El ataque aéreo que la OTAN perpetró el viernes por la noche contra el
puesto militar pakistaní en Salala, perteneciente a la agencia
territorial Mohmand, situada en la frontera afgano-pakistaní, está
destinado a convertirse en un hito destacado en la crónica de la guerra
afgana.
A las pocas horas del incidente, las relaciones de Pakistán
con EEUU empezaron a caer en picado y así continúan. La OTAN violó todas
las líneas rojas.
Lo que resulta absolutamente impactante en el
comunicado emitido por el Comité de Defensa del Gabinete pakistaní
(CDGP), que se reunió el sábado en Islamabad bajo la presidencia del
primer ministro Yusuf Gilani, es que no se molestaron siquiera en pedir
una investigación de EEUU o la OTAN sobre el ataque aéreo que acabó con
la vida de 28 soldados pakistaníes.
Sigue siendo un misterio que
fue lo que sucedió en la fatídica noche del viernes, si es que la OTAN
cometió un error garrafal en un acto venganza ciego (o preventivo) o se
aventuró en una calculada acción gravemente provocadora. Quizá no
importe ya saber qué paso al haberse derramado la sangre y perdido la
inocencia, que se ha convertido en la principal cuestión.
De
todas formas, el CDGP procedió a actuar considerando sencillamente que
se había tratado de un ataque aéreo calculado y en modo alguno de un
suceso accidental. De nuevo, el comunicado del CDGP implica que, en la
valoración del ejército pakistaní, el ataque de la OTAN emanó de una
decisión estadounidense. Pakistán presentó una firme protesta ante los
cuarteles de la OTAN en Bruselas pero solo a nivel de “dejar constancia
en el registro”, mientras que la parte “operativa” se dirigió hacia
Washington.
En la sede del ejército pakistaní en Rawalpindi (GHQ)
se llevó a cabo una evaluación de los hechos a escasas horas del
incidente de Salala del que EEUU es directamente culpable. Obviamente,
el GHQ asesoró como corresponde al CDGP, recomendando el conjunto de
medidas que Pakistán debería adoptar a través de lo que su jefe de
estado mayor, el General Ashfaq Parvez Kiani, denominó públicamente como
“respuesta eficaz”.
El CDGP adoptó las siguientes decisiones: a)
cerrar las rutas de tránsito de la OTAN por todo el territorio
pakistaní con efecto inmediato; b) pedir a EEUU que se fuera de la base
aérea de Shamsi en el plazo de 15 días; c) “retomar y emprender una
revisión completa” de todos los “programas, actividades y acuerdos de
cooperación” con EEUU, la OTAN y la Fuerza de Internacional de
Asistencia a la Seguridad (ISAF, por sus siglas en inglés), incluidas
las áreas “diplomáticas, políticas y de inteligencia”; d) anunciar en
breve un amplio conjunto de nuevas medidas respecto a la futura
cooperación de Pakistán con EEUU, la OTAN y la ISAF.
Se acabaron los eufemismos
La
respuesta estuvo a punto de poner fin a la participación pakistaní en
la guerra que EEUU capitanea en Afganistán (que, por cierto, es también
la demanda del político pakistaní Imran Khan, considerado muy cercano a
los círculos militares pakistaníes). Sin embargo, a todos los efectos,
Pakistán está al borde de llegar a esa decisión.
Puede que el
cierre de las rutas de tránsito de EEUU y la OTAN a través del
territorio pakistaní no afecte de inmediato a las fuerzas de la
coalición en Afganistán, ya que han acumulado reservas que podrían durar
varias semanas. Pero el agotamiento de tales reservas podría causar
gran ansiedad si el embargo pakistaní se prolonga, lo cual no debe
descartarse.
Por tanto, la medida pakistaní va a afectar a las
operaciones de la OTAN en Afganistán, ya que alrededor de la mitad de
los suministros para las tropas de EEUU y la OTAN llegan a través del
territorio pakistaní. Para EEUU y la OTAN, otra alternativa sería
empezar a utilizar más las rutas de tránsito de la Red Norte de
Distribución (RND). Pero que EEUU y la OTAN pasen ahora a depender de la
RND tiene un precio político: que Rusia esté dispuesta a cooperar.
Moscú
está nervioso a causa de las políticas regionales de EEUU. La
intervención de la OTAN en Libia creó fricciones, que profundizaron la
angustia rusa ante la percibida falta de seriedad de EEUU a la hora de
considerarles sus iguales, socios importantes o “asociación selectiva”.
Además,
hay otras cuestiones específicas que agitan a Moscú: el empujón
estadounidense al “cambio de régimen” en Siria; la aparición de EEUU y
la OTAN en la región del Mar Negro; el continuado despliegue del sistema
de defensa antimisiles de EEUU y la ampliación en el tiempo y en el
espacio de las bases militares estadounidenses en Afganistán. Además,
Moscú ha empezado ya a cerrar filas ante la iniciativa de la “Nueva Ruta
de la Seda” de EEUU y su ofensiva por Asia Central.
El futuro
del reajuste entre EEUU y Rusia sigue siendo incierto. Washington apenas
disimula su aversión visceral ante la perspectiva del retorno de Putin
al Kremlin tras las elecciones presidenciales de marzo del próximo año.
Bravuconadas aparte, EEUU y la OTAN no deberían fanfarronear diciendo
que disponen de un as en la manga con la opción de la RND en lugar de
las rutas de tránsito pakistaní. El ejército pakistaní es también muy
consciente de todo eso.
Igualmente, el cierre de la base aérea de
Shamsi puede dañar las operaciones estadounidenses con aviones no
tripulados. Hasta ahora, Pakistán había hecho la vista gorda ante los
ataques con aviones teledirigidos, e incluso había mostrado cierta
connivencia con ellos. Shamsi, a pesar de la insistencia de EEUU en que
las operaciones con aviones no tripulados se lanzaban desde bases
afganas, tuvo seguramente un papel importante en cuanto a apoyo de
inteligencia y soporte logístico.
Al exigir que EEUU se largue de
Shamsi, posiblemente Pakistán está cambiando de posición acerca de los
ataques con aviones no tripulados; puede que esté poniendo fin a su
doble lenguaje. Pakistán está “reforzando” su defensa aérea sobre la
frontera afgano-pakistaní. Es posible que las futuras operaciones de
EEUU con aviones teledirigidos tengan que ejecutarse teniendo muy en
cuenta la posibilidad de que Pakistán las considere como violaciones de
su espacio aéreo. EEUU se mueve en un terreno resbaladizo en virtud del
derecho internacional y de la Carta de las Naciones Unidas.
La respuesta persa
El
gran interrogante es cómo piensa Pakistán proseguir su cooperación con
las operaciones de EEUU y la OTAN. La opinión pública se inclina mucho
por desvincularse de la guerra dirigida por EEUU. Se espera que la
próxima semana se produzca un anuncio del gobierno pakistaní acerca del
curso de sus relaciones con EEUU, la OTAN y la ISAF. El futuro de la
guerra pende de un hilo.
A diferencia de anteriores etapas de
tensiones entre EEUU y Pakistán, Washington carece de una “mano
pakistaní” para poder enfrentar de forma constructiva sus relaciones con
Islamabad. El difunto Richard Holbrooke, ex enviado especial en AfPak,
pertenece ya a la lejana memoria y el representante especial, Marc
Grossman, no ha podido conseguir que los pakistaníes coman de su mano.
El
Almirante Mike Mullen se ha retirado como presidente de la junta de
jefes de estado mayor y es ahora un “caso quemado” enredado en
controversias con el ejército pakistaní. El director de la CIA, David
Petraeus, no es precisamente muy popular en Islamabad tras su período al
frente del Mando Central de EEUU, mientras que su predecesor como jefe
de los espías y ahora Secretario de Defensa, Leon Panetta, se mantuvo
siempre distante.
La secretaria de estado de EEUU Hillary Clinton es una política encantadora,
pero no está hecha realmente para el papel de conectar con los
generales pakistaníes a nivel operativo. Quizá pueda ofrecer una
imposición de manos una vez que se limpie, se suture y se vende la
sangrante herida. Y el presidente Barak Obama, desde luego, no se
preocupó nunca de cultivar algo de química personal con ningún líder
pakistaní, como sí hizo con el primer ministro indio Manmohan Singh.
¿Quién
podría ser la persona indicada para cumplir ese papel en Washington? La
horrible verdad es que nadie. Es una situación espantosa para una
superpotencia con alrededor de 100.000 soldados desplegados allí, en las
abruptas montañas cercanas a Pakistán. La situación actual supone una
crisis diplomática colosal a niveles políticos, militares y de
inteligencia.
Washington confiaba en el ex embajador pakistaní
Hussein Haqqani casi como si fuera su enviado especial en Islamabad,
pero Haqqani ha sido sustituido sumariamente en extrañas circunstancias,
probablemente por las razones apuntadas. De todas formas, sigue
planteándose una cuestión intrigante: ¿Es posible que esté ocurriendo
sencillamente que a Pakistán ya no le interese dialogar más con la
administración Obama?
El quid del asunto es que la ciudadela
pakistaní ha levantado los puentes que permitían llegar hasta ella
cruzando el foso circundante infestado de cocodrilos. Como los
pakistaníes se mantengan en sus trece, Obama va a tener un problema muy
grave. Pakistán está boicoteando la Conferencia de Bonn II del 2 de
diciembre. Esta firme postura debería preocupar a EEUU más que cualquier
respuesta militar pakistaní al ataque de la OTAN.
EEUU debería
saber por la experiencia iraní que no dispone de respuesta adecuada ante
la clase de desafío estratégico que una nación poco amistosa y
dispuesta a resistir puede levantar contra un “enemigo” al que realmente
considera como “satánico”.
Los dirigentes del ejército pakistaní
son tradicionalmente cautos y no van a dar una respuesta militar a la
provocación estadounidense. (Para eso están siempre ahí los talibanes,
para seguir sangrando a las tropas de EEUU y la OTAN).
Puede que
Washington se haya equivocado realmente si la intención de la noche del
viernes era poner al ejército pakistaní al contraataque para después
golpearle con un mazo y hacer que se arrastrara de rodillas suplicando
misericordia. Las cosas no funcionan de esa forma. Pakistán se dispone a
dar una respuesta “a la persa”.
La situación regional trabaja a
favor de Pakistán. La reciente conferencia de Estambul (2 de noviembre)
puso de manifiesto que Rusia, China, Pakistán e Irán comparten una
plataforma de oposición a la prolongación de las bases de EEUU en
Afganistán en el período posterior a 2014.
El grandioso esquema
de la administración Obama de transformar el período de 89 años que hay
por delante en el “Siglo de EEUU en el Pacífico” convierte a Pakistán en
un socio inmensamente importante para China. Como mínimo, Rusia va a
apostar por impulsar la autonomía estratégica de Pakistán. Y lo mismo va
a hacer Irán.
Ninguna de estas importantes potencias regionales
quiere que EEUU despliegue su sistema de defensa antimisiles en el Hindu
Kush y Pakistán es partidario de exorcizar de la región la presencia
militar de EEUU y sus aliados. Ese es también el significado real de la
preparación de Pakistán para que se convierta en miembro de pleno
derecho de la Organización para la Cooperación de Shanghai, algo que
está al caer.
El embajador M. K. Bhadrakumar fue diplomático
de carrera del Servicio Exterior de la India. Ejerció sus funciones en
la extinta Unión Soviética, Corea del Sur, Sri Lanka, Alemania,
Afganistán, Pakistán, Uzbekistán, Kuwait y Turquía
Fuente: atimes.com