Por P.A. David Nesher
“Y sucedió que, en el año segundo, en el mes segundo, el día veinte del mes, la nube se levantó de sobre el tabernáculo del testimonio, y los hijos de Israel partieron, según su orden de marcha, del desierto de Sinaí. Y la nube se detuvo en el desierto de Parán. Así partieron la primera vez por mandato de Yahvéh por medio de Moshé”
(Números / BaMidbar 10: 11-12)
Las doce tribus de Israel marcharon en el orden que Yahvéh había mandado, y que podemos leer en los primeros capítulos del libro de Bamidbar (nombre profano: Números). Esto significa que ellos tomaron la Palabra del Eterno con seriedad, y la siguieron exactamente al pie de la letra a fin de garantizarse un esfuerzo de calidad total que les permitiera la rápida y efectiva conquista de la Tierra Prometida.
Desde la salida de Mitzraim (Egipto), los hijos de Israel poseían un orden estricto a la hora de marchar por el desierto. El éxodo israelita de Egipto no se produjo en confusión tumultuosa, sino en “orden de batalla”, como era propio de “los escuadrones de Yahvéh”. (Éx 13:18; 12:41; 6:26) Es posible que este orden de batalla fuera similar al de un ejército de cinco cuerpos: la vanguardia, el cuerpo principal, la retaguardia y dos alas. Como en aquel tiempo la sociedad israelita aún era patriarcal, se asignaron los lugares en el orden de marcha conforme a tribus y familias. Según las costumbres de la época, los siervos, los criados y otras personas dependientes de la familia se contaban como parte de la casa, de modo que la “vasta compañía mixta” que salió de Egipto probablemente estaba entremezclada con las diversas tribus, clanes y familias israelitas. (Éx 12:38; Nú 11:4; Dt 29:11).
Hemos ya estudiado como en el desierto, el campamento se organizó según las instrucciones divinas hacia el comienzo del segundo año, cuando se erigió el Tabernáculo. Desde ese momento, el centro del campamento, tanto geográfico como en importancia mística, era la Tienda, que simbolizaba la presencia de Yahvéh. Su entrada daba al Este, donde acampaban Moisés, Aarón y los sacerdotes. (Núm. 3:38.) El resto de los levitas (en total 22.000 varones de un mes de edad para arriba) acampaban en los tres lados restantes: los cohatitas, al Sur; los guersonitas, al Oeste, y los meraritas, al Norte (Núm. 3:23, 29, 35, 39).
El traslado de este enorme campamento de un lugar a otro (Moisés menciona 40 de estas acampadas en Números 33) también fue una maravillosa demostración de organización y coordinación. Mientras la nube descansaba sobre el Tabernáculo, el campamento seguía en el mismo lugar, y cuando la nube se alzaba, el campamento partía. “Por orden de Yahvéh acampaban, y por orden de Yahvéh partían.” (Nú 9:15-23) Ayer, estudiamos como las dos trompetas de plata hechas de labor de martillo comunicaban estas órdenes del Eterno al campamento general. (Nú 10:2, 5, 6).
La primera vez que esto ocurrió fue “en el año segundo, en el mes segundo, el día veinte del mes”. Con el arca del pacto a la vanguardia, partió la primera división de tres tribus, encabezada por Judá y seguida de Isacar y Zabulón. A continuación, iban los guersonitas y los meraritas, que llevaban sus porciones asignadas del Tabernáculo. Luego, la división de tres tribus, encabezada por Rubén y seguida de Simeón y Gad. Después de ellos iban los cohatitas con el santuario, y seguidamente la división de tres tribus de Efraín, por delante de Manasés y Benjamín. Por fin, en la retaguardia estaba la división encabezada por Dan, acompañada de Aser y Neftalí. De manera que las dos divisiones más fuertes y numerosas tomaron las posiciones de vanguardia y retaguardia. (Núm. 10:11-28).
“De modo que fueron marchando de la montaña de Yahvéh por camino de tres días […] Y la nube de Yahvéh estaba sobre ellos.” (Núm 10:33, 34) No se especifica la longitud de la columna que formaba el campamento en marcha, ni la velocidad ni distancia que se cubría en un día. Como había niños pequeños y rebaños, es probable que se viajara despacio. Posiblemente durante esta marcha, que tomó tres días, no se configuraba el campamento ni se erigía el tabernáculo solo para pernoctar; no se preparaba más que solo lo necesario para comer y dormir.
Meditando en esto, me acuerdo de una consulta que alguna vez alguien me planteó: «¿Cómo es posible que haya unidad en el Pueblo?» Aquí el Eterno nos da la respuesta. Solamente cuando existe un orden claro, cuando cada tribu conoce y acepta con contentamiento y gratitud su lugar, su tarea, y además reconocen y aceptan a quienes son mas grandes que ellos. Sucede que en la cosmovisión divina Unidad no significa que todos son iguales sino que, por el contrario, existen diferencias que establecen diversidad de niveles corporativos. Así, en lugar de que se encienda la envidia entre unos y otros, cada integrante reconoce su lugar y respeta a su prójimo incluso si él mismo es más grande. Solamente de esta manera puede existir unión en el Pueblo de Israel. Al final, desde la aceptación gozosa del paradigma «Unidad en la Diversidad», todos los que son parte del Pueblo se elevan a las dimensionalidades de lo sobrenatural, y crean eventos milagrosos que transforman el Mundo de Abajo.
La frase “por mandato de Yahvéh por medio de Moshé” literalmente dice: “por boca de Yahvéh mediante la mano de Moshé”, (traducida correctamente del hebreo al pi YHVH be yad Moshé). Los códigos del texto dan a entender que la columna de nube no empezaba a marchar hasta que Moshé decía las siguientes palabras:
“¡Levántate, oh Yahvéh! y sean dispersados tus enemigos, huyan de tu presencia los que te aborrecen.” (Números 10:35b)
Lo mismo pasaba cuando iban a acampar. La columna de nube se quedaba erguida por encima del campamento de Yehudá hasta que Moshé decía las palabras:
“Reposa, oh Yahvéh, en los millares de millares de Israel.” (Números 10:36)
Así vemos como hubo una asociación de unidad entre Yahvéh y Su profeta Moshé. Por esto el texto habla de que partieron por la boca de Yahvéh por la mano de Moshé. Esto significa que todo el pueblo estaba dispuesto a seguir la orden del Eterno, y cuando veían una señal del Cielo indicando que debían acampar o comenzar a caminar, lo hacían sin quejas a pesar de que a veces debieron volver a marchar después de haber acampado por unas pocas horas.
Así pues, debemos aprender que también nosotros tenemos que acampar de acuerdo al mandato divino y Su Torah, incluso cuando nos resulta más cómodo actuar de acuerdo con nuestra propia voluntad, porque siempre tenemos que priorizar la perfecta Voluntad del Abba nuestro, y actuar conforme a ella. Cuando una persona redimida es cuidadosa en dirigir su propia voluntad en dirección de la Voluntad de YHVH, todas las esferas celestiales la ayudan a actuar conforme a ella, garantizándole el éxito a través de su peregrinar en la Tierra.
Con todo lo hasta aquí meditado, aprendemos que no debemos movernos de un lugar hasta que tengamos un mandato del Eterno mediante la indicación de la presencia del Espíritu de Dios en nosotros. A veces la indicación del Espíritu puede ser confirmada por una palabra profética, pero nunca al revés. Sé fiel a la dirección del Espíritu en tu vida. No hagas nada, hasta que Yahvéh no te lo indique por medio de su nube Shekinah. Aprende a ser dirigido por el Espíritu, incluso en los detalles. Solamente así, lograrás que el entusiasmo sea el combustible de tu peregrinación.