Por P.A. David Nesher
«Cuando alguno toma una mujer y se casa con ella, si sucede que no le es agradable porque ha encontrado algo reprochable en ella, y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, y ella sale de su casa y llega a ser mujer de otro hombre; si el segundo marido la aborrece y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, o si muere este último marido que la tomó para ser su mujer, al primer marido que la despidió no le es permitido tomarla nuevamente como mujer, porque ha sido menospreciada; pues eso es abominación ante Yahvéh. No traerás pecado sobre la tierra que Yahvéh tu Dios te da por heredad.”
(Devarim/Deuteronomio 24:1-4)
En la mentalidad general del diseño original, la Torah revela que Yahvéh considera al matrimonio como una unión de alianza amorosa para toda la vida. Una unión que manifiesta físicamente el misterio de Su Unidad (Ejad) y que, por lo tanto, solo termina cuando muere uno de los cónyuges (1 Corintios 7:39). Entonces, y dado que se trata de una institución sagrada, una vasija de Luz totalmente celestial, los hijos primogénitos no deberíamos tomar a la ligera la idea de disolverla.
La Torah revela que un matrimonio israelita sólo era válido si se hacía bajo la denominada jupáh (símbolo del respaldo celestial), y con la firma de la ketubáh (documento legal de alianza matrimonial) que era la representación de lo civil.
Estudiando este texto nos damos cuenta que el divorcio era permitido en Israel, pero cuidadosamente regulado por autoridades espirituales expertos en justicia divina. Solamente una autoridad espiritual puede dictaminar un divorcio, y por motivos graves, ya que el matrimonio en la cosmovisión yahvista es un compromiso sagrado e inviolable, pero a causa de la naturaleza caída del ser humano, no indisoluble.
Así pues, bajo la Torah de Yahvéh, el matrimonio no se puede simplemente disolver en cuanto uno de los cónyuges quiera hacerlo; debe de haber una causa para extender un guet (o carta de divorcio). Es decir que la despedida de una mujer tiene que ser por un acto oficial de entrega de esa guet ( גט). Con este documento se le devuelve a la mujer el estatus de no casada y, por lo tanto, la dignidad y el derecho a casarse de nuevo con otro. Esta carta de divorcio es precisamente el documento oficial y legal que da el derecho a la mujer de casarse de nuevo. Sin un guet, sería una adúltera si se uniera a otro hombre.
Mediante esta legislación, en la mentalidad hebrea, el divorcio nunca se veía como una opción preferida o fácil. La palabra hebrea traducida como divorcio tiene en su raíz la idea de “separar por medio de un corte”, y transmitía la imagen de la amputación que sufría aquello que es una sola carne. Así cada miembro de Israel consideraba el divorcio como cortar o mutilar a un cuerpo viviente, y dejarlo para siempre inválido.
En el tiempo del Segundo Templo, después de regresar del exilio babilónico y hasta los días de Yeshúa, habían aparecido dos interpretaciones principales de la palabra “reprochable”, en hebreo erváh – ערוה – (palabra que también se traduce como «desnudez«, «desgracia«, «defecto«, «indecencia«, «inmundicia», «confusión«, «vergüenza«, «impureza«, y/o «promiscuidad«); por un lado, se encontraba la interpretación de la casa del maestro Hillel que decía que se puede despedir a una mujer por cualquier cosa que cause molestia en el esposo, incluso si ella fracasa en la cocina. Por el otro lado, la casa del maestro Shamai era más estricta ya que sólo permitía divorcio cuando había un comportamiento sexual indecente en la mujer.
Por eso, al leer el Evangelio de Mateo, nos encontramos con la siguiente historia en la vida de nuestro Mesías:
“Entonces se le acercaron los fariseos, tentándolo y diciéndole:
– ¿Está permitido al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?
Él, respondiendo, les dijo:
– ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, “hombre y mujer los hizo”, y dijo: “Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó no lo separe el hombre.*
Le dijeron:
– ¿Por qué, pues, mandó Moisés darle carta de divorcio y repudiarla?
Él les dijo:
– Por la dureza de vuestro corazón, Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera. Le dijeron sus discípulos: –Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse.”
(Mateo 19:3-10 _ RV1995)
Vemos aquí como Yeshúa, nuestro Maestro, en concordancia con este Midrásh, se atrevió a entrar en la discusión que había entre la casa de Hillel y la casa de Shamai dando razón a la interpretación de éste último.
Considerando este relato de la enseñanza de nuestro Maestro, podemos sacar cuatro conclusiones fundamentales de este texto:
1. El divorcio NO pertenece a los lineamientos y pautas del diseño original del Eterno para el ser humano.
2. El divorcio fue permitido por el Eterno, nunca ordenado.
3. El Eterno permitió el divorcio por causa de la «dureza del corazón» del hombre y la mujer.
4. La causa de un divorcio para poder casarse con otra persona no puede ser cualquiera. Sólo puede ocurrir por algo indecente tal como vemos que Yeshúa da sentido a la expresión hebrea “ervat davar”, traducido como fornicación (RV) e infidelidad (LBLA) en Mateo cap. 19 vers. 9.
Desde esto, y continuando con lo que la Torah revela en esta porción, debemos conocer que cuando leemos la expresión ervat davar (que ha sido traducida: «alguna promiscuidad«) nos encontramos con la clave en toda esta discusión. Según la respuesta de Yeshúa, en Mateo cap. 19, vers. 9, un varón no comete adulterio al despedir a su mujer y casarse con otra, si hay en ella una conducta sexual indecente – ervat davar.
Debo contarles que el concepto de ervat davar se encuentra también en el capítulo anterior en esta misma parashá (Deut. 23:14) refiriéndose a los excrementos humanos, que no podían ser vistos por la Presencia del Eterno ni dentro ni fuera del campamento de guerra. Sería algo indecente para la Presencia divina. Por eso, la expresión no puede interpretarse como “cualquier causa” o “cualquier cosa que desagrade al marido”, sino tiene que ver con una desviación sexual, que convierten a la sexualidad como un instrumento que energiza a las fuerzas del Sitrá Ajrá («el Otro Lado»). Luego, en la Septuaginta (Versión de los LXX) la expresión ervat davar fue traducida al griego como porneia – πορνεία –, que significa fornicación, es decir inmoralidad sexual. Lo más interesante de esto, es que en la enseñanza de Yeshúa se está usando esta idea y la misma se aplica tanto a la mujer como al varón que adultera.
Concluyamos pues, que la expresión ervat davar en el capítulo 24 de Devarim (Deuteronomio) no se está refiriendo ni a cualquier conducta desagradable de la mujer, según los caprichos del varón, sino a una desviación sexual de la mujer muy desagradable para el esposo, de la misma manera que los excrementos puestos en el suelo, dentro o cerca del campamento de guerra santo, causarían disgusto a la Presencia divina.
Así que, según la enseñanza de Yeshúa en Mateo capítulo 19, donde explica el texto de Deuteronomio 24, el divorcio está permitido, para las personas con corazones duros, cuando existe algún tipo de comportamiento causado por una perversión sexual muy desagradable en el cónyuge. Él dejó bien explicado que si alguien se divorcia por cualquier causa, que no sea infidelidad, si se vuelve a casar es como si estuviera en adulterio.
«También se dijo:
«Cualquiera que repudie a su mujer, que le dé carta de divorcio.» Pero yo os digo que todo el que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de infidelidad, la hace cometer adulterio; y cualquiera que se casa con una mujer divorciada, comete adulterio.”
(Mateo 5:31-32)
Un divorcio oficial, con la entrega de un documento legal, da el derecho a casarse de nuevo con otra persona. Sin embargo, las pautas proféticas de la Torah revelan que cada divorcio causa lágrimas en el cielo (Mal. 2:13-15).
No obstante, si alguien tiene motivos bíblicos de divorcio (los cuales, de acuerdo con 1 Corintios 7: 15, incluyen abandono por el cónyuge no creyente), ellos ciertamente tienen permiso de divorcio, y el Eterno no se los “sostendrá en su contra” amenos, claro, que Él les haya dicho específicamente que no se divorcie y estarían desobedeciendo la palabra especifica para sus vidas.
Por eso, y teniendo en cuenta el Yugo de Yeshúa, los que han recibido el Espíritu del Mesías por medio del nuevo nacimiento cuentan con una orden más, según lo que está escrito en la primera epístola a los Corintios: “A los casados instruyo, no yo, sino el Señor: que la mujer no debe dejar al marido (pero si lo deja, quédese sin casar, o de lo contrario que se reconcilie con su marido), y que el marido no abandone a su mujer.” (1 Corintios 7:10-11) Reafirmando que en un matrimonio creyente se debe priorizar el servicio de la reconciliación antes de llegar a un divorcio por cualquier causa. Las Sagradas Escrituras dejan bien claro que nuestro Abba odia el divorcio (Malaquías 2:16) y esa reconciliación y perdón deberían ser las marcas de la vida de un creyente heredero de Su Salvación (Lucas 11:4; Efesios 4:32).
Ahora, al terminar este encuentro con tu alma, elevo mi tefiláh (oración de alianza) en intercesión para que nuestro Abba nos dé gracia a fin de que no existan divorcios entre nosotros.
¡Bendiciones en Su Paz!