Por P.A. David Nesher
Los secretos (hebreo: sodot) de la Sabiduría de la Torah enseñan que el Shabat (שבת), es una de las maneras más poderosas para conectar con el Creador.
Leyendo al comentarista Rashí encontramos que él define al Shabat como un descanso relajante, de un carácter perfecto, lo contrario a un descanso de carácter casual, por ejemplo aquel para recuperarse de la fatiga, o el impuesto por el hecho de que no hay trabajo para hacer.
En sentido metafórico, los sabios expertos en codificación hebrea nos dicen que el “fuego” simboliza las discordias. Por ello, está prohibido en Shabat prestarnos a discusiones, alegatos ni nada que pueda encender fuegos de maledicencia, chisme, o situaciones problemáticas. Por naturaleza, el fuego es agresivo y consumidor. En tanto que el Shabat, en su esencia, impulsa a valorar lo santo de la vida para que la bendición del Cielo se haga presente entre los hombres.
Por ello, el poder del Shabat es uno de los medios más poderosos para conectar plenamente nuestra alma con el Eterno y hacer de nuestro vínculo interno con Dios un canal cósmico para que las bendiciones se precipiten abundantemente a la Tierra. Incluso, personas de cualquier credo pueden realizar esta conexión si lo desean. Después de todo, el Shabat es un sistema cósmico que originalmente fue creado para todos los hombres (Gén. 2:2-4).
Es necesario que entendamos y aceptemos que si dedicamos tan solo cinco minutos en Shabat a una conexión con la Luz divina, será mucho más fácil conectar con el Poder del Creador en cualquier otro momento de la semana.
El Rav Isaac Luria, de los escritos del Arizal, nos lo explica así:
«…Durante los días de la semana, las líneas entre el bien y el mal están un tanto borrosas. Esto hace que sea muy fácil resbalarse y caer en la trampa del materialismo y el egocentrismo, así que uno debe estar constantemente en guardia; a diferencia de Shabat, cuando el Oponente se mantiene a distancia. Dado que Malkut (nuestra dimensión física) asciende por sí misma en Shabat, no es necesario que nosotros nos ocupemos activamente en el proceso de elevar las chispas de luz en Shabat como lo hacemos durante la semana de trabajo. En lugar de ello, nuestro trabajo espiritual es dejar de lado ciertos tipos de trabajos físicos que podrían causar separación de este nivel elevado de luz…».
Agregan los sabios que, sin la santa energía del Shabat no sería posible, en ninguna manera, erradicar la negatividad del mundo.
Ya lo expliqué en otra bitácora que nuestra parashá Vayakhel vincula los temas del Shabat y la cuestión del Mishkán (Tabernáculo) porque estos, en la mente divina, son una misma cosa; ambos son enlaces a una dimensión trascendente.
La conexión entre Shabat y el Santuario es de gran profundidad. Entendamos que durante estos 2.000 años de exilio, después de la destrucción del Sagrado Templo de Jerusalem, el Shabat ha sido nuestro santuario dentro de los mundos hostiles, el lugar para refrescarnos y enfocarnos en los valores de la Torah. Por eso, existe un refrán que dice:
«…Mientras los judíos cuiden el Shabat, el Shabat cuidará de los judíos…».
En el sentido más profundo de su mística, el Shabat es una “guía para la Novia”, ya que cada siete días ella es fiel al descanso en el tiempo señalado con el “Novio”. Sin Shabat no hay «Cámara Nupcial» (el Santuario). Por esto, al Shabat también es llamado el anillo nupcial de la novia y es una prueba para ver si ella es fiel o no al novio.
El Séptimo Día, es decir, el Shabat, es también uno de los días proféticos de los siete mil años que acomoda a la Novia para el día de su Boda, a saber el Yom Kippur final.
También representa el último día de fiesta de los siete días de las Enramadas o Sukot (recepción de la Boda), llamado “Shemini Atzeret” (Octavo Día). El “Shemini Atzeret” es como si el “Novio” le preguntara a la “Novia” que le extienda un día extra con él después de que todos los invitados hayan vuelto a casa. El “Día Extra” (el octavo, o número 8), representa la eternidad, más allá de los 7.000 años de retorno al Jardín del Edén. Existen seis días para que la “Novia” haga todas sus labores y un día en el que ella dedica por completo a estar con el “Novio”, quien es el gozo de su vida.
Metafóricamente hablando, cada fin de semana es una Boda entre el hombre redimido y el Shabat. En toda poesía hebrea al Shabat se la trata de “Novia” y al varón de cada familia como al “Novio”, ya que se espera que cada vasija viril presente en cada hogar se eleve en ese día a su consciencia de convertirse en un ungido (mashiaj) del Eterno.