Por P.A. David Nesher
“Entonces Ester envió esta respuesta a Mardoqueo: «Ve y reúne a todos los judíos de Susa, para que ayunen por mí. Que no coman ni beban nada durante tres días y tres noches. Mis criadas y yo haremos también lo mismo, y después iré a ver al rey, aunque eso vaya contra la ley. Y si me matan, que me maten.
(Ester 4: 15-16)
Lo primero que necesitamos remarcar es que el ayuno es una práctica espiritual que ayuda a bajar el volumen en nuestras búsquedas físicas para enfocarnos con más precisión en nuestra estructura psíquico-espiritual conocida como Neshamáh («alma altruista» o «alma elevada«).
Debemos entender que en la mentalidad de Israel esta disciplina facilita el proceso llamado en hebreo «teshuváh» (literalmente «regreso«, «retorno» o «giro«) traducido en los textos bíblicos como “arrepentimiento” (en griego metanoia). Es que en la práctica del ayuno nosotros retornamos a nuestro estado esencial de pureza. Nuestra mente se pone a disposición del Mesías, y Él la llena de Sus pensamientos a fin de volver al mundo material y transmutarlo por medio de la fe.
Desde este entendimiento espiritual despojaremos al ayuno de todo misticismo pagano con el que las religiones babilónicas lo practican y lo convertiremos en un instrumento apropiado para que el espíritu domine y sature con emunáh (convicción) al alma y está no sea fuente de pasiones e ilusiones.
Leemos que Ester pidió un ayuno porque sabía que a través de un análisis de conciencia los judíos lograrían la conexión espiritual necesaria para que su misión liberadora de transmutación de destino fuera exitosa.
Por eso, el propósito de este ayuno es la elevación y la inspiración del espíritu redimido por el Pacto del Eterno. Todo hijo del Eterno sabe que Dios ha provisto un Camino para cambiar ciertas derrotas en victoria y transformar las fortalezas egoicas en autopistas de Su poder y Su gracia.
¡Cuando la derrota mira de frente al rostro de un escogido, la potencia oculta del ayuno y la oración le otorga el poder para lograr descubrir al Espíritu Santo obrando dentro de él!
Los judíos ayunaron y clamaron en oración el 13 de Adar en preparación para su defensa en contra del decreto de Hamán. Ellos conocían el secreto develado por las Sagradas Escrituras que enseñaban al ejército de Israel a practicar el ayuno cuando iba a la guerra. Los soldados debían meterse a ayunar el día anterior al inicio del tiempo bélico. Esto se contrastaba con los ejércitos seculares paganos, que pasaban el día anterior preparando provisiones y armamentos. Todo israelita conocía que la mejor arma de un hebreo es el reconocimiento de que la fuerza y la victoria vienen solamente a través del Eterno Dios (Jueces 20:26; 1 Samuel 7:6).
Así lo había confirmado el profeta Zacarías desde Jerusalén, cuando recibió el oráculo divino que decía:
—Esta es la palabra del SEÑOR para Zorobabel:
“No con ejército ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos.«
(Zacarías 4: 6 – RVA)
Ante este edicto imperial proveniente de Hamán el agagueo, los judíos sabían que el ayuno era la clave para el giro del destino, ya que conocían que Moshé ayuno antes de entrar en guerra con Amalek, antepasado patriarcal de Hamán (Éxodo 17:10).
Para el pueblo de Dios la razón del ayuno es mostrar que el hombre no prevalece debido a su gran fortaleza física o habilidad, sino sólo gracias a que eleva sus ojos en súplica al Cielo (dimensiones del Reino) y Dios, desde Su Trono, le concede su misericordia para triunfar en la batalla. Además, el hecho mismo de que estamos debilitados físicamente cuando la batalla comienza, nos asegura que ninguna victoria puede ser atribuida a nuestras proezas físicas.
En la historia de Ester vemos que ella ayunó durante tres días y tres noches y oró por su pueblo, cubriendo la cabeza con polvo y pidiendo también al pueblo que ayunase. Al tercer día vemos a Ester transformada, pasando de su monótona vida palaciega a la acción. En esta actitud se presenta al rey, «aun en contra de su orden y si he de morir, moriré» (4,16).
La heroína renuncia a su vida de lujo y esplendor para compartir la suerte de su pueblo calumniado y perseguido.
El ayuno ayudó a Ester a vencer el miedo al hombre, y hasta el miedo a la muerte, y de ese modo recibió una unción de denuedo que la condujo a manifestarse valientemente delante del rey de Persia.
Ella aprendió en esos tres días de ayuno a dejar en las manos de Dios absolutamente todo, incluso su futuro y hasta sus enemigos.
El relato de Ester muestra cómo el Eterno oyó las súplicas y atendió el ayuno de Su pueblo y el mismo día en que los persas tramaban exterminar al pueblo, lo israelitas fueron quienes enfrentaron y derrotaron a sus enemigos y eliminaron en todo el reino setenta y cinco mil adversarios, a parte de los que eliminaron en Susa, la capital del imperio Persa. Y ningún israelita murió, ya que no fue la fuerza o la destreza bélica lo que imperó, sino el Espíritu de Dios que los acompañó.
Al participar en este ayuno en particular nuestros corazones se sujetarán al correcto paradigma bíblico de que los mortales tienen límites, pero Dios puede conseguir lo imposible.
En el libro de Ester se nos revela que el ayuno es un asunto serio con Dios. ¡El ayuno lo cambia todo!
Amados discípulos de Yeshúa, los exhorto a practicar este ayuno junto a todos los primogénitos del Monte Santo ya que sé que lo inspirará y fortalecerá para pelear la buena batalla porque sabemos que Dios ya nos ha dado la solución.
¡Anímense y traigan la gloria de Dios a su vida, a su asamblea, a su ciudad y a su nación a través del poder secreto de las tefilot (oraciones) elevadas en el Ayuno de Purim.
Shalom Alejem!