Talmud

¿Conoces qué es y en qué consiste la fuerza del Pidión Nefesh o Rescate del Alma?

Por Rabino Shalom Arush

Cuando la persona hace un Pidión, se mitigan los Juicios severos y se anula el edicto Divino. Sólo entonces el doctor tiene el permiso de curar a través de sus medicinas…

Sólo el Creador sabe…

Enseña el Talmud (tratado Avodá Zará 55ª) que “inmediatamente antes de que se decrete sobre la persona la enfermedad y el sufrimiento, a estos se les hace jurar que han de salir un cierto día, a una cierta hora, a través de una cierta persona y por intermedio de un cierto agente medicinal”. Rabi Najman de Breslev nos enseña (Likutey Moharán II, 3) que todas las condiciones citadas deben cumplirse para que la persona enferma pueda curarse. Entonces, ¿cómo es posible que un médico pueda curar? El médico no puede curar a una persona a menos que él o ella sea el enviado Divino designado para efectuar la cura debida en el momento debido. Y no sólo eso, sino que debemos preguntarnos otra pregunta más: ¿cómo es que el enfermo busca la ayuda del médico cuando no sabe si ese médico en particular es el mensajero designado para su curación? Vemos entonces que acudir al médico es como apostarle a un cierto caballo en una carrera: tal vez ganes o tal vez pierdas.

El Pidión Nefesh: “Rescate de Alma”

No obstante, hay algo que la persona puede hacer con respecto al edicto que limita la cura a “un cierto día, a una cierta hora, a través de una cierta persona y por intermedio de un cierto agente medicinal”. Una vez que el edicto es rescindido, entonces cualquier médico, usando cualquier tratamiento estándar puede efectuar la curación del paciente.

La cancelación del edicto Divino cuenta con tres etapas:

1) hacer Teshuvá, el arrepentimiento y retorno al buen camino

2) pedirles a los Tzadikim, los Justos, que recen por la persona enferma

3) hacer un Pidión Nefesh [1],

tal como enseña Rabi Najman de Breslev:

“Cuando la persona hace un Pidión Nefesh, se mitigan los Juicios severos y se anula el edicto Divino. Entonces el doctor puede curar a través de sus medicinas, pues ya no hay juicios severos y la persona ya no necesita más ese médico específico, en el momento específico y con el remedio específico. Por consiguiente, vemos que ningún doctor puede realmente curar al enfermo a menos que este haga un Pidión, pues el Pidión es necesario para mitigar los juicios estrictos y entonces el médico recibe licencia para curar”.

Por lo tanto, cuando uno  da dinero para caridad a los Tzadikim para que le hagan un Pidión Nefesh, está asegurando que su esfuerzo al buscar la ayuda del médico valga la pena. Preferiblemente, uno debería darle el Pidión a un rabino calificado que conozca el texto apropiado del Pidión Nefesh, como por ejemplo, los rabinos de Breslev. Y conviene que la persona no sea mezquina en este caso, tal como escribe Rabi Natan en Likutey Tefilot (123): “Por favor, ten piedad para que la persona que trae el pidión no sea mezquina y dé la cantidad necesaria para mitigar los Juicios Severos”.

El Pidión Nefesh es extremadamente eficaz. Nosotros mismos hemos sido testigos de primera mano de decenas de absolutos milagros en que el Pidión Nefesh prácticamente redimió el alma del donante, salvándolo de un grave peligro o de una terrible enfermedad.

Una vez una persona enferma me preguntó si tenía que ir al médico. Yo le pregunté por qué iba corriendo tan rápido al médico. “¿Acaso el médico fue el que te hizo enfermo? ¡YHVH, el Creador del Universo, fue el que te hizo enfermo, así que lo primero que tienes que hacer preguntarle a Él por qué estás enfermo; haz un profundo examen de conciencia y haz la Teshuvá que corresponda”.

La medicina y los procedimientos médicos sólo son eficaces después de que uno hizo el esfuerzo debido para mitigar los juicios severos que había en su contra y para apelar a YHVH, que es el Médico de toda la carne, para que lo cure. Ir al médico sin antes realizar un previo  esfuerzo espiritual implica una falta de Emuná, la pura y absoluta fe en el Creador.

El doctor no puede agregar ni restar de los años de vida que se le asignaron a la persona. Por lo tanto, lo más recomendable es invertir todo el esfuerzo en pedirle salud a Aquel que concede la vida: ¡a YHVH!

Dale las gracias a YHVH y cúrate

La Emuná, más que cualquier otra cosa, favorece enormemente la curación. Es por eso que lo primero que tiene que hacer la persona enferma es darle las gracias a YHVH por la enfermedad que le envió. Esto, obviamente, suena muy pero muy raro a los oídos occidentales, pero la verdad es que no hay nada más lógico que esto. Y les explico por qué:

El Eterno le trajo la enfermedad a la persona para su propio beneficio y para su bienestar ulterior. Al ser consciente de este principio básico de la Emuná, la persona enferma puede recuperarse mucho más rápido y con mucha más facilidad. Darle las gracias a Adonay por una aparente calamidad, como ser una enfermedad, es la más grande expresión de Emuná, ya que la persona está reconociendo que incluso sus problemas provienen del Eterno y son parte de la magnífica Providencia Divina de que todo es para bien.

Uno de los alumnos más nuevos de nuestra Yeshivá sufrió durante años de una grave enfermedad crónica. Ningún médico ni ningún tratamiento lograron curarlo y ni siquiera sus propias plegarias y esfuerzos por rectificar los pecados que había cometido lo ayudaron, hasta que al final escuchó una clase de Emuná que todo es para bien y que la persona debe darle las gracias a Adonay incluso por sus deficiencias y por las dificultades de la vida.

Este mismo alumno decidió dedicar toda su hora diaria de plegaria personal a darle las gracias a Adonay. Durante días enteros él Le agradeció a Adonay por haberle traído esa enfermedad y por todo el dolor y todo el sufrimiento que eso conllevaba. El joven se puso a reflexionar que el Eterno ciertamente hace todo para bien y se consoló pensando que el dolor que le causaba la enfermedad era una expiación de los pecados que había cometido. Se dio cuenta de que Adonay, al igual que un padre cariñoso, le estaba limpiando personalmente el alma. Y con lágrimas en los ojos   -lágrimas de dicha-   el alumno Le dio las gracias a Adonay profusamente y sinceramente por su frágil salud. Ni siquiera Le pidió que lo curara. A las dos semanas, la enfermedad había desaparecido por completo, sin recurrir a ningún tratamiento ni a ningún remedio. La enfermedad crónica que lo había atormentado durante tantos años era ahora algo del pasado y todo en virtud de haberle dado las gracias a Adonay. La gratitud a YHVH es la cúspide de la Emuná y es lo que favorece más que nada la salud de la persona. Y viceversa: pues la falta de Emuná a menudo es la causa de la enfermedad. El fortalecimiento de la Emuná contribuye a la buena salud.

En realidad, la persona no sufre a menos que se le quite la Emuná. Mientras la persona se aferre a la creencia de que todo lo que YHVH es para bien, no va a sentir ninguna clase de sufrimiento. Por lo tanto, al reforzar nuestra Emuná de que todo lo que hace YHVH es para nuestro propio bien y al darle las gracias, estamos mitigando los severos decretos. Por eso, la persona enferma debería rezarle constantemente a YHVH para que le dé Emuná, la pura fe de que todo es para bien y de que pueda darle las gracias con sinceridad a YHVH por todo. Una vez que empiece a agradecerle a YHVH, su vida hará un giro de 180º grados para bien!

¿Por qué usamos máscaras en Purim?

 Autor:  Israel Juskowitz

En Purim usamos máscaras y disfraces. Esta costumbre aparentemente superficial tiene un profundo significado. En Purim recordamos que en el mundo nada es lo que parece ser. El verdadero mundo se encuentra por debajo de todo lo superficial. De hecho, las palabras Meguilat Ester (el rollo de Ester) también significan revelar (en hebreo megalé) lo oculto (haster). Así pues, la historia de Purim retira la máscara y revela lo que está oculto.

Muchos de los personajes principales de la historia de Ester usan máscaras y no se identifican como lo que realmente son ni revelan cuáles son sus verdaderos motivos. Hamán pretende tener en mente sólo los mejores intereses del rey cuando le aconseja aniquilar al pueblo judío, pretendiendo que los judíos eran una amenaza para su reinado porque seguían sus propias leyes y costumbres y no las del resto de Persia. En realidad, él deseaba destruir a los judíos por sus propios deseos genocidas, porque era descendiente de Amalek, la antigua tribu bíblica que trató de destruir al pueblo judío.

Mordejai (Mardoqueo) nunca reveló que él era pariente y amigo de Ester. Pretendió ser una persona simple que había salvado la vida del rey. Ester fue quien finalmente le reveló al rey que Mordejai era su pariente.

Y, por supuesto, Ester misma usó una máscara: ella pretendió ser una reina gentil, sin revelar nunca su identidad judía hasta el final de la historia de Purim.

Dios mismo usa una máscara a lo largo de la historia. En la Meguilá nunca se menciona el Nombre de Dios. De hecho, toda la historia de Purim parece surgir de ocurrencias completamente naturales. En la historia no hay milagros revelados.

El Talmud se refiere a esta idea al preguntar:

«¿Dónde encontramos en la Torá una alusión a Ester? En el versículo: «Anojí aster, hastir panai«, lo que significa: «He aquí que voy a ocultar Mi rostro» (Devarim/Deuteronomio 31.18).

El nombre Ester viene de la palabra hebrea aster, oculto. Efectivamente, Dios está oculto a lo largo de la historia y de nosotros depende ver Su mano.

Esta es una bella ironía: Hamán trata de negar la mano de Dios en todo, y en la misma historia, Dios nos muestra que de hecho Él es quien orquesta toda la historia. Cuando leemos la Meguilat Ester «revelamos lo que está oculto», revelamos la mano de Dios guiando incluso los eventos naturales.

Purim nos muestra que todo el mundo es una máscara. El mundo real se encuentra por debajo de la superficie. En la vida, a menudo usamos máscaras por miedo a mostrar nuestro verdadero ser espiritual. Por eso en Purim a propósito usamos máscaras para exponer lo que realmente es: nada más que una fachada. Y bebemos hasta llegar al punto en que mostramos abiertamente nuestra alegría espiritual interna. Leemos la historia de la Meguilá y vemos revelada la mano oculta de Dios.

El Talmud compara nuestro exilio con la «noche» y la historia de Purim con «el alba». Cuando llega el alba, todo se revela. Lo que una vez parecía ser oscuro se baña con la luz del sol. Recordemos este bello mensaje de Purim, revelemos la belleza interior y valoremos la Mano de Dios en todo lo que vemos y hacemos.


Tomado de: AishLatino

¿Cómo fue la Esclavitud en Egipto?

Por Rav Yosef Bitton

Creo que la mayoría de nosotros preservamos una imagen superficial, infantil o en el mejor de los casos incompleta de lo que nuestros padres sufrieron en Egipto; imágenes –que no supimos desarrollar– de los dibujos que pintábamos en el jardín de infantes. Y esto sucede a pesar de la obligación explícita de recordar, lo más seria y fielmente posible, lo que experimentaron nuestros padres en Egipto.

Durante el Seder de Pésaj debemos recrear y visualizar los detalles de la redención hasta sentir que nosotros mismos estamos saliendo de Egipto. Parte de esta experiencia es rememorar el sufrimiento de la esclavitud y así poder valorar más plenamente el placer de la libertad e incrementar nuestro agradecimiento a Dios.

Los Sabios, los grandes maestros del Talmud, agregaron de lo que ellos conocían por la historia y la tradición, para hacer más real, y especialmente más visual, la experiencia del Seder.

Dijeron por ejemplo, que en el Seder debemos sentarnos reclinados como los nobles; que debemos continuar comiendo el maror, a pesar de que estas hierbas amargas eran dependientes del sacrificio de Pesaj, y al no haber ya sacrificio, dejan de ser obligatorias. Y también agregaron un precepto enteramente nuevo: el Jaroset, con el propósito de representar mas vivencialmente la esclavitud.

Soy muy consciente de que casi nadie se pone a pensar de una forma seria lo que este alimento representa, es decir, qué memorias se supone que debe despertar. Hasta este año, que me forcé a estudiar un poco más sobre este tema, yo también pensaba que el Jaroset era sólo una cuestión de recetas y que todo lo que se podía decir del mismo era cuánta canela, nueces o vino le agregamos….

Pero estudiar sobre el inocente Jaroset me ha llevado a valorar mucho más allá de mis expectativas originales su valor educativo y admirar, una vez más, la sofisticación de nuestros sabios, de bendita memoria.

Lo más importante que he aprendido es que el Jaroset abre una ventana al aspecto más terrible de la esclavitud en Egipto. Nos permite (o nos obliga) a ver la característica de los trabajos forzados a los cuales estaban sometidos nuestros ancestros.

La palabra clave para entender la naturaleza de esclavitud de los hebreos, y comprender por qué fue diferente, por ejemplo, de la servidumbre de los esclavos griegos, o romanos o incluso de los esclavos africanos en Estados Unidos hasta 1865, es “párej” (פרך), un término que curiosamente se repite dos veces en dos versículos seguidos: los pasukim 13 y 14 del primer capítulo de Shemot, el libro de Éxodo.

Comenzaremos por explicar que la esclavitud a la que sometió el Faraón a los judíos tuvo dos fases, con dos propósitos distintos.

«Entonces impusieron sobre ellos capataces para debilitarlos con duros trabajos. Y los judíos edificaron para Faraón las ciudades fortificadas de Pitom y Ramsés.»
(Éxodo 1:11)

En la primera fase de la esclavitud el Faraón hace trabajar a los hijos de Israel para construir Pitom y Ramsés. Los hebreos trabajaban “para el gobierno”. Esta esclavitud era un procedimiento “legal”. El monarca egipcio –irónicamente desde el tiempo de Yosef –era también el “Amo y Señor” de todos los egipcios. Los egipcios eran sus súbditos y el Faraón podía demandar de ellos cualquier tipo de servicio: sumarse a su ejército para defender su territorio o trabajar en los proyectos de construcción que el soberano consideraba necesario.

En esta primera fase, el trabajo de los hebreos consistía en construir las ciudades de Pitom y Ramsés, que según la interpretación más aceptada, eran fortificaciones posiblemente de uso militar. Este dato no es superfluo. Estas fortificaciones no eran construidas con ladrillos comunes (adobe) como las casas o templos, sino con piedras talladas. Podemos suponer que los hebreos trabajaban en las canteras extrayendo la roca, tallándolas (“los egipcios fueron los primeros en emplear la piedra tallada para erigir templos, pirámides y otras edificaciones monumentales”) y cargando las pesadísimas piedras, que a veces, como en el caso de las pirámides, pesaban varias toneladas, y montarlas una encima de la otra.

Por último, debemos comprender cuál era el verdadero propósito de la esclavitud en esta primera fase. Cuando el Faraón pronuncia su famoso discurso de propaganda denunciando el supuesto peligro que los hebreos representan para Egipto, propone un plan estratégico para afectar su procreación. Esclavizarlos y hacerlos trabajar en la construcción de día y de noche, era la manera de evitar que cuando regresaran a sus casas no tuvieran ni el tiempo ni la energía de procrear. Así, de una manera sofisticada, legal y no violenta ( הבה נתחכמה לו ) se reduciría significativamente la tasa de natalidad de los hijos de Israel. La construcción de estas fortificaciones, por lo tanto, no era el propósito de la esclavitud, sino la excusa para frenar el crecimiento demográfico de los hebreos. Pero, como la Torah lo dice explícitamente en el próximo versículo, el plan del Faraón no produjo los resultados esperados.

«Pero cuanto más oprimían a los hebreos con trabajos forzados, los hebreos más procreaban y más se multiplicaban. Y los egipcios se sintieron amenazados por los hijos de Israel.«
(Shemot/Éxodo 1:12)

El plan del Faraón falló. El pueblo de Israel no se debilitó sino que por el contrario, se fortaleció y siguió creciendo.

En este punto, el Faraón decide comenzar con la fase 2 de la esclavitud de los hebreos, los trabajos forzados que se consideran “párej”.

«Y entonces los egipcios hicieron trabajar a los hijos de Israel con “párej”.
(Shemot/Éxodo 1:13)

Continurá…

Fuente: halaja.org

Metzorá: Otro Nombre para el Mesías

Por P.A. David Nesher

La parashá (porción) que estudiaremos esta semana se llama Metzorá, que significa: el Leproso. La misma trata de las leyes que deben aplicarse a una persona enferma y afectada por manchas en su piel, la que debe ser apartada de todos los asentamientos del campamento.

Ahora bien, tremenda sorpresa me llevé al leer una porción del Talmud en la que se pregunta por el nombre de Mashíaj (el redentor del pueblo divino), pues allí se contesta de inmediato que su nombre es ¡“Metzorá”!


«Rabí Yehoshua ben Leví encontró a Elías de pie junto a la tumba de Rabi Shimon bar Yojai – le preguntó a Elías:
“¿Cuándo vendrá el Mesías ? ”
-“Ve y pregúntale “, respondió Elías. “¿Dónde está sentado?”
Preguntó el rabino Yehoshua, respondiendole Elías: ” En la entrada a la ciudad de Roma.”
– “¿Cómo voy a reconocerlo? ” Preguntó el rabino Yehoshua.
Elías respondió: “Él está sentado entre los pobres leprosos , todos aquellos que se vendan sus heridas
…”

(Sanhedrin 98b)

Ya lo he enseñado en otras bitácoras: la «lepra bíblica» (hebreo tzaráat) no es la misma enfermedad de la lepra de hoy, pero sí comparten algunas afinidades. Es más, según la Torah de Dios, contraer aquella lepra hacía a una persona inmunda. Dicha inmundicia le impedía participar en los rituales del Mishkán (Tabernáculo), y después, el Templo. Así mismo, la persona afectada por tzaráat no podía comer de los sacrificios , y estaba obligado a vivir fuera de la comunidad hasta que dichas manchas desaparecieran y un sacerdote declarara su restauración e reintegración al campamento.

Ahora, y continuando con lo planteado más arriba, de todos los títulos y nombres aplicados al Mesías, uno de los más extraños es el título del Talmud: “El Mesías Leproso”. Dicho título se deriva del oráculo del profeta Isaías que dice:

Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido 
( Isaías 53:4)

Al realizar la lectura de la profecía de Isaías 53, un buen números de sabios del idioma hebreo entendieron que el tal «Siervo Sufriente» descrito aquí, presenta las características de carácter para ser el Mesías. Así mismo, dichos sabios interpretaron que la frase “…ciertamente llevó él nuestras enfermedades…” está siendo usada por el profeta para referirse a la lepra.

Esto último, se los explicará así: los sabios del Talmud, al citar Isaías 53:4 y llamar al «Siervo Sufriente» como «El Leproso«, aseguran que el profeta Isaías usa la misma palabra para describir la aflicción del siervo sufriente. Ellos enseñan que existe una asociación de palabras entre el leproso y el siervo sufriente que implica al verbo hebreo negá (נגע) que significa “herir”, y que en la Torah se utiliza este verbo para referirse a la condición de la lepra (tzaráat) con la forma sustantiva de la misma palabra que significa plaga, y aflicción.

Para comprender bien lo dicho en el párrafo anterior, es interesante notar que la palabra «herido«, o mejor traducido, “plagado” se traduce del hebreo “nagúa“, que también puede traducirse como “llagado“. Y tiene como raíz hebrea la palabra “nagá“, que también es raíz de la palabra “negá“, la que se traduce como “llaga” o “plaga“. Y en el pasaje de leemos:

«Cuando un hombre tenga en la piel de su carne hinchazón, o erupción, o mancha blanca, y se convierta en llaga de lepra en la piel de su carne, será llevado al sacerdote Aarón, o a uno de sus hijos los sacerdotes
– (Levítico 13:2 – BTX)

La traducción de “llaga de lepra” se hace del hebreo “negá tzaráat“, y era la señal de una persona que será considerada por el sacerdote como “leprosa” o “metzorá“; la cual debía ser puesta a vivir en cuarentena fuera del campamento de Israel para su sanamiento.

Ahora bien, si el Mashíaj soporta enfermedades y sufrimientos: ¿cómo sabemos que se trata de tzaráat?

La respuesta a esto reside en el significado profundo de las manchas de tzaráat. Ya hemos aprendido que la tzaráat de la Torah no es una enfermedad natural, sino un castigo específico del cielo (por hablar Lashon HaRá – la mala lengua). Es decir que la mancha de tzaráat es la revelación del poder del juicio celestial, que encuentra expresión en el mundo terrenal en forma de mancha.

Es por eso que la mancha en sí misma no indicaba impureza, sino que debía ser mostrada al kohen y sólo cuando éste la identificaba como una mancha de tzaráat, recaía la impureza sobre la persona manchada. Cuando el kohen establecía que se trataba de una mancha pura, no se trataba de una negación de impureza, sino de una revelación de la severidad celestial de santidad, un nivel espiritual muy elevado. El significado de que la mancha puede ser impura es que, en su descenso desde los niveles espirituales más elevados, algo negativo puede desencadenarse de la severidad celestial, hasta llegar a una mancha de tzaráat.

Con todo lo explicado en el párrafo anterior, debemos aceptar que el significado de la severidad celestial, en su fuente, no es impartir castigo o evitar dar flujo de energía a las creaciones. Al contrario, como su nombre lo indica Guevuráh, no significa solamente “severidad” o «rigor», sino también “poder” e “intensidad”. Es decir que la Guevuráh es esencialmentela poderosa intensidad con la que el Eterno envía su energía al mundo. El problema está en el hecho de que cuando el receptor de energía con tamaña fuerza no está listo para recibirla, la Guevuráh se expresa en juicios y dificultades para el tal.

Este es exactamente el significado de la mancha de tzaráat. En su sentido espiritual, se trata de la intensidad de la santidad de YHVH. De aquí se desencadenan los “juicios duros” en los mundos espirituales que posteriormente se manifestarán en el plano físico. En este caso, con la aparición de las manchas impuras.

Esta es la razón por la que Mashíaj es llamado metzorá. En Él, el Eterno quiere expresar el elevado nivel de santidad que anhela revelar a través la humanidad. Una santidad de una intensidad poderosísima, que supera toda medida y límite. Esta santidad se revelará a través de nuestro Justo Mashíaj, quien soportó en su cuerpo los juicios que los seres humanos deberían haber recibido a fin de que todo aquel que en Él crea tenga vida eterna (Juan 3:16).

Este nivel de santidad será el que se irradiará durante el Milenio, desde el Tercer Templo, porque en dichos tiempos de la Redención ya no existirá impedimentos humanos para obstaculizarla. La santidad se revelará en el mundo terrenal tal y cual es en su fuente espiritual.

Esto se logrará a través de nuestra confianza puesta en que “nuestras enfermedades» él (Mashíaj) cargó. Con esto él refina al último de los israelitas en la época actual de los “Talones de Mashíaj”, hasta que todos se vuelven recipientes adecuados para las “luces Divinas” de la Redención verdadera y completa, rápido en nuestros días.

Sobre la base de todas estas asociaciones, los sabios se refieren al Mesías hijo sufriente de José como “El Leproso” (Metzorá). El Mesías Ben Yosef (hijo de José) lleva el sufrimiento del exilio y el castigo del pueblo de Israel (especialmente las 10 tribus perdidas) como un leproso lleva su aflicción.

Los sabios entendieron que el versículo significaba que el Mesías tomó la lepra de la nación, no literalmente, sino figurativamente. El título “El Mesías Leproso” suena como una depreciación, y contradice la propia descripción que las Sagradas Escrituras (la Biblia) hacen del Mesías:

He aquí, mi siervo prosperará, será enaltecido, levantado y en gran manera exaltado
(Isaías 52:13 LBLA).

Todas las Sagradas Escrituras, en sus pasajes mesiánicos, indican que el Mesías será el más sabio de todos los hombres, exaltado por encima de Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, e incluso los ángeles. Su estatura excederá la de todos los grandes hombres y reyes de la tierra.

Por lo tanto, la enseñanza jasídica concluye que el Talmud sugiere un significado más profundo cuando se refiere al Mesías como “El Leproso”. Esto indica que el redentor sufre las agonías y aflicciones del exilio de Israel. Él impacientemente espera la redención final cuando Él pueda purificar a la nación, pero hasta entonces, Él personalmente sufre el dolor de la aflicción leprosa-como de Israel, la agonía del exilio en curso.

Mientras el exilio persista, el Mesías se llama El Leproso. Él mismo es esencialmente puro y perfecto. Su aflicción sólo refleja la condición del exilio. El “día de su purificación” se refiere al momento de la redención, cuando el Mesías será revelado y Su verdadera persona y justicia se manifestarán a todos.

Esta es una de las razones de que  el  ministerio de nuestro Maestro Yeshúa se centró en la curación de leprosos. Es más, al leer el evangelio de Mateo, en el cap. 10 vers. 8, Él dice a sus discípulos que la curación de los enfermos y de limpieza leprosos son signos más certeros del Evangelio del Reino de los Cielos. Cuando Yeshúa sanó leprosos, les dio instrucciones de que presentarán los sacrificios prescritos en la Torah para su ritual de purificación.

Así mismo, Mateo escribe el siguiente relato:

«Cuando bajó del monte, le siguió mucha gente. Y vino un leproso y se postró ante él diciendo:

“Maestro, si quieres, puedes limpiarme”.

Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo:

“Quiero. Queda limpio”.

Y al instante quedó limpio de la lepra. Entonces Jesús le dijo:

“Mira, no se lo digas a nadie; pero ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos”. –

(Mat.8:1-4 – VIN)

Aquí está la señal para los sacerdotes de que él era el Mesías, mandándole al sanado que cumpliera con los requerimientos de la Torah, ya que estaba el Templo en pie y oficiaban los sacerdotes; y por esto muchos creyeron en él. Aquí está la prueba de lo que dijeron los rabinos en el Talmud, sobre que el Mesías sería llamado “el Estudioso Leproso“. Y “estudioso” es porque nadie tuvo, como humano, mayor conocimiento que Él, pues nadie tuvo una relación tan cercana con Yahvéh que Yeshúa. 

Ahora bien, agregaré un comentario más. Por un lado, vemos que la tzaráat era una enfermedad real, una aflicción temible equivalente a una especie de caminar muerto. Por otro lado, la tzaráat puede ser entendida como un arquetipo para todas las enfermedades humana, tanto del cuerpo, como así también del alma. Con esto último, se entiende que es el símbolo de la corrupción de nuestra carne humana.

Por ello, los invito a poner su atención en el hecho que el Evangelio dice que el leproso es limpiado, más que sanado de la tzaráat. ¿Limpio de qué? De sus pecados. Esto significa que sus pecados son perdonados para que continúe el proceso de purificación creyendo en él, e imitándole.

En todos los casos anteriores, Yeshúa ofrece la respuesta. Él es el Siervo Sufriente del pasaje de Isaías. A través de su ministerio, Él cumplió este pasaje exactamente como el Talmud interpreta. Tomó la impureza de la condición humana, haciéndose Metzorá, con el fin de sanar a todos los hombres. Así está escrito en Isaías:

Mas El fue herido por nuestras transgresiones,
molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre El,
y por sus heridas hemos sido sanados


(Isaías 53:5).

Seguramente te interesa sumergirte en el trabajo pedagógico-práctico de esta enseñanza, por ello te invito a la. siguiente lección virtual:

Cuando la Enemistad produce Destrucción (Kamtza y Bar Kamtza)

La historia que destruyó el Templo Sagrado.

 

El Talmud (Gittin 56) habla de Shemaia, uno de los mas prestigiosos judíos de Jerusalén que quería organizar una fiesta para todos sus amigos, por lo que elaboró ​​una lista de invitados e instruyó a su sirviente para que enviara las invitaciones. Uno de los varones en la lista de invitados se llamaba » Kamtza » , pero el sirviente cometió un error e invitó a » Bar Kamtza » en su lugar. Vaya, Bar Kamtza era en realidad un enemigo declarado del anfitrión.

Cuando Bar Kamtza recibió su invitación, estaba muy agradecido de pensar que el anfitrión finalmente había hecho las paces.

Reinaba gran alegría en el espacioso salón de la casa de Shemaia. Se oían jubilosos aplausos y una conversación animada. Un exquisito aroma brotaba del lugar, signos de una suntuosa fiesta que habla sido preparada en honor de sus invitados. Había extensas filas de mesas largas ya servidas con los manjares. Se acomodaron alrededor de las mismas los invitados que apetitosamente se servían.

Todos conversaban acerca de lo mismo: «¿Habría revolución en Jerusalém? ¿Estallará la guerra contra los romanos? ¿O, a cambio, se oirá la voz de la paz?«

Entre los invitados se hallaban estudiosos de Torah que estaban embuidos en problemas de Halajá (ley) .

Shemaia, el anfitrión, de pie en la puerta recibía a sus invitados. De vez en cuando pasaba entre las mesas para verificar que todo estuviera en orden. De pronto, quedó asombrado al darse cuenta que, su amigo Kamtza no habla asistido al festin.

_ «No, no ha venido, mi mejor amigo no llegó al banquete«, pensó. «Envié a uno de los sirvientes especialmente para que lo invite. Quién sabe qué es lo que está ocurriendo en Jerusalén«.

Prosiguió controlando la asistencia de sus invitados. Se acercó a uno de los comensales, helado ante lo que sus ojos veían.

_ «¿Puede ser? ¿Acaso, mi peor enemigo, Bar Kamtza, está sentado en mi mesa, disfrutando de los manjares? ¿Acaso ha asistido para enfadarme?«

El anfitrión con una mirada llena de resentimiento, ordenó a su sirviente que inmediatamente expulsara a Bar Kamtza del local.

Cuando se le pidió que se fuera, Bar Kamtza dijo:

_ «Entiendo el error. Pero es vergonzoso que deje la fiesta. Con mucho gusto pagaré el costo de mi comida si me permite quedarme«.

El anfitrión no escucharía nada de esto, y reiteró su exigencia de que se elimine a Bar Kamtza.

Bar Kamtza apeló nuevamente:

_ «Incluso estaría dispuesto a pagar la mitad del costo de todo el partido, si solo me permitieran quedarme«.

De nuevo, la solicitud fue denegada. En ese momento, el angustiado Bar Kamtza suplicó:

_ «¡Pagaré por toda la fiesta! ¡Por favor, no me avergüences de esta manera!«

El anfitrión, sin embargo, se mantuvo firme y arrojó a Bar Kamtza. Los rabinos presentes habían observado este intercambio, sin embargo ninguno protestó; Bar Kamtza entendió que esto significaba que aprobaban el comportamiento del anfitrión.

El Talmud informa que Bar Kamtza estaba tan dolido y molesto, que se sentía humillado. Por eso, Bar Kamsa juró venganza contra los rabinos presentes que no lo defendieron y le permitieron avergonzarse públicamente.

Ese mismo día, preparó su equipaje y se encaminó hacia Roma, a solicitar una cita con el emperador romano.Delante de enormes escalinatas de mármol pulido, se encontraba un hombre judío, de la ciudad de Jerusalén, que miraba confuso a los soldados ubicados en la entrada.

_ «¡Ey, judio! ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué asuntos te traen por aquí?«

_ «Sí,…mmm… Quiero hablar con el emperador«, murmuró el judío.

_ «¿De veras? ¿Y qué le dirás?«

El hombre arregló sus ropas y dijo:

Me llamo Bar Kamtza. He venido desde Jerusalén, y tengo un mensaje secreto para el emperador«.

Los soldados se miraron entre ellos,

_ «Bien», dijeron, «si» es como dices, ven, te llevaremos ante el emperador».

Así fue como llegó hasta el emperador.

_ «¿Qué es lo que te trae desde Jerusalén, judío? Me dijeron que tienes un secreto para mi«.

_ «Tengo malas noticias para su majestad. Los judíos están planeando una rebelión. Quieren destronar al rey «.

El emperador no se sintió a gusto. Hasta el momento habla escuchado que la ciudad estaba tranquila, y ahora Bar Karmtza venía con novedades.

Me traes graves anuncios, judío. ¿Cómo sé que me dices la verdad?«

_ «Vea por usted mismo», aseguró Bar Kamtza. «Pruebe a enviar un carnero para que lo sacrifiquen en nombre del emperador. Y veremos si es que lo aceptan.«

El emperador mandó con Bar Kamtza un carnero tierno y ordenó:

_ «Este carnero llévalo a Jerusalén y diles a los sacerdotes: «Este camero lo envió el emperador para que lo ofrezcan como sacrificio de paz en vuestro Templo, para el bien del Emperador y del Imperio romano«. Y tú verás si lo aceptan o no, y me lo comunicas» .

Bar Kamtza viajó a Jerusalén. En el camino dañó al carnero en el lugar que implica un defecto para los judíos pero no para los gentiles. Al llegar a Jerusalén, los sacerdotes del Templo, lo revisaron y enseguida notaron que tenía un defecto.

Al ver al animal desfigurado, los rabinos del Sanedrín presentes en el Templo tienen que tomar una decisión sobre cómo responder a la delicada situación presentada. Algunos defienden prescindir de la ley y ofrecer el animal de todos modos para evitar la guerra. Este plan es vetado por el rabino Zecharia ben Avkolos, quien teme que las personas comiencen a llevar animales manchados al Templo para ser sacrificados. Luego sugieren matar a Bar Kamsa para demostrar que tiene la culpa, pero el rabino Zecharia ben Avkolos nuevamente se niega, porque esta no es la penalización obligatoria por traer intencionalmente una ofrenda descalificada al Templo.

El rabino Yochanan dice que debido a las acciones del rabino Zecharia ben Avkolos, el templo fue destruido y los judíos fueron exiliados de la tierra.

Lo cierto es que Bar Kamtza no fue asesinado, y el sacrificio no fue ofrecido. Bar Kamtza retornó a Roma, como temían los sacerdotes, con el informe de que los judíos se hablan negado a aceptar su ofrenda. Esta era toda la prueba que el emperador necesitaba para comprobar que los judíos estaban por rebelarse.

El César, indignado, envió un ejército para sitiar a Jerusalén, que finalmente condujo a su caída en el año 70 E.C. El historiador judío Josefo (Guerras II, 17: 2) también atribuye el comienzo de la guerra a la negativa a aceptar la ofrenda del emperador . El registro del Talmud está destinado a ilustrar cómo las tensiones internas entre el pueblo judío exacerbaron la amenaza externa de los conquistadores romanos.

Haciendo la reparación

Podríamos pensar que el Segundo Templo fue destruido por una combinación de razones complejas, una serie de eventos fuera de nuestro control. Sin embargo, no es tan así. Fue simplemente debido al pecado del odio injustificado entre los judíos, que los condujo a fisuras en sus vínculos, que ocasionaron enemistades dogmáticas, por las que llegó la destrucción y el caos. El resentimiento y el rencor entre hermanos fueron en verdad las causales de la derrota ante los enemigos.

Cuando deseamos la redención de nuestra gente, la clave es centrarse en arreglar lo que hemos arruinado. La forma de reparar esta tragedia es opuesta a su causa: todos deben hacer un esfuerzo máximo para amar a cada miembro del pueblo escogido.

Esto es lo que nos falta hoy, y esto es lo que lloramos en Tisha B’Av. Cada vez que entras en una pelea con alguien y no lo resuelves, piensa por mucho tiempo que eres personalmente responsable de retener el cumplimiento final de nuestra redención. Y cada vez que amas a un hermano en la fe de Avraham incondicionalmente, lo acercamos un paso más.

(Basado en el Talmud Babli, Guitin Páginas 55 y 56)