Torah

El don del habla… (Lo que tienen en común la burra de Balaam y las minorías sub-representadas)

Por Adina Gerver.

La extraña historia de Balaam , su burra parlante y las bendiciones que otorgó a Israel se narra en Parashá Balak.

Después de que los israelitas se defendieron con éxito de los atacantes amorreos, el rey moabita Balac le pidió a Balaam que maldijera a los israelitas para debilitarlos. Luego de varias rondas de negociaciones con los representantes de Balac y con Dios, Balaam aceptó el cargo de Balac con la condición de que solo dijera lo que Dios le dijera.

En el camino, la burra de Balaam de repente se desvió del camino, presionó el pie de Balaam contra una pared junto al camino y, finalmente, simplemente se sentó en medio del camino. Después de cada incidente, Balaam golpeaba a su burra, sin ver al ángel de Dios que había bloqueado el camino del animal.

Después de la tercera paliza, Dios “abrió la boca de la burra” y esta le preguntó a Balaam: “¿Qué te he hecho que me has golpeado estas tres veces?” Entonces Dios le reveló el ángel a Balaam, y el ángel reprendió a Balaam, quien admitió su error. Bilaam luego continuó hacia Moab, donde, para disgusto de Balac, bendijo repetidamente a los israelitas en lugar de maldecirlos.

¿Por qué la burra parlante? La historia no habría sido sustancialmente diferente sin él y, al leerlo por primera vez, es difícil ver lo que agrega. Esta burra parlante anómala no escapó a los comentaristas judíos. La Midrash Números Rabá (20:14) explica que Dios “cerró la boca del animal [todos los animales], porque si hablaba, [la gente] no podía sujetarla ni pararse sobre ella. Porque este [burro] era la más estúpida de las criaturas y este [Bilaam] era el más sabio de los sabios, y tan pronto como ella habló, él no pudo pararse frente a ella”.

La subyugación, desde el punto de vista rabínico, es posible simplemente por la incapacidad de hablar. La repentina y sorprendente voz de la burra en esta historia cambia la dinámica del poder, dejando a Balaam impotente frente a su nueva autoridad.

El habla es una expresión profunda de poder, y su negación, un medio paralizante de opresión, en todo el mundo. Muchos gobiernos autoritarios imponen una censura estricta de los medios de comunicación, evitando que la corrupción y los abusos de los derechos humanos se expongan al público.

En Somalia, a los periodistas no se les permite entrevistar a funcionarios del gobierno y están fuertemente censurados. Dos periodistas allí fueron brutalmente golpeados recientemente por milicianos. Incluso la garantía por escrito de un gobierno de protección de la libertad de expresión no es garantía de la libertad de expresión.

En Pakistán, cuya constitución de 1973 garantiza la libertad de expresión y expresión, trece periodistas fueron asesinados y cuarenta más fueron secuestrados o arrestados en 2008, mientras que los medios que no se autocensuraban sufrieron ataques como represalia. Además de silenciar a los medios, los regímenes represivos también silencian las voces de los disidentes de manera flagrante y, a veces, violenta.

Incluso en las democracias, las voces de las minorías étnicas, las minorías sexuales, los pobres y muchas otras poblaciones marginadas están muy poco representadas en muchas sociedades. Este silencio se traduce en una falta de poder que muchas veces conduce a la falta de acceso a los servicios sociales básicos y, en ocasiones, incluso a la violación de los derechos humanos. Muchas ONG trabajan con estas poblaciones para ayudarlas a hacer oír su voz.

CACTUS (“Centro para Trabajar Juntos para el Apoyo Comunitario”), un beneficiario de AJWS, trabaja con comunidades rurales e indígenas en la región Mixteca en Oaxaca, México. En 2006, la comunidad experimentó violentas represiones policiales contra los manifestantes que protestaban por los derechos de los indígenas y el fin de la corrupción gubernamental. La censura y el control de las actividades de las ONG hicieron que la comunidad se sintiera impotente.

En respuesta, CACTUS comenzó a empoderar a la población local para denunciar la injusticia. En uno de sus proyectos, facilita una estación de radio, Radio Rabiosa (“Rabid Radio”), que está dirigida en su totalidad por adolescentes. Los jóvenes utilizan Radio Rabiosa para compartir música y cultura, así como información sobre movimientos de protesta social. Bety Cariño, directora ejecutiva de CACTUS, expresó la importancia de dar voz a estos jóvenes: “Los programas de radio son las voces de la comunidad”, dice. “Nunca nos invitaron a hablar , nunca tuvimos la oportunidad de articular quiénes somos. Esto rompe el silencio ”.

El libro de Proverbios nos enseña que el habla es un don dado gratuitamente por Dios:

Una persona puede ordenar sus pensamientos, pero su habilidad para expresarlos en lenguaje viene del Señor” 
(Proverbios 16:1). 

Trabajemos para que las voces de los pobres y marginados no queden silenciadas, y que el poder de la palabra, don de Dios, se vuelva plenamente accesible como herramienta de bendición y justicia para todos.

Este comentario se proporciona mediante un acuerdo especial con American Jewish World Service. 

¿Qué es el «Bautismo por los Muertos» según la cosmovisión paulina?

P.A. David Nesher

De no ser así, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos? Si de ninguna manera los muertos resucitan, ¿por qué, entonces, se bautizan por ellos?

(1 Corintios 15: 29)

Ciudad de Corinto (Grecia, siglo I E.C.)… Una creciente comunidad de discípulos del yugo de Yeshúa crecía en forma sorprendente en esa ciudad. Entre los miembros de la Kehilah (Asamblea) de Corinto se estaban manifestando algunos miembros que negaban la doctrina de la resurrección de los muertos, por eso el apóstol Pablo les escribe una epístola con el objetivo de afirmar la certeza de que sí habrá resurrección:

Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?
(1 Corintios 15:12)

Ahora bien, en medio de una larga y detallada exposición acerca de la resurrección de los muertos (ver 1 Corintios cap. 15), el apóstol Pablo hace una declaración que hoy deja confundidos a muchos investigadores:

«De no ser así, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos? Si de ninguna manera los muertos resucitan, ¿por qué, entonces, se bautizan por ellos?

¿Qué?… ¿Cómo?… En medio de un capítulo lleno de buenos y claros argumentos, salta este versículo a la vista del estudiante que comienza a hacerse muchas preguntas. Convengamos que es cierto que la asamblea de Corinto habían algunas prácticas desagradables, pero bautizarse por los muertos es ya un hecho muy extraño, incluso para ellos. Pablo lo menciona de pasada, dejándonos perplejos y sin seguridad de lo que está pasando en Corinto. ¿Es esta una práctica que debería realizarse hoy día en la iglesia? Pablo no la condena. ¿Qué deberíamos pensar entonces?

Bien, primeramente vamos a convenir en que la abrupta mención del apóstol del bautismo por los muertos no nos da mucha información. Por ello, no es de maravillarse que los académicos del cristianismo estimen que se han propuesto más de 200 teorías diferentes. Pero ¿realmente el apóstol Pablo tocaría un tema que las comunidades no entenderían, dejando por lo tanto una puerta abierta para la libre interpretación y el error de la herejía? Pues claramente la respuesta a esto es un rotundo NO; Pablo (como cualquiera de los otros apóstoles) jamás causarían una oportunidad para apostatar. Por el contrario, el hecho de que no se deje explicación alguna en el discurso de dicha epístola, se debe a que las comunidades del primer siglo estudiaban la Torah sujetos a la Sabiduría de las distintas midrashim (enseñanzas) que desde Moshé (Moisés) se venían dando de generación en generación. Por eso, para comprender el planteo de Pablo sobre el «bautismo de los muertos», debemos indagar desde la sana doctrina que ellos recibían al estudiar el ciclo de parashot (porciones) de la Torah; y justamente la porción que contiene la explicación exacta es Jukat.

¿Qué significa el estatuto (juk) de la Pará Adumá (Vaca Roja)?

Seguramente, al estudiar la parashá (sección) Jukat, te habrás dado cuenta que es una de las más enigmáticas de todas las que encontramos en el Ciclo de estudios de la Torah. En ella leemos de algunas cosas que no parecen tan entendibles cuando consideramos la narración con lentes superficiales. ¿Por qué una serpiente de bronce? ¿Por qué el castigo contra Moshé y Aarón es tan severo? ¿Qué significa el estatuto de la vaca roja? ¿Es esto alguna “fórmula mágica” para hacer desaparecer la impureza? ¿En qué sentido el contacto con cadáveres impurificaba a los creyentes? ¿Es pecado estar impuro? ¿Por qué una vaca roja? Todas estas preguntas fluyen en la mente de cualquier investigador sincero cuando llega a esta sección (parashá) y en su mesa de estudios comienza a meditar profundamente en estos temas.

En su inmensa mayoría (y algunos eruditos dirán que en su totalidad) los conceptos de impureza ritual están relacionados con contacto literal o simbólico con muerte o abandono de vida. Ya hemos estudiado en parashot anteriores como el contacto con salida de vida o con muerte, incluso simbólicamente, causaba impureza ritual. En ese mismo contexto, debemos entender el estatuto de la Pará Adumá (vaca roja): dentro de la esfera de la impureza ceremonial relevante cuando hay un Templo en pie y que conlleva la presencia manifiesta del Eterno en dicho lugar.

La impureza causada por un cadáver es llamada por los jajamim (Sabios) “Padre de padres de impureza”. Eso significa que es la mayor fuente de impureza por su cantidad de días, transmisión y por el proceso necesario para eliminarla. Como ya lo hemos visto, la presencia de Yah que habitaba en el Templo tenía una intensidad muy grande. La muerte y sus rastros no tienen lugar en la Presencia del Dios vivo redentor de Israel; lo inmortal, puro y trascendente no puede morar con lo mortal o impuro. Si el Mishkán (o más tarde el Beit Hamikdash) no era expiado siguiendo los procesos de purificación, la presencia de YHVH terminaría por irse.

Para el caso especifico de la impurificación por muerto, podemos descubrir que los componentes de la vaca alazana aluden a vida, incorruptibilidad y preservación. Es decir, la “cura” para la impureza ritual causada por la muerte es precisamente formada por aspectos llenos de vida, literal y simbólicamente.

Leemos por ejemplo en la Torah mismsa:

Di a los hijos de Israel que te traigan una vaca alazana, perfecta, en la cual no haya falta, sobre la cual no se haya puesto yugo;”
(Números 19:2)

La primer pregunta lógica es: ¿Por qué una vaca roja? La respuesta más plausible es que el color de la vaca alude a la sangre. La sangre es donde el nefesh (es decir: la vida, el alma animal, la fuerza de vida que habita tanto en hombres como animales), reside y fluya, tal como está escrito:

«Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.»
(Levítico 17:11).

A parte de su color, la vaca tenía que tener dos características adicionales:

  • No tener falta, y
  • no haber recibido yugo.

No tener falta alude a no tener defecto, la muerte es el peor de los males y el principal defecto de nuestro mundo actual. La vida por otro lado es el mejor don. La muerte puede ser asimilada a un yugo que todos debemos de cargar, desde el primer pecado cometido en el mundo. Todos heredamos este yugo y cargamos con nuestra naturaleza mortal, tal como está escrito:

«Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron
(Romanos 5:12).

«Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.»
(1 Corintios 15:49)

El color, su falta de yugo, y su falta de tacha, alude a vida e incorrupción. Como podemos notar, las tres características de la vaca alazana aluden a vida, algo que debemos de esperar pues las impurezas tienen que ver con muerte y la purificación tiene que ver con vida.

Si seguimos considerando los detalles del ritual, encontraremos más alusiones a vida e incorruptibilidad. Leemos en la Torah:

«Luego tomará el sacerdote madera de cedro, e hisopo, y escarlata, y lo echará en medio del fuego en que arde la vaca.» (19:6).

Los tres elementos que se mencionan tienen que ver con vida y purificación.

  • La madera de cedro es un elemento que se preserva mucho en el tiempo, dicha madera es considerada como muy duradera y como tal, es una alusión a lo imperecedero.
  • El hisopo es símbolo de purificación, limpieza y conlleva la connotación de preservación de salud y vida.
  • El escarlata tiene el color rojo que alude a la sangre, donde se encuentra la vida (Nefesh).

Vemos como nuevamente, encontramos poderosas alusiones a la vida en los detalles de las aguas de la vaca roja. Si añadimos que la vaca roja es el único caso en el que la sangre no se derrama o se esparce, sino que es incluida en la quema del animal, la alusión a contenido de vida, es inequívoca.

Jukat contra el postrer enemigo: la muerte.

Con todo este contenido simbólico, debemos aceptar que el Eterno estaba dando un gran mensaje en todo lo que tenía que ver con las impurezas: la muerte no es ideal y Yahvéh está en el proceso de terminar con ella; la muerte es el “último enemigo” a ser vencido por el Eterno a través de Su Mashiaj (Ungido). En otras palabras, nuestro mundo mortal en el que vivimos no es el ideal, el pecado y la muerte son nuestros verdaderos y máximos enemigos. El Eterno finalmente vencerá a la muerte, Él lo hará pues es el Elohim de la vida, no de los muertos, tal como lo afirmara en Su enseñanza nuestro Maestro y Dueño (Marcos 12:27).

Este mundo era perfecto en un inicio pero el pecado, y su fruto la muerte, estropearon el diseño original de la Intención divina. Sin embargo, todo el sistema ritual y simbólico de las impurezas y expiaciones del Mishkán (Tabernáculo) y el Beit Hamikdash (Templo) donde el contacto con muerte o abandono de vida, es visto como un problema a ser cubierto, habla poderosamente sobre la intención de Yahvéh de acabar con la muerte y el pecado para siempre, tal como lo dejó escrito en el oráculo del profeta Isaías:

«Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará El Eterno el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque El Eterno lo ha dicho. Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es El Eterno a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación.»
(Isaías 25:8-9)

Así también lo afirmaba el apóstol Pablo:

«Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?»
(1 Corintios 15:54-55).

Ahora bien, podemos entender que antes que los profetas y los apóstoles enseñaran la doctrina de la resurrección de la carne, la victoria final sobre el pecado y la muerte y todo lo relacionado con ello, el Eterno lo había enseñado en su bendita Torah (Instrucción) por medio del sistema de purificación del Mishkan, y particularmente con el estatuto de la Pará Adumá.

¡Que Elohim más poderoso y sabio! ¡El finalmente triunfará sobre la muerte y nosotros estaremos ahí para disfrutar de su reino!

Jukat y la Resurrección como pilar de la Fe.

Estudiando de este modo la Torah logramos comprender que la resurrección es uno de los pilares de la emunáh (fe o certeza) de Avraham. El gran Maimónides la calificó como uno de los trece principios de fe enumerados puesto que es el que da sentido a toda la existencia actual del Pueblo del Eterno.

El escritor de Hebreos consideró la resurrección de los muertos, una de las doctrinas básicas de la fe que se estudiaba en las casas de las comunidades del primer siglo:

«Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.» (Hebreos 6:1-2).

Así es este asunto, para los discípulos de Yeshúa, en el primer siglo de nuestra Era Común, la realidad de la resurrección era aún más clara y certera que para nuestros ancestros. ¡Ellos sabían que el Eterno no solamente derrotará a la muerte sino que la manifestación de dicha promesa profética ha comenzado ya a través de la Victoria de Yeshúa El Mesías, el primogénito de entre los muertos, quien fue levantado de la tumba al tercer día sin ver corrupción (Salmo 16:10). Él fue elevado desde el Sheol como primicias de la resurrección final, tal como se nos dice:

«Más ahora El Mesías ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.»
(1 Corintios 15:20).

Si recorremos el proceso ceremonial de la vaca roja, vemos que la purificación de la muerte ocurría con rociamientos en dos etapas: la primera al tercer día, y la segunda, al séptimo (Números 19:12).

Entonces aprendemos que la purificación ritual por causa de muerto no era obtenida con una sola aspersión sino en dos etapas. De ese mismo modo, la purificación total de la muerte, esto es la resurrección de la humanidad, ha seguido un orden de etapas y no ha sido realizada en un solo evento.

Sabemos que el Mashiaj Yeshúa resucitó de los muertos, al tercer día de su muerte, como primogénito de entre los muertos. Entonces, también aceptamos por fe en dicha victoria mesiánica que la humanidad tendrá una resurrección al séptimo milenio desde que el Adam HaRishón (primer Adán), padre de todos, pecó y murió, tal como se nos dice:

«Pero cada uno en su debido orden: El Mesías, las primicias; luego los que son del Mesías, en su venida.«
(1 Corintios 15:23)

Captando dicho sentido escatológico, notamos que hay una alusión a estas etapas de resurrección en el proceso de aspersión de la vaca roja.

El Eterno ya comenzó Su victoria sobre la muerte, realizando la resurrección de los muertos, que ha irrumpido en nuestro mundo primeramente con Yeshua HaMashiaj, nuestro Dueño y Maestro. Pero aún queda la segunda etapa: la resurrección de toda la humanidad.

Jukat y el Bautismo por los Muertos.

Entonces, en Israel, la creencia en la resurrección de los muertos es un axioma. Por ello, es reflejada en el cuidado y en la honra que se le da un cadáver. En el judaísmo existe un profundo respeto por un cadáver y se considera un gran mandamiento dar honra a un ser querido que nos deja; todo lo que se hace, se ejecuta para dar honra al difunto. El cuerpo, es tratado con mucho valor pues será unido nuevamente al alma en la resurrección.

Es por causa de esto que una de las costumbres más emblemáticas consiste en la formación de lo que se denomina «Jevra Kadisha«, que significa «la hermandad santa» (o también «La sociedad santa«). Esta era un conjunto de personas voluntarias que se encargan de todos los asuntos que tienen que ver con el cuerpo: cuidar de él, encargarse que nunca esté solo, leer salmos cerca del féretro, etc.

Con esta tradición ancestral en nuestra mente, atrevámonos a mirar pues este asunto colocándonos los lentes de la cosmovisión judía que los discípulos del primer siglo sostenían.

Según la costumbre funeraria judía, un cadáver se preparaba para su entierro con un lavado ceremonial del cuerpo; como ejemplo de esto, en el libro de los Hechos de los apóstoles leemos que cuando Tabita murió, la comunidad de creyentes lavó su cuerpo (Hechos 9:37). La mentalidad judía, en la fe de Avraham, consideraba (y considera aún) un gran honor estar entre los que cuidan a los muertos de esta manera. El lavado ritual del cuerpo expresaba la fe que se enfoca en la resurrección de los muertos en la Era Mesiánica. Es decir, que es una preparación para la resurrección.

Ahora bien, conviene aquí agregar que quienes realizan el lavado ritual del difunto («Jevra Kadisha«) también se sumergen, una vez antes de atender al difunto y luego nuevamente después de completar la ceremonia. Cada uno de los oficiantes de esta ceremonia sabe que el contacto con el muerto provoca la impureza por causa de la contaminación del cadáver, por eso, al final, los que terminan de cuidar del cuerpo vuelven a hacer Tevilah de purificación simbólica por haber tenido el placer de haber cuidado a alguien y cubrirlo para su resurrección.

Así es como nos encontramos con que la Torah revela que tocar un cadáver hace que una persona sea ritualmente impura. Para ser limpiado, dicha alma humana necesitaba ser rociada con cenizas de la Padá Adumah (vaca roja). Después de completar el proceso de purificación de siete días, la persona contaminada se sumergía en una mikveh de agua viva, realizando pues una tevilah (un bautismo) de purificación. En tiempos del Templo, las cenizas de la vaca roja eran rociadas sobre ellos cuando asistían a las temporadas de fiesta, puesto que al tener contacto con un muerto, se adquiere impureza ritual.

Las cenizas de la vaca roja no habrían sido aplicadas a las personas que vivían fuera de la tierra de Israel, pero los creyentes de Corinto aún habrían pasado por la inmersión prescrita en una mikvé antes y después de atender a un cadáver. Todos estos rituales únicamente tienen sentido, si y solo si, habrá un resurrección. Si no hay resurrección, y el cuerpo es simplemente el remanente de algo que nunca más será, el ritual es completamente vano.

Este contexto litúrgico de Israel es lo que ayuda a explicar el tan difícil pasaje de la carta de Pablo a los Corintios, en la que mientras defendía la esperanza en una resurrección literal de entre los muertos, Pablo escribió: “[Si los muertos no resucitan] ¿qué harán los que se bautizan por los muertos? Si los muertos no resucitan en absoluto, ¿por qué, pues, se bautizan por ellos? (1 Corintios 15:29). Este extraño versículo ha molestado a lectores y estudiantes de la Biblia durante mucho tiempo simplemente por desconocer el contexto mental de los que leían la epístola paulina.

El apóstol Pablo, al escribir su epístola a los creyentes de Corinto, está teniendo en su mente toda esta ceremonia y es así como pregunta retóricamente: «Si los muertos no resucitan en absoluto, ¿por qué, pues, se bautizan por ellos?» (1 Corintios 15:29). En otras palabras, si los muertos no resucitan, ¿por qué practicar el lavado ritual del cuerpo, que requiere que la persona que realiza el lavado se sumerja? ¿Por qué preocuparse de dar honor ceremonial al cadáver si los muertos no resucitan?

Lamentablemente, el versículo ha sido malinterpretado por los teólogos cristianos debido a su obstinada desconexión con el judaísmo a la que la comunidad gentil creyente en Yeshúa fue sometida históricamente. En otras palabras, el apóstol Pablo no está haciendo referencia a personas haciendo Tevilah (bautismo) de conversión y fe en Yeshúa, prestándoles sus cuerpos al espíritu de personas ya fallecidas. Todo lo contrario, el apóstol está enseñando sobre la resurrección tomando como referencia a la purificación ritual que realizaban las personas que entraban en contacto con un cadáver luego de cuidarlo y lavarlo para su funeral. En los días de Pablo, el Templo de Jerusalén aún estaba en pleno propósito de avodá (adoración), por lo tanto, dichas personas también debían de ser rociadas con las cenizas de la vaca roja para poder acceder nuevamente al Templo, sin impureza ceremonial, apenas tuvieran la ocasión de peregrinar a la ciudad de David.

Entonces, y para que quede bien claro, el apóstol no está hablando de inmersiones en representación de un muerto, sino en inmersiones por causa de contacto con un muerto cuya memoria se guarda en la certeza de volverlo a ver en la resurrección en el día postrero. Parafraseando lo que Pablo está enseñando aquí, podríamos llevarlo a algo así: «Si los muertos no resucitan,… ¿entonces cuál es el sentido de cuidar a los cuerpos tanto y llegar a impurificarse ritualmente por ellos? ¿Qué necesidad hay de hacer inmersión por causa de ellos? Si los muertos no resucitan ¿para qué tanta molestia? Si los muertos no resucitan ¿Por qué está prescrita en la Torah una purificación por contacto? Si la muerte es un estado normal y seguirá siendo así ¿Por qué purificarse de ella? ¿No es esto muestra de que la muerte dejará de ser un día? ¿No es esto muestra de la resurrección de los muertos?«.

El apóstol, fiel a su llamado, está exhortando a los creyentes más débiles a reflexionar. Si no hay resurrección, entonces la vida debería vivirse buscando los placeres pasajeros y no del servicio al Eterno por medio del Mesías. Sin embargo, como Pablo ya argumentó, el Mesías fue resucitado, y los creyentes pueden confiar en que ellos también resucitarán. Si dudamos de la resurrección, si vivimos inconsistentemente con respecto a ella, si vivimos como si esta vida fuera todo lo que tenemos, entonces Pablo exhorta a los corintios, y a nosotros, a no dejarnos engañar 

Los muertos resucitarán, y los rituales de limpieza de la contaminación de los cadáveres dan testimonio de esa resurrección venidera. En ese día, seremos limpiados de la impureza ritual de nuestros cuerpos mortales moribundos. Seremos resucitados incorruptibles y puros como nuestro justo Mesías:

Aún no se ha manifestado lo que seremos. sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él
(1 Juan 3:2)

Con todas estas consideraciones, debemos aceptar que cuando restauramos el contexto de los Escritos Mesiánicos (Nuevo Testamento), el significado se hace obvio para nuestras mentes y cobra bastante sentido para el propósito de nuestra misión apostólica. El Eterno nos ha otorgado todas las pistas en su Palabra. Él ha dado suficiente evidencia para que estemos seguros de nuestra victoria final sobre la muerte. Dicha victoria se ha logrado ya, por medio de nuestro Señor y Maestro. ¡La tumba no pudo contenerlo y la corrupción vencerlo, y tampoco nos vencerá eternamente a nosotros!… ¡Aleluyah!



Los Tres Oficios del Mesías


Dios lo exaltó hasta lo sumo, y le otorgó el Nombre que es sobre todo Nombre

(Filipenses 2: 9)

La vara del Sumo Sacerdote Aharón que floreció, es una clara alusión profética que apunta a Yeshúa, el Renuevo Justo que resucitó y al que se le ha dado la autoridad del nombre inefable tal como lo cantaban las primeras comunidades de discípulos en el cántico que el apóstol Pablo cita en su carta a los filipenses:

Dios lo exaltó hasta lo sumo, y le otorgó un nombre que es sobre todo nombre
(Filipenses 2:9).

¡Amén!… ¡Él es el Sumo Sacerdote en el Templo celestial!… ¡El Sumo Sacerdote del Orden de Melquisedec, sentado a la diestra del Eterno!

El Eterno ordenó a Moshé que mantuviera la vara de Aarón delante del arca para que se guardara como una señal para las generaciones futuras. Al venir a los Escritos Mesiánicos, leemos que el escritor del libro de Hebreos señala que Moshé guardaba tres cosas dentro del arca:

Una vasija de oro que contenía el maná, y la vara de Aarón que reverdecía, y las tablas del Pacto
(Hebreos 9:4).

Debemos aquí entender y captar que cada uno de estos tres elemento alude a uno de los tres oficios del Mesías:

  • Profeta,
  • Sacerdote y
  • Rey.

Ahora veamos esto en la vida de nuestro Maestro y Dueño Yeshúa:

  • En Su primera venida, Yeshúa vino principalmente en el papel de profeta.
  • Después de su resurrección y ascensión, Yeshúa asumió su papel como nuestro Sumo Sacerdote celestial.
  • Cuando regrese, en su Segunda Venida, reinará en Sión como Rey.

El maná simboliza Su papel como profeta, como dice: “[Él] os alimentó con maná… para daros a entender que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del SEÑOR” (Deuteronomio 8:3). Teniendo en cuenta esto fue que Yeshúa dijo: “Yo soy el pan que descendió del cielo” (Juan 6:41).

La vara de Aharón que reverdeció simboliza su resurrección y ministerio sacerdotal, sentado a la diestra del Padre.

Las tablas del pacto simbolizan Su papel como rey – legislador. En la Era Mesiánica, todas las naciones estarán sujetas al Mesías Rey, y la Torah saldrá de Sion (ver Miqueas 4:2).

Moshé y los hijos de Israel mantuvieron la vara de Aharón en el arca como testimonio de la elección de Yahvéh de la casa de Aharón. Según la leyenda judía, “Todos los reyes tenían el mismo bastón en la mano hasta que el Templo fue destruido, y luego fue escondido. Ese mismo bastón también está destinado a ser sostenido en la mano del Rey Mesías”. ( Números Rabá 18:23).

Esa misma vara también está destinada a ser sostenida en la mano del Rey Mesías (que venga pronto en nuestros días), como dice [en el Salmo 110:2]:

Yahvéh extenderá desde Sión tu fuerte cetro, diciendo: ‘Gobierna en medio de tus enemigos.’”
(Números Rabá 18:23)

En verdad, hay una infinidad de cosas para decir acerca de los tres oficios del Mesías, esta bitácora sólo ha sido una pincelada de Su obra gloriosa. Es que la historia de la Salvación es, sin duda alguna, cautivante y muy profunda en cada uno de sus código de Luz. Pero les solicito que no nos pese ver el Plan Redentor en términos humanos, sino que los invito a alegrarnos de tener una Salvación tan grande, y un Redentor tan asombroso.

¡ALELUYAH!


Bitácora Relacionada:

Leer: El Sumo Sacerdote entronizado como Rey

El Sumo Sacerdote entronizado como Rey

P.A. David Nesher

Pero el Señor le dijo a Moisés:
Vuelve a poner la vara de Aarón delante del testimonio para que se mantenga como una señal contra los rebeldes, para que hagas cesar sus murmuraciones contra mí, para que no mueran”.

(Números 17:10)

En esta semana, estudiando la parasha Koraj, hemos visto como Moshé y los Benei Israel («Hijos de Israel») mantuvieron la vara del Sumo Sacerdote Aharón en el arca como testimonio de la elección que hizo el Eterno de la casa de Aharón. Sin embargo, según distintas midrashim judías, “todos los reyes tenían el mismo bastón en la mano hasta que el Templo fue destruido, y luego fue escondido. Ese mismo bastón también está destinado a ser sostenido en la mano del Rey Mesías.” ( Números Rabá 18:23)

También citaré lo que dice un midrash titulado «El CETRO DEL MASHIAJ»:

«El bastón con el que Jacob cruzó el Jordán es idéntico al que Judá dio a su nuera Tamar (Gn. 32:10, 38:18). También es la vara sagrada con la que trabajó Moisés (Éxodo 4:20, 21), con la que Aarón hizo maravillas ante el Faraón (Éxodo 7:10) y con la que, finalmente, David mató al gigante Goliat (I Sam. 17:40). David lo dejó a sus descendientes, y los reyes davídicos lo utilizaron como cetro hasta la destrucción del Templo, cuando desapareció milagrosamente. Cuando venga el Mesías se le dará como cetro en señal de su autoridad sobre los paganos

(Midrash Rabbah – sobre el Salmo 110, según la traducción de la Enciclopedia Judía)

Ahora bien, las Sagradas Escrituras (o Biblia) nunca menciona a ninguno de los reyes de Judá empuñando el bastón del Sumo Sacerdote Aharón. El hecho de que los reyes empuñaran el bastón sacerdotal parecería desdibujar los roles distintivos de la monarquía y el sacerdocio. Sin embargo, la vara de Aharón simbolizaba la elección de Yah de un hombre para el cargo.

Por ello es que los reyes de Israel, al tomar posesión de su cargo, exhibian el bastón de Aharón como parte de su esfuerzo por probar su designación divina al Trono de David. Esto se hacía con el fin de evitar la manifestación de gruñones o rebeldes que se opusieran al ascenso al trono del nuevo rey. Así pues, al ver la vara de Aharón y recordar lo que el Eterno hace con los gruñones, rebeldes y sediciosos, sus conciencias los conducían a refrenar pensamiento y lengua de toda negatividad. Después de todo, el bastón debía ser “guardado como una señal contra los rebeldes, para que pusieras fin a sus murmuraciones”. (Números 17:10.) Por lo tanto, es razonable comprender para qué los reyes de Judá tomaban el bastón de Aarón en la mano como uno de sus rituales de coronación.

En la cita del Midrash Rabbah leíamos cómo los Sabios aseguraban que cuando venga el Mesías, la vara de Aarón será puesta en Su mano. Como texto de prueba, cita un versículo del Salmo 110, el más citado por los apóstoles cuando enseñaban sobre Yeshúa.

Por esto último, nosotros, los primogénitos del Monte Santo, creemos y declaramos que ese mismo bastón también está destinado a ser sostenido en la mano del Rey Mesías (que venga pronto en nuestros días), como dice [en el Salmo 110:2]: “El Señor extenderá desde Sión tu poderoso cetro, diciendo: ‘Gobierna en medio de tus enemigos.’” (Números Rabá 18:23)

Moshé, en su rol mesiánico, fue profeta y rey. Aharón era el Sumo Sacerdote. Cuando Yeshúa regrese, vendrá como rey, pero también como profeta y sacerdote. En ese sentido Él, en Su persona y propósito misional une la monarquía y el sacerdocio y es digno de empuñar el bastón de Aharón. En Yeshúa, los dos oficios de rey y sacerdote están reconciliados.

¡Aleluyah!… ¡Que Él venga pronto en nuestros días!


Bitácora Relacionada:
Los Tres Oficios del Mesías

Claves para dividir una Congregación de santos (la rebelión de Coré)

Por P.A. David Nesher

Coré hijo de Izhar, hijo de Coat, hijo de Leví; y Datán, y Abiram hijos de Eliab, y On hijo de Pelet, de los hijos de Rubén, tomaron gente y se levantaron contra Moisés con doscientos cincuenta varones de los hijos de Israel, príncipes de la congregación, de los del consejo, varones de hombre. Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué pues os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová? Cuando oyó esto Moisés se postró sobre su rostro.”

Bamidbar/Números 16: 1-4


Si estás buscando una forma eficiente de dividir una congregación (esa en la que el Eterno te colocó para capacitarte en el servicio) y deseas de este modo dañar el Reino de los Cielos, generando cortocircuitos para que el Sitrá Ajrá (el Lado Oscuro) tenga autoridad para obrar en el mundo, te aconsejo que prestes mucha atención a las claves que otorga la historia de Coré (hebreo: Koraj).

A diferencia de ocasiones anteriores en las que el pueblo de Israel se quejó de problemas específicos, como falta de alimento o de agua, o de la necesidad un ‘dios’ que tomara el lugar de Moshé como intermediario entre el Eterno e Israel, en esta parasháh (porción) denominada Koraj, nos encontramos con una rebelión abierta, un intento de desplazar a Moshé y Aharón como líderes nación.

De acuerdo al relato de lo que estudiamos esta semana, Koraj tenía una queja contra Moshé y Aharón. Vale decir que así como Moshé y Aharón, era de la tribu de Leví, Koraj era también levita, por lo que también estaban emparentados.

De acuerdo a las Sagradas Escrituras Koraj se molestó con Moshé por nombrar a Aharón y a sus hijos al sacerdocio, haciendo del resto de los levitas simplemente sus sirvientes. Este varón, lleno de envidia y odio, sintió que Moshé estaba abusando de su posición de liderazgo cayendo en el nepotismo al favorecer a su hermano Aharón. Koraj había visto las ventajas del sacerdocio en el modelo social de Mitzrayim (Egipto). Allí, los sacerdotes llegaban a la acumulación de grandes riquezas e influencia política, algo que Koraj traía en su corazón como un deseo obsesivo.

Por causa de esta percepción egotista y errónea, Koraj asumió que Moshé, Aharón y sus hijos, estaban tratando de convertir la kehunah (sacerdocio) que el Eterno había otorgado a Israel en una maquinaria política similar a los egipcios, y a él lo estaban dejando afuera.

Koraj insistió en que todos los levitas deberían disfrutar de los privilegios y recompensas del sacerdocio, y que toda la asamblea de Israel era lo suficientemente santa para servir en el Mishkán (Tabernáculo). Tanto él, como sus compañeros sediciosos, no comprendieron que la ambición principal de Moshé y Aharón era solamente la avodáh (servicio) al Nombre de YHVH.

Lo cierto es que la actitud de Koraj es muy común entre los creyentes cristianos protestantes (evangélicos) de hoy que sienten en sus falsas certezas que solo deben rendir cuentas ante Dios. Por ello, es muy común encontrar en estos sustratos religiosos que muchos creyentes ven a las autoridades eclesiásticas con recelo y desconfianza, a tal punto que se niegan a someterse a los líderes de la congregación.

Este texto nos enseña que el Eterno es el que pone líderes espirituales SOBRE otros. No es lo mismo levantarse a sí mismo que ser levantado por YHVH. Moshé no había escogido la posición que tenía por encima del pueblo. El Eterno lo había puesto allí, al igual que Aharón. Así que, al criticar esas posiciones, no estaban criticando a los hombres, sino a Yahvéh que los había puesto allí.

Leyendo el relato del libro de Bamidbar (Números) vemos que Koraj difundió su espíritu de disidencia entre los compañeros de tribu. Así mismo, logró que 250 varones de renombre de las otras tribus también se contagiaran de este perversa manera de pensar y decidieran seguirlo también en esta sedición. Así también, a Koraj también se le unieron tres nobles improbables: Datán, Aviram y On de la tribu de Rubén. Ahora bien, ¿por qué los rubenitas se unirían a Koraj? ¿Qué tenía que ver la disputa levítica con ellos?

Sabemos por el estudio de la porción Bamidbar que Koraj y los rubenitas eran vecinos pues los campamentos de sus clanes y tribus eran colindantes. Koraj pertenecía a la familia levítica de Keat (Coat). Según los arreglos para los campamentos tribales, tanto los keatitas como los rubenitas acamparon en el lado sur del Tabernáculo (ver Números 2:10; 3:29).

Los Sabios explican que esta relación de vecino de al lado llevó a los rubenitas a participar en la insurrección. Los agravios iniciales de Koraj contra Moisés y Aarón no tenían nada que ver con los rubenitas, pero a través de conversaciones frecuentes y la manipulación sutil de ideas, Koraj pudo convencer a sus vecinos de sus argumentos y así logró atraerlos a su plan.

Existe proverbio oriental que dice: «Ay del impío, y ay de su prójimo«. Esta expresión se aplica perfectamente a Datán y Aviram, los vecinos de Koraj. Datán y Aviram no percibieron que eran vecinos de un hombre contencioso. Por eso fueron castigados con él y fueron barridos del mundo.

La historia de esta rebelión nos deja la enseñanza que toda contienda contra el liderazgo es contagiosa, y las personas contenciosas trabajan duro y obstinadamente para convencer a sus compañeros de que se unan a su causa. En la historia del cristianismo el denominador común siempre es el mismo; las rebeliones congregacionales a menudo comienzan en pequeños grupos de estudio, comités de proyectos especiales, o equipos de voluntarios donde un solo laico descontento puede publicar su queja contra el liderazgo, y conseguir simpatizantes.

Entonces, como discípulos de Yeshúa, debemos determinarnos a estar atentos, y tener mucho cuidado de no caer en la trampa de la sedición que siempre tiende la boca de los egotistas que pululan con sus complejos de inferioridad y envidia. El Espíritu Santo, desde la pluma del apóstol Pablo, nos advierte que ni siquiera escuchemos las acusaciones contra los líderes de la congregación «excepto sobre la base de dos o tres testigos» (1 Timoteo 5:19). Así mismo, el apóstol Pedro les dice a los jóvenes en las congregaciones que «estén sujetos a sus mayores» (1 Pedro 5:5). También el escritor del libro de Hebreos dice:

«Obedeced a vuestros pastores y sométanse a ellos, porque ellos velan por vuestras almas como quienes han de dar cuenta. Que hagan esto con alegría y no con tristeza, porque esto sería inútil para vosotros«
(Hebreos 13:17).

Generalmente, la insurrección congregacional comienza con una o dos personas privadas de sus derechos que tienen un agravio (real o imaginario) contra el liderazgo. Estas comienzan a compartir su queja con otros que intuyen, desde su corazón cainita, que los escucharán.

Por todo esto, apreciado hermano y/o hermana en el SEÑOR, le aconsejo que tenga cuidado al conceder un oído atento para que no se encuentre haciendo algo más que escuchar. Es necesario que esté perseverantemente capacitándote en la Instrucción divina para que puedas discernir y saber más cómo el diablo actúa a través de aquellos que se dicen creyentes (hasta con oficios ministeriales) pero que, en definitiva, son dirigidos por un espíritu de división que podemos denominar «el espíritu de Koraj».

Del SEÑOR es la unidad del Espíritu en la Kehilah (Efesios 4:3), la cual debemos con solicitud guardar, lo cual significa estar batallando constantemente en nuestra misión de ajim y ajot (hermanos y hermanas), cuidándonos y protegiéndonos unos a otros para elevarnos más en el servicio de unificar el Santo Nombre de Avinu (nuestro Padre).

Por el contrario, la labor del maligno es la contraria. Por eso, HaSatán, muchas veces, aprovechando una unidad aparente, basada en lo natural solamente (sentirse entre «amigos»), pretende a través de las personas que se prestan a sus maquinaciones llegar a conseguir el objetivo contrario al del Espíritu Santo: la destrucción del Cuerpo Sacerdotal llamado Israel. Lamentablemente, muchos llamados cristianos, a causa de su falta de rectitud de corazón, son usados por el diablo sin darse cuenta realmente de que eso es así.

Recuerda siempre la advertencia profética del Santo Espíritu:

«En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos. Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu Santo» 
(Judas 18-19)

 «…que Satanás no saque ventaja alguna sobre nosotros, pues no ignoramos sus maquinaciones» 
(2 Corintios 2:11)

Amados discípulos de Yeshúa, para ayudarnos en nuestra labor de ser guardadores de la unidad del Espíritu, el Eterno concede a sus hijos el don de discernimiento (1 Corintios 12:10). Discernir significa básicamente separar una cosa de otra para entender lo que es verdad de lo que no lo es, aunque lo parezca. En este sentido la Palabra mesiánica dice:

 «…el espiritual juzga todas las cosas… nosotros tenemos la mente del Mesías» 
(1 Corintios 2:15-16).

Discernir en el Espíritu, es siempre la obra de Luz o declaración del Espíritu Santo al creyente verdadero. Es el entendimiento de parte de lo Alto que el creyente recibe para hacer algo al respecto. No obstante, además del discernimiento en sí, el creyente redimido necesitará ser cada más lleno de Jokmah (Sabiduría), ya que ella es la puesta en marcha del conocimiento según la voluntad de Dios que es buena, agradable y perfecta (Rom. 12:2).

Alguien de ustedes se estará preguntando: ¿por qué nos es tan necesario discernir?, porque dados los tiempos, cuando más nos acercamos al final de esta dispensación, el enemigo trabaja más con el fin de «engañar si fuere posible aun a los escogidos« (Mateo 24:24), tal como lo advirtiera nuestro Maestro y Dueño.

Esto concuerda con la enseñanza paulina que dice: 

«Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios» 
(1 Timoteo 4:1)

También el apóstol añade a esta escritura: 

«También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita»
 (2 Timoteo 3:1-5)

Descritos en esas escrituras, vemos que se trata de creyentes profesantes, pero que por sus frutos llegan a mostrar que no lo son de verdad. Muchos de ellos solamente gustaron del don celestial (Hebreos 6:4), pero en ningún momento experimentaron el nuevo nacimiento que el Maestro vino a provocar (Jn. 3:3). En pocas palabras, son almas pervertidas que se hicieron objeto fácil del maligno para su uso contra el Cuerpo del Mesías… ¡Por todo ello, nos es imprescindible discernir!

Elevo mi plegaria al Eterno para que aquel que tenga el Espíritu de Dios entienda lo que esta enseñanza está implantando en su alma. Si a ti mi hermano (o hermana) en este momento, alguien te quiere seducir y te quiere arrastrar, para que tú dejes el ministerio en donde sirves, la asamblea donde te congregas (dando contra tu liderazgo pastoral), y le sigas… ¡cuidado!…. Dije: ¡Cuidado! No te dejes engañar, porque siempre, al igual que Koraj, se usan tantas sutilezas para arrastrar al Sheol.

¡Sé que ha llegado a tiempo esta advertencia profética de Yahvéh! ¡No digas, luego, que el SEÑOR no te lo dijo!

En amor y a tu servicio: David Nesher

¿En qué consiste nuestro trabajo?

Por P.A. David Nesher

¿Hablas como un ateo? Fíjate que el Talmud comenta sobre los diez espías y su informe maligno diciendo: “El que difunde informes malignos casi niega la existencia de Dios”.

Los espías regresaron de Canaán con un racimo gigante de uvas. Las uvas deberían haber animado a los israelitas. La tierra era de hecho una buena tierra llena de generosidad, tal como el Eterno lo había prometido. Los diez espías, sin embargo, interpretaron las uvas gigantes de manera diferente. Los usaron como evidencia de que la tierra estaba habitada por gigantes invencibles. «¿Qué esperarías de los viñedos de los gigantes?» ¿No es extraño cómo dos personas pueden mirar lo mismo, como un racimo de uvas, y llegar a conclusiones opuestas? Para Josué y Caleb, las uvas gigantes eran algo bueno. Para los otros espías, las uvas gigantes eran un signo de desesperación.

El Eterno se reveló con su ira diciendo que escuchó las murmuraciones y las quejas de los hijos de Israel. Él también escucha nuestras quejas. El pecado de murmurar está relacionado con el pecado de chismear. Ambos son formas de malas palabras; ambos resultan de un espíritu crítico.

La Torah enseña que el Eterno escucha todas nuestras quejas y negatividad. Por eso los sabios enseñan que el quejumbroso equivale a un ateo. Sus quejas niegan la existencia de Yahvéh como si no hubiera Dios para escuchar sus amargas palabras.

Te invito a escuchar esta webinar:

¿Cuál es el propósito de nuestro Trabajo Espiritual?… Respuesta: ¡Disminuir el poder del Mal!

Por P.A. David Nesher

En esta semana, nos tocó nuevamente ser sumergidos por el Espíritu de la profecía en la porción Shelaj Lejá y estudiar los códigos lumínicos escondidos en la historia de los doce espías. Una vez más, nuestras almas estudiaron acerca de la incapacidad espiritual de los diez espías para ver sólo el bien y la Luz. Justamente por esto, todos los miembros de aquella generación sólo se enfocaron en ver muerte, destrucción y caos, provocándose así un gran daño en su propósito y destino. Debido a que no lograron mantener esa conciencia, la Luz del Eterno no pudo ser revelada, y aquellos israelitas no pudieron entrar en la Tierra de Israel.

Hemos estudiado como aquellos diez espías caminaron por 40 días, y durante ese lapso no lograron ver más allá de la ilusión de la fisicalidad. En consecuencia, el trabajo que YHVH les entregó para corregir ese fracaso se manifestó en 40 años más de peregrinación en el desierto. Desde este castigo divino surge un cuestionamiento: ¿qué relación existe entre los 40 días y los 40 años?

Buscando respuesta a esto, me encontré con una obra titulada Kinat HaShem Tsevaot, polémica obra escrita por El Ramjal, un sabio kabbalista que revela en este escrito el secreto de los espías.

El Ramjal sostiene que primero que nada, debemos entender que el número que se corresponde con la totalidad de niveles de Tumá (impureza) o también llamados «los niveles de negatividad«, es 400. Es decir que existe un total de 400 fuerzas negativasobrando desde el Sitrá Ajrá (el «Otro Lado» o «Lado Negativo«) contra la humanidad. Esta es la razón por la que el Eterno permitió que los israelitas estuvieran bajo servidumbre en Egipto por 400 años con el propósito que aprendieran los métodos para librarse del control que el Lado Negativo tenía sobre ellos y el mundo. Así fue que cuando los israelitas abandonaron Egipto hace miles de años en Pésaj, lograron romper con la fuerza mayor del Lado Negativo, que es revelado con el número 400, de modo que nunca fuese reparado. Así es, tal como lo estás leyendo, partir de ese momento, el Lado Negativo, la Sitra Ajra, nunca más recuperó su fuerza original de 400; más bien, su poder fue disminuido a una fuerza menor llamada los 40 años.

Así pues, la reducción del Lado Negativo provocada por la salida de los israelitas de Egipto en Pesaj, convirtió a la fuerza destructiva de 400 años, en una fuerza menor que sólo podía atacar y oprimir 40 años. Por eso el trabajo de los espías era entrar en Kenaán por 40 días y si en cada uno de esos días hubiesen logrado ver sólo la Luz escondida en todas las tinieblas de la ilusión materialista que vibraba en ese último reducto del Mal, habrían logrado que la fuerza del Lado Negativo de 40 años se redujera ahora a una mucho más débil de apenas 40 días; esa disminución de las fuerzas negativas sería finalmente destruida cuando todo el Pueblo habitara Eretz Israel y guardara el Shabat.

Sin embargo, como sabemos, diez de aquellos doce espías cayeron. Caer, en la mentalidad hebrea, se refiere a una imposibilidad en la conciencia de los redimidos para ver más allá de la ilusión materialista de este mundo. Pero El Ramjal escribe su obra con la intención de explicar en modo aun más profundo cómo cayeron los espías. Este Sabio nos dice que el origen de su fracaso fue su pensamiento racional y las palabras que salieron de su boca. Él dice que cuando los espías regresaron con el reporte, dijeron: “Amalek, la fuerza de muerte y destrucción, es real. La Sitra Ajrá existe”. Y justamente esas palabras le dieron fuerza a la Sitra Ajrá para ir contra el avance de la nación de Israel . Es decir que si aquellos diez espías no hubiesen pensado, percibido las cosas, ni hablado de este modo, habrían logrado debilitar (y por ende, disminuir) la fuerza del Lado Negativo del nivel de 40 años al nivel de 40 días, y El Ramjal nos dice que, en ese caso, el Eterno habría hecho el resto a través de la manifestación del Mashiaj.

Por medio de esta explicación, sé que ahora lograremos discernir con mayor entendimiento la correlación entre los 40 días y los 40 años, aquellos 40 días de trabajo espiritual de los espías fueron concebidos en el propósito eterno de Dios para terminar con los 40 años de fuerza del Lado Negativo que se regían desde Kenaán. Pero como estos espías, en lugar de mantener la conciencia elevada al principio de Dios la perdieron, ellos mismos, como príncipes de Israel, le regresaron la fuerza de 40 años al Lado Negativo.

Por lo que hasta aquí estamos considerando, es importante que entendamos y aceptemos que cada vez que caemos en la ilusión materialista de este mundo y nos enfocamos sólo en la oscuridad, el dolor y el sufrimiento, pensando que es lo único real, y que tiene una esencia que podría durar para siempre, no sólo no nos elevamos ni nos conectamos en ese momento, en realidad le estamos concediendo fuerza al Lado Negativo, y lo autorizamos a continuar obrando contra el propósito eterno de Dios para cada ser humano.

Entonces, y para concluir, haré otra pregunta: ¿cuál es el propósito de todo nuestro trabajo espiritual? Debilitar a Amalek, debilitar el Lado Negativo, debilitar a las fuerzas de caos, muerte y destrucción en este mundo. Lo hacemos del mismo modo en el que les damos fuerza. Por eso necesitamos comprender que en la medida en la que veamos el dolor y el sufrimiento en el mundo o en nosotros y digamos que es real e imposible de cambiar, en esa misma medida fortalecemos a las fuerzas negativas. Esto no significa que no seamos conscientes de la realidad con respecto a lo que vemos, pero sí significa que nos dispongamos a ver más allá de lo evidente y digamos con certeza: “Sí, veo terrible oscuridad a mi alrededor; sin embargo, no es real y no permanecerá. No creo en ella. No la acepto. No le doy poder”. Ese es nuestro trabajo: debilitar la Sitra Ajra en el poder de nuestro Dueño y Maestro, Yeshúa HaMashiaj. Lo único que es real es la Luz del Eterno, y cuando activamos ese pensamiento, conciencia y manera de percibir las cosas, disminuimos la fuerza del Lado Negativo.

¿Qué significa ser Luz del Mundo?

Por P.A. David Nesher

Aunque la fiesta de Sukot (Enramadas) había terminado, Yeshúa se había quedado en Jerusalén y seguía enseñando en el Beit HaMikdash (Templo). No se desanimó por el hecho de que los judíos cuestionaran una y otra vez su persona y autoridad. Y como era de esperar, aquí volveremos a presenciar otra de las muchas controversias del Maestro con los fariseos.

La fiesta de Sukot se celebraba recordando también la nube y el fuego de la Shekinah que guiaban a los israelitas en el desierto (Éxodo 13: 21). En el atrio de las mujeres se encendían unos grandes candelabros de varios metros que iluminaban toda Jerusalén. Los sacerdotes y mucha gente del pueblo hacían procesiones de antorchas alrededor en un espectáculo de gran atracción. Todo esto para recordarle a Israel su vocación y compromiso mesiánico-sacerdotal: ser luz del mundo.

Vale la pena señalar, que en los días que Yeshúa caminó por Israel, tanto al Templo de Jerusalén, como a la Menorah que se encendía dentro del Lugar Santo del mismo, se los conocía como la “Luz del Mundo”. Por esto es que en el cuarto Evangelio (Juan) nos encontramos con la siguiente expresión de nuestro Maestro:

«Yeshúa les habló de nuevo, diciendo:  
Yo soy la luz del mundo, el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” 
(Juan 8:12)

En Israel los Sabios siempre dijeron que la Shekinah (Presencia) divina, representada por la Menorah, existe dentro de las personas que configuran Israel y que por ello se reunen a estudiar la Torah. Pues bien, en los Escritos Mesiánicos (Nuevo Testamento) el único pasaje que se refiere a que la Shekinah (presencia de Elohim) está presente cuando dos o tres se reúnen mediante el Estudio de la Torah, es justamente aquel en el que Yeshúa afirma que es Él quien está presente cuando dos o tres están reunidos en Su Nombre, equiparándose así con la Shekinah (Mateo 18:20).

Con el fin de comprender ampliamente esta aseveración les comparto a continuación, un comentario hallado en un documento del Qumrán y que nos suman entendimiento a la hora de la interpretación de esta Escritura: «… él debe instruirlos acerca de todos los períodos de la historia para la eternidad y en los estatutos de la verdad. (…. dominio) que pasa de Belial y vuelve a los Hijos de la Luz … por el juicio de Dios, tal como está escrito acerca de él; “que dice a Sión: “Tu ser divino reina” (Isaías 52:7) “Sión” es la congregación de todos los hijos de justicia, que guardan el pacto y se apartan de andar en el camino del pueblo. “Tu ser divino” es Melquisedec, quien los librará del poder de Belial. Con respecto a lo que dice la Escritura, “Entonces harás sonar la trompeta con fuerza; en el séptimo mes …”  En pocas palabras, en Israel vibraba la esperanza de que cuando se manifestara el Mashiaj, el dominio retornaría a los hijos de la Luz.

Desde esta explicación podemos encontrar lineamientos de exégesis para entender las escrituras más que interesantes en los Evangelios:

Mientras tengáis la Luz, creed en la Luz, para que seáis Hijos de la Luz”. 
(Juan 12:36)

Así pues, de la misma forma en la que el Eterno había iluminado a los antepasados de Israel en el desierto, ahora era el mismo Hijo de Elohim encarnado quien les podía iluminar y dispersar las tinieblas de sus corazones. Y no sólo a ellos, porque lo que Yeshúa afirmó es que Él es la Luz «del mundo», indicando con esto la misión universal de su ministerio. El Mesías es la luz para todos los hombres, en todo momento y lugar. Él es la luz en el sentido absoluto. Cualquier otro hombre o movimiento religioso no tiene punto de comparación con él.

Juan ya había anunciado esto al comenzar su evangelio: «Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo» (ver Juan 1: 9). Y con su venida comenzó a cumplirse lo que había anunciado el profeta Malaquías:

 «Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de Justicia, y en sus alas traerá salvación…»
(Malaquías 4:2)

«El que me sigue, no andará en tinieblas»

Los fariseos entendieron perfectamente las implicaciones de lo que Yeshúa dijo y no les gustó nada. Para ellos el término Or («Luz») estaba íntimamente ligado a YHVH:

«Yahvéh es mi luz y mi salvación»
(Salmos 27:1) 

 «El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que Yahvéh te será por luz perpetua«
(Isaías 60:19)

 «Aunque more en tinieblas, Yahvéh será mi luz«
(Miqueas 7:8)

Ellos entendieron que una vez más Yeshúa se estaba apropiando de atributos que son exclusivos del Eterno, y como era de esperar, reaccionaron de forma vigorosa. ¿Quién podía ser la «luz del mundo» sino solo Dios? Desde su punto de vista, Yeshúa era un blasfemo pretencioso que hacía afirmaciones que no podía demostrar. Y hay que decir que su lógica era totalmente correcta. Sólo si Yeshúa es el Hijo de Dios podría ser también la «luz del mundo». De otro modo, si únicamente fuera un hombre, entonces, hacer una afirmación como ésta carecería de todo sentido. Y como ellos no creían que Yeshúa fuera nada más que un hombre, entonces sus afirmaciones les parecían blasfemas.

Fue por causa de esta declaración que surge una gran polémica: y «le dijeron entonces los fariseos: Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es válido«. Así decía la ley en los juicios. Pero aquello no era un juicio, sino una manifestación de la Verdad divina misma. 

«Yeshúa les respondió:
Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido porque sé de dónde vengo y adónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo y adónde voy. Vosotros juzgáis según criterios humanos, yo no juzgo a nadie; y si yo juzgo, mi juicio es verdadero porque no estoy solo, sino yo y el Padre que me ha enviado. En la Torah está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre, que me ha enviado, también da testimonio de mí«.
(Juan 8: 14-18)

En la Versión Hebraica del Código Real, leemos:

Bien, Yo doy solemne confesión de mí mismo PERO TAMBIÉN EL PADRE QUE ME ENVIÓ, da solemne declaración acerca de mí.

Es un momento clave de la Verdad: «Yo soy» y el Padre dan testimonio de Él, pero ¿dónde se da este testimonio?… En la conciencia y en las Sagradas Escrituras. Y…

 «…Entonces le decían: ¿Dónde está tu Padre?
Yeshúa respondió:
Ni me conocéis a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí conoceríais también a mi Padre«.
(v. 19)

Luz plena (hbr. Or) sólo es Elohim. Fuera del Eterno, y en el pecado, existen las tinieblas. Proclamarse Luz del mundo es una afirmación velada de su divinidad. Sus palabras no pueden ser tomadas como un testimonio más, sino como emanaciones de la luz que llega a todos los hombres. Los hechos anteriores muestran esta distancia –insalvable- entre la luz y las tinieblas.

Pero ahora bien, antes de continuar debemos preguntarnos a qué se refería el Maestro con la expresión «andar en tinieblas«. Y vemos que la palabra «tinieblas» denota distinta cosas en la mentalidad judía.

Se puede usar en un sentido físico para referirse a una persona que está ciega (Hch. 13:11), o al momento en que llega la noche y la oscuridad (Mt. 27:45), pero muchas más veces se emplea en un sentido espiritual acerca de aquellos que no conocen al Eterno y están a merced de las leyes de la fisicalidad. El apóstol Pablo habló de ellos como quienes «andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón» (Ef 4:17-18).

Pero estas tinieblas no sólo se encuentran en la mente, también conllevan una forma de vida materialista totalmente alejada de los principios divinos. Quienes así viven participan de «las obras de las tinieblas» (Romanos 13:12; Efesios 5:11).

Además, estas personas por este estilo de vida materialista, se encuentran bajo el poder de HaSatán (El Oponente) quien debido a la desobediencia del hombre ha conseguido establecer su gobierno en este mundo, que es descrito en la Palabra de Dios como «la potestad de las tinieblas» (Lc. 22:53), o la «potestad de Satanás» (Hch 26:18). Se trata de un sistema de cosas que gobierna sobre la Tierra en constante oposición con el Reino de Dios. Y el hecho de que este mundo está bajo el poder de HaSatán lo prueban sus obras: espiritismo, ocultismo, magia, horóscopos, supersticiones, idolatría, adulterio, fornicación, y todo tipo de perversiones…

Finalmente, todos aquellos que han rehusado andar en la luz con Yeshúa, no sólo viven en las tinieblas, sino que además terminarán en «las tinieblas de afuera» (Mt 8:12). Para ellos «está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas» (Judas 13).

De todo esto nos libra el seguir a Yeshúa como Rabeinu (Dueño y Maestro). Él, con su enseñanza de la Torah, ilumina nuestras mentes para que podamos conocer a Yahvéh y nos conduce en el Camino de la vida. Tal y como profetizó Zacarías, él venía «para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz» (Lc 1:79). Yeshúa nos libra «de la potestad de las tinieblas» y nos lleva al Reino de la Luz admirable del Eterno.

Yeshúa estaba hablando de su divinidad oculta. Aceptarlo era entrar en una nueva dimensión: el Emanuel («Dios con nosotros») era Aquel que estaba delante de ellos. La humanidad acababa de entrar en una nueva era divinizada. Si no se aceptaba, se seguía en las tinieblas, acusando a Yeshúa de blasfemo.

«Sino que tendrá la luz de la vida»

Yeshúa añadió otro detalle muy importante. La Luz a la que se refería no simplemente comunica iluminación externa, sino que se convierte en una posesión interna que ilumina nuestro espíritu y manifiesta a cada discípulo como Luz . Va mucho más allá del conocimiento intelectual, puesto que también nos da vida mesiánica-sacerdotal.

Una vez más, en la idea rectora de Juan, los conceptos de «luz» y «vida» vuelven a aparecer relacionados (Jn. 1:4) con la intención de mostrarnos que de la misma manera que las flores se marchitan y mueren cuando les falta la luz, así ocurre con todo aquel que no tiene al Mesías como Dueño, ya que Él es la luz que trae la vida eterna.

«Yeshúa enseñó a sus discípulos: Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.» 
(Mateo 5:16)

Yeshúa explica y se relaciona con la Luz (Or) por la manera en que está haciendo obras de justicia dentro del marco de la Torah, y por esto Él es la luz que nos ordena que brille Su luz desde cada uno de nosotros por medio de la Unción de Su Espíritu Santificador. Así es como los discípulos del Mesías lograban comprender con mayor altura lo ordenado por Moshé para proporcionar el aceite puro molido que la Menorah requería cada día para iluminar el Mishkán:

«Y mandarás a los hijos de Israel que te traigan aceite puro de olivas machacadas, para el alumbrado, para hacer arder continuamente las lámparas.«
(Shemot/Éxodo 27: 20)

Por todas estas pautas proféticas reveladas por el Espíritu de la profecía, las primeras comunidades misionaban desde la conciencia que, por ejemplo, el apóstol Kefas (Pedro) recuerda en su segunda epístola:

«Sí, tenemos la Palabra profética hecha muy cierta. Haréis bien en prestarle atención como a una luz que brilla en un lugar oscuro y tenebroso, hasta que amanezca el Día y la Estrella de la Mañana se levante en vuestros corazones.»
(2 Pedro 1:19)

Esto era mencionado como parte de toda una hermenéutica mesiánica de la profecía del libro de Daniel:

«Pero los que saben discernir resplandecerán como el resplandor de la cúpula del cielo, y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas por los siglos de los siglos.» 
(Daniel 12:3)

«Porque la mitzvá (el mandamiento) es una lámpara, y la Torah una luz; las reprensiones de la instrucción son el camino de la vida.» 
(Proverbios 6:23)

¡Qué importante es tener la Luz de la vida en un mundo que está hundido en las tinieblas! Aunque esto también implica una importante responsabilidad para cada creyente, que debe ser «Luz del mundo» (Mt 5:14). Pero para esto es necesario andar en la luz de Yeshúa HaMashiaj, viviendo en pureza moral y reflejando su luz.

Amados discípulos de Yeshúa, recuerden siempre que ustedes son la Luz del mundo. Donde quiera que vamos, reflejamos e imitamos a nuestro Dueño y Maestro Yeshua HaMashiaj. Aquel que logra verse representado en la Menorah, se sentirá diariamente levantado por la fuerza del sacerdocio celestial.

¡Deja que tus obras justas brillen bajo el mandato divino de Mashiaj ben Yosef, a fin de ser recompensado cuando Él se manifieste en Gloria como Mashiaj ben David!

¿Qué significa borrar el Nombre del Eterno dentro de un matrimonio?

En la parasha Nasó vemos que el esposo de la mujer sospechosa de adulterio era llevado junto con ella al Mishkán (Tabernáculo) [o más tarde el Beit HaMikdash (Templo)]. Allí el sacerdote que oficiaba su turno ritual prepara un cóctel de agua y polvo del suelo del Tabernáculo. Hacía que la mujer pronunciara un juramento que traería una imprecación sobre ella si era culpable.

Entonces el sacerdote escribía las palabras del juramento en un rollo, lavaba la tinta del rollo en el agua y le daba el agua a la mujer para que la bebiera.

Una vez realizado este acto, el sacerdote escribía estas maldiciones en un rollo, y las lavaba en el agua de amargura. (Números 5:23).

La mujer bebía el agua, simbolizando la ingestión de la maldición para probar su culpabilidad o inocencia. Si era culpable, el agua la dañaría. Si fuera inocente, el agua no tendría ningún efecto maligno sobre ella. En cambio, aumentaría su fertilidad.

Sin embargo, al leer esto, notamos que el procedimiento planteaba una dificultad. Ordinariamente en el judaísmo está prohibido borrar el santo Nombre del Eterno. Por ejemplo, cuando un escriba está copiando las Sagradas Escrituras en hebreo, puede borrar cualquier error que cometa a menos que contenga el Nombre de Dios. Si se equivoca al escribir una línea de texto con el Nombre de YHVH, puede borrar el resto de la línea, pero no el Nombre de Elokim.

Por esta razón, los judíos practicantes no escriben el Nombre de YHVH en hebreo en una pizarra o pizarra blanca que pueda borrarse. Los documentos que contienen el Nombre del Eterno escrito en hebreo adquieren un estatus más preciado. No se tiran ni se destruyen por descuido, ni se tiran irreverentemente a la basura. Los libros sagrados que contienen el Nombre de YHVH ni siquiera se dejan boca abajo sobre una mesa o se colocan debajo de otros libros menos sagrados. Los libros sagrados nunca se llevan a los baños. Incluso las fotocopias que contienen el Nombre de YHVH adquieren un estatus sagrado. Cuando un pergamino, un libro o una hoja de papel que contiene el Nombre de D’s está listo para desecharse, se le otorga una especie de «entierro» apropiado en un depósito para escritos sagrados. Estas tradiciones nos enseñan a respetar y reverenciar el Nombre de YHVH.

Dado el respeto otorgado al Nombre del Eterno y la fuerte tradición en contra de borrar el Nombre de YHVH, ¿por qué la Torah le ordena al sacerdote que borre la maldición del rollo en el agua? El santo Nombre de YHVH aparece dos veces en la maldición. Los sabios enseñan que el Eterno está tan preocupado por la paz entre marido y mujer que incluso está dispuesto a que Su propio Nombre sea borrado para lograrlo ( Sifre 17).

En el judaísmo, la paz entre marido y mujer se conoce como shalom bayit, un término que literalmente significa «paz de la casa«. La paz entre marido y mujer tiene prioridad incluso sobre la santidad del Nombre de YHVH. Si ese es el caso, debemos tener cuidado de no permitir que la religión interrumpa el matrimonio. El Eterno está más interesado en el éxito de su matrimonio que en sus elecciones religiosas particulares. Él está tan comprometido con la santidad del matrimonio que incluso está dispuesto a que su Nombre sea borrado para preservar la paz en el hogar. Cuánto más debemos esforzarnos por llevar la paz a nuestros hogares.

El Talmud dice: «Uno siempre debe tener cuidado de no hacer daño a su esposa, porque sus lágrimas son frecuentes y se lastima rápidamente«. El pasaje talmúdico continúa diciendo que el Eterno responde rápidamente a las lágrimas de una esposa y que sus lágrimas son más eficaces que sus oraciones. YHVH toma muy en serio las lágrimas de una mujer. El pasaje concluye diciendo: «Uno siempre debe ser respetuoso con su esposa porque las bendiciones descansan en el hogar de un hombre solo por el bien de su esposa«. (n. Baba Metzia 59a)

Los demonios saben y confiesan que Yeshúa es «el Santo de Dios»… ¿Qué significa eso?

Por P.A. David Nesher

«Y he aquí estaba en la sinagoga de ellos un hombre con un espíritu inmundo, el cual comenzó a gritar, diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres: el Santo de Dios. Yeshúa lo reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él!…«

Evangelio de S. Marcos 1:23-25

De acuerdo a los Sabios del hebreo bíblico, se acepta que todos los mandamientos de la Torah, en un aspecto u otro, revelan la santidad del Mesías. La Parashá (Sección) número 30 Kedoshim comienza con el mandamiento: Sed santos, porque santo soy yo Yahvéh vuestro Elohim (Levítico 19:2) no tiene límite superior, pero la santidad del Mesías excede la de cualquier persona.

Es bien sabido pues, y así aceptado por toda escuela rabínica, que la santidad del Mesías supera incluso a la de Moisés. De esta manera, las palabras “seréis santos” se aplican únicamente al Mesías como Cabeza de un Cuerpo místico que irradia su esencia: Israel. Desde esto, siempre en Israel se entendía que el Mesías participa directamente de la santidad de Elohim. Este concepto explica por qué los Escritos Mesiánico se refieren al Mesías como “el Santo de Dios”. Tanto los apóstoles, como todos los discípulos aplicaron ese título a Yeshúa, y como podemos leer en el texto del Evangelio de Marcos que encabeza esta bitácora incluso los demonios lo reconocieron bajo este título: el Santo de Dios.

Yeshúa es llamado el Santo de Dios porque Su santidad se origina en el Eterno.

Si pensamos esto con respecto a Su persona física, la santidad de Yeshúa resulta de Su concepción y nacimiento. Ningún otro ser humano ha nacido de una mujer en virginidad.

Si lo reflexionamos en cuanto a Su poder espiritual, Su santidad fluye de la bendita Unción del Espíritu Santo que descansa sobre Él sin medida.

En lo que respecta a su conducta ética, sabemos que el Maestro derivaba su santidad de su enfoque diario de imitar al Eterno en una relación filial, y de la obediencia a los mandamientos que el Eterno había revelado en Su Torah. En la medida en que los mandamientos son las definiciones de la santidad, el Mesías también se define por los mandamientos porque Él los guardó. Por lo tanto, Él es el único capaz de cumplir el mandamiento “Sed santos, porque santo soy yo, Yahvéh vuestro Dios” (Levítico 19:2).

Yeshúa reveló con su vida que son los mandamientos de Dios los únicos que definen la conducta santa.

Regresando con nuestra mente a lo expresado al comienzo, sabemos y aceptamos que todos los mandamientos de la Torah, en un aspecto u otro, revelan al Mesías. Cada uno de los preceptos que conforman el Jumash revela algún elemento esencial de la persona y el carácter del Mesías. Los mandamientos son la voluntad y la sabiduría del Eterno. Yeshúa dice:

No se haga mi voluntad, sino la tuya.
(Lucas 22:42)

En otra oportunidad Él dice:

No hago nada por mi propia iniciativa, sino que hablo estas cosas como el Padre me enseñó.”
(Juan 8:28).

Nuevamente aseveró:

He guardado los mandamientos de Mi Padre y permanezco en Su amor
(Juan 15:10).

Estos pasajes enfatizan la única Verdad: ¡existe una relación directa entre los mandamientos de la Torah y la persona del Mesías, porque los mandamientos son una revelación directa de Yahvéh. Todos ellos, tal como si fueran un cuerpo, revelan la piedad compasiva del Eterno, por eso es que Yeshúa dijo:

El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.”
(Juan 14:9).

Es justamente con todo este conjunto de ideas celestiales en su mente que el Maestro se comparó con un hijo aprendiz del oficio de su padre:

El Hijo no puede hacer nada por sí mismo, a menos que vea hacer al Padre; porque todo lo que hace el Padre, esto también lo hace el Hijo de la misma manera.”
(Juan 5:19).

En el contexto de Israel, un hijo primogénito, al llegar a los trece años, se ofrecía como discípulo aprendiz a su propio padre con el objetivo de adquirir las habilidades del oficio que este tuviera. Esto lo lograba observando cotidianamente a su padre en su trabajo, e imitándolo cuidadosamente en cada detalle artístico que dicho oficio requería. En forma sujeta, dicho hijo se disponía diariamente y desde muy temprano a un aprendizaje riguroso en el que los trucos de la artesanía de su padre se iban transfiriendo a su mente. De ese modo, dicho hijo sabía que llegaría un día en el que estaría ya capacitado para hacer el mismo trabajo que aprendió de su padre, y causarle la complacencia que toda alma paternal anhela de su legado. Del mismo modo, Yeshúa aprendió Su oficio de Santo por la observación del Padre. Así alcanzó la santidad por imitación del Padre, como está escrito: «Santos seréis, porque santo soy yo Yahvéh vuestro Dios.»

Shabat Shalom!

La Escalera Espiritual que permite comienzos de Amor (Ajarei Mot)

Por P.A. David Nesher

Comienzo con un planteo: ¿Qué significa verdaderamente haber progresado en la vida? ¿Qué es evolución real?

Quizás te ayude a encontrar tu respuesta la siguiente frase:

Nuestro más profundo entendimiento nos dice que un ser auténticamente evolucionado es aquel que valora a los otros más de lo que se valora a sí mismo, y que valora el amor más de lo que valora el mundo físico y todo lo que en él se encuentra”.

[Gary Zukav -«El asiento del alma«]

En la vida llegamos a aprender que no importa el tamaño de nuestra casa ni nuestra cuenta bancaria, sino el tamaño de nuestro corazón. Es el camino del amor el que nos lleva a evolucionar en seres santos. En los momentos que elegimos el amor, comenzamos a ascender en el camino vertical y a dar pasos hacia niveles superiores.

¡Evita hacer lo que ellos hacen!

P.A. David Nesher

«No harás lo que se hace en la tierra de Egipto donde habitaste, ni harás lo que se hace en la tierra de Canaán adonde te llevo; no andarás en sus estatutos

(Levítico 18:3)

Al estudiar la parasha Ajarei Mot, nos encontramos con que Yahvéh nos ordena que seamos un pueblo apartado. Una nación santa fácilmente distinguible del contexto secular que nos rodea; y de acuerdo a este llamado divino, una de las formas más obvias en las que deberíamos ser diferentes es en el área de la sexualidad.

Mientras los hijos de Israel viajaban de Mitzrayim (Egipto) a la tierra de Canaán, el Eterno advirtió a Su amado pueblo Israel que no imitaran los caminos de los egipcios; Él los instó a que no se volvieran atrás, a la maldad de su pasado, y les dijo que no aprendieran el comportamiento de los cananeos, es decir que también los aconsejo para que no se dejasen seducir por nuevas tentaciones.

De acuerdo a los datos históricos, se sabe que tanto los egipcios, como los cananeos practicaban la inmoralidad sexual como si obedecieran un código legal; es por eso la Torah dice:

No andaréis en sus estatutos”
(Levítico 18:3)

El sabio Rashi explica que la expresión “sus estatutos” se refiere a asuntos grabados en el tejido de la sociedad, tan básicos para la cultura que se observan como si fueran leyes regidoras de una normalidad social. Este exégeta señala los entretenimientos que se encuentran en “teatros y estadios” como un ejemplo de estatutos paganos. En otras palabras, los estatutos del mundo son los que se reflejan en los valores de entretenimiento del mundo. No debemos caminar en ellos. Está bien claro en la revelación divina que el pueblo de Yahvéh es un linaje de personas completamente diferente, por eso que la Torah dice:

“… para que la tierra a la cual os llevo a vivir, no os vomite
(Levítico 20:22).

De igual modo, por medio de los datos históricos, se sabe que en el primer siglo, la inmoralidad sexual se entretejía en la urdimbre y la trama del mundo dominado por el imperio romano. Los devotos de los dioses seguían sus hazañas sexuales mitológicas e imitaban su comportamiento básico en los rituales del templo que, en algunos casos, incluso incorporaron la prostitución sagrada. La cultura romana, a pesar de ufanarse en un discurso filosófico austero de moderación, siempre se entregó a todo tipo de perversidad, lascivia y depredación.

Por causa de todo esto, los apóstoles aplicaron las leyes relativas a los extranjeros en medio del pueblo de Israel a los creyentes gentiles. Justamente el Sefer Vayikrá (Levítico), en el capítulo 18, incluye específicamente a los extranjeros en su jurisdicción:

“Ninguna de estas abominaciones cometerás, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros.” (Levítico 18:26).

Por lo tanto, las leyes que rigen la sexualidad se aplican por igual a los judíos y a los creyentes gentiles temerosos de Dios.

Los apóstoles reforzaron la regla en sus epístolas. En pasaje tras pasaje, los apóstoles exhortaron a los discípulos a vivir vidas apartadas del mundo gentil sexualizado y libres de inmoralidad sexual. Los creyentes gentiles adoptaron las normas judías de modestia, vestimenta y decoro. En medio de la atmósfera sexualmente cargada del primer siglo, los creyentes se destacaron como un pueblo apartado. El apóstol Pedro observó:

Los otros gentiles se sorprenden de que no corréis con ellos en los mismos excesos de disipación, y os calumnian
(1 Pedro 4:4).

Cara a cara

Por P.A. David Nesher


De acuerdo a lo revelado en la Torah (Enseñanza) divina, el Día de la Expiación es una jornada especial para encontrarse cara a cara con Elohim (Dios). En un sentido espiritual, debemos considerarnos en ese día como si estuviéramos en el Lugar Santísimo, cara a cara con el Todopoderoso.

En la porción Ajarei Mot, se nos revela que en el día de Yom Kippur, el Kohen Gadol (Sumo Sacerdote) se encontraba cara a cara con Yah, nuestro Dios. Es por eso que lo primero que traía al Lugar Santísimo era el ketoret (incienso). El propósito del incienso era crear una nube de humo de tal densidad que permitiera que el Kohen Gadol no viera el arca del pacto y muriera. Esto nos sirve para comprender y aceptar que en este mundo, incluso nuestros encuentros más cercanos con Elohim (por medio de Yeshúa) están velados y oscurecidos. El apóstol Pablo se refería a esto al escribir:

«… ahora vemos por espejo, oscuramente»
(1 Corintios 13:12)

El apóstol estaba aquí refiriéndose a un espejo de latón tal como se usaba en aquella época. Aunque proporcionaba un reflejo, no era un reflejo nítido y claro como el que brindan los espejos modernos. Si el latón no estaba recién pulido, el reflejo en el espejo se iba haciéndose más tenue.

Recordar que no vemos al Eterno claramente debería ayudarnos a mantenernos humildes. Debería hacernos reacios a criticar las teologías de otras personas y sus experiencias con Dios. Es posible que hayan percibido un aspecto del Todopoderoso que nosotros no percibimos, o es posible que hayamos encontrado una revelación que les ha sido negada. Ninguno de nosotros debe ser culpado por no ver la imagen completa. En este mundo, la imagen completa no está disponible. Nuestro Dueño y Maestro Yeshúa les dijo a los teólogos de Su época:

«Nunca habéis oído Su voz, ni habéis visto Su forma»
(Juan 5:37)

Por eso, un verdadero aprecio por la grandeza de Dios excluye la arrogancia religiosa. El apóstol Pablo exclamó:

«Ahora conozco [sólo] en parte, pero entonces conoceré plenamente»
(1 Corintios 13:12).

Nadie de este lado del velo ha aprehendido la verdad absoluta.

Nadie ha visto a Dios jamás” (Juan 1:18), dijo el Apóstol Juan. Sin embargo, Juan continúa diciendo que el Hijo unigénito de Dios lo ha revelado.

Yeshua dice:

«El que me ha visto a mí, ha visto al Padre»
(Juan 14:9).

Al aferrarnos a Yeshúa de Nazaret, somos llevados espiritualmente con Él (nuestro Sumo Sacerdote) al Lugar Santísimo. En Él tenemos la esperanza de participar en la resurrección de entre los muertos que Él experimentó. El apóstol Pablo nos recuerda que después de la resurrección de entre los muertos, nos veremos «cara a cara«. En ese día, entraremos al Lugar Santísimo del verdadero Santuario, el celestial, y no habrá una nube de humo que oscurezca nuestra vista. Nos veremos cara a cara.

Tenemos confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Yeshua, por un camino nuevo y vivo que él nos inauguró a través del velo, esto es, de su carne
(Hebreos 10:19-20).

Sin embargo, esta poderosa verdad nos deja en la peligrosa posición de trivializar la asombrosa santidad y el terror del Dios Todopoderoso. No debemos permitir que este privilegio espiritual que tenemos de accesar directamente al Padre, disminuya nuestra reverencia por Él.

«Y pondrá el incienso sobre el fuego delante de Yahvéh, para que la nube del incienso cubra el propiciatorio que está sobre el arca del testimonio, no sea que muera.»
(Levítico 16:13)

¿Dar a luz a un niño es algún tipo de pecado? (Tazría)

P.A. David Nesher


Al leer y estudiar la parashá Tazría, no se puede evitar que aparezca en nuestra mente las siguientes cuestiones: ¿Por qué una mujer necesita traer una ofrenda por el pecado después de tener un bebé? ¿Dar a luz a un niño es algún tipo de pecado?

Vemos que después de dar a luz a un niño, se requería que una mujer trajera una ofrenda quemada y una ofrenda por el pecado al Eterno (Levítico 12:6). Bien, justamente esta ofrenda por el pecado es lo que conduce a una preocupación existencial. ¿Acaso pecó la mujer al tener un bebé? ¡No!, all contrario, estaba cumpliendo con el primer mandamiento de ser fecundos y multiplicarse. Entonces, ¿Por qué necesitaba traer una ofrenda por el pecado?

Leyendo el Talmud me encontré con la explicación de que cuando una mujer tiene dolores de parto, sin darse cuenta puede maldecir a su esposo o hacer un voto de no dejar que él la toque nunca más, y debido a eso, debe traer una ofrenda por el pecado para exonerarse de su voto precipitado. o sus pensamientos resentidos.

Pero, investigando en otros comentarios, hallé una explicación más simple y es que las ofrendas por el pecado a menudo se traían con fines de purificación. Cuando eso sucedía, la ofrenda por el pecado no se consideraba como un castigo por el pecado o una consecuencia de la iniquidad, era simplemente parte del ritual de purificación. De manera similar, una persona que sufría una descarga corporal antinatural y una persona que estaba siendo purificada de la lepra también traía ofrendas por el pecado.

Si ahora nos permitimos elevarnos a un nivel místico, el viaje de cuarenta u ochenta días de la madre a través de la incapacidad ritual es como un microcosmos de la propia odisea de su bebé a través de la vida. Antes de tener el bebé, la mujer se encontraba en un estado físico ritual. Ella disfrutó de la presencia de Yahvéh en Su santa morada y estaba apta para comer de Su mesa. Después del parto hubo un período de tiempo durante el cual no pudo entrar en la morada del Eterno. Al final de ese tiempo, la mujer fue readmitida al Tabernáculo a través de la expiación de una ofrenda por el pecado. Esta progresión de eventos simboliza el propio paso del bebé por la vida. Su alma comienza en la morada eterna de Dios, pero su nacimiento en carne humana requiere una salida de ese lugar y una estancia fuera del tabernáculo celestial de Dios. Sin embargo, después de un período de tiempo asignado,

Entonces el polvo volverá a la tierra como era, y el espíritu volverá a Yahvéh que lo dio (Eclesiastés 12:7)
A través de la expiación de la eterna ofrenda por el pecado del Mesías, el alma del creyente regresa a la comunión con su fuente. Podría decirse que la readmisión de la madre al Tabernáculo simboliza el eventual regreso de la nueva vida a Dios.

Para concluir, deberemos aceptar que los sacrificios posteriores al parto nos recuerdan que el acto de dar a luz es en sí mismo un encuentro milagroso con lo Divino. No debe ser considerado simplemente como una acción ordinaria de la vida, sino más bien, como una operación cósmica de bendición celestial, en el que una respuesta divina es dada al mundo. Por ello, la Torah le otorga al evento calidad de Kedushá (santidad) y significado al requerir estos korbanot (acercamientos). El nuevo bebé es una herencia de Yahvéh que debe ser administrado en amor, y la madre naturalmente quiere corresponder con un regalo. Ella trae una ofrenda quemada y una ofrenda por el pecado como sus regalos al Eterno, quien la bendijo con un hijo que desde ella, y junto al compromiso de ella de capacitarlo en la Torah, se manifestará al mundo con una misión plena y acorde al propósito divino que en vibra en su alma.

La Lepra tratada por Yeshúa según los Evangelios ¿Qué significa tiene para nosotros hoy?


P.A. David Nesher

(Conectando Parashah TAZRÍA con la Vida de Yeshúa)


Para comprender este tema es conveniente comenzar con un planteo: ¿Por qué se asocia la lepra con la inmundicia, y por qué la curación de los leprosos fue una preocupación tan central en el ministerio de nuestro Maestro Yeshúa?

Los síntomas descritos en la Torah que potencialmente podrían ser diagnosticados como lepra implican descomposición, decadencia y putrefacción: corrupción de la carne. Las leyes de los sacrificios enseñan que el Santuario del Eterno evita la muerte, la corrupción y la decadencia.

Entonces, el Santuario de Yahvéh representa la inmortalidad y la incorruptibilidad. En Su presencia, no hay muerte ontológica. En su Presencia no hay lugar para la decadencia ni descomposición. Por eso, Él proscribe de Su Santuario la enfermedad que representa una descomposición viva. La lepra implica una progresión continua y visible hacia la corrupción física. Es la antítesis del mundo inmortal e incorruptible representado en el Santuario divino.

Por lo explicado, podemos captar que la lepra actúa en las Sagradas Escrituras como un arquetipo de todas las enfermedades humanas. Tengamos en cuenta que la enfermedad resulta de la descomposición de la carne. La muerte sigue. La lepra representa gráficamente esa progresión.

La enfermedad, la muerte y la decadencia no tienen lugar en la presencia de Dios. Su Santuario en la tierra refleja ese Santuario celestial.

De pronto, aparece en Israel Yeshúa y proporciona la solución al problema de la lepra que hasta ese entonces no había hallado respuesta definitiva. Espiritualmente, Él no sufrió la infección del pecado parecida a la lepra. Físicamente, Su carne no sufrió corrupción: “Porque Tú no abandonarás mi alma en el Seol; ni permitirás que Tu Santo sufra corrupción” (Salmo 16:10) Así pues, través de Su resurrección de entre los muertos, Su carne pasó de lo mortal a lo inmortal y de lo corruptible a lo incorruptible. Su cuerpo resucitado sigue siendo carne humana real, regenerada en un cuerpo espiritual imperecedero. Por lo tanto, Él es el sacerdote perfecto y eterno, capaz de servir para siempre en el Santuario incorruptible.

Tal vez esto ayude a explicar por qué la curación de los leprosos ocupó una preocupación tan central en el ministerio de nuestro Maestro y Dueño, Yeshúa HaMashiaj. No solo sanó Él mismo a muchos leprosos, sino que dio a Sus doce discípulos autoridad para sanar la lepra como evidencia ineludible del Reino de los Cielos. Volvamos a recordar lo hasta aquí visto: la lepra simboliza la condición humana cargada de pecado, destinada a la muerte y la decadencia. De ahí que cada vez que el Maestro sanaba a un leproso, presagiaba una reversión de ese estado mortal corrupto. Cada leproso sanado de su aflicción era testimonio de que el reino de los cielos estaba cerca.

Debido a esta actividad curativa característica de la misión del Mesías, el apóstol Pablo escribirá más tarde a los discípulos que vivían en Roma:

«¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias a Dios por medio de Yeshua el Mesías nuestro Maestro!»
(Romanos 7:24-25)

El Shabat: La Herramienta Divina para que te conectes con tu Luz Interior

Por P.A. David Nesher

«Shabat es nuestra caja de herramientas que cada semana se renueva… Lo queramos o no, lo sepamos o no, Shabat es un estado que no podremos evitar porque aun cuando no lo guardemos, este el estado en el que YHVH se asienta sobre nuestras emociones. Si haces el trabajo de los seis días, la luz te llegara fácil y armoniosamente, pero si no lo haces, la luz desplazará las fuerzas del caos de cualquier manera
(Rafi Ben Eli)

«Shabat es cuando nos recordamos que somos seres espirituales con un propósito espiritual, y lo alcanzamos en Shabat.»
(Rabbi Dovid Green)

El Shabat también fue creado para que el hombre descanse y renueve sus fuerzas para la siguiente semana. Esto es lo que significa la expresión «Shabatot» («dos sábados«) que vibra dentro de un mismo día (cada shabat). Esto es la doble porción que el alma alcanza en cada séptimo día: descanso y renuevo. Estas son las aptitudes mesiánicas que permiten la liberación, expiación y transformación del mundo, por medio de la melajá que el alma redimida ejerce durante los seis días laborables de la semana.

Dar la Medicina antes de la Enfermedad

Estudios del rabino Avraham Greenbaum

La larga primera sección de nuestra Parasha de KI TISÁ (toda la primera aliyá de la lectura de la Torá en la sinagoga, hasta Ex. 31:18) comienza con una serie de mandamientos que concluyen el relato del Santuario, sus recipientes y los servicios diarios de sus sacerdotes ministrantes.

Luego, con una reiteración y ampliación del Cuarto Mandamiento, el Sábado, su gravedad (la violación se castiga con la muerte) y su santidad como signo eterno entre Dios e Israel, los Cuarenta Días de Moisés en el Monte Sinaí tras la entrega de los Diez Mandamientos llegan a su fin. Dios le entrega las Dos Tablas del Testimonio, pero cuando se prepara para bajar de la montaña de vuelta al pueblo, Dios le dice que lo peor acaba de suceder: el pueblo ya había violado el Pacto al hacer un ídolo de fundición.

Incluso antes de que ocurriera el pecado, los mandamientos con los que se abre KI TISÁ proporcionan precisamente el remedio para la enfermedad que se avecinaba, que estaba arraigada en las oscuras profundidades de la lujuria y el deseo material egoísta.

El Santuario en su conjunto es un remedio para el ansia material y el ansia de riqueza. Esto es particularmente cierto en el caso de la mitzvah con la que se abre la parasha que cada israelita debía aportar para el Santuario y para la compra de los sacrificios diarios a fin de poner comida en la «mesa» de la Casa de Dios, el Altar. El medio shekel simboliza la caridad y la voluntad de dar, en contraposición al deseo egoísta de adquirir y consumir. El MEDIO SHEKEL es el remedio para el apetito por la riqueza material en sí misma.

Cuando Dios habló a Moisés, «le mostró una especie de moneda de fuego, del peso de medio shekel» y le dijo: «Esto darán todos los que pasen por la cuenta: medio siclo» (Ex. 30:13 y Rashi allí). Esta moneda de medio siclo, que convertía a cada ciudadano en un socio igualitario en el Santuario y su mantenimiento, era el remedio para la lujuria material y el apetito de riqueza. Todos debían unirse y ser socios en una empresa que elevaba la riqueza material -los más finos recipientes de oro, plata y cobre, las telas más finas, los animales más selectos, la harina, el aceite, el vino y las especias- incorporándolos al culto del Único Dios.

Aquí es donde la exhibición de la riqueza es realmente adecuada, un lugar donde cada uno puede sentirse justamente orgulloso de tener una parte. Tener una parte conjunta con todos los demás en el tesoro nacional, el Templo, mantener los ojos enfocados en sus espléndidas vasijas de oro y sus mensajes implícitos son la medicina para el deseo egoísta de la riqueza por su propio bien.

Las diferencias en la riqueza y los bienes no tenían importancia en este impuesto anual de medio siclo que convertía a cada ciudadano en un socio igualitario en la empresa del Templo.

El rico no podía dar más ni el pobre menos. Las almas no pueden ser cuantificadas y contadas; cada alma tiene su propio significado único que sería violado al tratar de cuantificarla o asignarle un número. Lo que cuenta es que cada persona añade su propio SER y VOLUNTAD, y está dispuesta a desempeñar su papel pagando el «impuesto sobre la cabeza» y «emitiendo un voto«.

Los números y la riqueza no cuentan a los ojos de Dios. Lo que cuenta es la VOLUNTAD de cada persona para hacer una contribución, para tener una parte igual con todos los demás, sin orgullo y sin vergüenza, en ser parte del todo, alimentando el Altar y trayendo el fuego de la presencia de D’os al mundo.

Rabino Avraham Greenbaum

¿Qué Significó el Rasgado del Velo?

P.A. David Nesher


Los maestros de la Biblia suelen interpretar el rasgado del velo del Templo como una señal del descontento de Dios con el pueblo de Israel y el Templo, pero la tradición judía apunta a otro significado.

«Colgarás el velo debajo de las hebillas, y meterás el arca del testimonio allí dentro del velo; y el velo os servirá de separación entre el lugar santo y el Lugar Santísimo.

(Éxodo 26:33)

El Eterno mandó que se hiciera un velo para separar el «Kodesh HaKodashim» (Santo Sanctórum o Lugar Santísimo) del Lugar Santo. Según los Evangelios, el velo se rasgó en dos pedazos cuando Yeshua expiró sobre la cruz:

Y el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo
(Marcos 15:38).

Los maestros de la Biblia suelen interpretar el rasgado del velo del Templo como una señal del descontento de Dios con el pueblo y el Templo, pero según el libro de Hebreos (leer 10:19-20), el velo simboliza el cuerpo del Mesías. ¡Él es el velo! Como la vida fue arrancada de Su cuerpo, la cortina fue rasgada con el resultado de que pudiéramos tener acceso al trono de gloria en el Templo Supremo a través de Él. Esto no es lo mismo que abrogar o anular el sistema de adoración del Templo; más bien, la rasgadura del velo dramatizó vívidamente lo que la muerte del Mesías logró para nosotros: el acceso a Dios a través del sufrimiento del Mesías.

Sobre el velo estaban bordados dos querubines. Los querubines invocan la imagen del Jardín del Edén y el camino hacia el Árbol de la Vida, como dice el relato de Bereshit (Génesis):

Y al oriente del jardín del Edén colocó los querubines y la espada encendida que giraba en todas direcciones. para guardar el camino al árbol de la vida.”
(Génesis 3:24)

Los querubines sobre el velo estaban de centinela frente al Lugar Santísimo como los dos querubines que guardan el camino al árbol de la vida (la inmortalidad) y el Jardín del Edén (el Paraíso). Cuando la cortina se rasgó en dos pedazos, la rasgadura creó un camino entre los dos querubines, simbolizando el camino de regreso al Edén.

El biblista David Daube interpreta el rasgado del velo como una expresión del dolor de Dios. Rasgar las vestiduras es un rito de luto judío. Cuando Eliseo vio partir a su maestro Elías, “tomó sus propios vestidos y los rasgó en dos partes” (2 Reyes 2:12). Por esto, algunos manuscritos de Marcos 15:38 hacen una alusión explícita a 2 Reyes 2:12 al leer: “el velo del templo se rasgó en dos partes”.

Los sabios comentaron la historia de Eliseo rasgando sus vestiduras y enumeraron varias tragedias por las cuales uno debe rasgar sus vestiduras en dos partes y dejarlas para siempre sin remendar. Incluyen la muerte del padre o la madre, la muerte del maestro, la quema de un rollo de la Torah y la destrucción del Templo o la misma ciudad de Jerusalén.

El Talmud también establece que si uno es testigo de que alguien “exhala por última vez”, debe rasgar sus vestiduras:

Rabí Shimon ben Eleazar dice:

Aquel que está cerca del moribundo, en el momento en que respira por última vez, tiene el deber de rasgar sus vestiduras”.

(n. Bava Meitzá 25a)

El Evangelio de Marcos presenta la misma secuencia en el mismo tipo de lenguaje:

Expiró, y el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo
(Marcos 15:37-38).

La cortina del Templo se puede comparar con el manto de Dios:

Si no estuviera escrito en la Escritura [Lamentaciones 2:17], nadie se atrevería a pronunciarlo:

YHVH ha hecho lo que se propuso, lo que mandó desde tiempos antiguos; Él ha rasgado Su vestido de púrpura.
(Pesikta Rabbati 27:2)

¿Qué Significa ser Dador Alegre? (Terumah)

El verdadero dador no piensa que su dinero y sus recursos le pertenecen. Considera todo lo que tiene como perteneciente al Eterno.


Un verdadero dador no está motivado para dar simplemente porque anticipa cosechar un retorno próspero de su inversión. Una persona generosa da para la obra del Reino de Dios porque su corazón desea dar. Él ama a YHVH y quiere hacer todo lo posible para promover la obra de Elohim en la Tierra.

Leemos en el libro de Shemot (Éxodo), que el Eterno le pidió a Moisés que recolectara donaciones sólo de aquellos donantes que deseaban dar:

«De todo hombre cuyo corazón lo mueva, levantarás Mi ofrenda»
(Éxodo 25:2).

La colecta debía ser una contribución voluntaria, no un impuesto o incluso un diezmo. Los diezmos son importantes, pero se supone que la terumá se da simplemente desde el corazón.

Esto se puede comparar con un esposo y una esposa que amaban a su hijo y querían verlo triunfar en la vida. Aunque agotaron sus ahorros para enviar a su hijo a la universidad, no se arrepintieron en absoluto de la pérdida. En cambio, deseaban ayudar a su hijo a tener un buen comienzo en la vida y se regocijaban de poder hacerlo. De la misma manera, una persona que ama a Yahvéh debe estar deseosa y anhelanta

e por hacer todo lo que pueda para que la obra de Elohim tenga éxito pleno. Cuando invierte en el Reino, no se arrepiente de la pérdida. Lo ve como una oportunidad para cumplir sus esperanzas.

Un verdadero dador quiere honrar a Su Padre devolviéndole los recursos que se le otorgan. El verdadero dador no piensa que su dinero y sus recursos le pertenecen. Considera todo lo que tiene como perteneciente al SEÑOR. Por eso, cuando da para la obra del Reino de Elohim, no se arrepiente.

Esto se puede comparar con un hombre rico que se iba de viaje. Antes de irse, le confió a su vecino un saco de dinero para que lo guardara. Al regresar del viaje, pidió que le devolvieran el saco de dinero. El vecino no sintió rencor por devolver el dinero porque solo fue su custodio por un corto tiempo. De la misma manera, debemos considerar todo lo que tenemos como perteneciente a Yahvéh.

Una persona que da para la obra del Reino debe hacerlo de buena gana y con gusto. El apóstol Pablo dice:

«Cada uno haga tal como se propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre»
(2 Corintios 9:7).


ADAPTADO DE: Torah Commentary Set

Pregunta: ¿Lo que estaba dentro del Arca de la Alianza, está hoy dentro de tu Corazón?


Es fácil verse bien por fuera, pero ¿cómo purificamos nuestros corazones y los mantenemos puros? ¿Es un corazón puro siquiera una posibilidad?

El Arca del Pacto estaba en el corazón del Mishkán (Tabernáculo); como tal, corresponde al corazón del hombre. Esto significa que así como el Arca era el Trono de Elohim en el Tabernáculo, necesitamos hacer de nuestros corazones un trono adecuado para Él en nuestras vidas.

«Pondréis en el arca el testimonio que yo os daré.»
(Éxodo 25:16)


En el pensamiento hebreo, el corazón no es considerado como el asiento de las emociones. En cambio, representa los pensamientos, el intelecto y la voluntad de una persona. Las Sagradas Escrituras hebreas usan la palabra corazón de la misma manera que usamos la palabra mente en español.

La Torah dice:

«Todo intento de los pensamientos del corazón [del hombre] fue de continuo solamente el mal» (Génesis 6:5) y «El intento del corazón del hombre es malo desde su juventud
(Génesis 8:21).

El profeta Jeremías dice:

«El corazón es más engañoso que todo lo demás y está desesperadamente enfermo; ¿quién podrá entenderlo?»
(Jeremías 17:9).

Si este es el estado de la mente humana, ¿cómo podemos esperar cambiar? ¿Cómo podemos tener corazones puros?


«¿Quién puede decir:
‘He limpiado mi corazón, estoy limpio de mi pecado’?»
(Proverbios 20:9).

El Eterno promete que cambiará nuestros corazones desde adentro. Esta es la promesa de Su Pacto Renovado. En el libro del profeta Jeremías (31:33), encontramos que Él dijo que haría un Pacto Renovado con Su pueblo Israel, y como parte del Pacto Renovado, Él promete que cambiaría sus corazones al escribir Su Torah sobre ellos:

«Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días –declara el SEÑOR– Pondré mi Torá dentro de ellos y la escribiré en su corazón; y seré su Dios, y ellos será mi pueblo«.
(Jeremías 31:33)


Entonces, teniendo en cuenta lo que hasta aquí he dicho, aceptamos que el Arca del Pacto ilustra el concepto de colocar la Torah en nuestros corazones. El arca fue hecha para albergar las dos tablas del pacto. Así también la Torah debe ser puesta en nuestros corazones. El profeta Ezequiel promete que en la redención mesiánica el Eterno nos dará corazones nuevos:

«Además, os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.»
(Ezequiel 36:26)

Cuando nos comprometemos a ser seguidores de Yeshúa y recipientes de Su limpieza, el Espíritu de Dios comienza el proceso de recrear nuestros corazones. Debemos orar hacia este fin con las palabras del rey David, quien dijo:

«Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio»
(Salmo 51:10)

Entonces podemos declarar junto con él:

«Me deleito en hacer Tu voluntad, oh Dios mío; Tu Torá está dentro de mi corazón
(Salmo 40:8)

La Torah puede compararse con un contrato de matrimonio (ketubah). En la tradición judía, la ketubah se coloca en algún lugar dentro del hogar familiar como un recordatorio continuo de las obligaciones del matrimonio. En los días de Moisés, el Tabernáculo estaba en el centro del campamento de las tribus de Israel. El punto focal del Tabernáculo era una cámara interior llamada el Lugar Santísimo, en la cual estaba el arca del pacto. Las dos tablas de los Aseret HaDibrot (Decálogo o Diez Enunciados) estaban dentro del Arca. En ese sentido, la Torah la ketubah de Dios con Israel, estaba en el centro del hogar.


ADAPTADO DE: Torah Commentary Set