Por P.A. David Nesher
Vayomer Adonay el-Moshe mah-tits’ak elay daber el-beney-Yisra’el veyisa’u. Ve’atah harem et-matja uneteh et-yadeja al-hayam uveka’ehu veyavo’u veney-Yisra’el betoj hayam bayabashah.
«Yahvéh le preguntó a Moshé: “¿Por qué sigues clamando a Mí? ¡Diles a los israelitas que sigan la marcha! Y tú levanta tu bastón y extiende tu brazo sobre el mar y pártelo en dos, para que los israelitas lo crucen en seco.»
Éxodo/Shemot 14:15-16
Moshé se encontraba en medio de la oración cuando, de repente, Yahvéh lo interrumpe y le dice que no era momento de orar pues un peligro en ciernes acechaba a Israel y Yahvéh ya había escuchado el ruego de los israelitas.
Era la noche del séptimo día del éxodo, el 21 de Nisán, y séptimo día de Pésaj cuando el Santo Bendito Sea, le dice a Moshé que extienda su vara y caminen hacia el mar.
Yosef Ben Mattityahu, más conocido como Flavio Josefo, nos narra así el acontecimiento:
«…Cuando llegaron a la orilla del mar, Moshé tomó su vara y suplicó a Dios que acudiera en su ayuda:
“…Tú no ignoras, ¡oh, Señor!, -dijo-, que está fuera de las fuerzas y posibilidades humanas eludir las dificultades en que ahora nos hallamos, y debe ser obra Tuya procurar la salvación de este pueblo que dejó Egipto por Tu orden. Desesperamos de recibir cualquier otra ayuda o recurso, y solo nos queda la esperanza que depositamos en Ti y de Tu Providencia confiamos recibir el medio para escapar. Que llegue pronto el socorro que pondrá de manifiesto Tu poder. Eleva el ánimo de este pueblo y hazle esperar la salvación, porque está profundamente hundido en el desconsuelo. Estamos en un sitio extraño, pero no deja de ser un sitio que Tú posees; el mar es Tuyo, las montañas que nos rodean son Tuyas. Si tú lo ordenas, las montañas se abrirán, y el mar, si Tú lo mandas se transformará en tierra seca. Y hasta podríamos escapar volando por el aire, si Tú resolvieras, que este fuera el medio de salvación. Después de hablar de este modo a Dios, Moshé golpeó el mar con su vara; al recibir el golpe se partió en dos, y recogiéndose las aguas quedó la tierra seca como un camino para que huyeran los hebreos…»,
[Antigüedades de los judíos, Vol I, pág 103].
Debemos reconocer que este es uno de los milagros más grandes que ha habido en la historia de la humanidad. Ahora bien, para comprender bienla codificación de fe que en este evento se esconde, será importante tener en cuenta lo que el libro de El Zohar dice. En las líneas que explican este hecho encontramos que, al contrario a las descripciones convencionales de este evento, no fue el Altísimo quien abrió el Mar, sino que fueron Moshé y los israelitas quienes llevaron a cabo este acto y al hacerlo superaron la naturaleza física.
Así pues discernimos que la Instrucción (Torah) divina nos enseñan que, es nuestro destino adoptar una postura activa y emular a Yahvéh en su carácter. Esto significa que no podemos esperar que nos lo hagan todo; estamos en este mundo para convertirnos en compañeros de la Creación.
Las aguas tenían que abrirse ante ellos y darles paso, pero cuando el pueblo llegó a los límites del agua, el agua no se abrió, esto se debe a que Yahvéh dijo que pasaría un pueblo de tzadikim (justos), y ellos llevaban consigo los 49 niveles de tumáh (impureza), así que la Shekináh misma bajó hasta el mar y el mar se abrió.
Ahora quiero invitarlos a considerar la siguiente expresión divina:
“… ¿Por qué clamas ante Mí?
«Pártelo» (divídelo)…”.
El secreto se esconde en el vocablo «pártelo» que corresponde al término hebreo “bekahú”. La primera parte, beka, significa: «partir», pero la segunda parte de esa expresión (hú), es uno de los 72 Nombres del Santo y Bendito. Por ello, los sabios del hebreo bíblico enseñan que a la pronunciación de este Nombre sagrado, la mar se partió. Y no solo eso, el mar se dividió en doce pasajes formando 12 conductos, de modo que cada tribu pasara por uno independiente, como está escrito:
«…Dividió el mar en pasajes…»
(Salmos 136:13)
La superficie del mar, después de que pasó el pueblo de Israel se tornó fangosa, dificultando el paso de los egipcios. Lo acontecido a los israelitas en su travesía por el medio del mar es sorprendente; sin embargo, al apreciar todos esos prodigios que tuvieron lugar, surge la pregunta: ¿cómo lograron los hijos de Israel ameritarse que se les partiese el mar, y tuvieran lugar todos esos milagros maravillosos? ¿En mérito a qué se hizo acreedor Israel de este milagro? Entre diversas opiniones tenemos la del rebe de Lubavitch que nos explica:
«…Fue por los niños. Los niños que estuvieron presentes al salir de Egipto, ellos reconocieron a Dios primero que todos. Es verdad que estaban ahí Moshé, Yehoshúa y los Ancianos de Israel, pero quienes reconocieron antes que todos al Creador fueron los niños. Estos niños que se desarrollaron en el seno del exilio de Egipto, experimentaron con intensidad su condición de “pocos entre todos los pueblos”, sintieron cómo el estilo de vida egipcio se opone a una vida israelita, y a pesar de ello fueron leales a su mente hebrea y estaban orgullosos del mismo. Motivados por esta educación no dudaron en abandonar “la cacerola de la carne” y salir al gran y temible desierto, incluso carentes de provisiones suficientes, en un espíritu de absoluta confianza en el Altísimo. A eso se debe que se hicieran meritorios de ser los primeros en reconocer a Dios y que en aras de ellos se partiera el mar. Cuando hay niños como éstos, no hay motivo para alterarse porque “Egipto viaja atrás de ellos”, y del hecho que los hijos de Israel estén rodeados por todos lados, por el mar y el desierto. Con niños como estos se puede avanzar dentro del mar hasta que el propio mar se parta ante ellos. Ellos fueron los primeros en identificar al Altísimo y apuntaron con el dedo diciendo: “¡Este es mi Dios y he de embellecerlo!… ».
Otra interesante perspectiva de los sabios es que el mar se abrió por el mérito de Abraham, ya que 72 es la numerología de la palabra “jésed” (bondad), la cual corresponde a Abraham Avinu.
Fue esta la primera vez que se le entregaba a la humanidad las herramientas para generar milagros. El milagro de la apertura del mar fue por medio del uso de los 72 Nombres de Dios a cargo de Moshé. Todos los milagros anteriores a este momento habían sido generados por el Eterno.
A través de esta historia aprendemos y nos conectamos con el potencial de la realidad de «mente sobre materia» (la conciencia), tomando control sobre la fisicalidad.
Pero para que este poder sea desarrollado en el alma de un redimido, debemos primeramente estar bautizados en el Mesías, el agua y la nube. Por ello, debemos también aceptar que el cruce del mar Rojo es visto como una teviláh, un baño ritual o bautismo. Contiene el simbolismo de morir de la vieja vida y resucitar a una vida nueva. En este caso los hijos de Israel murieron de su dependencia tóxica de Egipto y el Faraón para depender del Eterno en todo sentido. Pasaron de un dueño a otro y de un señor a otro, tal como lo explica el apóstol Pablo a los creyentes de Corinto :
“Porque no quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube y todos pasaron por el mar; y en Moshé todos fueron sumergidos en la nube y en el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de una roca espiritual que los seguía; y la roca era el Mesías.”
(1 Corintios 10:1-4)
Se habla aquí de que fueron sumergidos en Moshé en la nube y en el mar. El pensamiento es que el pueblo pasó de un reino a otro, de la autoridad del faraón a la autoridad de Moshé. Pasaron por la mikvéh, acumulación de aguas, para estar sometidos a las órdenes de Moshé que era rey en Israel:
“Una ley nos prescribió Moshé, una herencia para la asamblea de Yaakov. Él era rey en Yeshurún, cuando se reunieron los jefes del pueblo, juntamente con las tribus de Israel.”
( Deuteronomio 33:4-5 )
De la misma manera la teviláh mesiánica implica que una persona muere y entierra su vieja vida bajo la esclavitud del HaSatán, el pecado y el sistema reptiliano que él gobierna, y resucita para una vida nueva bajo la autoridad del Mesías Yeshúa, la Torah y Reino de los Cielos:
“¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? ¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en el Mesías Yeshúa, hemos sido bautizados en su muerte? Por tanto, hemos sido sepultados con él por medio del bautismo para muerte, a fin de que como el Mesías resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. Porque si hemos sido unidos a él en la semejanza de su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de su resurrección, sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue colgado en el madero con él, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado. Y si hemos muerto con el Mesías, creemos que también viviremos con él, sabiendo que el Mesías, habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir; ya la muerte no tiene dominio sobre él. Porque en cuanto él murió, murió al pecado de una vez para siempre; pero en cuanto vive, vive para Dios. Así también vosotros, consideraos muertos para el pecado, pero vivos para Dios en el Mesías Yeshúa.”
(Romanos 6:1-11 )