Por P.A. David Nesher
«Aléjate de una palabra falsa, y no mates al inocente ni al justo, porque yo no absolveré al culpable.
(Éxodo/Shemot 23:7)
Al estudiar este mitzváh (mandamiento), notamos que los jueces establecidos por la Torah tienen prohibido decretar la pena capital en base a pruebas inconsistentes o en base a lo que su lógica y/o prejuicios le s indique. Sólo son válidos los testimonios certeros. Entendiendo esto, concluimos que la entrega de Yeshúa para ser ejecutado fue totalmente ilegal, contraria a la Torah. Todos los que participaron en su juicio y muerte sabían que Él era inocente. Sin embargo, y a pesar de ello, el Maestro fue ejecutado.
Ahora bien, si este mandamiento revela que el Eterno no absuelve al culpable, entonces ¿cómo puede perdonar al pecador y no darle conforme a sus pecados?
La respuesta es: cuando el pecador se arrepiente, YHVH suple con el sacrificio de su Hijo que murió en su lugar para llevar su pena de muerte y salvarle eternamente. La muerte de Yeshúa es la única base justa sobre la cual el Eterno puede perdonar al pecador y justificar al impío, tal y como lo dejó escrito la pluma del apóstol Pablo:
“… aquel que justifica al impío.”
(Romanos 4:5b)
¡Bendito Sea Su Nombre!… ¡El Eterno absuelve al culpable! ¡Esto es el evangelio!
Ahora bien, seguramente alguno de ustedes estará argumentando: sí, está bien, en Romanos 4:5 dice que Dios justifica al impío, pero al leer Proverbios (17:15) encontramos que el que justifica al impío es abominación a YHVH. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser correcto para Dios hacer esto?
Pues bien, es un planteo muy interesante. Para responderlo, propongo que comencemos por dar lectura al texto que se encuentra en Proverbios 17:15 donde dice: «El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación a YHVH.» (por favor, comparar también con Proverbios 24:24)
Para entender lo que este proverbio dice es necesario pensar en un juez injusto. ¿Qué es lo que hace injusto a un juez? Pues absolver al culpable, o al impío y condenar al inocente o al justo. Ambas cosas son abominación al Eterno, tal y como lo estamos viviendo en el mitzváh considerado en esta reflexión (Éxodo 23:7).
Al leer la versión Dios Habla Hoy, leemos este proverbio de la siguiente manera:
«Perdonar al culpable y condenar al inocente son dos cosas que no soporta el Señor.»
¿Logran ver el asunto? Ahora vamos a la otra cita paulina mencionada por mí más arriba. La misma, como lo he citado, se encuentra en Romanos 4:5, pero veo necesario aquí incluir el contexto. Por favor, leamos desde el versículo 1 hasta el versículo 8, donde dice:
«¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios.
Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos.
Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.»
Como bien notamos aquí, Elohim no está absolviendo a un culpable así como lo haría un juez corrupto. Lo que está pasando es que Él esta viendo el corazón de un culpable y allí en ese corazón existe fe para reconocer que Yeshúa es el Mashiaj del Eterno, y que recibió en la cruz el castigo que ese pecador culpable merecía por su pecado. Por esta emunáh (fe), Elohim perdona a ese pecador.
La TaNaK por tanto declara: ¡Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas! Es así es como el Eterno justifica al impío que cree en el Mesías como su Salvador y Dueño. No es que el Eterno se hace de la vista gorda para dejar pasar el pecado del impío. YHVH tuvo que pagar con la vida de su Hijo unigénito, para poder perdonar los pecados del hombre y de esa manera justificar al impío. ¿Logran ver la diferencia?
Para entenderlo mejor, les diré que el apóstol Pablo, en esta epístola, ha mostrado hasta el capítulo 3, que todos los seres humanos están bajo pecado y quedan bajo el juicio de Elohim. Pero, desde el versículo 21, el apóstol dirige su atención hacia el remedio de la enfermedad universal, que es el pecado, y al juicio, al escribir:
“Pero ahora, aparte de la Torah, se ha manifestado la Justicia de Dios, testificada por la Torah y por los profetas; la Justicia de Dios por medio de la fe en Yeshúa HaMashiaj, para todos los que creen en él.»
(Romanos 3: 21-22)
Esta es la mejor noticia del mundo para quienes sentimos nuestra culpa ante YHVH y conocemos que nuestra justicia es completamente inadecuada para ganar el favor de Dios. La buena noticia es que el Eterno, en su gran amor benevolente, ha provisto una justicia disponible para todo aquel que encuentre su confianza para la vida, en Yeshúa HaMashiaj. Así, comprendemos y aceptamos que no podemos trabajar para ganarnos este regalo, ameritarlo, o merecerlo; pero está allí para todo aquel que ponga su esperanza en el Mesías, y acepte Su Yugo como vocación para su ministerio de servicio en la Tierra.
Lo cierto, que en el mensaje de Pablo y los demás apóstoles, esta inmensamente buena noticia creaba un problema de acuerdo a la Luz de la Torah misma. Para responder, con la ayuda del Espíritu de Dios, el apóstol Pablo lidia en los versículos 24-26, en los que escribe: “… siendo justificados gratuitamente por su gracia” (v-24). Pero no se detiene ahí. Va más profundo y da las bases o los cimientos de la justificación. La absolución del culpable tiene lugar sobre las bases de una transacción divina que ocurre en la experiencia del Mesías hecho carne. Esta transacción es llamada en este mismo versículo “redención” (en hebreo Guehulá), es decir, la «compra» o «rescate del exilio«. O sea, que para los discípulos del primer siglo, algo había ocurrido en la muerte injusta de Yeshúa que sirve poderosamente como base para perdonar a millones y millones de pecadores que confían en Él como el Mashiaj de Elohim. ¿Qué fue lo que ocurrió?
Pablo da la respuesta en los versículos 25 y 26:
“… a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados.”
Aquí vemos el problema que la justificación del impío causaba para Pablo. La justicia de Dios está llamada a ser cuestionada por haber pasado por alto los pecados. El Eterno está ahora pasando por alto los pecados de aquellos que confían en Yeshúa. Y el capítulo 4 en los versículos 6 al 8 muestra que Dios ha estado haciendo lo mismo durante generaciones, a los que confían en él:
“Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.”
Pablo, en su enseñanza a los creyentes de Roma, está diciendo que YHVH ha pasado por alto los pecados de ancianos cuando justificó a Abraham y a David por fe, y ahora está pasando por alto los pecados de todos los que confíen en Yeshúa. Y afirma en el versículo 25 que a causa de esto la justicia de Dios está siendo cuestionada, tanto que tiene que demostrar su justicia poniendo a Mashiaj como propiciación mediante la fe en su sangre.
Entonces, la solución al gran conflicto cósmico, en una palabra, es la muerte de Yeshúa. Según el versículo 25, el Eterno pone a Mashiaj como propiciación “por medio de […] su sangre.”, (dicho de otro modo: por medio de su muerte).
¿Cómo podría YHVH mantener el valor de su propia gloria y todavía ser justo; y, sin embargo, justificar al impío cuyo pecado ha mancillado y despreciado esa gloria? La respuesta dada (y que ya hemos leído en los versículos 25 y 26), es: Enviando a Yeshúa como Su Mashiaj para que muriera en la cruz, demostrando así la justicia de Dios.
Entonces, todo lo que vemos en este texto paulino es que lo que Yeshúa sufrió, lo sufrió primordialmente para el bien de la Gloria de Dios. Por tanto, todo su dolor, vergüenza, deshonra, y humillación sirvió para magnificar la Gloria del Padre, porque mostró cuan infinitamente valiosa es la gloria de Dios, de manera que una perdida como esa debía ser sufrida por su bien.
Así pues, cuando miramos a la terrible muerte que sufrió el perfectamente inocente e infinitamente valioso Hijo de Dios en la cruz, y escuchamos que sufrió todo eso para que la Gloria de su Padre pudiera ser restaurada, entonces sabemos que el Eterno no ha negado el valor de su propia Gloria.
YHVH no ha dejado de ser justo y verdadero consigo mismo; no ha dejado de defender su honra y mostrar su gloria, Él es eternamente justo. La horrible muerte del Hijo es el medio por el cual el Padre puede ser ambas cosas, justo, y el único que justifica al impío que tiene fe en Yeshúa.
Este es un pensamiento glorioso, dado en herencia de fe a nuestras almas. Nuestra justificación no está basada en un sentimentalismo débil y barato. Está basada en la inconmovible Roca de la inaccesible justicia de YHVH, demostrada en la muerte y certificada en la resurrección de nuestro Señor Yeshúa HaMashiaj.
Terminaré aquí con unas palabras de un famoso predicador cristiano :
«Las únicas personas que pueden necesitar justificación son aquellas que no son justas en sí mismas. La obra de Dios no consiste en hacer justo a quien es justo; pues esa sería una labor para un necio; por el contrario, hacer justo a quien es injusto, esa es una obra de amor y misericordia. Justificar al impío: ese es un milagro digno de Dios.
Charles Spurgeon
Y ahora, antes de despedirme, sólo me queda elevar mi oración para que la aliyáh de hoy, y especialmente esta catequesis, sea una raíz profunda y una gran fortaleza a nuestra fe cuando conmemoremos la muerte de nuestro Señor Yeshúa juntos en la próxima Mesa de Partimiento del Pan…
Shalom!