Una pesquisa en solitario de un prestigioso científico estadounidense ha provocado un pequeño terremoto en la investigación del origen de la pandemia. El bioquímico Jesse Bloom —del Centro de Investigación Fred Hutchinson, en Seattle— se percató de que algunas secuencias genómicas de los primeros casos de covid en la ciudad china de Wuhan habían desaparecido de una base de datos internacional. En un trabajo detectivesco, deduciendo el nombre de los archivos, Bloom logró recuperar la información borrada, gracias a que también se había subido a la plataforma Google Cloud, un espacio virtual de almacenamiento. “Parece probable que las secuencias se eliminaran para ocultar su existencia”, afirma el investigador en un borrador de sus conclusiones publicado este martes.
Bloom sostiene que las 13 secuencias parciales que ha conseguido reconstruir presentan mutaciones que sugieren que el virus ya circulaba en Wuhan antes del brote de diciembre de 2019 en el mercado de Huanan. Su investigación, controvertida y pendiente de revisión por otros científicos, destaca tres mutaciones presentes en los coronavirus del mercado, pero ausentes en las secuencias rescatadas ahora y en los virus de murciélago emparentados con el SARS-CoV-2. Algunos especialistas creen que esta nueva información es clave. El genetista Rasmus Nielsen, de la Universidad de California en Berkeley (EE UU), ha afirmado en sus redes sociales que “estos son los datos más importantes sobre el origen de la covid en más de un año”.
Otros expertos, como el genetista Fernando González Candelas, son mucho más escépticos. “Hace mucho ruido con poca paja real, todo para concluir que la pandemia no empezó en el mercado de Wuhan, lo que ya se sabía, y que el virus circulaba antes de lo que se ha dicho, como ocurre siempre en una nueva epidemia”, opina González Candelas, catedrático de la Universidad de Valencia. “Lo de borrar secuencias de una base de datos no es lo habitual, pero habrá que ver por qué se ha hecho. Puestos a especular, es una buena arma para cualquier teoría conspirativa”, añade.
Los archivos fueron suprimidos de la base de datos SRA, perteneciente a los Institutos Nacionales de la Salud de EE UU. El organismo, una agencia gubernamental, ha explicado este miércoles en un comunicado que borró las secuencias en junio de 2020 a petición de un investigador chino que tenía los derechos sobre ellas. El científico indicó que la información se había actualizado, que la quería enviar a otra base de datos y que deseaba eliminar la primera versión para evitar confusiones.
Las indagaciones de Bloom apuntan a que las muestras de aquellos pacientes de covid fueron recogidas por el farmacéutico chino Aisi Fu en el Hospital Renmin de la Universidad de Wuhan. Aisi Fu y sus colegas no escondieron entonces el material, todo lo contrario. Usaron la información para desarrollar un test de detección del coronavirus y publicaron un borrador de sus resultados el 6 de marzo de 2020. Y hace justo un año publicaron sus conclusiones definitivas en la revista especializada Small, un estudio con información parcial de las secuencias que, con un formato inusual y en una revista minoritaria, pasó desapercibido. Tanto Bloom como la revista Science han intentado obtener la versión de los investigadores chinos, sin éxito. El bioquímico estadounidense no ha encontrado las secuencias borradas en ninguna otra base de datos.
Jesse Bloom pertenece al grupo de 18 científicos de primera fila que pidió el 13 de mayo “una auténtica investigación” sobre el origen de la pandemia. A juicio de estos expertos, “siguen siendo posibles tanto la teoría de un escape accidental de un laboratorio como la de un salto natural desde los animales”. El Instituto de Virología de Wuhan, en cuyos laboratorios se trabajaba con coronavirus antes de la pandemia, está a 14 kilómetros del mercado de Huanan.
Los 18 científicos, en una carta publicada en la revista Science, fueron muy críticos con el informe de la misión conjunta de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y China, cuyos autores aseguraron en marzo de 2021 que la hipótesis de una fuga de un laboratorio era “extremadamente improbable”, mientras que el salto natural desde un animal era “probable o muy probable”.
El propio informe de la OMS detalla 168 casos de covid en Wuhan en diciembre de 2019, 47 de ellos asociados al mercado de Huanan. Otros enfermos, 38, habían estado en otros establecimientos similares, pero no habían visitado el de Huanan. El virólogo Robert Garry, experto en virus emergentes de la Universidad Tulane (EE UU), ha detectado dos linajes distintos de coronavirus en esos primeros casos vinculados con mercados de fauna salvaje. Su hipótesis es que un progenitor del virus en los murciélagos saltó a otra especie, algunos animales infectados fueron capturados y los ejemplares afectados —ya con diferentes variantes del virus por mutaciones en granjas abarrotadas— acabaron siendo vendidos en diferentes mercados de Wuhan. Este proceso pudo requerir décadas.
Un equipo de científicos chinos reveló hace dos semanas que en la mayoría de mercados de Wuhan se vendían animales salvajes vivos de forma ilegal antes de la pandemia. Una de las especies a la venta era el perro mapache, un carnívoro del tamaño de un zorro que se cría por millones en las granjas peleteras de China. El coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave (SARS) —que apareció en China en 2002 y provocó la muerte de casi 800 personas— se detectó en un mercado de animales de Guangdong en la civeta de las palmeras enmascarada, un pequeño mamífero, y también en perros mapache. El propio Jesse Bloom ha reconocido en la revista Science que su investigación detectivesca “no refuerza ni la hipótesis del origen en un laboratorio ni la de una zoonosis [un salto natural desde los animales]”.