«Aconteció después de estas cosas que Dios probó a Abraham, y le dijo: ¡Abraham! Él respondió: Heme aquí«
(Génesis 22:1)
Nuestro padre Abraham no tuvo noticias de Elohim (Dios) por muchos años. El Eterno parecía estar en silencio. Pero después de estas cosas Elohim probó a Abraham, y le pidió que hiciera lo impensable. Esta expresión es la prueba fidedigna de que el Eterno probó a Abrahán pero no tenía la intención de que el patriarca sacrificara a Isaac. Esta es la primera vez que la palabra prueba se utiliza en las Sagradas Escrituras, y sería la mayor prueba de Abraham.
La palabra hebrea que ha sido traducida aquí como prueba también significa tentación y provocación. Será importante en este momento comentarles que las tres acepciones tienen tres propósitos diferentes:
- La prueba tiene el propósito de fortalecer y elevar.
- La tentación tiene el propósito de hacer caer y destruir.
- La provocación tiene el propósito de resistir y contender.
Aunque la misma palabra es usada para los dos primeros significados (prueba y tentación) hay una gran diferencia entre una cosa y otra. El propósito detrás del acto determina si es una prueba o una tentación. Si el propósito es hacer que la persona caiga en desgracia, es una tentación. Si el propósito es hacer que la persona suba a un nivel más alto, es una prueba. Desde esta clara distinción, notamos que las Escrituras Sagradas dejan bien en claro que:
- El Eterno no tienta ni provoca a nadie (Santiago 1:3), pero sí pone a prueba a todas las cosas creadas.
- El ángel maligno, HaSatán (satanás), el enemigo del hombre, puede provocar y tentar a los hombres.
- El ser humano puede provocar al Eterno.
El Eterno puede utilizar la tentación de HaSatán (El Adversario) como una prueba para el hombre. Se entiende que el propósito que el adversario tiene con su tentación es hacer caer al hombre, pero el propósito de Yahvéh cuando permite que el HaSatán tiente al hombre es fortalecerlo y elevarlo. El Eterno está muy por encima de todo y todos y el HaSatán no puede hacer nada sin el permiso del Eterno. El propósito de la prueba es elevar a la persona. Cuando uno ha pasado la prueba tiene siempre una gran recompensa. La recompensa mayor que el ser humano puede recibir es un carácter aprobado:
“Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada.”
(Santiago 1:2-4)
Si una persona no pasa la prueba que el Eterno le pone tiene dos opciones, hacer la prueba otra y otra vez hasta que la pase, o finalmente ser eliminado. Lo que pasó con la mayoría de los hijos de Israel que salieron de Egipto fue que suspendieron la prueba diez veces, (cf. Números 14:22), y por eso no pudieron subir al nivel superior que el Eterno había preparado para ellos en la tierra prometida. Por esto, es que Moshé, coloca aquí este relato de la última y gran prueba de Abraham avinu. El Eterno llamó a nuestro padre…
“Y dijo:
Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Yitsjak, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en ofrenda de ascensión sobre uno de los montes que yo te diré.”
(22:2)
La palabra hebrea traducida como “ahora” es «na«. Tiene principalmente dos acepciones, “por favor” y “ahora”. Esto quiere decir que se puede traducir: “Toma por favor a tu hijo…” No es una orden fuerte sino una petición suave. Yahvéh quería probar la sincera veracidad de Abraham si realmente estaba buscando los deseos del Cielo o sus propios deseos. Llevaba mucho tiempo sin sacrificar animales y ahora Yahvéh le pide a su hijo, el que más amaba.
Yahvéh lo llamó, y Abraham le respondió: «Heme aquí«. Esto no fue una prueba para producir fe, sino una prueba para revelar su nivel de fe. El Eterno edificó a Abraham lentamente, parte por parte, año por año, hasta ser un hombre de fe. Nuestra fe no es puesta realmente a prueba hasta que Elohim (Dios) nos pide que soportemos lo que parece insoportable, hacer lo que parece irracional, y esperar lo que parece imposible.
En esta ocasión el Eterno puso a prueba a nuestro padre Avraham. Esta prueba no fue tanto para producir fe, sino una prueba para revelar la clase de fe que Abrahán tenía. Es un evento que le demostraría al patriarca y sus descendientes que Yahvéh, durante ese tiempo de silencio, edificó el ser de Abraham lentamente, parte por parte, año por año, hasta ser un hombre de fe (hebreo emunah). Por lo tanto, el propósito de la prueba era elevarlo. Por eso, esta será la última (y la definitiva) prueba para perfeccionar su fe (emuná), tal y como lo explicaría Santiago en su epístola a los discípulos del primer siglo de nuestra Era Común:
“Ya ves que la fe actuaba juntamente con sus obras, y como resultado de las obras, la fe fue perfeccionada”
(Santiago 2:22)
Así que la fe de Abraham fue perfeccionada por medio de esta prueba, en el sentido de llegar a su máximo potencial. Después de esta prueba la confianza de Abraham llegó a un nivel que no necesitaba más pruebas, había alcanzado su meta. Y es que la prueba es utilizada por del Eterno para poner presión sobre las personas a fin de que se manifieste lo que hay en sus corazones en los momentos de crisis:
“Y te acordarás de todo el camino por donde YHVH tu Elohim te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos.”
(Deuteronomio 8:2)
Abraham era un compañero de pacto con el Eterno. El Eterno necesitaba que la obediencia total de Abraham se manifestara para poder cumplir sus propósitos en su vida y producir por medio de él aquella simiente de la mujer que había sido prometido a Adam y Javá: el Mesías (Génesis 3:15). Como Abraham le entregó a su hijo único, así Yahvéh entregó a Su Hijo Únigénito para ser un sacrificio de pecado no solamente por la descendencia de Abraham, sino por todo el mundo, (cf. Juan 3:16).
El Eterno, nuestro Abba, no quiere que pongamos un signo de interrogación en nuestra fe, sino un punto. Un punto que signifique que tenemos por Él una fe consolidada, perseverante, continua, porque al final su obra es para nuestra bien. El Señor conoce muy bien nuestro propósito y además nuestra capacidad de fe. Para ello son sus pruebas, porque no se sabrá nunca si la fe es real, si nunca fue alguna vez probada. Está bien claro que las pruebas nos permiten asombrarnos a nosotros mismos acerca de la capacidad de fe que hemos desarrollado desde nuestro Nuevo Nacimiento.
Como en todas las cosas, el propósito sobresaliente del Eterno es que nosotros, como hijos, seamos transformados más y más a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:29). Esta es la meta del discípulo de Yeshúa, y todo en la vida, incluyendo especialmente las pruebas, está diseñado para permitirnos alcanzar esa meta. Es parte del proceso de la santificación, siendo apartados para los propósitos de Dios y equipados para vivir para Su gloria. El apóstol Pedro nos explica la manera en que las pruebas logran esto:
“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.”
(1 Pedro 1: 6-7)
La fe del verdadero creyente se reforzará mediante las pruebas que experimente para así descansar en el conocimiento de que dicha fe es real y durará para siempre.
Entonces debemos aceptar que las pruebas desarrollan el carácter piadoso, y eso nos permite “…[gloriarnos] en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” (Romanos 5:3-5). Nuestro amado Mesías Yeshúa fue el ejemplo perfecto de esto. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:8). Estos versículos revelan aspectos de Su propósito divino tanto por las pruebas y tribulaciones de Jesús el Cristo, como por las nuestras. El perseverar comprueba nuestra fe. «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13).
Una de las bendiciones más grandes, a decir verdad, la más gloriosa que tuvo nuestro padre Abrahán, fue que a través de esta prueba pudo ver el día del Mesías Yeshúa, en plena manifestación redentora. De esto quedó constancia escrita ya que el mismo Señor dijo: “Abraham, vuestro padre, se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y se regocijó.” (Juan 8:56 -RV 1995) Ese gozo era la más grande que podía experimentar nuestro padre.
Por eso, para finalizar quiero animarte con lo que el profeta Jeremías dice:
«Benditos son los que confían en el Señor y han hecho que el Señor sea su esperanza y confianza.«
(Jeremías 17:7 – NTV).
¿Qué sucede en los momentos de prueba si confías en el Señor? Mira la promesa del Eterno en:
«Los que en mí confían no quedan defraudados«
(Isaías 49:23 – DHH)
Si no estás dispuesto a sacrificar por amor a Yahvéh lo que más te gusta, entonces tienes algo en tu vida que está interponiéndose entre tu vida y Su Presencia. Eso se ha convertido en un dios falso para ti. Eso se llama abominación de idolatría. Yahvéh y Su Justicia (Su Reinado) tienen que tener el lugar primordial en nuestras vidas (Mt. 6: 33), y si existe algo en tu vida que desafía ese lugar Él te pedirá que lo sacrifiques. ¿Estás dispuesto para ello?
Deseo que el Eterno nos conceda su gracia para poder pasar las pruebas con éxito para que también nosotros podamos ver el día de Yeshúa con gozo.