Cuando un varón se casa con una mujer, es común que esta trate instintivamente de tomar el control; y de asumir la posición de autoridad en la relación de pareja.
Desafortunadamente, esto va en contra del diseño divino original para las relaciones entre varón y mujer en alianza. En dicha ingeniería celestial, la mujer esta llamada a “complementar” a su marido.
Por el otro lado, en este sistema actual de cosas, suele también darse el caso de que el varón que se casa se exceda en su posición; y, en vez de “disciplinar” a su esposa, termine abusando injustamente de ella.
La clave para evitar este conflicto de intereses, es que tanto el varón como la mujer renuncien a su propio ego (a adelantar sus agendas personales), y se comprometan con adelantar solamente la agenda divina. Esto se logra cuando cada uno se compromete con poner la voluntad de Yahvéh, por encima de su propia voluntad. Pero, ¿como evitamos que cada uno de ellos entienda de modo distinto cual es esa voluntad divina para con su vida? Pues asegurándonos de que, tanto el varón como la mujer, sigan la misma cultura de fe. De este modo, ambos cónyuges perseguirán la misma meta, tal y como la interpreta la cultura a la cual ambos pertenecen.
¿Por que es importante que ambos sigan la misma voluntad divina? Pues porque, de otro modo, se encontrarán siempre en desacuerdo, tratando de “mantenerse juntos”, a la misma vez que “caminan hacia direcciones distintas”, a causa de estar transitando caminos diferentes.
Por eso dice las Sagradas Escrituras:
«¿Andarán dos juntos (hacia la misma meta), si no estuvieren de acuerdo (en la dirección en la que esa meta se encuentra)?».
(Amós 3:3)
Por eso, es indispensable que cada creyente hebreo se asegure de que su futura pareja comparte la misma fe, a fin de promover la unidad y la armonía matrimonial.
En conclusión, a menos que medien razones de fuerza mayor, no es aconsejable que ningún varón creyente en la Torah (Instrucción) de Yahvéh, según el Yugo de Yeshúa, se case con una mujer incrédula. Esaú cometió este error, al casarse con dos mujeres cananeas. ¿Cual dice la Torah que fue el resultado de esta grave equivocación?:
«Y cuando Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri heteo, y a Basemat hija de Elón heteo; Y FUERON AMARGURA DE ESPÍRITU PARA ISAAC Y PARA REBECA.»
(Génesis 26:34-35)
En base a esta triste mancha en la historia patriarcal, para ese pueblo de Israel el hecho de casarse con alguien que no profesa la misma cultura es una pesadilla para los padres y un escándalo enorme dentro de la comunidad misma. La explicación es muy simple: cuando alguien (varón o mujer) es guiado por el corazón, se olvida de la razón. ¿Cómo es posible construir un hogar unificado cuando la pareja tiene visiones tan diferentes? Y, en este caso, no son aquellas “diferencias complementarias”, son diferencias que guían hacia caminos opuestos. ¿Cómo caminar juntos si los caminos no son los mismos? Si la pareja pretende tener hijos, ellos crecerán en una casa dividida. Tendrán dos opciones de fe y, al mismo tiempo, no tendrán ninguna. Es tener que pedirles a ellos que elijan: “¿Quieres seguir al Dios de papá o al de mamá?”
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