Por P.A. David Nesher
Vayedaber Elohim el-Moshe vayomer elav ani YHVH.
(Texto Original Hebreo)
Va’era el-Avraham el-Yitschak ve’el-Ya’akov be’El Shaday ushmi Adonay lo nodati lahem.
«Yahvéh se dirigió a Moshé y le dijo: “Yo soy Yahvéh”. Yo me manifesté a Abraham, a Itzjak y a Yaacov como El Shaday, pero con Mi Nombre [esencial יְהוָָ֔ה ] Y-H-V-H-, no me di a conocer a ellos.»
(Shemot/Éxodo 6:2-3)
וָאֵרָָ֗א
Vaerá: significa «Y se apareció».
Después de haberle vaticinado Elohim al Profeta (Moshé) en atención a su protesta desesperada sobre lo que sucederá a Paróh (Faraón) una vez terminada la tarea de rescate, pasa a expresarle lo siguiente:
¡“YO SOY YHVH”!
Esto quiere significar que Yahvéh cumple lo que promete. Ésta expresión asegura al alma del escogido que el Eterno es fiel a Sus Pactos. De este modo, el Señor está actuando en la mente de Moshé para que comprenda la trascendencia e importancia de su misión.
Naturalmente, Moshé sin la guía de «HaKadosh Baruj Hu« (que se traduce: «El Santo Bendito Sea«), no podría llegar a ninguna parte. Al respecto hay un refrán que dice:
“Si no sabes a dónde vas, nunca llegarás”.
También hay otro semejante:
“Si no sabes a dónde vas, no encontrarás un camino que te lleve ahí”.
Esto nos enseña que sin dirección y sin saber hacia dónde nos encaminamos, estamos perdidos. Pero Moshé tendría como timonel y conductor al Santo Bendito Sea, cuyo Nombre es YHVH, marchando junto a él, y al frente de los clanes hebreos. ¡La victoria estaba de su lado!
En «Vaerá», Moshé refiere al pueblo maravillosas promesas de liberación y de introducción a la tierra prometida. Mientras los israelitas están esclavizados, las diez plagas constituirán el comienzo de la saga del éxodo. El envío de éstas, no era necesariamente para convencer al Faraón, su finalidad principal era la de seducir y convencer al pueblo de Israel. Las plagas servirían para su propia rehabilitación espiritual.
Fue por intermedio de estas plagas que se quebrará la soberbia del Faraón y de los egipcios.
La sección Vaerá hace referencia a la mayoría de las catástrofes que arribaron a Egipto estando el rey en un bucle temporal que él mismo se buscó. [Bucle: patrón, ciclo o acción repetitiva].
Faraón y su pueblo, sufrirán el azote de grandes calamidades, una seguida de otra. Él pudo haber evitado las plagas si tan solo hubiese aprendido lo que debía aprender y hubiese dejado ir a los israelitas, pero aún después de cada plaga, el rey no reconocía la autoridad del Omnipotente y seguía sintiendo que ese era su dominio y por ello no dejaba en libertad a los esclavos hebreos.
La Torah, a través de esta parashá, nos enseñará que cuando la persona rehúsa tomar responsabilidad por sus acciones, indudablemente certifica que no es capaz de tomar control de ellas; y una vez que la persona reconoce que es incapaz de escoger entre el bien y el mal, afirma de manera equívoca que su verdadera voluntad es repetir la transgresión.
La actitud de Paróh/ Faraón pareciera entonces tonta, pero ¿acaso no vemos este mismo comportamiento hoy en día en nuestra persona o en los demás creyentes?
A semejanza de la actuación del rey egipcio, la realidad es que nuestras experiencias dificultosas también tienen un patrón recurrente, pero a ese patrón nosotros podemos llamarle “oportunidad”. Faraón tuvo sus oportunidades para seguir siendo próspero y forjar un gran país, pero las rechazó y ello lo condujo a la ruina.
Recordar el Éxodo de Egipto constituye un mandamiento (mitzvah) que debe cumplirse todos los días, pues si bien en la realidad física éste tuvo lugar una única vez en la historia, en sentido figurado, esto quiere decir que la persona debe “salir de Egipto” todos los días.
El “Egipto interior” (que cada hombre posee), es muy poderoso, por lo que igualmente se le tiene que azotar con “plagas”, esto es, mediante el servicio a Yahvéh. Es con el servicio sagrado que el gobierno del “Egipto espiritual”, puede ser vencido. Para abandonar al “Egipto impuro” y librarse de él, la persona debe introducir calidez y vitalidad en todo lo que se relaciona con la santidad. Por lo contrario, la frialdad de la santidad llevará, eventualmente, a que el individuo se involucre en la “impureza egipcia”.
Los sabios nos enseñan que la opresión física fue tan desgastante que provocó que los hijos de Israel se “bloquearan” espiritualmente. Como se explicó en capítulos anteriores, la conciencia del pueblo había descendido hasta el nivel 49 de negatividad. La “Puerta 50ª”, sería el nivel del cual no había más retorno. Por eso, aun después de que Moshé transmitiera a los Benei Israel (hijos de Israel) el mensaje de redención, ellos no creían a sus palabras.
Quien estaba destinado a ser guía de los escuadrones hebreos era Moshé, sin embargo, Aharón también formó parte del propósito redentor. ¿Por qué el Eterno solicita a dos misioneros y no solo a uno? En las Escrituras vemos que el Eterno emprende los proyectos de Su Obra en sociedad con dos agentes, tenemos los ejemplos de: Mordejai (nombre que inicia con מ “mem” inicial, o letra “M”), y su sobrina Esther (cuyo nombre comienza con alef, א); Menashé y Efrayim (también con “mem” y “alef”); Mashiaj y Eliyahu (con “mem” y “alef”). Como podemos advertir, la fórmula «Mem (מ) – Alef (א)», aparece reiteradamente. Son las primeras letras de cada nombre -y personaje- que ha sido llamado a participar en los planes de Yahvéh.
El extraordinario rescate de los hijos de Israel en Mitzraim/Egipto, es una señal o anuncio para la gran redención de nuestro pueblo Israel en los últimos tiempos, redención que será operada por Mashiaj. En el libro del profeta Zejaryah (Zacarías) leemos:
“…Les silbaré y los juntaré, porque los habré rescatado (…)
Los haré volver de la tierra de Egipto y de Ashur los juntaré…”,
[10:8, 10 _ Tanak Katz].
A fin de entender los códigos escondidos en esta parashá y en las seis primeras del rollo que componen el acrónimo SHoVaBBiM, explicaré algunos secretos que necesitamos manejar para sanar nuestras almas de toda toxicidad reptiliana.
En el plano espiritual nuestro cuerpo es llamado “Egipto” y nuestra alma es llamada “Pueblo de Israel” (Am Israel). Por ello, la postura de Egipto/Mitzraim será buscar continuamente el dominio sobre Israel; esto es, que el cuerpo intentará subyugar al alma constantemente.
Por otra parte, “Paróh” (Faraón), es un código para “Ego”. El ego es la valoración desmedida de uno mismo. El ego, es la conciencia de sí mismo, el orgullo, la presunción y el “yoísmo”.
Pharó/Faraón se creía un dios que se hizo a sí mismo y que no necesitaba nada de nadie y que nadie estaba sobre él. ¡Qué equivocado estaba!
Ya lo he ensañado en otra bitácora, pero necesito nuevamente recordárles que la palabra Mitzrayim (Egipto) proviene del término “metzarim”, que significa “límites”, y este a su vez viene de la raíz hebraica “mitzrá” que significa “comprimir” o “encerrar”. Esto aplica a los condicionamientos, frenos y restricciones de movimiento que existen en cada persona. Por esta razón, cada día, el individuo debe llevar a cabo un símil de «salir de Mitzraim/Egipto», superar y librarse de esas limitaciones a fin de brindar a su alma la libertad de expresarse de acuerdo a sus verdaderas aspiraciones.
Para que los hijos de Israel pudieran ser liberados, el Eterno debía, primeramente, rescatarlos de su esclavitud interna. Este es también un mensaje para nosotros en esta época porque si queremos verdaderamente ser hombres y mujeres libres debemos quitarnos los grilletes de la servidumbre de nuestra propia mentalidad y rechazar todo aquello que sea opresivo y egoísta.
Los sabios que manejan el nivel «Sod» de interpretación aseguran que jamás se debe pelear contra un enemigo con la misma oscuridad de la que él se sirve, porque no se combate a la oscuridad con oscuridad; dar luz al opositor, es mejor que guerrear contra la oscuridad que proviene de él. ¿Pero cómo lidiamos contra la oscuridad? La respuesta es bastante simple: ¡encendiendo una luz!
En estos criterios celestiales peregrinaremos con nuestra mente y corazón en cada una de las ascensiones (aliyáh) que este maravillosa sección de Vaerá nos otorgará en impartición a nuestras almas.
¡Dispongámonos a elevarnos a grandes cosas de nuestro Dios!