Por P.A. David Nesher
» La bandera del campamento de los hijos de Judá, según sus ejércitos, partió primero, con Naasón, hijo de Aminadab, al frente de su ejército.»
(BaMidbar/Números 10:14)
Evidentemente, mientras más profundizamos en el estudio del libro BaMidbar (Números) descubrimos que el Eterno se aseguró de implantar en los hebreos el paradigma organización que cuando hay orden, hay paz, en cambio, cuando hay desorden hay confusión. De esto se deduce que sólo con el orden y la coordinación estratégica se logra mantener entusiasmo en cualquier emprendimiento. Dicho entusiasmo permite al alma discernir los qué, cómo, cuándo, y dónde de Yahvéh, y la marcha se hace bajo pautas específicas que garantizan el éxito de toda empresa.
Una tribu era la que el Eterno determinó que fuera delante de toda la marcha: la de Judá (Yehudá). Yahvéh quería entrenar a los israelitas en la adquisición de una conciencia de alto rango, propia de nobles. Él quería que Su Pueblo se entrenara en el poder de la gratitud o alabanza.
El nombre Yehudá (Judá) tiene la misma raíz que la palabra gracias (hb. todá), según lo que fue dicho por Lea cuando nació el patriarca: “Concibió una vez más y dio a luz un hijo, y dijo: Esta vez alabaré (odé – אודה) al SEÑOR; así que le puso por nombre Judá; y dejó de dar a luz.” (Gén. 29:35). Importante es señalara aquí que en el contexto de una mentalidad hebrea, agradecer no es simplemente expresar gratitud, si no también significa alabar, de allí que Judá significa alabanza.
La primera característica de un redimido, hijo primogénito, es que alaba al Eterno. Desde que se levanta por la mañana hasta que se acuesta su boca está llena de alabanza y gratitud. Decir gracias al Eterno por todo y en todo es una llave para el avance en la vida. Es la clave que permite la vanguardia en el peregrinar de la vida. En la Historia de Salvación relatada en las Sagradas Escrituras vemos que cuando el hombre de Dios se entregaba en alabanza a Yahvéh, su Poder se manifestaba.
Por eso la tribu de Yehudá, la que sabe bendecir, alabar y dar gracias, es la que va primero. Y es que siempre el pueblo que sabe decir gracias es el que abre la brecha. Cada israelita comprendía con este orden que, en la vida, el agradecido es quien puede avanzar, y el primero en llegar a la meta. En cambio, el que cambia su alabanza por amargura nunca llegará a la meta. Los profetas inspirados en estos paradigmas celestiales, lo expresaron en cantos como estos:
“El pueblo que yo he formado para mí, proclamará mi alabanza.”
(Isa. 43:21)
“¡Cuán bienaventurado es el pueblo que sabe lo que es la voz de júbilo! Andan, SEÑOR, a la luz de tu rostro.”
(Sal. 89:15)
Todos los pueblos de la Tierra están invitados a aprender de Yehudá y seguir su ejemplo, como está escrito en Deuteronomio 32:43ª y Romanos 15:10: “Regocijaos, naciones, con su pueblo”
Así también, en los consejos apostólicos del Pacto Renovado leemos:
“Sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con vuestro corazón al Señor; dando siempre gracias por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesús, el Cristo, a Dios, el Padre.”
(Ef. 5:18b-20)
“…dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros Jesús, el Cristo.”
(1 Tes. 5:18)
Amados discípulos de Yeshúa, sigamos el ejemplo de Yehudá. Alabemos y demos gracias al Eterno en todo y por todo. De ese modo mantendremos el entusiasmo activo. Sólo así avanzaremos y llegaremos primero a la conquista de las promesas.
¡Bendito sea el Eterno por siempre sobre sus vidas, familias y economía!
Luego de compartir 10 noches consecutivas la instrucción del Eterno, puedo decir que mi vida no es la misma. Mis pensamientos y emociones se unen para declarar o soltar semillas.
Ya que nuestra boca domina los tres cielos, nuestra forma de hablar determina qué semilla sembraremos.
«LO QUE CRÉES LO CREAS»
SHABAT SHALOM.