parashá bereshit

La Tentación de Probar del Árbol del Conocimiento y el Pecado… (Una cosmovisión tomada de la Midrash)

Todas las narraciones de la Torah fueron relatadas para que las estudiemos, y aprendamos de ellas.

¿Por qué nos relata la Torah acerca del pecado de Adam?

El propósito de la narración es que tomemos conciencia de los peligros espirituales que debemos evitar y que mejoremos nuestra forma de vida.


Los ángeles caídos, en el Cielo exclamaron:

“¡Ideemos un plan para que Adam peque ante su Creador!”

Samael era el gran maestro entre los ángeles. Bajó a la tierra para encontrar la criatura adecuada con el objeto de tentar a Adam y Java (Adán y Eva) para que los hiciera transgredir el precepto de Hashem. No encontró a ninguno más astuto que a la serpiente. Originariamente, Hashem propuso que la serpiente fuera superior al resto de los animales y fuera como un sirviente para la humanidad. Con éste propósito, la dotó de dos características: la habilidad de hablar y de caminar erguido.

Samael eligió a la serpiente para éste propósito. Descendió a la tierra y montó sobre la espalda de la serpiente como si fuera sobre un camello e impregnó a la serpiente de su espíritu. A partir de ese momento todo lo que dijera la serpiente estaba inspirado en Samael.

Antes de pecar, los malos impulsos no integraban la personalidad de Adam y Java; su personalidad era pura y buena. En ese momento la serpiente/Samael se les acercó con la propuesta de probar del Árbol del Conocimiento – para inculcarles el conocimiento del mal.

Samael, corporizado en la serpiente, razonó:

-“Cualquier intento de seducir a Adam seguramente fallará. Me acercaré primero a la mujer porque ella escucha y es más fácil de persuadir”.

La serpiente esperó el momento en que Adam estuviera dormido y entabló una conversación con Java preguntandole:

– “¿Hashem te ordenó no comer de ningún árbol frutal del jardín? Si no puedes comer de ellos, ¿para qué fueron creados?

– “Podemos comer el fruto de todos los árboles” – contestó la mujer – “excepto del árbol en medio del jardín. No sólo no debemos comer sus frutos, tampoco siquiera podemos tocarlo, pues si lo hacemos, moriremos”.

La verdad era que Hashem no había prohibido tocarlo sino que Adam se había impuesto esta prohibición como una seguridad adicional por la cual evitarían cualquier contacto cercano con aquel árbol. Adam estaba tan satisfecho con esta idea que olvidó mencionarle a Java que era solamente una precaución autoimpuesta a fin de salvaguardar la ley de Hashem.

El yetzer hara («inclinación al mal») encontró la oportunidad que estaba buscando en el leve rasgo egoísta desplegado por Adam.

La serpiente astutamente exclamó:

-“¿Conoces la verdadera razón por la cual Hashem te prohibió probar de ese árbol? Todo artesano detesta a sus competidores. Hashem Mismo comió de el mismo y creó el universo. Ahora esta tratando de advertirles que se aparten de él para que no se asemejen a El y creen otros mundos también”.

La serpiente actuó. Empujó a Java hacia el árbol y le dijo:

-“Ves no has muerto al tocar el árbol. Tampoco morirás cuando comas su fruto. La razón por la cual El te prohibió comer de sus frutos era para que no obtengas el conocimiento del bien y del mal que El posee”.

El árbol yacía frente a Java, tentador por su belleza y ofreciendo la promesa de descubrir el mundo nuevo y desconocido del conocimiento.

Java fue persuadida por el razonamiento de la serpiente. Sucumbió ante la tremenda tentación. Tomó de su fruto y comió.


Es interesante notar que la Torah no especifica el nombre del Árbol Prohibido. ¿Por qué Hashem no revela su identidad? Su deseo era eximir a la especie del árbol de ser acusada de traer la muerte al mundo.

Sin embargo, algunos jajamim (sabios intérpretes) opinaron respecto de cuál árbol frutal realmente fue, y aquí comparto dichas elucubraciones

1. Era la vid. (Ninguna otra fruta causa tanta miseria y angustias como el vino; por lo tanto, debió haber sido este fruto el que trajo la muerte a la humanidad).
2. Fue el trigo, que en aquellos tiempos crecía en árboles. (El trigo representa el conocimiento porque, por ejemplo, un niño únicamente desarrolla la capacidad de llamar a su padre y a su madre por sus nombres a la edad en que comienza a comer productos hechos con harina. Por lo tanto, el “Árbol del Conocimiento” debía ser el trigo).
3. Fue la higuera (pues Adam y Java se ataviaron con hojas de higuera. Corrigieron su error con las hojas del árbol con el que habían pecado.)
4. Fue un árbol de etrog. (Esta perspectiva se basa en el pasuk (3:6) “Y vió la mujer que era agradable el árbol para comer”. Aparentemente, no sólo la fruta sino la madera del árbol también tenía un rico sabor. Esto ocurre únicamente en el árbol del etrog).


Tan pronto como Java comió del fruto, tuvo una visión del Angel de la Muerte que se le acercaba. Ella exclamó – “Parece que estoy condenada a morir y Hashem creará una nueva esposa para Adam. Déjame ofrecerle un poco del fruto también. Si morimos, moriremos ambos. Si vivimos, viviremos ambos. Ella le ofreció a Adam del fruto y él comió.

¿Cómo es posible que Adam haya aceptado el fruto del Arbol del Conocimiento que Hashem había prohibido?

El Midrash nos da tres respuestas:

1. No era consciente de la identificación del fruto, pues Java se lo ofreció en forma de jugo que había exprimido del mismo. (Esto en concordancia con la versión de que era una vid. Java le ofreció a Adam jugo de uva).

Entonces, parece extraño que Adam fuera consecuentemente castigado. ¿Por qué era culpable de haber comido el fruto prohibido? La respuesta es que era obligación de Adam determinar el orígen de cualquier fruto que ingiriera. Para él, era sólamente “kasher” si no derivaba del etz hada-at (Árbol del Conocimiento). Era culpable de consumirlo sin cerciorarse si pertenecía a una especie permitida.

2. Java prevaleció con su argumento. Le dijo a Adam: – “Por haber comido del etz hada-at, Yo moriré. Si piensas que se te otorgará una nueva Java, estás equivocado. Después de los Seis Días de la Creación, nada nuevo será jamás creado bajo el sol. Si, por otra parte, tú crees que después de mi muerte quedarás soltero, también estás equivocado porque el mundo fue creado para ser poblado. Es mejor que ambos nos quedemos juntos y compartamos un destino en común”. Adam la escuchó y más tarde tuvo que compartir la responsabilidad.

3. Java gritó hasta que Adam finalmente le hizo caso.


Después de pecar, Adam y Java tomaron conciencia de una transformación en su carácter. El yetzer hara penetró en sus corazones, el deseo por el mal formó parte de su personalidad. Se dieron cuenta que habían despojado al mundo de una enorme cantidad de bondad para las generaciones futuras. De repente se sintieron despojados y desnudos, tanto espiritual como físicamente – espiritualmente porque se habían apartado de una mitzva decisiva que debió ser su misión en la vida, y físicamente porque la capa de escamas que cubría su cuerpo cayó y las Nubes de Gloria que los cobijaban, partieron, dejando sus cuerpos expuestos.

La lección que se desprende de la narración del error cometido por Adam concierne a todas las generaciones. Cada persona se siente atraída por la tentación de lo desconocido. Enfrentados ante la atracción de un nuevo libro, una novedosa información o una impresión sensorial desconocida, tendemos a razonar que ampliará nuestros horizontes y enriquecerá nuestras personalidades, por lo tanto, debe ser buena. El hecho que el libro introduce elementos extraños a la Torá, la información nueva contiene apikorsut, el show misterioso obscenidades es apartado en la creencia que rechazaremos firmemente su influencia corruptiva.

Ese es el error cometido por Adam y reiterado a nuestro nivel.

Los efectos secundarios del fruto del conocimiento del bien y del mal fueron la partida de la shejina y la expulsión del Gan Eden.

El «Hexamerón» o Himno de la Creación.

P.A. David Nesher

«En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
Y la tierra estaba vana y vacía, y había oscuridad sobre la faz del abismo, y el espíritu de Dios se cernía sobre la Faz de las aguas.
Y dijo Dios: Haya luz y hubo luz. 
Y vio Dios la luz, que era buena; y separó Dios la luz de la oscuridad.
Y llamó Dios a la luz, día, y a la oscuridad llamó noche.
Y fue tarde y fue mañana: día uno

(Bereshit/Génesis 1: 1-5)

Debemos reconocer que el primer problema que la vista del Universo excita en la mente humana, llenándola de preguntas, es el del origen del mundo y de sí mismo. Lo cierto es que la sabiduría humana, desde su trabajo filosófico, no alcanzó la explicación verdadera de este problema existencial. Los más grandes filósofos griegos apenas llegaron, con su esfuerzo reflexivo, a concebir, al lado de la idea de un Dios desconocido que poblaba la eternidad, una materia asimismo eterna, de la cual había salido el «Cosmos» con todas las riquezas que lo componen. Si investigáramos a las religiones de los pueblos orientales, descubriríamos que no alcanzaron a llegar a tanto. Apenas pudieron imaginarse a esa materia caótica, que, puesta en movimiento, no lograron entender cómo dio origen, primero a los dioses, y luego al mundo con todos lo elementos que lo constituyen.

Sin embargo, llegamos al texto sagrado y nos encontramos con una canción repleta de cosmogonía. Ella es una descripción poética, plena de un movimiento mesurado y mayestático* que revelan los pasos sucesivos de la creación enmarcada en un número que espiritualmente habla de plenitud y perfección: el siete. Una canción, sí, un himno lleno de códigos lumínicos acerca del origen de todo lo existente. En toda literatura, científica u otras, no se ha logrado encontrar un relato más sublime del origen de todas las cosas. Esta canto es llamado también, canto etiológico, o Himno de la Creación del universo cosmos. Técnicamente es conocido con el nombre de «Hexamerón» (significa «Los Seis Días«. La palabra deriva su nombre de las raíces griegas hexa , que significa «seis«, y hemer , que significa «día«).

Entonces la pregunta fluye sola: ¿quién escribió el «Himno de la Creación«? Ya he explicado en otro estudio que Moshé (Moisés) lo usó, pero sin duda alguna este cántico se compuso mucho antes. En la actualidad se descarta la objeción que levantaron algunos escépticos, que decían que en la época de Moisés no se conocía la escritura. P. J. Wiseman indica en su libro New Discoveries in Babylonia About Genesis (1949, pág. 35) que la investigación arqueológica prueba exhaustivamente que “el arte de la escritura empezó en los albores mismos de la historia conocida”. Prácticamente todos los doctos modernos reconocen que ya existía la escritura mucho antes del tiempo de Moisés, que vivió en el segundo milenio a. E.C..  Por ejemplo, sabemos que los preceptos, mandamientos, estatutos y leyes del Eterno ya existían de manera oral y escrita en la época de nuestro padre Abraham, es decir unos seiscientos años antes que Moshé naciera (Génesis 26: 5).

¿Cómo supo el escritor lo que sucedió antes de que apareciera el ser humano en la escena terrestre? Sin duda alguna, el Eterno reveló a Adán el pasado remoto pre-humano de mismo modo que después dará a conocer el futuro a los profetas.

Seguramente Adán entonaba este himno y lo transmitió oralmente a sus descendientes. Así, de un círculo familiar a otro, este cántico se elevaba en el ritual primitivo de los sacerdotes que seguían la Orden de Melquisedec. Excavaciones arqueológicas han demostrado que los himnos constituían una basta extensión de la literatura primigenia. Así fue como de generación a generación este cántico fue pasando hasta que se inventó la escritura. Evidentemente la Providencia divina se fue encargando de guardar esta transmisión hasta que al fin encontró su debido lugar como al afirmación inicial en el divino libro de las edades: la Torah.

El autor sagrado, ilustrado por el Eterno, nos ofrece en este himno profético la doctrina más alta, a la vez la más sencilla, sobre el origen de las cosas en su relación con el propósito mesiánico de Israel. El cántico es esquemático, muy reflexivo, destacando la trascendencia divina sobre todo lo creado. Es en verdad una verdadera cosmogonía ya que ofrece una cosmovisión metafísica completa del origen de los seres según un diseño perfectamente meditado en su Intención original. En ningún momento se da a entender una creación «ex nihilo» (de la nada), sino que deja bien establecido que todo ha venido a la existencia por orden de Elokim (Dios), y todo es creado según un orden ascendente de dignidad. Así queda bien establecido en la mentalidad hebrea que Elokim es anterior (e increado) a toda la Creación, y todos los seres han recibido de Él el don de la existencia, mediante el poder creativo de Su Palabra. En esto estaba enfocado el pensamiento del escritor a los Hebreos cuando declaró:

«Por la fe entendemos haber sido constituidos el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.»

(Hebreos 11:3)

Este himno litúrgico de Bereshit se comenzó a usar en la liturgia del Primer Templo para dar gracias por la bondad, belleza y perfección de la Creación.  Por esta razón, era un himno muy popular en la iglesia primigenia y en los períodos medievales.

El mismo, esta dividido en cinco tiempos:

  • Decreto.
  • Ejecución.
  • Descripción.
  • Alabanza.
  • Sucesión.

Veamos más claramente este himno en el siguiente esquema:

Este Himno marcará en sus estrofas que el varón y la mujer , creados, formados y hechos a imagen de Dios,  se hallan en el centro de todo lo creado; han recibido por la perfecta voluntad de Elohim el dominio sobre el resto de los seres vivientes. Así pues, el ser humano se revela aquí como una criatura mesiánica, es decir, con vocación a capacitarse para usar su potestad de regencia a favor de promocionar a todo lo creado a la completud existencial en el propósito eterno de Dios.

Esta enseñanza teológica encuadra en el aspecto más inmediatamente evidente, es decir, el origen de todas las cosas en Elokim, en el marco de un segundo aspecto maravilloso de la ingeniería divina: el descanso (Shabat) del Día Séptimo (sábado).

El himno está conformado por estrofas arregladas de acuerdo con el número de días de la semana creativa donde hay una correspondencia entre los días uno y cuatro, dos y cinco, y tres y seis, quedando sin paralelo el día séptimo; así el «descanso» (shabat) de Dios en el día séptimo se convierte en el modelo que el hombre debe imitar en su misión mesiánica. Por eso, el poema de este Himno es primordialmente un llamado divino al Pueblo de Israel a entender por qué debe santificar y guardar el Shabat, y meditar el sentido de propósito para el cual este día séptimo fue creado. Como vemos entonces, detrás de este relato se perfila la justificación sacerdotal del sábado. Puesto que Elokim mismo ha celebrado y prescrito el sábado, también el pueblo de Israel debe de celebrarlo y respetarlo para poder elevarse a la consciencia sacerdotal que Yahvéh mismo ha pretendido en su Intención (Éxodo 19: 6)

Los israelitas comprenderán mediante la cosmogonía aquí revelada que esta creación es un proceso temporal e histórico, ya que la semana era para los hebreos un concepto elemental del tiempo. Por eso, debemos aceptar que este relato de la creación está destinado de modo absoluto a la instrucción y capacitación del pueblo hebreo en su destino sacerdotal. El Eterno revela aquí el QUÉ de la revelación; el CÓMO, es secundario, y lo dejará en las manos de la investigación humana, como parte de la tarea mesiánica que le encomendará a Adam HaRishón (el Primer Hombre). Lo importante para el hebreo que se capacita con esta canción es que Elokim ha creado todo, no se pretende decir científicamente el cómo. Por lo tanto, no puede ser considerado como un documento de información científica, sino como una codificación de la Luz Infinita, que pretende revelara ingeniería metafísica a fin de evitar el caos y la vaciedad (tohú y bohú) por medio del ejercicio sacerdotal del principio de la separación.

Todo lo que existe en la creación es referido al Dios Uno (Ejad) y omnipotente, que siendo increado y existente antes de todo lo creado, llamó a la existencia al cosmos entero, sin fatiga, sólo con Su palabra. No hay otros principios ni medios de creación. Elokim crea todo por medio de Su Palabra y con Su Espíritu ha dado vida a todas las cosas.

Con este Himno de la Creación, el pueblo de Israel podrá adorar y glorificar a su Dios, defendiéndose contra las concepciones idolátricas de la antigüedad influenciada por Nimrod. De este modo su adoración en espíritu y en verdad los desintoxicaba de los distintos mitos sobre la creación que se difundían entre los pueblos en los cuales tuvo que tener contacto en su agitada historia (egipcios, babilonios, asirios, cananeos, etc). Por eso, se entiende que cuando se ensalza a Elokim en el cuarto día de la creación, del sol, la luna y las estrellas (Gen.1: 14 -19), esta afirmación está permitiendo desenmascarar y anular a las divinidades astrales adoradas en las religiones babilónicas. Con todas estas características literarias de contenido teológico, el sentido «anti‑mitológico» del relato permitía la toma de consciencia sacerdotal verdadera que terminaba definitivamente con el pensamiento mágico implantado por la serpiente antigua a través de su sistema babilónico.

Para sintetizar, vemos que existe en este Himno un orden metafísico de descripción de la creación que va de lo macro a lo micro. Es una obra que se caracteriza por el principio divino de separación de elementos, y de tikun (reparación y transformación) de la Tierra. Esta será la característica del obrar divino: realizar un proceso lumínico que va del macrocosmos al microcosmos, para que luego, desde ese microcosmos, retorne el Camino de la Luz hacia Él. Por ello, el culmen de toda la Creación es la Criatura Humana (varón y mujer), creada a su imagen, con la posibilidad de conformarse a su semejanza, mediante la capacitación que otorga Su Instrucción (Torah). Varón y mujer tienen igualdad en dignidad, diferencia de sexualidad, complementariedad existencial. Y Elokim les dio un mandato: «Creced y multiplicaos y dominad todo lo creado«.

Por todo lo hasta aquí visto, hay algo que deberá tener en bien claro quien acometa la exégesis de el primer capítulo del Génesis; el mismo recoge una enseñanza sacerdotal. Todo aquí ha sido meditado y sopesado, y debemos recibirlo con precisión. Hablándolo de otra manera, o con mayor propiedad, cualquiera de ustedes que pretenda estudiar seriamente este capítulo, deberá ir esponjando con todo pormenor, frase a frase, palabra por palabra, una doctrina de Luz tan apeñuscada y muy esotérica*.

¡Que glorioso mensaje! Elokim crea, por medio de su Palabra y con su Espíritu dio vida a todo lo creado. Y lo creó todo de la nada. Bondad y belleza de la creación: «Y vio Dios que todo era bueno en gran manera«.


Glosario: * mayestático, mayestática adjetivo. Que tiene las características que se consideran propias de la majestad (solemnidad, elegancia o grandeza capaz de infundir admiración y respeto).

 
 

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Por P.A. David Nesher

“Pero del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal no comerás, pues el día en que comas de él ciertamente morirás”.

(Génesis/Bereshit 2:17)

Seguramente, todos nosotros conocemos este pasaje debido a tanta lectura y re-lectura. Sabemos, casi de memoria, que el Eterno le dijo a Adam Harishón (en hebreo significa «el primer hombre«): “Si comes del Árbol del Conocimiento, en castigo morirás”. Pero, también nos ha ocurrido que no nos resultó fácil entender este castigo. Hoy, necesitamos pues, reflexionar en esto.

Después de tanto tiempo de meditar en la Torah, desde sus raíces hebreas, surgen mayores planteos existenciales al considerar el significado verdadero de este castigo divino. Si el primer hombre (Adam Harishón) moría: ¿Quién iba a santificar y guardar el Shabat como herramienta divina  para dominar el factor tiempo? ¿Quién iba a estudiar y meditar en la Torah para conducir al universo a la plenitud de su propósito? ¿Y quién cumpliría todas las mitzvot como secretos divinos claves para la ética del mundo? ¿Acaso por un solo pecado de Adam Harishón, Yahvéh destruiría a todo el mundo al privarlo de un regente que lo representara sacerdotalmente? Pero, lo que resulta aún más complicado de entender es cómo Adam Harishón iba a poder hacer teshuvá (arrepentirse) por su pecado si moría de inmediato. Esto último lo planteo porque sabemos, por la misma revelación escritural, que el Eterno preparó la teshuvá (regreso o arrepentimiento) aún antes de crear el mundo (Salmo 90: 2-3).

Bien, para comenzar a responder a estas inquietudes, diré que entendemos que en verdad Adam Harishón no murió el mismo día que comió del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Por eso, entiendo que entenderemos con mayor claridad en qué consistió este castigo si explicamos a qué llama “muerte” el Eterno, según lo revelado en Su Instrucción (Torah).

Pues bien, en primer lugar, en la cosmovisión divina, el concepto muerte no implica simplemente el fin de la vida biológica. Por el contrario, muerte en la concepción celestial se refiere a la muerte espiritual o separación de la Fuente (Intención divina). Por lo tanto, lo que el Eterno le estaba enseñando a Adam Harishón era que si él pecaba comiendo del árbol del conocimiento, sería considerado como un malvado. En la Torah se entiende que los malvados, son seres humanos que, aunque estén vivos, son llamados “muertos” en sus delitos y pecados. Así lo expresó pedagógicamente el apóstol Pablo cuando escribía a los discípulos del primer siglo los siguiente:

«Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,…»
(Efesios 2: 1)

«Antes, ustedes estaban muertos en sus pecados; aún no se habían despojado de su naturaleza pecaminosa. Pero ahora, Dios les ha dado vida juntamente con él, y les ha perdonado todos sus pecados.

(Colosenses 2: 13)

A esta clase de muerte se refiere la Torah. Y a pesar de que la Torah y el Shabat no fueron anulados del mundo, el hombre fue considerado como muerto hasta que surgiera una persona de su propia simiente que se manifestara plenamente tzadik (justo) como para revivir al mundo desde su Unción.

El relato del Bereshit, nos dice que luego del pecado, Adam Harishón se dio cuenta de que estaba desnudo. Pues bien, esto en su decodificación, se refiera al hecho de que al pecar, la humanidad quedó desprovista de cobertura divina. El relato en verdad dice que ellos asumieron que estaban desnudos. Es decir, que conocieron el sentimiento de culpabilidad, que les generó un sentimiento de vergüenza, que los llevo a ser conscientes que había sido despojados de los mitzvot (mandamientos) que les permitía manifestar la ética del Padre que había sido hasta ese momento el Eterno  (Bereshit 3:7). Por ello, es que el hombre cosió un cinturón (jagurá) de hojas de higuera para cubrirse de su vergüenza.  Esta acción del ser humano se considera como el símbolo del principio de teshuvá en la historia de la humanidad. Simbólicamente, este acto implica su intención de regresar a la cobertura paternal de Yahvéh, pero lamentablemente, también fue el primer acto de la religión: sentirse desnudo de moral divina, entonces esforzarse por cubrirse a sí mismo con buenas obras, y así adquirir salvación. Desde entonces, innumerables integrantes de la humanidad, tratan de cubrir su culpa y la vergüenza, escogiendo una túnica muy pobre: la religión y sus obras. De este modo el ser humano intenta crear soluciones para el pecado y la culpa que nunca funcionan. Las hojas de higuera de las obras religiosas nunca cubrirán al pecador culpable y lo harán justo (tzadik) ante el Eterno.

Por eso, el Eterno rechazó sus hojas de higuera (Gn. 3:7) y sacrificó un animal para ofrecer ropa de piel. El Eterno eligió pieles (alimentadas del nefesh que fluye por la sangre) para cubrir a Adam Harishón:

«Y Yahvéh Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de pieles, y los vistió.

(Génesis 3:21)

La misma palabra se usa en Bereshit cap. 27 v. 16 para pieles de cabritos. Por eso es que en todas partes de las Sagradas Escrituras, las prendas son símbolos de la justicia; toda la justicia suficiente de Yahvéh o la justicia auto hecha del hombre. El profeta Isaías escribió:

«En gran manera me gozaré con YHVH,
Mi alma se alegrará en mi Dios;
Porque me vistió con vestiduras de salvación,
Me rodeó de manto de justicia,
Como a novio me atavió,
Y como a novia adornada con sus joyas.

(Isaías 61:10)

El profeta Isaías también habla de la justicia propia en la siguiente declaración:

«pues todos nosotros somos como cosa impura, todas nuestras justicias como trapo de inmundicia. Todos nosotros caímos como las hojas y nuestras maldades nos llevaron como el viento.

(Isaías 64:6).

Las túnicas de piel con las que el Señor vistió a Adam Harishón representan la justicia proporcionada por Él; en el cual ellos podrían estar en Su santa presencia. Estas túnicas de piel, son un tipo de lo que el Eterno proveyó para nosotros en la atribución de Su justicia por medio del Mesías prometido en el denominado protoevangelio (Génesis 3: 15) Detrás de esas prendas, se revela lo que Yahvéh hizo para Adam Harishón: sacrificio y la muerte. El hecho revela una verdad maravillosa: una vida tuvo que ser sacrificada antes de que Adam Harishón pudiera haber sido vestido con «túnicas de pecados». Una muerte sustitutiva se produjo. Yahvéh siempre debe proporcionar la túnica adecuada para que el hombre se presente delante de Él vestido en la justicia correcta. Sólo en el Mesías esta siempre el ser humano correctamente vestido.

En este momento del relato, notamos que por primera vez, Adam Harishón vio lo que significaba la muerte física. Al ser testigo de la muerte del animal, se dio cuenta de que lo mismo les sucedería con el tiempo a ellos. Este es el fundamento que Moshé otorga a los hebreos para comprender el sistema de sacrificios en Vayikrá (Levítico). Yahvéh puso así, en Gan Edén, los cimientos para los sacrificios de animales mediante las prendas de piel. En este pasaje vemos el patrón de toda la historia de la salvación. Yahvéh tomó un animal para el sacrificio (probablemente un cordero), lo mató ante los ojos de Adam Harishón y envolvió las pieles sobre sus cuerpos desnudos. Sin duda, en ese momento, el Eterno les dio instrucciones sobre el sacrificio y la cobertura de los pecados. Así, por  la revelación de este principio, Israel entendía que los sacrificios de animales serían esenciales para la provisión de Yahvéh de un antídoto temporal contra la maldición; una vida pagando por otra vida.

Físicamente, Yahvéh vistió la desnudez de Adam Harishón, y espiritualmente cubrió su pecado. El Eterno mismo proporcionaría una cobertura por el derramamiento de sangre inocente. Este es el comienzo de la revelación progresiva. Se señala el hecho de que debía ser hecha la expiación. La sangre tenía que ser derramada para perdonar sus pecados. Más luz se derrama sobre este tema en el Pacto Renovado, donde aprendemos que sin derramamiento de sangre no hay perdón de los pecados (Hebreos 9:22). Hay cuatro grandes lecciones aquí.

En primer lugar, la humanidad debe tener la cobertura adecuada para acercarse a Yahvéh. No se puede llegar a Él en base a buenas obras. Usted debe ir tal como es: un pecador.

En segundo lugar, las hojas de higuera son inaceptables. Yahvéh no toma una vestidura hecha por el hombre y sus «obras de justicia», ya que esto es religión.

En tercer lugar, Yahvéh mismo debe proporcionar la vestidura o cobertura.

En cuarto lugar, una vestidura aceptable sólo se puede obtener a través de la muerte del Mesías, Yeshúa, nuestro Dueño.

De este modo, el ser humano no encontraría jamás excusas, la salvación es por la pura y exclusiva obra de la gracia divina. El animal fue un regalo de Yahvéh y no el trabajo del hombre. El Señor proporcionó las pieles para cubrir a Adam Harishón. Ellos (Adán y Eva) no hicieron nada, absolutamente nada para cubrirse satisfactoriamente. El único sacrificio que Yahvéh aceptará será Su trabajo y Su don. Las hojas de higuera de Adán fueron suficientes sólo para cubrir ciertas partes de su cuerpo. La provisión de Dios fue suficiente para cubrir todo su cuerpo, toda su alma y todo su espíritu a fin de presentarse ante Yahvéh de manera irreprensible (1 Tesalonicenses 5: 23). «El Señor Dios hizo túnicas de piel para Adán y su esposa, y los vistió.» ¡Dios lo hizo todo! Esa es la forma en que opera la gracia.

El profeta Ezequiel dice que todo el que peque merece la muerte (Ezequiel 18:20; Romanos 6:23). Sin embargo, el que pone su fe en la benevolencia misericordiosa del Eterno vivirá, porque Él ha provisto un Sustituto, tal como nuestro padre Abrahán lo conocía (Gén. 22:1-19). Los rabinos tienen una tradición muy interesante sobre el destino que tuvieron esta ropa de pieles. Ellos aseguran que Adán se las dio a Caín. Y cuando Caín fue asesinado, pasaron a ser propiedad de Nimrod. Esaú la tomó de Nimrod, y Jacob finalmente las llevaba en el momento de la bendición de Isaac (Gen. 27:1-40).

Para finalizar, les diré que de acuerdo con algunas interpretaciones (midrash), Adam Harishón fue cubierto por el Eterno con estas vestiduras el mismo día en el que hoy festejamos Yom Teruah (1º del séptimo mes o Tishrei). La idea es que como el Eterno le perdonó su pecado, lo cubrió con su obra expiatoria, por medio de un sacrificio que Él mismo realizó a favor del hombre, y sin intervención alguna de este, este día se convirtió para Adam en un jag (día de fiesta). Y esto está implícito en la palabra jagurá (cinturón) ya que si se toma esta palabra en hebreo חגור ה, se puede dividir en “ר ה”-“ ו”-“ח ג” (jag-u-ra). Esto implica: pecó el sexto día de la creación “ ו” (el valor numérico de la letra vav es seis), pero hizo teshuvá en el día que Adán determinó que sea Rosh Hashaná (“ר ה” son las iniciales de Rosh Hashaná) o cabeza del año. Por eso, este día se convirtió para él, y su descendencia en “ח ג”(jag, fiesta) de año nuevo, que en el calendario del Eterno pasará a ser Yom Teruah (Día de Aclamación).

En la plenitud de los tiempos, Yahvéh proveyó Su propio sacrificio perfecto para cubrir nuestros pecados y darnos Su Justicia. Como creyentes en Yeshúa HaMashiaj, nosotros somos revestidos con Su Justicia perfecta. Qué trágico que andamos confiando en revestimientos inadecuados para nuestros pecados, cuando sólo el perfecto sacrificio suficiente de Yeshúa lo hará.

En la plenitud de los tiempos, Yahvéh el SEÑOR envió a Su Hijo Yeshúa para hacer expiación por el pecado de una vez por todas. Desde esto, vemos que lo que comienza como un pequeño rayo de luz en Bereshit (Génesis) resplandece en pleno sol del mediodía en los Evangelios. Yeshúa murió por nuestros pecados, los tuyos y los míos. El Eterno lo hizo pecado por nosotros para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él (2 Corintios 5:21; 1 Pedro 1:18-21).

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La Biblia, en el relato de Bereshit, dice que Dios le dijo a la serpiente:

“Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.”

(Génesis 3:14 – RVR 1960)

 

Muchos piensan que la frase “sobre tu pecho andarás” significa que la serpiente cuando fue creada por Dios, podía erguirse, y que después de tentar a Eva, Dios la maldijo a arrastrarse sobre su pecho.

Esa teoría no tuvo asidero ni base científica que la comprobase hasta hace un tiempo atrás, cuando un equipo de investigadores halló en Brasil un fósil de de una serpiente de cuatro patas.

La BBC realizó un informe en el que publicó las fotografías del fósil. Aunque no es la primera vez que se encuentra un fósil de serpiente con extremidades, los científicos aseguran que éste es el ancestro directo de las serpientes modernas.

Éste es el fósil de serpiente más primitivo que se conoce, y es muy claro que no es acuática”, señaló Nick Longrich, investigador de la Universidad de Bath, en Reino Unido, y uno de los autores del estudio.

Parte posterior de la serpiente muestra dos pequeñas patas

Parte posterior de la serpiente muestra dos pequeñas patas

Según le dijo Longrich a la BBC, la forma de la cola de la criatura no es apta para nadar y no hay signos de la presencia de aletas.

En cambio, su tronco largo y hocico corto son los rasgos típicos de un animal que excava.

Fotografía del fósil completo

Fotografía del fósil completo

 

Sus extremidades traseras y delanteras (de 4 mm y 7 mm respectivamente) son muy pequeñas y altamente especializadas, con dedos muy delgados y garras en la punta.

Bruno Simoes, especialista en serpientes del Museo de Historia Natural de Londres, quedó sorprendido por el buen estado de preservación del fósil y por lo bien desarrolladas que están sus extremidades.

Es una sorpresa, sobre todo por su cercanía con las serpientes actuales”, le dijo a Simoes a la BBC.

Nos da una idea clara de cómo era el ancestro de las serpientes”.

 

Fuente: Diario Cristiano

Caín y… ¿su Esposa?

Por P.A. David Nesher

Todo escéptico y agnóstico tiene la costumbre malintencionada de abordar a los creyentes con el siguiente planteo: si Adán y Eva fueron los únicos seres humanos que Dios creó milagrosamente, ¿de dónde vino toda la gente que fue de gran preocupación para Caín?

Al leer el relato del cuarto capítulo de Bereshit (Génesis) vemos que después que el Eterno sentenció al homicida Caín para ser un “errante y extranjero” en la Tierra (Génesis 4:12), él le dijo al Señor:

Grande es mi castigo para ser soportado
(v. 13)

Luego añadió:

He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará

(vs. 14)

Entonces Yahvéh le respondió a Caín, diciendo:

Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado”. Entonces Yahvéh puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara
(v. 15)

¿Sugieren las referencias a “cualquiera” en estos versículos que el Eterno creó a otros seres humanos aparte de Adán y Eva?

“Y salió Caín de la presencia de YHVH y se estableció en el país de Nod, al oriente de Edén”
(Génesis 4: 16)


La expresión hebrea «Vayetze Kayin” que aparece en las mayorías de las versiones traducida:Y salió Caín, en realidad debería ser traducida “Caín se retiró». Esto se debe a que la expresión hebrea “se retiró” da a entender que  Caín fingió sumisión a la disciplina dada por el Eterno, como uno que pretende engañar la Mente Suprema.

En verdad la frase «Vayetze Kayin» traducida literalmente «Caín salió  de la presencia del Eterno» es poco adecuada para indicar que se retiró una actitud hipócrita y engañosa, ya que sabemos que el Eterno es Omnipresente y no es posible «salirse» de Su Presencia. ¡Él no puede ser burlado! (Gálatas 6: 7) Lo cierto es que el texto original da la clara idea del carácter perverso que había adquirido este varón, y la actitud rebelde con la que decidió continuar viviendo sobre la Tierra.

Efectivamente, después de que Caín asesinó a su hermano, se retiró de la presencia del Señor y de sus padres y vivió un tiempo errante hasta que conoció a su esposa y formó su familia.

Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc. Y edificó una ciudad, y llamó el nombre de la ciudad, del nombre de su hijo Enoc.”
(Génesis 4:17)

Ante esta parte del relato, la pregunta clásica que a lo largo de los siglos los hombres han hecho es:

¿Cómo consiguió Caín Su Esposa? ¿De dónde salió esta mujer? ¿Quién fue ella?

Como lo expresé al empezar esta bitácora, los escépticos de la Biblia han usado a la esposa de Caín una y otra vez para desacreditar el libro de Génesis como un registro fidedigno de la historia. Lamentablemente, la mayoría de los teólogos cristianos no han respondido adecuadamente a esta pregunta. Como resultado, el mundo los ve como incapaces para defender la autoridad de las Escrituras y por consiguiente de la fe que dicen profesar en Cristo.

Sin embargo, este cuestionamiento no es tan difícil de responder considerando muchos detalles del mismo texto que contiene dicho relato.

La respuesta clásica a esta pregunta trata de apoyarse en el texto mismo diciendo que Adán y Eva tuvieron muchos hijos e hijas y de entre ellas Caín escogió a su esposa. Esto significa que a Adán y Eva tuvo que haberles nacido una hija entre Caín y Abel, o después de Abel, para que unida a Caín, surgiera en el camino de Caín, un hijo o de su descendencia, que quisiera matarlo.

Diré que dicha solución es bien lógica e inteligente y se condice con el relato en cuestión. Pero, también diré que no deja de ser una especulación humana que por lo tanto ronda el relativismo racional que hay que evitar a la hora de defender la autoridad celestial de la Torah. Por lo tanto, nos conviene hacer una relectura del texto a fin de lograr captar secretos que los dogmas cegaron, y que, sin embargo subyacen vibrando debajo de las letras de la Escritura Sagrada.

Si analizamos detenidamente el Libro de Bereshit (Génesis),  notaremos que relata que Caín fue el primer ser humano nacido fuera del Gan Edén. Según la Biblia, Adán y Eva concibieron a Caín y su hermano Abel (¿gemelos?, v. 4) después de ser desterrados del Jardín por el Eterno, debido a que habían desobedecido su orden de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Tanto Caín, como su hermano gemelo Abel, nacieron en el ámbito de una humanidad caída. Fueron los primeros hijos nacidos fuera del Jardín, más no significa esto que hayan sido los primeros que aquella pareja hubiera tenido. En ningún renglón del capítulo cuatro se asegura que Caín haya sido el primogénito.

En el relato del tercer capítulo tenemos algunos indicios del idioma hebreo que nos dan un panorama en cuanto a que la primera pareja no eran los únicos humanos que habitan el huerto. Entiendo que a esta altura de la bitácora sus cabezas deben tener la sensación de estallar. Antes de continuar mi argumentación, iremos a escuchar la enseñanza apostólica de Pablo quien dice lo siguiente:

No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir”.
(Romanos 5:14)

La expresión “… aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán…”, aseguran los eruditos bíblicos que debería traducirse de esta manera:

“… los que no desobedecieron el mandamiento explícito de Dios como lo hizo Adán…”

Ante esto surge la pregunta: ¿Había entonces en el Huerto otros que no desobedecieron el mandamiento explícito del Eterno, pero que por ser hijos de Adán e Ishá tuvieron que salir excomulgados del Edén? Desde lo que aparentemente este texto dice, la respuesta sería sí.

Estoy convencido que la expresión: “Y llamó el hombre el nombre de su mujer, Eva; por cuanto ella era madre de todos lo vivientes” (Génesis 3:20), nos permite dilucidar más claramente la respuesta al planteo hecho. Adán le cambió el nombre a su mujer de Ishá (Varona por ser la representación de su esencia) por el de Java (Eva) porque era la madre de todos los vivientes. Entiéndalo bien, de acuerdo al tiempo verbal utilizado, Adán no le cambió el nombre a Eva porque sería la madre de todos los vivientes, sino que ya era madre de todos los vivientes que hasta allí con ellos estaban.

Desde este planteo conviene entender lo que Yahvéh le dijo a la mujer:

“… Multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y a tu marido será tu deseo, y él se enseñoreará de ti”.

(Génesis 3:16)

¿Multiplicaré?… Es decir que el Eterno le anuncia a Eva que aumentaría en una forma que ella no podría imaginar “…dolores y…preñeces”, términos de maternidad que evidentemente aquella mujer ya interpretaba por experiencia propia.

Pero lo que terminará confirmando lo acertado de esta interpretación será analizar la raíz hebrea de: “Y dio también a su marido” en el verso 6 del tercer capítulo de Bereshit:

«Vatiten gam le’ishah» –-

La expresión «Gam» que aquí se traduce por también, encierra la idea de incluir a muchos, después del primero.

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La frase «… dio también a su marido junto con ella…» implica que ella le dio del fruto inmediatamente después de haber comido de él. El término hebreo «Gam» (–también-) expresa la idea de incluir, agregar a muchos en una acción después de que uno la comience. O sea que el relato aquí implica que además de dar del fruto a su marido, Eva también procedió a dárselo a alguien más (¿los vivientes de los que ya era madre?).

Como lo he dicho más arriba, Caín fue el primer hijo de Adán y Eva nacido fuera del Edén que registra las Escrituras (Génesis 4:1). Él y sus hermanos, Abel y Set (Génesis 4,2, 25), fueron parte de la primera generación de hijos nacidos en la Tierra en condición de humanidad caída. Pero lo que también entendemos es que, aunque no se mencionan los nombres, Adán y Eva tuvieron un gran número de hijos e hijas (Génesis 5:4). Esta expresión abarca tanto a los que les nacieron en el huerto, como a los que fueron contemporáneos de Caín. Claramente, es difícil que alcancemos a comprender cómo era el mundo en un principio y el tamaño que pudo llegar a tener la primera familia, ¡pero debemos recordar que Adán vivió, después de ser expulsado del Gan Edén 930 años! (Génesis 5:5).

Vemos que Caín cambia su oficio de labrador de metales, por el de constructor de metrópolis, ya que edificó una ciudad y le puso el nombre de su hijo, la cual vino a ser la primera ciudad del mundo. Según esto, Caín no quería someterse a lo dicho por Dios, de que sería errante; construyendo una ciudad, para radicarse en ella.

El escritor de Bereshit no habla más de la vida de Caín, sino solo para hacer referencia de pecado; y no se sabe ni como vivió de ahí en adelante, ni como murió.

Es indudable que la intención del autor del libro (Yahvéh es Su Bendito Nombre) quiere revelar a Su Pueblo por medio de este relata cuál es el antidiseño por medio del cual las tinieblas se aseguraron siempre su injerencia en las naciones. Este antidiseño, denominado «hombre rebelde» ha contaminando la Tierra en todos y cada uno de sus estratos, a lo largo de toda la Historia Universal.

El Eterno, nuestro Abba, se aseguró en este relato mostrar cómo la creación gime cada día delante de Su Trono desde el día que la humanidad cayó en los ámbitos infrahumanos de las tinieblas, conocido como pecado. La creación clama y reclama al Eterno la manifestación de sus hijos, como un reinado de sacerdotes (Éxodo 19: 5-6). La Creación sabe que ellos y sólo ellos serán los que pueden colocarle el punto final a todo este sistema violento que atenta día a día contra el Propósito Eterno de Dios: una Nueva Humanidad llegando a la estatura plena del Varón Perfecto que por ella intercede día y noche a mi derecha. Un ser humano a la estatura y  plenitud de Yeshúa, el Mesías.

Con amor y en amistad:

P.A. David Nesher

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Nota Profética recomendada:

CONTRA EL HOMBRE REBELDE

Las Garras de la Religión (Génesis 3)

Por P.A. David Nesher

“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”.

(Génesis 3:4-6) 

Hemos dicho que los ojos son el símbolo del conocimiento sensorial, es decir el conocimiento que se adquiere a través de la experiencia de los sentidos intentando descubrir y dominar todo el cosmos que está fuera del hombre.

Ahora, tenemos que señalar que desde allí (los ojos) comenzó la religión matriz («Simiente de la Serpiente«) que inspira los paradigmas anti-Dios de todas las demás formas religiosas. Su nombre es el Materialismo Práctico. Su sustancia reptiliana: el racionalismo que surge de las experiencias sensoriales y de acuerdo a ellas elabora opiniones relativas. La acción destructora del racionalismo se logra con el ejercicio autónomo del libre albedrío. De esta manera el materialismo se sostiene energizando a la serpiente antigua y su sistema de cosas.

En pocas palabras, el materialismo es la madre de toda “iniquidad”, que es la atadura con la que HaSatán logra mantener esclavizados a los seres humanos de las distintas generaciones.

¿Cómo consigue el materialismo que la iniquidad ate a las personas?

Por medio de sus tres garras:

  • 1º_ El Individualismo
  • 2º_ El Hedonismo, y
  • 3º_ El Utilitarismo

Estas tres garras la religión conducen al hombre a ser un consumista y este es el sentido del pecado.

En el capítulo tres del libro de Bereshit (Génesis) vemos al materialismo aparecer como la doctrina creada por “los ojos” de la humanidad caída.  Sus dogmas sostienen que está bueno «aquello» lo de «más allá» la persona humana. La dinámica de muerte de esta doctrina funciona así: todo lo que está fuera de mí es mejor que lo que yo mismo soy. Entonces se desarrolla en mi interior paradigmas anti-Dios que hace al objeto que miro agradable porque considero que me sirve para alcanzar sabiduría, es decir plenitud adquirida con la acumulación de mis experiencias.

La mujer vio que el árbol era bueno; lo que está afuera es mejor que lo que hay dentro del ser humano. Eso es materialismo. Entonces la mujer percibió que  su fruto era agradable, la podía llevar a experimentar placeres nunca antes vividos. Se produce así  el hedonismo, que es la búsqueda del placer por el placer mismo. El placer como fin máximo y absoluto de la existencia. El espíritu de la religión empieza así a expandirse en sus consecuencias. El fruto me permitirá sí o sí ser exageradamente feliz (bienaventurado). Entonces la cosa se convierte en útil y valiosa. Por lo tanto, yo comienzo a perseguir la utilidad de las cosas, e incluso las personas, para alcanzar esa plenitud que en mi interior no encuentro. Así surge entonces la tercera garra de la religión es  utilitarismo; entonces la utilidad se vuelve principio de mi moral.

Observando esta secuencia en el relato del hombre caído (Génesis cap. 3) notamos que aparece el individualismo.  El varón ya no la llama Ishá (Varona) a su compañera, tal y como lo hizo cuando la discernió con su espíritu (Gn. 2:23) Ahora, bajo la hipnosis reptiliana, la separa como alguien diferente a  él. Ella, ahora  es la que le provoca problemas y es digna de ser tenida en menos. La sexualidad se denigra a la mera y simple genitalidad sensorial. El materialismo ha provocado la primera guerra mundial: la de los sexos.

Con toda esta estructura mental anti-diseño divino, la misión del hombre convertirá en consumismo.

Por causa de esta desobediencia y esta auto-degradación, el Eterno Dios le advierte al hombre las características que tendrá el nuevo estilo de vida asumido:

Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. 18 Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo”.

(Génesis 3:17-18)

La tierra no les va dar nada sino “cardos y espinos”. Para que el hombre pueda extraer de la tierra su alimento necesitaría luchar contra la tendencia natural de la tierra de producir espinos y cardos. Los espinos y cardos que produce la tierra son el símbolo de una tierra maldita por el pecado del hombre que escogió consumir desde dogmatismos carnales, en vez de producir desde su sacerdocio santo.

Por causa del materialismo, todo el interior del hombre se volverá un deseo obsesivo e insaciable por todo lo que está fuera de él.

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¿Una Costilla con Forma de Mujer?  

Por P.A. David Nesher

Leamos primero el segundo capítulo del Bereshit (Génesis), se lee:

«Entonces YHVH Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán y, mientras éste dormía, tomó una de sus costillas (mitsal’otav)  y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que YHVH Dios tomó del hombre, hizo una mujer y la trajo al hombre».

Bereshit (Génesis) 2: 21-22

mitsal’otav– “ de sus costillaso «de sus costados«– Este término significa: «de sus costados«.

Para entender lo anterior es necesario remitirnos primeramente  al verso 27 del capítulo uno [zajar unekevah bara otam: “macho y hembra lo creó-] Moshé aquí explica que el ser humano que fue creado [se está usando singular en el verbo bará] en una completa unidad de dos facetas o rostros. Los sacerdotes aarónicos explicaban este texto como que el hombre, inicialmente tenía dos rostros que más tarde fueron separados. Esto quiere decir que originalmente poseía Adam tanto la forma masculina como la femenina. De esta manera, la separación de Adam de la forma femenina fue lo que constituyó la creación de Ishá (Varona), [más tarde llamada Java (Eva)].

En el primer capítulo de Bereshit, el escritor relata cómo fue creado el ser humano revelando el propósito y la misión de este diseño divino. Ahora, en el segundo capítulo se nos ofrecen los detalles históricos de ese evento creativo. Es decir, que en el libro de Bereshit no existen dos creaciones del ser humano, sino que hay dos descripciones de un mismo hecho.

Al avanzar por el capítulo número dos, notamos que la vida del hombre se desarrolla en el jardín pero en soledad, sin ayuda idónea.

Al nombrar a la totalidad de los animales que viven en y sobre la Tierra, el hombre los integra a su vida y ejerce su vocación y dominio sobre ellos. Esta tarea lo lleva a una profunda conclusión: ninguno de los animales puede servirle de ayuda idónea. Es decir, no pueden permitirle desarrollar una relación social íntima y de importancia trascendental.

Ante esto, el Eterno responderá a esa necesidad, decidiendo proveer a esa necesidad de compañerismo esencial en el hombre. Es que la imagen divina misma empuja al hombre a darse cuenta que no puede vivir en la soledad de un individualismo. Por el contrario, el ser humano necesita trascender desde experimentar la comunión con otro que le permite valorar la unidad desde la diversidad.

La palabra hebrea tzelá (צֵלָע) traducida aquí como costilla, indudablemente significa también «costado, flanco, lado, banda”, pero también «ejes», y tiene también otros significados que se deducen según el contexto en que se encuentre. La traducción del término en el versículo citado es por tradición el de “costilla”, pero expresa más precisamente una parte colocada simétricamente respecto a otra igual. Por tanto se puede hablar más de “costado” o “flanco frontal” que de “costilla”.

Pero dado que, según se lee, este tselá (צֵלָע) debía ser algo que se encuentra bajo la carne, pues Dios debió practicar una abertura (Gen 2; 21), un poco como sucede en una operación quirúrgica (y durmió a Adán antes de la “operación”), el significado del término podría declinarse al de “costilla”.

En la mente de los traductores, pero quizás también de quienes narraron originalmente el episodio, esta “parte” debía por tanto ser la “costilla”. El texto griego de la Biblia, los Setenta, traducen la palabra tselá (צֵלָע) como “pleurá«, que significa tanto “costilla” como “flanco frontal”, como sucede con el hebreo.

Lo cierto es que tselá (צֵלָע) significa una porción del costado medio frontal del hombre y no una costilla.

El relato dice que Yahvéh tomó el hueso y la carne del costado (tselá – צֵלָע) de Adam para hacer a la mujer. Entonces ella surgió a existencia de la propia vida del varón, estableciéndose así el principio de “Vida engendra vida”.

La mujer fue hecha de uno de los huesos del costado, para que puedan compartir la vida juntos en mutua protección, preocupación, amor y cuidado. Como veremos en otra bitácora, fue el pecado el que cambió la intención original de Dios en esta relación (Gen. 3:16).

De la costilla que le había quitado al hombre, Yahvéh nuestro Dios hizo (baná) una mujer y se la presentó al hombre (2:22). La palabra hebrea baná significa construir. Esto proporciona la maravillosa revelación de que Yahvéh en realidad construyó a una mujer del costado de Adán. La costilla de Adán formó el material básico del cual fue «construida» su compañera. La mujer fue formada para tener una unidad inseparable y compañerismo de toda la vida con el hombre, y la forma en que fue creada sirvió para establecer el verdadero fundamento del estatuto moral del matrimonio.

Eva fue el regalo de Dios a Adán, una ayuda idónea hecha para él. Por eso, el varón al verla expresará perfectamente su naturaleza a través de tres declaraciones:

Primera: Reconoce la igualdad del nuevo ser. Ella también es humana y constituida con la misma materia del varón (“Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne*, v.23).

Segunda: Le concede el derecho de identidad propia. (“será llamada Ishá”, v. 23) Aceptando así la sexualidad en lo femenino, como instrumento divino que completa y complementa la plenitud de la humanidad. He señalado que la palabra hebrea para la mujer es ishá, y la palabra hebrea para el hombre es ish. El juego de palabras es el siguiente: la isha viene del ish. Esto sólo tiene sentido en hebreo, demostrando una vez más que fue la primera lengua. Por lo tanto, la mujer procede del hombre, es regalo divino para el hombre, ella fue dada al hombre, y luego es nombrada (adquiere significado) por el hombre.

Tercera: Por su origen, el varón mismo, la mujer es el único ser compatible que puede al varón hacerlo sentir completo y pleno. El varón le da vida a la mujer; la mujer le da vida a la humanidad. La humanidad en constante legado, será la plenitud de todo varón.

Con estas declaraciones el varón, ahora con nombre propio Adán, expresa delante del Eterno su aceptación y satisfacción completa, asumiendo así delante de todos los testigos presentes (huestes celestiales) el compromiso de proteger a la mujer como su propio cuerpo.

Esto nos deja bien claro que en el antiguo Israel, al menos de cuanto resulta de las fuentes bíblicas, no existe declaración alguna de inferioridad de la mujer respecto al varón, y por tanto el versículo en cuestión no debe ser forzado en ese sentido como algunos religiosos machistas pretenden.

Al terminar, me parece oportuno hacerlo con la famosa explicación que Matthew Henry dio acerca de la costilla de Adán:

Que la mujer fue formada de una costilla (es decir, del costado) de Adán; no fue hecha de su cabeza, como para tener dominio sobre él; ni de sus pies, como para ser pisoteada por él; sino de su costado, para ser igual a él, de debajo de su brazo para ser protegida, y de junto al corazón para ser amada”.

Matthew Henry, Comentario Bíblico De Matthew Henry (trad. Francisco Lacueva; Barcelona: CLIE, 1999), 20.

Igual de poética es la explicación que nos proporciona el erudito bíblico, el rabino Umberto Cassuto:

Tal como la costilla se encuentra al lado del hombre y está unida a él, aun así la buena esposa, la costilla de su esposo, se encuentra a su lado para ser su ayudante-contraparte, y el alma de ella está ligada a él”.

[Umberto Cassuto, A Commentary on the Book of Genesis: Part I, From Adam to Noah (Genesis I-VI 8) (trad. Israel Abrahams; Jerusalem: The Magnes Press, The Hebrew University, 1998), 134].

En amistad y amor en servicio: P.A. David Nesher


Bitácora Relacionada:

El Huerto que YHVH plantó en Edén

Por P.A. David Nesher 

“Y plantó YHVH Dios un huerto hacia el oriente, en Edén; y puso allí al hombre que había formado.”

(Bereshit/Génesis 2:8)

En los dos relatos creativos de la Instrucción (Torah) notamos que las Sagradas Escrituras pasan rápidamente de la creación del universo (cosmogonía del capítulo 1) al jardín del Edén (antropogonía del capítulo 2)

Si colocamos toda nuestra atención en este pasaje y le permitimos al Espíritu de Dios discernir sus detalles, descubriremos que hubo tres áreas principales en la tierra:

  • por un lado una dimensión llamada Edén,
  • por otro lado el huerto o jardín (hebreo gan) colocado bajo la jurisdicción de Edén.
  • y el resto del mundo terrestre.

Estas tres jurisdicciones del gobierno humano corresponden a las tres áreas que luego Yahvéh determinará en el Tabernáculo de Moisés y posteriormente Templo de Jerusalén: el Lugar Santísimo, el Lugar Santo y el Atrio.

Todo esto demuestra una sola cosa: que el hombre fue puesto en este planeta para vivir en plena intimidad con el Eterno en el lugar santísimo, para servirlo en espíritu y verdad como sacerdote, y desde allí oficiar como pontífice (puente) entre las dimensiones celestiales y las terrenales.

Notamos por lo revelado en estas líneas que toda la creación se había puesto bajo la autoridad del hombre, y esto, para Dios, era extremadamente bueno (Génesis 1: 31). Pero, este relato muestra que una región en particular se preparó como un lugar especial donde Adán fue a hacer su hogar, y desde donde transformaría el planeta promocionándolo a mayor calidad de propósito. Esta región se llamó Edén y fue en el este de la zona de Mesopotamia donde estuvo ubicada según la descripción escritural. La forma en que el hebreo lo dice significa plantado en la parte este del Edén (2:8).

 

Así Edén era una gran región geográfica con algunas características especiales en el ámbito celestial. Dios plantó árboles frutales de todo tipo en el jardín. La siembra la realizó directamente el Señor Dios, tal como Él lo formó a Adán. La imagen es que Adán fue creado al oeste del Edén y luego puesto al este del mismo. «Y puso allí al hombre que había formado» (2:8). Este iba a ser su hogar  para desarrollarse hasta la plenitud de su propósito. Adán es creado en el Edén y luego será colocado en el Gan Edén (huerto o jardín). Esto significa que él fue creado y posicionado en una situación ideal, allí tiene todo a su disposición sin prácticamente ningún esfuerzo.

La palabra empleada para jardín es gân que significa «lugar cerrado» o «jardín frondoso«. La versión latina llamada Vulgata, traducirá este término con la palabra paradisus (de donde se origina la palabra española paraíso) que significa jardín.

Gracias a esto, lo primero que conocerá Adán de Elohim (Dios) será acerca de Su amor perfecto (jesed) y Su provisión pre-existencial. ¡El Eterno lo había amado primeramente antes de que viniera a existencia!

 

Y Yahvéh Dios hizo brotar de la tierra (VayatsmaJ YHVH Elohim min-ha’adamah) todo árbol agradable a la vista y bueno para comer; asimismo, en medio del huerto, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento de lo bueno y de lo malo”.

(Bereshit 2:9)

El nombre Edén pudo haber tenido dos orígenes: la palabra sumeria edén, la cual significa “estepa” o “campo abierto” o la palabra hebrea idéntica, qué significa “lujo”, “ternura” o “deleite”. En base a esto el significado de la expresión Edén sería “Ámbito de delicias y ternuras lujosas”. Desde estas pautas notamos que Edén era toda una jurisdicción geográfica que tenía la particularidad de oficiar en dos planos existenciales: el terrenal y el celestial. Para que este propósito cumpla su misión, el Eterno planto el huerto o jardín que oficiaría como portal a través del que lo celestial descendería a lo material acorde a lo que Adán declarara como representante del gobierno divino en la Tierra (en hebreo: mashiaj).

También se conoce como el «huerto del Señor» (Isaías 51:3), el jardín de Dios (Ezequiel 28:13; 31:9), y el paraíso de Dios (Apocalipsis 2:7). Todos estos pasajes dejan en evidencia que este huerto o jardín tenía una funcionalidad totalmente celestial para que el propósito eterno de Dios se llevara a cabo en la Tierra: el Eterno podría habitar con los seres humanos y desde este planeta bendecir los demás planos existenciales con el resplandor de Su Luz Infinita (hebreo Or EinSof).

 

Como la mayoría de las cosas que son hermosas, el jardín del Edén tenía el potencial para el bien y para el mal.

 

El versículo 9 habla específicamente sobre el Jardín del Edén. No habla acerca de los demás árboles de la Tierra, ya que ello no tendría relación con el contexto.

Así que todo tipo de maravillosos árboles que dan fruto delicioso crecieron en el jardínpero añadió dos árboles que no se encuentran en otro lugar. En el centro del huerto había dos árboles, uno cerca del otro: el árbol de la vida (Etz HaJaim) y el árbol del conocimiento del bien y del mal (Etz HaDaat Tov Verá).

 

El árbol de la vida representa la Torah, que es llamada “árbol de vida” por el rey Salomón en el libro de Proverbios:

Es árbol de vida para los que de ella echan mano, y felices son los que la abrazan.”

(Proverbios 3:18)

Por medio de la decodificación de las letras hebreas que componen la expresión, es muy probable que el árbol de vida haya estado donde hoy en día está el lugar del templo en Yerushalayim (Jerusalén) y el árbol del conocimiento de lo bueno y de lo malo haya estado en el monte de los olivos o Getsemaní.

El árbol de la vida estaba plantado en medio del jardín para promover y preservar la vida (Gn. 2:9). Era obviamente deseable en todos los sentidos y era la fuente de la vida misma. Si el hombre comía de este árbol sería preservado por toda la eternidad (Proverbios 3:18, 11:30, 13:12, 15:4). Por ejemplo, en el libro de Apocalipsis, el Señor dice a los creyentes en la iglesia de Éfeso:

«Al que salga vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios.» 

(Apocalipsis 2:7)

Más adelante en el mismo libro, se menciona una vez más que sus hojas y frutos son para los justos:

«El árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto. Bienaventurados los que lavan sus ropas, para que tengan derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas en la ciudad.» 

(Apocalipsis 22:2 y 14)

Sin embargo, otro árbol fue plantado cerca del árbol de vida en medio del huerto, aparentemente uno cerca del otro para la prueba que vendría.

 

El segundo árbol era el árbol del conocimiento del bien y del mal (Gén. 2:9). Ahora, por primera vez, Adam tiene la posibilidad del mal. Su propio nombre es siniestro, produciendo el bien o el mal al que come de su fruto. La palabra hebrea para conocimiento significa el conocimiento por la experiencia. Así el fruto de este árbol siempre da a la persona el conocimiento por experiencia del bien y del mal en el sentido de tener el poder de decidir por uno mismo. Pero el simple conocimiento del bien y el mal, ¡no daba el poder de elegir el bien y rechazar el mal! Por lo tanto, Elohim (Dios) predice que al final sólo habrá un resultado para el que come de este fruto: la muerte espiritual y condenatoria (2:17, 3:3). Este era el árbol de la muerte. Cuando tomamos el volante de nuestra propia vida, sacamos a Yahvéh de la escena. Esto es un motín moral. Todo lo que Adán y Eva tenían que hacer era obedecer la palabra de ADONAI (2:17). Una vez que se rechaza la Palabra de Dios, que es lo mejor para nosotros, quedamos a nuestra suerte. Cuando tomamos y comemos, de repente nos encontramos fuera mirando hacia adentro con el Señor. Los rabinos enseñan que el árbol de la ciencia del bien y del mal era una vid porque ninguna otra fruta causa tanta miseria y sufrimiento. Así que los dos árboles más importantes que hizo crecer en el jardín fueron el árbol de la vida, que trajo la vida y el árbol del conocimiento del bien y el mal, que provocó la muerte.

El posible acceso del ser humano al «árbol del conocimiento del bien y el mal»indica que el Eterno había permitido al hombre la posibilidad de elegir el mal, precisamente en virtud de un bien mayor: la libertad. El ser humano, mediante su razón y a través de su conciencia, puede descubrir lo que es bueno y malo; pero no puede establecerlo con su decisión. Pretender decidir lo que es bueno y malo por su cuenta, independientemente de la bondad impresa por el Eterno al crear, sería querer ser como Dios, sin considerar Su voluntad en este asunto. El «árbol de la ciencia del bien y del mal» debía expresar, y constantemente recordar al hombre, el límite insuperable para un ser creado.

 

El mal encuentra arraigo en el hombre cuando éste se centra en sí mismo y en sus propios deseos en lugar de centrarse en Yahvéh y en Sus deseos (o en un nivel más profundo, cuando se considera independiente o separado del Eterno como Fuente). Cuando se encamina en esa dirección, evalúa toda experiencia sólo en términos de su propio sentido del bien subjetivo.

La Torah revela que el bien mancillado por el egoísmo es representado por el árbol del conocimiento del bien y del mal, mientras que el bien no adulterado es representado por el árbol de la vida. Al ordenarle a Adán que no comiese del fruto del árbol del bien y del mal, Yahvéh le estaba advirtiendo que no mezclara el bien y el mal eligiendo el camino del egoísmo y el egocentrismo.

El único desafío de Adam era “no comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal”, al realizar la acción justa hubiera adquirido el discernimiento para trascender el tiempo y el espacio alcanzando el estado infinito que la imagen divina que tenía le otorgaría.

 

Los Ríos del Edén

rios-eden

Ahora continuemos analizando la extensión de este ámbito llamado Edén.

 

Convengamos que, debido a que estamos hablando de un momento protohistórico, resulta muy difícil determinar la ubicación precisa del Edén convirtiéndose para la humanidad actual en un misterio. Es naturalmente obvio comprender que el diluvio en tiempos de Noé produjo cambio en la superficie terrestre desapareciendo así algunos ríos que hoy en día no son identificados con certeza.

Lo que sí tenemos en el mismo relato escritural es al asociación de esta región con cuatro ríos: el Pisón, el Guijón, el Tigris y el Éufrates (vv. 10-14). Por causa de este detalle descriptivo, Yahvéh nos permite deducir que la ubicación exacta del Edén bíblico del tiempo de Adán de acuerdo a la ubicación geográfica de esos ríos estaba situada en alguna parte de lo que actualmente se conoce como Irak y sus regiones colindantes. La palabra Mesopotamia significa “entre dos ríos”, y se refiere al hecho que la tierra yace entre el Río Tigris y el Río Éufrates. El nombre, Irak, significa “país con raíces profundas”.

Entonces veamos la descripción y el significado de estos ríos descritos por la revelación escritural.

El nombre del primero es Pishón; éste es el que rodea toda la tierra de Javilá, donde hay oro.”

(Bereshit/Génesis 2:11)

Pishón significa “desbordar”, “extenderse”, “abundar”. Según Flavio Josefo y el erudito judío Rashí este sería el río Nilo, el rio principal de Mitzraim (Egipto); y debido a que sus aguas se incrementan y suben  y riegan la tierra es llamado «Pishon» (lo que hace brotar y surgir), término relacionado con las crecidas que permiten la producción de lino (hebreo «pishtan«), como se declara con respecto a los mitzrim (egipcios): Los que urden lino…se avergonzaran»  (Isaías 19:9)

Y el nombre del segundo río es Guijón; éste es el que rodea la tierra de Cush.”

(Génesis/Bereshit 2:13)

Guijón significa estruendo. Es llamado así porque fluía atronadoramente y su estruendo era muy grande.

Y el nombre del tercer río es Jidekel; éste es el que corre al oriente de Ashur. Y el cuarto río es el Perat.

(Bereshit 2:14)

Jidekel expresión hebrea conformada por dos palabras. Este río es llamado así porque sus aguas son punzantes («hadyn«) y ligeras («kilyn»). En español recibe el nombre de Tigris.

El cuarto río es llamado Perat porque sus aguas fructifican (hebreo:«parin»), se multiplican y proporcionan salud al hombre. En español se le conoce como Éufrates palabra que se deriva originalmente del hebreo: Perat.

Desde estas descripciones y siguiendo a comentaristas de gran peso, podemos decir que probablemente este relato del Bereshit se refieren a los ríos que nosotros conocemos como:

  • Indo,

  • Nilo,

  • Tigris, y

  • Eufrates.

Lo cierto es que el Edén actualmente no existe. El Eterno lo desapareció junto con el árbol de la vida y el árbol del conocimiento de bien y del mal, porque el hombre ya no podía entrar al Edén ni tener acceso a lo que había en él por haber desobedecido (Génesis 3:22-24). En cambio, en nuestros días, Dios promete que el ser humano volverá a participar sólo del árbol de la vida que existe actualmente en el paraíso de Dios (Apocalipsis 2:7) y luego será colocado en los cielos nuevos y la Tierra nueva que el Eterno tiene preparados para sus herederos (Apocalipsis 22:2).

 

El Gan Edén (huerto del Edén) representa el lugar que se escoge para adorar y alabar a Dios, el río representa la fuerza del Espíritu Santo que salta para vida eterna (Juan 7:38,39). Por todo esto, el mensaje para nosotros es dejar al Espíritu Santo fluir en ese lugar libremente, para que nos enseñe la Torah (Instrucción) del Padre y así Él pueda hace con nosotros lo que desee, según lo trazado en su diseño original.

La Creación de las Huestes Celestiales (Ángeles)

Por P.A. David Nesher

[VayeJulu hashamayim veJa’arets veJol-tseva’am.]

«Y acabaron (de ser creados) los cielos y la tierra, y todas sus huestes«.

(Bereshit / Génesis 2:1)

Debo decir al comenzar esta bitácora que disfruto mucho proclamar en mi alabanza cotidiana que solamente el Eterno ha existido desde siempre y para siempre; ¡que sólo Él es sin principio ni fin! Siempre sumo a mi corazón y declaro con mis labios lo que dice el salmista:

“Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.»
(Salmos 90:2)

Pero a la vez debo confesar mi consciencia certera de la existencia de seres incorpóreos y superpoderosos creados por Yahvéh, nuestro Dios, para hacer conocer Su voluntad perfecta y cumplir Sus órdenes. Y es que no puedo callar que mi vivencia de fe en el Mesías, iluminada por las Sagradas Escrituras, me ha permitido  experimentar, a lo largo de mi peregrinar, la verdad sobre la existencia de los ángeles como seres puramente espirituales, creados por el Eterno.

Ha sido así como he comprendido que hay una relación muy estrecha entre los seres humanos y los ángeles.  Siempre me inspiró y llenó de confianza lo que el autor de la epístola a los Hebreos escribe al decir que los ángeles son “espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación” (Hebreos 1.14). He disfrutado de seguridad al dejar a mis cuatro hijos bajo la revelación que mi amado Maestro y Dueño otorga  al referirse a los niños, dice:

Sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos
(Mateo 18.10)

Por esto, afirmo que la existencia de los ángeles, una verdad de nuestra emunah (certeza) en Yahvéh.

Hoy, desde las teologías judeo-cristiana, a estos seres se los  identifica de otra manera, señalándolos con el nombre genérico de su misión: «mensajeros» (en hebreo: «malakim» o en griego «ángeles«), ya que son los portadores de ordenes del Eterno. El teólogo y filósofo Agustín de Hipona dice respecto a ellos: «El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel«. Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan «constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mt 18: 10), son «agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra» (Sal 103: 20).

Según las Escrituras Sagradas (La Biblia), los ángeles son espíritus, tal como Dios es un Espíritu (Salmo 104:4; Juan 4:24). Ellos forman una gran familia compuesta de millones de miembros, todos los cuales son “poderosos en potencia” _ hebreo gibbor koakj_ [Salmo 103:20; Revelación (Apocalipsis) 5:11].  En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales e inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello (cf. Dn 10, 9-12).

Entendemos que por medio del Mesías, el Eterno creó millones y millones de ángeles en el cielo:

“… porque en Él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles: tronos, dominios, principados, potestades; todo fue creado por Él y para Él,…»

(Colosenses 1:16)

Acerca de estos, el Tanak (A. T.) señala que:

….millares de millares lo servían, y millones de millones estaban de pie ante su presencia…»
(Daniel 7:10).

Ahora me interesa que ustedes sepan que estas numerosas criaturas espirituales están tan bien organizadas en jerarquías de misión guerrera. Por eso es que se las llama “los ejércitos”  (tseba-am) de Yahvéh» (Sal. 103:21).

¿Cuál es el origen de los ángeles? ¿Relata el Libro del Bereshit su creación?

A simple vista, en una lectura superficial y rápida, resulta curiosamente raro que en el Libro de Bereshit (en griego Génesis) que nos habla de toda la creación se nos omita directamente este gran detalle para referirnos claramente cuándo fue que YHVH creó a los ángeles. Sin embargo, esto no es así. Sin profundizamos en Bereshit (Génesis) capítulo 2 verso 1 vemos que expresa «los cielos y la tierra fueron acabados y todas sus HUESTES».  Esta última palabra (HUESTES) ¿Se está refiriendo a los ángeles celestiales?

Para poder descubrir la respuesta correcta los invito a que leamos por un momento lo que nos relata el Primer Libro de Reyes:

» …Yo vi al Altísimo sentado en su trono y todo el ejército de los cielos (tseba-am) estaba junto a él, a su derecha y a su izquierda…»
(1 de Reyes 22:19)

Este relato de Micaías, el profeta, nos muestra la situación en los cielos, en donde uno de sus ángeles se convierte en «espíritu de mentira» para hablar por la boca de todos los falsos profetas del malvado Rey Acab, esposo de la malvada Jezabel. ¡Interesante, ¿no? que la mentira venga directamente desde el trono del Eterno! Pero, sigamos con nuestro tema central.

Al leer a Nehemías también encontramos una referencia similar, cuando nos advierte:

«¡Tú solo eres YHVH! Tú hiciste los cielos, los cielos de los cielos y todas sus huestes (tseba-am)…»

(Nehemías 9: 6)

El Rey David en uno de los Salmos también nos refiere de la creación de estos seres:

«Por la palabra de YHVH fueron hechos los cielos; todo el ejercito (tseba-am) de ellos fué hecho por el soplo de su boca«

(Salmo 33:6)

El profeta Yeshayahu (Isaíaas) también toma parte en esta discusión aportándonos su relato:

«Levantad en alto vuestros ojos y mirad quién ha creado estas cosas. El saca y cuenta al ejército (tseba-am) de ellas; a todas llama por su nombre…»

(Isa. 40:26).

Asimismo, este profeta nos da una breve semblanza de lo que hizo el Creador:

«…Son mis propias manos las que han desplegado los cielos, y soy yo quien ha dado órdenes a todo su ejército (tseba-am)«.

(Isa.45:12)

Con esta breves referencia ya entendemos que Yahvéh, nuestro Dios, fue quien creó a las «Huestes» o «Ejércitos» (tseba-am) celestiales.

Después de estar seguros de que fueron creados en esos primeros días de la Creación nos toca ahora conocer cuándo fueron creados exactamente.

El tiempo exacto de su creación no está específicamente definido, pero por la evidencia bíblica entendemos que lo más probable es que hayan sido creados en el momento en que también fueron hechos los cielos, como se narra en Génesis 1:1. Esto significaría que posiblemente el Eterno haya creado los ángeles inmediatamente después de haber creado los cielos y antes de crear la tierra.  Para demostrar esto, necesito remitirme al libro de Job en donde no cabe duda de que los “hijos de Dios” que ‘gritaron en aplauso’ cuando Él ‘colocó la piedra angular’ de la Tierra (Job 38: 4-7) eran seres angélicos y no descendientes de Adán (ya que este aún no había sido creado). Del mismo modo, es evidente que los “hijos de Dios” o «hijos de los potentados» mencionados en el Salmo 89:6 también son criaturas celestiales, no humanos.

Es interesante mencionar que uno de los Rollos encontrados en la Cueva No. 11 de Qumram nos dice al respecto: «Dividiendo la luz de las tinieblas El estableció el amanecer en Su decisión mental. Cuando todos los ángeles vieron esto ellos se regocijaron en gran manera porque Él les mostró lo que ellos no previamente no habían conocido. El coronó las colinas con cosechas, abundante alimento para todos los vivientes» [(11QPsª) Rollo: «Himno al Creador»].

El testimonio de la obra seudoepigráfica llamada «Libro de los Jubileos» dice:

 «Porque en el primer día El creó los cielos que están arriba y la tierra y las aguas y todos los espíritus los cuales sirven delante de El -los ángeles de la Presencia, los ángeles de Santidad, y los ángeles de los espíritus de fuego y los ángeles de los espíritus de los vientos, y los ángeles de los espíritus de las nubes, y de las tinieblas, y de la nieve y del granizo y del hielo, y los ángeles de los sonidos, los truenos y los rayos, y los ángeles de los espíritus del frío y del calor y del invierno y de la primavera y del otoño y del verano y de todos los espíritus de Sus criaturas las cuales están en los cielos y en la tierra«

(Jubileos 2:2)

Ante toda evidencia escritural ofrecida se evidencia que todos los ángeles fueron creados de una vez. Ningún ángel ha sido añadido desde entonces. Los ángeles no están sujetos a la muerte o a ninguna forma de extinción, por lo tanto, su número no decrece.

Es importante al terminar remarcar que estas criaturas celestiales se sintieron felices cuando se fundó la Tierra y realizaron con alegría sus tareas mientras Yahvéh preparaba esta extraordinaria joya del universo para que fuera el hogar de la humanidad, la máxima creación a la que los ángeles deberían servir (Job 38:4, 7). Sabemos que el Eterno creó al ser humano para reflejar sus sublimes cualidades (Heb. 2:7; Gén. 1:26). Si Adán y Eva hubieran usado bien el don del libre albedrío, podrían haber vivido junto con sus descendientes en un paraíso como parte de la familia universal de criaturas inteligentes de Yahvéh. Ellos podrían haber permitido que la presencia de las huestes celestiales se manifestaran visiblemente en todas las esferas del cosmos material que nos rodea.

De todos modos y más allá de la naturaleza pecadora del ser humano. Los ejércitos celestiales siempre han estado en actividad al servicio de la Salvación (en hebreo Yeshúa) del Eterno.

Desde la creación y a lo largo de toda la Historia de la Salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal (Gn. 3: 24), protegen a Lot (Gn. 19), salvan a Agar y a su hijo (Gn. 21: 17), detienen la mano de Abraham (Gn. 22: 11), la Torah (Instrucción) es comunicada por su ministerio (Hch. 7:53), conducen el pueblo de Dios (Ex. 23: 20-23), anuncian nacimientos (Jueces 13) y vocaciones (Jc. 6: 11-24; Is 6: 6), asisten a los profetas (1 R 19: 5), por no citar más que algunos ejemplos.

Finalmente, y transitando los días de la Nueva Alianza, vemos al ángel Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el de Yeshúa (Lc 1: 11.26).  Por ello, y  desde la Encarnación a la Ascensión del Mesías, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce «a su Primogénito en el mundo, dice: ‘adórenlo todos los ángeles de Dios‘ (Hb. 1: 6). Desde entonces su cántico de alabanza en el nacimiento del Mesías no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: «Gloria a Dios…» (Lc. 2: 14). Protegen la infancia de Yeshúa (Mt. 1: 20; 2: 13.19), sirven a Yeshúa en el desierto (Mc. 1: 12; Mt. 4: 11), lo reconfortan en la agonía (Lc. 22: 43), cuando Él habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos (Mt. 26: 53). Son también los ángeles quienes «evangelizan» (Lc. 2: 10) anunciando la Buena Nueva de la Encarnación (Lc. 2: 8-14), y de la Resurrección (Mc. 16: 5-7) de nuestro Maestro y Dueño. Con ocasión de la segunda venida de Yeshúa HaMashiaj, anunciada por los ángeles (Hb. 1: 10-11), éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor (Mt. 13: 41; 25: 31 ; Lc. 12: 8-9).

Por todo esto, hoy creo y aseguro que los poderosos ángeles siguen más activos que nunca en su misión y propósito. Estoy más que convencido que estos ejércitos (tseba-am) celestiales protegen al pueblo de Dios, sobre todo de las cosas que ponen en peligro su espiritualidad. La Escritura dice: “El ángel de YHVH está acampando todo en derredor de los que le temen, y los libra” (Salmo 34:7).

Por último, sé que dentro de muy poco, el malvado sistema de Satanás será destruido y nosotros seremos liberados y manifestados como hijos del Eterno. Sé que los ángeles desempeñarán un papel muy importante en estos trascendentales sucesos, que harán posible la vindicación de la soberanía de nuestro Abba y la realización de su propósito para la Tierra y la humanidad a través de Su Mesías. Los ángeles realmente son espíritus enviados para servir a favor de los que van a heredar la salvación.

¡Alabemos al Eterno porque usa a sus ejércitos (los ángeles) para ayudarnos a cumplir su voluntad que es buena, agradable y perfecta!

Por último, confirmemos la Palabra de Verdad con la que comencé esta bitácora:

«Así fueron terminados los Cielos y la Tierra y todos sus ocupantes«

(Bereshit / Génesis 2:1)

Bitácoras Relacionadas:

Beney HaElohim… ¿Hombres o Ángeles?


Nota:

Seguramente varios de ustedes vienen considerando hacer contribuciones a este ministerio de enseñanza que el Eterno me ha encomendado. Para aquellas personas que deseen hacer donaciones para la expansión de nuestra pag web y para la ejecución de nuevos proyectos de ayuda social, aquí les dejo el link que les permitirá hacerlo.

¡Desde ya muchas gracias y que el Eterno recompense esta consciencia de Terumáh!

¿Hombre en Señorío o Humano Bestializado?

 

«Entonces dijo Dios:
Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y que señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Y los bendijo Dios, y les dijo:
Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.»

 

(Génesis 1: 26)

 

Si meditamos en este diálogo interno de la Divinidad, entendemos que, de acuerdo al diseño original, todo ser humano ha sido colocado como representante de Dios (Elohim) sobre los órdenes de los seres inferiores. Éstos últimos no pueden comprender ni reconocer la soberanía del Eterno; sin embargo, fueron creados con la capacidad instintiva de ver la Gloria divina a través del ser humano posicionado mesiánicamente. Desde aquí cada uno de estos animales está apto para amar y servir al hombre que en propósito cumple la misión de promoverlos como criaturas, garantizándoles las mejores condiciones de vida.

Pero, para que este diseño divino del ser humano sea manifestado a la perfección en las áreas materiales de la animalidad, nos urge comprender la enseñanza de este pasaje desde los códigos hebreos en que vibran sus palabras.

Al leer este versículo del primer capítulo de las Sagradas Escrituras notamos que al terminar de hacer al ser humano (adam) el Todopoderoso dijo:

«…y que señoree en los peces del mar …»

Dicho imperativo surgirá de traducir la siguiente expresión hebrea: «veyirdu bidegat hayam«. Interesante resultará para la edificación de nuestra alma, entender que el verbo hebreo veYirdu usado aquí connota dos implicaciones para la vida humana. Por un lado, significa dominio (ridui), pero por otro lado puede significar descenso (yrida). Por lo tanto, el peso de la revelación divina es muy grande y necesitamos reflexionarla profundamente. El Eterno está señalando que si el hombre (varón o mujer) es obediente a la Instrucción (Torah) será digno de dominar toda fiera salvaje y a los animales domésticos; pero si no escucha la Torah, se convierte en un ser indigno del propósito por lo que descenderá más bajo que todo animal existente y entonces las fieras lo dominarán. 

La conclusión es que de acuerdo a su actitud ante el propósito eterno de YHVH el hombre puede ser un co-regente regio con Dios sobre toda bestia existente, o descender al estrato infrahumano en el que se degrada a los estándares bestiales, y se someterse así a las leyes naturales de la selva: sobrevivir. Esta última y enajenada condición es la que alcanza el alma humana cuando se hace sensorial a causa de la desobediencia. Es lo que el libro de Bereshit llama “hombre polvo” (Génesis 3: 19) y el apóstol Pablo llamará hombre natural que no acepta las cosas del Espíritu de Yahvéh, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente (1 Corintios 2:14). 

Esta condición de «animalidad» de la humanidad la conduce a ser controlada por la enseñanza de la serpiente que conduce un sistema de cosas basado en el poder del temor. Por esto, es mi costumbre designar a esta mentalidad y sistema de vida con el término de reptiliano. En dicho estado la humanidad no vive, sino que sobrevive, ya que toda acción que realiza es en pro del instinto destructivo del ser humano, que busca soluciones urgentes desde el placer inmediato sin pensar en las consecuencias para su destino y generaciones.

¿Quién escribió el Rollo de Bereshit (Génesis)?

Por P.A. David Nesher

Es bien aceptado en la fe del pueblo hebreo el hecho de que la Torah, entre ella el libro de Bereshit (en griego Génesis) fue escrito por Moshé (Moisés), quien recibió dicha revelación directamente del Eterno, en una manifestación pública, teniendo a todo el pueblo por testigo.

“Entonces ordenó a Josué ben Nun, y dijo:
¡Esfuérzate y sé valiente, porque tú introducirás a los hijos de Israel en la tierra que les juré, y Yo estaré contigo!
Y sucedió que al terminar Moisés de escribir las palabras de esta Torah sobre el Rollo, hasta finalizarlas, Moisés mandó a los levitas que llevaban el Arca del Pacto de YHVH, diciendo:
“Tomad este Rollo de la Torah y ponedlo al lado del Arca del Pacto de YHVH vuestro Dios, para que quede allí como testigo contra ti .
Porque yo conozco tus rebeliones y tu dura cerviz. He aquí, estando yo aún vivo con vosotros, habéis sido rebeldes a YHVH, ¿cuánto más después de mi muerte?”

(Deuteronomio 31:23-27)

Además del testimonio vivo y verdadero que las mismas Escrituras nos acaban de dar, sabemos que es seguro que Moshé pudo haber escrito el denominado Jumash (en gr. Pentateuco) porque fue educado en el palacio del Faraón de Egipto, y «… enseñado en toda la sabiduría de los egipcios…» (Hechos 7:22) la cual incluía la profesión literaria.

Por este privilegio de crianza Moshé era probablemente uno de los hombres que más sabía de la historia del mundo hasta entonces, que ningún hombre de nuestra época maneja, ya que tuvo acceso a las bibliotecas más grandes y los anales más completos de aquel entonces.

Entendemos también que aquella expresión bíblica nos revela que él fue entrenado en las artes del liderazgo organizador que caracterizaba a los egipcios. Debido a esto él era consciente que su llamado celestial lo estaba convirtiendo en el dirigente de un movimiento espiritual que él sabía encerraba una importancia trascendental para todas las generaciones. Por lo tanto, surge una cuestión: ¿es posible que haya sido tan necio como para confiar los anales y los principios de su movimiento a la tradición oral y los mitos religiosos?

De que Moisés hacía uso del arte de escribir nos lo constatan los siguientes pasajes bíblicos: Éxodo 17:14; 24:4; 34:27; Números 17:2; 33:2; Deuteronomio 6:9; 24:1-3; 27:3-4; 31:19-24.

Es bien aceptado, y está bien testimoniado por las líneas de la Torah que Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, son obras de su pura pluma, con algunas porciones escritas bajo su dirección personal. Él fue el autor humano y el origen de estos libros. Él fue testigo de casi todo en el Éxodo, y todo en Levítico, Números y Deuteronomio. Sin embargo, en lo que se refiere a Bereshit o Génesis, él fue un compilador y editor, porque no fue un testigo presencial de los acontecimientos de Génesis, ya que no había nacido todavía.

En cuanto a Bereshit o Génesis (en griego), se sabe que usó relatos provenientes de la tradición oral de aquel tiempo, algo de la información escrita en “El Libro de Yashar” o “Libro del Justo” (Jos. 10: 12-13; 2 Sm. 1: 19-27 y 1 Re. 8: 12-13); y especialmente la influencia de once documentos antiguos existentes en sus días.

El asunto es sencillo de explicar. El libro de Bereshit (Génesis) termina su relato aproximadamente unos 200 años antes de la época de Moisés, y solamente pudo haber obtenido los informes que contiene por revelación directa del Eterno o de anales históricos recibidos de sus antepasados. Por supuesto, en la fe de Israel no se descarta la perfecta conjunción de los dos orígenes. Es que no hay duda alguna que para elaborar este material fue necesario una instrucción directa por parte del Eterno para con Moshé de que se escribiera y que formara parte de la Torah que se entregó en el Monte Sinaí.

Ampliando lo que vengo explicando, le diré que después del denominado «Himno de la Creación«, con el que configura el capítulo primero del Bereshit, Moshé colocará diez libros más, conocidos como «Libros de Generaciones» (hebreo Toledot) con los que logrará trazar los lineamientos del Libro de Génesis o Bereshit. Los eruditos aseguran que estos documentos fueron incorporados íntegros por la pluma de Moisés con la adiciones y explicaciones que el mismo Dios le haya movido a hacer; o también, tal como otros entendidos aseguran, puede que él haya compuesto el relato bajo la misma dirección de las materias históricas que haya tenido a su disposición.

Estos once documentos son los siguientes:

  1. «Himno de la Creación» o «Hexamerón» (cap.1: 1 al cap. 2: 3)
  2. «Generación del Cielo y de la Tierra» (cap. 2: 4  al cap. 4: 26)
  3. «El Libro de las Generaciones de Adán» (cap. 5: 1 al cap. 6:8)
  4. «Las Generaciones de Noé» (cap. 6: 9 al cap. 9: 28)
  5. «Las Generaciones de los Hijos de Noé» (cap. 10: 1 al cap. 11:9)
  6. «Las Generaciones de Sem» (cap. 11: 10-26)
  7. «Las Generaciones de Taré» (cap. 11:27 al cap. 25:11)
  8. «Las Generaciones de Ismael» (cap. 25: 12-18)
  9. «Las Generaciones de Isaac» (cap. 25: 19 al cap. 35:29)
  10. «Las Generaciones de Esaú» (36: 1-43)
  11. «Las Generaciones de Jacob» (cap. 37: 2 al cap. 50: 26)

Estos once documentos primitivos, originalmente eran anales genealógicos de la familia escogida por el Eterno y de otras relacionadas con ella, que forma el libro de Génesis, abarcan los primeros 2000 años de la historia humana, desde la caída del hombre hasta la estadía de la familia de Jacob en Egipto, como germen del Pueblo escogido: Israel.

Este trabajo de recopilación y edición que Moshé, inspirado por el Eterno, realiza tiene la primera intención de demostrar que el pueblo de Israel desciende en línea directa de Adán, el primer hombre creado por Dios. Moshé persigue concientizar a los israelitas liberados de la opresión egipcia que son vástagos y rama principal de esta línea genealógica escogida para manifestar la Luz mesiánica a las naciones.

Por ello, elaborará el relato uniendo la toledot (generaciones) en los puntos centrales representados por Adán, Noé, Sem, Heber, Abraham e Isaac, demostrando así la legitimidad divina del propósito y la misión de Israel para las naciones.

Entonces debemos decir que si bien Moisés hizo uso de la vía oral, así como, las tradiciones escritas, fue en verdad la inspiración del Eterno quien lo guió a editar y compilar estos once documentos genealógicos que fueron sometidos a los lineamientos del Espíritu del Mesías que se ha movido sobre las aguas desde los comienzos a fin de conducir a los hombres a el objetivo final de Su Intención: llegar a la estatura y plenitud de su semejanza (Génesis 1: 26-27; Efesios 4:12-13).

Con amistad y servicio David Nesher (P.A.)


Bitácora Relacionada:

¡Que acontezca la Luz!… ¡Y la Luz aconteció!

P.A. David Nesher

 

«Vayomer Elohim yehi-or vayehi-or«.

«Y dijo Elohim: Hágase la Luz y fue la Luz«

(Bereshit 1:2)

Desperté con la Luz aconteciendo en mi interior. Sus ideas fluían empujándome a escribir. Decidí que cada una de ellas, como chispas de esa Luz Infinita se convirtieran en las líneas de esta bitácora.

Quiero hoy compartirles evidencias. Testimonios de distintos documentos que son Fuentes de Información de mucha credibilidad dentro de los Círculos de Estudios de la Torah. Ellas prevalecieron en el tiempo en forma de papiros o rollos de cuero que un día, de manera «accidental», permitió que fueran encontrados en el Mar Muerto y que nos dan luces históricas sobre la vida de nuestros antepasados en la zona de Oriente Medio. Las Fuentes testimoniales a tener en cuenta en este espacio de reflexión son:

  • El Talmud
  • Filón de Alejandría
  • Flavio Josefo
  • El Targum
  • Aristóbulo
  • Sabiduría
  • Rollos de Enoch
  • La Septuaginta (Versión de los Setenta)
  • Efraim

Hoy, seguramente al igual que yo, ustedes han despertado prestando mucha atención en esto: El Eterno dijo en el yom rishon )primer día): «…¡hágase la luz!…» En base a esta declaración, alguien me preguntó ayer: ¿cómo es posible que la luz que conocemos como la luz que genera nuestro astro mayor el sol o la que se reflecta mediante la Luna, no sea la misma luz? ¿Acaso es que existe la oscura posibilidad de que haya sido otra clase de LUZ?

Recordemos bien que el Sol, la Luna y las estrellas, «fueron creados» (en realidad fueron percibidos y discernidos desde el planeta, como fuentes de luz) solo en el Día Cuarto –yom revi’l. Entonces ¿Cómo desenredamos esta madeja de hilos lumínicos celestiales?

Por siglos, Israel, el Pueblo de Yahvéh, supo los que los sacerdotes y los distintos escritores antiguos de sabiduría yahvista han dicho: la Luz del Primer Día fue una luz especial que Dios permitió para restaurar con visión el mundo que Él ya había creado con perfección en todos los detalles, y que había sido llevado al caos por el primer movimiento de rebelión cósmica.

Veamos qué dice el 4º Libro de Ezra (Esdras):

«Entonces Tú ordenaste que un rayo de Luz brotara desde tus tesoros para que tus trabajos pudieran entonces reaparecer».
(Esdras 6:40)

Así, pues, de acuerdo a estas líneas del sacerdote re-constructor, fue una luz como ninguna otra que iluminaba toda la creación de una sola vez.

Qué nos dice Aristóbulo de Paneas, un sabio y escritor judío que vivió en Egipto hacia el siglo II antes de la Era Común:

«…el primer dia en el cual la luz nació por la cual todas las cosas pueden ser vistas juntas».

-Aristóbulo, Fragmento 3 (citado en Eusebio Preparatio Evangeliza 13.12.9)

El más más renombrado escritor judío de la antigüedad, Josefo, nos manifiesta:

«Dios ordenó que debía haber la luz y cuando esto vino, El consideró todo asunto».

Josefo, «Antigüedades Judías» 1:27

Uno de los más famosos Libros de Qumram, mencionado en la carta de Judas, el Libro de Enoch también nos cuenta sobre el particular:

(Después de convocar la luz, Dios dice:) «Y Yo estaba en medio de la luz. Y la luz fuera de la luz es llevada asi. Y la gran era vino y fue revelada toda la creación la cual Yo habia pensado crear. Y Yo vi que esto fue bueno”.

– Enoch (I) 25:3

Otra cita más referente al Targum (traducción al arameo de los Libros del Antiguo Pacto) expresa:

«Dios dijo: Hagase la luz para iluminar el mundo, y de una vez fue la luz.”.

-Targum Pseudo Jonathan Génesis 1:3

Uno de los más grandes sabios judío, Rabbi Eliecer dijo:

«Con la luz que Dios creó en el primer día uno podía ver desde una punta del mundo hasta la otra punta».

Una posibilidad que nos sugiere el estudioso de la Torah, James Kugel, es que la luz que vino más tarde a los cuerpos celestiales (sol, luna, estrellas), fueron creados o concebidos en el primer día, y aun así, los cuerpos celestiales no fueron percibidos desde la superficie terrestre sino hasta el Día cuarto.

Otro famoso Rollo de Qumram, llamado El Libro de los Jubileos nos presenta la siguiente opinión:

«Y El creó el abismo y las tinieblas -tarde y noche-, y la luz -amanecer y luz del día-, lo cual El preparó en el conocimiento de su corazón”.

Jubileos 2:2

Efraim, uno de los más prolíficos autores comentaristas de Torah, de comienzos del siglo cuarto, nacido en Siria, nos dice sobre el particular:

«Ha sido dicho que desde esta luz primaria, ahora difusa y del fuego, -los cuales fueron creados en el primer día- el sol fue ideado, el cual fue hecho en el firmamento y así como la luna y las estrellas, ha sido dicho que fueron hechos desde la misma primera luz».

-Efraim, comentario sobre Génesis 9:2

Filón de Alejandría, otro de los filósofos y grandes autores judíos de la antigüedad nos relata de una manera más poética su punto de vista:

«Ahora la luz invisible, perceptible solo por la mente, fue creada como a imagen de la Palabra de Dios (Logos) quien hizo toda la creación conocida. Fue una luz más grande que las estrellas, la fuente de la luz de las estrellas que se puede ver.».

– Filón Sobre la Creación 31 (también 55)

Considerando todos estos aspectos de las interpretaciones antiguas, estaremos concluyendo que de la misma manera que la Luz fue manifestada al principio, en el primer día, como movimiento divino de restauración, asimismo la Torah, haya sido manifestada en ese mismo día. Por ello, David HaMelej -El Rey-, comprendiendo esta verdad, nos canta en una de sus más conocidas melodías:

» Lámpara (Luz) es a mis pies tu palabra y Lumbrera (Luz) a mi camino.»
(Salmo 119:115)

Y no podríamos dejar pasar por el alto el concepto del Mesías que acontece en nuestra mente a la luz de lo creado en este primer día. Entendemos que el Espíritu de Dios que se movía sobre las aguas (v.2) vino con los siglos a manifestarse como el «Espíritu del Mesías«. De este modo Yeshúa, aconteciendo en la revelación como el primogénito de toda la creación, se manifestará con su mensaje de ser Él mismo el reflejo de la Torah, por lo que se proclama a sí mismo como «La Luz del Mundo» (Juan 8:12).

El apóstol Juan, tomó un antiguo himno que las primeras comunidades entonaban en su liturgia profética y lo colocó como la Introducción (capítulo 1) de su evangelio. En dicho capítulo, Juan escribió respecto del Mesías Yeshúa, lo siguiente:

«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella«

(Juan 1:1-5)

En este pasaje Juan identifica claramente a Yeshúa como un ser que existió mucho antes de su concepción en la Tierra, y lo presenta como la Luz espiritual de la humanidad de la quién todo lo creado procede.

Será importante destacar que la palabra «Luz» en estos pasajes, del griego antiguophos, significa literalmente «resplandor original«, “luz originadora” o incluso «iluminación spiritual» en ciertos casos. Se deriva de la raíz pha, que significa «hacer manifiesto«. Juan dijo que cuando esta Luz brilló contra la oscuridad, o tinieblas [la ignorancia y el desvarío del sistema de cosas del dragón (Romanos 1:20-22)], las tinieblas no pudieron prevalecer contra ella.

Como vemos, esta Luz es muy poderosa. Ella no fue creada el Primer Día. Ella fue la creadora desde el primer instante creativo de todo lo que desde ella vino a existencia. Esta Luz, en el Primer Día, vino a acontecer como diseñadora de todo lo creado para iniciar así la Historia de la Salvación que en verdad es la verdadera historia de la humanidad.

Por todo esto, necesito llevarlos a un cuestionamiento que anhelo que cada uno pueda respondérselo así mismo:

¿De qué forma iluminas la vida de tu entorno y despejas así las tinieblas con la Luz del Mesías (Cristo) y el conocimiento de los caminos del Eterno revelados en Su Instrucción (Torah)?

Con amistad y servicio David Nesher (P.A.)

Yeshúa: El Bereshit, la Torah y la Creación

Por P.A. David Nesher

 

בְּרֵאשִׁית בָּרָא אֱלֹהִים אֵת הַשָּׁמַיִם וְאֵת הָאָרֶץ

 

«En  (un) principio creó Elohim los Cielos y la Tierra.«

(Génesis 1: 1)

Hay un dato importantísimo que no podemos pasar por alto a la hora de estudiar las Sagradas Escrituras, especialmente el Pentateuco. El mismo es que la totalidad de la Instrucción (Torah) divina está contenida en el primero de los cinco libros: el Bereshit (o Génesis). Así mismo, el primer libro, en su totalidad, está contenido en el primer capítulo, que a su vez está contenido en la primera sentencia; la misma se haya íntegramente en la primera palabra, y esta se resume en la primera letra: beth.

La Torah hubiera podido comenzar con la primera letra del alefato hebreo, con la letra Alef _ א _, pero Boré Olam (el Creador del Universo), decidió entregárnosla de esa manera porque quería guardarnos un mensaje que está oculto en ella.

Para entender la parte fundamental de toda la codificación de esta primera palabra de las Sagradas Escrituras, debemos saber que el término hebreo Bereshit, es traducida en Génesis capítulo 1 verso 1 como «En el Principio…«. Ahora bien, de haber querido el Eterno indicar que la Torah nos relataría un orden cronológico hubiera entonces utilizado la expresión «Bereshoná» que traduce «en el principio»,  o «al inicio«, en vez de «Bereshit«. Analizado así, es evidente que en esta palabra están encerrados todos los misterios de la creación.

De acuerdo a su origen es una palabra compuesta de dos vocablos hebreos, Be y Reshit (בראשית = ראש + בית). Ante este detalle lingüístico necesito que nos concentremos con un espíritu muy abierto en la explicación que a continuación desarrollaré. Analizaremos cada una de estas palabras, recordando que el hebreo es una lengua santa que merece ser considerada en su características espirituales.

Lo primero que quiero resaltar es que el hebreo es una lengua polisemántica. Esto quiere decir que cada una de las palabra que lo componen pueden significar muchas cosas. Además del detalle mismo de que cada palabra tiene muchas lecturas tanto en “significancia” como en “esencia”. Establecidas estas pautas, ahora los invito a considerar lo siguiente:

Dijimos que la primera expresión que compone a Bereshit es Be.La mismasignifica “en”, “dentro de”, “con”, “por medio de”, “por causa de”, “en aras de”, etc. (Aquí aportaré que la primera letra de la esta palabra que es Bet significa casa, es importante que recuerde esto).

Continuando con la conformación de Bereshit, dijimos que la segunda expresión que la compone es Reshit. Esta palabrasignifica “primero» (en lugar, tiempo, orden o rango)”, “primicia”, “inicio”, “principal”, “lo mejor”. Esta palabra tiene la misma raíz que la palabra hebrea “ROSH” que significa “cabeza”, “parte superior”, “comienzo”, “jefe”, “principal”, “gobernante”, etc. Esta significación se muestra claramente en la pictografía paleohebrea haciendo referencia a una cabeza humana.

Este pictograma implica la idea de «lo primero«, «en primer lugar«, «el que tiene la prominencia«. La pictografía de la cabeza de un hombre demuestra la inteligencia de una mente con ingeniería infinita escondida detrás de la creación. Nada podría resumir la perfección detrás del Cosmos y nuestro hermoso hogar llamado «Tierra», sino percibimos la insondable inteligencia de una Mente superior detrás de la obra creativa.

Como dijo el físico Albert Einsten:

«Cuanto más observo el universo más se parece a un gran pensamiento …»

Por estos asombrosos detalles de codificación, particularmente creo que la letra Bet es la más importante del alefbeto, pues ella resume lo que es realmente «crear» según la cosmovisión yahvista. La pictografía de la cabeza de un hombre demuestra también la inteligencia, la mente detrás de la creación. Nada podría resumir la perfección detrás del cosmos y nuestro hermoso hogar llamado «Tierra». Percibimos inteligencia, una Mente superior detrás de la obra creativa.

Insisto en que debemos poner atención y profundizar en estas palabras ya que su uso en todas las Kitvei HaKodesh (Escrituras Sagradas) nos dará mucha más luz con respecto a lo que quiere decir el texto que estudiamos hoy. Por ello, debemos saber que la palabra “Reshit” aparece casi 20 veces en el Jumash (Pentateuco), y en más de 50 ocasiones en todo la Tanak (Antiguo Testamento); veamos algunos ejemplos;

  • Se usa en relación con el inicio de un reinado, Bereshit/Génesis 10:10;
  • Con un hijo primogénito, Bereshit/Génesis 49:3; Devarim/Deuteronomio 21:17;
  • Con los primeros frutos de la tierra, las primicias, Shemot/Éxodo 23:19; 34:26

A todo esto debemos considerar que en el libro del profeta Yermiyahu (Jeremías 2:3), el pueblo de Israel es llamado “la primicia (Reshit) de sus frutos”. Si esto último quedó claro, ahora agregaremos  lo expresado en Proverbios 8:22, que describe a la Sabiduría divina, que es la Torah, como “el principio (Reshit) de su Camino”.

Así pues, juntando todos estos elementos idiomáticos del hebreo, podríamos también como primera instancia traducir el primer versículo (pasuk) del capítulo uno del Bereshit (Génesis), de estos dos posibles modos:

  • a – “En la Torah creó Elohim los cielos y la tierra.”
  • b – “Con la Torah creó Elohim los cielos y la tierra.”

De este modo, y al considerar al texto en su sustancia original logramos expandir nuestro entendimiento en la correcta cosmovisión del espíritu que inspiró estas líneas. Lo que el texto sagrado comienza confirmando es la idea de que la primera Intención de Elohim, fue la Torah y que con ella (y desde ella) creo todo lo existente.

Ahora bien, leyendo la enseñanza del apóstol Pablo, encontramos una visión mucho más clara e impresionante donde el uso de la palabra “reshit”, (sustituida en sus cartas por el término griego prototokos = primogénito), nos revela algo muy grandioso, que nos tomará un tiempo más dentro de nuestro comentario. Con esta codificación celestial en nuestra mente consideremos lo que él le escribe a los discípulos de Colosas:

«Él (Cristo) es la imagen del Dios invisible, el Primogénito (Prototokos) de toda criatura.
Porque por él fueron creadas todas las cosas que están en los cielos, y que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por él y en él.
Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas consisten por él;
y él es la cabeza, del cuerpo de la Iglesia, principio y primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga el primado».

(Colosenses 1:15-18)

¿Que está diciendo el apóstol en este texto? Es sencillo deducirlo: que nuestro Mesías también es señalado por el término primogénito (griego Prototokos o hebreo “Reshit”). Por ende aceptamos y creemos que Él, Yeshúa, es el “Reshit” de todas las cosas.

Es decir que el Mesías es el diseño original de la Intención del Eterno desde quién se proyectó todas las cosas creadas. Él está en el interior del Padre eterno desde la eternidad

“Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.”

( Juan 1:18)

Si ponen atención aquí, el texto dice que Él (Mesías/Cristo) está en el Padre, es decir que desde la eternidad misma el Mesías existió, existe y existirá. Él está esencialmente unido al Padre por siempre porque la esencia del Mesías es la Torah, que como sabemos estuvo desde siempre en la mente de YHVH y fue lo primero que surgió de Él para ser motor de la creación.

En este texto Juan, menciona al “Verbo de la Vida”. Dicha expresión en hebreo se dice Davar HaJayim  ( החיים _ דבר ), o sea «la palabra que da a origen y propósito a la vida«. Esta es una de las cuantas insinuaciones de que la esencia del Mesías, es también llamada “Davar” (hebreo) o «Logo» (griego), ambas expresiones traducidas como “Verbo”.

Los sacerdotes de la Antigua Alianza entendían que el Verbo, manifestado en tiempos de la creación de la materia, existía antes bajo la forma de pensamiento divino, ya que si la palabra es capaz de expresar todo lo material, le es del todo imposible lo inmaterial.

Precisamente por esto está escrito en el primer capítulo del Bereshit (Génesis) “y dijo Elohim (Dios)”. Es decir Elohim, se manifiesta por medio de la forma del “davar”, produciendo un sonido audible desde fuera (de Él). Añade la Torah, “…que sea la luz…”, pues toda la luz procede del misterio del Verbo.

Por tal razón el verbo fue llamado “reshit” (principio), por cuanto fue el origen de toda la creación.

Entonces, de acuerdo a lo que las Escrituras Sagradas revelan, todo fue creado por medio del Mesías y por causa del Mesías, como también está escrito:

“En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de ella, y sin ella nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”

(Juan 1:1-3)

Esta Palabra o Torah (Instrucción); este proyecto Mesías, el propósito eterno de la Intención misma de Yahvéh, fue luego materializado poco a poco por medio de la creación de todas las cosas. Pero aunque el Mesías no había sido manifestado como hombre, todas las cosas fueron preparadas por causa de él, y por causa de que él iba a venir y ser puesto como gobernante sobre todas las cosas creadas. Por esto el primer versículo de Génesis puede también traducirse de esta manera:

“Por causa del Principal creó Dios los cielos y la tierra.”

Al inicio de esta bitácora les solicite que se acordaran de la primera letra de la Torah: bet, (ב / Bet) significa «casa«, «tienda de campaña«, «vivienda«, «dentro» (בֵּית). Justamente en la pictografía paleohebrea la letra ב Bet es un plano de una casa (tienda), mostrando su importancia:

Entonces, teniéndola en cuenta y sumándola a todas las especificaciones que hemos considerado hasta ahora podríamos entender el primer versículo también de esta manera:

“Una casa de Reshít creó Dios los cielos y la tierra”.

La casa de la creación es entonces la vida del universo. La letra ב  (Bet) también sugiere la intención de Dios de permanecer dentro del ámbito de la creación, hasta manifestarse como Padre benevolente por medio de sus hijos.

Esto nos enseña que los Cielos (el 99% de la existencia) y la Tierra (el 1% de la existencia) son la casa de Reshít, que es el Mesías. Aquí casa y ropa es esencialmente lo mismo. Por lo tanto, la creación es la ropa del Mesías, como está escrito en el Salmo 102:25-27 y Hebreos 1:10-12:

Desde la antigüedad tú fundaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permaneces; y todos ellos como una vestidura se desgastarán, como vestido los mudarás, y serán cambiados. Pero tú eres el mismo, y tus años no tendrán fin”.

(LBLA)

¿Por qué el Creador no empezó su historia consigo mismo? ¿No es Él quien precede todas las cosas y por lo tanto debería estar puesto en primer lugar? ¿Por qué no escribió “Dios creó en el principio…”? Él no comenzó a hablar de sí mismo, sino de lo que ha hecho por medio de Reshít. Esto nos enseña dos cosas, primero, que Dios es muy modesto en relación con la Creación. No se presenta primero a sí mismo, sino se coloca detrás de Su Reshít.

La segunda cosa que aprendemos de este hecho es que nadie puede conocer al Creador directamente, sino sólo por medio de las cosas que él ha creado. Así es como lo enseñaba el apóstol Pablo a sus destinatarios de Roma, al escribir :

“…porque lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa.”

(Romanos 1:19-20)

La enseñanza recalca que el Creador es invisible e inalcanzable para las cosas creadas. Sólo es posible conocerle por medio de lo que Él revele de sí mismo. En este texto, el apóstol Pablo nos enseña que el camino para conocer al Eterno pasa a través de la Creación y Su Reshít. De esta manera el Hijo, el Mesías, nuestro amado Yeshúa, es revelado como el principal agente por medio del cual el Invisible se manifiesta en el mundo:

Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo. Él es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su esencia, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.” (Hebreos 1:1-3)

Así es como el mismo Mesías se revelaba a sus discípulos la noche en que sería entregado:

“Jesús le dice:

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí… El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”

(Juan 14:6, 9)

El Padre se manifiesta en este mundo a través de su Hijo. Ahora, no podemos caer en la trampa de pensar que el Eterno sea como los hombres o los animales de manera que se pueda reproducir y tener hijos como nosotros. Este pensamiento se encuentra en las religiones paganas entre personas que no conocen la verdad de Torah. Cuando habla del Hijo, se refiere a la función de ser el seguidor y el representante, al igual que un hijo imita y representa a su padre en una familia.

El Hijo es el que representa al Padre en la creación. El concepto hebreo de Hijo tiene que ver con discipulado, representatividad y delegación de autoridad. Desde esta idea, en las Escrituras hebreas los discípulos son llamados hijos, a pesar de no haber sido engendrados biológicamente por su maestro (cf. 1 Reyes 2:12; 20:35; 2 Reyes 2:3ss; Juan 8:39, 41; Efesios 5:1). Estos “hijos” luego reciben la autoridad delegada para actuar como representantes de su maestro.

Por lo tanto, cuando las Escrituras hablan de los “hijos de Dios” se está refiriendo a ángeles u hombres que han recibido poder del Creador para juzgar y gobernar sobre alguna área de la creación, se trata de autoridad delegada (cf. Job 1:6; 38:7; Salmo 82:6; Juan 10:34-38). Por esto a todos los que reciben a Yeshúa les es concedido el poder, es decir la autoridad, de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12).

Ser hecho hijo de Dios, significa recibir una posición de liderazgo y un puesto de autoridad en alguna área de la creación.

Ahora, me gustaría invitarlos a que puedan tomarse un tiempo para ampliar lo aquí expuesto por medio de esta conferencia para líderes que di en Lima (Perú) en el año 2010:

Con amistad y servicio David Nesher (P.A.)


También te invito a leer, y meditar en tu corazón la siguiente enseñanza:

Bereshit y los Relatos Míticos de la Creación… ¿coinciden o difieren?

Por David Nesher

 

Desde el siglo pasado, la humanidad es testigo de una guerra sin tregua planteada desde los académicos de distintos flancos científicos hacia el relato bíblico de la Creación que aparece en el primer capítulo de Bereshit (o Génesis). Así, y desde sus discurso pedagógicos, se ha implantado en tres generaciones la idea de que el relato de la Creación que aparece en las Sagradas Escrituras es un mito más de entre los tantos que sostuvieron las religiones antiguas.

 

En verdad, si investigamos con profundidad, nos sorprenderemos al ver que por todo el mundo encontramos leyendas culturales y mitos que se parecen mucho a ciertos relatos en las Escrituras bíblicas como el de la Creación, la Caída de la humanidad, el diluvio y los relatos de la Torre de Babel. Por todas estas coincidencias, los tenidos como eruditos se apresuran a plantear una serie de cuestionamientos, que conducen sutilmente a la rápida conclusión de que la Biblia registra mitología en sus primeros capítulos.

 

Ahora bien, debo decir que cuando nos enfrentamos a la cuestión de si la Biblia registra la historia antigua con precisión en Génesis 1-11, o si estos pasajes se derivan de algún otro documento “antiguo”, primero tenemos que recordar lo que la Biblia dice sobre ella misma. La Palabra de Dios ha hecho la afirmación final y justificable sobre sí misma que ninguno de estos otros textos antiguos ha hecho. La Escritura Santa afirma en repetidas ocasiones ser la perfecta Palabra de Dios (2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:21; Salmo 19: 7; 119: 160). Por lo tanto, si las Sagradas Escrituras hubieran efectivamente tomado prestado de las antiguas mitologías, la anterior afirmación podría ser cuestionada.

 

En verdad, leyendo las historias míticas antiguas sobre la creación en Mesopotamia, Egipto y Siria, se destaca ante el lector el hecho de que ellas hacen mucho más que intentar explicar cómo el mundo físico llegó a existir. A menudo, los mitos de la creación perseguían elevar a un dios particular, de un santuario particular, a la supremacía sobre a los demás dioses con el fin de validar el prestigio de esa deidad, de ese santuario o de la ciudad en la cual el este estaba localizado. Un ejemplo de ello, lo encontramos en los mitos de la creación de los egipcios. En ellos se asevera que un montículo primordial o una “isla de la creación” surgió de un océano primitivo y que un dios específico creó todas las cosas desde ese sitio. Sin embargo, lo interesante, paradógico y absurdo de este mito es que varios santuarios egipcios afirmaron ser el sitio de dicho montículo primigenio y aseguraron que el dios de ese templo respectivo fue el gran y único dios creador. En Menfis, era Ptah. En el Hermópolis, era Thoth. En Heliópolis, fue Ra-Atom. En este último templo se decía que una piedra sagrada marcaba el sitio exacto donde Ra-Atom, en la forma de un ave de “Bennu”, descendió e inició el proceso creativo.

 

También debo aquí señalar que algunos temas comunes en los mitos de la creación incluye la generación espontánea de dioses, la reproducción sexual entre dioses y la deificación de la naturaleza (por ejemplo el sol y la luna teniendo coito y dando criaturas).

 

Otra característica a resaltar de un mito de la creación e s que a menudo se enfoca en elementos geográficos y en otros elementos únicos del santuario asociado con el mito. Un mito egipcio, por ejemplo, presta especial atención a la creación del Nilo.

 

En ocasiones, los mitos de la creación narran batallas entre dioses y monstruos primitivos, caos acuático, a través del cual uno o más deidades alcanza la supremacía. Algunas veces, la creación ocurre cuando un dios derrota a un mostró primitivo y divide su cuerpo en dos partes, las cuales se convierte en cielo y tierra, o tierra y agua, etc. En el mito de la creación babilónica, llamado Enuma Elish, se describe la derrota de la diosa madre y monstruo marino Tiamat por parte del dios Marduk. En sus líneas se describe como después de una terrible batalla, Marduk le quita la vida a Tiamat, corta su cuerpo a la mitad como “un pez para ponerlo a secar” y lo usa para formar la bóveda celestial llena de las constelaciones que marcarían el destino de los seres humanos. Esta victoria supuestamente establece la supremacía de Marduk entre todos los dioses.

 

marduk-contra-tiamat

Marduk le quita la vida a Tiamat

Los mitos de la creación de los griegos son similares. Después del caos inicial, las primeras deidades Gaia (diosa terrenal) y Urano (dios del cielo) surgieron una serie de dioses similares a monstruos (como Cronos, Typhon y los Titanes). Pero Zeus (hijo de Cronos) es quien termina venciendo a estos seres y establece el orden del mundo actual.

 

Además, una enseñanza espantosa que surge de la mayoría de los mitos creativos es que los seres humanos son creados  como mano de obra para realizar el “trabajo sucio” que los dioses necesitan que se haga para ellos tener fuerza y poder. Algunos mitos retratan a los humanos como esclavos de los dioses, cuya función principal es alimentarlos con sus sacrificios.

 

En cambio, podemos destacar que el relato del Génesis desafía explícitamente las afirmaciones de estos mitos antiguos de la creación al revelar la unidad y soberanía de Dios, al describir los cuerpos celestes y las criaturas del gran mar como sus creaciones y al presentar a los seres humanos como sus mayordomos, y verdaderamente portadores de su imagen, en vez de una creación tardía nacida de la necesidad o el ocio divino.

 

En una simple lectura observamos que la narración de la creación en Bereshit o Génesis se refiere al sol y a la luna como la “gran luz” y la “pequeña luz” ¿Por qué? Al describir estos cuerpos celestiales de esta forma, la Biblia los reduce a una condición de meros objetos físicos que “gobiernan” solo en el sentido en que emiten luz y delimitan el calendario. En contraste, en los mitos antiguos, notamos que en sus idiomas mismos las palabras traducidas “Sol” y “Luna” se refieren a divinidades. Ejemplo de esto es como se refieren al dios (diosa) sol y al dios (diosa) luna. Una demostración de esto último lo encontramos en la palabra Shamash, que en sumerio significa sol, pero es también el nombre del dios Sol de la Mesopotamia. La palabra griegas Selene traducida como “luna”, es también el nombre propio de una diosa griega llamada Selene, supuestamente regente de nuestro satélite. Similarmente, los antiguos consideraban a las estrellas (o constelaciones) seres divinos. En contraste, la concisa declaración bíblica: “…también hizo las estrellas” (Gn 1.16) degrada a estos cuerpos a la condición de simples objetos creados por el Eterno.

 

Podemos notar pues que la narración de Bereshit (Génesis) rechaza el tema central de la religión pagana: el panteísmo o deificación de la naturaleza. Interesadamente, no busca elevar a YHWH sobre otros dioses. De hecho, en el relato del séptimo día de la creación (Gn. 1:1-2:3) no se menciona a YHWH; al Creador simplemente se le llama “Elohim (Dios)”, un término más genérico. Incluso Génesis capítulos 2 y 3 no da indicios de que YHWH necesitara establecer su supremacía sobre otras deidades. No hay una conquista de otros dioses o monstruos, y no nos dice que algún santuario o ciudad sea el lugar desde el cual Dios empezó su proceso creativo. No se menciona ningún objeto sagrado. El Dios de Génesis 1 Es verdaderamente El Dios del universo.

 

Como podemos ver, al reflexionar profundamente en todo esto, no es difícil descartar los textos mitológicos del Antiguo y Cercano Oriente como fuentes de influencia para el relato de Bereshit (Génesis). Mientras Bereshit es confiable, estos relatos no lo son. Mientras Bereshit muestra consistencia sobre el carácter justo y soberano de nuestro Dios, los textos mitológicos muestran a los dioses como poco más que gente en constante disputas, que se engañan entre sí y a la humanidad, y que carecen de control soberano y efectivo. Mientras que el relato del Diluvio en Bereshit da suficiente información creíble para permitir la confirmación histórica y geológica, los textos mitológicos proporcionan poco que pueda ser confirmado, y lo que se proporciona no tiene sentido lógico o científico.

 

Las similitudes que existen entre el relato bíblico, las antiguas mitologías de Oriente Próximo y la Epopeya de Gilgamesh solo tienen sentido desde un punto de vista escritural. Los creyentes en el Mesías no debemos sorprendernos de que grupos étnicos por todo el mundo tengan sus propios relatos de la Creación, la Caída, el Diluvio, relatos sobre hombres de grandes edades, e incluso sobre la Torre de Babel. Los relatos solo nos dicen que alguna vez la gente tuvo el mismo registro o testigo de un acontecimiento común que fue transmitido por una generación que alguna vez se congregó en el mismo lugar y al mismo tiempo.

 

A la luz de la Escritura, notamos que la mitología de todo el mundo sirve para confirmar que la Biblia es realmente la Palabra de Dios y la única verdad fiable. El mensaje que en ella encontramos es que el Eterno mismo entra en la historia este mundo y la guía en sus acontecimientos para terminar tomando sobre sí, a través de su Mesías, la ira que merecemos. Sólo a través de la consistente Palabra de Dios podemos saber que la salvación sólo se recibe por la fe en la obra redentora de Yeshúa HaMashiaj .