El conflicto inició el 28 de julio de 1914 cuando Viena declaró la guerra al Reino de Serbia tras el asesinato, un mes antes, en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando heredero al trono Austro-Húngaro, y su esposa Sofía Chotek. El autor de tal magnicidio fue un joven serbobosnio llamado Gavrilo Princip. El asesino era miembro de un comando serbio-bosnio comandado en las sombras por Dragutin Dimitrijevic, conocido como Apis y responsable del Servicio de Información servio, y por extremistas de la sociedad secreta Mano Negra. Este magnicidio pretendía golpear al Imperio Austro-Húngaro y facilitar la creación de la utopía denominada la Gran Serbia, una nación que reuniese a todas las poblaciones eslavas que que permanecían sometidas al poder de los Habsburgo. El adolescente Princip fue detenido de inmediato y no fue condenado a muerte debido a su edad, pero falleció en una cárcel checa en 1918.
En pocas horas de aquel día de julio, las tinieblas y la muerte aceleraron los pasos humanos para que lo que hasta entonces nadie había visto en materia bélica se manifestara inmediatamente. Primero, fue un telegrama del Imperio Austro-Húngaro declarando la guerra a Serbia, seguido pocas horas después por los disparos de la armada fluvial austríaca contra Belgrado. Con estos dos hechos dio comienzo a un enfrentamiento bélico despiadado, criminal, inhumano, algo que nunca había presenciado la humanidad.
El escueto telegrama fue enviado desde Viena mediante el servicio común de correos imperiales de Austria-Hungría, a través de Budapest y Belgrado, para llegar finalmente a Nis, al sur de Serbia. Allí se encontraba refugiado el Gobierno de Serbia, anticipando un posible golpe militar de los austríacos y asumiendo que la capital serbia era indefendible.
El mensaje, de sólo tres frases, expresó el descontento del Imperio Austro-Húngaro por el rechazo serbio de un ultimátum del día 23, que de hecho responsabilizaba a Serbia del asesinato en Sarajevo del heredero al trono austro-húngaro un mes antes.
«A partir de este momento, Austria-Hungría se considera en guerra con Serbia«, concluye la nota.
Entre la medianoche del día 28 y las 02.00 de la madrugada del día 29 de julio se produjo un primer intercambio de fuego entre las dos partes y con ello las primeras bajas de esta guerra: dos del lado austríaco y dos del lado serbio.
En la guerra se vieron involucradas todas las grandes potencias industriales y militares de la época divididas en dos alianzas opuestas: Por un lado se encontraba la Triple Alianza conformada por las Potencias Centrales: el Imperio alemán (Prusia) y Austria-Hungría. Italia que había sido miembro de la Triple Alianza no se unió a las Potencias Centrales, pues Austria, en contra de los términos pactados, fue la nación agresora que desencadenó el conflicto. Por otro lado se encontraba la Triple Entente, formada por el Reino Unido, Francia y el Imperio Ruso.
Ambas alianzas sufrieron cambios y fueron varias las naciones que acabaron ingresando en las filas de uno u otro bando según avanzaba la guerra: Italia, Japón, el Reino Unido, y Estados Unidos se unieron a la Triple Entente, mientras el Imperio Otomano (Turquía) y Bulgaria se unieron a las Potencias Centrales de la Triple Alianza. En total, más de 70 millones de militares, incluyendo 60 millones de europeos, se movilizaron y combatieron en la guerra más grande de la historia hasta ese momento. El Imperio Otomano luchó por sus intereses geoestratégicos hasta el final de la guerra, lo que aceleró su proceso interno de desmembramiento y decadencia. Sobre las ruinas de la sublime puerta, los jóvenes turcos –con Ataturk a la cabeza– construyeron la nueva, laica y moderna Turquía.
La Primera Guerra fue un acto donde se mezcló la locura humana y la competencia entre naciones poderosas. Alemania, en el centro del continente estaba en 1900 más desarrollada y más rica que Inglaterra y que Francia pero carecía de colonias que le proveyeran de insumos elementales, como si tenían los otros. Y los necesitaba. Inglaterra era el centro de un Imperio casi inabarcable y dueña y señora de todos los mares con una flota de combate nunca vista. Francia era más campesina. Pero desde hacía veinte años se presenciaba una carrera armamentista entre los poderosos.
La Gran Guerra, como también se llamó a este conflicto, se basó militarmente en una serie de inmensos frentes de guerra constituidos a lo largo y ancho de las tierras de Europa. Frentes en los cuales los soldados pasaban meses, en unas condiciones físicas e higiénicas denigrantes, salvo que los hirieran o murieran en combate, con lo que eran trasladados a la retaguardia. Hubo varios frentes.
Tras la invasión a Serbia por Viena, la Rusia del Zar comienza a movilizarse casi inmediatamente. Los serbios son eslavos del sur, forman parte de un mismo pueblo con los eslavos del norte. Alemania, por su parte, invade la neutral Bélgica para aprovisionarse de carbón y minerales. Esa violación de la soberanía belga llevó a Inglaterra a declarar la guerra a Alemania. Pero los alemanes avanzan por Francia y pueden ser detenidos recién en las afueras de París. Luego retrocedieron y se atrincheraron en distintas zonas conformando el Frente Occidental.
En el Frente Oriental, el ejército ruso logró algunas victorias frente a los austro-húngaros, pero fueron detenidos por los alemanes en su intento de invadir Prusia Oriental. En noviembre de 1914, el Imperio Otomano entró en la guerra, lo que significó la apertura de distintos frentes en el Cáucaso, Mesopotamia y el Sinaí. Italia y Bulgaria se unieron a la guerra en 1915, Rumania en 1916 y Estados Unidos en 1917.
El tercer Frente lo constituyó la lucha de los ingleses más los hombres de sus colonias, como los canadienses, australianos y neozelandeses contra el Imperio Otomano. Un daño muy importante fue organizado por Tomás Edward Lawrence, un intelectual políglota que logra que los árabes del desierto se rebelen contra los turcos, dinamiten sus vías férreas y destruyan, maten y roben lo que encuentran a su paso. Ese líder se convirtió en leyenda. Se lo conoce como «Lawence de Arabia«. Después de tantas peripecias y odiseas pocas veces vista se mató en un accidente de moto en 1935.
Cinco meses después de iniciada la guerra los aliados habían alcanzado a penetrar en terreno enemigo apenas 5 kilómetros dejando a un costado un total de 420.000 bajas británicas y 200.000 franceses, mientras los alemanes perdieron 450.000 hombres. Hubo batallas como la de Somme con millares de pérdidas inútiles. O la de Verdún donde fueron masacrados 600.000 hombres en avances y retrocesos a lo largo de un mes largo. Fue un asesinato masivo, una trampa, centenares de miles obedeciendo órdenes militares idiotas, cuanto más absurdas, desencajadas.
A medida que las hostilidades avanzaban se multiplicaron los mutilados, que llenaron las salas de los hospitales y conmovieron la conciencia de las sociedades europeas y mundiales.
La trinchera y la alambrada fueron dos de los elementos omnipresentes en el frente. Las trincheras marcaron un hito en la forma de hacer la guerra en Europa. Las alemanas eran mejores técnicamente que las aliadas, pero salvo algunas pequeñas diferencias relativas a la comodidad y la seguridad, la vida en ellas era igual de monótona y arriesgada para los soldados y los oficiales de ambos bandos, sobre todo para los primeros. Hay muchas historias que han sido rescatadas del olvido y que tienen que ver con las trincheras, lo que constituye una fértil memoria de guerra muy útil todavía hoy para los historiadores.
Los gases venenosos se emplearon por primera vez el 23 de abril de 1915. Los alemanes derramaron gas oximuriático -un gas clorado- contra las líneas francesas e ingleses en Yprés. Esta forma de matar ya había sido utilizada 431 años antes de Cristo cuando los espartanos saturaban la madera en el combate con pez y azufre, quemándola para asfixiar al enemigo. Un nuevo ataque tuvo lugar el 19 de diciembre de 1915, con un nuevo gas, el fosgeno, pero los aliados ya estaban preparados para esa ofensiva. Gracias a las medidas de protección que fueron desarrollándose durante la contienda, especialmente las máscaras antigás, la guerra tóxica, aunque temida, no causó tantas bajas como otras formas de combate.
Tras años de relativo estancamiento, la guerra empezó su desenlace en marzo de 1917 con la caída del gobierno ruso tras la Revolución de Febrero y a la firma de un acuerdo de paz entre la Rusia revolucionaria y las Potencias Centrales tras la célebre Revolución de Octubre en marzo de 1918.
El 4 de noviembre de 1918, el Imperio Austro-Húngaro solicitó un Armisticio. Tras una gran ofensiva alemana a principios de 1918 a lo largo de todo el Frente Occidental, los Aliados hicieron retroceder a los alemanes en una serie de exitosas ofensivas. Alemania, en plena revolución solicitó un armisticio el 11 de noviembre de 1918, poniendo fin a la guerra con la victoria aliada.
La Gran Guerra es considerada la primera mundial porque involucró a más de 30 países y se combatió en tres continentes. Las imágenes que perviven en la retina hoy aluden la gran mayoría de las veces a la guerra en las trincheras europeas, a los frentes inmóviles durante meses, pero hubo batallas y escaramuzas más allá del continente europeo. La Gran Guerra fue una guerra total, y en este sentido de totalidad que los propios contemporáneos ya percibieron, solo sería superada luego por la Segunda Guerra Mundial.
Esa guerra pulverizó el concepto de la piedad humana. Se combatía a bayoneta calada para conquistar algunos metros frente al enemigo. Desde las trincheras, donde los vivos no podían enterrar a los muertos por las descargas de artillería, invadidos por las ratas y el hambre los soldados se codearon con la crueldad absoluta.Se usaron gases venenosos que cegaban o mataban. Se usó armamento sofisticado con alta capacidad de destrucción.
Fue un desastre de tal magnitud que al terminar el enfrentamiento Inglaterra ya no era la potencia que había sido. Francia se sumergió en la miseria y la desesperanza y Alemania entró en un colapso donde participaron revolucionarios de izquierda diezmados por el Ejército retornado (los Espartaquistas de Rosa Luxemburgo) y donde finalmente asumió un gobierno socialdemócrata que fundó la República de Weimar (1918-1933). La vencida Alemania debió firmar indemnizaciones de rendición en el Tratado de Versailles que los Aliados vencedores tomaron como una venganza, pero que lo único que aportó fue vergüenza y odio, aprovechados más tarde por los nazis y los nacionalistas extremos.
La Primera Guerra Mundial puso fin a cuatro regímenes imperiales: la dinastía prusiana (Hohenzollern), la dinastía rusa (Romanov), la dinastía turca (osmanlí/otomana) y la dinastía austrohúngara (Habsburgo). La guerra causó millones de muertes y dejó un legado de revolución, bancarrota estatal, proteccionismo y un colapso financiero que creó el marco para el ascenso de Hitler, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.
El mapa de Europa y sus fronteras cambiaron completamente y varias naciones se independizaron o se crearon. Al calor de la Primera Guerra Mundial también se fraguó la Revolución Rusa, que concluyó con la creación del primer Estado autodenominado socialista de la historia, la Unión Soviética. Se fundó la Sociedad de Naciones, con el objetivo de evitar que un conflicto de tal magnitud se volviera a repetir. Sin embargo, dos décadas después estalló la Segunda Guerra Mundial.
El bando perdedor de la guerra, en especial Alemania, se tuvo que enfrentar a las duras exigencias territoriales, pero sobre todo económicas, de los vencedores. Unas reparaciones de guerra excesivas y casi imposibles de cumplir en la práctica y que durante la posguerra fueron usadas como argumento por los movimientos ultranacionalistas –el partido nazi, principalmente– para cargar contra aquellos que habían firmado una capitulación que consideraban como una puñalada en la espalda de sus propios compatriotas de la República de Weimar. Como dato curioso, Alemania terminó de pagar las deudas de guerra en el año 2010.
En medio de todo este evento histórico, las tinieblas moldeaban un futuro aún más macabro a través de un anónimo soldado, llamado Adolf Hitler. Él participó como cabo en la Primera Guerra Mundial, donde luchó intensamente en el frente, fue herido y obtuvo una condecoración por méritos de guerra, la prestigiosa Cruz de Hierro. Su experiencia bélica, combinada con la derrota final de Alemania, contribuyó a la formación y el desarrollo de los demonios interiores del futuro dictador, a su patológico resentimiento por la decadencia germana, que se materializarían posteriormente en su antisemitismo, su ultrapatriotismo y la supuesta superioridad de la raza aria. Satanás y sus huestes no se darían por vencidas sabiendo que sus días finales entraban en cuenta regresiva. ¡La simiente reptiliana continuaría haciéndole guerra a la Simiente de la mujer!