de Binah cuando la miramos desde Malkut, es decir desde el Mundo Físico.
Binah es la sefiráh divina cuya energía divina sostiene todos los planos existenciales. Por lo tanto, esta semana la energía de éxito y sustento está disponible para todos aquellos que la quieran. Sólo debemos clamar para que el Espíritu de la Profecía nos revela cómo lograr la certeza de esta conexión, lo cual nos permitirá tener la perseverancia que necesitamos para alcanzar la victoria que Yeshúa, el Mesías, ha obtenido para nosotros. Recuerden que victoria y perseverancia se escriben con la misma palabra hebrea: Netzaj. Esta sefiráh es la que extrae la Luz que se genera en Tiferet (después que se logra un balance entre el dar de Jesed y el recibir de Guevuráh).
¿Cómo hacemos para que esta Luz de Binah entre en nuestro mundo? ¿Cómo hacemos para poder conectar con esa Luz? Pues estudiar esta porción es una de las maneras, porque los días de la semana son como un cóctel de influencias astrales, y traen impreso los desafíos de cada aspecto de las sefirot emocionales. Aceptemos una vez mas que el estudio de la sabiduría de la Torah es la herramienta más eficaz para transitar la vida con sabiduría y conocimiento.
Interesante resultará saber que esta parashá tiene 91 versos. Ya hemos dicho que muchos datos numéricos como este sirven para profundizar en la emunah (fe) escondida en las letras de las Sagradas Escrituras usando la gematría de las misma. Bien, resulta que el número 91 es el resultado de hacer una trenza entre las cuatro letras del Nombre de Dios ( יהוה Yud Hei Vav Hei) con Adonay (Señor), que es el mismo Nombre de Dios que ha descendido a este mundo, cambiando de nivel.
Veamos esta ecuación y la herramienta de meditación que nos entrega la sabiduría de la Torah, en esta disciplina de santificar el Nombre de Dios:
Nombre de Dios: YHVH
יהוה
Éste es la expresión del sistema del Árbol de la Vida sin defecto alguno (por eso para muchos es impronunciable). Su guematria es:
י Yud=10;
ח He=5;
ו Vav=6;
ח He=5.
Total: 26.
Nombre de Dios: Adonay
אדני
A través de éste nombre, Dios actúa en nuestro mundo somo el Soberano de todo. Como en este Nombre Yud He Vav He se ha cambiado de ropaje (ha bajado su frecuencia) para adaptarse a nuestro mundo, podemos pronunciarlo: Adonay.
א Alef=1;
ד Dalet=4;
נ Nun=50;
י Yud=10.
Total: 65.
Al meditar y pronunciar Adonay, estamos declarando que el Eterno es el Amo y Señor majestuoso de toda la Creación. Decimos a todos los planos existenciales que el Eterno es nuestra autoridad plena.
¿Qué es esto de la trenza de los nombres y cómo se realiza?
La trenza o yijud (también traducido como unificación) de un Nombre Divino representa la unión de la Luz con la vasija. En este caso, el Nombre de Dios Yud Hei Vav Hei es la Luz y Adonay es la vasija. Por lo tanto, se crea una secuencia al introducir las letras del nombre Adonay en medio de las letras del Nombre de Dios de más alta frecuencia (siempre comenzando de derecha a izquierda). Entonces, queda así:
יאהדונהי
Guematria 26 + 65 = 91.
Así pues, este Nombre Divino corresponde al número de versos de la parashá. Por tanto, meditando y orando con en este nombre todas las mañanas, atraemos la energía completa de esta porción: la energía del 8. Esto significa que cada mañana al despertar, debemos aceptar humildemente que estamos peregrinando hacia un Mundo Mejor que este que hoy conocemos a través de nuestros sentidos físicos, y que para llegar a alcanzarlo, deberé primeramente humillarme ante el Dueño de todo e invocarlo para que pueda santificar Su Nombre a lo largo de mi jornada laboral, en cada acción que realice.
Por eso, el Olam Havá (Mundo Venidero) está reservado para todos aquellos que formando parte del Pueblo de Israel, reconocen que HaMashiaj (el Mesías) ya vino en la persona de Yeshúa, y que este por su obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz, ha sido elevado por Dios hasta lo sumo, y se le ha dado un Nombre que es sobre todo nombre. Dicho nombre es este yijud poderoso (YHVH Adonay), y sólo en este nombre se puede recibir la energía que esta parashá nos revela.
Considerando todo esto, lograremos entender que la razón por la cual la Torah nos prohibió consumir los animales impuros es porque estos provocan en la persona una tendencia hacia la crueldad y el pueblo de Israel debe ser un pueblo santo en el cual reine la cualidad de la benevolencia (jesed). En el futuro YHVH hablará con cada uno de los miembros del pueblo de Israel, tal como está escrito:
«Sus hijos y sus hijas profetizarán». (Joel 3:1)
En consecuencia, ningún integrante del pueblo puede alimentarse con algo impuro porque sus bocas dirán las palabras de Yahvéh. Esto es lo que nos enseñan las palabras de este versículo: que Moshé y Aharón les avisen que en el futuro Dios les hablará a cada uno y por eso no deben comer animales impuros.
Estamos llamados a desarrollar la misma actitud que hubo en Yeshúa el Mesías, mientras caminó como el Hijo del Hombre sobre la Tierra (Malkut). Es decir, desarrollar tal calidad de Avodáh (servicio sacerdotal) que logre la sublimación y elevación de lo terrenal a las esferas celestiales. Así se permite a la Shekináh (Presencia) de la Luz Infinita manifestarse en medio del mundo natural, permeando a toda la materia, y haciendo que todo lo creado se someta al señorío absoluto del Eterno.
Entonces esta parashá nos deja bien claro el concepto que cada uno de los redimidos, con nuestras buena obras, refinamos las cosas de la fisicalidad y a la vez nos autorefinamos para elevarnos junto con ellas a dimensionalidad de plenitud celeste.
Para lograr la eficacia de esta vocación, y alcanzar excelencia en nuestra misión, debemos aceptar que necesitamos atraer la Luz al mundo material, acercándolo por medio de nuestro esfuerzo de elevarnos en conciencia. Por esto, tenemos que cuidarnos de nuestras obligaciones materiales para poder penetrar en el mundo espiritual.
Para lograr la eficacia de esta vocación, y alcanzar excelencia en nuestra misión, debemos aceptar que necesitamos atraer la Luz al mundo material, acercándolo por medio de nuestro esfuerzo de elevarnos en conciencia. Por esto, tenemos que cuidarnos de nuestras obligaciones materiales para poder penetrar en el mundo espiritual.
Tenemos que prepararnos para la llegada del Rey. Para ellos debemos cuidar nuestro aspecto físico, tanto interno como externo. Cuidar la forma de vestir, la imagen, la higiene tanto física como mental. Observando nuestra forma de ser sociales, hasta incluso alimentándonos equilibradamente, siguiendo una dieta estrictamente profética.
La implicación es elocuente: observar las normas de pureza e impureza tratadas en esta sección (parashá) y las posteriores, lleva a cada redimido a elevarse por sobre lo mundano e incorporar en su ser los valores supremos de lo «octavo», es decir el carácter mesiánico que todo lo puede.
«Mira, Yo envío un ángel ante ti para protegerte en el camino y para llevarte al sitio que tengo preparado. Sé prudente delante de él y obedece su voz; no seas rebelde contra él, pues no perdonará vuestra rebelión, porque en él está mi nombre.«
(Shemot/Éxodo 23:20-21)
Estos pasukim que el Eterno nos otorga para meditar en este día, tienen una maravillosa finalidad: enseñarnos que en el Camino de peregrinación de nuestra fe (emunáh) jamás estaremos solos. Un enviado de Dios, que conlleva el Nombre Santo del Eterno en Su esencia constitutiva nos cuidará todos los días en el Camino.
El Eterno quería que Israel viviera con alegría y seguridad porque Su amor perfecto los cuidará siempre con su maravillosa Presencia (Shekinah). Él guardará por siempre a Su Pueblo Escogido, mandando a sus ángeles para que nos protejan. La misión de sus ángeles guardianes (o custodios) es cuidar a cada integrante de Israel para que su misión sacerdotal en esta vida se complete. Esta misión es sagrada. Es el propósito eterno de Dios en la vida terrenal de cada redimido en la sangre pascual. Dichos ángeles cuidan que los pasos de cada hebreo para que se encamine hacia la realización de esa misión, y se manifieste Israel como una Reino de Sacerdotes (Éxodo/Shemot 19:6).
Estas huestes de ángeles guardianes protegen a los que integramos Israel, defendiéndonos físicamente, y nos fortaleciéndonos al momento de combatir con las fuerzas del mal. Ellos luchan con todo su poder por y con nosotros.
La Torah Kabalística dice:
«…Los ángeles de la guarda son enviados de Dios para protegernos. Una vez que aprendemos a reconocer su presencia y las señales que envían a nuestro camino, nos damos cuenta de los mucho que nos ayudan. No estamos solos…»
[Torah Kabalística, pág 226]
En algunos textos de las Sagradas Escrituras se ve a los malakim (ángeles) tomando apariencia humana. Explicando esta capacidad misional, en el Zohar, (Behalotejá 152:1), se lee:
«…En el momento en que ellos descienden se revisten con ropajes de este mundo terreno y de no ser así, ni ellos pueden mantenerse en este mundo, ni tampoco el mundo podría concebirlos a ellos…».
Retornando a la consideración de los dos versículos que encabezan nuestra bitácora, debo decir que ellos nos revelan que todas las legiones destinadas a nuestro servicio (Hebreos 1:14) se encuentran organizadas corporativamente y en sujeción absoluta a la autoridad de un Heraldo celestial muy particular.
Ese Heraldo de Yahvéh, es uno de los personajes más misteriosos en el TaNaK (mal llamado Antiguo Testamento) es conocido como “El Ángel de YHVH” o “El Ángel del Señor” traducido de la expresión hebrea “Malak YHVH”. El tema en sí radica en el hecho de que la palabra hebrea Mal’ak traducida en las Escrituras como “ángel” proviene de una raíz poco usada, que significa “enviado como representante y/o sustituto.”
El primer problema se encuentra exactamente en el malentendido del significado de la palabra “ángel” (del hebreo “Malak”, del griego «Angelos”) ya que ambas palabras se han traducido en su nivel llano como “mensajero”. Por ende, la precisión de todo argumento referido a este ser celestial se determina sobre la manera en cómo se define el significado de esta palabra, para evitar llegar a una conclusión errónea.
Lo primero que debemos comprender es si la palabra «ángel» está siendo usada para definir los siguientes tres tipos o clases de mensajeros:
Un Mensajero Celestial
Un Mensajero Humano (1Reyes 19:2; Job 1: 14; Hageo 1: 13; Lucas 7:24, 9:52)
El Mesías como mensajero de la Buena Noticia (betsoráh o evangelio) del Reino de Dios.
Esto es lo que tenemos que distinguir por medio de la investigación de las Sagradas Escrituras en su contexto mismo. Normalmente interpretamos la palabra “ángel” como un ser espiritual creado por Dios, y como un agente y ministro de Su voluntad. Esta función es lo que define la responsabilidad de ser Su mensajero. Pero, ahora ya entendemos que las Sagradas Escrituras definen una variedad de mensajeros,
Entonces, y con el fin de re-configurar nuestra cosmovisión, nos haremos la pregunta:
¿Qué es un ángel?
Así mismo se lo preguntaba el sabio Agustín, antes de responderse a sí mismo desde su investigación en el texto hebreo:
“Ángel designa una función y no una naturaleza. ¿Tú preguntas cómo se llama esta naturaleza? Espíritu. ¿Preguntas la función? Ángel. En cuanto a lo que es, es un espíritu. En cuanto a lo que hace, es un ángel”.
Para comprender la misión del ángel, uno debe entender el concepto hebreo de la «Ley de la Agencia». Definiendo esto, el Talmud dice:
(שלוחא דמלכא כמלכא) “El agente del gobernante es como el gobernante mismo”. [Baba Kama 113b, cf. Jaguiga 10b, Nedarim 72b, Soncino Press Edition].
La palabra para “agente” en hebreo es “shaliaj” que significa “enviado” (como el griego apostolos -apóstol-). El shaliaj actúa como representante del emisor (meshuleiaj).
El Tratado Jagiga dice:
שלוחו של אדם כמותו “El agente de un hombre es como él mismo”. [Jagigá 10b, cf. Nedarim 72b, Soncino Press Edition].
Teniendo esta cosmovisión en su mente, Yeshúa aclara el principio del Shaliaj:
“El que os recibe me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al que me envió. El que recibe a un profeta en nombre de un profeta recibirá la recompensa de un profeta; y el que recibe un tzadik “justo” en nombre de un tzadik recibirá la recompensa de tzadik.» (Mateo 10: 40-41).
Ahora bien, desde las entrañas de la Edad Media, fruto de los textos cabalistas, surgirá a la fama pública el nombre de Metatrón. Así, este «Ángel» se convertirá en el tema más controversial de la dogmática judeocristiana. Para ambos bandos, el «Ángel» Metatrón será un ser difícilmente comprensible a través de los múltiples textos que a lo largo de la historia lo han descrito de manera dual y en ocasiones contradictoria. Sin embargo, en cualquiera de sus acepciones, se trata del ser más poderoso en el ámbito de las esferas celestiales, lo que le ha valido el título de “Pequeño Yahvé”.
La opinión de los sabios que interpretan hebreo, y que unifica toda controversia, señala que, este «Malak» («Ángel«), es el gran jefe y príncipe de los ejércitos Celestiales. En el judaísmo místico se lo menciona anteponiéndole el título del arcángel “Metatrón”. Para todo exégeta del texto que estamos aquí considerando, este es el Ángel que actúa como la Voz misma de Dios en todos los asuntos. La verdadera voz del Eterno tiene la autoridad de matar a cualquiera que lo escuchara, y no obedeciera.
Este nombre se forma desde dos expresiones hebrea (Meta-trón) y así, enlazadas, significarían, “el que sirve detrás del Trono”, o «el que sirve sobre el Trono«. Algunos también sostienen que Metatrón proviene de la expresión hebrea «guardián de la entrada«. Así mismo, esta expresión está muy relacionada también con la palabra antigua “metator” que se usaba para designar a un ministro que iba delante de un rey. Este era el ministro principal del rey, y su sola presencia representaba la esencia regia del soberano mismo. Así, y sólo desde su significación etimológica, esto significaría que Metatrón es el «ángel principal» que dirige a todos los demás ángeles. Para sellar esta explicación etimológica, debemos también saber que metator también se puede traducir como «expresador de legiones» o «el que crea y activa legiones con su boca«.
Les contaré aquí que dado que no es mencionado explícitamente, ni en el Antiguo, ni el Nuevo Testamento, la figura del arcángel Metatrón no es aceptada por el cristianismo, en ninguna de sus variantes. En cambio, sí aparece en el Talmud, lo que llevó a la tradición rabínica a contemplarlo como el escribano celestial y el más importante de los arcángeles. Los estudiosos de la Cábala, encuentran en el texto del Zohar una identificación con el Ángel que guió al pueblo de Israel durante su éxodo y lo describe como el Rey de los Ángeles, que reina sobre el árbol del bien y del mal.
Interesante será para nosotros conocer que las Sagradas Escrituras también llaman a este ser:
“el Ángel de Su faz» [en hebreo MalakPanayu] (Isaías 63:9), “el Ángel del Pacto» [del hebreo Malak Beriyth] (Malaquías 3:1) y “el Ángel de Dios» [del hebreo Malak Elokim] (Génesis 31:11).
Lo que convierte en misterioso (y tan controversial) a este ser, es que cada vez que aparece en el TaNaK, se lo ve actuando con atributos que le corresponden pura y exclusivamente al Eterno. Es decir que lo podemos encontrar hablando como el Eterno mismo, haciendo promesas, perdonando los pecados, confortando, aceptando adoración, actuando como juez y vengador de Israel, y hasta haciéndose llamar YHVH. Para ejemplificar lo aseverado hasta aquí, los invito a ver algunos pasajes que lo muestran así:
“De tal manera multiplicaré tu descendencia, que no se podrá contar…. Como Yahvéh le había hablado, Agar le puso por nombre “El Dios que me ve” pues se decía: “Ahora he visto al que me ve.” (Bereshit/Génesis 16:10, 13)
“Entonces tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo, pero en ese momento el Ángel de YHVH le gritó desde el cielo…. Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo.” (Bereshit/Génesis 22:10, 12)
“Estando allí, el Ángel de Yahvéh se le apareció entre las llamas de una zarza ardiente… “Yo soy el Dios de tu padre. Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” (Shemot/Éxodo 3:2, 6)
“El Ángel del Señor subió de Guilgal a Boquín y dijo: “Yo los saqué a ustedes de Egipto y los hice entrar en la tierra que juré darles a sus antepasados…” (Shofetim/Jueces 2:1)
“Mientras la llama subía desde el altar hacia el cielo, el Ángel de Yahvéh ascendía en la llama. Al ver eso, Manoa y su esposa se postraron en tierra sobre sus rostros. Entonces Manoa se dio cuenta de que aquél era el ángel del Señor. ¡Estamos condenados a morir! Le dijo a su esposa. ¡Hemos visto a Dios!» (Shofetim/Jueces 13:20-22)
Dado que este mensajero del cielo poseía títulos especiales y una autoridad que sólo se le atribuye a Elokim (Dios), los estudiosos del hebreo describen sus encuentros con seres humanos como «teofanías”, es decir, “manifestaciones visibles de la deidad del Eterno.” [Baker’s Evangelical Dictionary (Diccionario evangélico de Baker)]. O sea que este ser que se apareció ante varias personas en la TaNaK (Antiguo Testamento) era el mismo ser divino que más adelante se manifestó en la Tierra como Yeshúa HaMashiaj (Jesús el Cristo) quien revela corporalmente a la divinidad:
» Nadie ha visto jamás a Dios; pero el Único, que es Dios, está íntimamente ligado al Padre. Él nos ha revelado a Dios.» (Juan 1:18).
Lo más interesante es que en este ángel está el Nombre del Eterno. Por ello, vale la pena comentar el interesante hecho de que en los antiguos sidurim (libros judíos de oración) de la celebración de Rosh HaShanáh está escrito la expresión «Metatrón es Yeshúa«, que traducida es «Metatrón es la Salvación de Yahvéh«. El texto dice exactamente lo siguente:
“Sea voluntad tuya que el sonido del Shofar. Sea llevado al Tabernáculo de Dios por intermedio de nuestro delegado “Tartiel,” cuyo nombre a Elías, sea su memoria bendecida, le fue dado, y a través de Yeshúa el Príncipe del Rostro y del Príncipe Metatrón, que la gracia sea dada a nosotros.Bendito seas Señor, Dios de gracia.”
Podemos ver que esta oración identifica el delegado “Tartiel”, “Yeshua el Príncipe del Rostro” y “Metatrón” uno con otro. El origen del nombre Tartiel es desconocido, pero algunos especialistas sugieren que es un derivado de las palabras tartei El, que significa “la otra forma de Dios” en cual YHVH se revela en plenitud.
Con todas estas consideraciones podemos discernir que este Ángel Metatrón es el representante de YHVH. Al menos así el famosos Rebbe Najman explica:
“El ángel Metatrón es el shaliaj de Dios, su agente a cargo de este mundo físico”. [Mayim, Breslov Research Institute, pág. 79]
El Rebbe Najman también dice en su libro Likutey Moharan:
“Porque el nombre de Metatrón es como el de su Maestro, como está escrito (Éxodo 23:21)” porque mi nombre está en él “. Esta es la unificación inferior. En otras palabras, el Santo, Bendito es, se viste de Metatrón durante los seis días de la semana y gobierna el mundo a través de él.» [Rebbe Najman de Breslov, Likutey Moharan 11.5, Instituto de Investigación Breslov, pg 183]
El Comentario de Breslov explica lo siguiente:
“Shabat está en un nivel mucho más elevado de santidad que los días de la semana. Es completamente sagrado, con las fuerzas y cualidades negativas del mal, el mal, la falsedad, etc., que no tienen lugar allí. Esto no es verdad de los días de la semana. Durante los seis días de la semana, predomina una mezcla de bien y mal, falso y verdadero, etc. Del mismo modo, Dios es, por así decirlo, completamente santo. La regencia del mundo en Shabat está enteramente bajo su jurisdicción y dominio personal. Sin embargo, durante los días de la semana, Dios se viste como el ángel Metatron (Yevamot 16b, Tosafot, Zohar I, 126a). A través de él, Dios gobierna el mundo, no directamente y abiertamente, sino indirectamente a través de un velo. Este distanciamiento de la santidad absoluta permite la aparición de una creación separada e incluso desprovista de Dios, que en última instancia es lo que le proporciona al hombre el máximo de libre albedrío para servir a Dios por su propia voluntad.» [Comentario sobre Likutey Moharan 11.5, Instituto de Investigación Breslov, pg 183]
El erudito judío del primer siglo Filón de Alejandría preservó la tradición de este ángel y sus muchos títulos (que encierran los 72 Nombres de Dios). Esto nos ilustra la antigüedad del concepto en la mente hebea:
“Y aun si todavía no hay alguien digno de ser llamado hijo de Dios, no obstante, que trabaje seriamente para ser adornado según su Palabra primogénita, el Mayor de sus ángeles, como el Gran Arcángel de muchos nombres; porque él es llamado, la Autoridad y el Nombre de Dios, y la Palabra, y el Hombre según la imagen de Dios, y el que ve a Israel. Por eso fui inducido hace poco a alabar los principios de aquellos que dijeron: “Todos somos hijos de un solo hombre”. Porque incluso si todavía no somos aptos para ser llamados hijos de Di-s, aún podemos merecer ser llamados los hijos de su Imagen Eterna, de su Palabra más sagrada; porque la Imagen de Dios es su Palabra más antigua. Y, de hecho, en muchos pasajes de la ley, los hijos de Israel son llamados oidores de él que ve, ya que el oído es honrado con el segundo rango después del sentido de la vista, y dado que lo que necesita instrucción es en absoluto segundo después de lo que puede recibir impresiones claras de los sujetos que se le presentan sin dicha información.« [Filón de Alejandría, Sobre la confusión de las lenguas» p. 28]
El Ramban (acrónimo por el que se conoce al sabio judío Maimónides) responde la pregunta de la etimología del nombre diciendo:
“Este es el gran ángel, que por eso se llama Metatrón, el significado de la palabra es” la guía del camino “. Así los Rabinos han dicho en el Sifre:” El Santo, bendito sea Él, era el metatron (guía) para Moshé, y Él le mostró toda la Tierra de Israel.» [Ramban, Éxodo 12, Bo, traducido por el Rabino C. Chavel, Shilo Publishing House, pág. 410-411, 413]
A fin de alcanzar una mayor comprensión de quién es este ser, nos remitiremos a la gematría (valor numérico) del nombre. Así pues, Metatrón es igual al Nombre Divino “Shaday”.
Ahora bien, la palabra Shaday en sus letras Shin-Dalet-Yud forma también un notarikón (es decir un acróstico) de la frase, “ShomerDaltot Israel”, que se traduce: «Guardián de las Puertas de Yisrael».
Si hacemos memorias de lo que hemos aprendido en los ciclos anteriores de estudio de la Torah, recordaremos que ella ordena poner las palabras de YHVH sobre los postes de la puerta (mitzváh mezuzot).
“Y los escribirás sobre los postes de tu casa y sobre tus puertas”. (Deuteronomio 11:18)
Por otra parte, es increíble que, de acuerdo a lo que se le reveló a Yaakov, la Puerta del Cielo sea Jerusalén, específicamente el Monte del Templo.
“(Yaakov) tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! ¡Esto no es más que la casa de Dios y esta es la Puerta del Cielo!» (Génesis 28:17).
Jerusalén está formada por tres valle; el Cedrón en el oriente, el Tyropoeon en el centro, y el Hinom en el oeste. Estos tres se encuentran en el sur. Juntos forman la letra Hebrea Shin. ¡Así es! ¡Sorprendentemente, como si el anillo de YHVH se hubiera impreso como un sello, la letra hebrea Shin está estampada en Jerusalén! Veamos esto en detalle. Los tres valles que la forman son:
El valle de Kidron
El valle del Tyropeón
El valle de Hinnom
Pues bien: estas huellas en la topografía reproducen la letra “Shin” invertida (lo que habla de un misterio oculto relacionado con el significado de esa letra).
Leyendo El Zohar me asombré al leer una declaración que identifica a Metatrón como La Puerta:
“Y, además, aquellos que dominan en este mundo lo hacen a través de él, METATRÓN. Y aquellos a quienes se les impide gobernar, caen a través de él. Todos ellos dependen de esta escalera, METATRÓN. Yud Hei Vav Hei los domina a todos. Como está escrito: “Y he aquí YHVH estaba sobre él”. Cuando se despertó, está escrito: “Esto no es otra cosa que la casa de Elokim, y esta es la Puerta del Cielo”. De seguro, METATRÓN es la Casa de Elokim, la puerta por la cual uno pasa para entrar, como está escrito: “ábreme las puertas de la justicia, entraré a ellos, y alabaré a Yah (Yud-Hei)” (Tehilim 118: 19). ) Y “esta es la puerta a YHVH (Yud Hei Vav Hei)” (Tehilim/Salmo 118: 20) es la Puerta del cielo. Y todo es Uno, lo que significa que las puertas de la justicia son la puerta de YHVH y la Puerta del Cielo, y esa es Metatrón.»
[Fin de Sitrei Torah (Secretos de la Torá – Zohar, Vayetze]
Encarnando todos estos secretos de la Sabiduría de la Torah, nuestro amado Yeshúa se identifica a sí mismo como la Puerta o Puerta en el evangelio de Juan:
“Yo soy la Puerta. Si alguien entra por mí, se salvará, entrará y saldrá, y encontrará pastos.« (Juan 10: 9).
Para ir finalizando este extenso y profundo estudio, comentaré que, de acuerdo a los especialista bíblicos, en la cosmovisión de Israel, Metatrón ha sido siempre identificado con la Palabra (hbr. Davar o gr. Logos) de Dios.
Así pues, Metatrón es Dios en acción; por eso es que la tradición exegética hebrea lo llama el «pequeño YHVH» o «manifestación universal del Gran Yo Soy«. También recibe el Nombre de Sar HaPanim («Príncipe del Divino Rostro») pues se lo considera como la primera revelación de la Shekináh. Por ende, cuando se las Sagradas Escrituras se refieren a Él con la expresión Malak (Ángel) se está señalando al descenso espiritual total del Eterno, por medio del cual la totalidad de sus Sefirot (virtudes o emanaciones) ser realizan en el mundo, siendo así el Mediador universal.
Asumiendo y meditando todo esto, podemos decir claramente que Yeshúa Raveinu, nuestro Mesías, “es una forma de la manifestación de Dios”; “El se sienta en el trono de Dios”, y “El Nombre de Dios está en Él”. Por lo tanto, “en Yeshúa, vemos el Rostro de Dios” No en vano Yeshúa mismo dijo:
“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.” (Juan 14:9)
Y por último, con todo esto en nuestra mente podemos profundizar mejor Su promesa dada en la Gran Comisión:
» …y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén» (Mateo 28: 20)
«O sea, no fueron ustedes quienes me enviaron acá, sino Elokim, que me puso como Gran Visir de Paró, como amo de toda su casa y como gobernador de todo Egipto.«
(Bereshit/Génesis 45:8)
¿Cuál es el significado de “padre” en este pasuk?
La expresión “Le Av le Paró”, no está haciendo referencia a un “progenitor” (Av: padre), eso está claro. La Torat Emet traduce la palabra “Av” como “maestro”. Así mismo, por su parte, el maestro en hebreo Rashí explica que el vocablo debe entenderse según su contexto y no en su sentido literal. Por ende “Av” (padre), significa aquí “amigo y patrón”, o “consejero,” «asesor«, o «mentor«. Parhó (Faraón) le había dado a Yoséf el puesto más elevado de Mitzraim (Egipto), pero a la vez, por debajo de la autoridad del mismo monarca, pues aquel que instala a otro en un puesto de autoridad, siempre es superior. Yoséf era el “consejero íntimo” del rey, lo más cercano a un padre.
Todo esto es la tipología de un contenido mesiánico.
Así Yeshúa ha recibido de Yahvéh, su Padre, el título de Av según está escrito en el libro del profeta Isaías 9:6:
“Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Fuerte, Poderoso, Padre (av), Eterno, Príncipe, Paz.” (Isaías 9:6)
Desde esta interpretación del profeta Isaías, los discípulos de Yeshúa, interpretando los códigos de los tres cargos que Yosef recibió del Faraón, realizaron una pedagogía profética con la correspondencia de estos tres cargos del Mesías.
o Le puso como av, amigo y patrón, (Isaías 9:6).
o Le puso como Señor de toda su casa, (Hebreos 3:6).
o Le puso como gobernador sobre todo el mundo, (Mateo 28:18).
Entonces queda claro que Mashíaj, en el Mundo Venidero, en su calidad de “Av”, será gobernador del mundo, en el sentido de “amigo íntimo” de Yahvéh durante la Era mesiánica. Esto significa que Mashiaj dirigirá los asuntos en el mundo en el Nombre de Yahvéh, nuestro Dios. Solo el Eterno estará por encima de la jerarquía de Mashíaj.
«Luego se sentaron a comer pan, levantaron la vista y vieron una caravana de ishmaelitas que venían de Guilead cuyos camellos transportaban especias, bálsamos y aristoloquia [hierba medicinal de raíces aromáticas], que llevaban a Egipto. Entonces dijo Yehudáh a sus hermanos. “¿Qué beneficio tendremos de matar a nuestro hermano y encubrir su sangre?»
(Bereshit/Génesis 37:25-26)
Hemos estudiado como Yosef (José), el hijo favorito del patriarca Yaakov, en la flor de la edad, es separado de la casa paterna y de su tierra natal. Yosef es vendido por las “tribus” (sus hermanos), a unos extranjeros, al que más tarde abandonan en medio de una nación depravada, mientras sus hermanos, en casa, tratan por todos los medios de hacer olvidar hasta, si es posible, su nombre.
Ahora bien, desde un plano profético-mesiánico, y entendiendo que Yosef con su vida es una representación del arquetipo celestial Yeshúa HaMashiaj, debemos discernir que esta acción de los hermanos contra Yosef, para que sea olvidado su nombre, es semejante a la actitud religiosa que hoy existe casi en la totalidad del judaísmo rabínico ante nuestro Señor.
Ellos evitan mencionar el nombre de Yeshúa HaNotzri (Jesús de Nazaret – ישוע הנוצרי), modificándolo a propósito al omitir la letra final, “ayin” (ע), quedando solo las consonantes Yud, Shin, Vav (ישו) que se lee “Yeshú” y es una palabra que el rabinato detractor del SEÑOR usa como un título y/o acróstico empleado despectivamente para significar: “Yimaj shemó u´zincro” (ימח שמו וזכרו), que traducido es “que su recuerdo y nombre sean borrados para siempre”.
La obra rabínica «Toldoth Yeshú«, un antiguo tratado medieval, escrito, según algunos en el siglo V después del Mesías, señala que el nombre original del Maestro de Nazaret era Yehoshúa (en griego: Josué) o su variante Yeshúa (español: Jesús). Luego, cuando vino a ser considerado por los líderes judíos como hereje, su nombre fue cambiado a Yeshú como un insulto rabínico deliberado eliminando la última letra de su nombre el sonido que equivale a nuestra “A” para evitar toda implicación del Redentor de la salvación, quedando las tres letras restantes “YeSHú”.
Esas palabras (“Yimaj shemó u´zincro”) adoptan y expanden sacado de los libros del verso “que su nombre sea borrado” (Mishlé/Proverbios 10:7) y de la última frase del Tehilim/Salmos 109:13. Así es como el nombre Yeshú (ישו) el cual lo relacionan al Mashíaj en la forma que cada vez que quiere hacer referencia de él lo hacen de una forma despectiva y humillante
Entonces, el nombre Yeshú se convirtió en un juego de palabras despectivo, en un conjuro en contra del cristianismo romano y bizantino. Siendo bastante común en la literatura polémica medieval hebrea y pueda ser encontrada hasta en el Talmud (SANEDRÍN B. 43) También tenemos, en el Talmud que son cinco las enseñanzas atacadas principalmente (SANHEDRIN 49B).
Sin embargo, como el «humor divino» es insondable y misterioso, esta expresión usada por la mayoría de los judíos actuales esconde una ironía profética maravillosa. Y es que de lo que no se percataron los oponentes del Mesías es que al maldecirlo con este acrónimo y su frase, lo que en realidad estaban haciendo era confirmarlo como Mesías ¿Por qué?
Porque si usamos las cuatro primeras letras de la frase, es decir Yud, Mem, Hei y Shin (YiMáJ SHemó…) cuando se las recombinan forma la palabra hebrea MaSHiaJ (Mem, Shin, Yud, Hei) es decir MESÍAS o CRISTO, es decir el Ungido de Dios.
Como dijera Yosef HaTzadík (José el Justo) a sus hermanos:
“Ustedes pensaron hacerme mal, pero Elohím lo cambió en bien” (Bereshít/Génesis 50:20)
«Jueces y policías pondrán para todos en los puertos de las ciudades que YHVH te da para habitar y juzgarán al pueblo con justicia»
(Devarim/Deuteronomi 16:18).
Así comienza la parashá (porción) de la Torah que nos toca investigar esta semana.
En la cosmovisión hebrea dada por el Creador, la función de un juez es decidir qué es lo que se debe dejar pasar por las puertas de una ciudad. A su vez, la función del policía, es controlar que lo que ingresa sea exactamente lo que ha determinado el juez.
Pero, ¿pasar adónde? ¿Cuáles son estas puertas? La codificación de este mitzvot revela que se trata del individuo, y que las entradas son los cinco sentidos. Y pasar no sólo implica lo que entra, sino también lo que sale (por ejemplo, lo que se dice, en el caso de la boca).
La clave de todo esto está en saber si lo que dejo atravesar esas puertas me altera espiritualmente, si me acerca al mal (al RA, el deseo egoísta) por medio del yetzer hará (tendencia al mal) que me acompaña y hostiga desde el día de mi nacimiento.
Para corregir estas conductas nocivas es necesaria una gran dosis de voluntad y, principalmente, entronar a un rey que nos gobierne y conduzca nuestros actos para llevarnos hacia la evolución espiritual diseñada en el propósito eterno de Dios. No se trata de un gobernante externo, que nos diga qué hacer, sino de uno interno. Acudir a otro para resolver nuestros problemas hace que le cedamos también el beneficio espiritual que resulte de nuestra acción. Se trata de Aquel que, siendo la Luz Infinita, habitó entre los hombres en forma de hombre y hoy ha sido coronado como el Rey de reyes y Señor de señores. Estoy hablando de Yeshúa HaMashiaj.
Esta semana, indaga en esas cosas que haces aunque sabes que te perjudican y esfuérzate por cambiar al menos una. Si crees que no vas a poder con ella, un secreto puede ser elegir uno de los 248 preceptos positivos que sientas que podrás cumplir, y usar la energía ganada para debilitar la fuerza opositora del cuerpo.
Aprovecha la energía presente que te otorga la presencia del Rey y corona a tu conciencia para que Él reine en ti, enseñándote los secretos del Cielo que se esconden en la Instrucción (Torah) divina.
La respuesta es primeramente, otra pregunta: ¿Cuántas veces en la vida no tenemos que enfrentar a cosas que no terminamos de comprender y debemos actuar por fe?
Con este mitzvá (mandamiento) nos pasa lo mismo, ¿por qué una vaca roja? ¿No habría sido lo mismo cualquier otra vaca?
A veces, en la vida debemos enfrentarnos a cosas que no tienen explicación o no podemos entender, sin embargo, las enfrentamos y seguimos adelante.
Sin embargo, si nos esforzamos en la investigación, seguramente lograremos asombrarnos de toda la codificación mesiánica redentora que se encuentra en este diseño yahvista.
Te invito a sentarte con tu libro de apuntes y disponerte a tomar nota de todo lo que tu corazón recepcione de estos videos:
Primera Parte: La Impureza del Ego
Segunda Parte: La Impureza de la Muerte Ontológica.
Tercera Parte: La Conexión con Yeshúa el Justo Perfecto.
«El primer día de la semana, maría magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: «se han llevado del sepulcro al señor, y no sabemos dónde le han puesto. Y salieron pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que pedro, y llegó primero al sepulcro. Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró. Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó. Porque aún no habían entendido la escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos. Y volvieron los discípulos a los suyos.«
(Juan 20: 1-10)
Al sumergirnos en el estudio y la meditación de los hechos acontecidos en los días de la crucifixión, sepultura y resurrección de nuestro Dueño y Maestro, encontramos que el Evangelio de Juan relata que el sudario, que le fue colocado en el rostro a Yeshúa (Jesús) en su sepelio, no sólo estaba a un lado, aparte de las vendas, sino doblado. Resulta curioso que el autor dedique un versículo entero para decirnos que el sudario fue bien doblado, y que fue colocado en un lugar aparte (posiblemente en donde estuvo tendido).
Antes de considerar bien este asunto, recordemos los hechos inmediatos del relato:
El primer día de la semana, después del Shabat semanal, siendo aún muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y encontró que la piedra había sido removida de la entrada. Ella corrió y le contó a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Yeshúa amaba, y les dijo:
“Se han llevado el cuerpo del Señor del sepulcro, y no sabemos dónde lo han puesto”.
Pedro y el otro discípulo salieron hacia el sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el relato detalla que el otro discípulo corrió más rápido que Pedro y llegó antes. Estando en la tumba, como se inclinara, vio los lienzos caídos, pero no entró.
Luego, Simón Pedro llegó detrás y entró en el sepulcro y vio las vendas en el suelo. El detalle que se destaca es que el sudario o servilleta que había cubierto su cabeza no estaba junto a los lienzos, sino plegado en un lugar aparte (ver Jn 20:1-7).
Ahora bien, preguntémonos: ¿es importante esto para nosotros?… ¡Por supuesto!… ¿Es realmente relevante este detalle para nuestra fe?… ¡Podemos asegurar que sí!… ¿Por qué?… Pues, bien para responder todo esto veamos lo siguiente:
En primer lugar, vemos que todo estaba exactamente igual, excepto el cadáver de Yeshúa, dando a entender que no se trataba de un robo. Un ladrón jamás habría dejado todo tan ordenado. Si hubiera sido un robo, aquello aparecería todo desordenado. Precisamente Juan Crisóstomo, comentando esto en el siglo IV, dice a sus oyentes:
«“Esto era prueba de resurrección, porque si alguno lo hubiera trasladado no hubiera desnudado su cuerpo. Ni si lo hubieran robado, los ladrones no hubiesen cuidado de quitarle y envolver el sudario poniéndolo en un sitio diferente del de los lienzos, sino que hubieran tomado el cuerpo como se encontraba. Ya había dicho San Juan que al sepultarle lo habían ungido con mirra, la cual pega los lienzos al cuerpo. Y no creas a los que dicen que fue robado, pues no sería tan insensato el ladrón que se ocupara tanto en algo tan inútil.»
(«In Ioannem«, pag. 84).
Justamente esto es fundamental para el evangelista, que nos cuenta estos detalles tan interesantes de la tumba vacía, para asegurarnos que la resurrección del Maestro verdaderamente ocurrió, y nada tenía que ver con un plan de hombres.
En segundo lugar, y yendo a nuestro tema, para lograr comprender más profundamente el significado del sudario doblado, consideraremos un poco la tradición hebrea en esa época. Para Israel, una servilleta doblada sobre la mesa tenía un significado muy particular, ya que hace referencia a una costumbre hebrea (y también oriental) sobre un amo y su siervo en los protocolos de una cena.
Resulta que cuando el siervo ponía la mesa de la cena para el amo, se aseguraba de ponerla exactamente de la manera en que su señor le gustaba. La mesa debía estar decorada a la perfección, casi como para un ritual sagrado. Luego el criado tenía que esperar fuera de la vista de los comensales, hasta que el amo hubiera terminado de comer. El siervo no se atrevía a acercarse a la mesa, hasta que el su dueño hubiese concluido. Para hacerlo, debía estar a la espera de una señal…
Si el amo había terminado de comer, se levantaba de la mesa, se limpiaba los dedos, la boca y la barba, y haciendo un nudo con la servilleta, la lanzaba sobre la mesa. El siervo, al ver esto, entendía entonces que era el momento para limpiarla. Entonces, la costumbre de aquella época era que la servilleta anudada significaba que el amo decía: “ya he terminado”, y era el momento para que el siervo ingresara a la sala del banquete, y limpiara el lugar.
Pero si el amo se levantaba de la mesa, doblaba la servilleta y la ponía junto a su plato, el siervo entendía que no debía acercarse a la mesa. ¿Por qué? Porque la servilleta doblada significaba “aún no he terminado, volveré”.
Con esto en mente, podemos comprender que al ver el sudario doblado, Juan interpretó lo siguiente: “el Maestro volverá”, por eso no entró al sepulcro, respetando esta costumbre tradicional. Yeshúa estaba diciendo a sus discípulos, “podría estar fuera de tu vista ahora, pero regresaré para terminar el banquete que hemos comenzado!” El Mesía, al resucitar y doblar el sudario, quería decir, que Él regresaba pronto y con un mensaje nuevo, lleno del poder de la Resurrección para realizar el Tikún Olam (reparación del Mundo). Es decir, el volvería con un mensaje de Vida Nueva. .
Es decir que el texto evangélico relata una de las experiencias que los discípulos tuvieron con el Mesías Resucitado. No se trata de un aparición, sino literalmente de una de las etapas que los discípulos han tenido que recorrer en el Camino para comenzar a vislumbrar los nuevos horizontes de esperanza que el hecho de la Resurrección abriría en sus vidas. El acontecimiento se insinuaba ya en la tumba vacía, en las vendas que yacían en el suelo y en el sudario plegado en un lugar aparte. Ante estos hechos el apóstol Juan sentía que una certeza se fue apoderando de su corazón, la certeza de la fe: «¡Yeshúa está vivo, está realizando su tarea celestial como Sumo Sacerdote, y luego regresará!«. Al considerarlo así nos damos cuenta que esta convicción llena el corazón de todo creyente verdadero.
Así como la tradición lo indica, lo que Jesús quiso decirnos cuando dobló el sudario fue la promesa de su venida, de que el ascendería a los cielos, pero que aun su labor no había terminado y que regresaría a terminar lo que empezó.
Tan grande fue esta experiencia en la mente y el corazón del apóstol Juan, que siempre lo sostendría en su fe, a tal punto que muchos años después, estando exiliado como preso político en la isla prisión de Patmos, escribió:
“El que da testimonio de todo esto dice: ‘Sí, voy a venir pronto’ ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!”
Juan, Simón Pedro, y el resto de los discípulos del primer siglo se estimularon con esta señal entendiendo que somos siervos a las órdenes del Amo. Y así como el siervo no puede sentarse a la mesa hasta que su amo no regrese, nosotros tampoco podemos hacerlo. ¡No podemos dejar de trabajar para el Señor, porque es hasta que el vuelva que podremos sentarnos a la mesa, y no cualquier mesa, sino la de las bodas del cordero! Por lo tanto, procuremos estar preparados para el día de Su Venida. ¡Ya hemos sido advertidos acerca de Su Venida, así que estemos vigilantes, seamos prudentes y mantengamos nuestras lámparas encendidas, porque el novio viene de camino!
Y ahora, antes de terminar esta bitácora, tengo una buena noticia para ti lector que estás leyendo esta bitácora. No sé cual es la tumba en la cual te encuentras pero el mismo Yeshúa que dejó los lienzos puestos allí y el sudario enrollado en la tumba, es el mismo que hoy está dejando tus lienzos puestos allí en tu tumba ontológica y está enrollando el sudario en señal que nunca más volverás a esa tumba en la cual te habían metido por que estabas muerto en delitos y pecados.
En verdad, no sé si tu tumba se llamaba fracaso, soledad, tristeza, angustia, dolor, miedo, desánimo, depresión… pero sin importar el nombre que tenga la tumba ontológica en la cual estas hoy, Yeshúa se encuentra junto a ti en esa tumba y ha llegado no para quedarse y hacerte compañía en esa tumba si no para levantarte de entre los «muertos vivos» (Efesios 2:1).
En este día Yeshúa te dice: «vamos deja esos lienzos con que te cubrieron y abandona ese sudario enrollado para que al verlo todos sepan que estuviste aquí pero que nunca volverás a este lugar. Luego, ven y sígueme y abandonemos esta zona reptiliana de muerte, porque aquel que me levantó de entre los muertos a mí, es el mismo que me ha enviado para levantarte a ti.«
¿Te atreverás a aceptar su invitación para salir de toda tumba ontológica que te había encerrado hasta hoy?
Uno de los eventos más emocionantes en la vida de Yeshúa fue la última comida que compartió con sus talmidim (discípulos) antes de convertirse en el sacrificio de Pesaj. Es irónico que a pesar de que esta comida es llamada Seder – que literalmente significa “orden” – el orden exacto de los acontecimientos de esa noche no está definitivamente expuesto en la Escritura.
Cada uno de los cuatro Evangelios, sólo presentan una vista parcial del Seder. Basado en los datos que aparecen en Matitiyahu (Mateo), Marcos, Lucas, y Yochanan (Juan), así como estudios judíos actuales (1), he reconstruido el orden del Seder de Yeshúa durante Pesaj.
Por favor, recuerde que a pesar de que El Seder de Yeshúa comparte similitudes con el Seder de Pesaj que observamos hoy en día. Existen algunas diferencias con el orden, el ámbito y la secuencia de un Seder del Primer siglo. Especialmente, un Seder que se realizó antes de la destrucción del Templo en el año 70.
La mesa en la que Yeshúa y sus talmidim (discípulos) “se reclinaron para comer” se conocía como Triclinio, la misma era una mesa baja de tres lados, el cuarto lado de la mesa quedaba abierto, presumiblemente para permitir el servicio a la mesa.
Los hebreos nos reclinamos en gran parte del Seder, de acuerdo a una tradición que se menciona en la Mishná. La explicación común es que reclinarse es una señal de libertad en los días antiguos.
Los asientos tenían un orden específico. Opuesto o enfrente al Triclinio desde el lado abierto (y luego mirando al lado izquierdo de la tabla) – Yochanan (Juan) habría estado “reclinado” en el primer asiento seguido de Yeshúa quien estaba “reclinado” en el segundo asiento. En el tercer asiento y a la izquierda de Yeshúa se sentó Y’hudáh de K’riot (Judas Iscariote). El asiento del Y’hudáh (es decir, el tercer asiento) se conoce como la Silla de HONOR (Juan 13:23).
Detalles del Seder.
Yeshúa comenzó el Seder con Kiddush: La santificación de la comida, con la bendición sobre la primera copa de vino (Lucas 22: 17-18).
Después de que todos se lavaron las manos (algo implícito), Yeshúa añade al Seder el lavamiento de los pies de sus talmidim mientras comían la cena (Juan 13: 1-17).
Yeshúa continuó con Korej: Es decir, sumergió la matzáh en el maror y se la dio a Yehudah (Judas). Es posible que el acto de inmersión incluya la realización de un sándwich de matzáh con maror y jaroset (2.) (Juan 13:26).
Yeshúa entonces precedió a explicar el significado de Pesaj, refiriéndose a su muerte y resurrección. Su explicación es el equivalente al Maguid que es la narración de la historia de Pesaj. Algunos de los temas que se incluyó son:
«Amarnos los unos a los otros«;
«Yo Soy el Camino«,
el «envío del Consolador«; y
el más revolucionario: «Yo soy la Vid Verdadera» (Juan 13:34; 14:6; 14:15-21; 15:1).
Sepultado en el texto, está el concepto de las “Cuatro Preguntas”. Los estudiosos afirman que sólo había tres preguntas en ese momento. Yeshúa está explicando a sus talmidim (discípulos) “Mah nishtanah halaylah hazeh mikol halaylot?” que traducido es: “¿Por qué esta noche es diferente de todas las otras noches?”
Juan registra un amplio intercambio de preguntas y respuestas entre Yeshúa y sus talmidim. En Juan cap. 13, vers. 33, Yeshúa llama a sus talmidim «hijitos» o “mis hijos”, que creo que es una referencia implícita a las tres preguntas (13: 31- 17:33).
Ahora se comen la comida de Pesaj que se conoce como Shulján Orej.
Al final de la comida, Yeshúa rompió el Matzá y dio un pedazo a cada uno de sus talmidim. Esta sección del Seder se conoce como Tzafún (Lucas 22:19).
Yeshúa bendijo la tercera copa de vino y vinculo el significado de la tercera copa al Brit Jadashá (Lucas 22:20). Hoy en día, la tercera copa de vino se incluye en la sección de la Seder conocido como Barej que también incluye una oración de “Acción de Gracias” para la comida.
Yeshúa y sus talmidim concluyeron su Seder cantando el Hallel – Tehilim o Salmos 113-118 –. (Mattityahu 26:30)
Espero que este breve artículo haya aclarado el Orden, así como el ámbito y la secuencia del Seder de Yeshúa durante la cena de Pesaj.
לשנה הבאה בירושלים
LShanah Habah-ah Bee-Yerushalayim! (¡El próximo año en Jerusalén!)
Notas:
El mejor libro sobre el tema: “The Historical and Biblical Background of the Jewish Holy Days” por Abraham P. Bloch
Charoset, haroset, o charoses (hebreo: חֲרֽוֹסֶת [haroset]) es una pasta dulce, de color oscuro hecho de frutas y nueces que es comido durtante el Seder de Pascua. Su color y textura son para recordar el mortero (o barro usado para hacer ladrillos de adobe), que los israelitas usaron cuando eran esclavos en el antiguo Egipto como se ha mencionado en el tratado Pesahim (página 116a) del Talmud. La palabra “Charoset/jaroset” viene de la palabra hebrea Cheres/jéres – חרס – “arcilla”.
Acerca del Autor:
* Yosef Koelner nació en Chicago y se crió en un hogar judío que sus padres caracterizaron como «ortodoxo». Al nacer recibió dos nombres, uno en inglés, Harvey, y otro en hebreo, Yosef, que le fue dado en recuerdo del difunto hermano de su madre, Jaim Yosef. La educación del rabino Yosef incluye, entre otros, un BA en Estudios Españoles y Latinoamericanos de la Universidad Estatal de Illinois y una Maestría en Estudios Judíos de Gratz College, así como un Doctorado en Ministerio Práctico del Wagner Leadership Institute. También se graduó de Ulpan Alef (estudios de lengua hebrea) Katsrin, Israel. Los estudios adicionales incluyen la Universidad de Illinois, Champaign-Urbana y una Yeshivah Ortodoxa en Tzfat Yisrael. Su ministerio abarca cuatro décadas y actualmente es el rabino de Kehilat Bet Avinu. Él puede ser contactado en ravko@ix.netcom. com Yosef Koelner nació en Chicago y se crió en un hogar judío que sus padres caracterizaron como «ortodoxo». Al nacer recibió dos nombres, uno en inglés, Harvey, y otro en hebreo, Yosef, que le fue dado en recuerdo del difunto hermano de su madre, Jaim Yosef. La educación del rabino Yosef incluye, entre otros, un BA en Estudios Españoles y Latinoamericanos de la Universidad Estatal de Illinois y una Maestría en Estudios Judíos de Gratz College, así como un Doctorado en Ministerio Práctico del Wagner Leadership Institute. También se graduó de Ulpan Alef (estudios de lengua hebrea) Katsrin, Israel. Los estudios adicionales incluyen la Universidad de Illinois, Champaign-Urbana y una Yeshivah Ortodoxa en Tzfat Yisrael. Su ministerio abarca cuatro décadas y actualmente es el rabino de Kehilat Bet Avinu.