Estudiando la parashá MiKetz hemos visto que la interpretación de Yosef , de los dos sueños de faraón, se cumplió fielmente. Evidentemente, por toda la extensión del país egipcio debe haber ocurrido alguna catástrofe de grandes dimensiones, porque Egipto recibe casi toda el agua de que dispone, vía el río Nilo, de las lluvias estacionales que caen en lo profundo del este de África. No sólo escasearon las lluvias allí, sino que el río Nilo, que se desborda todos los años, aparentemente no se salió de su cauce durante varias temporadas, quizás en todo el transcurso de aquellos siete años. Sin la crecida de las aguas del Nilo muy poco podía cosecharse en Egipto.
Como resultado de la planificación de Yosef, Egipto se convierte en el granero del mundo durante los años de hambre. Yosef se aseguró de acumular en todo Egipto grandes cantidades de granos. Luego comenzaron los siete años de hambre y así es que ordenó abrir los depósitos y vender a los egipcios los alimentos. Toda la gente se dirigió a Yosef para obtener granos. Él estaba preparado. No sólo era el distribuidor de todos los granos a lo largo de Egipto, sino que era el que vendía detrás del mostrador para asegurarse de que todos tuvieran suficiente y para prevenir acaparamientos.
También en Canaán había una terrible hambruna, lo que motivó a Yaakov a enviar a sus hijos a Egipto para comprar provisiones, pero retuvo a su hijo menor Binyamín quien quedó en su casa por temor a que le ocurriera alguna desgracia.
Pues bien, considerando esta historia en el marco de la Historia Universal, no hay duda alguna que el hambre y la escasez han acompañado por siglos la evolución de la vida del hombre, múltiples capítulos de la historia de la humanidad así lo reflejan, largos períodos de hambruna generaron muerte y miseria. Esas largas jornadas de hambruna fueron manifestaciones intensas de la pobreza. Este tema, particularmente lo notamos en los relatos de la vida de nuestros padres de la fe que el libro de Bereshit (Génesis) nos brinda.
El mundo antiguo, que enmarcaba la vida de nuestros patriarcas, se caracterizaba por la práctica de la denominada agricultura de subsistencia. Este tipo de economía casi siempre se encontraba acompañado de la desnutrición crónica debido a distintas causas.
Miles de personas, en un momento dado, sentían que estaban sólo a un paso de morir de hambre. Causas naturales (sequías, langostas y plagas) originaban dichas hambrunas.
Las mismas se veían incrementadas por acciones humanas bélicas que causaban estados de sitio y la destrucción de campos por los ejércitos invasores, hasta agravar la escasez de alimentos por la el acaparamiento. En las Sagradas Escrituras encontramos muchos ejemplos de este contexto histórico. El profeta Joel, en su primer capítulo, narra la desolación producida por una plaga de langostas, mientras que el profeta Isaías, en su capítulo séptimo, registra la devastación de la economía de agricultura de Judá, por los invasores asirios.
Usualmente, las hambrunas en esta parte del mundo eran temporales y locales, pero se han documentado algunos casos extendidos y de larga duración. Se sabe que una sequía prolongada y de gran alcance, con sus hambrunas consecuentes intermitentes, centradas en Egipto, tuvieron lugar desde el siglo XXII hasta el siglo XX a.EC. Al menos así lo certifican los textos egipcios de este periodo de tiempo. Un ejemplo de esto está en las Advertencias de Ipuwer, en las que se describe el caos social relacionado con la hambruna de Egipto, e indica que durante este tiempo la gente moría de sed y prevalecían condiciones semejantes a las de un desierto. Este periodo de frecuentes hambrunas corresponde a la era patriarcal.
La primera hambre de la que nos ha llegado registro histórico fue aquella que obligó a Abrám (más tarde Abrahán) a dejar Canaán y residir como forastero en Egipto. (Gén. 12:10.) En los días de Isaac sobrevino otra hambre, pero Yahvéh le mandó al hijo de Abrahán que no fuera a Egipto. (Gén. 26:1, 2.) El hambre de siete años que le sobrevino a Egipto cuando José era primer ministro y administrador del alimento se extendió muy lejos de las fronteras egipcias, porque “de toda la tierra [fueron] a Egipto a comprarle a José [alimento]”. (Gén. 41:54-57.).
Mientras que las inscripciones egipcias evitan escrupulosamente cualquier referencia a la estancia de Israel en Egipto, hay antiguos textos egipcios, como el citado más arriba, que mencionan períodos de hambre provocados por la crecida insuficiente del río Nilo. Un texto hace mención de un período de siete años de pequeñas crecidas del Nilo y el hambre que esta situación provocó. Según el relato, cuando pasó el hambre, se concedieron al sacerdocio ciertas porciones de la tierra. Aunque queda la duda en cuanto a si el documento no es “una falsificación sacerdotal posterior, con el propósito de basar en ella la reclamación de privilegios territoriales”, por lo menos vemos reflejada una tradición concerniente a un período de siete años de carestía. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, pág. 29.)
Antes de que Israel entrara en la Tierra Prometida, el Eterno les aseguró que tendrían abundancia de alimento si le seguían sirviendo fielmente (Dt 28:11, 12.). Sin embargo, la Torah dejaba bien revelado que la hambruna sería uno de los temibles resultados de la infidelidad (Dt 28:23, 38-42.). Un hambruna que se produjo en los días de los jueces hizo que Elimélec y su esposa Noemí se fueran a vivir a Moab como residentes forasteros (Rut 1:1, 2.). Leemos también que el Eterno trajo un hambre de tres años sobre la tierra de Israel en los días de David debido a la culpa por derramamiento de sangre que había contraído la casa de Saúl con relación a los gabaonitas (2Sa 21:1-6.). En respuesta a la oración de Elías, Israel padeció una sequía de tres años y medio que resultó en un hambre severa (Snt. 5:17; 1Re. 17.). Además de las hambres generales del tiempo de Eliseo, el sitio sirio de Samaria causó un hambre que dio lugar a un caso de canibalismo (2Re 4:38; 8:1; 6:24-29.).
Siglos más tarde Yeshúa (Jesús) predijo que la escasez de alimentos sería una de las características que señalarían la conclusión del “sistema de cosas” o sistema reptiliano (Mt 24:3, 7; cf. Rev 6:5, 6).
Años después, un profeta de las primeras comunidades mesiánicas llamado Agabo predijo una hambruna mundial (Hechos 11,28), la cual verdaderamente sucedió durante el reinado del emperador Claudio (44 al 48 d.E.C.). Es lo atestiguan fuentes extra bíblicas. Por ejemplo, Tácito, en los anales 12.43 menciona que las “cosechas escasas” durante ese periodo provocaron hambrunas en distintas regiones del imperio.