Por P.A. David Nesher
«Al día siguiente, Moshé vino a la Tienda del Testimonio y he aquí que la vara de Aarón de la casa de Leví había florecido; le salieron brotes y frutos, y maduraron almendras.
(Números/Bamidbar 17:23)
En la parashá de esta semana hemos visto como Koraj, Datan y Aviram, y los 250 líderes de Israel se rebelaron en contra de la autoridad de Moshé y Aarón. Como resultado de su rebelión, se los traga la tierra.
Sin embargo, y a pesar de este juicio divino, muchos que resienten la muerte de Koraj y de sus seguidores, responsabilizando a Moshé de este mal.
Entonces, la «ira» de YHVH se manifiesta a través de una plaga que acosa a la nación, y que causa la muerte de miles de personas. Una vez mas, Moshé intercede en favor del pueblo, e instruye a Aarón para que expíe el pecado cometido, tras lo cual la plaga llega a su fin.
Luego, el Eterno ordena a Moshé que en el Tabernáculo (Mishkán) se coloquen varas con los nombres de las distintas tribus.
Cuando Moshé entró al Mishkán a la mañana siguiente, la vara de Aarón estaba florecida con hojas, capullos, y almendras. Este milagro es muy singular ya que el mismo contenía otro dentro de él, pues notamos que los capullos no cayeron después de que la fruta apareció, como es usualmente el caso en lo natural. Más aún, el Nombre de Cuatro Letras del Eterno (Yud-Hei-Vav-Hei) fue milagrosamente grabado sobre la vara de Aarón como estaba grabado sobre el tzitz (vincha) del Kohén Gadol (Sumo Sacerdote). Con esto, las esferas celestes, demostraban que Aarón fue escogido como el Sumo Sacerdote, el que lleva el tzitz.
¿Por qué la vara de Aarón floreció?

En primer lugar, tenemos que aceptar que este milagro indicaba que la Shejiná imbuye aún a objetos inanimados de vida y les causa brotar. El hecho de reverdecer, nos habla de una especie de resurrección. Nada puede salir de algo seco y muerto, pero había algo como un imposible, nació de nuevo la vida. Nos enseña la unión entre la materia y el espíritu; la realidad nueva que surge cuando un pedazo de madera toma vida y se llena de sentido. Sin embargo, y más relevante, nos enseña la importancia del trabajo y la superación en la espiritualidad. ¡Ese es el poder del kehunáh (sacerdocio) que el Eterno ha otorgado a sus hijos primogénitos!
En segundo lugar, debemos saber que cada vez que vemos almendras, en conexión con una profecía o milagro, simbolizan que el Todopoderoso causará Su decreto de prisa. Así el Eterno insinuaba que cualquiera usurpador del kehunáh (sacerdocio) sería instantáneamente castigado. Así lo vemos demostrado en el caso del Rey Uziahu, cuando él entró al Beit Hamikdash (Sagrado Templo de Jerusalen) para realizar el Servicio sacerdotal, fue inmediatamente afligido con tzaraat (tipo de lepra).
Finalmente, regresando al pasaje que estamos considerando, vemos que después de la entera serie de señales y milagros, todos los israelitas fueron convencidos de que la profecía de Moshé era cierta en todos los detalles.
El bastón de Aarón nunca se marchitó; su tallo, capullos, y almendras permanecieron siempre verdes. El Eterno le ordenó a Moshé colocarlo cerca del arón como un testimonio para generaciones futuras de que, de todas las Tribus, Leví fue escogida para cuidar el kehunáh.
El sabio intérprete Rashé explica que la vara de Aharón debía ser puesta en el medio, porque el “medio” hace alusión a la armonía, no inclinándose ni a hacia un lado ni hacía el otro lado. Así pues, dice Rashí, “Aharón” representa al verdadero servidor del Eterno, quien tiene que procurar estabilidad, “medio”, no siendo por demás bondadoso, ni por demás riguroso. Así es como la Torah ayuda a la persona a seguir el camino de liderazgo armónico de Aharón.
Ahora bien, me resulta interesante compartirles la explicación que otros sabios dan al descodificar este milagro. “Aharón” hace referencia a la bondad o benevolencia (Jesed), mientras que “la casa de Leví” hace referencia a la severidad o restricción (Guevuráh).
Por eso, al leer “le salieron brotes y frutos, y maduraron almendras”, es necesario aceptar que para obtener bendición celestial de concreta en este mundo físico, se necesita que la bondad esté unida a su raíz la restricción que permite entendimiento del diseño original; eso estaría encriptado en la frase: “Aarón de la casa de Leví”.
Toda la bondad de Aarón provenía de la Torá de “Moshé”, quien pertenecía a la tribu de Levi.
Con esto cada israelita comprendió que recién cuando la persona se comporta con una bondad basada en el esfuerzo de meditar la Torah, es cuando ella obtiene que las bendiciones se materialicen en compensaciones y beneficios materiales.
El Eterno no sólo quería que Su Pueblo apreciáramos el producto final ya terminado, sino el proceso para obtenerlo. Él quería recordarnos que, con la Torah en la mente y el corazón, el esfuerzo y el proceso son tan importantes como el resultado.
La diferencia entre Koraj y Moshé, Aharón y los otros levitas no era el sacerdocio o la profecía; sino la dedicación de una vida entera dedicada a la búsqueda de la Voluntad divina. Su espiritualidad era mucho más profunda porque le habían dado mayor seriedad y mayor trabajo a su relación con la Divinidad. Si bien todos aquellos integrantes de Israel tuvieron profecía en el Monte Sinaí, y si bien todos escucharon a Dios; ninguno tuvo lo que Moshé y Aharón, porque la profecía que obtuvieron fue un regalo sin proceso; mientras que la de sus líderes fue el resultado de todo un esfuerzo a lo largo de años. Con este milagro, el Eterno nos recuerda que la Torah y sus mitzvot (mandamientos) hay que cuidarlas, plantarlas y trabajarlas como se cuida un árbol antes de que den frutos.
En síntesis, el milagro de las vara de Aharón (o tribu de Leví) mostró quién había sido escogido para entrar en la presencia del Eterno como representante de todo el pueblo. ¿En qué consistía el milagro? En la manifestación de vida en algo ya muerto. Las varas de cada uno estaban hechas de madera. La madera está muerta. Ahora la madera muerta de la tribu de Leví recibió vida nueva. El poder de la resurrección era la señal que muestra quién tiene el derecho a ser sumo sacerdote en la Tierra.
Lo mismo sucedió con el Gran Sumo Sacerdote Celestial. La vida de resurrección es la evidencia celestial de quién ha sido escogido para acercarse al Eterno en el Mishkán Celeste.
¡Yeshúa no está muerto!… ¡Él ha sido levantado de entre los muertos y vive para siempre! ¡Su vida habla por sí misma! ¡Él es el escogido para ser el Mesías, primero como Kohen celestial, y luego como Rey en la Tierra, desde la Nueva Jerusalén!… ¡Y ese día está cada vez más cerca!
Por eso, desde este estudio, te invito a que busques y sométete a los líderes que muestran señales de la vida de resurrección mesiánica, que son capaces de transformar vidas para bien. ¡Ellos tienen acceso al Eterno!
Con todo esto que te he escrito, anhelo que tu alma se predisponga a realizar día a día esa restricción que te permite esforzarte para así alcanzar el premio del supremo llamamiento de Dios en Yeshúa, el Ungido.
Shalom!