Por Moisés Franco
“…La religión es el opio del pueblo. Se necesita la abolición de la religión entendida como felicidad ilusoria del pueblo para que pueda darse su felicidad real…”
Karl Marx 1
Quise empezar este texto con una de las frases más polémicas del polémico filósofo alemán porque -más allá de las múltiples interpretaciones que ha tenido- creo que ilustra muy claramente el espíritu de este artículo.
La masturbación, también mal definida como onanismo, ha sido difundida como una práctica pecaminosa por parte del cristianismo sin una explicación clara de por qué lo es. Así, los dogmas han alimentado mitos casi cómicos como “te van a salir pelos en las manos” o “se te va a caer el pene” entre otros extraños dichos que buscan lo mismo que toda religión: alimentar el miedo en base a la ignorancia.
La masturbación se encuentra dentro de las tantas acciones englobadas en el concepto hebreo de “zera levatalá”, traducido como derramamiento de semen en vano. Para entender mejor esta idea y sacarla del dogmatismo religioso quisiera mencionar lo expuesto sobre el tema por el rabino Noson Weis en su estudio “La represa de Noaj”2.
Él explica que la causa del diluvio universal fue principalmente el derramamiento de semen en vano y el robo. Weis comenta que existe una energía creativa que renueva el universo constantemente y que “… (el) recipiente sobre el cual es vertida constantemente esta energía de creación es el ser humano mismo”.
Pero para que esa energía pueda ser bien recibida por el recipiente sin que se derrame y ocasione destrucción debe éste estar en posición correcta. Dicha posición es el amor en el matrimonio que busca permitir que el Eterno traiga más vasijas al mundo donde depositar su benevolencia (energía creativa).
Esta autoridad judía explica que el placer y la alegría propia del acto sexual son una clara representación de la inmensa alegría y placer que tiene el Eterno al dar vida. Entendiendo esto, quedarse con el goce de la relación sexual sin tener la intención de promover la vida humana es un acto de robo, tanto a YHVH porque le impedimos derramar más benevolencia, como para la humanidad entera porque la privamos de recibir más de dicha cualidad divina.
Este tema sin duda merece un tratamiento mucho más profundo que el que puede darse en este texto, pero lo traigo a colación para dejar en claro por qué es pecado la masturbación.
Ahora bien, ¿por qué el título de este escrito? Porque existe otra práctica pecaminosa que es comparable a la masturbación pero que pasa mucho más desapercibida.
Comenzamos citando a Marx quien hace una analogía entre el opio y la religión. Básicamente porque esa droga tiene una función analgésica poderosa, es decir que distrae y calma el dolor. De la misma forma la mentalidad religiosa busca ser un calmante para los dolores ónticos y
materiales del ser humano y, al igual que el opio, genera imágenes fantasiosas en la mente permitiendo evadirse de la realidad.
Muchas veces en el ámbito donde me desenvuelvo se suele pensar en religión en términos de instituciones formales (catolicismo, evangelicalismo, budismo, judaísmo, islamismo y otros ismos).
Sin embargo, así como la masturbación busca sólo el placer individual pero no tiene interés en traer hijos al mundo, del mismo modo una persona puede ejercer una masturbación “santa”. Me refiero a tener una búsqueda espiritual, la cual por ejemplo puede usar el nombre bendito del Mesías, del Eterno, de la torah y las enseñanzas de un mentor espiritual a fin de sólo satisfacer su placer egóico.
Quien practica esta suerte de masturbación “santa” (entiéndase el encomillado como ironía) busca sentir el placer de creerse santo y cercano al Creador, pero no tiene la intención genuina de traer nuevos hijos a la familia de Dios (Efesios 2:19).
Es decir, la religión personal busca por un lado generar un placer almático egoísta (como el onanismo) y es un instrumento para evadirse de los conflictos y traumas internos, para aliviar lo doloroso de la realidad presente (como el opio).
No tiene una intención real de transformar el mundo, sino que después de su práctica ritual (sea cual sea) se siente descansado y tranquilo, como quien acaba de masturbarse.
En cambio, vemos a nuestros patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, quienes buscaban una intimidad con el Bendito, pero para ser parte activa de la promesa de restauración de la humanidad.
Así llegamos a Jesús (en adelante preferiré usar su nombre en hebreo, Yeshúa, para diferenciarlo de la masturbación espiritual promovida por el cristianismo usando el nombre griego).
El verdadero Mesías, no el distorsionado facilitador de opio promovido por la religión, tenía una relación tan íntima con su Papá que eran uno (Jn. 17:11). Pero no anhelaba esa unidad para “sentirse bien”, sino que de esa relación obtenía poder para sanar enfermos, echar fuera demonios, multiplicar alimentos y sobre todo para enseñar con autoridad la torah (instrucción divina) a fin de que su entorno creyera en la benevolencia del Eterno y quisiera “nacer de nuevo” como hijo del Altísimo.
La verdadera adoración, la que es en Espíritu y verdad, acerca al ser humano al amor de YHVH pero no se queda ahí, sino que en base a esa cercanía dispone de todos y cada uno de sus recursos para dar a conocer a otros a la vida eterna.
Por eso, Yeshúa les encargó a sus herederos ministeriales que “vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado…” (Mt. 28:19, NBLH).
Entonces, si tu vida de oración y estudio de las Escrituras Sagradas no produce evidencias de fe que traigan nuevos discípulos, porque tal vez ni siquiera lo intentas, entonces lejos estás de tener intimidad con el Creador.
En un mundo cada vez más degradado y con la maldad tan activa la pasividad no es una opción para un verdadero hijo del Eterno. El desafío es salir de la propia religión, la personal, de la comodidad de estar “tranquilo” en la masturbación almática para dejar que Su Espíritu Santo nos insemine vida a fin de compartir con nuestro entorno y elevarlo hacia YHVH.
«Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.»
(1 Ped. 2:9| NVI)
CITAS
1- “Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel”, Karl Marx, Deutsh-Französischen Jahrbücher, Alemania, 1844. Traducciones compiladas.
2- “La represa de Noaj”, Noson Weis, publicado en AishLatino.com y tomado el 30/11/19 a las 19:15 bajo el siguiente enlace: www.aishlatino.com/tp/i/mayanot/La-Represa-de-Noaj.html?mobile=yes