Según la fe católica, el aborto es un pecado tan grave que quienes lo facilitan o lo realizan incurren en la excomunión automática de esa institución religiosa. Sin embargo, Jorge Bergoglio, el argentino devenido en falso profeta bajo el título de Papa Francisco, ha encontrado la manera de que este pecado sea debilitado y sacado de la conciencia de las masas como tal ya que permitirá a todos los sacerdotes perdonar formalmente a las mujeres que hayan abortado y pidan su absolución durante el próximo Año Santo católico. Muchos aseguran que este es el último de los pasos del pontífice argentino hacia una iglesia más abierta e integradora. Yo, como profeta del Eterno, les aseguro que este varón llegó con esto a sus últimos pasos por este planeta.
La medida se aplicará durante el Año Jubileo, que comenzará desde el próximo 8 de diciembre y se extenderá hasta el 20 de noviembre de 2016. El pontífice señaló en una carta que los sacerdotes se deben preparar para esta gran tarea, ya que el perdón, solamente podrá ser concedido durante el Jubileo de la Misericordia o Año Santo, es decir entre los días comprendidas en las fechas señaladas.
El Año Santo es una celebración católica en la que se celebra la remisión de los pecados cada año en el que el 25 de julio cae en domingo. En este caso, se trata de un Año Santo Extraordinario, convocado por Francisco y llamado Jubileo de la Misericordia. La apertura del próximo Jubileo tendrá lugar en el 50º aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, ocurrida en 1965. Evidentemente se trata de una celebración que vaticina nuevos cambios dogmáticos en la sede romana de Babilonia. Además, el rito inicial del jubileo es la apertura de la Puerta Santa. Se trata de una puerta que se abre solamente durante el Año Santo, mientas el resto de años permanece sellada. Tienen una Puerta Santa las cuatro basílicas mayores de Roma: San Pedro, San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María Mayor. Las cuatro serán abierta este próximo 8 de diciembre como un acto mágico que profetizará la abertura de los portales de los cuatro puntos cardinales a fin de que todas las naciones den la bienvenida al Nuevo Orden Mundial que Vaticano propondrá.
La carta fue publicada por el Vaticano este martes. En ella Francisco describió la «dura prueba existencial y moral» que afrontan las mujeres que han interrumpido su embarazo y dijo que había «conocido a muchas mujeres que cargan en su corazón con la herida de esta dolorosa y angustiosa decisión«.
Considerando lo que asegura la doctrina católica, el aborto es un pecado grave que comporta excomunión y un sacerdote sólo lo puede absolver por orden de un obispo o del pontífice. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, explicó que la decisión del papa «no es una atenuación de la gravedad del pecado (del aborto)», así como «no quiere de ninguna manera minimizar la gravedad de ello». Sin embargo, muchos de aquellos que tenemos el don de discernimiento de espíritus, intuimos que esto último no es verdad, sino todo lo contrario, ya que se pretende minimizar a tal punto la gravedad de esto que permitirá un movimiento demoníaco que acelerará la legalización de esta práctica en innumerables naciones. El dios Moloc de los cananeos será llevado a sus altares tal y como la élite reptiliana lo había trazado.
Ante esta noticia que demuestra que el espíritu del anticristo está sutilmente propagándose por nuestro planeta desde este falso profeta, necesitamos decir algunas cosas que están claramente reveladas por las Sagradas Escrituras.
Primeramente, es importante proclamar que en ninguna parte de la Biblia se asegura como doctrina el concepto de la confesión de pecados a un sacerdote. Todos los libros neotestamentarios enseñan que no debe haber una división de sacerdotes y laicos en el Nuevo Pacto. En su lugar, las Escrituras del Nuevo Pacto enseñan que todos los creyentes son sacerdotes. El apóstol Pedro (supuesto primer papa del catolicismo romano) describe a los creyentes como “real sacerdocio” y “nación santa” (1 Pedro 2:5-9) . Luego notamos que en los finales del primer siglos las comunidades joaninas (supervisadas por el apóstol Juan) describen a los creyentes como “reyes y sacerdotes” (Apocalipsis 1:6 y 5:10) .
La mayoría de nosotros sabemos que en el Antiguo Pacto, los fieles tenían que aproximarse a Dios a través de los sacerdotes. Éstos eran los mediadores entre el Eterno y el pueblo. Los sacerdotes ofrecían sacrificios a Dios en nombre de la gente. Todo esto era sombra y figura de Aquel que habría de venir. Por eso esto, bajo la Nueva Alianza, ya no es necesario porque por el sacrificio de Jesucristo, podemos aproximarnos al trono de Dios confiadamente (Hebreos 4:16). Con la muerte de Yeshúa, el velo del templo se rasgó por la mitad, destruyendo así el símbolo de la pared divisoria que había entre Dios y la humanidad. Hoy, podemos acercarnos al Eterno directamente por nosotros mismos, sin el uso de un mediador humano. ¿Por qué? Porque Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote (Hebreos 4:14-15; 10:21), y el único mediador entre Dios y nosotros (1 Timoteo 2:15).
¿Pero qué se puede hacer ante el aborto? ¿Puede Dios perdonar tal pecado?
Para los hijos primogénitos del Eterno, el aborto es un pecado grave que atenta contra el quinto mandamiento de la Torah. Es equivalente al homicidio directo y voluntario. Por eso, los médicos y otras personas involucradas en este crimen son ‘cooperadores’ de un asesinato que conduce a la condenación eterna. Es irónico y hasta paradójico que hasta el mismo catecismo católico asegura que el aborto directo, es un pecado grave porque “el ser humano hasta su concebimiento, debe ser respetado y protegido” en su integridad.
Por lo tanto, para comenzar a responder estas preguntas primeramente citaré este oráculo del Señor:
«Yo, yo soy el que borro tus transgresiones por amor a mí mismo, y no recordaré tus pecados«.
(Isaías 43:25)
Según la Biblia, la CONFESIÓN DE LOS PECADOS es a DIOS solamente. Cuando el rey David se arrepintió de su adulterio confesó su pecado directamente a Dios. Sin sacerdote. Sin ritual. Sin sacramento. Sólo un hombre traspasado de dolor confesando su pecado ante su Hacedor.
» Pero te confesé sin reserva mi pecado y mi maldad; decidí confesarte mis pecados, y tú, Señor, los perdonaste».
( Salmo 32:5).
La confesión directamente al Eterno Dios fue también la experiencia de Nehemías ( Neh. 1:4-11), de Daniel ( Dan. 9:3-19), y Esdras ( Esd. 9:5-10). A pesar de que Esdras mismo era un sacerdote levítico, él dijo al pueblo de Dios que se confesara «ante el Señor y Dios de sus padres» ( Esdras 10: 11).
Los verdaderos hijos de Dios, no vamos a un ser humano, sino al Padre con Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, al lado nuestro: «Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no cometan pecado. Aunque si alguno comete pecado, tenemos ante el Padre un defensor, que es Jesucristo, y él es justo » ( 1 Juan 2,1). Acudimos al Eterno Abba confiados en que él nos oirá: «Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios amoroso, para que él tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de la necesidad» (Hebreos 4,16). Nos acercamos confiadamente con la promesa de Dios de que él nos perdonará: «pero si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad» (1 Juan 1,9 ).
Independientemente de que se esté consciente o no que el aborto se trata de dar muerte a una vida humana; Dios por su misericordia, sí lo perdona. La buena noticia es que nuestro Abba, el Eterno, te ama y desea perdonarte por tu aborto, hayas sabido o no lo que estabas haciendo. Pero antes de poder apreciar la buena noticia, hay que conocer la mala noticia. La mala noticia es que hay una culpa moral real y todos somos culpables de muchos delitos morales en contra de Dios, de los que el aborto es solo uno. “...por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Romanos 3:23). El aborto es solo una de las tantas formas en que la humanidad demuestra su lejanía de la Torah (Instrucción) de Dios.
Pecar es no estar a la altura de los estándares santos de Dios. Nos separa de una relación con Dios (Isaías 59:2). El pecado nos engaña, haciéndonos creer que lo malo es bueno y lo bueno es malo (Proverbios 14:12). “Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
¡La solución, entonces es acercarse a Jesucristo, el Hijo de Dios, como nuestro Dueño y Salvador!
Pablo lo afirma claramente «Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús señor nuestro» (Romanos 6: 23). Y tambien Juan en una de sus cartas dice «Si confesamos nuestro pecado, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de nuestra maldad» (1 Juan 1: 9).
Muchas mujeres han experimentado este perdón y este cambio. Sus vidas han sido cambiadas a tal grado que hoy muchas de ellas son grandes agentes de cambios que aconsejan a otras mujeres en pro de la vida. Estos testimonio son poderosos y cautivantes y han salvado muchas vidas tanto de mujeres como de niños. Jesús vino a buscar a los perdidos de este mundo, ocultar nuestras culpas no resuelve nada, solo reconociendo nuestros pecados delante del Hijo de Dios podemos obtener perdón y restauración.
Jesucristo, el Hijo de Dios, nos amó tanto que se convirtió en un miembro de la raza humana para liberarnos de nuestro problema del pecado (Juan 3:16). Se identificó con nosotros en nuestra debilidad, sin ser contaminado por nuestro pecado (Hebreos 2:17-18; 4:15-16). Jesús murió en la cruz como el único digno de pagar el castigo por nuestros pecados que demanda la santidad de Dios (2 Corintios 5:21). Y se levantó de la tumba, venciendo el pecado y conquistando de la muerte (1 Corintios 15:3-4, 54-57).
Cuando Cristo murió en la cruz por nosotros, dijo: “Consumado es” (Juan 19:30). La palabra griega traducida como “consumado es” es la misma escrita en certificados de deuda cuando eran canceladas. Significaba “pagado en su totalidad”. Cristo murió para pagar en totalidad nuestra deuda.
La salvación es un regalo: “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2: 8-9). No se puede trabajar para ganar ni alcanzar este regalo. No depende de nuestros méritos o esfuerzo; depende únicamente del sacrificio de Cristo por nosotros.
El aborto es un pecado contra Dios y contra ti misma. Reconoce tu pecado ante Dios, tu Padre. Él te ha perdonado. Él envió a su Hijo amado a cargar con tu pecado y tu culpa. Jesús pagó el precio por tus pecados al ser el inocente Cordero de Dios, al ser sacrificado para no tomar en cuenta tu pecado.
“Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, humillado. Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados. Todos andábamos perdidos, como ovejas, cada uno seguía su propio camino, pero el Señor hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros”.
(Isaías 53:4-6)
Enfoca tu atención hacia la cruz de tu Salvador y contempla lo maravilloso que son el amor y la misericordia de Dios hacia TI. Cree en su promesa preciosa de perdón.
Oración para sanar el dolor del aborto.
«Oh Dios, reconozco mis pecados.
Lloro mucho mi pena.
Sé cuánto Te he ofendido y cuánto mi pecado ha herido también a otros hijos tuyos.
Perdóname.
Te pido fortaleza para seguir.
Te pido que me ayudes a perdonarme.
Oh Señor mío y Dios mío, no permitas que me aparte de Ti, no dejes que el dolor y la desesperación obstaculicen mis pasos hacia Tu camino.
Dame la fuerza que necesito para cambiar.
Ayúdame a confiar en Ti.
Quiero confiar en Tu misericordia, oh Dios.
Quiero confiar todo mi ser a Ti.
Sin Ti no soy nada.
Enséñame a conocerme.
Desde ahora en adelante me comprometo a dar lo mejor de mí, a ofrecerte mis sufrimientos, mi trabajo, mis logros para la protección de toda vida humana.
Te pido por otras mujeres y hombres que al igual que yo están en la oscuridad de este sufrimiento.
Haz que todos los que sufren las consecuencias del aborto provocado se acerquen a Ti y Te pidan perdón para que así salgan renovados en Tu amor y misericordia.
Te lo pido, mi amado Dios, mi única esperanza y fortaleza.
Haz de mí una mejor persona y ayúdame a remediar el daño que he causado.
Quiero hacer desde ahora lo que esté a mi alcance por la defensa de la vida humana.
Guárdame de todo mal y dame discernimiento, sabiduría y AMOR para poder llegar a a Ti«.
Amén