Por P.A. David Nesher
Az yashir-Moshe uveney Yisra’el et-hashirah hazot l’Adonay vayomeru lemor ashirah l’Adonay ki-ga’oh ga’ah sus verojevo ramah vayam.
«Entonces, al ver el milagro divino, Moshé, junto a los israelitas, entonó este cántico a YHVH, que declara:
“Cantaré a YHVH porque es sumamente exaltado, y al caballo con su jinete arrojó al mar.»
(Éxodo/Shemot 15: 1)
Si lo pensamos bien notaremos que la salida de Mitsrayim (Egipto) no garantizó la libertad, ya que a los pocos días el Faraón y su ejército persiguieron al pueblo de Israel y lo alcanzaron a las orillas del Yam Suf (Mar Rojo). Recién en este hecho, aquello que parecía una nueva desgracia se convirtió en la salvación definitiva. Y es que el paso del mar colocó a Israel fuera de las fronteras de Egipto, y la destrucción de ejército egipcio ponía el sello a la liberación total… (Aclaración: Israel quedó fuera de las fronteras de Mitsarayim pero, lamentablemente no se liberó de la influencia egipcia pues los paradigmas reptilianos de este imperio aún impregnaban su forma de pensar; como siempre lo expreso: «¡Ellos salieron de Egipto, pero Egipto nunca salió de ellos!»
Lo cierto es que el Eterno hizo cruzar al pueblo de Israel el mar Rojo ordenándoles que partieran las aguas y en el momento que los egipcios tomaron el mismo camino en la persecución, el Eterno hizo que las aguas a su curso normal ahogándolos.
En ese momento de inspiración, el pueblo de Israel entonó junto a Moshé uno de los cantos más bellos, el conocido «Shirá HaYam«, que se traduce como “El Canto del Mar”, expresando su agradecimiento a YHVH por la milagrosa salvación en la que les permitió participar.
Ningún suceso de la historia de Israel mereció una manifestación de alegría tan grande, que se conservará en la historia israelita como un modelo de inspiración divina para renovar a través de los siglos las victorias que el Eterno concederá a los suyos. Un ejemplo de ello lo vemos en el libro de los Jueces, en donde Débora celebra la victoria de Israel sobre los cananeos, surgiendo desde las pautas profética que marca el Shirá HaYam. Así será tan fuerte la Presencia del Espíritu de la Profecía que este cántico, traspasará las dimensiones geográficas de la historia universal, y se convertirá en un canto que, según la revelación divina, servirá incluso para alabar en el Olam Havá (Mundo Venidero).
Una Canción con Connotaciones Cósmicas.
En verdad, y desde una sencilla consideración, notamos que esta canción es una verdadera alabanza dirigida al Creador, que tiene como único propósito agradarlo a Él, exaltando Su Santo Nombre. Muestra al Eterno manifestándose en el plano de la historia factual en una lucha frontal contra el Faraón y su ejército, pero revelando una confrontación cósmica contra las fuerzas del mal que quieren conducir la existencia al caos, tal como quedará escrito en los Salmo y los profetas:
«Dividiste el mar con tu poder;
Quebrantaste cabezas de monstruos en las aguas.
Magullaste las cabezas del Leviatán,
Y lo diste por comida a los moradores del desierto.»
(Salmo 74: 13 – 14)
«En aquel día YHVH castigará con su espada dura, grande y fuerte al Leviatán serpiente veloz, y al Leviatán serpiente tortuosa; y matará al dragón que está en el mar«.
(Isaías 27: 1)
Entonces, debemos aceptar que estamos ante una poesía profética que canta la Gloria y Poder de Yahvéh, que se ha mostrado venciendo a los poderosos egipcios, y anegando al «caballo y al jinete» (v.1), símbolos de los engranajes astrales llamados Tanin (Dragón).
Considerado así, es claro que el texto del cántico describe que el pueblo participó corporativamente de una experiencia mística en la que vieron como el «sar» («príncipe» o «principado«) de Mitsrayim, que controlaba los mecanismos principales del sistema reptiliano, se vio bloqueado en su obra por la Gloria del Eterno que lo anuló dándole vuelta sus «carros«, imagen viva de las asignaciones astrológicas siendo tambaleadas por la Voluntad del que pelea por Israel.
¿Quién era ese «Sar» (Princípe) de Egipto?
Según los sabios, Samael, (en hebreo: סַמָּאֵל, que se traduce como «Veneno de Dios» o «Ceguera de Dios»; también conocido como «Samemel«, «Smil«, «Samil» , «Samiel«), el «rosh» (o «cabeza«) de todos los «Sarim» (principados) que supervisan al Sitrá Ajrá (que se traduce como «El Otro Lado» y es el defensor mismo de Esav).
Así pues, al volcar las ruedas de los carros egipcios, les fue revelado a los israelitas que este príncipe primordial del mal quedó derrumbado en todos sus planes celestiales astrológicos contra el Pueblo Escogido de YHVH, tal como más tarde lo reconocería el malvado hechicero Bilam en un oráculo:
«Porque no hay agüero contra Jacob, ni hay adivinación contra Israel.
A su tiempo se le dirá a Jacob y a Israel:
¡Ved lo que ha hecho Dios!«
(Números 23: 23)
Entonces el Shirá HaYam será un cántico en el que el Eterno es reconocido como el único responsable del acto de la Redención (hbr. «Guehuláh«), a tal punto, que no sólo Israel es mencionado en forma marginal (v. 19) sino que Moshé queda ausente en todo este cántico.
De este modo, al cantar todo Israel el Shirá HaYam, logrará conformar un himno profético que dará sentido cósmico al seder del Pesaj que hicieron la noche del 14 de Aviv, y fortalecerá el sentido mesiánico de esta festividad dando la impronta celestial que necesitarían las futuras generaciones al celebrarla. La historia conmemorada en el Pesaj se haría así vivencial cada vez que los descendientes de Yaakov se reunieran para celebrarla.
Así mismo, Israel comprendió por qué y para qué el Eterno los condujo por este camino. Él quería mostrar su gran y único amor a Israel llevándolos al Sinaí para revelarle los secretos del Esplendor (hbr. «Zohar«) de la Sabiduría (Jokmáh) de su propósito eterno. Por ello, necesitaba asegurar ese amor por medio de una Alianza Matrimonial que garantizaría Su Protección, tal como un esposo promete proteger a su esposa. Este pacto de amor quedaría sellado con un contrato (ketuváh) escrito que es la Torah (Instrucción) divina.
Por eso, toda aquella alma redimida que estudia los secretos del Cielo (codificados en la Torah) cada mañana al despertar, vincula su vida en una relación de alianza marital con el Boré Olam (Creador del Universo), quien como esposo vuelva a asegurarle provisión y protección sobreabundantes.
Teniendo en cuenta lo explicado hasta aquí, podemos entender por qué los midrashim («estudios» o «comentarios«) registran que cuando los israelitas cruzaron el mar y entonaron la “Shirá HaYam”, los ángeles, que participaron desde los ámbitos celestes en este evento, también quisieron cantarlo, pero entonces Elohim les dijo: “…Los israelitas cantarán primero, y solo después lo harán ustedes…”.
Así, el “Cántico del Mar” (o también conocido como «Cántico de Moshé»), es el documento poético-profético más antiguo de la literatura hebrea. Está animado por una auténtica emoción que expresa lo que se conoce como el gozo de la salvación (Salmo 51:12). Desde esta sensación celestial, el alma redimida de cada israelita logra hacer que la emunáh (la fe) y la bitajón (confianza) en Yahvéh se manifestaran como fuerzas mesiánicas que produjeron la apertura de Yam Suf.
Vibrando en esta dimensionalidad de poder, Moshé supo expresar con palabras llenas de entusiasmo, todo lo que cada israelita sintió en su alma por este maravilloso acontecimiento. El Pueblo escogido de Yahvéh aprendió el gran secreto de la guerra espiritual: los hombres pueden vencer a sus enemigos en el campo de batalla. Pero no existe poder humano que sea capaz de aniquilar al adversario, hundiéndolo hasta el fondo del abismo, como se hunden las piedras o el plomo.
Discusiones literarias… ¿Pérdidas de tiempo?
Me veo obligado aquí ha comentarles que se ha discutido mucho acerca del género literario de este cántico. Algunos dicen que es un himno, otros aseguran que se trata de una letanía antigua, otros postulan que más bien se trata de un cántico de coronación al estilo de los Salmos 96 y 99.
En medio de todas estas discusiones de expertos, lo cierto es que la mayoría de ellos admite que estamos ante un texto bastante homogéneo, pero profundamente rico en matices estilísticos, que no admite ser clasificado en su totalidad. Ellos dicen que esto es lo que lo convierte en un poema misterioso con un mensaje poblado de encriptaciones (mensajes codificados que sólo pueden leerse aplicándose una clave).
Por eso, hay que decir algo importante en cuanto al recurso literario. En materia de poesía, los hebreos no usaban la versificación. El historiador Flavio Josefo escribe a este propósito que el canto, así como su bendición a las doce tribus, escrita al final del Pentateuco (c.f. Deut. capítulo 33), fueron escritos en forma hexamétrica. En cuanto al rey David, compuso algunos de sus salmos en trímetros y otros en pentámetros.
Desde esto, diré que el cántico de Moshé encierra una belleza insuperable, debido al mensaje cósmico que encierra. Por eso, su traducción a cualquier idioma hace que pierda gran parte de su majestuosidad y disminuya el magno sentido de sus palabras celestiales.
Para nosotros, y desde nuestra sencillez para acercarnos al texto divino, es importante saber que este Cántico tiene tres temas principales:
- 1) La Grandeza del Eterno.
- 2) La Liberación de los egipcios.
- 3) La entrada futura en Eretz Israel con una sutil alusión al reino del Mashíaj.
Interesante será considerar aquí lo que El Zohar dice:
«… Se nos ha enseñado [desde la antigüedad misma de nuestra existencia como Pueblo] que cada uno que canta este himno diariamente con devoción verdadera será digno de cantarlo en la Redención que se acerca en el futuro, porque se refiere a la vez al mundo pasado y al mundo venidero; contiene confirmaciones de fe y misterios que se relacionan a los días del Mesías. …».
Al igual que el Zohar, el libro de las Revelaciones (Apocalipsis), nos explica que este cántico resonará en el tiempo de la redención final y la resurrección de los justos.
“… Vi en cielo otra señal, extraordinariamente grande y espeluznante: siete ángeles armados con siete plagas, las últimas, porque a través de ellas, la ira justa de Dios fue finalmente satisfecha.
Y vi algo parecido a un mar transparente, como el cristal pero mezclado con fuego, y a los vencedores de la bestia, y de su estatua, y del código secreto de su nombre, en pie, sobre el mar transparente como el cristal, teniendo en sus manos arpas dadas por Dios.
Y cantan el cántico de Moshé, siervo de Dios, que es también el cántico del tierno Cordero, introduciéndolo así:
«¡Grandes y maravillosas son tus obras, YHVH Dios, El Shaddai, justos y verdaderos tus caminos, Rey de todas las naciones!
¿Quién no te temerá YHVH y glorificará Tu Nombre?
Porque solo Tú eres el Santo, por lo cual, todas los gentiles vendrán, y te rendirán culto postrados ante Ti, porque tu justicia ha sido manifiesta a todos.«
(Apoc 15:1-4) [Código Real del NT].
En pocas palabras, el «Cántico de Moshé y del Cordero” (Mashiaj), son los cánticos del final de la redención. Al igual que Moshé y los hijos de Israel salieron del mar, así será también la resurrección de los muertos en el Mesías. Es decir, que todos los que pongan su confianza en Mashiaj y en la Torah de Moshé, serán redimidos de la muerte para poder cantar en el “otro lado” este cántico al Eterno.
Escucha con tu corazón esto: