La OMS está nuevamente preocupada por al expansión incontrolable de una epidemia que pondría a la humanidad a la orilla del abismo mismo. Dicha enfermedad, de clase tropical, se denomina leishmaniasis (o leishmaniosis) y se viene expandiendo desde Siria por los países de Oriente Medio, Jordania, Líbano, Yemen y Turquía. Este avance rápido lo está logrando con el flujo de refugiados.
La leishmaniasis es menos famosa que la malaria y, desde luego, muchísimo menos que el sida. Pero es, en cierto modo, prima hermana de ambas. Es, después de la malaria, la segunda enfermedad parasitaria que más mata. Y cuando ataca a la vez que el sida, la esperanza de vida de un enfermo sin tratamiento se reduce a un tercio. Algunos informes estiman que su carga equivale a 2,3 millones de años de vida saludable productivos perdidos al año en todo el planeta. Y los expertos aseguran que su incidencia va en aumento.
La leishmaniasis tiene una forma cutánea, con lesiones y úlceras deformantes que sin tratamiento pueden tardar más de un año en cicatrizar, y otra visceral -sistémica, afecta a todo el organismo-, que resulta letal si no se administran los fármacos adecuados.
La enfermedad se limitaba mayormente a las regiones bajo el control del Estado Islámico (EI): Raqa, Deir ez-Zor y Hasaka. Pero por el conflicto armado que vive el país, el sector de salud público resultó devastado y los hospitales fueron destruidos por bombardeos y centenares de médicos fallecieron en la guerra contra el Estado Islámico.
Además, el hecho de que los terroristas del EI no se preocupen por las condiciones sanitarias en los territorios bajo su dominio, provocó el brote de leishmaniosis.
Los efectos de la enfermedad varían desde úlceras cutáneas que cicatrizan espontáneamente, hasta formas fatales, provocadas por inflamación grave del hígado y del bazo. La leishmaniosis se transmite a los humano a través de la picadura mosquitos pertenecientes a los géneros Phlebotomus.
Entre los años 2000 y 2012 se reportaron solo seis casos de la enfermedad en el Líbano. Pero solo en 2013 se registraron 1.033 casos, un 96% de los cuales afectaron a los desplazados sirios, informa Ministerio de Salud del Líbano.
Waleed Al-Salem, uno de los autores del estudio correspondiente, realizado por la Escuela para las Enfermedades Tropicales de Liverpool, comentó en la entrevista para ‘Daily Mail’ que “la situación es muy grave. La enfermedad se extendió por Siria rápidamente, pero también alcanzó Irak, Líbano, Turquía y el sur de Europa”.
A fin de que nosotros, los primogénitos del Eterno, llenemos nuestros corazones de confianza, conviene recordar que cuando sus discípulos le pidieron a Yeshúa una señal de “la conclusión del sistema de cosas imperante”, él les respondió: “Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en un lugar tras otro pestes” (Mateo 24:3; Lucas 21:7, 10, 11). Años más tarde, el apóstol Juan predijo que, durante el tiempo del fin, habría “plaga mortífera” (Revelación 6:8).
Entiendo por lo que las Sagradas Escrituras revelan que debemos estar atentos a las profecías que están cobrando vida, ¡entre ellas la representada por un ominoso jinete en un caballo amarillo! Pero, por sobre todo esto, debo decirles que el futuro no tiene que ser sombrío para ustedes, mis queridos lectores. Por el contrario, si cada uno de ustedes se esfuerza por conocer al Eterno Dios y aprende a confiar plenamente en él, según lo que revela Su Instrucción (Torah) le espera un futuro prometedor.
Que terrible esto por Dios