Juan Carlos I ha decidido ceder el trono a su hijo Felipe en los peores momentos de popularidad de la monarquía. Pero eso no siempre fue así. A continuación, algunos antecedentes para comprender el rol del monarca en la historia reciente de su país.
– Sucesor de Franco: cuando el 20 de noviembre de 1975, muere Francisco Franco, todo los ojos se volcaron hacia el príncipe Juan Carlos. Seis años antes, el dictador español había dispuesto que su sucesor en la jefatura del Estado, fuera el joven e inexperto Borbón, Cuando dos días después, el Congreso español lo proclama, las voces discordantes no se acallaron. Desde los sectores opositores al régimen, lo veían como un títere del franquismo. Desde los sectores monárquicos, no lo reconocían como digno sucesor. En ese sentido, fue clave el rol de su padre, Juan de Borbón, conde de Barcelona, quien rápidamente decidió renunciar a sus derechos a la Corona para no entorpecer el camino de su hijo y seguir la línea natural de sucesión. Entonces, no eran pocos los que en privado hablaban de «Juan Carlos, el breve», anticipando, lo que creían, sería un corto y poco prometedor reinado.
– Golpe de 1981: es imposible entender la figura del Rey sin conocer el rol que jugó en la jornada del 23 de febrero de 1981. Ese día, sectores de las fuerzas armadas, nostálgicos del antiguo régimen, irrumpieron en el Congreso español con la idea de concretar un golpe de Estado. Largas horas de tensión hicieron temer el fin de la delicada transición española. Pero a las 1.14 de la mañana del día siguiente, una intervención televisada de Juan Carlos desde el Palacio de la Zarzuela selló la suerte de los sublevados. No sólo dejó en evidencia que la intentona no contaba con su apoyo, sino que se transformó -a ojos de los españoles- en uno de los principaples baluartes de la democracia que comenzaba a fraguar.
– Alza de popularidad: tras el papel jugado por el monarca aquel día de febrero de 1981, la popularidad del Rey y de su familia subió como la espuma. Incluso sectores de la izquierda, tradicionalmente favorables a la restauración de la República, no tardaron en reconocer la muñeca política y favorable al consenso de Juan Carlos. De hombre pusilánime para algunos, se transformó en un estadista que se llevaba incluso mejor con los «ajenos» que con los «propios». Conocida fue, por ejemplo, su buena sintonía con el socialista y ex presidente del Gobierno, Felipe González. Bueno para las bromas y de talante campechano, su carácter extrovertido se compensaba con la tranquilidad y temple que a su lado representaba Sofía, una princesa griega que rápidamente se ganó el aprecio de los españoles.
– Protección de la prensa: la popularidad de la que gozaba Juan Carlos y su familia -que llevaba a que muchos se declararan «juancarlistas» antes que «monarquistas»- se vio rápidamente plasmada en la prensa. Mientras las familias reales de otros rincones de Europa eran constantemente acosadas por los periodistas que no dudan en escudriñar en sus vidas privadas como en la de cualquier figura pública, en España, las reglas eran muy diferentes. El periodismo ibérico, de las más agresivos en temas del corazón, trataba con guante blanco a los borbones. De hecho, cada vez que algún periódico dedicaba páginas de investigación a asuntos de la familia real -como las circunstancias en torno al accidente vascular de uno de los yernos del Rey a principios de los 2000- surgían las voces que destacaban la osadía del medio.
– El peor de los momentos: sin embargo, aquella popularidad, respaldo y protección hoy pasan por sus horas más oscuras. Con el telón de fondo de la peor crisis económica e institucional por la que puede atravesar España, el Rey Juan Carlos ha sufrido su propio declive. A su mal manejo de imagen -representado por aquellas fotos en una jornada de caza en Botsuana que lo obligaron a pedir disculpas públicas- hay que sumar los gravísimos escándalos financieros que rodean a su familia. Tanto es así que incluso hay quienes han querido ver en la sorpresiva abdicación del rey, una suerte de anuncio de que la Infanta Cristina -segunda hija del monarca- podría ser procesada por el escándalo de corrupción que involucra a su marido, Iñaki Urdangarín. Este caso -calificado como un verdadero «martirio» por la Casa Real- no solo echó por la borda la imagen de probidad y sencillez de familia, sino que puso en entredicho la capacidad de controlar a su entorno por parte del Rey.
– ¿Regreso a la República?: hace 10 años, cuando aún la popularidad de la monarquía gozaba de buena salud, se publicó en España un libro titulado, «¿Reinará Felipe VI?». Era la víspera del matrimonio del príncipe Felipe con la plebeya Letizia y quedaban así plasmadas las dudas sobre el futuro de la Corona después de Juan Carlos. Nadie dudaba que Felipe era la persona mejor preparada para suceder a su padre, pero tampoco se ponía en tela de juicio que la España del siglo XXI, era muy distinta a la de la Transición que había vivido su padre. Sectores favorables a la restauración de la República aseguraban que la Monarquía ya había cumplido su papel como garante y que hoy se necesitaba un nuevo marco institucional. Cuando nació la primera hija de la pareja de herederos, Leonor, quedó en evidencia que todavía regía la norma que daba prevalencia a los hombres por sobre las mujeres al momento de acceder al trono. Hacer la reforma legal, podía implicar, entonces, abrir la puerta para cambios y debates más profundos que muchos no estaban dispuestos a asumir. Aquella norma aún está vigente.