Por P.A. David Nesher
En los Escritos Mesiánicos, más específicamente en el Evangelio de Juan se nos relata acerca de nuestro amado Mesías y Maestro Yeshúa, caminado cerca del Templo, en los días de Janukah donde dice:
«Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón»
(Juan 10:22)
En hebreo, Janukah (חנוכה) significa «dedicar«, «inaugurar…» Desde esta acepción, Janukah es un Fiesta que conmemora la re-dedicación del Templo de Jerusalén, luego de haber sido profanado por el rey griego-seléucida Antíoco Epifanes. Por eso, también es llamada la Fiesta de Dedicación, o Fiesta de las Luces, porque durante su celebración se enciende día a día una vela en un candelabro de nueve brazos llamado Janukía. .invención del rabinato farisaico):
Para explicarlo mejor, diré que cada año, comenzando en el veinticinco de Kislev, nuestros hermanos de la Casa de Judá apartan ocho días para celebrar este evento histórico de la época de los macabeos.
Según el relato de la historia, Matatías, un kohen (sacerdote) y sus cinco hijos (Yojanán, Simón, Eleazar, Jonatán y Judas) lideraron la rebelión contra Antíoco. Uno de ellos, Judah (griego Judas) fue conocido por el nombre de Judah haMacabí («Judah el Martillero»). En el año 166 a. E.C. Matatías fallece, y Judah toma su lugar como líder de la rebelión. En el año 165 a. E.C. la rebelión contra el monarca seléucida triunfa, y el Templo es liberado y rededicado.
En los libros deuterocanónicos o apócrifos conocidos como I Macabeos y II Macabeos se puede leer sobre la institución de la Janukah. El primero narra:
«Durante ocho días celebraron la dedicación del altar… Entonces Judas y sus hermanos y toda la asamblea de Israel, decidieron que la consagración del nuevo altar se debía celebrar cada año con gozo y alegría durante ocho días, a partir del día veinticinco del mes de kislev.»
(1Macabeos 4:56-59)
De acuerdo con el Segundo Libro de Macabeos (10:6-8), «lo celebraron con alegría durante ocho días, a la manera de la fiesta de los Tabernáculos… toda la asamblea aprobó y publicó un decreto en el que se ordenaba que todo el pueblo judío celebrara cada año estos días de fiesta«.
Janukah fue la victoria de unos pocos sobre muchos. Cada macabeo fue un héroe, esencial para llegar a la victoria. Por eso, discernimos que la instauración de la festividad, fue realizada por una institución guerrillera y política antes que por una asamblea llena de fe en el Creador, que guardaba Torah con integridad. Evidentemente para los judíos Janukah conmemora una victoria militar que salvó a su Casa, y las implicaciones de esto son inmensas. Si Antíoco hubiera tenido éxito en su campaña de antisemitismo y destrucción, para el tiempo de Yeshúa, ya no hubieran existido los judíos.
Pero también tenemos otro origen de la citada festividad; lo vemos en el Talmud y en el Midrash Rabah, donde lo mítico intoxica a esta fiesta. En estos textos rabínicos se nos dice que Janukah representa la festividad del solsticio de invierno, momento en que los días comienzan a alargarse y a tener mayor cantidad de horas de sol. El Talmud cuenta que Adán, vio ponerse al sol por primera vez en su vida y tuvo miedo, y por eso se relaciona esta historia con la festividad del solsticio de invierno. Según este relato, el primer año Adam ayunó ocho días, y luego cuando los días comenzaron a alargarse, lo celebró por ocho días más; pero en el segundo año, cuando entendió que esto ocurría normalmente simplemente hacía fiesta. (Talmud, Tratado de Avodá Zará, 8a).
Excelente romanticismo, pero difícil de aceptar por cuanto no hay evidencia ninguna para probar tal suceso y relato. No existe copia o manuscrito que ni siquiera nos mencione a “Adam” en un tiempo determinado y mucho menos en relación con solsticio alguno.
Por otra parte, y para lograr una mejor perspectiva del origen de esta fiesta, debo decir que el foco de atención de la misma es la denominada janukía. Se trata de una menorah de Janukah con nueve brazos. Sabemos que la menorah normal, como la vemos en el símbolo moderno del estado de Israel, tiene siete brazos. Los ocho brazos de la menorah de Janukah supuestamente recuerdan el milagro del aceite que duró ocho días (un mito con el que el rabinato justifica y sostiene a esta festividad); y cada día se enciende el número apropiado de velas. Destaca entre los demás el noveno brazo (en el centro con cuatro brazos de cada lado), éste lleva la vela que se usa para encender las otras velas y se llama shamash (“siervo” en hebreo). La janukía se enciende después del crepúsculo, y normalmente le sigue una cena festiva.
Para explicar el origen de esta tradición, el rabino Yoel Ben Nun dice que la festividad de la Janukah se relaciona con el fin de la cosecha de aceitunas y su prensado para la obtención del aceite de oliva. (Iom Iesod Heijal Hashem, Magadim 12) Él mismo explica que en la Mishná (Bikurim 1:6) esta festividad marca el final de la ofrenda de las primicias del olivo. Yoel Ben Nun dice que era una festividad agrícola en la que se encendían luces con aceite de oliva, ya desde la época del primer Templo de Yerusalém. Igualmente el Dr. Israel Rozenson opina que antes de la revolución de los hasmoneos existía una festividad del aceite, que fue reinterpretada y adaptada tras la victoria hasmonea.
Ante esta última explicación rabínica, quizás convenga decir que la versión que figura en el primer libro de Macabeos, indica que una celebración de ocho días con cánticos y sacrificios fue proclamada cuando se rededicó el altar, pero no hace mención alguna al milagro del aceite. Algunos historiadores creen que la razón de esta celebración de ocho días fue, en realidad, una celebración tardía de las festividades de Sukot y Shemini Atzeret (Macc. x. 6 y i. 9), en esa época las festividades más importantes del año. Esto debido a que durante la guerra los judíos no pudieron celebrar apropiadamente estas festividades, y no solo que la duración combinada de ambas es de ocho días, sino que durante la festividad de Sukot se encendían lámparas en el Templo.
Aunque esta Fiesta no está ordenada por Yahvéh en la Torah (cf. Levítico cap. 23), vemos que Yeshúa asistió al Templo para participar de ella, según lo relata el apóstol Juan en su relato evangélico (Jn. 10:22-23).
El documento joanino dice que era invierno, para ser específicos, diciembre. Nuestro Señor Yeshúa se encontraba paseando en Su Templo, concretamente en el Pórtico de Salomón, cuando, de repente, es rodeado por un grupo de judíos que le dicen:
“Y le rodearon los líderes judíos y le dijeron:
¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Mashíaj, dínoslo abiertamente”
(Yohanán/Juan 10:24)
Si observamos el diálogo aquí descrito, notaremos que la pregunta no estuvo relacionada con la Fiesta de Januká en sí, sino más bien con la identidad ontológica de Yeshúa.
«Yeshúa les respondió:
Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí”
(Yohanán 10:25)
Yeshúa les dice que las señales que el Mesías tenía que llevar a cabo, él las había realizado, pero ni siquiera así habían creído en él, por eso, Yeshúa les agrega que ellos no eran sus ovejas:
“Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.»
(Yohanán/Juan 10:26-28)
El Maestro es muy claro en sus palabras. Mientras que los líderes judíos (y sus legados el rabinato actual) estén alineados mentalmente en sus dogmas, costumbres y tradiciones no podrán ver al Mashíaj, no creerán en sus obras, y no serán sus ovejas.
A continuación, Yeshúa agrega a su discurso palabras llenas de códigos divinos revelados en toda la TaNaK:
“Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”
(Yohanán/Juan 10:29)
El Señor Yeshúa al decir “Mi Padre”, está reconociendo que Él, como Ungido, está bajo Su dirección y que todo lo que hace, lo hace por mandato del Eterno; y cuando dice: “es mayor que todos”; se está refiriendo a que es mayor que todos los Elohim (poderosos) y que es superior a cualquier tradición oral dada por los “rabinos de bendita memoria” en cuando a lo que es o no es el Mashíaj.
Además, el Señor Yeshúa añade en relación a las ovejas “y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre, queriéndoles decir con esto que hagan lo que hagan para tener sus propias ovejas, solamente, las ovejas escogidas por el Eterno tendrán vida eterna, el resto, perecerá.
Luego, al final de todo lo que viene diciendo, nuestro Señor y Maestro les agrega:
“Yo y el Padre UNO somos”.
(Yohanán/Juan 10:30)
Esta respuesta de Yeshúa para este grupo de judíos fue muy significativa:
“Entonces los judíos volvieron a tomar PIEDRAS para apedrearlo.”
(Yohanán/Juan 10:31)
Meditando en las causales de esta reacción, las preguntas exegéticas que debemos realmente hacernos son las siguientes:
- ¿qué función literaria tiene la mención de esta fiesta judía en el contexto de Juan capítulo 10?
- ¿Es el punto principal del pasaje que los redimidos celebremos Janukah, o es meramente información para ubicar el incidente en un tiempo y lugar?
Como notamos el punto del pasaje es el encuentro hostil del Mesías con los líderes judíos (v. 24). Aceptemos que estos dirigentes ya habían condenado a Yeshúa (Jesús). Ellos lo único que a esta altura están buscando es cómo eliminarlo del plano físico. Por eso, en este encuentro estaban buscando testimonio directo de la boca de Yeshúa para usar contra él en el Máximo Tribunal de Justicia o Sanedrín. Esto explica la razón de la respuesta que le da nuestro Maestro. Él rehusó cooperar diciendo que ya les había dicho y mostrado por sus obras. Les dijo que no creían su testimonio porque no eran de sus ovejas.
Pero, ¿qué es lo que captaron ellos ante la respuesta de nuestro Amado Dueño y Maestro? Pues bien, ellos se dieron cuenta que Yeshúa los estaba guiando a los sodot (secretos) guemátricos del elemento principal de esta festividad: los ochos días con el encendido de luces.
Por favor mi amado lector o lectora, quiero invitarte a que consideres la siguiente explicación:
Las Luces de Januká y la Manifestación del Ungido (Mashiaj o Cristo)
En Januká se celebra el recordatorio del milagro que llevó a que durante el proceso de rededicación del Templo, la lámpara que lo iluminaba se mantuvo encendida durante ocho días, cuando en realidad solo tenía aceite para uno.
Y en honor a esto, durante Januká las velas de un candelabro especial de nueve brazos se encienden progresivamente, una nueva cada noche hasta completar ocho (el noveno brazo, en el centro, funciona como vela piloto).
De esto deducimos que en la celebración de Januká se encienden en total 44 lamparillas en los 8 días de la festividad. (Cuéntalas en la imagen que aquí comparto).
Ahora bien, si sumamos 4+4 = 8,
El número 8 es el valor guemátrico del nombre Yeshúa.
Yeshúa (ישוע) en hebreo es:
Yod (10)+ Shin (300) + Vav (6) + Ayin (70) = 386 (3+8+6 = 17) 1+7= 8
(Este método se llama Mispar Katán)
«Yeshúa dijo:
Yo soy la luz del mundo (Or HaOlam).»
(Yohanán/Juan 8:12)
Veamos una cosa interesante: la guematría de Or HaOlam (אור העולם) es 358,y este es el valor numérico para la palabra Mashiaj (משיח).
Por otra parte, el valor numérico del Nombre YHVH es:
Yod (10) + He (5) + Vav (6) + He (5) = 26 (2+6= 8)
Es decir que tiene la misma Guematría de el nombre del Mashiaj Yeshúa
Si sumamos el valor númerico de YHVH (= 8), más el valor numérico de Yeshúa (= 8)
8+8 = 16 ( 1+6 = 7)
Ahora bien el valor de 7 es igual a el valor numérico de Ruaj – רוח (Espíritu):
Resh (200) + Vav (6) + Jet (8) = 214 (2+1+4 = 7)
En conclusión en esencia YHVH, su Hijo Yeshúa y su Ruaj HaKodesh (Espíritu Santo) Son Uno.
¡Esto es lo que los líderes judíos discernieron en las palabras de Yeshúa, y esta es la razón por la que tomaron piedras para matarlo (desde su opinion) por blasfemo!
Yeshúa les contestó :
«Ya se los he dicho y ustedes no confían en mí. Las obras que yo realizo en el nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero el motivo por el que no confían es que ustedes no están incluidos entre mis ovejas. Mis ovejas escuchan a mi voz, yo las reconozco y ellas me siguen, yo les doy vida eterna. Ellas no serán jamás destruidas y nadie las arrancará de mis manos. Mi Padre, que me las dio, es mayor que todos y nadie las puede arrancar de las manos del Padre. Yo y el Padre somos uno.«
(Yojanán/Juan 10:22-30)
Es impresionante, ver, como en la Fiesta de Januká, los líderes judíos no aceptaron a Yeshúa; ellos preferían seguir creyendo en su “Milagro de Januká” que en el Ben Elyon (es decir: el HIJO DEL ALTÍSIMO) que traía mensaje de Salvación y Vida Eterna.
La Ironía de la Tradición Humana confrontada con la Revelación Divina
Vamos a ser directos y francos. El punto del pasaje no es de animarnos a participar en la fiesta de dedicación renovando las tradiciones de los judíos. La mención de esta fiesta, y el pórtico de Salomón en el Templo, es simplemente para ubicar el incidente en un tiempo y lugar. Es una manera de confirmar que este encuentro sucedió. Es un hecho histórico y confiable. Esto es el sentido más claro del pasaje, pero hay una ironía muy interesante en la mención de la Fiesta de Dedicación.
Dicha ironía es que Januká era una celebración de la liberación de la tiranía de un poder extranjero celebrado en un tiempo de sujeción a otro poder tirano extranjero, el Imperio Romano. Todos estos judíos contemporáneos de Yeshúa, sabían que la libertad de esta tiranía estaba en el Rey Mashiaj, y allí había puesto su esperanza. Pero los líderes rechazaron a Yeshúa como tal pues preferían el pacto que habían hecho con el César. Esta casta religiosas será la que más tarde, cuando Pilato intentó librar “al Rey de los Judíos”, gritará:
“¡No tenemos rey más que el César!”
(Juan 19:15).
A todo lo que hasta aquí he enseñado, le viene bien el complemento que le darán las observaciones del biblista R.J. Rushdoony quien hace una exégesis este pasaje destacando los siguiente:
“La ocasión de este incidente fue la Fiesta de la Dedicación, también llamada la Fiesta de las Luces. Conmemoraba la purificación y re-dedicación del Templo en 165 a.C. después de la profanación por Antíoco IV Epifanías (1 Macabeo 1:59; 4:52, 59; etc.) Era una fiesta de ocho días celebrando la liberación de un poderoso tirano extranjero. En 166 a.C. el Templo había sido profanado por Antíoco IV Epifanías y la liberación era celebrada anualmente en la mitad de diciembre. Mientras no cesaban el trabajo ni el negocio, era un tiempo de celebración y gozo. La euforia de la victoria teñía la vida de los judíos durante varias generaciones. Era el invierno, nos dice, y Jesús estaba caminando adentro del Templo en el pórtico de Salomón donde había protección de la lluvia. Nos dice en el versículo 24 que los judíos, quiere decir los líderes religiosos, rodearon a Jesús demandando, “¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.” Las palabras de nuestro Señor habían sido bastante claras pero lo que fue demandado era lenguaje explícito que podía servir como testimonio en un tribunal. Su condenación ya había sido decidida más o menos; lo que querían era lenguaje que podían usar contra Él.«
[R.J. Rushdoony, The Gospel of John, p. 139.]
Continuando con lo que quiero compartirles, debo decir que aquellos que hoy, llenos de sinceridad, pretenden regresar a la esencia de la fe de las primeras comunidades, argumentan que cada redimido debe participar en la fiesta de Januká porque Yeshúa participaba de ella. Ellos utilizan este pasaje del Evangelio de Juan para fundamentar dicha demanda. Sin embargo, ellos están extrayendo sus enseñanzas del texto de Juan pero fuera del contexto. Así han generado en sus seguidores la omisión del argumento principal por el que Juan escribe su Evangelio. Es el clásico error de interpretación, un texto sin contexto es un pretexto.
El hecho de que Yeshúa estaba presente en el Templo durante la celebración no puede ser el argumento sabio para obligar a nadie a participar en dicha festividad. Debemos aceptar que la fiesta de Januká (así como la de Purim), es una tradición de los judíos, no es parte de las moadim (o «citas divinas») que la Torah de Yahvéh dada por Moshé revela a los integrantes de las doce tribus de Israel.
Recordemos que el juicio de Yeshúa contra los fariseos fue justamente que quebrantaban el mandamiento de Dios por sus tradiciones (Mateo 15:3). Este paradigma debe regir nuestra conciencia a la hora de considerar esta festividad salida de la tradición histórica de Judá y no del corazón de nuestro Abba kadosh.
El Shemah en la Cosmovisión de Yeshúa (Jesús)
A fin de llegar a una correcta conclusión, les solicito que concentremos toda nuestra atención en el relato evangélico de Juan, con la mayor mansedumbre posible. De este modo notaremos que cuando Yeshúa afirmó: “Yo y el Padre UNO somos”, estaba claro lo que les estaba diciendo a estos líderes religiosos malintencionados:
«YO COMPARTO LA DEIDAD CON MI PADRE; TODO LO SUYO ES MÍO Y LO MÍO ES SUYO, EL PADRE ESTÁ EN MÍ Y YO EN ÉL. YO Y EL PADRE SOMOS EJAD.»
Evidentemente, la declaración «Yo y el Padre UNO Somos» causa indignación en los judíos que la escucharon, y desde ellos, a sus generaciones hasta nuestros días. Eso ocurre porque Yeshúa emite la oración más famosa del de la fe hebrea (y del judaísmo), el Shemah, la confesión insigne de Israel:
«Oye (Shemá), Israel: Yahvéh nuestro Dios, Yahvéh uno es.»
(Deuteronomio 6:4 RV60)
Es por eso que al continuar leyendo el relato evangélico Yeshúa pregunta retóricamente utilizando el Salmos 82 (vers. 6-7), explicándoselos de esta forma:
«¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?
Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?
Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Más si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.
Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos.»
(Juan 10:34-39 RV1960)
Los acusadores de Yeshúa interpretaron con claridad que Él estaba haciendo una paráfrasis del mandamiento máximo, y así, por medio de éste, se autoproclamaba Dios mismo.
Observando los detalles del relato, surge también una pregunta: ¿De dónde sacaron las piedras para tirárselas a Yeshúa? ¿Había piedras en el Templo? La respuesta a estos interrogantes nos ofrecerá más indicios del propósito verdadero que condujo a Yeshúa a usar esta tradicional fiesta judía para expresar códigos trascendentales de la emunah.
Para obtener la respuesta, necesito invitarlo a leer lo que nos dice el Primer Libro de Macabeos:
“Deliberaron sobre lo que debía hacerse con el altar de los holocaustos, que había sido profanado, y se les ocurrió la feliz idea de destruirlo, a fin de que no fuera para ellos un oprobio, dado que los gentiles lo habían profanado. Destruyeron, pues, el altar y DEPOSITARON LAS PIEDRAS EN EL MONTE DEL TEMPLO, en lugar conveniente, en espera de que surgiera un profeta que decidiese lo que deber a hacerse con ellas.”
(1Macabeos 4:44-46)
Como podemos ver todas estas piedras se encontraban en el Pórtico de Salomón. Era un lugar conveniente para guardarlas. Lo triste es que cuando el Profeta anunciado (Dt. 18:18) se presentó en el Templo, en el Pórtico de Salomón, en vez de preguntarle: “Yeshúa, ¿Qué quieres que hagamos con las piedras?”, los descendientes de los Macabeos, creyendo practicar el mismo celo de aquellos, tomaron las piedras para apedrear al Profeta que les diría qué hacer con ellas . . . Así rechazaron al Profeta esperado. Despreciaron a su Mesías, a su Rey . . . ¡Tomaron las piedras del Templo para apedrear a la Roca Eterna de su Salvación!
Durante todos los días de la Fiesta de Jánukah se recitaba y se cantaba el Hallel completo (es decir desde el Salmo 113 al Salmo 118) y al finalizar el Hallel leemos:
“Te daré gracias porque me has respondido, y has sido mi salvación.
La PIEDRA que desecharon los edificadores ha venido a ser la PIEDRA principal del ángulo.
Obra del SEÑOR es esto; admirable a nuestros ojos.
Este es el día que Yahvéh ha hecho; regocijémonos y alegrémonos en él.”
(Salmo 118:21-24)
Así es, la Piedra que esperaban, la Piedra de la que cantaban año tras año, la Piedra Probada y preciosa, fue rechazada con las piedras del Templo y llegó a ser para ellos una “piedra de tropiezo y roca de escándalo”, Pero para nosotros que hemos creído en Yeshúa como el Mesías del Padre, y hemos puesto nuestro amor, fe y confianza en Él, sabemos y confesamos que es una Piedra escogida y preciosa. ¡Yeshúa es la Roca de nuestra Salvación . . . y los que creemos en Él, no seremos jamás avergonzados!
Así es como lo creían y proclamaban los discípulos (talmidim) de las comunidades del primer siglo, y así lo dejó como testimonio la carta del apóstol Pedro (Cefas)
“PONGO EN SION UNA PIEDRA ESCOGIDA, UNA PRECIOSA piedra ANGULAR, Y EL QUE CREA EN ÉL NO SERÁ AVERGONZADO. Este precioso valor es, pues, para vosotros los que creéis; PERO para los que no creen, LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS CONSTRUCTORES, ESA, EN PIEDRA ANGULAR SE HA CONVERTIDO, y, PIEDRA DE TROPIEZO Y ROCA DE ESCANDALO”
(1Pedro 2:6-8)
Reconsiderando todo lo hasta aquí dicho, nos damos cuenta que justo en la festividad judía de Janukah cuando Yeshúa alzo su voz, y se declaro como el Pastor de las ovejas perdidas de la Casa de Israel (Mateo 15:24), diciendo:
«Mis ovejas oyen mi voz y me siguen»….
Él deja bien en claro que sólo sus ovejas son quienes lo oyen e imitan su conducta. Así lo recordaría el apóstol Pedro al escribir a las tribus de la dispersión:
«Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.»
(1Pedro 1: 21-25)
Lamentablemente, vemos que a lo largo de estos veinte siglos de la Era Común, el pueblo judío ha creído en su praxis que solo puede acercarse al Creador por sus propias acciones o méritos, cuando es a la inversa.
Justamente esto es lo que Yeshúa les quiere enseñar cuando caminó en esta festividad y les respondió en la Puerta de Salomón. Él les aseguró que es el Eterno el que se acerca a Su Pueblo, y las naciones, por Su pura Gracia y Amor perfecto.
Algo que de momento no puede suceder a nivel general o nacional, pues aun sigue presente por generaciones la sangre inocente de un hermano suyo, asesinado hace dos mil años, en el mismo espíritu que Cayim asesinó a Hebel. Un hermano, que solo buscó traer la paz, la sanación y el Reino de los Cielos. Un hermano enviado por Yahvéh mismo (Is. 59: 20), para elevar con Él muchos hijos a la Gloria (Hebreos 2:10).
¿Qué hacemos los Discípulos del Camino (Yeshúa) frente a Januká?
Sin duda alguna, por lo que ya hemos estudiado e investigado, tenemos bien claro que Januká no es una de las moadim (Festividades) ordenadas por el Eterno. Pero, conociendo por las Sagradas Escrituras que Yeshúa reprendía al pueblo judío de su época cuando celebraba o seguía tradiciones de hombres contrarias a la voluntad del Padre; y viendo el hecho de que Yeshúa participara de esta festividad y anunciara en ella no solamente que era el Mesías, sino que era el Pastor de Israel, nos da la seguridad de que hay algo importante para mantener la celebración. Se evidencia una enseñanza muy importante que Yeshúa quiere que tengamos en mente en todas las generaciones.
Recordemos que Januká significa dedicación. Esta celebración recuerda la profanación del Templo por Antíoco Epifanes cuatro siglos antes de nuestra Era Común, pero dicha profanación se volverá a repetir cuando el Anti-Mesías se levante y profane en el futuro el Templo reconstruido de Jerusalén.
Entonces, ¿tenemos una razón nosotros hoy para celebrar Januká y re-dedicar nuestro Templo?
Nosotros tenemos mas de un motivo para re-dedicar nuestra vida y nuestra casa al Abba nuestro. Nosotros mismos hemos estado por años bajo la misma esclavitud del maligno, que nos llevo a profanar lo sagrado, aun sin darnos cuenta.
Pensemos sinceramente frente a la Verdad de estas preguntas:
- ¿Que hicimos con el día de reposo? ¿No aprendimos de los llamados «Padres de la Iglesia» a profanarlo?
- ¿El cambio del día para honrar al ídolo del sol no es una profanación aun mayor que la misma prohibición de celebrarlo?
- Sé que aun muchos están ciegos…. ¿Pero qué de aquellos que ya tienen sus ojos abiertos por el Padre y continúan reuniéndose en lugares que profanan el día de reposo por temor a sus «Antíocos» de turno?
- Nos obligaron a aprender que las Fiestas del Padre estaban abolida, y tristemente lo creímos. Finalmente estábamos ciegos… Pero hoy, ¿estamos celebrando correctamente los días señalados? o ¿tenemos aun temor de afirmar públicamente nuestra obediencia al Eterno y no a Roma?
- Si ya sabes que la Torah son las enseñanzas del Todopoderoso de Israel y son palabras para siempre, te sientes en la capacidad y la fortaleza de proclamarlo aunque te lancen fuera de las congregaciones que proclaman que la Torah es maldición?
- ¿Estás aun contaminando Su Templo, es decir tu cuerpo que hoy es Templo del Espíritu Santo, con comidas inmundas , solo porque te dijeron que «hoy estas bajo la gracia», sin entender lo que el concepto verdaderamente significa?
- ¿Anhelas regresar a las costumbres de Israel, el pueblo escogido del Eterno, pero temes que tus «Antíocos» te llamen judaizante?
En la Januká, y durante ocho días se encienden ocho velas con la ayuda de la Luz del medio conocida como Shamash (El siervo), símbolo de nuestro Yeshúa.
Según la tradición judía, la vela representa la llama del alma, la fuerza vital de un ser humano. Como comentó un gran sabio:
“Mientras la vela sigue encendida, es posible rectificar y arreglar.”
Esto recuerda a un israelita que una pequeña vela puede permanecer maravillosamente encendida y triunfar más allá de las expectativas naturales.
Januká, es la Fiesta de la Dedicación, y es un tiempo para re-dedicar nuestra vida al Creador, recordando siempre que nuestro corazón es ese Altar, en el que presentamos nuestra vida cotidianamente como sacrificio vivo, santo, agradable a Elohim.
Pero Januká también es un momento de gratitud, de allí que se acostumbra a recitar el Hallel durante los ocho días de la Fiesta. Es difícil tener gratitud en tiempos tan difíciles que nos ha tocado vivir. Sin embargo, si nuestra vela sigue encendida y estamos sanos y salvos, hay mucho que agradecer.
¡Januká es un buen tiempo para la reflexión y la dedicación! …..
Es un tiempo oportuno para volver a separar en nosotros lo preciosos de lo vil, renunciando a la infiltración pagana en nuestro pueblos y nuestras comunidades de capacitación. Son días para aceptar y reconocer que nuestras vidas y nuestros hogares están aún llenos del paganismo romano y la herencia griega.
Mis amigos, el Eterno y TodoPoderoso Abba nuestro nos esta llamando de regreso a casa. ¡Y sé que has escuchado Su llamado, pero como en la época de los Macabeos este es un proceso de valientes!