Fiestas Santas

¿Abrumado por el SHABAT?


Por Rabbi Dovid Green

Es posible que los no iniciados se sientan abrumados por todas las cosas que uno no puede hacer en Shabat, sin embargo, todo es una cuestión de actitud. No es «No puedo hacer esto, y no puedo hacer eso«. Sino, «No tengo que hacer esto o aquello«.

Shabat es un momento en el que nos damos cuenta de que no nos pusieron este mundo solo para ganarse la vida, aunque sea una prioridad dominante necesaria. No tenemos que conducir en coche, usar celular, etc. Cambiamos el ritmo.

Shabat es cuando nos recordamos que somos seres espirituales con un propósito espiritual, y lo alcanzamos en Shabat.

Ganar el sustento es el vehículo a través del cual nos mantenemos en el nivel físico. Entonces podemos concentrarnos en nuestra verdadera esencia. No importa el tipo de trabajo que hacemos durante la semana, seas un ejecutivo o ama de casa pues en Shabat todos nos reunimos ante el mismo Dios, que nos ve por lo que somos, ricos y pobres por igual.

Podemos desinhibirnos en oración ante Dios, ya que Él nos reconoce por quienes somos bajo la máscara social. En el día, escuchamos la lectura de su Torá, luego venimos a casa a sentarnos en la mesa con la familia, a comer la comida festiva, cantar canciones que corresponden y compartirnos en compañía de seres queridos y amigos.

El sábado es mei ‘ein olam haba’a, que traducido es: «la esencia del mundo venidero«.

Quien experimenta un Shabat donde se guarda correctamente, comienza a sentir que así es como se supone que debe ser el mundo.

Al salir de tal ambiente cuando finaliza Shabat, uno ya está anticipando el siguiente ya que éste deja una impresión en el alma, da forma y moldea la manera en que pasamos nuestra semana.

¡Que todos podamos tener el privilegio de probar la dulzura del Shabat!

Yeshúa y Janukah… ¿Fiesta Divina o Lección Mesiánica?

Por P.A. David Nesher

En los Escritos Mesiánicos, más específicamente en el Evangelio de Juan se nos relata acerca de nuestro amado Mesías y Maestro Yeshúa, caminado cerca del Templo, en los días de Janukah donde dice:

 «Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón»
(Juan 10:22)

En hebreo, Janukah (חנוכה) significa «dedicar«, «inaugurar…» Desde esta acepción, Janukah es un Fiesta que conmemora la re-dedicación del Templo de Jerusalén, luego de haber sido profanado por el rey griego-seléucida Antíoco Epifanes. Por eso, también es llamada la Fiesta de Dedicación, o Fiesta de las Luces, porque durante su celebración se enciende día a día una vela en un candelabro de nueve brazos llamado Janukía. .invención del rabinato farisaico):

Para explicarlo mejor, diré que cada año, comenzando en el veinticinco de Kislev, nuestros hermanos de la Casa de Judá apartan ocho días para celebrar este evento histórico de la época de los macabeos.

Según el relato de la historia, Matatías, un kohen (sacerdote) y sus cinco hijos (Yojanán, Simón, Eleazar, Jonatán y Judas) lideraron la rebelión contra Antíoco. Uno de ellos, Judah (griego Judas) fue conocido por el nombre de Judah haMacabí («Judah el Martillero»). En el año 166 a. E.C. Matatías fallece, y Judah toma su lugar como líder de la rebelión. En el año 165 a. E.C. la rebelión contra el monarca seléucida triunfa, y el Templo es liberado y rededicado.

En los libros deuterocanónicos o apócrifos conocidos como I Macabeos y II Macabeos se puede leer sobre la institución de la Janukah. El primero narra:

«Durante ocho días celebraron la dedicación del altar… Entonces Judas y sus hermanos y toda la asamblea de Israel, decidieron que la consagración del nuevo altar se debía celebrar cada año con gozo y alegría durante ocho días, a partir del día veinticinco del mes de kislev.»

(1Macabeos 4:56-59)

De acuerdo con el Segundo Libro de Macabeos (10:6-8), «lo celebraron con alegría durante ocho días, a la manera de la fiesta de los Tabernáculos… toda la asamblea aprobó y publicó un decreto en el que se ordenaba que todo el pueblo judío celebrara cada año estos días de fiesta«.

Janukah fue la victoria de unos pocos sobre muchos. Cada macabeo fue un héroe, esencial para llegar a la victoria. Por eso, discernimos que la instauración de la festividad, fue realizada por una institución guerrillera y política antes que por una asamblea llena de fe en el Creador, que guardaba Torah con integridad. Evidentemente para los judíos Janukah conmemora una victoria militar que salvó a su Casa, y las implicaciones de esto son inmensas. Si Antíoco hubiera tenido éxito en su campaña de antisemitismo y destrucción, para el tiempo de Yeshúa, ya no hubieran existido los judíos.

Pero también tenemos otro origen de la citada festividad; lo vemos en el Talmud y en el Midrash Rabah, donde lo mítico intoxica a esta fiesta. En estos textos rabínicos se nos dice que Janukah representa la festividad del solsticio de invierno, momento en que los días comienzan a alargarse y a tener mayor cantidad de horas de sol. El Talmud cuenta que Adán, vio ponerse al sol por primera vez en su vida y tuvo miedo, y por eso se relaciona esta historia con la festividad del solsticio de invierno. Según este relato, el primer año Adam ayunó ocho días, y luego cuando los días comenzaron a alargarse, lo celebró por ocho días más; pero en el segundo año, cuando entendió que esto ocurría normalmente simplemente hacía fiesta. (Talmud, Tratado de Avodá Zará, 8a).

Excelente romanticismo, pero difícil de aceptar por cuanto no hay evidencia ninguna para probar tal suceso y relato. No existe copia o manuscrito que ni siquiera nos mencione a “Adam” en un tiempo determinado y mucho menos en relación con solsticio alguno.

Por otra parte, y para lograr una mejor perspectiva del origen de esta fiesta, debo decir que el foco de atención de la misma es la denominada janukía. Se trata de una menorah de Janukah con nueve brazos. Sabemos que la menorah normal, como la vemos en el símbolo moderno del estado de Israel, tiene siete brazos. Los ocho brazos de la menorah de Janukah supuestamente recuerdan el milagro del aceite que duró ocho días (un mito con el que el rabinato justifica y sostiene a esta festividad); y cada día se enciende el número apropiado de velas. Destaca entre los demás el noveno brazo (en el centro con cuatro brazos de cada lado), éste lleva la vela que se usa para encender las otras velas y se llama shamash (“siervo” en hebreo). La janukía se enciende después del crepúsculo, y normalmente le sigue una cena festiva.

Para explicar el origen de esta tradición, el rabino Yoel Ben Nun dice que la festividad de la Janukah se relaciona con el fin de la cosecha de aceitunas y su prensado para la obtención del aceite de oliva. (Iom Iesod Heijal Hashem, Magadim 12) Él mismo explica que en la Mishná (Bikurim 1:6) esta festividad marca el final de la ofrenda de las primicias del olivo. Yoel Ben Nun dice que era una festividad agrícola en la que se encendían luces con aceite de oliva, ya desde la época del primer Templo de Yerusalém. Igualmente el Dr. Israel Rozenson opina que antes de la revolución de los hasmoneos existía una festividad del aceite, que fue reinterpretada y adaptada tras la victoria hasmonea.

Ante esta última explicación rabínica, quizás convenga decir que la versión que figura en el primer libro de Macabeos, indica que una celebración de ocho días con cánticos y sacrificios fue proclamada cuando se rededicó el altar, pero no hace mención alguna al milagro del aceite. Algunos historiadores creen que la razón de esta celebración de ocho días fue, en realidad, una celebración tardía de las festividades de Sukot y Shemini Atzeret (Macc. x. 6 y i. 9), en esa época las festividades más importantes del año. Esto debido a que durante la guerra los judíos no pudieron celebrar apropiadamente estas festividades, y no solo que la duración combinada de ambas es de ocho días, sino que durante la festividad de Sukot se encendían lámparas en el Templo.

Aunque esta Fiesta no está ordenada por Yahvéh en la Torah (cf. Levítico cap. 23), vemos que Yeshúa asistió al Templo para participar de ella, según lo relata el apóstol Juan en su relato evangélico (Jn. 10:22-23). 

El documento joanino dice que era invierno, para ser específicos, diciembre. Nuestro Señor Yeshúa se encontraba paseando en Su Templo, concretamente en el Pórtico de Salomón, cuando, de repente, es rodeado por un grupo de judíos que le dicen:

“Y le rodearon los líderes judíos y le dijeron:
¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Mashíaj, dínoslo abiertamente”
(Yohanán/Juan 10:24)

Si observamos el diálogo aquí descrito, notaremos que la pregunta no estuvo relacionada con la Fiesta de Januká en sí, sino más bien con la identidad ontológica de Yeshúa.

«Yeshúa les respondió:
Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí”

(Yohanán 10:25)

Yeshúa les dice que las señales que el Mesías tenía que llevar a cabo, él las había realizado, pero ni siquiera así habían creído en él, por eso, Yeshúa les agrega que ellos no eran sus ovejas:

Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano
(Yohanán/Juan 10:26-28)

El Maestro es muy claro en sus palabras. Mientras que los líderes judíos (y sus legados el rabinato actual) estén alineados mentalmente en sus dogmas, costumbres y tradiciones no podrán ver al Mashíaj, no creerán en sus obras, y no serán sus ovejas.

A continuación, Yeshúa agrega a su discurso palabras llenas de códigos divinos revelados en toda la TaNaK:

Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre 
(Yohanán/Juan 10:29)

El Señor Yeshúa al decir “Mi Padre”, está reconociendo que Él, como Ungido, está bajo Su dirección y que todo lo que hace, lo hace por mandato del Eterno; y cuando dice: “es mayor que todos”; se está refiriendo a que es mayor que todos los Elohim (poderosos) y que es superior a cualquier tradición oral dada por los “rabinos de bendita memoria” en cuando a lo que es o no es el Mashíaj.

Además, el Señor Yeshúa añade en relación a las ovejas “y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padrequeriéndoles decir con esto que hagan lo que hagan para tener sus propias ovejas, solamente, las ovejas escogidas por el Eterno tendrán vida eterna, el resto, perecerá.

Luego, al final de todo lo que viene diciendo, nuestro Señor y Maestro les agrega:

Yo y el Padre UNO somos”.
(Yohanán/Juan 10:30)

Esta respuesta de Yeshúa para este grupo de judíos fue muy significativa:

Entonces los judíos volvieron a tomar PIEDRAS para apedrearlo.
(Yohanán/Juan 10:31)

Meditando en las causales de esta reacción, las preguntas exegéticas que debemos realmente hacernos son las siguientes:

  • ¿qué función literaria tiene la mención de esta fiesta judía en el contexto de Juan capítulo 10?
  • ¿Es el punto principal del pasaje que los redimidos celebremos Janukah, o es meramente información para ubicar el incidente en un tiempo y lugar?

Como notamos el punto del pasaje es el encuentro hostil del Mesías con los líderes judíos (v. 24). Aceptemos que estos dirigentes ya habían condenado a Yeshúa (Jesús). Ellos lo único que a esta altura están buscando es cómo eliminarlo del plano físico. Por eso, en este encuentro estaban buscando testimonio directo de la boca de Yeshúa para usar contra él en el Máximo Tribunal de Justicia o Sanedrín. Esto explica la razón de la respuesta que le da nuestro Maestro. Él rehusó cooperar diciendo que ya les había dicho y mostrado por sus obras. Les dijo que no creían su testimonio porque no eran de sus ovejas.

Pero, ¿qué es lo que captaron ellos ante la respuesta de nuestro Amado Dueño y Maestro? Pues bien, ellos se dieron cuenta que Yeshúa los estaba guiando a los sodot (secretos) guemátricos del elemento principal de esta festividad: los ochos días con el encendido de luces.

Por favor mi amado lector o lectora, quiero invitarte a que consideres la siguiente explicación:

Las Luces de Januká y la Manifestación del Ungido (Mashiaj o Cristo)

En Januká se celebra el recordatorio del milagro que llevó a que durante el proceso de rededicación del Templo, la lámpara que lo iluminaba se mantuvo encendida durante ocho días, cuando en realidad solo tenía aceite para uno.

Y en honor a esto, durante Januká las velas de un candelabro especial de nueve brazos se encienden progresivamente, una nueva cada noche hasta completar ocho (el noveno brazo, en el centro, funciona como vela piloto).

De esto deducimos que en la celebración de Januká se encienden en total 44 lamparillas en los 8 días de la festividad. (Cuéntalas en la imagen que aquí comparto).

Ahora bien, si sumamos 4+4 = 8,

El número 8 es el valor guemátrico del nombre Yeshúa.

Yeshúa (ישוע) en hebreo es:

Yod (10)+ Shin (300) + Vav (6) + Ayin (70) = 386 (3+8+6 = 17) 1+7= 8

(Este método se llama Mispar Katán)

«Yeshúa dijo:
Yo soy la luz del mundo
(Or HaOlam).»
(Yohanán/Juan 8:12)

Veamos una cosa interesante: la guematría de Or HaOlam (אור העולם) es 358,y este es el valor numérico para la palabra Mashiaj (משיח).

Por otra parte, el valor numérico del Nombre YHVH es:

Yod (10) + He (5) + Vav (6) + He (5) = 26 (2+6= 8)

Es decir que tiene la misma Guematría de el nombre del Mashiaj Yeshúa

Si sumamos el valor númerico de YHVH (= 8), más el valor numérico de Yeshúa (= 8)

8+8 = 16 ( 1+6 = 7)

Ahora bien el valor de 7 es igual a el valor numérico de Ruaj – רוח (Espíritu):

Resh (200) + Vav (6) + Jet (8) = 214 (2+1+4 = 7)

En conclusión en esencia YHVH, su Hijo Yeshúa y su Ruaj HaKodesh (Espíritu Santo) Son Uno.

¡Esto es lo que los líderes judíos discernieron en las palabras de Yeshúa, y esta es la razón por la que tomaron piedras para matarlo (desde su opinion) por blasfemo!

Yeshúa les contestó :

«Ya se los he dicho y ustedes no confían en mí. Las obras que yo realizo en el nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero el motivo por el que no confían es que ustedes no están incluidos entre mis ovejas. Mis ovejas escuchan a mi voz, yo las reconozco y ellas me siguen, yo les doy vida eterna. Ellas no serán jamás destruidas y nadie las arrancará de mis manos. Mi Padre, que me las dio, es mayor que todos y nadie las puede arrancar de las manos del Padre. Yo y el Padre somos uno.«
(Yojanán/Juan 10:22-30)

Es impresionante, ver, como en la Fiesta de Januká, los líderes judíos no aceptaron a Yeshúa; ellos preferían seguir creyendo en su “Milagro de Januká” que en el Ben Elyon (es decir: el HIJO DEL ALTÍSIMO) que traía mensaje de Salvación y Vida Eterna.

La Ironía de la Tradición Humana confrontada con la Revelación Divina

Vamos a ser directos y francos. El punto del pasaje no es de animarnos a participar en la fiesta de dedicación renovando las tradiciones de los judíos. La mención de esta fiesta, y el pórtico de Salomón en el Templo, es simplemente para ubicar el incidente en un tiempo y lugar. Es una manera de confirmar que este encuentro sucedió. Es un hecho histórico y confiable. Esto es el sentido más claro del pasaje, pero hay una ironía muy interesante en la mención de la Fiesta de Dedicación.

Dicha ironía es que Januká era una celebración de la liberación de la tiranía de un poder extranjero celebrado en un tiempo de sujeción a otro poder tirano extranjero, el Imperio Romano. Todos estos judíos contemporáneos de Yeshúa, sabían que la libertad de esta tiranía estaba en el Rey Mashiaj, y allí había puesto su esperanza. Pero los líderes rechazaron a Yeshúa como tal pues preferían el pacto que habían hecho con el César. Esta casta religiosas será la que más tarde, cuando Pilato intentó librar “al Rey de los Judíos”, gritará:

“¡No tenemos rey  más que el César!”
(Juan 19:15).

A todo lo que hasta aquí he enseñado, le viene bien el complemento que le darán las observaciones del biblista R.J. Rushdoony quien hace una exégesis este pasaje destacando los siguiente:

La ocasión de este incidente fue la Fiesta de la Dedicación, también llamada la Fiesta de las Luces. Conmemoraba la purificación y re-dedicación del Templo en 165 a.C. después de la profanación por Antíoco IV Epifanías (1 Macabeo 1:59; 4:52, 59; etc.) Era una fiesta de ocho días celebrando la liberación de un poderoso tirano extranjero. En 166 a.C. el Templo había sido profanado por Antíoco IV Epifanías y la liberación era celebrada anualmente en la mitad de diciembre. Mientras no cesaban el trabajo ni el negocio, era un tiempo de celebración y gozo. La euforia de la victoria teñía la vida de los judíos durante varias generaciones. Era el invierno, nos dice, y Jesús estaba caminando adentro del Templo en el pórtico de Salomón donde había protección de la lluvia. Nos dice en el versículo 24 que los judíos, quiere decir los líderes religiosos, rodearon a Jesús demandando, “¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.” Las palabras de nuestro Señor habían sido bastante claras pero lo que fue demandado era lenguaje explícito que podía servir como testimonio en un tribunal. Su condenación ya había sido decidida más o menos; lo que querían era lenguaje que podían usar contra Él.«

[R.J. Rushdoony, The Gospel of John, p. 139.]

Continuando con lo que quiero compartirles, debo decir que aquellos que hoy, llenos de sinceridad, pretenden regresar a la esencia de la fe de las primeras comunidades, argumentan que cada redimido debe participar en la fiesta de Januká porque Yeshúa participaba de ella. Ellos utilizan este pasaje del Evangelio de Juan para fundamentar dicha demanda. Sin embargo, ellos están extrayendo sus enseñanzas del texto de Juan pero fuera del contexto. Así han generado en sus seguidores la omisión del argumento principal por el que Juan escribe su Evangelio. Es el clásico error de interpretación, un texto sin contexto es un pretexto.

El hecho de que Yeshúa estaba presente en el Templo durante la celebración no puede ser el argumento sabio para obligar a nadie a participar en dicha festividad. Debemos aceptar que la fiesta de Januká (así como la de Purim), es una tradición de los judíos, no es parte de las moadim (o «citas divinas») que la Torah de Yahvéh dada por Moshé revela a los integrantes de las doce tribus de Israel.

Recordemos que el juicio de Yeshúa contra los fariseos fue justamente que quebrantaban el mandamiento de Dios por sus tradiciones (Mateo 15:3). Este paradigma debe regir nuestra conciencia a la hora de considerar esta festividad salida de la tradición histórica de Judá y no del corazón de nuestro Abba kadosh.

El Shemah en la Cosmovisión de Yeshúa (Jesús)

A fin de llegar a una correcta conclusión, les solicito que concentremos toda nuestra atención en el relato evangélico de Juan, con la mayor mansedumbre posible. De este modo notaremos que cuando Yeshúa afirmó: “Yo y el Padre UNO somos”, estaba claro lo que les estaba diciendo a estos líderes religiosos malintencionados:

«YO COMPARTO LA DEIDAD CON MI PADRE; TODO LO SUYO ES MÍO Y LO MÍO ES SUYO, EL PADRE ESTÁ EN MÍ Y YO EN ÉL. YO Y EL PADRE SOMOS EJAD.»

Evidentemente, la declaración «Yo y el Padre UNO Somos» causa indignación en los judíos que la escucharon, y desde ellos, a sus generaciones hasta nuestros días. Eso ocurre porque Yeshúa emite la oración más famosa del de la fe hebrea (y del judaísmo), el Shemah, la confesión insigne de Israel:

«Oye (Shemá), Israel: Yahvéh nuestro Dios, Yahvéh uno es.»

(Deuteronomio 6:4 RV60)

Es por eso que al continuar leyendo el relato evangélico Yeshúa pregunta retóricamente utilizando el Salmos 82 (vers. 6-7), explicándoselos de esta forma:

«¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?
Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?
Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Más si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.
Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos.»

(Juan 10:34-39 RV1960)

Los acusadores de Yeshúa interpretaron con claridad que Él estaba haciendo una paráfrasis del mandamiento máximo, y así, por medio de éste, se autoproclamaba Dios mismo.

Observando los detalles del relato, surge también una pregunta: ¿De dónde sacaron las piedras para tirárselas a Yeshúa? ¿Había piedras en el Templo? La respuesta a estos interrogantes nos ofrecerá más indicios del propósito verdadero que condujo a Yeshúa a usar esta tradicional fiesta judía para expresar códigos trascendentales de la emunah.

Para obtener la respuesta, necesito invitarlo a leer lo que nos dice el Primer Libro de Macabeos:

“Deliberaron sobre lo que debía hacerse con el altar de los holocaustos, que había sido profanado, y se les ocurrió la feliz idea de destruirlo, a fin de que no fuera para ellos un oprobio, dado que los gentiles lo habían profanado. Destruyeron, pues, el altar y DEPOSITARON LAS PIEDRAS EN EL MONTE DEL TEMPLO, en lugar conveniente, en espera de que surgiera un profeta que decidiese lo que deber a hacerse con ellas.”

(1Macabeos 4:44-46)

Como podemos ver todas estas piedras se encontraban en el Pórtico de Salomón. Era un lugar conveniente para guardarlas. Lo triste es que cuando el Profeta anunciado (Dt. 18:18) se presentó en el Templo, en el Pórtico de Salomón, en vez de preguntarle: “Yeshúa, ¿Qué quieres que hagamos con las piedras?”, los descendientes de los Macabeos, creyendo practicar el mismo celo de aquellos, tomaron las piedras para apedrear al Profeta que les diría qué hacer con ellas . . . Así rechazaron al Profeta esperado. Despreciaron a su Mesías, a su Rey . . . ¡Tomaron las piedras del Templo para apedrear a la Roca Eterna de su Salvación!

Durante todos los días de la Fiesta de Jánukah se recitaba y se cantaba el Hallel completo (es decir desde el Salmo 113 al Salmo 118) y al finalizar el Hallel leemos:

Te daré gracias porque me has respondido, y has sido mi salvación.
La PIEDRA que desecharon los edificadores ha venido a ser la PIEDRA principal del ángulo.
Obra del SEÑOR es esto; admirable a nuestros ojos.
Este es el día que Yahvéh ha hecho; regocijémonos y alegrémonos en él.”
(Salmo 118:21-24)

Así es, la Piedra que esperaban, la Piedra de la que cantaban año tras año, la Piedra Probada y preciosa, fue rechazada con las piedras del Templo y llegó a ser para ellos una “piedra de tropiezo y roca de escándalo”, Pero para nosotros que hemos creído en Yeshúa como el Mesías del Padre, y hemos puesto nuestro amor, fe y confianza en Él, sabemos y confesamos que es una Piedra escogida y preciosa. ¡Yeshúa es la Roca de nuestra Salvación . . . y los que creemos en Él, no seremos jamás avergonzados!

Así es como lo creían y proclamaban los discípulos (talmidim) de las comunidades del primer siglo, y así lo dejó como testimonio la carta del apóstol Pedro (Cefas)

“PONGO EN SION UNA PIEDRA ESCOGIDA, UNA PRECIOSA piedra ANGULAR, Y EL QUE CREA EN ÉL NO SERÁ AVERGONZADO. Este precioso valor es, pues, para vosotros los que creéis; PERO para los que no creen, LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS CONSTRUCTORES, ESA, EN PIEDRA ANGULAR SE HA CONVERTIDO, y, PIEDRA DE TROPIEZO Y ROCA DE ESCANDALO”
(1Pedro 2:6-8)

Reconsiderando todo lo hasta aquí dicho, nos damos cuenta que justo en la festividad judía de Janukah cuando Yeshúa alzo su voz, y se declaro como el Pastor de las ovejas perdidas de la Casa de Israel (Mateo 15:24), diciendo:

«Mis ovejas oyen mi voz y me siguen»….

Él deja bien en claro que sólo sus ovejas son quienes lo oyen e imitan su conducta. Así lo recordaría el apóstol Pedro al escribir a las tribus de la dispersión:

«Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.»
(1Pedro 1: 21-25)

Lamentablemente, vemos que a lo largo de estos veinte siglos de la Era Común, el pueblo judío ha creído en su praxis que solo puede acercarse al Creador por sus propias acciones o méritos, cuando es a la inversa.

Justamente esto es lo que Yeshúa les quiere enseñar cuando caminó en esta festividad y les respondió en la Puerta de Salomón. Él les aseguró que es el Eterno el que se acerca a Su Pueblo, y las naciones, por Su pura Gracia y Amor perfecto.

Algo que de momento no puede suceder a nivel general o nacional, pues aun sigue presente por generaciones la sangre inocente de un hermano suyo, asesinado hace dos mil años, en el mismo espíritu que Cayim asesinó a Hebel. Un hermano, que solo buscó traer la paz, la sanación y el Reino de los Cielos. Un hermano enviado por Yahvéh mismo (Is. 59: 20), para elevar con Él muchos hijos a la Gloria (Hebreos 2:10).

¿Qué hacemos los Discípulos del Camino (Yeshúa) frente a Januká?

Sin duda alguna, por lo que ya hemos estudiado e investigado, tenemos bien claro que Januká no es una de las moadim (Festividades) ordenadas por el Eterno. Pero, conociendo por las Sagradas Escrituras que Yeshúa reprendía al pueblo judío de su época cuando celebraba o seguía tradiciones de hombres contrarias a la voluntad del Padre; y viendo el hecho de que Yeshúa participara de esta festividad y anunciara en ella no solamente que era el Mesías, sino que era el Pastor de Israel, nos da la seguridad de que hay algo importante para mantener la celebración. Se evidencia una enseñanza muy importante que Yeshúa quiere que tengamos en mente en todas las generaciones.

Recordemos que Januká significa dedicación. Esta celebración recuerda la profanación del Templo por Antíoco Epifanes cuatro siglos antes de nuestra Era Común, pero dicha profanación se volverá a repetir cuando el Anti-Mesías se levante y profane en el futuro el Templo reconstruido de Jerusalén.

Entonces, ¿tenemos una razón nosotros hoy para celebrar Januká y re-dedicar nuestro Templo?

Nosotros tenemos mas de un motivo para re-dedicar nuestra vida y nuestra casa al Abba nuestro. Nosotros mismos hemos estado por años bajo la misma esclavitud del maligno, que nos llevo a profanar lo sagrado, aun sin darnos cuenta.

Pensemos sinceramente frente a la Verdad de estas preguntas:

  • ¿Que hicimos con el día de reposo? ¿No aprendimos de los llamados «Padres de la Iglesia» a profanarlo?
  • ¿El cambio del día para honrar al ídolo del sol no es una profanación aun mayor que la misma prohibición de celebrarlo?
  • Sé que aun muchos están ciegos…. ¿Pero qué de aquellos que ya tienen sus ojos abiertos por el Padre y continúan reuniéndose en lugares que profanan el día de reposo por temor a sus «Antíocos» de turno?
  • Nos obligaron a aprender que las Fiestas del Padre estaban abolida, y tristemente lo creímos. Finalmente estábamos ciegos… Pero hoy, ¿estamos celebrando correctamente los días señalados? o ¿tenemos aun temor de afirmar públicamente nuestra obediencia al Eterno y no a Roma?
  • Si ya sabes que la Torah son las enseñanzas del Todopoderoso de Israel y son palabras para siempre, te sientes en la capacidad y la fortaleza de proclamarlo aunque te lancen fuera de las congregaciones que proclaman que la Torah es maldición?
  • ¿Estás aun contaminando Su Templo, es decir tu cuerpo que hoy es Templo del Espíritu Santo, con comidas inmundas , solo porque te dijeron que «hoy estas bajo la gracia», sin entender lo que el concepto verdaderamente significa?
  • ¿Anhelas regresar a las costumbres de Israel, el pueblo escogido del Eterno, pero temes que tus «Antíocos» te llamen judaizante?

En la Januká, y durante ocho días se encienden ocho velas con la ayuda de la Luz del medio conocida como Shamash (El siervo), símbolo de nuestro Yeshúa.

Según la tradición judía, la vela representa la llama del alma, la fuerza vital de un ser humano. Como comentó un gran sabio:

Mientras la vela sigue encendida, es posible rectificar y arreglar.”

Esto recuerda a un israelita que una pequeña vela puede permanecer maravillosamente encendida y triunfar más allá de las expectativas naturales.

Januká, es la Fiesta de la Dedicación, y es un tiempo para re-dedicar nuestra vida al Creador, recordando siempre que nuestro corazón es ese Altar, en el que presentamos nuestra vida cotidianamente como sacrificio vivo, santo, agradable a Elohim.

Pero Januká también es un momento de gratitud, de allí que se acostumbra a recitar el Hallel durante los ocho días de la Fiesta. Es difícil tener gratitud en tiempos tan difíciles que nos ha tocado vivir. Sin embargo, si nuestra vela sigue encendida y estamos sanos y salvos, hay mucho que agradecer.

¡Januká es un buen tiempo para la reflexión y la dedicación! …..

Es un tiempo oportuno para volver a separar en nosotros lo preciosos de lo vil, renunciando a la infiltración pagana en nuestro pueblos y nuestras comunidades de capacitación. Son días para aceptar y reconocer que nuestras vidas y nuestros hogares están aún llenos del paganismo romano y la herencia griega.

Mis amigos, el Eterno y TodoPoderoso Abba nuestro nos esta llamando de regreso a casa. ¡Y sé que has escuchado Su llamado, pero como en la época de los Macabeos este es un proceso de valientes!


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Sabemos, como ya hemos estudiado, que uno de los temas principales en la historia de Pésaj son los milagros. Éstos fueron una parte integral de la redención de los israelitas en Egipto. Las Diez Plagas, la partición del mar, las aguas amargas, las referencias al maná, etc. Por todo ello, en Pésaj relatamos milagro tras milagro a nuestros hijos.

En estos días no vemos tantos de estos eventos sobrenaturales, aunque podríamos argumentar que la existencia del pueblo hebreo y su retorno a la Tierra de Israel es un gran milagro por sí mismo. De todas maneras, el tema es que Pésaj trata de milagros y que el nombre del mes en el que cae Pésaj, Nisán, tiene la raíz hebrea que significa milagro (nes).

¿Cómo podemos aprovechar esa energía para lograr algún acto milagroso en nuestras propias vidas? ¿Acaso es posible que consigamos hacer algo en este sentido? ¿Los milagros no pertenecen tan sólo al dominio del Eterno?

De hecho, podemos hacer algo para traer milagros a nuestras vidas. sin duda alguna hechos extraordinarios que cambien nuestro destino. ¿De qué manera? Muy simple. Lo resumiré citando una frase del Talmud que dice: “ El camino por el que uno decide seguir es el camino por el cual el Eterno lo guiará.” De acuerdo con el pensamiento hebreo, Yahvéh sigue nuestras señales, y sólo a posteriori nos ayuda a ir en la dirección que nosotros ya hemos escogido. Nada es más poderoso que el libre albedrío que fluye de nuestros pensamientos, y sin importar la dirección que escojamos, el Eterno nos ayudará a seguir por ese camino, para bien o para mal. Por lo tanto, si deseas una vida extraordinaria, eso es lo que Yahvéh te dará. Y si no quieres tener una vida poderosa que manifieste lo sobrenatural, también eso es lo que Él te dará. Todo depende de ti. Por eso, el mayor destructor de los milagros es. la mezquindad del alma humana.

Por definición, los milagros están por encima y más allá de las leyes naturales. Ellos superan lo ordinario, se elevan por encima de lo normal y nos llevan a nuevas alturas que nunca hubiéramos pensado humanamente que son posibles (1Cor. 2:9). Pero si una persona está encerrada en lo mundano, en lo pequeño, lo trivial y lo poco importante, es decir enfocada en el uno por ciento de la existencia, entonces no hay lugar para que haya milagros. La manifestación poderosa de lo divino puede tener lugar justo en frente de su nariz, pero si tiene los ojos cerrados para verlo, pasará de largo.

Reconozcamos que somos culpables de esto todo el tiempo que ignoramos los milagros en nuestras vidas cotidianas. Damos por obvio el maravilloso estado de salud de nuestros cuerpos o la perfecta marcha de la naturaleza, porque estamos demasiado ocupados concentrados en la pequeña pantalla de nuestro celular. No vemos los increíbles talentos latentes en cada persona porque nos distraemos por los pequeños defectos del carácter de los demás, o por la forma en que se ven o cómo se visten.

Acepta hoy que en tu vida pueden ocurrir cosas extraordinarias si tú vives una vida extraordinaria. Si colocas en tu mente una perspectiva extraordinaria. Debes aceptar también que esto no se logra visitando lugares exóticos del mundo, sino al ver lo extraordinario escondido en los hechos de cada día. Esto ocurre cuando fijas la vista más arriba y miras más allá de lo pequeño, tonto, poco importante y trivial. Esto ocurre cuando focalizas la atención en asuntos de verdad, en el bien y en hacer el mundo un lugar mejor, e ignoras aquello que no significa demasiado a largo plazo.

Recuerda lo que te dije esta mañana, en la primera parte, el camino que escojas seguir, es aquél por el cual Dios te guiará. Si eliges lo extraordinariamente celestial, entonces Yahvéh hará toda clase de milagros en tu vida. En el idioma de los entrenadores deportivos lo llaman crear tu propio destino. En la fe de Abraham, Isaac y Jacob lo llamamos crear tus propios milagros.

¡Decide en este Pesaj ser un productor de pruebas! ¡Decide que desde este Pesaj tu entorno te conozca como un hacedor de milagros!

Melquisedec Pan y Vino

Por P.A. David Nesher

«Cuando volvía de la derrota de Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de Save, que es el Valle del Rey.
Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo.»

(Génesis 14: 17 -20)

En el contexto de esos pocos versículos del Génesis que estamos considerando, se relata una guerra entre unos reyes del Medio Oriente en la cual se ve mezclado Abram, que resulta vencedor. Con los trescientos dieciocho soldados de su ejército personal, Abram había vencido sobre los reyes más poderosos de aquella época. Con la ayuda del Eterno había podido recuperar tanto los prisioneros de guerra, Lot incluido, como los bienes materiales de las cinco ciudades de la llanura que habían sido atacados.

Mientras el ejército de Abram volvía, entró en el valle de Save, cerca de los muros de la ciudad que posteriormente sería Jerusalén. En medio de esta marcha victoriosa, Malki-Tzedek (Melquisedec), rey y sacerdote de Salem, le sale al encuentro para homenajearlo y lo bendice en nombre de El-Elyón, (Dios Altísimo); ofrece en acción de gracias un sacrificio de pan y vino del cual participan los vencedores y recibe del patriarca, como reconocimiento, el diezmo del botín. La escena que se viviría aquí será tan diferente a todo lo que Abram ha vivido desde que salió de Ur de los caldeos, que su significación se interpretaría en los posteriores tiempos como la demarcación de una transición espiritual importantísima en la Historia de la Salvación que Yahvéh venía escribiendo en medio de los acontecimientos humanos.

Abram, pagó el diezmo de todo, pero se fue mucho más enriquecido con la alegría de haber escuchado, de boca de este extra, las palabras que confirman la bendición mesiánica del Eterno para su vida y su simiente.

«Ofreció pan y vino».

¡Que extraño el personaje de Malki-Tzedek! Este rey y sacerdote, que no hace sino atravesar el horizonte de Abram, ha excitado la curiosidad de los exégetas. El misterio que lo rodea, le ha permitido basto desarrollo a la exégesis alegórica que ha sabido sacar, ya en la Escritura, magnificas enseñanzas bajo la luz del Espíritu Santo. El Salmo 110 y, luego la carta a los Hebreos (cap. 5 y 7) ven es este hombre la figura del Mesías, el Sacerdote Único del Altísimo. El filósofo judío Filón de Alejandría ve en Malki-Tzedek un símbolo del Logos (Verbo de Dios), por la idea de justicia que su nombre implica y por la embriaguez que produce en las almas a través del vino de la sabiduría que el Verbo otorga.

Abram es consciente que la batalla que acaba de ganar no es la guerra completa a la que el Eterno lo ha llamado. Él sabe que para entrar en una lucha de naturaleza más seria que la que acaba de librar, necesita de una comunión con Yahvéh más profunda también en su naturaleza que le permita conocer las pautas y los lineamientos de los mundos superiores. El patriarca, por grande que fuera, está muy consciente que solamente trabajaba por preparar la venida del que conseguirá a todas las naciones la bendición prometida por el Eterno. El pan y el vino de Malki-Tzedek restauró el alma de Abram, después de la lucha, en tanto que la bendición fortalecería su corazón y su mente para la batalla que iba a sostener con el rey de Sodoma.. si el «poseedor de los Cielos y de la Tierra» ocupa su pensamiento y controla sus emociones, los bienes de Sodoma no podían tener sino poco atractivo para él. Aquí aparece veladamente el Mesías, sacerdote y rey, que consagra el pan y el vino, para impartir en los hombres la Luz de Su sabiduría con el objeto de vencer las propuestas materialistas del sistema reptiliano.

La ofrenda de pan y vino era en estas tierras un refrigerio que se daba a los soldados que regresaban de la batalla. En referencia a esta costumbre, podemos ver y  comprender que la maldición sobre los amonitas es terrible justamente por haber negado pan y agua a Israel cuando iban de camino después de salir victoriosos de Egipto (Dt. 23:4).

Ahora bien, más allá de esta costumbre, Abram aceptó del rey de Salem no solamente el pan y vino para el alimento de los guerreros agotados, sino que él sabía que este misterioso varón era, por medio de estos emblemas, el portador de una bendición sacerdotal que confirmaría las promesas mesiánicas que vibraban sobre sus lomos por parte del Eterno. Melquisedec era sacerdote y rey, Abram sólo un profeta; Melquisedec fue reconocido como el legítimo poseedor del país, el cual por el momento sólo había sido prometido a Abram. Es verdad que el futuro sería mayor que el presente, pero es verdad también que en ese momento las promesas divinas sobre Abram eran solo futuro. Melquisedec era el propietario de esa realidad bendiciendo a Abram, y transfiriendo su título a él; mientras que Abram reconocía el presente dando los diezmos de todo a Melquisedec, e inclinándose para recibir su bendición.

En verdad, nos encontramos frente a un «banquete cultual» en el que Melquisedec bendice y da gracias a Yahvéh por lo que ha realizado en medio de aquella guerra internacional, a través de la victoria de Abram sobre sus enemigos. Por lo tanto, este culto patriarcal estará compuesto por ritos y elementos que vendría a ser una anticipación profética de lo que el Mesías realizaría como nuestro goel («pariente redentor» o «vengador de sangre») al guerrear a nuestro favor liberándonos de la cautividad babilónica (reptiliana).

Por eso, al sacar pan y vino, Malki-tzédek le mostró a Abram lo que sus descendientes (los hebreos) harían en el futuro en el servicio cultual: incluir, además de los holocaustos de animales, ofrendas del reino vegetal (minjá -oblaciones, y nesajim -libaciones). Estos korbanot (sacrificios u ofrendas) servirían como oráculo para capacitar la mente de Israel en lo que sería la característica primordial de la era mesiánica. Ellos comprenderían que el vino de las libaciones y el pan de las oblaciones señalaban un tiempo especial en el que los hombres redimidos no lucharían solos para lograr la corrección de sus propios temperamentos y conductas intentando apegarse al Eterno. Por el contrario, en el Mesías, como Gran Sumo Sacerdote de Justicia (Tzedek) y Paz (Shalom) lograrían el acercamiento a Yahvéh, como Abba, solamente con el fruto de labios (teshuvá y tefilá).

Malki-tzédek era una persona «cultivada» en los aspectos de la interioridad, en el manejo de palabras, en pensamientos elaborados, en bellas filosofías provenientes de los códigos mismo de Or EinSof (Luz Infinita) por eso al ofrecer pan y vino, anunciaba a Abram que la bendición que le otorgaba, daría lugar a una mentalidad consciente de que cada redimido debe «sacrificar» su corazón y su deseo ante Yahvéh. De este modo, llegaría un día, en el que la sangre de los animales, los sacrificios sanguinarios, perderían su relevancia, pasando a ser las oblaciones y las libaciones excelentes vehículos para la adoración personal del Eterno.

Esa consciencia de adoradores en espíritu y en Verdad, permitiría la manifestación de siervos de Dios que aprendieron con fuerza en sus almas, por medio de la emuná (fe) lo que el profeta Oseas señalara:

«…en lugar de vacunos te ofrecemos [el fruto de] nuestros labios.»

(Oseas 14:3)

La Cosmovisión de Pan y Vino.

«… la hierba haces brotar para el ganado, y las plantas para el uso del hombre, para que saque de la tierra el pan,
y el vino que recrea el corazón del hombre, para que lustre su rostro con aceite y el pan conforte el corazón del hombre.»

(Salmo 104: 14 -15)

En la cosmovisión hebrea siempre se ha considerado al cereal (cebada y trigo), y al vino como los productos agrícolas más importantes. Con esta valoración otorgada, les ha sido asignado también una significación muy especial tanto en la alimentación cotidiana como en el culto particularmente de las fiestas del Eterno. De este modo el pan y el vino, con sus correspondientes bendiciones, han sido a lo largo de la historia para los hebreos elementos esenciales de la comida cotidiana, y ocupan un lugar especialmente relevante en la liturgia de acogida y de despedida del Shabat, así como en las celebraciones familiares propias de algunas de las principales festividades del calendario litúrgico hebreo, de forma muy especial por lo que respecta a la celebración del séder de Pascua (Pésaj).

El Pan

El pan es un símbolo del alimento humano en general. El pan, era visto por los hebreos como un don de Yahvéh, otorgado al hombre como una fuente de fuerza. El pan es el que sustenta, el que sacia el hambre, el que da fuerza y vigoriza. Con esta cosmovisión, en la oración que Yeshúa enseña a sus discípulos (el Padrenuestro), el pan parece resumir todos los dones que nos son necesarios (Lc. 11: 3); más aún: fue tomado por signo del más grande de los dones (Mc. 14,22).

La alimentación con pan y los milagros relatados en las Sagradas Escrituras vinculados con ella, muestran que lo importante para Yahvéh es el hombre como una integralidad total. No es sólo una parte. No sólo es el cuerpo, y no sólo es el alma.

El pan, preparado en su forma más sencilla con agua y harina de trigo molido (a lo que se añade naturalmente el fuego y el trabajo del hombre) es el alimento básico. El pan se hacía de cebada (Jue. 7:13; Jn. 6:13) o de trigo (Ex. 29:2; etc.). Es propio tanto de los pobres como de los ricos, pero sobre todo de los pobres. Representa la bondad de la creación y del Creador, pero al mismo tiempo la humildad de la sencillez de la vida cotidiana.

Por esta razón, dentro del Servicio Divino (heb. abodá), el pan cumplía según la Torah una función importante: doce panes de la proposición se colocaban sobre una mesa  junto con los vasos destinados a las libaciones delante del velo del Lugar Santísimo (1Re. 7:48 2Cron. 13:11 Ex. 25:23-30). Cada día de reposo eran comidos por los sacerdotes y reemplazados por nuevos (Ex. 25:30). Es decir, que lo cotidiano del ser humano es muy importante para el Altísimo, a tal punto que creo un día especial para que el hombre repose y renueve sus fuerzas para continuar una semana más en su misión de promocionar a lo creado a nivelas de espiritualidad.

A causa de esta importancia, el pan era considerado símbolo mismo de la Sabiduría que creó todo lo existente, por lo que ella misma dice:

«Venid, comed mi pan, Y bebed del vino que yo he mezclado.»

(Proverbios 9:5)

Por todo esto, el pan era símbolo de la Torah. Esto será lo que motivará a las comunidades mesiánicas del primer siglo a encontrarse unos con otros en el rito del Partimiento del Pan, pues comprendían que la Torah se había hecho carne y habitó entre los hombres en la persona de Yeshúa HaMashiaj:

“También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:
este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.”

(Lucas 22:19, NVI)

Yeshúa al tomar el Pan en la Cena de Pesaj como emblema, dio claramente a entender que, Él, en su persona y obra, resumía el código lumínico de la Alianza hecha en Sinaí con Israel. En otras palabras, la norma de vida para el discípulo es Yeshúa mismo, su vida y su actividad.

Por toda esta simbología Yeshúa dirá que el pan es símbolo de su cuerpo. El «cuerpo», en la mente hebrea, representa la manera en que una persona está presente en el mundo; a la forma como ésta vive, y, por tanto, al impacto que su manera de vivir genera en la historia. De esta forma, las intenciones de Yeshúa transformadas en actos son «cuerpo»; los gestos con los que comunica sus sentimientos son «cuerpo»; sus pensamientos exteriorizados en palabras son «cuerpo».

Yeshúa, invita a los discípulos a comer el pan. El acto de comer o masticar, adquiere, en el testimonio bíblico, un carácter simbólico. Es más que sólo consumir alimento. El comer, hace referencia al acto de apropiación de una determinada realidad, para asimilarla e interiorizarla de tal forma que ya sea parte indisociable de quien la come. En ese sentido, comer el pan en la Cena del Señor, significa que hacemos propias las ideas de Yeshúa, su voluntad, sus sueños y anhelos, los cuales, son del Padre, que cuando estuvo en la tierra, los tradujo en actos de amor, justicia y misericordia. Comer en la cena, significa entonces que asumimos la forma de vida del Resucitado, como paradigma de la nuestra, lo cual es todo un desafío.

Es Yeshúa, en ese sentido, el pan que nos sostiene, alienta y fortalece; Él es alimento y sostén espiritual para el pueblo de Yahvéh, que camina en la historia para expandir el Reino en el corazón de los hombres.

En resumen, al darles el pan a sus discípulos, Yeshúa les está diciendo: “¡Hagan suya mi vida, mi forma de pensar y actuar, anuncien, también con sus pensamientos traducidos en acciones, que el Reino de los cielos se ha acercado!” Al darnos el pan en la Cena del Señor, ese es su mensaje, ese es su deseo. Yeshúa, por medio de su cuerpo (la asamblea unánime) posibilita tikún (reparación y transformación) del mundo, conforme a los propósitos del Reino.

El Vino

El vino representa la vida como fiesta constante; permite al hombre sentir la magnificencia de la creación. Así, es propio de los ritos del sábado, de las Fiestas, de las bodas. En Israel, el vino también es el símbolo de la alegría y la salvación futura (Is. 55:1).

La simbología nos deja vislumbrar algo de la fiesta definitiva de Yahvéh con la humanidad, a la que tienden todas las esperanzas de Israel:

En este monte Yahvéh de los ejércitos ofrecerá un banquete a todos los pueblos. Habrá los manjares más suculentos y los vinos más refinados…”

(Isaías 25:6)

En el pensamiento hebreo, el vino también simboliza el amor (Cantares 1:2). Así, en las bodas, el signo del amor que unía a los esposos se expresaba mediante la abundancia del vino en el banquete. Por eso, cuando se termina el vino en las bodas de Caná, a las que Yeshúa asistió, parece ser un serio problema (Juan 2: 10).

En todas las Sagradas Escrituras, y especialmente en el contexto de las moadim (citas divinas) o Fiestas, el vino simboliza el amor de Yahvéh en la alianza matrimonial (ketuvá) con su pueblo.

“…tomó la copa después de la cena, y dijo: esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes.”
(Lucas 22:20, NVI).

En el testimonio de los evangelios sobre la última cena, el vino representa la sangre de Yeshúa HaMashiaj, precisamente porque fue derramada por amor. Es el Hijo, la manifestación máxima del amor del Padre, por eso la cruz es la expresión de todo lo que se opone a Él. La sangre, pues, simboliza el amor derramado, entregado hasta la muerte, y desde la muerte, ese mismo amor genera vida, y vida en abundancia.

El vino entonces es señal de amor y de perdón; pues es el perdón una de las expresiones más sublimes del amor. En la cruz, estará concretizándose todo lo nuestro que se opone a Dios, y en la sangre, se manifiesta el perdón a ese rechazo que nuestra forma de vida ha evidenciado. El perdón de nuestros pecados es posible por su sangre.

Beber el vino, en la Cena del Señor, significa asumir ese perdón que ha sido ofrecido de parte de nuestro Abba (Padre) a través de Yeshúa, Su Hijo unigénito. Representa la conciencia de que, por más terrible que hubiese sido la manera como nos opusimos a Él, nos perdona, si abrazamos a Yeshúa y su Yugo. Beber el vino, entonces, representa la disposición a amar de quien lo bebe; a amar, de la misma forma que Él, sin esperar nada a cambio. Tomar de la copa, evidencia también la disposición a perdonar las ofensas de los demás, así como Él ha otorgado el perdón.

El Sacerdocio de Melquisedec está relacionado con la Vida de la Era Mesiánica.

En este caso, Melquisedec presenta a Abram pan y vino, lo mismo que Yeshúa HaMashiaj presentaría simbólicamente a los suyos como memorial de su propio sacrificio, su cuerpo y de su sangre (Mateo 26:26; Marcos 14:22; Lucas 22:19).

Es el pan que expresa la plena reconciliación del ser humano con el Eterno y de los hermanos entre sí. El sacrificio pacífico de Melquisedec (Malki-Tzedek) es acción de gracias por el don de la paz (shalom) que ha llegado por la misión mesiánica de Yeshúa. En el banquete que ofreció a nuestro padre Abraham, le dio un anticipo de la presencia mesiánica de Yeshúa, nuestra paz.

Curiosa y significativa figura esta de Melquisedec, «rey de justicia», que reina en la «ciudad de paz»; sacerdote del Dios altísimo, que ofrece pan y vino y bendice a Abraham. Si nos pusiéramos a buscar una figura del Mesías, pocas tan redondas como Melquisedec.

Por eso, cuando el autor de la carta a los Hebreos quiso buscar una justificación del sacerdocio de Yeshúa, enseguida se acordó de este importante personaje.  Aquí tenemos una imagen perfecta de nuestro Gran Sumo Sacerdote Yeshúa. Con divina generosidad, el Mesías provee todo lo que necesita una fortaleza desgastada, un espíritu decaído o un corazón desmayado.

La batalla de la fe es dura; el sendero de la vida nos parece, con frecuencia, largo; pero a cada paso nos encontramos con salas de banquete abiertas con toda clase de deleites preparados. Tenemos el manjar sólido de la Instrucción (Torah) divina; las copas rebosantes de promesas; las fuentes abundantes de las ordenanzas; los símbolos, que son como el maná de la mano de Yahvéh; y tenemos también el aliento espiritual del cuerpo que él entregó y la sangre que derramó.

Malki-Tzedek es una figura misteriosa y llena de los códigos mesiánicos de la Luz Infinita. Es símbolo de las mejores aspiraciones y esperanzas de los hombres, encuentro vivo de la paz y la justicia. Su ciudad (Salem o Yerushalayim) parece abierta a las mejores relaciones humanas, donde se acoge al peregrino y se comparte el pan y el vino de la fraternidad. Ciudad en la que se ha olvidado el sentido de las armas, y todos los que la habitan están abierto a la trascendencia.

Todo el que acoge, bendice y comparte, será rey de justicia y de paz, y será sacerdote del Dios Altísimo o, mejor dicho del «Dios Cercanísimo».

Hoy, nuestro verdadero Melquisedec nos invita a que nos acerquemos. Y mientras nos regalamos con fe vivificante, aquella voz amorosa se deja oír diciendo: «Bendito seas del Dios Altísimo«.


Bitácora Relacionada:

Los Nombres del Eterno que se revelan en Sukot

Por P.A. David Nesher

Por P.A. David Nesher

La cobertura divina que confesamos tener en la Fiesta de las Enramadas (Sukot) nos compromete con la actitud mental positiva que otorga la emunáh: saber gobernar toda circunstancia negativa que aparezca en nuestro peregrinar esta vida física.


Para obtener el Estudio que en esta catequesis he dado, les recomiendo ir al siguiente ENLACE:

¡Bien Sellados para el Libro de la Vida! (Gmar Jatimá Tova)

 

Por todo lo que hemos aprendido en nuestra transición, sabemos que en Yom Kippur recordamos y festejamos la misericordia del Eterno para con el pueblo de Israel, después de haber provocado la ira de Yahvéh con el becerro de oro. Cuando estábamos a punto de ser destruidos como nación, Moshé suplico por misericordia.

 

Entonces bajo del monte Sinaí con las nuevas tablas de la Instrucción (Torah), y con la excelente noticia de que no seriamos destruidos. El ayuno corporativo de la nación y la súplica de cada hebreo habían ayudado a las de Moshé.

 

Por eso todo hebreo ayuna y hace teshuvá (arrepentimiento, regreso, retorno) para pedir por su inscripción en la buena vida del próximo año. No solamente clamamos por vivir, sino por seguir en los caminos de Yahvéh, y no flaquear en obedecer sus mandamientos a fin de tener una vida justa delante de Sus ojos.

 

También todos los bnei noaj (hijos de Noé o gentiles) deben de aprovechar la energía divina de esta festividad para reflexionar y regresar al buen camino, el de la Torah. La teshuvá y la tzedaká (caridad o justicia social) deben ir de la mano. Entendamos que sin estas dos el ayuno de este Gran Día del Eterno solo es una dieta alimentaria sin sentido ni razón (cf. Isaías cap. 58).

 

Hoy, viernes 29 de septiembre de 2017 y mientras el atardecer nos envuelve los hijos primogénitos del Monte Sano celebramos el inicio de Yom Kippur que dura 26 horas, y que nos prepara para abandonar definitivamente toda creencia limitante, y de ese modo adentrarnos en una nueva era de prosperidad.

 

Uno de los deseos más nobles que podemos expresar, antes y durante Yom Kippur (el Día del Perdón), es “Gmar Jatimá Tová”. Su traducción literal en español es “que tengamos un buen sellado final”, pero en verdad, su significado es “el deseo de que seamos inscriptos en el Libro de la Vida”.

 

Esto significa que pedimos que renueve por un año más nuestra posibilidad de estar vivos, basándose en nuestras acciones.

 

Es cierto que si bien Yahvéh creó al hombre a su imagen… no lo hizo perfecto. Por el contrario, le dio su imagen, pero espera que voluntariamente se conforme a Su semejanza. Por eso, este día festivo brinda la posibilidad de reconocer nuestros errores, asumirlos, aprender de ellos, pedir perdón y poder perdonar.

 

Tal como ayunaron nuestros antepasados al pie del monte Sinaí, cuando Yahvéh fue misericordioso y les dio una nueva oportunidad luego de que construyeran un becerro de oro al que adorar, cada Yom Kippur, reflexionamos, nos arrepentimos, nos disculpamos y nos comprometemos a un nuevo tiempo de tzedaka (justicia) y buenas acciones.

 

Justamente hacemos teshuvá, que literalmente significa retorno o regreso. Retorno a la Intención de Yahvéh, nuestra Fuente. Es el momento de una profunda introspección, de un sinceramiento total. Aquel al que el Eterno le renueva su confianza se lo conoce como Baal Teshuvá (el que habita en el regreso o el retornante), ya que considera que retornó a su camino siguiendo los mandatos del Eterno. De este tipo de persona se asegura que tuvo finalmente Jatimá Tová, un buen sellado.

 

Por la revelación de las Sagradas Escrituras, somos conscientes que Yahvéh es quien nos juzga, y juzgará al final de nuestra vida en la Tierra. Por eso, somos conscientes que es con Él que re-pautamos, mediante nuestro compromiso y disculpas, un nuevo periodo de vida, para generar un nuevo año pleno de justicia. El desearnos Gmar Jatimá Tová debe ser no sólo una frase, sino más bien, una declaración profética que surja desde lo más profundo de nosotros, al igual que el perdonar a los demás y aceptar su pedido de disculpas.

 

Por todo esto, querido discípulo de Yeshúa, recuerda que Yahvéh evalúa todas nuestras acciones, no sólo durante Yom Kippur, sino en cada día del año en que renovó su confianza en nosotros.

 

¡Gmar Jatimá Tová!

La Herramienta Cuántica del Yom Teruah

Por P.A. David Nesher

Lo interesante, y a la vez misterioso de esta Fiesta del Eterno es que el Shofar es la mitzvat principal de esta celebración. Es la Torah misma la que nos ordenó tocar el shofar en el día de Yom Teruah, y meditar en nuestros corazones acerca de nuestro obrar, mientras escuchamos sus sonidos reparadores. Sí, así es, el sonido del shofar rectifica y repara el alma, y todo lo que tenemos que hacer es simplemente escucharlo.

¿Qué es este instrumento?

El shofar es un cuerno que ha sido ahuecado para permitir que salgan los sonidos. En principio, es tradicionalmente conveniente tratar de conseguir un shofar que provenga de un carnero (macho de la oveja) en recuerdo del mérito de la atadura de Itzjak, ya que en aquella oportunidad, Abraham Avinu sacrificó a un carnero cuando Yahvéh finalmente le prohibió sacrificar a su hijo Itzjak.

El shofar es un cuerno de carnero, que fue utilizado en diversas batallas bíblicas, entre ellas podemos mencionar la batalla que tuvo Josué, cuando iba a derribar los muros de Jericó, en donde Yahvéh le pide a su ejército que hagan sonar el shofar, para así derribar los muros de esta ciudad cananea. Lo asombroso del milagro en Jericó, es que efectivamente Yahvéh muestra su poder por medio de la obediencia de Josué, quien tras hacer sonar “las bocinas” pudo experimentar la fidelidad del Eterno y ver como los muros en Jericó fueron derribados. Por este acontecimiento histórico, el shofar se hará símbolo de guerra, ya que su sonido causaba que los guerreros cobraran valor, al escuchar el teruah (sonido principal) llamándolos a la guerra.

Por todo esto, algunas versiones de la Biblia registran el shofar “como un cuerno de carnero”, al que llamaban también “bocina”.

Debo aquí añadir que el listado de la extensa significación que tiene la palabra shofar considerándola en su raíz hebrea (Strong: 8231):

  • «brillo» o «brillar«,
  • «hacer algo hermoso«,
  • «hermosura o belleza«,
  • «hacer a algo aceptable«,
  • «convertir algo en bueno y esplendido»,
  • trompeta,
  • bocina.

Evidentemente, y ante este listado de significaciones, nos damos cuenta que el Shofar no es un instrumento musical. Es más bien una herramienta cuántica que, por medio de nuestra fe (emunah) genera una vibración que impacta en los campos de energía electromagnéticas que puede matar o curar, crear o destruir. Por eso, es un símbolo del poder creador de la Palabra de Yahvéh. El Eterno creo al mundo hablando desde su emunah (fe), es decir, que generó vibraciones (sonidos) y la Creación fue. Ante esto, nosotros tocamos el shofar y nuestros escenarios se van creando.

La Tecnología mística que manipula los destinos de la Creación.

De acuerdo a los descubrimientos de la ciencia de la física cuántica, hoy sabemos que la energía es la fuente esencial de todo lo creado. También se ha descubierto que la energía es vibración, y que la vibración es sonido. Sin embargo, el Eterno, mediante este mitzvá (mandamiento) de tocar shofar en este día específico otorgó a Israel, una tecnología que les permitiría oficiar como un reinado sacerdotal que represente al Eterno y bendiga a las naciones. Por todo esto, sabemos que el sonido del shofar disuelve los bloqueos de energía negativa que los seres humanos hemos creado que son los que provocan los “dinim” (juicios) posteriores, que causan caos en el planeta.

El sonido del Shofar, obliga a que la meditación que hacemos mientras lo escuchamos genere en nosotros una consciencia que produce flujos de suavidad para afrontar las distintas circunstancias que nos tocará vivir en lo que resta del año, marcando un nuevo ritmo para el venidero.

El sonido generado en este día permite que el espíritu de cada redimido entre en el programa de esa especie de «computadora galáctica» que el Eterno creó, y desde donde descienden paquetes de bendiciones en esta fecha especial. Estoy hablando del Gan Eden (Jardín del Edén), esa dimensionalidad especial colocada entre el Cielo y la Tierra, que permite al hombre mesiánico, tomar toda potestad para trazar el curso planetario. 

El sonido del shofar, bien escuchado y meditado, dejará que el portal abierto entre Gan Edén y la Tierra otorgue en forma correcta y organizada los paquetes de energía que el Eterno ha determinado para cambiar el mundo en los tiempos venideros. El shofar es una herramienta que permite manipular todos estos paquetes de energía para cambiar toda esterilidad en fertilidad.

Debemos entender que el sonido de shofar genera primeramente un escudo contra todo bombardeo cósmico, y a la vez permite suavizar todo es bombardeo que está aterrizando en la Tierra como juicios de maldición.

Nuestra conciencia es la llave que en este día permite entrar en el Gan Edén y modificar «el software» de esta gran maquinaria cósmica. Gracias a esta festividad, descubrimos que los mitzvot (mandamientos) tienen en nuestra conciencia un impacto proactivo ya que influyen en nuestra inteligencia emocional para crear nuevas ideas que promocionen nuestras vidas y familias en la nueva era que se avecina.

Adam era consciente de este poder, hasta que lo perdió por el exilio que provocó la desconexión voluntaria de su conciencia respecto al Eterno. Por eso, en este día, y mediante el uso de esta herramienta profética, que todos los hijos primogénitos del Eterno, volvemos nuestras mentes a la posición original que tenía la mente del primer Adam, tal como Yeshúa lo consiguió mientras estuvo aquí en la Tierra. 

Tenemos que mimetizar la conducta de Adán cuando bajó a la Tierra. Él sabía subir por la pasarela, captando la abundancia de bendición que estaba disponible en esa dimensión para bajarla en el tiempo oportuno a la Tierra. Por eso, Aquel que es llamado por el apóstol Pablo, el Segundo Adán (Romanos 5: 12; 1 Corintios 15: 21), fue ascendido como el ser humano  que logró reposicionarse en el diseño original, y junto con Él elevó a muchos hijos a este nivel de Gloria (Hebreos 2: 10). Con esta consciencia podemos entender mejor que nunca aquella promesa que Yeshúa hizo, en el Getsemaní, la noche de su Pasión:

«Les digo la verdad, todo el que crea en mí hará las mismas obras que yo he hecho y aún mayores, porque voy a estar con el Padre.»
(Juan 14: 12 – NTV)

Esta conexión perfecta del hombre original con el Gan Edén definía el estado de bienaventuranza para la humanidad y la creación toda. Mediante este estado de consciencia el ser humano logra actuar en su cotidianidad, de tal modo, que todo lo conduce a la plenitud de la vida: sentirse exageradamente feliz.

Ese influjo que viene del Gan Edén a la Tierra cargado de abundancia y felicidad es lo que se conoce como Shekinah. Es la Presencia Divina que se vierte a la Tierra para acumular gran abundancia a favor de todo lo creado. Por eso, en este día festivo tan especial, a los hijos primogénitos del Eterno, se nos considera como los únicos responsables de todos los acontecimientos que ocurran en todas las dimensionalidades de los mundos existentes. En el momento de escuchar el Shofar lo interdimensional anhela nuestra manifestación.

Una Herramienta Divina que Sacrifica el Falso Yo (EGO).

Una cosa que también  es conveniente tener en cuenta es que el shofar no debe ser recto sino curvo, para recordarnos que debemos ser sumisos al acercarnos a los ámbitos celestiales, doblegando nuestros corazones ante Yahvéh, y sin enaltecernos delante de Él, ni de las dimensiones espirituales que lo rodean y adoran. Por eso, se discierne que esta Fiesta es el remedio divino para comenzar a erradicar el EGO, ya que este es un pensamiento que nos fue implantado, mediante bombardeos negativos, desde el exterior. El mismo intoxica nuestra mente y nos hace creer que nosotros somos los dueños de nuestro destino y que, por lo tanto, no necesitamos recurrir al Eterno y Su Gan Edén para obtener las energías (potestad) de modificación.

Este EGO aporta las malas mitdot o cualidades como el temor, las dudas, los odios, las envidias, etc. que nos desconectan del Gan Edén y hacen que tengamos una naturaleza reactiva. Desde esta falsa naturaleza, nuestras mentes buscan el placer de solucionar las urgencias, sin la alegría de dar respuesta a cada circunstancia negativa que nos desafía a manifestarnos como luz.

El shofar logra romper el EGO, y controla todo pensamiento que nos limita. Al hacer sonar el shofar, recordamos la fe (emunah) de los patriarcas y nuestra capacidad de autosacrificio. Sirve como recordatorio del cuerno del carnero en la “atadura de Itzjak (Isaac)” (Akedat Itzjak), quien ofreció su vida humildemente al Eterno pero en cuyo lugar fue sacrificado el carnero. De la misma manera, todos nosotros debemos estar dispuestos a entregar nuestras vidas en aras de la santificación del Nombre del Eterno, y clamamos a Él, en el Mesías, para que esta actitud sirva para que seamos recordados por los Cielos para bien.

El sonido del shofar despierta en nosotros una sensación de estremecimiento y temor que nos conduce a acercarnos a Yahvéh con humildad, como expresa el profeta:

«¿Acaso es posible hacer sonar el shofar en la ciudad y que el pueblo no se estremezca?»
(Amós 3:8)

El shofar nos llena de maravilla y humildad al contemplar la verdadera infinitud de Yahvéh, cómo Él llena el tiempo y el espacio, y a través de Su Presencia en nosotros se reprograman los campos electromagnéticos universales.

Resumiendo nuestra meditación, diremos que Yom Teruah persigue el acto de grabar abundancia a favor de los seres humanos que han programado su intelecto con los códigos lumínicos de la Torah. Por ende, no es una jornada de carencias, lo que demanda que solamente existan tefilot (oraciones) de gratitud y no de pedidos. Entendiendo esto, esta festividad es una oportunidad que el Eterno nos otorga de escribir en nuestra imaginación aquello que imaginamos para el próximo año. Es un día ideal y muy propicio para comprometer a los Cielos con nuestras palabras de bendición.

En este día todo debe ser Mashiaj. Es decir, es decir que debemos llevar nuestro intelecto a una activad de consciencia de abundancia ilimitada. Es que de lo que se trata Yom Teruah es GRABAR ABUNDANCIA.

Cuando el Perdón de Dios invade Su Reposo… (Yom Kippur en Shabat)

Por P.A. David Nesher

 

 

La Fiesta de Yom Kippur marca el final de los tradicionalmente  denominados “Diez Días del Arrepentimiento”. Es el Día más Santo del calendario hebreo en el que el Eterno le ofrece al pueblo de Israel la última oportunidad de obtener el perdón y la absolución de sus pecados del año que comienza a irse.

Según la Torah, en Yom Kippur se somete a juicio a todas las personas para el año venidero. Para activar el perdón de los pecados obtenido por el Gran Sumo Sacerdote Yeshúa, el día se dedica al arrepentimiento espiritual (teshuvá) y se adopta el compromiso de llevar una vida pura los seis meses que restan del año a fin de iniciar un año nuevo con la conciencia plena de la seguridad de saber que el Eterno perdona a todas las personas que se arrepiente de verdad de sus malos actos.

Yom Kippur es el momento en el calendario de Yahvéh cuando dedicamos nuestra mente, alma y cuerpo a la reconciliación con el Eterno, con nuestros semejantes y con nosotros mismos. Se espera de nosotros que nos volvamos a los que primero hemos ofendido, reconociendo nuestros pecados y el dolor que pudimos haber causado. Al mismo tiempo, debemos estar dispuestos a perdonar y dejar ir ciertas ofensas y los sentimientos de resentimiento que provocaron en nosotros. En este viaje, somos buscadores y donadores de perdón. Sólo entonces podemos recurrir a Yahvéh y pedir perdón: «Y por todo esto, Dios del perdón, perdónanos, perdónanos y concédenos la expiación en Yeshúa nuestro Gran Sumo Sacerdote».

Éste año Yom Kippur se celebra desde el ocaso del 29 de septiembre hasta el anochecer del sábado 30 de septiembre.

Al leer la Torah notamos que la orden respecto a Yom Kippur establece: «ninguna labor haréis en ese mismo día, porque es el día de la Expiación, para hacer expiación por vosotros delante del Eterno vuestro Dios.» (Vayikrá / Levítico 23:28). Note la parte que he  remarcado en negrita, en donde se dice claramente que es ESE es el día de la expiación, es decir el 10 de Tishrei, y no otro. Por lo tanto, cuando cae Kippur en Shabbat, no se puede dejar de lado la expresa y concreta ordenanza de cumplir en ESE día con los preceptos relativos a Kippur. ¡Yom Kipur se respeta plenamente aunque coincida con Shabat!

Tengamos en cuenta que en Shabbat reposamos de ciertos aspectos del mundo mundanal, para así abocarnos a lo espiritual, sin embargo, es parte del ambiente del día el regocijar el cuerpo, con cantos, siestas, buenas coladas, etc. Así pues, Shabbat es la abstención del mundo físico, para gozar tanto de lo espiritual como de lo físico.

En Kippur, por su parte, hemos de abstenernos casi por completo de lo físico, para vivir en la medida de lo posible como seres espirituales, tal como si fuéramos ángeles celestiales. Es el día de lo meta-físico («lo que está más allá de lo físico«); el día que nos conecta con todo lo que está más allá de lo material. Es el día del año donde cada uno ha de poner la mirada en lo que está más allá del sí mismo, e incluso más allá de lo humano.

Por esto, también, es que las leyes prohibitivas de Kippur (llamado en Vayikrá / Levítico 16:30 Shabbatón, algo así como el «gran Shabbat«) relegan a las placenteras de Shabbat. Porque Shabbat con su esplendor y gozo es un sorbo del mundo espiritual, pero Kippur es un trozo grande y apetitoso de los planos celestes.

Por último comentaré que la mayoría de los eventos cósmicos poseen un menor nivel de energía espiritual que el de Shabat. Esto es porque la energía de los eventos cósmicos y festividades divinas se extienden por todo un año, mientras que la energía obtenida y disponible en Shabat es más potente, ya que controla un periodo de tiempo más corto. Así que cuando un evento cósmico como Yom Kippur cae en Shabat, este evento nos ofrece un mayor nivel de energía espiritual.

Tengan en cuenta que en la víspera de Yom Kippur se acostumbra a realizar una cena festiva, tras la cual y con la puesta de sol, comienza el ayuno. Definitivamente debe terminar la comida antes de la puesta del sol y antes de Shabat comienza. Obviamente, no hay Kiddush ni nada relacionado con la comida que transpira en este Shabat.

El bendito día de oración y ayuno (Yom Kippur) finaliza cuando se hace sonar el tradicional Shofar (un cuerno de carnero).

Creo conveniente recordar que, al contrario de la creencia popular judía, Yom Kipur no es un día triste, sino una celebración para el ayuno y oración en un ambiente pleno de alegría. El ayuno libera a todo redimido de los asuntos físicos, para concentrarse en la oración y en la introspección espiritual.

 

Los hijos primogénitos del Monte Santo celebrando Yom Kippur

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Los Siete Aspectos Mesiánico de Nuestra Santidad

Por P.A. David Nesher

A través de la revelación que nos brinda la Torah en el diseño del Árbol de la Vida (tzelem o imagen de Dios) que está simbolizado en el candelabro de siete brazos o Menorah, sabemos que toda alma humana posee diez sefirot o poderes lumínicos acorde a las diez virtudes o atributos (sefirot) del Eterno. Los tres primeros son intelectuales, también llamados Mojim (cerebros), y los siete restantes se relacionan con las emociones, son llamados Midot, o «cualidades del corazón» o «cualidades del carácter». En el alma de alguien que tiene conciencia hebrea, los siete poderes emocionales están subordinados y sirven a la búsqueda espiritual de los tres poderes intelectuales que se obtienen al buscar al semejanza al Mesías.

Mientras obedientemente vamos día a día realizando este maravilloso Cómputo del Omer, me gustaría invitarlos a meditar en los los vínculos que tenemos, a través del Mesías Yeshúa, con Dios y que nos hacen verdaderamente humanos. Son los denominados siete aspectos expresivos de la santidad (kedushá). Rectificarlas es imperativo, ya que, según la Torah, quien refina aquellos atributos emotivos, automáticamente rectifica todos los poderes intelectuales del alma, toda su mente.

En hebreo, a este proceso de «integración emocional» se lo denomina “alcanzar Shlemut” es decir «completitud«. Esto es precisamente «Refinarse» en el diseño divino.  Cabe aquí acotar que la palabra Shlemut (שלמות)  viene de la misma raíz que la palabra Shalom, que significa «paz» o «prosperidad«. La idea pues que esto encierra es que cuando nos volvemos más completos e integrados emocionalmente, experimentamos una mayor paz. Es que una persona que se encuentra en paz se siente más viva. En este estado, las emociones y los pensamientos se transforman en poderosos instrumentos a través de los cuales el ser humano se conecta con la realidad.

Al alcanzar «Shlemut«, y estar completos e integrados emocionalmente, experimentamos una mayor paz verdadera (Shalom), tal y como la da Yeshúa (Juan 14: 27). «Shlemut» se refiere a «integrar» mi mundo interior, el mundo externo y sus estímulos, y el mundo de los demás (en aquello de ser capaz de ponerme en el otro). Esto es un entrenamiento, uno muy fuerte en un mundo donde es casi imposible focalizarse.

 

Entiéndase una cosa… sólo al conocer las emociones propias podemos llegar a conocer las de las demás, y desarrollamos «la empatía«, el ponerse en los zapatos del otro y lo que se puede sentir estando en su lugar.

 

De esta manera, la naturaleza del ser humano se transforma en una naturaleza espiritual ya rectificada en el Mesías, que le permite “penetrar” en los tres niveles más altos de su alma y captar así la esencia misma del “Uno”.

 

En el mandamiento divino de practicar el Cómputo del Omer, está inherente el deseo del Eterno de que cada integrante de Su Pueblo comprenda y acepte que el manejo adecuado de las emociones lleva a la rectificación, y al refinar los poderes emotivos, alcanzamos la conciencia del Mashíaj (Mesías o Cristo).

Cada uno de estos siete aspectos se relaciona con una de las siete semanas de Sefirat haOmer.

1. El primero es Jesed, “Amor o Benevolencia”.

 

El primer atributo es el atributo del dar. Significa bondad en el sentido de una benevolencia absoluta, gratuita e ilimitada. Es la total cristalización de la disposición para conferir bondad y benevolencia con el objeto mismo de conferir bondad, sin importar los méritos del receptor.

 

Representa el deseo de compartir incondicionalmente, la voluntad de dar todo de sí mismo y la generosidad sin límites.

 

Mientras que los impulsos del cuerpo están dirigidos hacia uno mismo, los impulsos del alma, controlada por el espíritu, están dirigidos hacia afuera, hacia los otros. Nosotros amamos a quien le entregamos porque ellos confirman la existencia de nuestra espiritualidad. Nosotros vemos nuestro “yo” más elevado reflejado en ellos.

 

2. El segundo es Guevurá, “Disciplina, Rigor, Fuerza” o “Poder”.

Significa “Poderío” o “Fortaleza” en el sentido de severidad. Es conocida como la fuerza, el juicio, el poder y el ocultamiento. El Juicio exige que la benevolencia sea distribuido justamente, o sea, en proporción con los méritos del presunto receptor, y no de manera gratuita e ilimitada. Así, es el principio que procura controlar, limitar y restringir.

 

Esto se refiere específicamente a fortalecer el alma de uno para sobrepasar los obstáculos que están delante de ella. Nosotros tenemos la capacidad de vivir por nuestras metas, y para hacer los sacrificios necesarios para obtenerlas. La meta final de cada hijo primogénito es ser una fuente de luz. En función de llegar a este fin, debemos someter nuestro ego y nuestros deseos a la inspección minuciosa de la Torah de Yahvéh, nuestro Dios.

 

Por sí mismos, los dos Primeros Atributos, presentan una antinomia como principios diametralmente opuestos uno del otro, pues el Segundo Atributos busca impedir, total o parcialmente, la emanación del Primer Atributo.

 

3. El tercero es Tiferet, “ Compasión o Belleza”.

Armoniza y mezcla el flujo libre del Primer Atributo con el severo ocultamiento del Segundo Atributo. Esas dos fuerzas son, respectivamente, expansivas y restrictivas una sin la otra no pueden manifestar el flujo de energía.

 

La belleza es creada a través de la armonía y el contraste. Esto se da cuando nosotros hacemos una “unión” que nos armoniza en función de la Luz primordial. Una ejemplo ocurre cuando nos convertimos en personas con el valor de la verdad, nuestras palabras, pensamientos y acciones se unen. Es que sólo los humanos pueden mentir. La razón para esto es que sólo los humanos tienen la posibilidad de crearse a sí mismos de alguna manera. Cuando mentimos caemos en nuestro deseo animal de la comodidad y la facilidad. Cuando decimos la verdad, nos reconectamos con la realidad trascendental de Dios y elegimos ser auténticos como seres humanos, sujetos al cumplimiento del propósito eterno que tenemos en Mashiaj.

 

4. El cuarto es Netzaj, “Persistencia, Victoria o Infinidad”.

 

Cualquiera que alguna vez haya resistido el deseo de obtener gratificación inmediata ha tocado esta cualidad. Es la fuente de la esperanza y la aspiración de crecer. Es el atributo donde se activa nuestra inspiración y creatividad, en el arte, danza, música, poesía.  Es la virtud que manifiesta la inspiración que conduce a la victoria.

 

5. El quinto es Hod, “Humildad o Esplendor”.

 

En hebreo hod es un sustantivo que significa literalmente “esplendor”, pero como verbo significa “confesar” y “agradecer”. Como seres humanos nosotros podemos ser movidos por el esplendor, ya sea que su fuente esté en lo espiritual o lo físico. Nuestra habilidad para ser verdaderamente sensibles en este sentido es lo que nos inspira a expresar agradecimiento. Frecuentemente nos resistimos a permitirnos ser agradecidos por la fragilidad de nuestra autoestima. Cuando nosotros comenzamos el día con las palabras «Modé Aní»  (“Te agradezco”) estamos expresando nuestro agradecimiento al Eterno, y simultáneamente nos vemos a nosotros mismos, humildemente, como creaciones merecedoras de vida gracias a la obra redentora de Mashiaj.

 

6. El sexto es Yesod, “Vínculo o Fundamento”.

 

Esto se refiere a nuestra habilidad para vincularnos. Este aspecto es llamado “fundación” porque es la fundación misma de todas las interacciones.

 

Lo que nosotros finalmente buscamos en las relaciones es bondad. Inevitablemente si tendríamos que elegir una característica en una futura pareja, sería una característica espiritual. Para algunos de nosotros sería la compasión, para otros sería la honestidad o la sensibilidad. Si nosotros vemos nuestro propio bien reflejándose hacia nosotros, nosotros amamos a la otra persona aún más. Lo que esto nos está diciendo es que lo que estamos buscando en última instancia, es un vínculo espiritual. Nosotros estamos buscando la cara del Eterno.

 

 

7. El atributo final es Malkut, “Reinado o Nobleza”.

 

Esto se refiere a nuestra habilidad de materializar el reinado de Yahvéh en todo el mundo y en nuestros propios corazones. La manera de hacer esto es mediante el reconocimiento de que nuestras misiones son de significado infinito. Al mismo tiempo mantenemos la humildad que resulta de saber que sólo podemos ver como propio un pequeño trozo de infinidad.

 

El proceso de recibir la Torah en el Monte Sinaí comenzó en verdad cuarenta y nueve días antes de su entrega, con el Éxodo de Egipto. Estos 49 días son tradicionalmente llamados «Sefirat HaOmer» que significa la Cuenta del Omer». Son siete semanas revestidas de procesos celestiales. Las siete semanas entre Pesaj y Shavuot tienen el potencial espiritual para darnos la habilidad de hacer que nuestras historias se desarrollen. El período de cuarenta y nueve días de «Sefirat HaOmer» es contado en días y semanas. Los siete días de cada una de las siete semanas constituyen los cuarenta y nueve días. Cada semana está representada por un atributo específico, y cada día dentro de esa semana está representado por un aspecto de dicho atributo. Dado que el funcionamiento completo de cada emoción es multidimensional, incluye dentro de sí una combinación de todos los siete atributos. Nosotros podemos hacer que cada día cuente, y lograr ser más humanos de lo que jamás hubiésemos imaginado.

 

La memoria y la imaginación permiten que nos asociemos a un evento del pasado. Al hacer esto revivimos y experimentamos aquellos sentimientos y emociones que fueron sentidos en el momento de los sucesos. Es tan sólo físicamente que el ser humano está limitado por el tiempo y el espacio; pero para la mente, no existen esas barreras. Cuanto mayor es la supremacía del espíritu sobre la materia, mayor es la facilidad para asociarse con un evento del pasado y experimentar su mensaje e inspiración en forma plena.

 

Este es uno de los motivos por los que debemos recordar la liberación de Mitzraim (Egipto) en cada generación. Todo hijo primogénito del Eterno debe verse a sí mismo cada día, como si él personalmente se hubiera liberado ese día de Egipto,y hubiese sido conducido por la Shekiná hacia el Monte Sinaí. Cada día debe practicar y buscar experimentar, un éxodo y liberación del “Mitzraim” en el que se encuentra, o sea liberarse de las distracciones materiales y físicas, de las limitaciones y obstáculos impuestos sobre su espíritu por su cuerpo y sus deseos.
Vemos entonces que la contraparte espiritual del evento histórico de la Liberación de Egipto es la liberación de la imagen divina (tzelem) de su prisión psíquica-corporal. Esto debe ser experimentado cada día del Conteo del Omer, y constantemente, con el fin de poder disfrutar de una verdadera libertad, ya que la peor y más dolorosa forma de esclavitud, es aquella que somete al individuo a sus propias pasiones y deseos.

 

Cuando un redimido consigue esa libertad interior, lograda únicamente viviendo de acuerdo a la Torah y a sus preceptos, experimenta un sentimiento de armonía interior, satisfacción y paz, que son el preludio de la libertad y de la paz del mundo que tendrá lugar con la próxima llegada de nuestro justo Mesías.

 

Los cuarenta y nueve días de Sefirat HaOmer,  nos enseñan cómo recuperar el control de nuestras emociones, mostrándonos cómo refinar nuestro carácter, paso a paso, de una manera basada en las verdades eternas de la Torah.

 

Por eso, estoy convencido que este análisis personal día por día, durante «Sefirat HaOmer,  te dará la habilidad de retrotraerte y dar una mirada objetiva a tus emociones subjetivas. El observar sus puntos fuertes y débiles te posibilitará, a su vez, dedicarte al desarrollo y perfeccionamiento de estos sentimientos a medida de que creces hacia una madurez emocional y espiritual, que te conduce a la plenitud de esa Nueva Humanidad que está esperando a Mashiaj.

 

«De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo.»

(Efesios 4: 13 – NVI)

 

 

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¿Qué Significa Sefirá?

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¿Qué significa Sefirá? … (Comprender la esencia del Sefirat HaOmer)

 «Contaréis desde el día que sigue al día de reposo, desde el día en que trajisteis la gavilla de la ofrenda mecida; contaréis siete semanas completas.
Contaréis cincuenta días hasta el día siguiente al séptimo día de reposo; entonces presentaréis una ofrenda de espiga tierna al SEÑOR.»

(Levítico 23: 15-16)

Este período de conteo que estamos realizando en obediencia al precepto divino se llama Sefirat HaOmer. La expresión hebrea sefirá, significa en primera instancia “cómputo” o “conteo”. En este sentido primordial, la Torah nos ordena contar esos días:

«Y contarán para ustedes… siete semanas completas…».

Durante este lapso, y en cada noche nos paramos, bendecimos y decimos: «Hoy es el día uno del Omer«,… «Hoy es el segundo día del Omer«, y así sucesivamente hasta llegar al día 49, previo a la Fiesta de Shavuot (Semanas) o Pentecostés (cincuenta días).

A efectos de comprender los misterios espirituales develados en este ritual, nos resultará interesante saber que la palabra sefirah proviene de dos raíces hebreas:

  • mispar (número) y
  • sifur (cuento o conteo).

La palabra para “número” en hebreo es “mispar” y su raíz está muy relacionada con la palabra “sipur”, que significa “cuento” o «conteo«. Este último término proviene del hebreo safir, que es la piedra del zafiro, la cual, siendo translúcida, tiene un brillo maravilloso. De esto podemos decir que esencialmente, y en forma sencilla, una Sefirah es «algo que brilla».

¿Cuál es la relación entre estas dos palabras?

Contrariamente a una antología casual de eventos, una serie de eventos se convierte en un cuento o una historia cuando hay un comienzo en el cual los personajes son presentados, una trama en la cual toma lugar la situación, y un desenlace en el cual aparece el final de la historia.

Nuestras vidas corren tan rápido que frecuentemente perdemos conciencia del enorme poder de nuestras propias historias. La metamorfosis de hoy hacia mañana es lo suficientemente sutil como para que perdamos la conciencia sobre los comienzos y los finales de nuestras vidas.

El mandamiento de contar el omer nos enseña a prestar atención a las cosas, y reabre nuestros corazones para escuchar historias.

¿Y qué historia es contada?

Hay dos historias que están entrelazadas.

La primera es la historia de la transformación de un pueblo que en Pesaj se liberó físicamente, a un pueblo que en Shavuot se liberó espiritualmente.

El día que dejamos Egipto fue un día en el cual nosotros rechazamos la definición egipcia de lo que nuestras vidas pueden ser. Nosotros nos liberamos para ser lo que queríamos ser. Pero aún no conocíamos nuestra propia historia. Fue sólo cuando recibimos la Torá que encontramos los canales que podían darle expresión a nuestras almas.

Fue entonces así que aprendimos el proceso de encontrarnos con los desafíos que son genuinos y duraderos. Nuestra historia comenzó a evolucionar.

Desde este origen, la cosmovisión hebrea entiende que una sefirah (en plural se dice «sefirot«) es un una especie de “canal de energía Divina” o una estructura de virtud llena de “fuerza de vida” que conduce a las almas de Israel a escalar la Vida y Su Propósito hasta llegar a la cumbre.

Estas virtudes, también llamados atributos, sólo se aplican a las manifestaciones del Eterno, es decir a aquellos aspectos de la Divinidad que se revelan a la creación y en ella. Estos atributos o manifestaciones divinas son radiaciones reducidas de la Luz del Ein Sof (o Luz Primordial) y se denominan sefirot.

Son los canales divinos de luz, a través de los cuales Dios creó el mundo y continúa alimentándolo con luz y energía Divina. Las sefirot hacen de puente, por decirlo de alguna manera, entre el Ein Sof (Infinito) y el mundo actual Olam Asiáh (mundo físico o Malkut), especialmente a través de la humanidad redimida (Israel).

De acuerdo a la mística sacerdotal hebrea, los siete días de la cuenta del Omer corresponden a siete de las diez Sefirot Divinas. En esta cosmovisión, la gama de la experiencia humana se divide en siete emociones y cualidades, que se llaman en plural, sefirot. Estas, subdivididas en siete, crean un total de 49.

Cada semana de la Cuenta del Omer corresponde a uno de esos poderes del alma humana. Y no solamente las semanas corresponden a esos poderes del alma, sino que dentro de cada semana, los siete días también corresponden a las mismas sefirot divinas. Esto significa que la Cuenta del Omer durante los 49 días es como la figura geométrica de un cuadrado de 7 por 7, en el cual estos 7 poderes del alma están inter-incluidos entre sí. Cada uno de ellos contiene un aspecto de cada una de las otras sefirot.

El propósito de este período de tiempo es permitirnos experimentar un cambio dentro de nuestros corazones, permitiéndonos adquirir un estado de armonía y equilibrio entre los diferentes poderes de nuestras estructuras espiritual y psíquica. Nosotros no queremos que estén separados y diferenciados, sino que interactúen entre sí.

Durante las siete semanas tenemos la oportunidad de romper lo que en hebreo se denomina Klipot (traducidas como «cáscaras de negatividad» o «máscaras egoicas«) dentro de nuestro ser, liberando la Luz que había sido atrapada por nuestras propias decisiones incorrectas. Sí, es cierto que el proceso de extracción puede ser doloroso, pero los beneficios de liberar las chispas de Luz atrapadas realmente lo valen.

Los siete atributos emocionales con los que nos conectamos cada día son:

  • Jesed: amor, benevolencia
  • Gevurá: justicia, disciplina, restricción
  • Tiferet: belleza, armonía y compasión
  • Netzaj: resistencia, fortaleza y ambición.
  • Hod: humildad y esplendor
  • Yesod: intimidad  unión y fundamento
  • Maljut: nobleza, soberanía y liderazgo.

Cada uno de los cuarenta y nueve días del sefirah (conteo) ilumina una de las cuarenta y nueve emociones, la energía de cada día consiste en examinar y refinar su correspondiente emoción. Después de perfeccionar y purificar todas las cuarenta y nueve dimensiones, estamos plenamente preparados para Matán Torah (entrega de la Torah) pues ahora estamos sincronizados con los cuarenta y nueve atributos Divinos de los cuales emergen los atributos humanos. Entonces, en el Shavuot no sólo conmemoraremos el Matán Torah, sino que lograremos vivir lo mismo que experimentaron los ancestros en el Monte Sinaí, ya que también viviremos el Kabbalah Torah (la recepción de la Torah) en nuestros corazones y nuestras mentes.

Comprendiendo esta estructura psíquico-pneumática (de alma y espíritu), se nos revela que la verdadera libertad proviene de permitir que el Espíritu Santo del Mesías tome control sobre las emociones y no les permita que generen pensamientos egocéntricos, sino todo lo contrario poder con el pensamiento mesiánico de la Torah dirigir la forma en como el cuerpo se siente y expresa.

Estos cuarenta y nueve días son sumamente positivos para los redimidos. Por ende, y debido a su característica, no deben ser utilizados ni ocupados para cosas mundanas. Sino que deben ser aprovechados como un gran periodo de introspección y cambios. En los días de Omer uno puede hacer el trabajo espiritual de ocho días en uno. Es por esto que si uno no está al tanto de lo que está ocurriendo estos días parecen ser caóticos, ya que el universo pone delante de nosotros, ocho días de desafíos concentrados en uno. La gran ventaja que nosotros tenemos es que sabemos cuál es la energía de cada uno de esos días y cuál es la emoción a corregir.

Resumiendo todo lo que hasta aquí hemos considerado, entendemos que a partir del Pesaj, en el día del Bikurim, y durante cuarenta y nueve días entramos, por medio del Mesías, en un portal cósmico que puede ayudarnos a alcanzar grandes alturas espirituales y a entender cómo funciona el sistema emocional humano que se encuentra alojado y distribuido en distintas partes del cuerpo y desde esos lugares suele controlar el temperamento y carácter de la persona humana, para que el Nombre de Yahvéh sea Glorificado por Su Creación.

“Cada día en el tiempo posee su propia vitalidad, energía y emoción que no vuelve, y espera que cada individuo se fusione y la canalice”

(Anónimo)

Bitácoras que ayudarán a entender mejor esta disciplina profética:

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Los Ciclos del Eterno

Cuarenta y Nueve Pasos para Alcanzar La Gloria

Los Ciclos del Eterno

«Enséñanos de tal modo a contar nuestros días,
Que traigamos al corazón sabiduría.»

(Salmo 90: 12)

Vivir en esta denominada posmodernidad es ser testigo y protagonista de lo que el profeta Daniel describió como tiempos en los que «…mucha gente andará de acá para allá, buscando aumentar sus conocimientos” (Dn. 12: 4). Todos somos blanco de la propuesta cotidiana de ser personas multifacéticas, sobrecargadas de responsabilidades salidas, la gran mayoría de ellas, de la presión de las redes sociales y los smarphones. De este modo las cosas se nos imponen desde el sistema reptiliano, cosificándonos, y así presionándonos a tomar la escala de valores materialistas que la élite que gobierna necesita que adoptemos.

Por ello, te pido que ahora te imagines una pausa…

Permite, por un momento, que tu imaginación encuentre en este instante una forma de dejar toda esta vorágine bien atrás. ¿Qué harías? Puede ser que te desesperes y hasta comiences a aburrirte. Seguramente descubras que has sido programado para creer que sin toda la sobrecarga sensorial de los medios de comunicación actuales estamos totalmente solos. Que sin un smarphone, un periódico, una radio o una laptop, la vida se transforma en una pesadilla. Pero considera esta otra alternativa. Quizás esta pausa te ayudaría a elegir enfocarte en las cosas que estimas importantes. Podría ser tu oportunidad para preguntarte en que crees, o en que estas realmente interesado. En vez de dejar que empresas comerciales o sociales, con agendas sutiles u obvias, manejen tus pensamientos. Tu mente lograría expandir la conciencia, y así te darías cuenta que el tiempo está en tus manos para administrarlo y sacar de él lo mejor para tu propósito.

Pues bien, quiero decirte que ese espacio reflexivo sí existe. Esa pausa existencial ya fue diseñada para ti por tu Creador. Se trata del Ciclo Séptuplo del Eterno. Una metodología celestial para contar nuestros días que permite que la Luz primordial fluya de nuestro corazón y repare nuestro entorno.

La vida y el universo se mueven en el tiempo a través de ciclos. Las Sagradas Escrituras, desde Génesis hasta Revelación (Apocalípsis) nos muestra esta verdad, esta ley, tanto en el mundo físico como en el espiritual.

El Eterno opera en ciclos de siete tiempos, acciones o eventos. El número siete representa la integridad y terminación. El número siete (que significa plenitud, cumplimiento y perfección) representa el Tiempo de Yahvéh. Este principio o ley lo extraemos del momento de la creación cuando nuestro Dios decidió bendecir y apartar para Sí (santificar) el séptimo día (tiempo, era o ciclo). Después de siete días, el mundo estaba completo. Hay 6 direcciones en nuestro mundo: norte, sur, este, oeste, arriba y abajo. Agregue el lugar donde usted está, y usted tiene un total de 7 puntos de referencia.

 

Los ciclos fundamentales en la Torah se fundamentan en el número siete. Ya sea que se cuenten los días semanales, los meses, los años o las series de los milenios, siempre notaremos que en las Sagradas Escrituras aparecen una y otra vez los ciclos de siete. Muchos de los movimientos proféticos de Israel y de los eventos significativos son patrones de siete. Por consiguiente, el siete está conectado con los avances y el favor espiritual de Israel.

La revelación de la Torah enseña que en una correcta mentalidad hebrea debe existir la conciencia de siete periodos o ciclo de tiempo. Cada una de las siete unidades de tiempo (ciclo) consta de dos fases principales: mundanalidad (jol) y santidad (kedushá). Seis días de trabajo mundano vienen seguidas de un día de descanso espiritual, de seis años de trabajar la tierra, a un año de suspensión y abstención de la materia, seis milenios dedicados a la lucha con el desarrollo y el mundo físico, a un séptimo milenio en el que la única ocupación de todo el mundo va a ser el conocimiento del Eterno.

 

Sin embargo, a pesar de su trascendente naturaleza, el séptimo día, el séptimo año y el séptimo milenio son partes constitutivas de los ciclos de la creación. La materialidad y la espiritualidad pueden diferir en gran medida, hasta el punto de la exclusividad mutua, pero ambos son parte de la naturaleza: los dos se rigen por el marco de las leyes que definen la realidad creada.

 

El hecho de que la Santidad exige el cese y la suspensión de todas las cosas mundanas, indica que, también, tiene sus límites. Esto significa que así como existe una naturaleza física que define y delimita el alcance de las cosas físicas y de las fuerzas, así también el reino de lo espiritual tiene su “naturaleza”, su propio conjunto de leyes que definen lo que es y lo que no es, en el que puede existir y donde no, y cómo y de qué manera puede hacerse sentir más allá de sus fronteras inviolables. Así, mientras que el concepto de la trascendencia parece la antítesis de la definición, la trascendencia es en sí una definición, por lo que se define (y por lo tanto limita) a sí mismo como más allá, y distinto de lo material.

El primer ciclo está compuesto por los siete días de creación  que culminan con el Shabat (día sabático, conocido también como el día del descanso). El «día séptimo» o Shabat representa la esfera del Tiempo de Dios, pues simboliza Su reposo mesiánico. Yahvéh desea que nosotros moremos, reposemos y permanezcamos desde esa esfera de Tiempo, para crear y señorear sobre toda la creación (Gén. 2:1-3; Éxo. 20:8-11; Lev. 23:2-3; Mr. 2:23-28; 3:1-5; Mt. 12:9-13; Col. 2:16-3:4; Heb. 4:1-13). Sabemos, por lo que la Torah nos revela, que el séptimo día es importante, porque en él el Eterno subraya y enfatiza el SER, el estar en Él y con Él. En seis días trabajamos, HACEMOS; pero en el séptimo día descansamos, reposamos, sencillamente SOMOS. El diseño de Dios para Sus hijos es que trabajemos desde el descanso; primero somos (descanso), luego hacemos (trabajo).

 

La Torah no le da ningún nombre específico a cada uno de los seis días de la semana. En la cosmovisión de Yahvéh no existen domingo, lunes ni martes; tampoco miércoles, jueves o viernes. Desde la Torah Él nos ordena “recordar el día del Shabat”. Esto significa que debemos recordarlo desde el primer día de la semana. De esta manera nos referimos a los días de la semana sólo en términos de su lugar relativo al Shabat, como “el primer día desde el Shabat”, “el segundo día desde el Shabat”… y así en más, hasta el “sexto día desde el Shabat” o “la víspera del Shabat”. Es el Shabat quien define y une a los otros seis días de la semana.

El segundo ciclo se manifiesta en el período en el que se lleva la cuenta de las siete semanas entre la festividad de Pesaj  y Shavuot (la entrega del Espíritu de la Torah). El mero acto de tomarnos el tiempo de “contar” cada día, por siete semanas, en voz alta y con bendición, nos hace extremadamente conscientes de la importancia de este ciclo específicamente. Shavuot, que conmemora el surgimiento del Pueblo de Israel como una nación casada con el Eterno, por virtud de recibir y aceptar la Torah también marca una terminación. Tal vez es por eso que la festividad es llamada Shavuot, «Semanas». Por ello, es propicio identificar a esta festividad como una terminación del proceso de creación de la nación de Israel.

El tercer ciclo es el de las  festividades de peregrinaje: Pesaj, Shavuot y Sukkot que suceden en un período de 7 meses de intervalo, con siete fiestas del Eterno en total.

El cuarto ciclo está discernido en la cuenta de los años, el año de Shmitá que es el Año Sabático. El séptimo año del ciclo de los siete años de trabajo de la tierra, llamado en hebreo el año de la Shemitá, es decir, el año de descanso de la tierra de Israel. Es por eso que cada siete años rigen en la tierra de Israel, algunas leyes especiales relacionadas con los cultivos, con el producto agrícola el mantenimiento y cuidado de jardines y campos agrícolas (Bamidvar – Números – 34:1-2). Al igual que Shabat, Shmitá es un medio para reconectar todo a su fuente. Mientras nos alejamos cada vez más del punto inicial de la creación, necesitamos de Shmitá para que nos regrese a él. Justamente cuando la creación parece un recuerdo borroso, sentimos que la humanidad maneja el mundo y que nuestra inteligencia nos ha traído la recompensa de lo que ella ha logrado. Shmitá trae un Shabat a la tierra y cambia todo. Shmitá nos da la oportunidad de disolver la distancia entre nosotros y la creación, y devolver la tierra a su fuente, es decir, a Dios. Debido a que Israel no guardó el shmita, Dios los envió a cautividad durante setenta años para permitir que la tierra descansara (Levítico 26:32-35).

El quinto ciclo, relacionado con el anterior, está comprometido con el conteo de Yobel o Año Jubilar.  Este ciclo consiste en añadir siete ciclos anuales siete veces (o 7 x 7 = 49 años) y decretar un jubileo (Yobel) en el décimo año del séptimo mes, cada cincuenta años (Levítico 25: 3-10).  En hebreo, la palabra para “jubileo” es yovel (significa el sonar de trompeta), ya que esto representa el año de libertad. Una liberación sucedía en ciclos de cada cincuenta años, comenzando en el Día de Expiación, al hacer sonar las trompetas de plata. Este sistema para contar eventos importantes cada año cuarenta y nueve o cincuenta fue tan importante que se compiló todo un libro conocido hoy como «El libro de los Jubileos«.

El sexto ciclo cuenta los miles de años que dividen la existencia del mundo en siete mil (7.000) años; seis mil (6.000) años pre-mesiánicos (en los cuales estamos viviendo) que continuarán con el Mesías inaugurando, junto a sus santos, el séptimo milenio, un ciclo que se apoda “el tiempo de un eterno Shabat”. En este ciclo séptuplo la totalidad de la historia humana transcurre en una semana de siete milenios, que consta de seis mil (6.000) años de trabajo humano en el mundo desarrollando la creación de Dios, y el séptimo milenio, que es “totalmente Shabat y descanso, para la vida eterna”. Llamándose a este último la era del Mashíaj o El Milenio. Este ciclo constituirá la culminación de seis milenios de historia humana caída y destacará el esfuerzo para hacer de este mundo una «morada para el Eterno» por medio de la enseñanza de la Torah.

Y por último el séptimo ciclo, basado en tiempo que se llama los cincuenta mil (50.000) jubileos. El término que denota el infinito nivel de consciencia que atendremos con la Segunda Venida del Mesías, cuando experimentaremos la resurrección de los difuntos y el mundo venidero será completamente revelado. El término 50.000 jubileos simboliza un estado eterno de revelación continua y avance espiritual.

Todos estos ciclos de siete ocupan un lugar importante en nuestras vidas, y en realidad todos forman una concentración de energía que guían nuestra consciencia hacia esa plenitud mesiánica que Abba anhela que alcancemos.

Mientras más meditemos en ellos, más nos conectaremos y podremos orientarnos con los ciclos divinos que el Eterno puso en marcha en el momento de la creación.

Siete es no sólo el número elemental de tiempo, sino también de todo lo creado y de la realidad creada como un todo. Esto es especialmente verdad en el ser humano, que fue creado “a imagen de Dios” para poder conformarse a Su semejanza. Por eso, el carácter humano se compone de siete unidades (el amor, la moderación, la armonía, la ambición, la devoción, conexión y receptividad), reflejando los siete atributos o virtudes que el Eterno asume como creador del universo, y que quiere manifestar en sus hijos por medio de Su primogénito, Yeshúa HaMashiaj.

Habiendo alcanzado el entendimiento de estos secretos divinos, te invito a meditar en los días, fiestas y ciclos del Eterno… ¡Te animo a planificar según sus días, fiestas y ciclos que Yahvéh ha dispuesto para sus hijos! ¡Atrévete a cerrar y abrir ciclos según la buena y perfecta voluntad del Señor!

¡Sé que el Eterno, como Abba kadosh, te entregará la misma unción que le dio a los hijos de Isacar!

 «De los hijos de Isacar, doscientos principales, entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer, cuyo dicho seguían todos sus hermanos.»

(1 Crónicas 12:32)

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Yahvéh, el Dios verdadero, no quiere una Semana Santa. ¡Él lo que quiere es una Vida Santa!

La cosmovisión de la Instrucción (Torah) considera santo a aquel que cada día se esfuerza en mantenerse conectado correctamente a la Fuente de la Vida, la Intención de Yahvéh: el Mesías.

 

La santidad es la energía divina que permite unirse al Uno, y así peregrinar la vida cotidianamente con el sentido de Su Victoria.

 

 

 

Pesaj: Una Fiesta contra el Ego Reptiliano

Pesaj es una festividad intrínsecamente ligada a la Libertad que surge de la Verdad del Eterno que deshace todas las estructuras mentales que Mitzraim implantó mediante la programación mental en las masas humanas.

El Equipo «CazaPecados»: La Lámpara, la Pluma, la Cuchara y el Paño de Lino

El mandato divino de comer pan ázimo o pan sin levadura debía ser guardado por cada familia de Israel durante siete días con sus noches.La Fiesta de los Panes sin Levadura (en hebreo, Jag HaMatzot) se inicia el día quince del primer mes. Esta celebración da inicio a un período de una semana en la cual no se debe consumir alimentos que contengan levadura (Éxodo 12:15) Por tal razón, se come el pan sin levadura (hb. Matzáh) durante esa semana.

El primer día y el séptimo día de esta semana festiva son considerados días de reposo y deben ser celebrados como un gran Shabat o también llamado Shabatón (Éxodo 12:16).

Antes de recepcionar el primer día de Panes Sin Levadura, se nos ha mandado retirar toda la levadura de nuestras casas, como está escrito:

«Siete días comeréis panes sin levadura; y así el primer día haréis que no haya levadura en vuestras casas; porque cualquiera que comiere leudado desde el primer día hasta el séptimo, será cortado de Israel.»

(Éxodo 12:15)

En esta limpieza para Pesaj, estamos ante todo y en primer lugar cumpliendo la mitzvah denominda biur jametz que se traduce como «deshacerse del jametz«.

YHVH, nuestro Dios, dio una ceremonia muy simbólica para que cada familia hebrea disfrutará de la enseñanza mesiánica de esta semana transformadora: Bedikat Jámetz.

Dicha dinámica profética consiste en buscar y eliminar la levadura de la casa antes de la fiesta de los Panes sin Levadura como preparación para la festividad. Los pasos de esta ceremonia son:

En primer lugar, la esposa limpia a fondo la casa para eliminar toda levadura (Jamets) que pudiera existir en ella. En las Sagradas Escrituras, la levadura (Jametz) simboliza el pecado.  Cuando la levadura se pone en un montón de masa sin leudar, ésta hace que la masa se infle o agrande. Igualmente, cuando nosotros dejamos que el pecado entre en nuestras vidas, nos inflará con orgullo y arrogancia. Por eso es que toda la levadura debía de ser separada, (Éxodo 12:15,19-20).

En segundo lugar, luego de limpiar la casa, la mujer debe dejar expresamente diez pedazos pequeños de levadura (pan) escondido en distintos rincones de la casa. Se acostumbra esconder  estos 10 pedacitos de pan bien envueltos en papel (¡cuidado, que no hagan migas!),para ser “encontrados” en la búsqueda. La esposa se asegura de anotar dónde esconde los trocitos, para que no queden perdidos.

Antes de iniciar la revisión del jametz, se reza la siguiente bendición:

«Baruj atá, YHVH, E-lo-keinu Mélek HaOlam, asher Kideshanu bemitzvotav, vetsivanu al biur jametz”.
 
«Bendito tú, Yahvéh nuestro Dios, Rey del universo, que nos consagró con sus preceptos y nos ordenó la eliminación del Jámetz».

Entonces, en tercer lugar, el padre acompaña a los hijos, con una candela (vela), una cuchara de madera, una pluma y un pedazo de lino, y les ayuda a buscar en toda la casa las diez piezas de levadura. Al anochecer, el día antes de la noche de JajHaMatzot, se realiza esta última búsqueda. Para entonces, la casa debe estar completamente a oscuras, excepto por la luz de las velas.

Una vez el padre encuentra la levadura (pan), coloca la candela al lado de la levadura. Pone la cuchara a la par del pedazo de levadura y con la ayuda de la pluma pone la levadura sobre la cuchara, sin tocarla.

Luego envuelve la levadura, la pluma y la cuchara en la tela de lino y los echa fuera de la casa, en una hoguera, para que sean consumidos por el fuego.

Después de haber buscado y retirado toda la levadura de nuestras casas, oramos esta oración para estar seguros que nuestras casas están completamente limpias de toda levadura:

«Todo pan con levadura y toda levadura que esté en mi posesión, ya sea que yo la haya observado o no, ya sea que la haya buscado o no, deberá ser declarada nula y considerada sin valor como el polvo de la tierra. Bendito eres tú, oh Señor, nuestro Dios, rey del universo, quien nos santificó con tus mandamientos y nos mandaste retirar el pan con levadura».

Entonces, los padres deberán reflexionar con sus hijos acerca de las acciones de esta ceremonia, resaltando la necesidad de sacar la levadura (el pecado) de nuestros hogares (vidas), permitiéndole al Espíritu Santo que nos revele el pecado que hay en nuestras vidas, a través del conocimiento de la Instrucción (Torah). Es muy importante remarcar que solamente con la ayuda de la Palabra de Dios podremos descubrir e identificar el pecado en nuestras vidas:

“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”

(Salmo 119:105)

La lámpara representa espiritualmente a la Palabra de Dios (Sagradas Escrituras).

La pluma representa al Espíritu Santo.

Y la primera reflexión es bien clara: aunque contemos con las Sagradas Escrituras,sí o sí necesitamos al Espíritu de Dios para iluminar nuestro entendimiento de lo que en ellas se revela (1 Corintios 2:11-14).

Espiritualmente, los creyentes en el Mesías son la casa de YHVH  (Hebreos 3:6; 1 Pedro 2:5; 1 Timoteo 3:15; Efesios 2:19).

La levadura, que simboliza el poder del pecado, tenía que ser puesta fuera de cada casa. Para nosotros esa casa representa lo que es nuestro cuerpo para el Espíritu Santo de Dios: su casa (1ª Corintios 3:16-17; 6:19-20; 2ª Corintios 6:15-18).

Espiritualmente, debemos de limpiar la levadura (el pecado) de nuestras casas (nuestras vidas), al permitir al Espíritu Santo (rúaj ha-kódesh) que nos revele a través del conocimiento de Yeshúa y las Escrituras, el pecado que hay en nuestras vidas.

Por lo que vemos en las Escrituras la levadura es un símbolo de la mala inclinación, el pecado, la contienda, el orgullo y la falsa enseñanza. Así que cuando los hijos de Israel y todos los injertados de entre las naciones limpiamos nuestras casas antes de Pesaj buscando y eliminando todo rastro de levadura, estamos proclamando que no queremos tener nada que ver con estas cosas en nuestras vidas.

La cuchara de madera representa a la cruz en el que murió el Mesías (Deuteronomio 21:22-23).

La segunda reflexión también surgirá desde la Luz que brindan los símbolos usados. La levadura (pecado) fue puesto sobre la cuchara (la cruz) como parte de la ceremonia. Asimismo, nuestro pecado cayó sobre el Mesías (2 Corintios 5:21) cuando Él murió en el madero. La levadura (Yeshúa sobre el madero) fue envuelto en lino y luego fue echado fuera de la casa (Su cuerpo) y enviado a la tumba.

De esta forma Yeshúa cumplió la parte de la ceremonia en la que el padre toma el lino y sus contenidos y es lanzado fuera.

Esto nos recuerda que la liberación de la levadura espiritual es una parte muy importante de la última redención que tendrá lugar cuando el Mesías regrese en gloria. Entonces seremos libres del yetser hará (tendencia al mal o pecado), para siempre. Pero antes de que suceda tenemos la obligación, no solamente de limpiar nuestras casas antes de Pesaj, sino también hacer lo mismo en nuestras vidas personales. Lo que aprendemos de la obligación de no tener nada que ver con la levadura durante una semana al año, es que debemos ser meticulosos para dejar que el Eterno nos limpie de todo pecado, orgullo, contienda y falsa enseñanza todos los días de nuestras vidas.

¿Por qué comer cualquier cosa que contuviera levadura sería tan severamente castigado, hasta el punto que uno podría ser cortado del pueblo del pacto de Dios?

La respuesta reside en el hecho que Jah HaMatzot es una fiesta rica en simbolismo, y la levadura es usada en toda la escritura como un símbolo de pecado. En tiempos antiguos, antes de que una porción de masa con levadura fuera horneada, parte de la masa leudada se quitaba y se ponía a un lado. Más tarde, esa porción de masa leudada se agregaba a una nueva cantidad de harina para leudarla. Esto simboliza el ciclo generacional del pecado, el cual comenzó con nuestros primeros padres, Adán y Eva, quienes se apartaron a sí mismos de la voluntad del Eterno Dios. Su pecado fue transmitido a todas sus generaciones subsiguientes. YHVH designó Pesaj y la fiesta de los Panes sin Levadura para simbolizar el rompimiento de este ciclo de pecado que ha sido transmitido de generación en generación.

El apóstol Pablo se refirió a esta ceremonia de retirar la levadura de las casas cuando escribió a la santa comunidad en Corinto:

«¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque Mesías, nuestro cordero pascual, también ha sido sacrificado. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad.«

(1 Corintios 5:6-8)

El mensaje celestial que implanta esta ceremonia prepara el camino espiritual de la festividad que preside (JajHaMatzot): no debemos permitir que el pecado gobierne nuestras vidas, realizando sus deseos. Así como limpiamos sistemáticamente nuestras casas para celebrar Panes Sin Levadura, así debemos escudriñar nuestros corazones, pidiendo a Abba revelar y quitar cualquier pecado de nuestras vidas, a fin de que podamos romper el ciclo del pecado, y gozar de todas las bendiciones que vienen del Mesías, nuestro cordero pascual y el verdadero Matzah, quien hizo posible vencer el pecado

Bitácoras que conviene estudiar y meditar para cumplir con este mandamiento divino:

El Pan Sin Levadura y el Proceso Sobrenatural de Separación

Y cuando os dijeren vuestros hijos: ¿Qué es este rito vuestro?, vosotros responderéis: Es la víctima de la pascua de Yahvéh, el cual pasó por encima de las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando hirió a los egipcios, y libró nuestras casas.
Entonces el pueblo se inclinó y adoró. Y los hijos de Israel fueron e hicieron puntualmente así, como Yahvéh había mandado a Moisés y a Aarón…
Tomó, pues, el pueblo la masa, antes que fuera leudada, en sus artesas de amasar envueltas en paños, y se las llevaron sobre sus hombros

(Éxodo 12: 26-28; 34)

Y los hijos de Israel fueron e hicieron puntualmente así…” (vv. 27-28) En muchas maneras estas son las más importantes palabras de todo el pasaje. Tan grandiosa como fuera la liberación realizada por Yahvéh nuestro Dios, el pueblo nunca la hubiera recibido si hubieran fallado en llevar a cabo lo que Él les dijo que hicieran. Su obediencia inmediata permitió gozar de esta poderosa obra divina.

Encuentro muy importante destacar el hecho de que cuando los hijos de Israel obedecieron, el imperio de la muerte no tuvo más potestad sobre ellos.

En este pasaje se revela que ellos dejaron de andar sirviendo a una cosmovisión terrenal y decidieron estar bajo la cubierta celestial que los promocionaría en un nuevo nivel de vida: el Mesías en medio de ellos capacitándolos en el ministerio sacerdotal (Éxodo 19: 6). En efecto, ellos habían tomado al Mesías en sus vidas y habían participado EN ÉL, al compartir en obediencia de aquella Cena llena de Gloria divina. Por ello, en esta noche bendita del relato del Shemot, debemos notar que Yeshúa, el Cordero de Dios, la Luz del mundo y el Pan de Vida redimió a los Israelitas de la esclavitud amarga de Mitzrayim y de la crueldad de Paróh (Faraón).

En su prisa por dejar Egipto los Israelitas cargaron sobre sus hombros el pan sin leudar amasado en artesas envueltas en paños (Éxodo 12:34). Esto significa que se llevaron consigo el símbolo del Yugo del Mesías (Su Gobierno) sobre sus hombros (Éxodo 28:12; Isaías 9:6).

Este pan se convirtió en su fuente de vida durante siete días, con este elemento ellos participaron de una figura profética de la muerte, sepultura y resurrección de Yeshúa.

El regalo de Su Reinado es para todos aquellos que eligen estar de acuerdo con el Yugo de Su Instrucción y participan del Cordero de Yahvéh. (Lucas 1:26, 2:20, Mateo 28:18).

Yeshúa dijo:

Porque el Pan de Dios es el que baja del cielo, y da vida al mundo. Entonces le dijeron: Señor, danos siempre este Pan. Yeshúa les dijo: Yo Soy el Pan Vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed

(Juan 6:33-35).

El pan que ellos cargaron sobre sus hombros representaba a nuestro Mesías, el Cordero de Dios quién llevó los pecados del mundo (1 de Corintios 5:7)

Con el Pan sin levadura, el segundo día de las primeras tres fiestas, el Eterno aparta el pecado (no solo los pecados) de Su Pueblo, lo sepulta en la tierra y lo deja allí para siempre. Por ello, esta fiesta, en la Intención divina, tiene el objetivo de revelar acerca de la perfecta y permanente separación provocada por la muerte del Cordero eterno. Una total separación de la de la masa de Dios (Israel, su primogénito) de la naturaleza humana caída en corrupción y muerte, según el primer Adán. En esta fiesta vemos una masa que representa un estado nuevo de existencia para todo ser humano que quiera celebrarla.

La levadura representa el pecado y su inclinación al mal (yetzer hará), también conocido como concupiscencia en las Escrituras Sagradas. Por eso, en Pesaj (Pascua) todo el pueblo tenía que remover TODA la levadura de sus casas y no deben consumirla durante siete días.

Siete días comeréis panes sin levadura; además, desde el primer día quitaréis toda levadura de vuestras casas; porque cualquiera que coma algo leudado desde el primer día hasta el séptimo, esa persona será cortada de Israel

(Éxodo 12:15).

Sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo

(1 de Pedro 1:18-19).

Los Israelitas tuvieron la orden de comer pan sin leudar durante siete días. Lo notable es que Yahvéh repite esto una y otra vez en las Escrituras, con el fin de que sus hijos no dejen de practicar este rito profético en sus festividades.

La Pascua verdadera (Pesaj) es una noche para recordar, es un memorial. Comer pan sin levadura no era solamente para esa noche sino un mandamiento a cumplir durante siete días más. Estos siete días son una fiesta separada llamada la Fiesta de los Panes sin Levadura.

El primer, tanto como el último día de esta fiesta, son Shabatot (sábados) Santísimos para Yahvéh (Éxodo 12:15-20).

“En el mes primero, el día catorce del mes, al anochecer, es la Pascua del SEÑOR. El día quince del mismo mes es la Fiesta de los Panes sin Levadura para el SEÑOR, por siete días comeréis pan sin levadura”

(Levíticos 23:5-6).

“Y en el primer día (de la Fiesta de los Panes sin Levadura) tendréis una santa convocación, y otra santa convocación en el séptimo día (Shabat); ningún trabajo se hará en ellos, excepto lo que cada uno deba comer. Sólo esto podréis hacer”.

(Éxodo 12:16)

Recordemos que en la cosmovisión divina es que cada Shabat lleva la unción de bendecir y santificar todo lo creado (Génesis 2:3).

Notamos que el Señor anhela impartir esta consagración a Israel Su Esposa, en especial en esta noche. Tan importante era esto para Él que le advirtió a Su pueblo:

Siete días comeréis panes sin levadura; además, desde el primer día quitaréis toda levadura de vuestras casas; porque cualquiera que coma algo leudado desde el primer día hasta el séptimo, esa persona será cortada de Israel

(Éxodo 12:15).

La Fiesta de los Siete días de los Panes sin Levadura representa un período de consagración personal para el pueblo de Yahvéh. Al leer el relato, vemos que los israelitas venían de vivir en un lugar inmundo, llamado el imperio de la muerte (el sistema del mundo actualolam hazeh). Ellos necesitaban ser redimidos del imperio de la muerte al Reino de la vida o Mundo Venidero (Olam havá). La obediencia al mandamiento de no comer pan sin levadura durante siete días, trajo limpieza a sus vidas. Por eso, la Fiesta de los Panes sin Levadura es una celebración eterna para todo Israel y sus futuras generaciones es decir, nosotros.

Esta fiesta perpetua es una preparación profética de la redención de la Novia de Yeshúa en los últimos tiempos.

Ante todo lo dicho, necesito dejar claro que estas celebraciones son diseñadas y reveladas por Yahvéh solamente para los creyentes nacidos de nuevo. Lo que sucede es que ellas no sirven para propósitos de salvación, sino para santidad y santificación. Durante esta festividad el Mesías trabaja su dinámica amorosa sobre su Amada, la Iglesia:

“Yeshúa se dio a Su Novia “para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la Palabra, a fin de presentársela a Sí Mismo, una ekklesia (asamblea) en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada”

(Efesios 5:26-27)

Lo interesante entonces es que este mandamiento de celebrar la Pascua y los Panes sin Levadura sigue siendo válido el día de hoy, tal como la Escritura dice:

“Y guardaréis este día por todas vuestras generaciones como ordenanza perpetua”

(Éxodo 12:17)

La sangre de Yeshúa redime a la Esposa; pero depende de ella prepararse a sí misma como Novia, de acuerdo a las instrucciones que le fueron dadas, por el Padre de Su Esposo para el día de la Boda.

Regocijémonos y alegrémonos, y démosle a Él la gloria, porque las Bodas del Cordero han llegado y Su esposa se ha preparado.”

(Apocalipsis 19:7).

La Pascua y la Fiesta de los siete días de Panes sin Levadura son los primeros pasos en la preparación de la Novia para su boda.

Diré entonces que de las Fiestas (Moadim) de Yahvéh, las fiestas de primavera son los pasos proféticos, que conducen a la Novia a una relación de compromiso con su Novio, Yeshúa. Por esta razón, Su pueblo continúa celebrando Sus Fiestas cada año, ya que ellas son ensayos generales, y la vestimenta de la Novia con lo incorruptible.

“Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad”.

(1 de Corintios 15:53)

Siete días representa la ceremonia de limpieza o de consagración. Como el Real Sacerdocio de Yeshúa, que es Su Pueblo, cada creyente debe anhelar participar con pasión de las Fiestas de la Pascua y de los Panes sin Levadura (Levíticos 8:33; 1 de Pedro 1:9-16; 1 de Pedro 2:9; Éxodo 19:5-6).

El aspecto clave de esta Fiesta es la separación (santificación).

 

Entendamos que en la Pascua que Israel vivió en Egipto hubo una obra doble.

  • Primero, el enemigo fue derrotado (“cuando hirió a los egipcios” – v. 27a–).
  • Segundo, el pueblo de Dios fue librado y se le dio una nueva identidad, con promesas nuevas, un nuevo caminar, y una nueva vida (“libró nuestras casas” – v. 27a–).

Teniendo en cuenta estos dos aspectos, al estudiar profundamente los  capítulos 12 y 13 del libro de Éxodo o Shemot notamos que las dos fiestas aquí reveladas están tan intrincadamente relacionadas, con el concepto del principio divino de la Separación como herramienta para evitar el caos.

Cuando Yahvéh describe la razón por la que ellos deben guardar estas fiestas, conecta el Pan sin levadura con la total separación (o éxodo) de Israel de la casa de muerte y corrupción de Egipto (Mitzraim). Nótese esta conexión en los siguientes versículos:

Guardaréis la fiesta de los panes sin levadura, porque en este mismo día saqué vuestras huestes de la tierra de Egipto”.

(Éxodo 12:17)

Por los siete días se comerán los panes sin levadura, y no se verá contigo nada leudado, ni levadura, en todo tu territorio. Y lo contarás en aquel día a tu hijo, diciendo: Se hace esto con motivo de lo que Jehová hizo conmigo cuando me sacó de Egipto. Y te será como una señal sobre tu mano, y como un memorial delante de tus ojos, para que la ley de Jehová esté en tu boca; por cuanto con mano fuerte te sacó Yahvéh de Egipto”.

(Éxodo 13:7-9)

Cada una de estas fiestas de primavera son, primero, realidades que Cristo experimentó solo, y que luego se convierten en la experiencia de cada creyente que viene a vivir en Él.

El Mesías atravesó la muerte, sepultura y resurrección como la única Semilla de Su género, pero cuando recibimos en el Nuevo Nacimiento al Mesías por fe, Su muerte se convierte en nuestro juicio, Su sepultura en nuestra transformación y Su resurrección en la vida que conocemos como propia.

Por ello, es que estas primeras tres fiestas corresponden a la muerte, sepultura y resurrección de Yeshúa HaMashiaj.

Particularmente, la segunda fiesta (Panes sin Levadura), se relaciona con la realidad de la sepultura. Nuestro Mesías, permaneció sepultado durante todo el primer día del Pan sin levadura, el quinceavo día de Nisán, y después resucitó en la Fiesta de los primeros frutos o Bikurim, el tercer día.

Sepultar, eso es lo que hacemos cuando alguien ha muerto y ha llegado el momento de colocarlo fuera de nuestra vista para siempre. Al enterrar a alguien terminamos nuestra relación con esa persona. La devolvemos a la tierra de donde fue tomada: “Pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19). Cuando dejamos a alguien en la tumba, entendemos que es tiempo de seguir adelante sin él, que ya no nos relacionamos más con su persona. Cuando nuestra matriarca Sarah murió, Avraham dijo: “…dadme en propiedad una sepultura entre vosotros, para que pueda sepultar a mi difunta y apartarla de delante de mí” (Génesis 23:4) .

Esto es precisamente lo que la muerte de Yeshúa llevó a cabo en relación al pecado. El Mesías atrajo a Sí mismo todo lo de Adán, no sólo sus pecados, sino la naturaleza misma de pecado (yetser hará). Cargó con el juicio de ese hombre y lo colocó en una condición de eterna separación de Dios. Después, habiendo terminado Su obra, resucitó el tercer día y dejó al primer Adán atrás, en la tierra, separado de Dios para siempre.

Esto es muy parecido a lo que sucede cuando una semilla muere y cae en la tierra. Aunque la vida dentro de la semilla se levanta de nuevo y lleva fruto, la cáscara muere y permanece como parte de la tierra para siempre. Esto es exactamente lo que el Eterno nos muestra en la Fiesta del Pan sin levadura. A través de la muerte del cordero Pascual, Yahvéh juzga a todo aquel que está en Egipto, y luego saca a “Israel mi Hijo, mi primogénito” (Éxodo 4:22).

Cuando Israel sale en la mañana, Dios separa Su nueva masa de la levadura que una vez los llenó y los definió. Para nosotros, los que hemos encontrado en el Mesías el cumplimiento de esta fiesta, esto significa la separación de nuestra alma del pecado, del hombre adámico; estamos “muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (Romanos 6:24) . Una vez más, esta separación (o santificación) fue primero experimentada por el Mesías al dejar a Adán en la tumba, resucitar de entre los muertos y regresar a Su Padre. Pero, al igual que con todas las fiestas, la experiencia de la cruz del Maestro es una comprensión progresiva para todos aquellos que han nacido de Su Espíritu. Por esta razón, Yeshúa dijo:

“No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo…Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad”.

(Juan 17:16,19)

Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros”.

(Juan 14:19-20)

Transformados en un Pan Nuevo.

Tal y como vimos en la sección previa, participar del cordero fue la causa de la expulsión de Israel de la tierra del pecado, muerte, y esclavitud. Ellos comieron del cordero con la inmediata expectativa de marcharse. Pero este marcharse desde la perspectiva de Yahvéh involucraba mucho más, que sólo dejar un lugar. Involucraba también dejar una condición o un estado de ser: dejar de ser serviles del sistema para transformarse en siervos sacerdotales del propósito eterno de Dios. Por lo tanto, la historia del éxodo físico de Israel de Egipto, es dado a nosotros juntamente con otro importante cuadro: un pan cambiado o transformado.

Israel era ahora una nueva creación, un nuevo pan. Una masa ha sido liberado de la levadura del servilismo que llenó y gobernó cada aspecto de su ser. En las Sagradas Escrituras, avece a las primeras tres fiestas también se las llama colectivamente por el nombre de Pan sin Levadura. Quizás la razón de esto es que esta transformación dramática (experimentada primero por Cristo) del Último Adán al Segundo Hombre, es el centro y foco de las fiestas primaverales. Por extraño que pudiera haberse oído, en la mañana del día 15 de Nisán (el primer día del Pan Sin Levadura), Israel inició su marcha fuera de Egipto, cargando panes sin levadura en sus manos, y recipientes de amasadura (recipientes para el pan) envueltas en sus sábanas sobre sus hombros.

“Y los egipcios apremiaban al pueblo, dándose prisa a echarlos de la tierra; porque decían: Todos somos muertos. Y llevó el pueblo su masa antes que se leudase, sus masas envueltas en sus sábanas sobre sus hombros”

(Éxodo 12:33-34)

Casi pareciera tonto imaginar dos o tres millones de personas marchando fuera de Egipto, cargando pan y tazones, pero el Señor estaba pintando cuidadosamente un cuadro natural de una realidad espiritual por venir.

Lo reitero por última vez, dejar Egipto no era solamente el éxodo de una situación difícil, era una transformación de naturaleza (panes sin levadura) que nos hizo utensilios aptos (tazones) para la gloria del Señor.

Hoy, un cuadro similar es dado a nosotros a través del profeta Isaías, cuando describe el futuro éxodo de Israel del cautiverio en Babilonia. Él dice:

“Apartaos, apartaos, salid de ahí, no toquéis cosa inmunda; salid de en medio de ella; purificaos los que lleváis los utensilios de Yahvéh.”

( Isaías 52:11)

Hoy, en medio del aleteo espiritual de Yahvéh sobre las aguas, notamos que existen muchos puntos de vista erróneos en las múltiples asambleas del Cuerpo del Señor. En ellas se habla frecuentemente de la gracia como si se tratase meramente del perdón de las deficiencias de Adán. Ciertamente el perdón de pecados está incluido en la gracia, pero la gracia es mucho mayor que el perdón de pecados. La gracia es una relación en donde Yahvéh nos da, y trabaja en nosotros, todo lo que Él desea de nosotros. Él nos da una muerte que no podíamos morir por nuestras fuerzas, y una vida que no podíamos vivir, desde nuestras vidas muertas en delitos y pecados.

Por gracia, Yeshúa, el Mesías, se hizo a nosotros todas las cosas (sabiduría, justicia, redención, vida, luz, gloria, etc.). De nuevo, en lo que frecuentemente fallamos en percatarnos es que, habiéndonos dado por gracia todo lo que el Mesías es, Dios entonces requiere y desea de nosotros sólo aquello que sea la obra de Su gracia. Por esta razón, el apóstol Pablo afirma:

 “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha
sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo,
sino la gracia de Dios conmigo.”

(1 Corintios 15:10)

“Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos
gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia;
porque nuestro Dios es fuego consumidor.”

(Hebreos 12:28-29)

Con todo esto vibrando en vuestras mentes y corazones, los dejo teniendo una conversación privada y exclusiva con el Espíritu Santo del Señor.

¡Shalom!

P.A. David Nesher

La SuKa es el Receptáculo de las Bendiciones Celestiales

Por P.A. David Nesher

 


Todos los seres humanos queremos felicidad, pero a menudo caemos e el error reptiliano de confundir la felicidad con el éxito. ¿Cuál es la diferencia? ¡Éxito es obtener lo que quieres; felicidad es querer lo que obtienes! Por lo tanto, recuerda que la felicidad no es algo que nos pasa; es una decisión que tenemos que tomar, ya que podemos ser tan felices como decidamos serlo. El Eterno, creó para esto, un tiempo especial que permite decidir por la felicidad como estado interno del ser humano. Estoy hablando de la Festividad del Sukot, conocida con el nombre de Fiesta de los Tabernáculos o Fiesta de las Enramadas (Cabañas).

Esta Fiesta, conocida también como el «Tiempo de nuestra Alegría«, marca para nosotros, Sus primogénitos en el Mesías, el clímax del Año de YHVH. Y es que durante los siete días de esta festividad, los escogidos tenemos un mandato divino, el de estar completa y exclusivamente alegres (Deuteronomio 16:15).

Seguramente dirás: «¡Es una orden bastante exigente!» Así es, de una manera imperativa, el Eterno, a través de Su Torah (Instrucción), exige a Sus hijos obligarse a la alegría en estos días. Por ello, el espíritu de la festividad y todos los preceptos que la rodean elevan nuestro ánimo y nuestro espíritu a los niveles de la fuerza de la alegría. Obvio que nos encantaría estar felices por siete días de corrido, pero la pregunta es ¿cómo lo hacemos?

La respuesta a esto no tardará en surgir de los códigos mismos que conforman al Instrucción (Torah):

«El día quince del mes séptimo será festividad de las cabañas para el Eterno, que durará siete días«
(Levítico 23:34)

y también está escrito así:

«Viviréis en cabañas esos siete días. Cada nativo de Israel habitará en cabañas, para que vuestras generaciones sepan que hice habitar a los hijos de Israel en tiendas cuando los liberé de la tierra de Egipto«
(Levítico 23:42-43)

Esta festividad le recuerda al pueblo de Israel el vagabundeo que sus ancestros hicieron por el desierto en el camino de la esclavitud a la liberación nacional y espiritual. En el desierto se creó la imagen espiritual y la identidad nacional de Israel por el beneficio del don de la Torah. Aún cuando llega el pueblo a su descanso en la Tierra de Israel, su herencia, debían recordar la adversidad del desierto y la benevolencia del Santo y Bendito Dios:

«Y te condujo por el desierto grande y terrible plagado de víboras ardientes y escorpiones, un erial carente de agua de donde, empero, Él extrajo para tí agua de la roca dura. Y te dio también maná para comer en el desierto, cosa que no conocieron tus padres«
(Deuteronomio 8:15-16).

Así pues Sukot sería el memorial que los mantendría siempre despierto a la verdad de que las cosas físicas son temporales, y el Olam HaVa. (Mundo Venidero), por su trascendencia, siempre sería lo mejor.

Por ello, la Fiesta de Sukot es el descenso de las berajot (traducida como «bendiciones«) divinas al ámbito terrenal en donde cada hijo de Israel se mueve reparando el mundo actual (Olam Asiah) para ser recompensado por ello en el Olam HaVá.

Entonces, en Sukot cada paquete de energía de las bendiciones obtenidas en herencia, peregrina desde arriba hacia abajo. Es un viaje espiritual que va desde la mente del Padre, hacia la mente redimida de sus primogénitos reunidos en asamblea festiva. La Verdad, que es Yeshúa intercediendo sacerdotalmente por nosotros, en todo momento quiere derramar sus bendiciones al mundo. El problema es que para que ese derramamiento no se arruine, se necesita de un recipiente. Ese receptáculo es la sukah y los ritos que cada familia de Israel realizan dentro de ella.

Por ello, la construcción que cada jefe de familia realiza de la Sukah, garantiza que esas bendiciones sean perfectamente recepcionadas y almacenadas para que, en tiempo y forma, se materialicen en situaciones concretas que manifestarán la gloria del Eterno. De este modo se entiende que cada enramada sea para nuestro Abba ese receptáculo que Él necesita para depositar cada paquete de bendición que ya tenemos en Yeshúa, el Mesías.

En la gematría profética, la sukah, de acuerdo al valor de las letras que la componen  (samej- vav- kaf- hei), tiene el valor numérico 91:

  • Samej = 60
  • Vav = 6
  • Kaf = 20
  • Hei = 5

(60 + 6 + 20 + 5 = 91)

Esta valoración gemátrica permite la combinación de dos nombres del Eterno: YHVH (de valor 26) y Adonay (65). Si trenzamos las letras de estos dos nombres divinos se forma en hebreo la palabra “bajada”, cuya valoración numérica será 91, igual que el de Sukah.

Por lo tanto, mientras más peregrinamos en los misterios proféticos de las Altas Fiestas de YHVH, hemos ya comprendido que los siete días de vivir en la sukah son necesarios para asegurarse que dichas bendiciones abundantes desciendan en siete «paquetes de energía» espiritual y coronen nuestras cabezas (conciencias) desde la meditación en los Nombres del Eterno.

Por todo esto debo insistir en que valoremos el techo de la sukah y su composición, ya que es el elemento que simbolizará las nubes de gloria (anane kabod) que generan la Providencia divina moviéndose a favor de sus escogidos.

Las bendiciones espirituales que descienden en esta fecha festiva de ocho días, se pueden agrupar clasificándolas en estos siete paquetes:

  • Primer Día: Benevolencia (Abraham). En esta jornada la conexión de nuestra alma se da con el amor incondicional del Eterno a todas las criaturas que están en este mundo. Quien conecta con este primer día, tiene garantizado el éxito en su vida emocional. Es el día de las bendiciones que provienen del Jesed celestial, y el Nombre divino que se santifica es el de YHVH Yiréh el Eterno mi Proveedor«).
  • Segundo Día: Justicia (Isaac). En esta jornada nuestra conexión activa la moderación en todos los deseo y la fuerza personal que permite avanzar sólo por medio de los deseos personales. Así las bendiciones que bajarán, son aquellas que están en el ámbito de la Guevuráh divina, y el Nombre divino que santificamos es YHVH Tzikeinuh El Eterno mi Justicia» – Jeremías 33:16-).
  • Tercer Día: Éxito y Triunfo (Jacob). Logramos la conexión con la belleza de la Verdad. Adquirimos la fortaleza suficiente para sobrellevar en la Compasión del Mesías todas las circunstancias difíciles que deparará el próximo año. Permitiremos así que las bendiciones de la Tiferet divina desciendan y se materialicen. En este día se santifica el Nombre divino de YHVH Elokim Shebaotel Eterno, Dios de los Ejércitos» -Malaquías 3:10-12-) y YHVH Nissiel Eterno es mi Victoria» – Éxodo 17:15).
  • Cuarto Día: Milagros (Moisés). Adquirimos conexión con la eternidad y el dominio de la Torah sobre todo lo creado. Adquirimos sabiduría y ciencia para tomar contacto con los mundos espirituales. Otorga revelación para salir del exilio de la fatalidad. El nombre divino que santificamos es YHVH Rafáhel Eterno es mi Curador» – Éxodo 15: 25-27; Salmo 103:3; 147:3-)
  • Quinto Día: Paz (Aharón).  Tomamos conexión con la receptividad. Otorga la garantía de tener Shalom en todos los vínculos humanos. El Nombre divino que debemos bendecir y santificar es YHVH Shalomel Eterno es mi Paz» -Jueces 6:24-).
  • Sexto Día: Virtudes del Creador (José). Logramos conexión con la santidad sexual. Permite corrección de todo acto de lujuria. En este día santificamos el Nombre divino YHVH El Elyon (el Eterno Dios Exaltado; el Eterno Dios de las Alturas -Deuteronomio 26:19-).
  • Séptimo Día: Plenitud del Reino (David). En esta jornada la conexión  es con la Luz Infinita del Mesías. Permite el desarrollo de ser solidario compartiendo en el perfecto amor por medio del servicio. En este día santificamos el Nombre divino YHVH Shamáhel Eterno está Aquí» – Ezequiel 48:35-).
  • Octavo Día: Unción Regia (Mesías -Torah). En este día final, nos convertimos en seres iluminados (Mateo 5: 14). Cuando actuamos con estos siete atributos espirituales, la LUZ DIVINA se dirige a nosotros y nos convierte en un conducto para poder brillar en nuestro entorno y así transformar el mundo tal y como lo hizo Yeshúa (Juan 14: 12). En este día se santifica el Nombre divino YHVH El Gibbhorel Eterno, Dios Fuerte» – Isaías 9:6-).

De lo expuesto hasta aquí deducimos que si hemos entendido correctamente la simbología del Sukot podremos controlar todos los eventos de los meses que tenemos en lo que resta del Año del Señor, y las primeras siete lunas nuevas del próximo año. Esto garantiza que la alegría está activada desde una felicidad verdadera, la del interior.

A esta altura de la explicación y dado que el mandato de Abba en Sukot es estar «completamente alegres«, estamos obligados a tomar esa decisión; la misma requiere que contemplemos una de las grandes paradojas de la vida. Por un lado, independientemente de quién seas, por el solo hecho de estar vivo tu copa está rebosando. Pero por el otro lado, y desde los paradigmas que ofrece el sistema reptiliano, siempre podrías tener una copa más grande. Ante esto, el Eterno te aconseja hoy: «elige obtener placer por lo que tienes, y habrás encontrado el secreto de la felicidad. Elige enfocarte en la búsqueda de una copa más grande, y siempre te va a faltar algo«.

Por favor, ¡no te preocupes, y sé feliz que es gratis!

¡Que nada, ni nadie robe tu alegría!

En Su Paz y a tu disposición: David Nesher


Te invito a escuchar este estudio en una explicación práctica ingresando en este video: