Por: P.A. David Nesher
«Pero yo (Yeshúa) les digo que no juren de ninguna manera; ni por el cielo, porque es el Trono de YHVH; ni por la tierra, porque es la tarima de sus pies; ni por Yerushaláyim (nombre hebreo de Jerusalén), porque es la ciudad del Gran Rey.»
Mateo 5:34-35 (VIN)
Leyendo detalladamente estas palabras de nuestro amado Mesías, llegamos a la conclusión de que el Señor, en los postreros momentos de sus días, hará de su ciudad real… ¡Su Trono!Entonces, notamos que la mayoría de los creyentes evangélicos han estado adormecidos por las fábulas de los líderes dispensacionalistas progresivos que enseñaron que cuando Cristo subió a la mano derecha del Eterno Dios, Él se sentó en el trono de David. Así ellos aseguran que:
- (1) El Mesías ya está sentado en el trono de David; y que por lo tanto, el reino de David ha sido ya inaugurado;
- (2) por esto, aseguran que el Trono de David está localizado ahora en el tercer cielo.
Busquemos ahora las Escrituras para ver lo que Yahvéh, nuestro Dios, dice sobre el trono de David, dónde está localizado y cuándo se sentará el Mesías en él.
“En verdad juró Yahvéh a David, y no se retractará de ello:
De tu descendencia pondré sobre tu trono Si tus hijos guardaren mi pacto, y mi testimonio que yo les enseñaré, Sus hijos también se sentarán sobre tu trono para siempre”.
(Salmo 138:11-12)
Este pasaje del salterio habla claramente del trono de David. La pregunta que nos haremos es ¿dónde estará localizado el trono de David?
Las Sagradas Escrituras aseguran:
“Porque Yahvéh ha elegido a Sión; la quiso por habitación para sí.
Allí haré retoñar el poder de David; He dispuesto lámpara a mi ungido”
(Salmo 132:13,17)
Es evidente que el trono de David, de acuerdo al diseño profético del Eterno, estará localizado en Sión (Jerusalén), no en el tercer cielo. Es allí, en Sión, que Dios hará que el cuerno de David aparezca.
Necesitamos primeramente comprender que, según las Sagradas Escrituras, Jerusalén es el lugar que Yahvéh la eligió para que estuviese su Nombre. (2 Cr 6:6.) Además de ser el centro de la adoración pura, también era la sede del gobierno de Israel. Se sabía y decía de los reyes que gobernaban en Jerusalén que se sentaban “sobre el trono de Yahvéh”. (1Cr 29:23.)
Continuando con nuestro estudio, iremos ahora hacia los profetas del Antiguo Pacto. Nos encontramos con lo que el profeta Jeremías dice acerca del tiempo de la restauración del Reino («en aquel tiempo«): a Jerusalén Trono de Yahvéh.
«En aquel tiempo llamarán a Jerusalén:
«Trono del SEÑOR; y todas las naciones acudirán a ella, a Jerusalén, a causa del nombre del SEÑOR;
y no andarán más tras la terquedad de su malvado corazón».
(Jeremías 3:17)
Es muy importante entender que el Reinado mesiánico de Dios es un proyecto que ha de concretarse en la Tierra. Nos es necesario desaprender el falso concepto de que el Reino de los Cielos es solamente espiritual. Al leer el salterio, notamos que el mismo rey David, en el Salmo 67:4, dice que Dios pastoreará a las naciones EN (no “DE”) la tierra. Es decir, que en la mentalidad hebrea es claro que el Reinado de Yahvéh dominará también los lineamientos políticos y económicos de todo el planeta.
Al venir a los Escritos de la Nueva Alianza, encontramos que las comunidades mesiánicas del primer siglo no habían abandonado esta idea escatológica. En Revelación 5:10 leemos: “Y los has hecho reyes y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra.” Así, mismo en Revelación 20:4,6 dice que estos reyes y sacerdotes reinarán con El Mesías mil años en la tierra.
En el Salmo 122:3-5 encontramos la información de que los tronos de los “reyes y sacerdotes” estarán en Jerusalén. Dicen así estos versículos:
«Jerusalén, que se ha edificado como una ciudad que está bien unida entre sí. Y allá subieron las tribus, las tribus de Yah, conforme al testimonio dado a Israel, Para alabar el nombre de Yahwéh. Porque allá están las sillas del juicio, LOS TRONOS de la casa de David».
Por lo tanto, el trono del “Rey de reyes” estará también allí. Yeshúa dijo que “Jerusalén es la ciudad del gran Rey”
(Mateo 5:34,35).
Insisto en hacer notar que hoy, muchos creyentes enseñan que el reinado de nuestro Mesías es desde el cielo, y que este ya comenzó cuando él ascendió inmortalizado al “reino de los cielos” para sentarse en el Trono de Su Padre, a su misma diestra. Sin embargo, las misma Palabra de Dios nos dice que Yeshúa se sentará también en su propio trono, y no tan sólo en aquel que se sienta Su Padre. He aquí el pasaje clave:
«Al que venciere, le daré que se siente conmigo EN MI TRONO, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre EN SU TRONO».
(Apocalipsis 3:21)
Al leer este versículo hay una pregunta que surge inmediatamente: ¿Y dónde se sentará Jesús en su propio trono?¿En el Cielo o en la Tierra?
He aquí unos pasajes importantes que nos hablan del reino de David que será restaurado por su hijo, el Señor Jesucristo:
“Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre EL TRONO DE DAVID Y SOBRE SU REINO, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Yahwéh de los ejércitos hará esto”.
(Isaías 9:7)
En esta profecía de Isaías, se nos dice que Jesús se sentará en el trono y el reino de DAVID…
Fue teniendo en cuenta esta profecía, que el ángel Gabriel predijo la misión y función regia del Mesías, en el momento que se lo anunciara a María:
“Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará EL TRONO DE DAVID su padre”
(Lucas 1:32)
El evangelio de Lucas, remarca perfectamente en esta anunciación angelical que Yeshúa recibirá el trono de David su padre. Pero si el trono de David su padre es aquel que está localizado en el cielo, entonces debemos concluir que David reinó en el cielo y no en la Tierra, más precisamente en Jerusalén. Por supuesto, todos ustedes dirán que una conclusión semejante es una locura inaceptable. Por todo esto, debemos entonces aceptar que Apocalipsis 3:21 está refiriéndose a un trono que es propiamente del Mesías y no del Padre Eterno. Además, este pasaje apocalíptico no nos dice nada de que dicho trono del Hijo está en el cielo, al lado del Padre, o en algún otro sitio. No queda duda alguna de que ese trono estará en el mismo lugar donde se sentó el legendario rey David, es decir en Jerusalén. Y para cumplir esta profecía, Jesús deberá dejar el cielo y venir a la tierra para sentarse en el trono de su padre David en Jerusalén.
Esta es una de las doctrinas proféticas fundamentales: el trono de David será restaurado sobre Israel, en la ciudad de Jerusalén. Es decir que un descendiente de David, volverá a gobernar literalmente sobre Israel y desde Jerusalén en la tierra de Canaán.
Los invito a leer 2 Samuel 7: 10-16. Notemos que aunque David reinaba en ese tiempo, la promesa era para el futuro, es decir que el reino del que se habla acá no estaba establecido sino que sería establecido en el futuro. Además, hace muchos años que ningún descendiente de David se sienta en ningún trono, aún en estos nuestros días es así. Dios prometió: «sera afirmada tu casa y tu reino para siempre«. Entendemos que esta promesa de reinar para siempre no era para Salomón, sino que el trono sobre el cual Salomón reinaría, sería establecido para siempre en un futuro. Esta promesa hecha a David se repite en el Salmo 89:3,4,28-37. El trono de David estaba en Jerusalén, y es allí donde el Mesías lo restablecerá de nuevo. Notemos que tanto en el vers. 29 como en el 36, nos dice que ese trono durará como los cielos y como el sol. La promesa de que el Eterno Dios establecerá a uno del linaje de David en su trono para siempre está claramente expresada en la Biblia; y todo creyente de las Sagradas Escrituras debe recibirlo y gozarse ya que el pacto es incondicional, por lo que Yahvéh no lo romperá bajo ninguna circunstancia, aunque los descendientes de David rompieran la ley de Dios y sus estatutos.
Notemos que la biblia siempre relaciona la restauración de Israel a su tierra con la instauración del trono de David: 2 Samuel 7:10-16,;Jeremías 23:3,5; Ezequiel 37:21,22,24,25. No hay duda de que Israel como nación tiene una doble promesa del Eeterno Dios, una acerca de su tierra y otra acerca de su reino: el trono de David para siempre. Estas dos promesas están unidas entre si. Israel deberá ser restaurado en su tierra, y su rey y su reino deberá ser restaurado. Estos dos eventos acontecerán al mismo tiempo. En Isaías 11:1, se describe el reino de un descendiente de David. La idea acá es de que el árbol fue cortado pero brotará un «renuevo», ahora solo queda el tronco seco y sin ramas, pero el árbol retornará en el futuro, de la casa de Isaí, el padre de David. Una rama nacerá del árbol que fuer cortado, y crecerá como un árbol mas grande de lo que antes fue, ya que sera restaurado el reino para siempre.
Una de las escrituras más importantes acerca de la restauración de Israel se encuentra en Hechos 15:13-16. Notemos que Santiago aquí, está citando a los profetas, para comprobar y afirmar que el tabernáculo o el trono de David será restaurado de nuevo. Notemos también, que esto acontecerá después que «Dios visite a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre«, lo que esto quiere decir es que la restauración del reino de David será después del conocido tiempo de los gentiles.
Ante este tema, no queda la menor duda de que la Iglesia de Cristo necesita hoy día conocer, cuál es en el plan perfecto del Eterno Dios, la realidad profética acerca del reino prometido a «la casa de Jacob«, (el Israel natural) la restauración del reino davídico, y el gobierno fuerte y de paz que Yahvéh Dios les prometió y que ellos tanto han esperado, es decir que hablamos aquí de los mil años proféticos o como se conoce: el milenio.
Es bueno, y muy importante, que conozcamos que en verdad tendremos un Reino de Paz sobre la Tierra, y que su gloria cubrirá la tierra (Habacuc 2:14; Isaías 11:9). La maldición del pecado será removida de la tierra cuando nuestro Mesías reine. (Isa.11:6-9; Isa. 35;1,6,7).
También es muy importante que entendamos que nuestro Eterno Dios no ha olvidado a Israel y su pacto con ellos; un día, todos los judíos vivos sobre la tierra serán reunidos en Canaán, y se convertirán todos al Señor, su nación será restaurada, tal y cual se les promete en una tras otra de las muchas profecías dadas a ellos.
Es bueno que sepamos también que cuando Cristo reine aquí en la tierra sobre el trono de David, en Jerusalén, los santos de Cristo de todas las edades reinaremos con Él.
Abraham y otros que murieron sin recibir la promesa, verán allí sus promesas cumplidas. En efecto, un cielo literal y glorioso se asentará sobre la tierra.
Estas son profecías gloriosas que es bueno que conozcamos perfectamente. Debemos conocer lo que la palabra nos dice sobre ese reino milenial sobre el trono de David en Jerusalén y sus maravillosas promesas y profecías. Estoy convencido de que usted le cree a la Palabra, concerniente a las profecías que de manera literal nos anuncian el reino milenial de Cristo sobre el trono de David en Jerusalén. Estas profecías se cumplirán luego de que Cristo ejecute el rapto de la iglesia, y se realicen las bodas del cordero en el cielo, y una luna de miel de siete años con su Señor en los cielos, Él descenderá y con Él, también su Esposa, para reinar sobre toda la tierra.
Veamos las palabras de Cristo hablando de ese reino: Lucas 22:15-18; Mateo 19:28, Cristo les prometió a sus discípulos doce tronos para «juzgar«, es decir gobernar sobre las doce tribus de Israel. Cristo reinará sobre Jerusalén y sus santos reinarán con Él juntamente. En Deuteronomio 30:1-6, leemos que Israel será vuelto de su cautividad y juntado en Palestina, y dice el ver. 3, que allí se convertirá Israel, el vers. 5, dice que la tierra será suya y la heredarán. En Mateo 25:31, el mismo Cristo nos dice claramente que Él se «sentará en su trono de gloria«. Su entronamiento espera su segunda venida en gloria. Entonces establecerá su reino sobre el trono de David y sobre Jerusalén.
Debemos tener la certeza, y desde ella vivir expectantes, de que estas profecías se cumplirán literalmente así como se cumplieron las de su nacimiento en Belén de Judea, de la tribu de Judá, de la descendencia de David, nacido de una virgen, que entraría a Jerusalén sobre un asno, su crucifixión, la suerte sobre sus vestimentas, y aún sus palabras: «Padre, por qué me has desamparado«. Todas estas profecías fueron cumplidas en su primera venida a la Tierra; es por esto que también debemos creer que las promesas de su segunda venida y su subsiguiente reino milenial también se cumplirán literalmente y fielmente como las primeras.
El Evangelio, solamente es buena noticia del Rey cuando se lo acepta en su mensaje completo. Por ello, simplemente cree, dejando que tu fe te llene de esperanza.