La historia que destruyó el Templo Sagrado.
El Talmud (Gittin 56) habla de Shemaia, uno de los mas prestigiosos judíos de Jerusalén que quería organizar una fiesta para todos sus amigos, por lo que elaboró una lista de invitados e instruyó a su sirviente para que enviara las invitaciones. Uno de los varones en la lista de invitados se llamaba » Kamtza » , pero el sirviente cometió un error e invitó a » Bar Kamtza » en su lugar. Vaya, Bar Kamtza era en realidad un enemigo declarado del anfitrión.
Cuando Bar Kamtza recibió su invitación, estaba muy agradecido de pensar que el anfitrión finalmente había hecho las paces.
Reinaba gran alegría en el espacioso salón de la casa de Shemaia. Se oían jubilosos aplausos y una conversación animada. Un exquisito aroma brotaba del lugar, signos de una suntuosa fiesta que habla sido preparada en honor de sus invitados. Había extensas filas de mesas largas ya servidas con los manjares. Se acomodaron alrededor de las mismas los invitados que apetitosamente se servían.
Todos conversaban acerca de lo mismo: «¿Habría revolución en Jerusalém? ¿Estallará la guerra contra los romanos? ¿O, a cambio, se oirá la voz de la paz?«
Entre los invitados se hallaban estudiosos de Torah que estaban embuidos en problemas de Halajá (ley) .
Shemaia, el anfitrión, de pie en la puerta recibía a sus invitados. De vez en cuando pasaba entre las mesas para verificar que todo estuviera en orden. De pronto, quedó asombrado al darse cuenta que, su amigo Kamtza no habla asistido al festin.
_ «No, no ha venido, mi mejor amigo no llegó al banquete«, pensó. «Envié a uno de los sirvientes especialmente para que lo invite. Quién sabe qué es lo que está ocurriendo en Jerusalén«.
Prosiguió controlando la asistencia de sus invitados. Se acercó a uno de los comensales, helado ante lo que sus ojos veían.
_ «¿Puede ser? ¿Acaso, mi peor enemigo, Bar Kamtza, está sentado en mi mesa, disfrutando de los manjares? ¿Acaso ha asistido para enfadarme?«
El anfitrión con una mirada llena de resentimiento, ordenó a su sirviente que inmediatamente expulsara a Bar Kamtza del local.
Cuando se le pidió que se fuera, Bar Kamtza dijo:
_ «Entiendo el error. Pero es vergonzoso que deje la fiesta. Con mucho gusto pagaré el costo de mi comida si me permite quedarme«.
El anfitrión no escucharía nada de esto, y reiteró su exigencia de que se elimine a Bar Kamtza.
Bar Kamtza apeló nuevamente:
_ «Incluso estaría dispuesto a pagar la mitad del costo de todo el partido, si solo me permitieran quedarme«.
De nuevo, la solicitud fue denegada. En ese momento, el angustiado Bar Kamtza suplicó:
_ «¡Pagaré por toda la fiesta! ¡Por favor, no me avergüences de esta manera!«
El anfitrión, sin embargo, se mantuvo firme y arrojó a Bar Kamtza. Los rabinos presentes habían observado este intercambio, sin embargo ninguno protestó; Bar Kamtza entendió que esto significaba que aprobaban el comportamiento del anfitrión.
El Talmud informa que Bar Kamtza estaba tan dolido y molesto, que se sentía humillado. Por eso, Bar Kamsa juró venganza contra los rabinos presentes que no lo defendieron y le permitieron avergonzarse públicamente.
Ese mismo día, preparó su equipaje y se encaminó hacia Roma, a solicitar una cita con el emperador romano.Delante de enormes escalinatas de mármol pulido, se encontraba un hombre judío, de la ciudad de Jerusalén, que miraba confuso a los soldados ubicados en la entrada.
_ «¡Ey, judio! ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué asuntos te traen por aquí?«
_ «Sí,…mmm… Quiero hablar con el emperador«, murmuró el judío.
_ «¿De veras? ¿Y qué le dirás?«
El hombre arregló sus ropas y dijo:
_»Me llamo Bar Kamtza. He venido desde Jerusalén, y tengo un mensaje secreto para el emperador«.
Los soldados se miraron entre ellos,
_ «Bien», dijeron, «si» es como dices, ven, te llevaremos ante el emperador».
Así fue como llegó hasta el emperador.
_ «¿Qué es lo que te trae desde Jerusalén, judío? Me dijeron que tienes un secreto para mi«.
_ «Tengo malas noticias para su majestad. Los judíos están planeando una rebelión. Quieren destronar al rey «.
El emperador no se sintió a gusto. Hasta el momento habla escuchado que la ciudad estaba tranquila, y ahora Bar Karmtza venía con novedades.
_»Me traes graves anuncios, judío. ¿Cómo sé que me dices la verdad?«
_ «Vea por usted mismo», aseguró Bar Kamtza. «Pruebe a enviar un carnero para que lo sacrifiquen en nombre del emperador. Y veremos si es que lo aceptan.«
El emperador mandó con Bar Kamtza un carnero tierno y ordenó:
_ «Este carnero llévalo a Jerusalén y diles a los sacerdotes: «Este camero lo envió el emperador para que lo ofrezcan como sacrificio de paz en vuestro Templo, para el bien del Emperador y del Imperio romano«. Y tú verás si lo aceptan o no, y me lo comunicas» .
Bar Kamtza viajó a Jerusalén. En el camino dañó al carnero en el lugar que implica un defecto para los judíos pero no para los gentiles. Al llegar a Jerusalén, los sacerdotes del Templo, lo revisaron y enseguida notaron que tenía un defecto.
Al ver al animal desfigurado, los rabinos del Sanedrín presentes en el Templo tienen que tomar una decisión sobre cómo responder a la delicada situación presentada. Algunos defienden prescindir de la ley y ofrecer el animal de todos modos para evitar la guerra. Este plan es vetado por el rabino Zecharia ben Avkolos, quien teme que las personas comiencen a llevar animales manchados al Templo para ser sacrificados. Luego sugieren matar a Bar Kamsa para demostrar que tiene la culpa, pero el rabino Zecharia ben Avkolos nuevamente se niega, porque esta no es la penalización obligatoria por traer intencionalmente una ofrenda descalificada al Templo.
El rabino Yochanan dice que debido a las acciones del rabino Zecharia ben Avkolos, el templo fue destruido y los judíos fueron exiliados de la tierra.
Lo cierto es que Bar Kamtza no fue asesinado, y el sacrificio no fue ofrecido. Bar Kamtza retornó a Roma, como temían los sacerdotes, con el informe de que los judíos se hablan negado a aceptar su ofrenda. Esta era toda la prueba que el emperador necesitaba para comprobar que los judíos estaban por rebelarse.
El César, indignado, envió un ejército para sitiar a Jerusalén, que finalmente condujo a su caída en el año 70 E.C. El historiador judío Josefo (Guerras II, 17: 2) también atribuye el comienzo de la guerra a la negativa a aceptar la ofrenda del emperador . El registro del Talmud está destinado a ilustrar cómo las tensiones internas entre el pueblo judío exacerbaron la amenaza externa de los conquistadores romanos.

Haciendo la reparación
Podríamos pensar que el Segundo Templo fue destruido por una combinación de razones complejas, una serie de eventos fuera de nuestro control. Sin embargo, no es tan así. Fue simplemente debido al pecado del odio injustificado entre los judíos, que los condujo a fisuras en sus vínculos, que ocasionaron enemistades dogmáticas, por las que llegó la destrucción y el caos. El resentimiento y el rencor entre hermanos fueron en verdad las causales de la derrota ante los enemigos.
Cuando deseamos la redención de nuestra gente, la clave es centrarse en arreglar lo que hemos arruinado. La forma de reparar esta tragedia es opuesta a su causa: todos deben hacer un esfuerzo máximo para amar a cada miembro del pueblo escogido.
Esto es lo que nos falta hoy, y esto es lo que lloramos en Tisha B’Av. Cada vez que entras en una pelea con alguien y no lo resuelves, piensa por mucho tiempo que eres personalmente responsable de retener el cumplimiento final de nuestra redención. Y cada vez que amas a un hermano en la fe de Avraham incondicionalmente, lo acercamos un paso más.
(Basado en el Talmud Babli, Guitin Páginas 55 y 56)