Autor: ANÓNIMO
La persona que esta económicamente solvente, por lo general tiene un exceso de alimentos, y rara vez experimenta lo que es padecer hambre o necesidad.
Cuando ayunamos, sentimos en carne propia el dolor de billones de seres humanos que no tienen nada que comer. Esto nos permite entender su sufrimiento, y nos lleva a identificarnos con ellos, motivándonos así a cumplir con el mandamiento de proveer para aquellos que sufren y están necesitados.
Esto agrada grandemente al Creador, quien ha prometido bendecir a quienes así actúan:
“¿No es más bien el ayuno que yo escogí…. QUE PARTAS TU PAN CON EL HAMBRIENTO, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?
Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria del Señor será tu retaguardia”
– Isaías 58:6-8.
Así, quien ayuna, no solamente quema (sacrifica) grasa de su cuerpo (tipificada en la grasa de animales ofrecidos en el Templo), sino que quema también grasa de su alma (negándose a engordar su propio ego). Y esto ultimo, nos da la salud espiritual que necesitamos para hacer la jornada al Olam HaVá.
Anónimo.