Por P.A. David Nesher
Fe y Gracia
El Gusano de la Impureza vencido por el Cordero de Gloria.
«Ofrecerás el un cordero á la mañana, y el otro cordero ofrecerás á la caída de la tarde…»
Éxodo/Shemot 29:39
Ofrenda un cordero por la mañana y el otro cordero ofréndalo a la tarde.
Números/Bamidbar 28: 4
El sabio Yosef Jaím, al comentar la parasha Pinjás, dice que la razón por la que se trae el Korbán Olá Tamid (traducido com «el acercamiento de constante elevación«) en la mañana y al atardecer es porque dicha ofrenda de elevación, al entregarse en la mañana, expía los pecados de la noche, y la ofrenda de elevación del atardecer, expía los pecados del día. Y ya que este korbán se compraba con dinero de la congregación, éste tiene el poder de expiar los pecados de todo el pueblo.
Yosef Jaím agrega que con las letras de la palabra en hebreo olá (traducida como «elevación de«) se formar la palabra hebrea tolá ( que se traduce como «gusano«), que viene a indicar la existencia de ángeles malos que son parte de la klipá, y tienen la condición de un gusano que quiere comer y acabar con lo que se le ponga por delante. Por lo tanto, el sabio enseña que cuando Israel ofrenda el Olá HaTamid de la mañana, está activando a las esferas celestiales para que se interpongan ante aquellos ángeles y nosotros, y no puedan hacernos daño y/o acabar con nosotros en nuestra misión de hacer tikún (reparación).
Desde ese concepto yahvista Yosef Jaím sostiene que así como existe un ángel de sufrimientos llamado Tolá, en las esferas celestiales también existe un ángel de pureza llamado igualmente Tolá, cuya función es antagónica al primero, es decir que se encarga de debilitar la fuerza del Tolá malo, con el propósito de que este no pueda llevar a cabo su objetivo en contra de aquellos que somos herederos de la salvación (Hebreos 1: 14).
Ahora bien, el Tolá malo se alimenta de la energía negativa que genera el yetzer hará que vibra en el ego de cada hombre. Pero, ¿de dónde absorbe el Tolá bueno su fuerza para poder actuar contra el Tolá malo? Del hecho de que el Pueblo de Israel ofrenda el Olá HaTamid por la mañana y por la tarde. Es decir, que por el mérito del ofrecimiento de estos korbanot, el Tolá bueno obtiene la fuerza para vencer al Tolá malo.
Leyendo y mediando esta descodificación de las Sagradas Escrituras, logramos leer con una óptica más razonable el oráculo en el que HaKadosh Baruj Hu se dirigió a Yaakov Avinu y le dijo
«No temas, Toláat («gusano de») Yaakov; es decir, no temas del Tolá de la kelipá ni de las fuerzas de la impureza, debido a que tú también tienes un Tolá con el poder de aniquilar a tu enemigo”.
(Isaías 41:14)
Los sabios, expertos en los códigos hebreos (en el Tratado de Nedarim 81a; Tratado de Shabat 119b y Tratado de Bavá Metzía 30b), preguntan:
“¿Por qué fue desolada la Tierra de Israel?”
La pregunta es retórica. Con ella quisieron decir que, si el Korbán Olá Tamid estaba supuesto a proveerle poder al Tolá bueno para batallar con el Tolá de la klipá, entonces, ¿cómo pudieron los goyim (pueblos gentiles) devastar la Tierra de Israel?
Esta pregunta se refuerza por el hecho de que en la ciudad Jerusalén vivieron grandes talmidim jajamim (discípulos de la Sabiduría), que poseían un espíritu profético, de un nivel muy elevado que no se podía medir. Dichos talmidim jajamim tenían el poder de forzar a los ángeles ministeriales a batallar contra las fuerzas de los principados destructores que presiden las naciones idólatras; dichos ángeles ministeriales no les darían a los goyim la posibilidad de destruir la Tierra de Israel
(Midrash Zuta Ejá 1:7). Entonces, ¿cómo los destructores obtuvieron el permiso para arrasar?
Esta pregunta fue formulada a los jajamim (sabios) y a los naavim (profetas), quienes no supieron responderla. Hasta que vino el Eterno mismo y la respondió:
«¿Quién es varón sabio que entienda esto? ¿y a quién habló la boca de Yahvéh, para que pueda declararlo? ¿Por qué causa la tierra ha perecido, ha sido asolada como desierto, hasta no haber quien pase? Dijo Yahvéh: Porque dejaron mi Torah, la cual di delante de ellos, y no obedecieron a mi voz, ni caminaron conforme a ella;»
(Yirmeiá/Jeremías 9:12 – 13):
¿Por qué la Tierra [de Israel] fue destruida? Porque abandonaron Mi Torah
Al leer los comentarios de la Guemará (Tratado de Nedarim 81a) se puede encontrar varias razones que avalan la amonestación de YHVH a los Benei Israel (Hijos de Israel):
- que fue debido a que no bendecían antes de leer la Torah;
- porque los infantes dejaban de estudiar Torah y comenzaban a practicar las modas y costumbres de los niños de otros pueblos; y también
- porque se apegaron a la letra de la ley en demasía y, aunque cumplían las leyes de la Torah, impartían justicia implacable sin aplicar la cualidad de la misericordia.
- y además, por fuerza mayor, habían dejado de traer la ofrenda de elevación constante, pues se les habían acabado los animales para ofrecer, y como el korbán viene a expiar los pecados del día y los de la noche, no tenían forma de expiar; por ende, perdieron la protección.
Entonces, notamos que el Pueblo de Israel se fortalece sobre sus enemigos solo cuando ofrendan el Korbán Olá Tamid, el cual es un símbolo de la elevación y superación diaria a los que el Eterno llama a cada miembreo de Su Pueblo. Por ende, dicho Korbán Tamid tiene el poder de darle fuerza al Tolá de la santidad; y es necesario que dicho Tolá esté en condición de elevarse y superarse constantemente, como un avión que para poder despegar y mantenerse en vuelo requiere de una fuerza constante, a fin de no perder altura y caer.
Sin embargo, desde que el Pueblo de Israel había dejado de ofrendar el Korbán Tamid, el Tolá de la kedushá (santidad) no tenía más fuerza para vencer a la klipá de la impureza; por ello, los goyim consiguieron potestad para destruir Jerusalén y Su Templo.
De acuerdo a la historia, el Pueblo de Israel dejó de ofrendar el Korbán Tamid el 17 de tamuz debido a que no les quedaron más ovejas (así lo relata el Tratado de Arajín 11b, y Rashí allí). Pero en lugar de preocuparse por el hecho de que no les quedaban más ovejas y de meditar cómo fue que habían llegado a esa situación de carencia, permanecieron serenos y no se dedicaron a sopesar si esa situación era una señal del Cielo para que se dedicaran a corregir sus actos. Por ejemplo, cuando una madre ve que su hijo no crece y no se desarrolla como debe, o que duerme más horas de las normales, de inmediato, se despierta en su corazón la sospecha de que algo no anda bien. Entonces, recurre a los médicos en busca de descubrir el origen del problema. De la misma forma, cuando el hombre sospecha que no se está elevando, sino que permanece siempre en el mismo nivel (o que, al contrario, está descendiendo de nivel, debe ocuparse de dicha situación meditando en sus acciones negativas, y no puede descansar o permanecer tranquilo hasta que encuentre la respuesta al problema y realice el tikún (reparación) correspondiente.
Dicen los sabios de los códigos hebreos de la Torah que debido a esto, el Eterno estableció que, al envejecer, los cabellos de un ser humano cambien de color. Al principio son negros, pero después se emblanquecen conforme la persona vaya envejeciendo. Asimismo, el rostro de la persona no permanece terso y reluciente como en la juventud. Todo esto, ¿por qué? ¡Si el Eterno podría crear una realidad en que la persona dejara este mundo después de sus 120 años luciendo como un joven! ¿A qué se debe que la persona se vea tan diferente y desgastada al fallecer anciana? El fundamento radica en que las señales de la vejez vienen para despertar a la persona, que se dé cuenta de que ella no está protegida para siempre, que sus años sobre la tierra están fijados y tienen un límite, y que llegará el día en el que dejará este mundo y será enterrada. Sabiendo esto, todo varón y toda mujer de Israel, debe despertar y aprovechar sus días, estudiar Torah y cumplir los mitzvot (mandamientos), pues llegará el día en el que la elevación espiritual le será tomada de las manos, y será juzgado de acuerdo con sus acciones, y entonces ya no podrá corregir lo hecho.
De igual modo, el Pueblo de Israel tenía que haberse despertado, y preocupado de buscar la razón de por qué de pronto no tenían más la posibilidad de ofrendar el Korbán Olá HaTamid. El solo hecho de que se había agotado el rebaño para sacrificar indicaba que habían afectado su estudio de Torah y no se habían dedicado a ella con integridad. Pero, como el Pueblo de Israel permaneció indiferente y no buscó el origen para establecer el Tolá de la santidad, las fuerzas del mal se fortalecieron desde las negatividades que ellos mismos generaban y lograron destruir Jerusalén por medio de las naciones goyim.
En nuestros días, en que no tenemos el Bet Hamikdash (Templo) ni la posibilidad de ofrendar el Korbán Olá HaTamid, cada miembro de los Benei Israel (Hijos de Israel) tiene la obligación de elevarse en la sagrada Torah, y hacer una introspección respecto de sus actos, si es que son debidos o si requieren de corrección. Y cuando la persona se conduce de esta forma, refuerza el poder de la pureza y la santidad ante las fuerzas de la impureza.
Bitácoras Relacionadas:
¿Dios Protege al Pecador?… ¿Qué significa Jatat?
Por P.A. David Nesher
“Habla a los hijos de Israel, diciendo: Si alguien peca inadvertidamente en cualquiera de las cosas que YHVH ha mandado que no se hagan, y hace alguna de ellas; si el que peca es el sacerdote ungido, trayendo culpa sobre el pueblo, que entonces ofrezca a YHVH un novillo sin defecto como ofrenda por el pecado, por el pecado que ha cometido.
(Vayikrá/Levítico 4:2-3)
Sin duda alguna debo comenzar diciendo que, al mencionar las ofrendas del Mishkán o Tabernáculo (más tarde el Templo), las imágenes que se aparecen en la mente moderna son barbáricas, paganas y primitivas. Matanza de animales, sangre y tripas que son llevadas a altares, quema de incienso y sacerdotes con vestimentas elaboradas realizando rituales complejos pero aparentemente sin sentido.
Sin embargo, dado que una parte importante de la Torah (la mayoría del libro de Vayikrá Levítico) se dedica a las detalladas leyes de las ofrendas, parecería que este tema tiene una importancia más profunda que nos demanda una detenida y profunda investigación.
En el día de hoy nos toca considerar un korván (ofrenda) lleno de códigos que revelan la gracia infinita de nuestro Dios. El mismo es llamado en las Sagradas Escrituras con el nombre de jatat, que es el nombre que se le da a la ofrenda por el pecado.
Comenzaré comentándoles que palabra jatat, se puede traducir como “error” y “pecado”. Esta palabra proviene de la raíz jatá, que significa “fallar”, “errar”, “pecar”.
También les diré una interesante curiosidad escritural. Cuando leemos el versículo 23, de este capítulo 4, nos damos cuenta que esta ofrenda también es llamada korbán, término que nos revela que también es un medio para poder ascender a YHVH para sentirse más cerca de Él. Pero, lo interesante es saber que en el resto de los versículos de este capítulo normalmente no se usa la palabra korbán (“ofrenda” o “ascensión”), como en el caso de la olá y la minjá, sino sólo le-jatat, que en la versión Septuaginta fue traducida simplemente como “pecado”. Así que el término griego técnico para una ofrenda de pecado es simplemente “pecado”. Tendiendo en cuenta este hecho, podremos entender correctamente el texto griego de la segunda epístola a los discípulos de Corintios donde está escrito:
“Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en él.”
(2 Corintios 5:21)
Esto significa que el Mesías fue hecho un sacrificio de pecado, en hebreo un le jatat, por nosotros. Es decir que no es que él haya sido hecho pecado, en el sentido literal de la palabra (como lo explican los líderes cristianos), sino que en esa expresión hay una alusión clara al sacrificio de pecado que encontramos en el capítulo cuatro de Levítico.
Pecados por omisión y por premeditación: ¿cómo los trata Dios?
Ahora quiero enseñarles una cosa más en cuanto a este interesante asunto. Existen dos tipos de sacrificios por el pecado: jatat y asham. El primero expía por ciertos pecados cometidos por error u omisión, el segundo expía por ciertos pecados cometidos con premeditación.
El jatat expía por los pecados cometidos contra los mandamientos negativos que si hubieran sido cometidos deliberadamente, el pecador hubiera sido reo del castigo de caret (extirpación) del Pueblo. Hay 43 pecados de este tipo, la mayoría de ellos son de relaciones sexuales prohibidas. El jatat sólo expía por estos pecados cuando son cometidos por ignorancia. Esto nos enseña que la falta de conocimiento no exime al pecador de su responsabilidad. El que peca sin saber también es culpable delante del Eterno.
Al leer el versículo que encabeza esta bitácora, vemos que en el primer caso se habla del sacerdote ungido que peca, trayendo culpa sobre el pueblo.
La Torah revela que como el Sumo Sacerdote (Kohen Gadol) representa al pueblo, su pecado repercute sobre toda la nación. El pecado también puede consistir en que el Kohen Gadol haga una mala interpretación de la Torah y luego él mismo siga esa decisión halájica equivocada resultando en que también el pueblo la siga.
La expresión “el sacerdote ungido” es la traducción del hebreo ha-kohén ha-mashíaj. Ésta es la primera vez que aparece la expresión ha-mashíaj, “el ungido”, en la Torah. Dicha expresión aparece tres veces en esta aliyá (v. 3, 5 y 16). Ahora bien, no sé si logran darse cuenta de la maravilla que esto revela: ¡Es muy significativo que la primera vez que el Mesías es presentado en la Torah, es en relación con el sacrificio de pecado! Tenemos tres versículos como testigos firmes que muestran que la tarea primordial del Mesías es redimir el mundo por medio de su propio sacrificio de pecado “para que todo aquel que cree en él, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Al leer el versículo notamos que dice así: “si el que peca es el sacerdote ungido (HaMashíaj), trayendo culpa sobre el pueblo” En este texto está escrito que HaMashíaj es el que tiene pecado y ese pecado llega sobre el pueblo. La imagen de la sombra mesiánica está invertida, ya que en el arquetipo divino es el pecado del pueblo el que vino sobre el Mesías Yeshúa, y la justicia suya vino sobre el pueblo.
Al leer el versículo 5 vemos que está escrito:
“Luego el sacerdote ungido (HaMashíaj) tomará de la sangre del novillo y la traerá a la tienda de reunión”
Aquí está escrito que HaMashíaj es el que trae la sangre al Mishkán (Tabernáculo). Así mismo, en el arquetipo divino, fue Yeshúa el Mesías quien llevó su propia sangre al Santuario Celestial.
En el versículo 16 vuelve a aparece una expresión semejante:
“Entonces el sacerdote ungido (HaMashíaj) traerá sangre del novillo a la tienda de reunión”
La Torah revela aquí que parte de la sangre debía ser llevada sí o sí al Mishkán. Esto anunciaba el momento cuando el Mesías Yeshúa llevaría Su bendita sangre al Santuario Celestial, tal como queda explicado en el libro de Hebreos:
“… y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna.”
(Hebreos 9:12)
Según el intérprete Rashí, el novillo tiene que tener tres años de edad, figurando así a Yeshúa, quien cumplir su obra redentora, ya tenía tres años de ministerio terrenal.
Enfocándonos más detalladamente en la halajá de este korbán nos encontramos con la revelación de que una vez que la sangre del novillo era llevada dentro del Tabernáculo, el resto del animal no se podía comer, sino que debía quemado fuera del campamento (cf. Levítico 4:21; 6:30; 16:27, Hebreos 13:11-12). Por favor, tengamos en cuenta que esto nos habla de la muerte del Mesías, cuya sangre fue llevada al interior del santuario celestial, pero su muerte ocurrió fuera de las murallas del Templo, cerca del altar que estaba en el Monte de los Olivos.
Es muy importante que al ver los korvanot, tengamos en nuestra mente que todos los sacrificios son sombras del sacrificio del Mesías ya que base del sacrificio del Señor estos sacrificios obtienen validez delante de YHVH.
Ahora quiero invitarlos a que miren un detalle asombroso de la gracia divina escondido en estos korvanot:
“Pondrá su mano sobre la cabeza del macho cabrío y lo degollará en el lugar donde se degüella la ofrenda de ascensión delante de HaShem; es una ofrenda por el pecado.” (v. 24)
Resulta que en el lugar donde era degollada la olá, es decir al lado norte del altar, se degollaba también el jatat, con un solo objetivo: no avergonzar al pecador (cf. v. 29, 33). Así los demás ofertantes no veían si el sacrificio era de ascensión o de pecado, y no se daba lugar para pensamientos prejuiciosos y lashón hará (lengua maligna) contra el pecador que regresaba a YHVH.
Es decir, que cuando una persona venía con un sacrificio al Tabernáculo todo el mundo podía ver esa acción. Pero lo interesante de esto es que no se sabía a qué venía el sacrificio, si era para una ofrenda de ascensión (olá) o una ofrenda de pecado (jatat), ya que ambas ofrendas se ofrecían en el mismo lugar. Nadie más que el pecador arrepentido y el sacerdote de turno sabían para qué era dicho sacrificio. De esa forma el pecador arrepentido quedaba protegido de las habladurías de la gente, porque no sabían que su ofrenda era de pecado.
Este detalle nos enseña que el Eterno es muy cuidadoso para no avergonzar al hombre, especialmente cuando tiene un corazón arrepentido. En lugar de exponerlo en público lo protege y no solamente cubre su pecado mediante el poder de la expiación del sacrificio sino también cubre su honra por medio de esta ley que estamos estudiando. ¡Es evidente que el Eterno protege de esa manera la fama de cualquier pecador arrepentido!… ¡Su amor es grande y asombroso!
Así mismo hoy la Torah divina persigue que aprendamos de nuestro Padre celestial y lo emulemos en lo mismo. En sus líneas está claro que no debemos actuar avergonzando a uno que está arrepentido de su pecado y, por lo tanto, jamás debemos revelar los pecados de los demás, si estos ya han sido perdonados por el Eterno en la Sangre preciosa de nuestro Señor Yeshúa.
¡Alabemos al Eterno por su amor, su perdón y su respeto al hombre!
La Conexión Melquisedec _ Descubriendo un Llamado Más Alto
Jim Staley y Matthew Nolan
¿Qué Significa ser Hijo de Dios?
Por P.A. David Nesher
“Vosotros sois hijos de Yahvéh vuestro Dios; no os sajaréis ni os rasuraréis la frente a causa de un muerto.”
(Devarim/Deuteronomio 14:1)
En el año 2015, el Papa Francisco, máxima autoridad de la Iglesia Católica Romana, publicó la primera entrega de su nuevo blog, El Video del Papa, con el título “Diálogo Interreligioso”. En este corto, pero impactante video, el Papa dice entre otras cosas que “muchos piensan distinto, sienten distinto, buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera”, para luego concluir afirmando que: “¡TODOS SOMOS HIJOS DE DIOS!”.
Las reacciones de sectores dentro y fuera de la Iglesia Católica no se dieron a esperar ya que dicha declaración es interpretada como controversial, infame y hasta herética aun entre su propio círculo de feligreses y seguidores. Y es que el dogmatismo que el sistema reptiliano implanta en la mente de las masas asegura desde su «espiritualidad» que todos los seres humanos somos hijos de Dios, puesto que todos los seres humanos fuimos creados por Él y que por lo tanto el Eterno nos ama como a hijos, y está intrínsecamente comprometido a bendecirnos por tal condición.
Ahora bien, cuando leemos este pasaje de la Torah que la parashá Ree nos proporciona, notamos que en primera instancia, Yahvéh revela que los hijos de Israel son los únicos llamados por El como hijos de Dios.
Al pasar los años, el mensaje del profeta Isaías deja en claro, por medio de sus oráculos, que Israel habían de alguna manera perdido la oportunidad de concretar en acto su condición de hijos de Dios, debido a su conducta rebelde:
“Oíd, cielos, y escucha, tierra, porque Yahvéh habla: hijos crié y los hice crecer, más ellos se han rebelado contra mí.”
(Isaías 1:2)
Aún así, queda claro en el mensaje profético que los hijos físicos de Israel son considerados por el Eterno como hijos suyos, incluso los que se hayan rebelado contra Él.
En el Talmud, para explicar esto, podemos leer que los sabios dicen lo siguiente:
Rabí Yehudá dijo: “Cuando os comportáis como hijos sois llamados hijos; si no, sois llamados esclavos del Eterno”.
Rabí Meír decía: “De todas formas sois “hijos” pues se dice: “Son hijos insensatos”, (cf. Jeremías 4:22; Deuteronomio 32:20).
Por ello, el apóstol Juan dejó como testimonio en su Evangelio que el Mesías venía en la misión de reunir a las dos casas de Israel, pues sus integrantes eran considerados los hijos de Dios:
“Ahora bien, no dijo esto de su propia iniciativa, sino que siendo el sumo sacerdote ese año, profetizó que Yeshúa iba a morir por la nación (judía); y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que están esparcidos.”
(Juan 11:51-52)
Hasta aquí todo es perfectamente entendible, pero aún es necesario decir algo muy importante. A las misma vez que las Sagradas Escrituras enseñan, por un lado, que los hijos de Israel son llamados hijos de Dios, por otro lado, revelan que debe cumplirse con ciertos requisitos para llegar a serlo en acto.
Nuestro Maestro fue el primero en establecer dichos requisitos, al enseñar Su yugo a aquellos primeros discípulos que lo seguían. Él mismo expresó lo que luego las comunidades del primer siglo sostendrían:
“Dichosos los de limpio corazón, pues ellos serán llamados hijos de Dios… Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.”
(Mateo 5:9, 44-45)
Es interesante notar aquí la tensión que se da entre la expresión “para que seáis”, y la frase “vuestro Padre”. Desde esto surge el siguiente planteo: si el Eterno ya era su Padre, ¿por qué tenían que amar a los enemigos para llegar a ser sus hijos? Entonces notamos que en esta enseñanza, nuestro amado Dueño Yeshúa deja en claro que existen diferentes significados de la palabra hijo, y el hecho de tener a Dios por Padre.
Entonces, para comprender bien este tema tan profundo, nuestra alma debe continuar escuchando al Gran Maestro, quien en otra ocasión dijo lo siguiente:
“Antes bien, amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no esperando nada a cambio, y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es bondadoso para con los ingratos y perversos. Sed misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso.”
(Lucas 6:35-36)
Aquí notamos que Yeshúa vuelve a generar la misma tensión de expresiones. Por un lado Él dice «vuestro Padre» a aquellos que necesitan amar y prestar sin esperar nada a cambio para poder llegar a ser hijos de Altísimo. Evidentemente, el yugo de Yeshúa tenía una mensaje profético muy importante para todo el Pueblo Elegido. Por un lado ya eran hijos, pero por el otro necesitaban vivir de acuerdo a los mandamientos para llegar a serlo. Comparemos con dos textos escritos después de la resurrección del Mesías.
Este mensaje se sostendrá a lo largo del primer siglo en todas las comunidades de los discípulos del Camino que se establecían en el mundo. Los invito a considerar solamente dos pasajes de los Escritos Mesiánicos que demostrarán esto:
“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.”
(Efesios 5:1 )
Así mimo, el apóstol Pablo les escribió a los creyentes de Filipos lo siguiente:
“Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa…”
(Filipenses 2:15)
Como podemos notar, los mismo pensamientos presentados por Yeshúa referentes a la potencia y acto de ser hijos de Dios, eran conceptos permanentemente proclamados y meditados en las enseñanzas apostólicas.
Volviendo a los días del ministerio terrenal de nuestro Maestro, nos encontramos con una conversación radical entre Yeshúa y algunos de los hijos físicos de Israel en donde está escrito:
“Entonces Yeshúa decía a los judíos que habían creído en él… Sé que sois descendientes de Avraham; y sin embargo procuráis matarme porque mi palabra no tiene cabida en vosotros…. Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais, porque yo salí de Dios y vine de él… sois de vuestro padre el diablo… El que es de Dios escucha las palabras de Dios; por eso vosotros no escucháis, porque no sois de Dios.”
(Juan 8:31, 37, 42, 44, 47)
A través de este diálogo, Yeshúa nos enseña que no es suficiente ser hijos físicos de Avraham para ser contados como Hijos de Dios. Estos judíos era hijos físicos de Avraham, circuncidados en la carne, pero no fueron reconocidos como hijos de Dios por Yeshúa, sino todo lo contrario, como hijos del adversario (HaSatán).
Por lo considerado hasta aquí, notamos que según el pensamiento hebreo, el hecho de ser hijo tiene que ver con dos cosas:
- por un lado significa haber nacido físicamente y ser un heredero genético de aquel que es llamado padre.
- por el otro lado significa ser un representante y un seguidor de alguien.
Con estos conceptos en mente, podemos también decir que la idea de tener a HaSatán como padre no significa que el adversario tenga el poder de engendrar hijos físicos. De igual modo, cuando las Escrituras hablan de ser hijo de Dios, no significa que Yahvéh pueda engendrar, sino más bien que reconoces que Él es la Fuente que te da origen y que tú eres su representante y fiel seguidor de Su Instrucción. Teniendo en cuenta esto, es fácil entender por qué el Mesías y el apóstol Pablo enseñan que uno tiene que cumplir los mandamientos de Dios para llegar a ser un hijo del Padre celestial. De esa manera uno actúa como un buen seguidor y su manera de ser representa la manera de ser de tu Padre celestial, y de esa manera llegas a ser su hijo. Entonces, como ser un hijo no significa obligatoriamente, que uno haya sido engendrado en el sentido biológico, sino puede significar ser un seguidor, un imitador, un discípulo y un representante. Por eso es que en las Sagradas Escrituras los jueces son también llamados “hijos de Dios” por haber recibido puestos de autoridad y representan al Eterno en la sociedad (cf. Salmo 82).
Entonces, ¿en qué términos se refiere la Escritura Sagrada a aquellos que no rigen sus vidas conforme a Su Instrucción (Torah) y viven ajenos a los mandatos de Dios? Las líneas bíblicas nos lo dicen así:
«…en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, en los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de la carne, haciendo la voluntad de la carne, y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.»
(Efesios 2.2-3)
Acá el Espíritu de Dios se refiere a los que no son sus hijos, a los que no viven conforme a Su Instrucción, a los corruptos e inmorales e,incluso, a los que son «buenas personas» según los criterios humanos, pero viven alejados de la guía de Yahvéh como «hijos de desobediencia» e «hijos de ira». Así, las Sagradas Escrituras clasifican a la humanidad solo en dos grupos: los «hijos de Dios» y los «hijos de desobediencia» (o hijos de HaSatán).
Antes de continuar, necesito hacer una alto en la dinámica del tema que estamos tratando, para solicitarte que entiendas que aquí no estamos hablando de la Salvación, sino del camino para llegar a ser un fiel representante de Yahvéh aquí en la Tierra, y así lograr unir el Mundo de Arriba con el Mundo de Abajo, evitando el caos y la propagación de toda forma de mal.
Ahora sí, continuando con esta maravillosa temática, debemos aceptar que las Sagradas Escrituras también revelan otro aspecto en cuanto a ser hijo de Dios: la adopción como hijos.
Será el apóstol Pablo quien tendrá el privilegio celestial de desarrollar este tema escribiéndole a los creyentes romanos lo siguiente:
“Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes… Y acontecerá que en el lugar donde les fue dicho:
«Vosotros no sois mi pueblo», allí serán llamados hijos del Dios viviente.”
(Romanos 9:8, 26)
“Porque desearía yo mismo ser anatema, separado del Mesías por amor a mis hermanos, mis parientes según la carne, que son israelitas, a quienes pertenece la adopción como hijos, y la gloria, los pactos, la promulgación de la Torá, el culto y las promesas.”
(Romanos 9:3-4)
Según este texto, el derecho de ser hijos de Dios pertenece a los hijos físicos de Avraham, Yitsjak e Israel, los judíos, que el apóstol dice que eran parientes en la carne. Estos versículos enseñan que el derecho de ser hijos de Dios es algo que pertenece a los hijos de Israel. Pero también nos enseña que, de alguna manera, muchos de los hijos de Israel pierden ese derecho por causa de su infidelidad contra el Nombre del Eterno (cf. Lucas 15).
Lo que el apóstol Pablo estaba enseñando, estaba relacionado con el oráculo que el profeta Oseas había dejado siglos antes:
“Y el número de los hijos de Israel será como la arena del mar, que no se puede medir ni contar; y sucederá que, en el lugar donde se les dice: No sois mi pueblo, se les dirá: hijos del Dios viviente.”
(Oseas 1:10 )
Sabemos por el relato histórico que los hijos de la Casa de Israel, es decir, las diez tribus del Reino del Norte, perdieron el derecho de ser pueblo de Yahvéh, y por lo tanto no fueron contados más como hijos. Este oráculo profético nos enseña, lo mismo que hemos visto antes, que los israelitas pueden perder lo que les pertenece, por su infidelidad al pacto con Yahvéh. Pero, a la misma vez, notamos que el profeta habla de una restauración de ese privilegio. Hoy, sabemos que, mediante la redención en Yeshúa el Mesías. todos los descendientes de la casa de Israel, que se habían perdido entre las naciones, cuentan con el privilegio de regresar al derecho de ser llamados hijos de Dios.
Estando sujeto a esta idea divina, el apóstol Juan, al escribir su Evangelio, escribirá:
“Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, que no fueron engendrados de sangre ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.”
(Juan 1:12-13)
Según este texto, todos los que reciben a Yeshúa y creen en su Nombre llegan a ser hijos de Dios. De esa manera son engendrados por Dios para ser sus hijos. Este texto está hablando tanto a los judíos como a los no judíos. Esta forma de ser hijo de Dios no se puede obtener por medio de ser descendiente de Israel según la sangre, ni por la voluntad de la carne, ni por la voluntad de ningún hombre, porque es una obra sobrenatural hecha por el mismo Yahvéh. Obviamente, en este contexto están excluidos como hijos de Dios, los que reclaman serlo únicamente por medio de ser descendientes físicos de Israel. Necesitan esta experiencia divina, activada por medio del Mesías, para poder recibir la potestad de llegar a ser hechos hijos de Dios.
Así es como pensaban y se manejaban en su metodología de enseñanza las primeras comunidades de creyentes en Yeshúa. El apóstol Pablo demuestra esto al escribir su epístola a los Gálatas diciéndoles:
“A fin de que redimiera a los que estaban bajo ley, para que recibiéramos la adopción de hijos. Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando ¡Abba! ¡Padre!”
(Gálatas 4:5)
Vemos que los que estaban «bajo ley» (Halajah) necesitaban ser redimidos para poder recibir esa adopción de hijos, que realmente les pertenecía como hijos de Israel, y miembros del Pacto. (NOTA: Dejo en claro que la expresión “Bajo la ley” es una expresión que significa legalismo, y alude a la parte legalista del judaísmo de la época, que se jactaba de ser mejor que el resto de las naciones por guardar la Halajah o ley de costumbres y tradiciones que explicaban la praxis de la Torah).
Este mismo pensamiento podemos también verlos en la epístola de Pablo a los efesios, cuando les escribió:
“Nos escogió (a los judíos) en él (Mesías) antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Yeshúa el Mesías, conforme al beneplácito de su voluntad… a fin de que nosotros (los judíos), que fuimos los primeros en esperar en el Mesías, seamos para alabanza de su gloria. En él también vosotros (los gentiles), después de escuchar el mensaje de la verdad, las buenas nuevas de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados con el Espíritu de santidad de la promesa, que nos es dado (a judíos y no judíos que recibieron el mensaje de la verdad) como garantía de nuestra herencia…”
(Efesios 1:4-5, 12-14)
Algunos puede que se estén haciendo esta pregunta: ¿No eran Moshé y David, que vivían antes de Yeshúa, verdaderos hijos de Dios? Pues bien, en el versículo 12 tenemos la respuesta a este cuestionamiento:
“a fin de que nosotros (los judíos y sus ancestros), que fuimos los primeros en esperar en el Mesías, seamos para alabanza de su gloria.”
Aquí habla de los que eran los primeros en esperar en el Mesías. Los que esperaban en el Mesías eran los que vivían antes de Yeshúa. Entonces, según este contexto, los que antes estaban esperando al Mesías están incluidos entre los que han sido predestinados desde antes de la fundación del mundo para recibir la adopción como hijos de Dios, mediante Yeshúa el Mesías, en quien tienen redención mediante su sangre, el perdón de los pecados según las riquezas de la gracia del Padre (cf. versos 1-7). Entonces los que antes habían estado esperando en el Mesías y habían puesto su confianza en lo que el Eterno iba a hacer por medios de Él, fueron considerados como hijos de Dios. Tuvieron el privilegio de gozar de este diseño, antes que el Mesías se manifestara, sencillamente porque colocaron toda su fe en lo que de Él se anunciaba en los oráculos divinos.
De la misma manera como nosotros miramos hacia atrás en una obra redentora eterna y terminada con la muerte, resurrección y ascención del Mesías, así también ellos miraron hacia el futuro esperando y creyendo en la misma obra salvadora, aunque no tenían todos los detalles tan claros como nosotros. Los que vivían antes de Yeshúa fueron salvos por medio de la fe en el poder redentor de Yahvéh al igual que nosotros que vivimos después de la primera venida de Yeshúa. Es la misma fe en la misma obra redentora mediante la sangre del Mesías, testificada y afirmada por las Sagradas Escrituras desde el principio hasta el fin.
En esta cosmovisión hebrea el Mesías mismo afirmó:
“Examináis las Escrituras, porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí…
Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.”
(Juan 5:39, 46)
En la epístola del apóstol Pedro está escrito:
“Acerca de esta salvación, los profetas que profetizaron de la gracia que vendría a vosotros, diligentemente inquirieron e indagaron, procurando saber qué persona o tiempo indicaba el Espíritu del Mesías dentro de ellos, al predecir los sufrimientos del Mesías y las glorias que seguirían.”
(1 Pedro 1:10-11)
Según este texto, el Espíritu del Mesías indicaba cosas dentro de los profetas que vivían antes del Mesías. Ellos sabían que el Mesías iba a venir para morir y luego resucitar, y así lo proclamaban en sus oráculos. El pueblo que creyó el mensaje de los profetas recibieron la salvación por la fe en Yahvéh que iba a enviar al Redentor, que los iba a liberar del pecado y de la muerte (cf. Génesis 3:15).
La pregunta surge si estos profetas verdaderamente tenían el Espíritu del Mesías morando dentro de ellos todo el tiempo o si solamente estaba sobre ellos e indicaba cosas dentro de ellos. Es obvio que Moshé y David tenían el Espíritu del Mesías sobre ellos, pero no sé si verdaderamente tenían el Espíritu morando dentro de ellos como nosotros lo estamos experimentando en esta Era Mesiánica (cf. Juan 14:17; Hechos 5:32; 19:2; Romanos 5:5; 8:9, 11, 15-16; 1 Corintios 3:16; 6:19; 2 Corintios 1:21-22; 5:5; Gálatas 3:2, 14; 4:5; Efesios 1:13-14; 4:23, 30; 5:18; 2 Timoteo 1:14; Hebreos 6:4b; Jacobo 4:5; 1 Juan 1:27; 3:24; 4:13).
El apóstol Pablo escribió lo siguiente:
“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.”
(Romanos 8:16)
Parece ser que los que vivieron y murieron antes de la resurrección del Mesías no podían experimentar en su interior lo que es la regeneración de sus espíritus. Lo tenían potencialmente, pero no en acto. Lo tenían en la esperanza del Olam Havá (Mundo Venidero), pero no en la experiencia y la vivencia cotidiana.
Esto era así, ya que nadie podía experimentar el resultado de la resurrección del Mesías en su interior hasta después de ese evento mismo (cf. 1 Pedro 1:3). Esta experiencia sobrenatural sólo pudo ser vivida después que el Mesías resucitó y se apareció a sus testigos. Así fue como ocurrió con los discípulos cuando Yeshúa sopló sobre ellos después de su resurrección (cf. Juan 20:22). Ellos experimentaron la Nueva Creación por el soplo del Hijo de Dios. De la misma manera que Adam experimentó la vida por primera vez, por un soplo del Eterno, estos varones vivieron por primera vez el espíritu del Gan Eden. Por ende, la experiencia de la nueva vida en el Mesías es un resultado de su resurrección, y esa experiencia sobrenatural ocurrió con los discípulos cuando Yeshúa sopló sobre ellos después de haber resucitado. Por lo tanto, los que vivían antes de la resurrección de Yeshúa, no habían podido experimentar la regeneración del espíritu. No podían recibir el Espíritu de Santidad ni como una fuente dentro de sí (cf. Juan 4:14, ni como ríos de agua viva en su interior, cf. Juan 7:37-39; 2 Corintios 3).
En el Evangelio de Juan, notamos que este es el tema principal de sus líneas, por ello encontramos que está escrito lo siguiente:
“Y yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Ayudador para que esté con vosotros para siempre; el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros.”
(Juan 14:16-17)
Considerando esto, podemos entender que la fuente dentro del ser humano, de la cual se habla en Juan 4:14, es un resultado de la experiencia de la regeneración del espíritu del hombre, cuando el Espíritu de Padre entra a morar dentro del creyente, en su espíritu. Los ríos de agua viva, de los cuales se hablan en Juan capítulo 7 versículos 37 al 39, es la experiencia del sumergimiento (bautismo) en el Espíritu de santidad, que no era posible experimentar antes de que Yeshúa fuese glorificado. Vemos como los discípulos del Mesías experimentaron, por primera vez, este sumergimiento espiritual en la Fiesta de Shavuot (Pentecostés), según lo relatado en Hechos capítulo dos.
En la carta a los Gálatas en apóstol Pablo afirmará esto diciendo:
“Pues todos sois hijos de Dios mediante la fe en el Mesías Yeshúa.”
(Gálatas 3:26)
Así mismo, a los discípulos residentes en la ciudad de Roma el apóstol Pablo les expresó:
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos ¡Abba! ¡Padre!”
(Romanos 8:14-15)
Por lo tanto, una persona que no se guía por la Instrucción (Torah) divina en su estilo de vida, espiritualidad, fe y moral, no puede dar señal de que es un verdadero hijo de Dios. El Espíritu Santo pone en nosotros el deseo de obedecer su Palabra y esa misma Palabra nos limpia, según lo que Jesús mismo dijo:
«Ya vosotros estáis limpios por medio de la Palabra que os he dado»
(Juan 15.3)
Está bien claro: son hijos de Dios “los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios”. Y dejarse guiar por el Espíritu de Dios es ir descubriendo y aceptando incondicionalmente la Voluntad de Dios para nuestra vida que es buena, agradable y perfecta. Es ir descubriendo “el tesoro de su gracia” encerrado en “el misterio de su Voluntad”. (Efesios 1: 5-6) Entonces, ¿cómo podemos decir ser hijos de Dios si la Escritura Sagrada es clara en que los verdaderos hijos se guían por su Palabra y no lo hacemos, ni la leemos, ni la conocemos?
En su primera epístola, el apóstol Juan exhortaba a los creyentes en Yeshúa a recordar lo siguiente:
“Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él. Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él porque le veremos como él es… En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del adversario: todo aquel que no practica la justicia (expresada en la Torá), no es de Dios: tampoco aquel que no ama a su hermano… En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios: cuando amamos a Dios y hacemos sus mandamientos.”
(1 Juan 3:1-2, 10; 5:2)
Así pues, notamos que a lo largo de los Escritos Mesiánicos se enseña enfáticamente que los que creen en Yeshúa reciben la adopción como hijos de Dios. En el momento de recibir a Yeshúa, el espíritu del hombre es regenerado y el Espíritu de Dios entra a morar dentro de su cuerpo que se convierte en un templo santo.
Pero al mismo tiempo vemos que la adopción como hijos de Dios contiene una connotación futura. No nos hemos convertido en hijos de Dios totalmente, puesto que nuestros cuerpos no han sido transformados todavía, según donde está escrito:
“Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios… la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios… Aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo.”
(Romanos 8:19, 21, 23)
Así pues, después de todo lo que juntos hemos considerado en este estudio, podemos realizar el siguiente sumario:
- Los hijos de Israel son hijos de Dios por ser parte de los pactos.
- Ser hijo significa por un lado ser parte de un pacto familiar y por el otro ser un imitador fiel y un representante del Padre.
- Solamente los hijos de Israel, que son creyentes en el Mesías redentor, serán finalmente reconocidos como hijos de Dios.
- Uno puede ser hijo de Dios en un nivel sin serlo en otro nivel más alto.
- Los santos que vivían antes de Yeshúa fueron salvos por medio de la fe en El que había prometido la venida del Mesías sufriente, pero no podían experimentar la regeneración de sus espíritus, porque el Mesías Yeshúa todavía no había resucitado.
- Para poder ser hijo de Dios, mediante la regeneración del espíritu, hay que recibir a Yeshúa HaMashíaj, aceptándolo como el Salvador y Dueño de nuestras vidas.
- No seremos plenamente hijos de Dios hasta la Segunda Venida (Parusía) del Mesías.
En el primer capítulo del Evangelio de Juan claramente se dice quiénes son los hijos de Dios y cómo se logra esto: «Creer en Él y recibirlo«. Eso implica una renuncia a una vida de pecado y un acercamiento sincero, humilde y genuino, sin condicionamientos, a vivir una vida conforme a su Instrucción y el yugo de la misma que Él ofrece. No se trata de una religión, no se trata de qué uno cree, no se trata de buenas obras, se trata de qué dice Yahvéh. No hay otro camino.
¡Esconderse en el Primogénito!… ¡Un Privilegio Mesiánico!
Por P.A. David Nesher
TIPOLOGÍA MESIÁNICA
Muchas personas, intoxicadas de dogmas cristianos, cuando leen estos versos, concluyen que Yaakov (Jacob) robó los derechos de Esav (Esaú). Pero en este punto, las Sagradas Escrituras (Biblia) revelan claramente que el Eterno había escogido a Yaakov para ser el hijo de la Semilla Mesiánica prometida a la humanidad en el Edén (Gén. 3) y pactada con Abraham en su llamado (Gén. 12; cap. 15). A esto se le suma el hecho de que Esaú ya había vendido su primogenitura a su hermano menor. Por lo que debemos sinceramente decir que, si alguien estaba tratando de robar la bendición, este era Esaú.
Ahora bien, aunque en el relato da la sensación que los actores humanos son los únicos que están en control de toda acción, en el análisis final, podemos ver que en verdad es Yahvéh que se encuentra trabajando detrás de la escena todo el tiempo para llevar a cabo Su voluntad perfecta. El Eterno tenía un proyecto maravilloso para la vida de Jacob, y ese proyecto no pudo ser impedido por la acción de Isaac o Esaú, ni podría ser ayudado por la inteligencia de Rebeca. Yahvéh permitió todo esto con la Intención maravillosa de dejar codificado una tipología que hoy nos invita a meditar en ella, a fin de que profundicemos en las maravillas de nuestra Salvación.
En el texto vemos que Yaakov encontró la aceptación de su padre y recibió su bendición porque él se refugió detrás del nombre del primogénito hijo amado de su padre, y estaba vestido de sus vestiduras, que eran un olor fragante a su padre. De la misma manera, nosotros, como pecadores, encontramos la aceptación ante el Eterno y recibimos Su bendición, ya que nos refugiamos en el nombre de Su amado primogénito. Estamos vestidos con ropas de salvación (Isaías 61:10), que recibimos de Él, venimos así ante el Padre por los méritos de Su Hijo que se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios (Efesios 5:2).
De ese modo, somos incorporados en el diseño de Su Monte Santo, disfrutando de la asamblea de primogénitos que tiene a favor una sangre que clama más fuerte que la de Abel (Hebreos 12: 23-24).
¡Anhelo que disfrutes tu posición de hijo primogénito en Él!Tip
¿Conoció Abraham la Torah o Simplemente tuvo Fe en el Eterno?
Por P.A. David Nesher
“Por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes…”
(Bereshit/Génesis 26:5)
Mientras más peregrino en este maravilloso Camino de Emunáh (Fe certera) revelado por la Instrucción (Torah) divina, me encuentro en mi día a día con voces de personas manipuladas por la programación dogmática de la Gran Ramera, Babilonia la Grande que me atacan con sus prejuicios mentales para que yo termine «arrepentido» del «error en el que he caído». Dichos varones (y mujeres), repiten cual cotorras lo que sus maestros religiosos le han implantado mediante el cruel adoctrinamiento reptiliano de las religiones anti-Mashiaj. Dichos líderes les han asegurado que los mandamientos dados por medio de Moisés se aplicaban únicamente a la antigua Israel, la que salió con Moisés de Egipto, y por lo tanto, no afectan a los creyentes en Cristo de la actualidad. Pero, lo lamentable de esto, es que para llegar a esta conclusión, la mayoría pasa por alto el significado de lo que el Eterno dijo acerca de la obediencia de Abraham cientos de años antes de que hablara con Moisés en el monte Sinaí, según está escrito en el Rollo de Bereshit (Génesis):
“…porque Abraham obedeció mi voz, y guardó mi ordenanza, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.»
(Génesis 26:5).
A esta altura de nuestro peregrinar sabemos que la Torah existe desde antes de que el Mundo fuera creado. Es el diseño pre-existencial desde el que YHVH comenzó a crear todas las cosas, visibles e invisibles.
Lo que necesito aclarar de antemano es que en este caso que estamos considerando, no debemos entender por Torah lo que nosotros conocemos hoy como tal, con sus relatos y estructura, sino su médula, su esencia. Por lo que, entonces comprenderemos y aceptaremos que los patriarcas ya habían recibido del Eterno la parte ontológica (esencial) de la Torah, y eso era lo que estudiaban y aplicaban. Veamos con mayor detenimiento esto.
Las palabras hebreas que Yahvéh utiliza en este versículo son muy importantes, tal como lo explica el Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”] donde se lee:
“El Señor luego agregó un comentario muy relevante: Abraham ‘guardó mi precepto [mismarti], mis mandamientos [misvotay], mis estatutos [huqqotay] y mis leyes [vetorotay]’ (v. 5).
Lo impresionante es que esta es precisamente la forma en que se expresa la obediencia al pacto del Sinaí en Deuteronomio 11:1: «Amarás, pues, al Eterno tu Dios, y guardarás sus ordenanzas [mismarto], sus estatutos [jukotay], sus decretos [mishpatim] y sus mandamientos [misvotaym], todos los días . . . Así, Abraham es un ejemplo de uno que demuestra que tiene la ley escrita en su corazón (Jeremías 31:33). El escritor lo muestra como el ejemplo máximo de verdadera obediencia a la ley, aquel del cual el Señor pudo decir: ‘Abraham obedeció mi voz’ (v. 5). Al mostrarnos a Abraham como un ejemplo de alguien que ‘guardó la ley’, el escritor nos ha mostrado la naturaleza de la relación que existe entre la ley y la fe. Abraham, un hombre que vivió por fe, podría ser descrito como aquel que guardó la ley”
(1990, 2:186-187, énfasis añadido).
Aquí aparecen cinco palabras diferentes.
- Voz – Abraham obedeció mi voz – En hebreo se dice shamá Avraham be-kolí. Esta expresión se utiliza para describir la obediencia a la voz del Eterno en los momentos de prueba. También podemos destacar su obediencia a la voz del Espíritu del Eterno en el caminar diario en la relación íntima con Él: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios.” (Romanos 8:14)
- Guardar – y guardó mi ordenanza – En hebreo se dice va-yishmor mishmartí, literalmente “y guardó mi guardia”. Esto tiene que ver con decretos de prevención relacionados con las prohibiciones de la Torah. De esto aprendemos que Avraham tenía una actitud de vigilancia y cuidado en cuanto a las cosas del Eterno que había que guardar.
- Mandamientos – mis mandamientos – Aquí se encuentra la palabra mitsvot que normalmente incluye todos los mandamientos del Eterno. Sin embargo Rashí le da aquí un significado limitado, refiriéndose a las leyes de carácter social que son naturales para el ser humano, como el no robar y no derramar sangre etc. Las leyes de carácter social normalmente son llamadas mishpatim en la Torá.
- Estatutos – mis estatutos – En hebreo jukotai. Son aquellos mandamientos que no tienen explicación lógica, contra los cuales se revela la inclinación al mal más que contra los otros mandamientos.
- Leyes – y mis leyes – En hebreo ve-torotai, y esta viene de la palabra torah, instrucción, enseñanza. Se refiere tanto a la Torah que luego fue escrita en Sinaí, como la Torah oral que también fue dada en Sinaí.
¡Muy interesante es todo esto para nuestra fe! Abraham es destacado por su obediencia a todo lo que el Eterno había establecido, tanto los mandamientos que fueron transmitidas desde Adam, como los mandamientos que fueron dados a Noaj, como los mandamientos que le fueron revelados proféticamente. Y a esto se le añadía lo que Abraham aprendió de la obra de Yahvéh como modos correctos de vida, tales como el amor en justicia social, generosidad, amabilidad, hospitalidad, juicio, etc. Y por último, el empeño que tenía Abraham por compenetrarse con el Eterno, tanto en acción como en pensamiento, empeño apoyado en su grado de profecía, pues de lo contrario sería vanidad. Esto demuestra que si bien él no contaba con la Torah como guía escrita, si la contenía a través de la escritura que hacía Yahvéh con su Espíritu Santo en su mente y corazón.
Una cosa maravillosa se destaca en este primer libro del Pentateuco, y es que a pesar de que la Torah fue promulgada en el Sinaí es bien conocido que esta vigente desde el principio. Para dar solo algunos ejemplos, citaré que en Bereshit vemos que HaSatán (Satanás) comete el pecado de la codicia, desde antes de la caída de Adam; Caín infringe el mandamiento de «no mataras» desde antes que naciera Abraham. El rey de Egipto estaba por cometer el pecado de adulterio con la mujer de Abraham. En tiempo de los patriarcas se practicaba el levirato (Génesis 38:8), que sería uno de los mandamientos dados luego por escrito, (cf. Deuteronomio 25:5-6). Otro ejemplo es cuando Yehudá, como juez, ordena que sea quemada Tamar, por su relación fornicaria, (cf. Génesis 38:24). Según la tradición ella fue la hija de un sacerdote (este mandamiento luego se escribió en Levítico 21:9). También podemos mencionar el mandamiento del diezmo que fue practicado tanto por Avraham como por Yaakov, (cf. Génesis 14:20; 28:22. Ver también Levítico 27:30-32), y muchos otros ejemplos. Podríamos ver otros pasajes más pero lo que sí o sí queda vibrando en nuestra mente es el hecho de que la Torah se observaba desde de la fundación del mundo. Vemos por lo tanto que varios de los mandamientos que luego fueron escritos, estaban rigiendo la vida de los patriarcas y sus generaciones (toldot).
Algunos líderes religiosos aseguran que la Torah fue «promulgada» en Sinaí lo que, según su interpretación, esta antes no existía, y por ende, el Eterno la entregó solamente para Israel, y para un determinado tiempo o dispensación. Sin embargo, el hecho de que haya sido promulgada en Sinaí no contradice el hecho de que ella ya existiera. Recordemos que el significado de la palabra promulgar es:»publicar oficialmente una ley u otra disposición.» Y que según la significación juridica «la promulgación tiene por finalidad autentificar la existencia de una ley y ordenar su ejecución.» Como podemos ver entonces, promulgar no es «inventarse algo en el momento«, sino dar a conocer de manera OFICIAL una ley existente y practicada.
Entonces es muy importante aceptar que la justicia de Abraham avinu no era una cuestión de fe sin obediencia. Cualquiera que enseña que observar las leyes de Eterno es contrario a la vida de fe, debe considerar este versículo. Las Sagradas Escrituras (Biblia) dicen que Yahvéh pasó las bendiciones y promesas a Isaac porque Abraham obedeció Sus leyes. Esto está en consonancia con lo que el apóstol Pablo enseña cuando dice:
“¿Es entonces la Torah contraria a las promesas de Dios? ¡De ningún modo!”
(Gálatas 3:21)
Así mismo, Santiago, el hermano de nuestro Señor Yeshúa , demuestra que la vida de fe resulta siempre en obediencia a la Instrucción (Torah) de Dios :
“Ya ves que la fe actuaba juntamente con sus obras, y como resultado de las obras, la fe fue perfeccionada”
(Santiago 2:22 )
En un encuentro con líderes religiosos de su época, nuestro amado Maestro Yeshúa les respondió acerca de la característica principal que tiene aquel que dice poseer linaje de Abraham:
“Le respondieron diciéndole:
Nuestro padre es Abraham.
Les dice Jesús:
Si fuerais hijos de Abraham, las obras de Abraham harías”
(Juan 8:39 )
Con esta respuesta, el Mesías Yeshúa, nuestro Dueño y Maestro, está dejando bien en claro que Abraham conocía y guardaba la Torah de Yahvéh. Y además, deja también establecido que guardar los mandamientos de Yahvéh es una parte importante de la práctica de la fe de Abraham, y de aquellos que dicen tener su fe, y por lo tanto su linaje (Gálatas 3:29).
¡Anhelo que esto te fortalezca y logres soportar la lucha de todos los detractores de la Luz que te rodean en tu diario vivir!
La Esposa Disfrazada de Hermana… (Abram, Sarai y el Faraón)
Por P.A. David Nesher
«Hubo entonces hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para morar allá; porque era grande el hambre en la tierra.
Y aconteció que cuando estaba para entrar en Egipto, dijo a Sarai su mujer: He aquí, ahora conozco que eres mujer de hermoso aspecto; y cuando te vean los egipcios, dirán: Su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida. Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti.»
(Génesis 12: 10 -13)
Nuestro padre Abram, habiendo aprendido a vencer las fronteras vinculares entre los seres humanos, cuando habitó en el Neguev, presionado por la hambruna que llegó a la región, decidió ir a Mitzraim (Egipto) sin medir las consecuencias dicha decisión. Justo cerca de los límites de Egipto Abram empezó a medir los peligros que asechaban adelante.
Sarai, su esposa, era una mujer muy bella. Abram, se nos dice que dejó Harán a la edad de 75 años (12:4). Sabemos que Sarai era diez años más joven (17:17), teniendo ella en ese momento 65 años. ¿Cómo podía ser tan bella a esa edad? Sabemos que Sarah murió a los 127 años (23:1). Por lo tanto, en esos días ella estaba simplemente en las fases iniciales de su media edad. Su belleza era así tan notable que ella aparecía mucho más joven de lo que era en realidad.
Lo cierto es que, por las costumbres que tenían los nobles de aquellas regiones, existían buenas razones para temer el destino de un extranjero cuya esposa era así de atractiva. El esposo era fácilmente eliminado en tales circunstancias, sin que el noble sufriera castigo alguno por tal homicidio. Cierto documento en papiro (PABH, p.55) perteneciente a este tiempo establece la legislación que permitía a Faraón mandar a matar al marido que pueda tener una mujer más hermosa.
Entonces, Abram, después de meditar en la realidad misma, apeló a Saraí para que aceptara una estrategia que traería solución frente al problema de su seguridad. Él le Propuso que Sarai dijera que era su hermana para no ser asesinado.
Abram pidió a su esposa simular como su (elegible) hermana, para que los hombres de la tierra le pidieran la mano, y Abram pudiera tener suficiente tiempo para hacerlos esperar y dejar la tierra. Esto fue un plan ingenioso. Cualquier hombre de la localidad se hubiera acercado a Abram a pedirle la mano de su hermana. Abram consentiría, pero insistiría en postergar el compromiso (tiempo suficiente como para que termine la hambruna). Durante ese tiempo Sarai permanecería en la casa de Abram donde su matrimonio continuaría secretamente y la seguridad de Abram estaría garantizada. Parecía que los beneficios eran grandes y los riesgos de tal esquema eran mínimos.
Esto fue todo bien planeado y pensado. Saraí simularía como su hermana y él postergaría cualquier matrimonio hasta que la hambruna pasara y ellos se habrían ido de Egipto. Pero el plan de Abram solo consideraba a los hombres de Egipto:
“Y cuando te vean los egipcios, dirán: su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida.”
(Génesis 12:12)
Nunca había entrado en la mente de Abram que Faraón podría estar interesado en Sarai. Mientras Abram podía postergar los planes de otros, Faraón no tomaría ni una sugerencia de este tipo. El la llevó a ella a su palacio, esperando el tiempo de la consumación de la unión.
No hay evidencia de la relación física entre Faraón y Sarai. Mientras el período de preparación normalmente habría sido en la casa de Abram, en este caso este período sería en el palacio. Sarai probablemente soportó un relativamente largo período de preparación para su presentación ante Faraón. Tal era la costumbre en esos días:
“Cuando llegaba el tiempo de cada una de las doncellas para venir al rey Asuero, después de haber estado doce meses conforme a la ley acerca de la mujeres, pues así se cumplía el tiempo de sus atavíos, esto es, seis meses con perfumes aromáticos y afeites de mujeres, entonces la doncella venía así al rey. Todo lo que ella pedía se le daba, para venir ataviada con ello desde la casa de las mujeres hasta la casa del rey. Ella venía por la tarde, y a la mañana siguiente volvía a la casa segunda de las mujeres a cargo del Saasgaz eunuco del rey, guarda de las concubinas; no venía más al rey, salvo si el rey la quería y la llamaba por su nombre.”
(Ester 2:12 – 14)
Faraón siguió todas las costumbre de la época y pagó el precio de la novia. Las antiguas leyes decían que, si el padre había muerto, su hermano se convertía en el tutor legal de una hermana soltera. Gracias a ella trataron muy bien a Abram. Le dieron ovejas, vacas, esclavos y esclavas, asnos y asnas, y camellos (12:16). Entre los siervos adquiridos venía una mujer egipcia llamada Agar (16:1). Esto establecería el escenario para el conflicto entre Sarai y Agar (16:1-15), entre Isaac e Ismael (21:8-21), y entre los judíos y árabes hasta estos mismos días.
Entonces como podemos ver tal plan era malo por varias razones. Primero de todo, tendía a ignorar la presencia y el poder de Dios en la vida de Abram. El Eterno había prometido los fines, pero probablemente Abram pensó que Él era incapaz de proveer los medios. Yahvéh había prometido una tierra, una descendencia, una bendición. Ahora parecía como que Abram había dejado esto a sus propios criterios para procurarlos.
Todo esto nos lleva a preguntarnos si había aún rezagos de la religión de Mesopotamia, influyendo en las acciones de Abram. ¿Acaso Abram suponía, como todos los paganos, que cada nación tenía sus propios dioses? Una vez fuera de la tierra que Yahvéh había prometido a Abram, ¿no tenía su Dios más poder o capacidad para proveerle y protegerlo? Tales pensamientos entrarían en una mente pagana.
El plan de Abram estaba mal porque él arriesgaba la pureza de su esposa y la promesa de Yahvéh. Al entender el lugar que Abram y Sarai tienen en el propósito redentor de Yahvéh, nos damos cuenta lo serio que fue esto. El Eterno no quería que el vientre de Sarai fuera contaminado por un rey gentil, debido a que el Mesías vendría por su linaje de descendientes.
El Eterno había prometido hacer de él una gran nación. De Abram vendría una gran bendición a todas las naciones, el Mesías. Y ahora Abram estaba deseoso de correr el riesgo que otro hombre tomara a Sarai como su esposa. ¿Cómo podría entonces ella, ser la madre de la descendencia de Abram?
Abram también estaba equivocado porque el miraba que su esposa le trajera bendición a él, cuando Yahvéh había prometido que traería bendición a otros a través de Abram:
“Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”
(Génesis 12:2 – 3)
Abram estaba usando a su mujer para conseguir la protección y la bendición. Él estaba negándose a confiar en las promesas del Eterno para obtener estos dos beneficios.
El plan de Abram parecía funcionar bastante bien. Saraiestaba segura y no sólo estaba vivo, sino que se recibía regalos. Pero ¿qué pasaría si en realidad el Faraóntenía relaciones sexuales con Sarai? Sus propias mejores ideas los había puesto en una situación difícil. Ellos estaban indefensos, pero Yahvéh no lo estaba.
“Pero por causa de Sarai, la esposa de Abram, el SEÑOR castigó al faraón y a su familia con grandes plagas.”
(Génesis 12:17)
Entendamos que con el acto mismo de llevarse a Sarai, el faraón había maldecido a Abram. El Eterno había dicho a Abram en sus promesas que quien lo tenga en poco será maldecido (12:3). Así que aquí Yahvéh castigó al faraón y a su familia con grandes plagas.
«Entonces el faraón llamó a Abram y le dijo: «¿Qué me has hecho? ¿Por qué no me dijiste que era tu esposa?»
(Génesis 12:18)
El faraón llamó a Abram y le hizo tres preguntas:
- Primero le preguntó: ¿Qué me has hecho? Faraón había sufrido mucho a causa de la mentira de Abram.
- En segundo lugar, le preguntó: ¿Por qué no me dijiste que era tu esposa? Esta fue la verdad que ocultó.
- En tercer lugar, le preguntó: ¿Por qué dijiste que era tu hermana? ¡Yo pude haberla tomado por esposa! (12:19a)? La intención del faraón era hacerla su esposa, pero a través de la providencia del Señor, las grandes plagas golpearon antes de que la unión sexual se llevara a cabo.
Con estos cuestionamientos vemos como tristemente, un rey pagano regañó a Abram, el llamado de Yahvéh. Abram fue confrontado por el Faraón y completamente amonestado. Abram no tenía excusa ni explicación. Él no declaró una palabra en su defensa. Sin duda alguna esa fue una actitud sabia de tomar a la luz de la ofensa de Abram.
Faraón no era cualquiera a ser retado o molestado innecesariamente. La ironía de la situación es obvia, aquí un pagano amonestando a un profeta (cf. 20:7). Ésta fue una amonestación real que Abram dolorosamente recordaría. Qué triste sin embargo que Abram no podía hablar, porque esto sin duda se oponía de cualquier manera a su fe en el Dios vivo quien lo había llamado. No hay duda que la conducta de un hijo primogénito del Eterno grandemente afecta su credibilidad. El rey, con sus preguntas, condujo a Abram a meditar y hacer teshuváh (regreso) de que si hubiese confiado en Yahvéh y dicho toda la verdad todo hubiera estado bien.
Faraón ahora temía hacerles daño a Saraio a Abram; pero reprendió fuertemente a Abram.Con esta exhortación, Yahvéh responsabilizó a Abram de lo que pasó entre él y su esposa. Faraón había perdido todo el respeto por ellos, y por supuesto, no fue atraído por su Dios. A causa de su temor y de su componenda, habían causado que la casa del faraón sufriera grandemente y los egipcios finalmente habían llegado a despreciarlos. La única cosa que podía hacer era decir que se vayan a su país, lo que hicieron, tomando ellos todas las posesiones que habían conseguido en Egipto.
Faraón dijo:
«¡Anda, toma a tu esposa y vete!»
(Génesis 12:19)
En circunstancias normales, el faraón podría haber mandado a ejecutar a Abram. Pero después de experimentar el poder que se encontraba respaldando a Abram, no fue más allá de lo que ya había hecho. Abramfue escoltado y expulsado de Egipto.
«Y el faraón ordenó a sus hombres que expulsaran a Abram y a su esposa, junto con todos sus bienes.»
(Génesis 12:20)
Así que Abram salió de Egipto como un hombre rico a diferencia de cuando llegó. Pero las riquezas resultarían ser muy costosas. Evidentemente la prosperidad material no es jamás una bendición sin la paz que viene de estar bien con Yahvéh y Su Palabra. Ellos nunca deberían haber ido a Egipto. Pero, una vez allí, deberían haber mantenido su testimonio a toda costa. Tal es así que, mientras residió en Egipto, Abram nunca construyó un altar o invocó el nombre del Eterno.
Sin embargo, Yahvéh bendijo a Abram aun cuando él no hizo lo que debía. Yahvéh los protegió a pesar de su solución carnal. El Eterno continuó proveyendo su cobertura benevolente a Abram, aun cuando él actuara como un mentiroso. Yahvéh no se retractó de la promesa que le había hecho a Abram porque la promesa dependía del Señor y no de Abram.
Es evidente que Yahvéh está obrando para hacer que Abram crezca como un hombre espiritual de fe pura y verdadera. Esto requiere que existan circunstancias en las cuales Abram tiene que confiar en Yahvéh. Bien viene aquí la frase que dice: “La fe no es un hongo que crece en la noche en tierra húmeda; es un roble que crece por mil años bajo una ráfaga de viento y lluvia.” (Barnhouse).
Yahvéh trabajó en la vida de Abram en una destacable manera. Abram supuso que las posibilidades de escape de los peligros en Egipto eran tan peligrosas como él los había considerado. Abram hizo la decisión en la presunción que él podía prever las consecuencias de sus acciones. El Eterno le enseñó a Abraham una dolorosa lección, al revelarle que las posibilidades para el futuro son más numerosas que las que podemos predecir. Y así Abram es enfrentado con un dilema que él nunca consideró.
Al escribir esta historia, Moshé persigue enseñar a Israel que todo este incidente presagió el futuro mismo del Pueblo Escogido:
Abram descendió a Egipto a causa del hambre. Los egipcios le robaron a su esposa pero fueron castigados con grandes plagas. Entonces Abram estaba lleno de regalos, y Faraón mandó a los hombres a que lo sacaran del país. Del mismo modo, los israelitas bajaron a Egipto a causa de la hambruna. Allí serian oprimidos y sus esposas tomadas por ellos; siendo este el propósito del edicto del Faraón sobre los hijos. Los egipcios serian castigados por grandes plagas (Éxodo 7:14-11:10), Finalmente, los israelitas partieron con gran cantidad de riquezas, y también apresuradamente fuera del país.
El objetivo pedagógico de Moshé es que los hebreos entiendan que mientras que la presencia de Israel en Egipto no puede haber sido placentera, la protección de Yahvéh proveyó allí todo el tiempo, y ellos fueron finalmente traídos con gran cantidad de despojos. Con esto Moshé quiere que también acepten que las hambrunas continuarían siendo parte de la vida del pueblo de Dios en la tierra a la que ellos estaban yendo. Pero ellos deben aprender que las hambrunas vienen del Eterno como una prueba de fe. Si el pueblo de Yahvéh no desea enfrentar hambrunas, ellos deben enfrentar al Faraón, no importa en que circunstancias ellos puedan estar inmersos, Yahvéh es más grande que cualquier hambruna y que cualquier Faraón. La pureza del pueblo de Dios nunca debe ser puesta en riesgo.
Seguramente, cuando leemos esta historia, nos surge de manera fácil la actitud de criticar a Abram por sus acciones. Pero, dadas las mismas circunstancias, probablemente habríamos hecho lo mismo. Sino, respondámonos: ¿Cuántas veces tomamos el camino fácil en nuestras vidas? ¿Cuántas veces nos hemos comprometidos y luego, hemos racionalizado nuestras acciones para no cumplir con la dicho?
También tenemos que aprender de la misma lección que él tuvo y, a menudo tenemos que aprender de la misma manera, al ser reprendido por los mismos incrédulos que nos gustaría ganar para el Mesías:
«Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer. Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir.»
(1Corintios 10:12-13)
Abram fue tomado por sorpresa por una hambruna, suponiendo que el camino del Señor no debiera incluir adversidad. Pero Abram iba a aprender que Yahvéh es también el diseñador de las pruebas en nuestras vidas para desarrollar nuestra fe, no para destruirla.
Dejar Canaán para descender a Egipto, fue un intento de Abram de abreviar la prueba de la hambruna. El Eterno obligó entonces a Abram a enfrentar a Faraón en lugar de la hambruna. Pero más allá de esto, debemos ver que finalmente Abram tenía que regresar al lugar de donde había salido, lugar indicado por la palabra revelada de Dios. El último acto de fe de Abram y de obediencia había sido en el altar que él construyó entre Betel y Hai. El fin del viaje de Abram fue el regreso al mismo altar entre Betel y Hai. Betel significa «Casa del Poderoso» y Hai significa «el montón de ruinas«. Abram conocía el código de emuná (Fe) aquí escondido: «cuando tu alma sienta que está en medio de un montón de ruinas, la Casa del Poderoso está abierta, esperando tu regreso«.
¡Él supo regresar a los brazos de Abba!
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Nota:
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¡Desde ya muchas gracias y que el Eterno recompense esta consciencia de Terumáh!
Una Genealogía con Códigos de Esperanza Salvífica.
Por P.A. David Nesher
“Éste es el libro de los descendientes de Adam. El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo.Hombre y mujer los creó; y los bendijo, y les puso por nombre Adam el día en que fueron creados. Cuando Adam había vivido ciento treinta años, engendró un hijo en su semejanza, conforme a su imagen, y le puso por nombre Shet.”
(Génesis5: 1-3)
«Les puso por nombre Adam» es una expresión que puede también ser traducida: «Y los llamó la Humanidad…» Como podemos asumir desde este dato, La palabra adam significa “ser humano” o»humanidad«, y no necesariamente ser humano varón. El nombre Adam, está estrechamente relacionado con las palabras hebreas adam, que significa “rojizo”, adamá, que significa “tierra” y dam, que significa “sangre”.
Teniendo en cuenta toda esta significación, logramos comprender que cuando el Mesías Yeshúa es llamado Hijo del Hombre, en hebreo “Ben Adam”, significa que está tomado de la tierra y tiene carne y sangre por ser un descendiente físico del primer hombre Adam. El Hijo del Hombre es un ser terrenal, pero que tiene su origen en el cielo, (cf. 1 Corintios 15:47). Ahora bien, este capítulo está presente en el rollo de Bereshit con un propósito mucho mayor que simplemente ofrecernos nombres de varones superlongevos. El texto está plagados de códigos lumínicos que persiguen generar esperanza especialmente en los tiempos de crisis y de violencia que la historia humana debe atravesar. El Eterno persigue que sus hijos primogénitos, Israel, mantengan su memoria activa en el maravilloso hecho de que el Mesías que vendría al mundo desde su seno, sería el cumplimiento a un ADN vibrante de fe, esperanza y amor a la Intención de Yahvéh.
Tenemos el problema, que cuando se lee rápidamente el texto sagrado, para colmo acompañada la mente de los dogmas cristianos, las genealogías y nombres que aparecen en la ella son saltadas por nuestra atención, ya que parecieran a simple vista que se tratasen de detalles sin importancia en la vida del lector.
De este modo el quinto capítulo de Bereshit (Génesis) se convierte en un texto que se hace blanco de esta indiferencia intelectual dogmática.
Sin embargo, el Eterno se aseguró que Su Pueblo encontrara en este listado un mensaje de Salvación que trastocaría el alma humana ante cualquier duda acerca de la promesa mesiánica que Él realizó a Adam HaRishon en el Gan Eden.
Hay una curiosidad en el versículo tres ya que aparecen las mismas dos expresiones que en el capítulo 1 verso 26, donde se habla de la creación del hombre con la imagen divina para que se conforme según la semejanza de Elohim, (be-tsalmenu ki-demutenu), pero con el orden inverso, bi-demutó ke-tsalmó “en (o con) su semejanza, según su imagen”. Es decir, que Adam, ya caído en naturaleza pecadora, inició una humanidad heredera de la misma naturaleza impregnada con la misma tendencia o inclinación al mal (yetser hará). Sin embargo, en medio de sus constituyentes genéticos brillaba una Luz proveniente del tzelem (imagen divina) que permitía que el Código Sagrado o Proto-Evangelio (Génesis 3: 15) vibrara manteniendo a cada generación humana consciente de la Salvación que del Eterno vendría a la Tierra, surgida de la humanidad misma. Para comprender mejor esto, nos sumergiremos en los códigos de la genealogía aquí expresada.
Pero también deberemos entender que Moshé comienza el capítulo 5 con las terminologías de los capítulos 1 y 2 (creó…, en la imagen de Dios…, varón y hembra…, los bendijo…) para indicar al lector que el propósito eterno de Dios y el programa para el hombre empezados en el primer capítulo son trasladados a través de la descendencia de Adán, no a través de la línea de Caín, sino la de Set. Todo el capítulo 5 es una descripción más estrecha de la línea por la que vendrá el Mesías.
Este quinto capítulo de Bereshit, en contraposición con lo relatado en el capítulo precedente, traza la línea elegida del hijo de Adam, Seth, de la cual procedía un hombre justo llamado Noaj (Noé) (Génesis 6: 9). Pero, ¿qué es lo que se enfatiza de la línea genealógica de Set? En ella no encontraremos mención de grandes contribuciones o logros que estos varones hubieran hecho a la humanidad de entonces. Solamente dos cosas marcaron a los hombres de este capítulo.
La primera contribución será el hecho de que ellos fueron hombres de fe (ej. Enoc –5: 18, 21-24–; Lamec –5:28–31–). Estos hombres miraron atrás y entendieron el hecho que el pecado era la raíz de todos los problemas y sufrimientos. Entonces, ellos miraron adelante con la esperanza de marchar hacia una redención que Yahvéh mismo iba a proveer a través de su descendencia.
Eso nos lleva a analizar la segunda contribución de estos varones sethitas (del capítulo 5). Ellos produjeron una descendencia piadosa, por medio de quienes el programa de salvación divina y su propósito eterno continuarían custodiados por un servicio sacerdotal de justicia (malki tzedek) . Sabemos que a través de esta descendencia la piedad sacerdotal continuó hasta Noaj. Mientras que la humanidad de aquel tiempo se degeneraría y sería destruida en el diluvio, a través de Noaj, la raza humana (y más que esto, la descendencia de Javá) sería preservada. La esperanza del hombre descansaba en la preservación de una buena simiente a fin que de ella se manifestara Mashiaj.
El listado genealógico de nombres que va desde Adán hasta Noé, formando un total de diez generaciones. Como lo expresé anteriormente, a primera vista, no parece ser trascendental en las Escrituras, pero sin embargo encontramos un impresionante mensaje codificado en sus nombres, algo que fue un misterio para aquellos que lo leyeron por primera vez. Este misterio es en verdad el mensaje del evangelio en el Antiguo Pacto y a toda la generación pre-diluviana.
Para explicar esto, primero debo entregarles los nombres y sus significados:
- Adán (Adam)_»Hombre» «el terrenal»
- Set (Sheth) _»Puesto por Dios»
- Enós (Enosh) _ «Enfermo», «mortal», «caído», «degenerado»
- Cainán (Kenan) _«Aflicción, dolor, gran lamento»
- Mahalaleel (Mahalalel) _«Alabado» (el) «Dios»
- Jared (Yeréd) _ «El que descendió» «El que bajó»
- Enoc (Shanok) _«Consagrado a Enseñar», «Consagrado a discipular»
- Matusalén (Methushelaj) _«Cuando él muera enviará»
- Lamec (Lemek) _«Poderoso, fuerte»
- Noé (Noáj) _ «Descanso», «Reposo», «Consolación»
Los hebreos acostumbraban a memorizar estos nombres de generación en generación, para no olvidar sus ancestros, pero primordialmente para recordar los pasos que el Eterno haría en la historia humana para mostrar Su Salvación. Juntando todos estos nombres en hebreo en el orden en que aparecen en el libro de Bereshit (Génesis 5) en una frase se tiene lo siguiente:
Adam – Sheth – Enosh – Qeynan – Mahalalel – Yered – Shanok – Methushelach – Lemek – Noaj
Si al significado de cada uno de estos nombres los entretejemos, y agregamos algunas palabras conectoras para formar una frase, obtendremos el siguiente mensaje, que era el que pronunciaban los hebreos cada vez que repetían y memorizaban estos nombres:
«El hombre terrenal – puesto por Dios – cayó – en gran dolor – pero el Dios alabado – descenderá – y nos enseñará – que cuando Él muera enviará – su poderoso – reposo y consolación».
El significado de los nombres de los diez primeros hombres de la genealogía desde Adam hasta Noaj constituye una profecía mesiánica. El Eterno se aseguró de grabar en esta genealogía su mensaje mesiánico de esperanza para toda la humanidad.
Por lo tanto, el proyecto de Salvación de Yahvéh para con la humanidad desde el principio hasta el fin de los tiempos vibra en estos nombres y en el mensaje que ellos conforman. El Eterno está diciéndonos que aunque la humanidad cayó pecado, Él mismo a través del Mesías proveería una muerte sustituta para traer el reposo de nuestras almas.
Esto nos recuerda que el mensaje de las Sagradas Escrituras se centra sólo en una persona: Yeshúa HaMashiaj.
«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda más tenga vida eterna»
(Juan 3:16)
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Yeshúa, el “Maldito de Dios”
“ Si alguno hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo colgareis en un madero, no dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado; y no contaminarás tu tierra que Yahvéh tu Dios te da por heredad.”
(Devarim/Deuteronomio 21: 22- 23)
Este texto es perfectamente entendible en el contexto histórico de oriente medio de la época de Moshé. En la mentalidad de la antigua Israel existía algo que era peor que ser sentenciado a muerte mediante la lapidación. Peor que ser apedreado, era que después de morir así, el cuerpo fuera colgado y expuesto a la vergüenza y humillación, permitiendo a los animales y aves de carroña devorarlo.
Esta modalidad de castigo no conlleva la idea de ser ejecutado por medio de la estrangulación u horca; sino de montar el cadáver de alguien que fue lapidado sobre un árbol o madero en algún lugar prominente, y así exponer al nombre del ejecutado (y el de su padre y familia), a la deshonra.
Entendamos bien esto, en Israel (a diferencia de otros pueblos) el condenado era colgado en el madero después de que previamente le habían quitado la vida por lapidación siguiendo la sentencia del Beit Din (Casa de Justicia). Para ejemplificar esto, podemos referirnos al libro de Yehoshúa (Josué):
“Y después de esto Yehoshúa los hirió y los mató, y los hizo colgar en cinco maderos; y quedaron colgados en los maderos hasta caer la noche. Y cuando el sol se iba a poner, mandó Yehoshúa que los quitasen de los maderos, y los echasen en la cueva donde se habían escondido; y pusieron grandes piedras a la entrada de la cueva, las cuales permanecen hasta hoy.” (Yehoshúa 10:26,27).
Por eso, el castigo de ser colgado del madero, y ser expuesto, era considerado ser tan severo, que solo era reservado para aquellos que se habían sido declarados: “este es un maldito por Dios”.
¿En qué sentido es un maldito de Dios? En el sentido de que El Eterno ha traído malos sucesos, mala fama, mal nombre sobre el condenado por lo horrible de su delito.
En los días de Yeshúa, los romanos habían llevado un paso más allá lo del madero y el escarmiento. Los romanos no colgaban a las personas después de muertos, sino que las clavaban a un madero y las dejaban morir en esa posición, lo cual podía llevar hasta una semana. A este proceso bestial e inhumano le daban el nombre de «Crucifixión». El sufrimiento y el mensaje de escarmiento era aún más crudo y claro, Roma utilizaba mucho esto para reprimir a grupos que buscaban levantarse contra el Imperio en sedición. Miles de galileos fueron crucificados en el siglo primero para dejar claro que aquel que se levantaba contra Roma, pagaría el más alto de los precios. El famoso caso de Espartaco cae en la misma categoría.
La crucifixión era en palabras de Flavio Josefo: «la más miserable de todas las maneras de morir» (Guerras 7.5.4). Cicerón la llamaría «el castigo más cruel y repulsivo de todos«. La crucifixión era la peor de las muertes concebidas incluso entre el mundo pagano, estaba reservada a lo peor de lo peor dentro del imperio romano. Si ser colgado después de muerto era considerado un sinónimo de escarnio y de maldición divina, ¡Cuánto más ser colgado y clavado al madero hasta morir ahí!
El apóstol Pablo, teniendo en cuenta todos estos datos, y haciendo una relectura de Deuteronomio 21:23 da la siguiente exégesis: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero, para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.» (Gálatas 3: 13-14). Pablo explica como el Eterno en su gran misericordia nos libró de la condenación de la Torah por nuestra desobediencia. El permitió que el Mesías, aquel de quien se dice en el libro Isaías que nunca «hizo maldad ni hubo engaño en su boca.» (Isaías 53:9), cargara no solamente nuestros pecados, sino la infamia, el vituperio, el juicio y la maldición de los mismos. De este modo, percibimos claramente que, para los discípulos de las primeras comunidades, Yeshúa no solamente murió en nuestro lugar; sino que Él también tomó el lugar del ser humano maldito por Dios, siendo colgado del madero para vergüenza y denigración pública.
Esto fue un motivo común de tropiezo entre el pueblo judío a la hora de aceptar a Yeshúa como Mesías, y aún lo es. «¿El Mesías colgado en un madero? ¿Estás bromeando? La Torah dice que es maldecido por Dios el que es colgado en un madero. ¡Ciertamente el Mesías no debe de ser tan «maldecido» que digamos ya que será el Rey aprobado por Dios!«. Concebir que el Mesías sea un maldecido por Dios, es en el mejor de los casos, problemático desde una cosmovisión judía. Pablo lo sabía muy bien, y por eso escribió: «Pero nosotros predicamos al Mesías crucificado, para los judíos ciertamente motivo de tropiezo, y para los gentiles locura.» (1 Corintios 1:21).
Nosotros, sabemos que el Mesías no cometió ningún delito (1Pedro 2:22; Hebreos 4:15; 2Corintios 5:21). No obstante, El llevó «nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero.» (1Pedro 1:24). Él se hizo pecado en la cruz para que nosotros pudiéramos ser justos delante de Dios (2Corintios 5:21). En la cruz el Mesías llevó la culpa y el castigo por nuestros pecados. Por tanto, Él fue «hecho por nosotros maldición» (Gálatas 3:13). Es en este sentido que Yeshúa HaMashiaj fue MALDITO cuando fue colgado en el madero. No fue por ningún delito Suyo sino porque llevaba NUESTROS delitos y la maldición de Dios que nos corresponde a NOSOTROS cayó sobre Él.
Él recibió esta maldición, la cual nosotros merecíamos, pero Él no, si no que nosotros pudiéramos recibir la bendición de Abraham, la cual Él merecía, pero nosotros no.
Somos redimidos de la maldición de la ley por medio de la obra de Yeshúa en la cruz por nosotros. Ya no tememos que temer de que Yahvéh quiera maldecirnos; sino que Él quiere bendecirnos, no por quien somos nosotros, o por lo que hemos hecho, sino por lo que Yeshúa HaMashiaj ha hecho de nuestra parte.
El Eterno ha dado perdón de pecados, redención, salvación, liberación, santificación por medio del único hombre que nunca pecó, pero que fue entregado por amor de nosotros. El mismo dijo que: » Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.» (Juan 3:14-16).
Todos los seres humanos, judíos y gentiles por igual, podemos encontrar la certeza del perdón eterno de nuestros pecados, y la experiencia de la regeneración al venir al Eterno amparados en el sacrificio de su Ungido. Todos aquellos que un día lo hicimos, sabemos que tenemos vida nueva, y vida en abundancia. La maldición de Yahvéh ha sido quitada por la obediencia incondicional de Yeshúa, Su Mesías. Ahora, el Eterno llama a todas sus criaturas a venir a Él, arrepentidos de corazón para recibir vida eterna.
Si aún no lo has hecho ¿Qué estas esperando? Los brazos del Eterno y de su Ungido están dirigidos hacia todo aquel que se humilla y se arrepiente de sus pecados. Él toca a la puerta y llama, quiere que todos oigamos Su Voz.
¡Cuán Bueno es nuestro Dios y su misericordia por medio de Yeshúa su Mesías!
Abram salió afuera y viajó más allá de las estrellas
Por P.A. David Nesher
«Entonces lo llevó (a Avram) fuera y (Dios) le dijo:
(Bereshit / Génesis 15:5)
Mira, por favor, al cielo y cuenta las estrellas, si acaso las puedes contar.
Y añadió:
Así será tu descendencia.»
Avram, junto a sus 318 valientes, acababa de obtener un victoria sobre la alianza de los reyes mesopotámicos más poderosos del mundo conocido. Sin embargo, es evidente que ante lo desconocido que el Eterno le había revelado que le daría, su mente dejaba que el peor enemigo la asaltara: el temor. Es que Avram sin duda fue un héroe, pero también fue un ser humano. Los miedos de posibles conflictos que volvieran a colocarlo en peligro, generaban poco a poco pensamientos de dudas en el patriarca en cuanto al cumplimiento de las promesas hecha por el Eterno en Su llamado.
La realidad era que él aún no tenía un hijo que se convirtiera en una gran nación (Gén. 12:2) y él todavía estaba en medio de un país peligroso y malvado. Avram empezó a tener miedo de lo que pudiera deparar el futuro para él.
En ese momento la palabra hablada de YHVH vino a Abram en una visión. La palabra hebrea para la visión es makjazé y se encuentra sólo otras tres veces en las Escrituras hebreas o TaNak (Números 24:4 y 16, y Ezequiel 13:7). Esta expresión hebrea significa, literalmente, «en la visión» o «mirar fijamente a través de la ventana«, y es la primera vez que se menciona en las Sagradas Escrituras. Esta se trata de una visión específica, no un sueño, que culminó en el pacto del Eterno con Avraham. El estaba despierto y la visión continuaría durante todo el día y hasta la noche siguiente (15:17).
Usando pues este recurso profético de las visiones, Yahvéh se le aparece en plena noche, provocando un diálogo que en su progreso se transformará en una relación de pacto hasta ahora no experimentada por hombre alguno. El desarrollo del encuentro se centrará en los dos intereses fundamentales del proyecto redentor de Yahvéh: descendencia y territorio (simiente y potestad jurisdiccional).
Por ello, el Eterno iniciará la charla de este encuentro otorgándole a Avram seguridad en los dos temores que lo acosan. En cuanto a los posibles conflictos, el Eterno mismo se ofrece como el escudo de Avram. Yahvéh garantiza que Su presencia irá con Avram y será funcionalmente igual al rol del artefacto que a cualquier guerrero lo protegía de toda arma forjada contra él.
El patriarca acepta la protección, pero se anima sinceramente a presentarle al Eterno el problema central: no tiene un hijo, por tanto el galardón ofrecido por Yahvéh no tiene sentido alguno. Eliezer, el damasceno, su criado fiel, será su heredero, acorde con las leyes civiles de su tiempo.
Ante esta queja, Yahvéh, en su paciente benevolencia, le asegura a Abram que no será así. Ese hijo vendrá, más allá de la vejez del patriarca y la esterilidad de su esposa. Y además, en ese hijo vendrá la certeza de un descendencia numerosa que tendrá una característica especial: conocerá el poder de la fe (emunah).
Pero, para poder comprender de una manera pura este pasaje, nos haremos juntos unas preguntas:
- ¿Cuál es el mensaje en lo más profundo de este texto?
- ¿Qué nos dice la Torah entrelíneas?
- ¿Acaso se habla aquí de una bendición relativa al número de descendientes de Abram?
Analicemos rápidamente algunos términos hebreos con el objetivo de desaprender todos los conceptos erróneos con los que hasta hoy hemos leído este pasaje de la Escritura sin lograr bucear debajo de él a fin de disfrutar de la perla de gran precio que en este texto se esconde.
Cuando el texto dice «lo llevó fuera» puede ser entendido al menos en dos planos:
• El primero es el literal: es decir que dice lo que se lee a primera vista, lo llevó fuera de su morada para que pudiera observar el cielo;
• El segundo es el exegético: que revela que lo sacó de sus pre-conceptos, de las ideas previas que él poseía por sus paradigmas religiosos (astrológicos). Lo llevó fuera de lo que le era conocido.
Justamente resulta interesante saber que la palabra hebrea traducida como «afuera» es hajutza (הַחוּצָה ) y aparece aquí por primera vez en el texto bíblico. Por ende, los invito nuevamente a leer bien lo que dice el versículo:
«Y Dios lo llevó afuera y le dijo: Por favor, mira el cielo y cuenta las estrellas. ¿Puedes contar y Dios lo llevó afuera y le dijo: Por favor, mira el cielo y cuenta las estrellas. ¿Pulas? Y Él le dijo: Así es como será tu descendencia«.
¿A dónde lo sacó “afuera” Dios a Abraham?
Literalmente esto significa que el Eterno lo sacó de su tienda para ver las estrellas. Pero, en la aventura de estudiar la Torah debemos saber que existe otra interpretación, es la explicación homilética. Desde ella, y de una manera más profunda, se entiende que en verdad Yahvéh le dijo a Abraham:
«¡Sal de tus cálculos astrológicos!«;
expresado de una mejor manera:
«¡Sal de tus condicionamientos astrológicos donde pudiste ver en las estrellas que nunca tendrás un hijo!»
Toda esta exégesis debe ser unidad a lo que dice el versículo inmediatamente después: «mira al cielo«. Aquí el texto demuestra que el Eterno lo conduce a realizar las mismas acciones que hasta ese momento Avram (así como se llamaba nuestro patriarca entonces) había realizado siguiendo los consejos de la astrología (la ciencia de los caldeos, su lugar de origen). Avram estaba entrenado en todas las artes mágicas de la astrología ya que ella era su religión original. Por lo tanto, sabía confeccionar su carta astral. En su gran sabiduría, Avraham llegó a la conclusión clara de que él y Sarai nunca tendrían hijos. Los astros, desde sus signos, le presagiaban que él y su esposa no tendrían descendencia. El destino trazado en el estudio de las estrellas determinaba que sería su siervo Eliezer el que heredaría sus posesiones. Pero Dios lo llevó fuera de esta visión del mundo. Evidentemente el texto nos muestra que de acuerdo a su carta natal, él no iba a tener un hijo; pero Avraham sí tendrá un hijo, según el diseño divino…
Es decir, Dios le ordenó a Avram que ya no se guiara por lo que había aprendido a través de dogmas y tradiciones humanas. El Eterno lo sacó de sus pre-conceptos, de las ideas previas. Lo llevó fuera de lo que le era conocido. Abram necesitaba un cambio mental en Abram para poder cambiar su futuro. Este varón no debía seguir conduciéndose en el Camino de la fe guiándose mentalmente por lo que su ciencia y conocimiento le decía, sino que el Eterno anhelaba que él anduviera por los caminos de la enseñanza de Verdad, que es lo que Yahvéh dicta por medio de Su Instrucción.
El Eterno le enseñó algo bien claro al decirle:
«Ya no medites sobre la ciencia ilusoria de las estrellas. Sal de estas creencias, mira el cielo y verás que por encima de toda asignación astrológica estoy Yo, el Eterno y Todopoderoso, y mi Palabra es fiel para cumplirse en tu vida en tiempo y forma. Aprende a esperar en los secretos de mi Nombre y mi Instrucción«
El Eterno le responde a Abram enseñándole el gran secreto de la existencia hebrea: NO estamos regidos por los astros, sino que somos trascendentes, nosotros podemos determinar nuestro propio destino por medio de la fe en los mandamientos y promesas de la Instrucción (Torah) divina.
El único que está por fuera de todas las limitaciones, y conoce realmente todo, en todo momento, es Dios, y es Él el que le ha prometido descendencia, digan lo que digan en contra los astros o los hechos materiales.
De este modo Eterno enseña así a Avram que la consecuencia de darle demasiada importancia a las predicciones astrológicas, es que el evento previsto se vuelve inevitable. Quien insista en vivir solamente dentro del ámbito de lo natural se vuelve esclavo de él. En cambio, la misión de un llamado y escogido del Señor consiste en romper las limitaciones de lo natural. Si este aprende a vivir de una manera que lo eleve a una dimensión superior, ésta se vuelve real en su vida y rige los acontecimientos futuros.
Justamente los mitzvot (mandamientos) de la Torah existen vibrantes en un plano superior. La raíz de la palabra mitzvá (mandamiento) se relaciona etimológicamente con la palabra “tzavta”, o sea, «cercanía«, ya que el cumplimiento de un mitzvá acerca a Yahvéh. Es decir, que cuando un mitzvá es hecho, este acto físico genera transcendencia, y entonces el destino de una persona es alterado. Un acto que tiene el potencial de elevarnos a una relación directa con la Fuente de todo, ciertamente tiene un poder más grande que el de los supuestos intermediarios de la creación que implanta el sistema reptiliano a través de sus creencias.
Este fundamento de vida que aprendió Avram, será el sostén de la emunáh (fe) de Israel. Con este relato, Moshé pretende que el Pueblo de Dios acepte que todo el propósito de los hijos primogénitos del Eterno es vivir por encima de la naturaleza. Nuestro desafío consiste en elevarnos a la dimensión de la voluntad de Yahvéh, que se manifiesta en este mundo a través del cumplimento de los mitzvot. El éxito consiste en conectarse con la propia Fuente de todo el bien, a través de las acciones que Él mismo nos designó como propicias a este fin. Cuanto más mitzvot hacemos, más canales de conexión son creados uniéndonos al Eterno y preparándonos para recibir Su bendición en Yeshúa Su Hijo.
Esta experiencia mística de Avram involucra el hecho de que Yahvéh lo sacó fuera de este mundo (sistema reptiliano sensorial) y lo elevó en un éxtasis por encima de las estrellas. Este es el significado exacto del verbo «mira» (הַבָּטָה , habatáh): Avram pudo mirar de abajo hacia arriba, desde la cosmovisión divina.
En lenguaje moderno, la segunda interpretación implica «fuera de este mundo» es decir «fuera del cosmos» o «fuera del orden natural establecido«, que representa el infinito, pero en verdad es finito y también sigue las limitaciones de las leyes de la naturaleza. La fe inicial de Avraham en Dios no podía ignorar por completo esas limitaciones, porque, después de todo, se dio cuenta de que el Eterno creó un sistema finito, limitado, con su propio conjunto de leyes. Pero, a la vez, Yahvéh le mostró a Abraham que él puede dejar este mundo por completo, y elevarse más allá de cualquier limitación, con el fin de crear un mundo nuevo, por así decirlo, totalmente influenciado por lo sobrenatural.
Es, en parte, por eso que Yavhéh le habla del número de las estrellas. Porque así como son incontables y por lo tanto inabarcables en su totalidad para el intelecto humano, también el presunto saber de la determinación del futuro por medio del estudio de fuerzas cósmicas es imposible. En resumen, el Eterno le dice a nuestro padre Abraham que confiar ciegamente en mancias es poco menos que ceguera intelectual.
El único que está por fuera de todas las limitaciones, y conoce realmente todo, en todo momento, es Yahvéh, y es Él quien ha prometido descendencia, digan lo que digan en contra los astros o los hechos materiales.
El versículo diciendo: «así será tu descendencia«. Con esta expresión el Eterno no se refiere a un número (aunque en otro lugar prometió descendencia abundante) sino que está aduciendo que a partir de este diálogo existirá una cualidad especial en la forma de ser de sus hijos, y generaciones. Se refiere pues a la cualidad de abstenerse del pensamiento humano totalitario, de apartarse de las ideas deterministas, de rechazar la creencia en influencias mágicas que determinan un destino inconmovible; es la cualidad de confiar exclusivamente en que el Eterno es el poseedor del saber último, y por lo tanto, quien tiene la última palabra.
La reacción de Avraham a esta revelación es «Y creyó a Dios«. Este fue el nacimiento de la fe pura, que cree en la capacidad de desafiar las leyes de la naturaleza. Por primera vez, Avram se apropia de una sustancia divina (la fe) que es la respuesta correcta a las promesas del Eterno.
Como resultado de la fe de Avram, YHVH «se lo contó» o le imputó (hebreo kjasháb) su fe por justicia (Romanos 4:1-25; Gálatas 3:6; Santiago 2:23). Esta es la primera aparición de la palabra imputar en las Sagradas Escrituras (La Biblia). El Señor imputa o transfiriere Su justicia a Avram, a fin de que Avram tuviera una posición perfecta delante de Dios. Así pues, queda bien claro que la salvación, ya sea en la TaNaK tanto como en el Pacto Renovado, era, es y será solamente por gracia, y esto por medio de la fe.
Avram, después de haber recibido la garantía del Eterno, creyó que la profecía ciertamente sería cumplida, por lo que ya no tenía por qué temer perderla. Bien entendido tendrán en sus mentes y corazones esta revelación, aquellos discípulos de las primeras comunidades que se sentaban a los pies del apóstol Pablo, quien comentaba este episodio de Abraham de este modo:
«¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.»
(Romanos 4:1-3)
«Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.»
(Romanos 4:19-25)
«Porque ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe»
(Efesios 2:8-9)
¿Qué sucede una vez que hemos logrado salir afuera, más allá de nuestra visión normal del mundo, y aceptado el hecho que la omnipotencia de Dios va mucho más allá de las leyes de la naturaleza que Él mismo estableció?
La respuesta se relaciona con la capacidad de cambiar nuestra perspectiva del mundo con el fin de lograr el resultado que Yahvéh desea. Abraham comenzó dentro de este mundo. Él reconoció a su Creador, creyó en un solo Dios, pero, avanzó más y más en su fe, hasta que llegó al extremo de dejar este mundo, y comenzar a creerle al Eterno en la cosmovisión que Él le revelara.
Así, Avraham se fue «afuera«, y su salida lo enfrentó a la idolatría astrológica, transportándolo Yahvéh al Reinado de Su Luz admirable. Esta es la cosmovisión que otorga el don divino de la fe. Este regalo permite que el ser humano le crea solo a Yahvéh, que nos brinda Su Presencia y nos enseña, a través de Su Instrucción (Torah) a dejar este mundo y repararlo acorde al diseño original de Su propósito eterno. De este modo se adquiere la cualidad de abstenerse del pensamiento humano totalitario, de apartarse de las ideas deterministas, de rechazar la creencia en influencias mágicamente determinantes; y de confiar exclusivamente en que el Eterno es el poseedor del saber último.
Lo que más me llena de alegría mientras escribo esta bitácora, es darme cuenta que esta promesa, sin duda alguna, hoy es una opción abierta a cualquier persona que quiera trascender las limitaciones del mundo físico a través de su fe en Yeshúa, el Mesías. Simplemente debes disponerte a dejar el paradigma propio de la religión: «creer en Dios«, y llevar todo tu ser al paradigma metafísico de toda existencia humana: «Creer a Dios«. Así, el Eterno entrenará tu vista para que, detrás de las realidades de la vida, veas la visión que tiene para ti. Entonces obtendrás el entendimiento espiritual de que toda bendición no depende de los astros, ni depende del destino. Por el contrario, procede de más arriba, del Padre de las luces, que nos ha amado en Su Hijo unigénito, Yeshúa.
Moviéndonos en la Dirección y la Visión correctas
«al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas«. (2 Corintios 4:18)
«… porque por fe andamos, no por vista«; (2 Corintios 5:7)