Por P.A. David Nesher
“Cuando salieres a la guerra contra tus enemigos, y Yahvéh tu Dios los entregare en tu mano, y tomares de ellos cautivos, y vieres entre los cautivos a alguna mujer hermosa, y la codiciares, y la tomares para ti por mujer, la meterás en tu casa; y ella rapará su cabeza, y cortará sus uñas, y se quitará el vestido de su cautiverio, y se quedará en tu casa; y llorará a su padre y a su madre un mes entero; y después podrás llegarte a ella, y tú serás su marido, y ella será tu mujer. Y si no te agradare, la dejarás en libertad; no la venderás por dinero, ni la tratarás como esclava, por cuanto la humillaste.”
(Devarim/Deuteronomio 21:10 – 14)
Si hay algo que caracteriza a los niños párvulos es el hecho de no entender el significado de la palabra “después”. Ellos lo quieren todo ahora mismo, en el aquí y ahora de su antojo. Pero, lamentablemente deberé decir que la misma actitud la he encontrado a lo largo de mi carrera en personas adultas, que no han madurado de su experiencia de vida, y pretenden salir victoriosos con su «aquí y ahora» llenos de caprichos egotistas. Así he aprendido, que hoy en día aumenta el número de los seres humanos inmaduros que no saben esperar ante las circunstancias negativas. Menos ante un sistema imperante que presiona a vivir lo instantáneo y exprés.
Entendemos que el Eterno entregó la Torah (Instrucción) para forjar el carácter mesiánico del pueblo Israelita. Su objetivo es que cada hebreo alcanzara madurez en su vida. En los códigos de la Instrucción divina queda claramente expresado que una cosa importante, en cuanto a un carácter aprobado, es el ejercicio del dominio propio. Es nada más y nada menos que el fruto del Espíritu Santo promovido por la Torah.
Es claro también que los lineamientos de la Instrucción (Torah) divina revelan que si los niños reciben todo lo que en sus caprichos egoístas desean, sin aprender a esperar, tendrán muchos problemas en el futuro porque en la vida existen muchas cosas que no son accesibles a corto plazo sino que demandan mucho tiempo, y hasta gran esfuerzo. Por esto, la Instrucción insiste en sus pautas que todo niño debe ser enseñado en el hecho de que tener que esperar y no disfrutar de los placeres de manera inmediata es bueno para el desarrollo de la madurez. El mismo aprendizaje requiere el Eterno de sus hijos primogénitos. Aquel que sabe esperar y soporta la presión de los deseos inmediatos, es una persona madura que puede llegar muy alto en la escala de responsabilidad y espiritualidad.
En este texto, el Eterno quiere que sus hijos primogénitos se pregunten: ¿quién es el verdadero enemigo? Por ello, con estos lineamientos Yahvéh, guiará al alma hebrea a darse cuenta de que el verdadero y único enemigo es el denominado Yetzer Hará (tendencia al mal o inclinación a lo malo). ¿Cómo acecha esta tendencia en el interior del alma humana? ¿Cómo logra HaSatán activar esto dentro del ser humano? Aquí se revela que el yetzer hará se manifiesta después de una victoria. Cada vez, que un hijo del Eterno siente éxito en su camino espiritual, pensando que la batalla ganada le asegura la victoria final, HaSatán (el adversario) activa desde el yetzer hará y conduce a dicho redimido a la caída, mediante sus propias pasiones. Entonces la arrogancia se eleva desde el corazón hasta la mente de dicho hijo del Eterno, alimentándole la idea de que todo está bajo control, y que a todo error se le puede encontrar rápida solución. Finalmente esta actitud equivocada terminará conduciendo a un futuro con serias consecuencias.
Para implantar esta enseñanza, la parashá de esta semana comienza hablando acerca de las leyes de la cautiva hermosa (Iefat Toar).
En el mundo antiguo, era común para un varón guerrero tomar a una esposa de entre los cautivos, especialmente si era una mujer hermosa. Sin embargo, obviamente, esta costumbre hedonista habilitaba los abusos contra la dignidad de una mujer. El yetser hará brotaba en los corazones de los hombres produciendo destinos caóticos. Por ello, el Eterno dio señalamientos específicos para gobernar sobre esta práctica de las naciones entre los miembros de Israel, a fin de asegurar que las generaciones recibieran solamente bendición.
Cuando un hebreo iba a la guerra y encontraba entre los cautivos una mujer hermosa, antes de poseerla debía permitirle que durante treinta días guardara luto por su familia perdida, dejándose crecer las uñas, con el cabello cubierto de cenizas y vestida con ropas de duelo. Luego de ese período el captor debía desposarla, y si no quería hacerlo debía liberarla, no teniendo permitido venderla, pues ya la había afligido.
El soldado que se enamora de una prisionera de guerra no tiene el derecho a entrar en una relación íntima con ella sin haber pasado por un tiempo de prueba de un mes. La Torah no le permite seguir sus impulsos inmediatos (yetser hará) porque podrán crear problemas importantes más adelante.
El impulso perverso (yetser hará) del soldado tiene que ser sometido a las normas de la Torah. Él tiene que dejar que la mujer que ha elegido llore durante un mes en su casa para que la vea de cerca y la conozca bien antes de casarse con ella. Tendrá que aprender a no ser dirigido por sus impulsos sensoriales y esperar todo un mes hasta poder allegarse a ella por medio de una alianza matrimonial fundada en la inteligencia emocional. El varón tenía prohibido tocarla antes del casamiento. Para ello, debía asegurarse funcionar como un maestro de la Torah conduciendo a la mujer escogida en los siguientes pasos discipulares:
✔ “Ella rapará su cabeza, y cortará sus uñas.” Primero, la mujer cautiva tenía que ser enseñada en la idea de la santidad por medio de la purificación y el aprendizaje de la humildad. Esto denotaba una separación de su pasado, y la voluntad de comenzar de nuevo, humildemente, con una actitud de niño.
✔ “Se quitará el vestido de su cautiverio, y se quedará en tu casa.” Segundo, la mujer cautiva debía de demostrar un cambio de alianza. Esto demostraba que la mujer cautiva ya no consideraba su antigua nación ni su familia; ahora era una ciudadana de Israel que amaba la cultura hebrea.
✔ “Llorará a su padre y a su madre un mes entero.” Tercero, la mujer cautiva tenía, que llorar por sus asociaciones pasadas. Este tiempo seria cuando ella arreglaría los asuntos de su corazón con respecto a su familia, y su futuro esposo viviría con ella por un mes entero sin relaciones íntimas. De este modo, él podía corroborar en su corazón maduramente si realmente quería tomar a esta mujer como esposa. Así, el Eterno permitía que el varón se asegurase de no estar tomando una decisión basada en apariencia física o por su atractivo.
✔ “No la venderás por dinero, ni la tratarás como esclava.” Después de este mes de luto, el futuro esposo tenía la libertad de casarse con la mujer cautiva. No obstante, no tenía que hacerlo. Sin embargo, si decidía hacerlo, tenía que dejarla en libertad con dignidad. Esta era una protección extraordinaria para los derechos de las mujeres cautivas.
El propósito de este trato con esta mujer es que no sea agradable para el varón simplemente porque su apariencia hermosa lo ha seducido. No es una situación ideal que él se case con ella guiado por el simple deseo sexual, porque puede traer consecuencias negativas en el futuro. Es por esto que Yahvéh establece estas reglas para que finalmente el varón se dé cuenta que no le conviene casarse con ella. La Torah no prohíbe este tipo de matrimonio, más bien lo desanima con estas medidas. Si el hombre se quiere casar a pesar de esto, puede hacerlo.
También, por medio de estas pautas, el Eterno se aseguraba que el varón tomara consciencia de que es determinante sentir que la mujer que ha escogido es lo más importante para él. Así también, enseñaba al varón a expresarle a esa mujer que ella fue elegida no por su apariencia, sino por ser valorizada en su esencia como la compañía más importante en el destino de dicho varón.
Con esto cada varón de Israel aprendía que aquel que da rienda suelta a su deseo sexual es una bestia y no un varón verdadero. Los varones fuertes son los que saben dominar su mente y sus emociones y los canalizan dentro de los parámetros del amor establecidos por la Torah.
Una persona esclava de sus impulsos es inconstante, infiel y peligrosa. Una persona que sobrepone los principios divinos sobre sus emociones será constante, fiel y amorosa.
Una sociedad cuyos ciudadanos no han aprendido el dominio propio de sus padres se vuelve pobre, corrupta y violenta. Una sociedad dirigida por los principios de la Torah se vuelve rica, libre y segura.
Amado discípulo de Yeshúa, estudia la Torah todos los días y aprende a dominar tu yetse hará (tendencia al mal) Así no terminará esclavo de tus deseos, y vencerás a tu verdadero enemigo: tu ego. No te dejes vencer por lo que tus ojos ven. No sigas detrás de tus ojos ni detrás de las emociones que ellos despiertan. Sé constante y fiel con tu compromiso de peregrinar con el Yugo de Yeshúa. Cumple con tus deberes ante el Eterno y ante los hombres. Piensa bien antes de tomar la decisión de casarte. El matrimonio es para toda la vida.