P.A. David Nesher
Me ha maravillado sumergirme en lo que los distintos sabios han estudiado en aquellos secretos de la Sabiduría divina encriptados en los códigos de la Instrucción (Torah) divina. Entre tanto conocimiento se encuentra el hecho de que los Sabios aseguran que las diez plagas están directamente conectadas con la Creación del universo relatada en el primer capítulo de Bereshit (Génesis).
Ellos lo explican de la siguiente manera:
«…En el libro del Génesis, la frase “Y Dios dijo”, aparece diez veces. Cada una de estas apariciones es una referencia oculta a las Diez Sefirot o Emanaciones de la Luz del Creador. Cada una de las plagas descritas en el libro del Éxodo eliminó una klipáh, o cubierta de una de estas emanaciones. A través de este proceso de purificación, las diez frases “Y Dios dijo” del libro del Génesis fueron reveladas como los Diez enunciados que Moshé recibió en el monte Sinaí. Así pues, en efecto, la Creación fue la semilla y los Diez enunciados fueron la manifestación. Pero había existido tanta negatividad desde que se plantó la semilla (el diluvio, la torre de Babel, Sodoma y Gomorra), y más que tenía que producirse una limpieza a nivel semilla antes de que la manifestación pudiera tener lugar…».
Así pues considerado, nos damos cuenta que el Eterno con cada plaga en verdad des-andaba el camino perverso llevado por los egipcios de impureza y destrucción del mundo. Como procurando un retorno a un origen casto, en una especie de limpieza espiritual de la Creación. Es decir, que con esta acción, el Eterno manifestaba Su Dominio e interés por lo que acontece en Su Creación. Pues, cuando creó el universo por medio de diez locuciones no hubo testigos, mientras tanto, en la liberación de una minúscula nación de las garras del imperio poderoso, los testigos de los diez actos de Dios, fueron numerosos (600.000 almas).
Por eso, y como detalle más importante, debemos entender que el Mundo estaba por dejar de ser un solar desprovisto de Torah, pues a partir de la manifestación de Israel, que comenzó con la liberación de Mitzrayim por medio de las diez plagas, se preparó el camino para Su Revelación en Sinaí, y el Pacto que nos compromete al acatamiento de Sus mandamientos que permiten que el alma humana vuelva a revestirse de luz.
El Eterno sacó a Israel de Mitzrayim (Egipto) porque consideró inmoral e injusto que un pueblo sea esclavizado por otro pueblo. La Torah nos enseña que la razón principal por la cual Yahvéh libera a los hijos de Israel fue para entregarles Su Torah, norma de vida para el pueblo, a fin de que se cumplan Sus enseñanzas y obtener, además, la “libertad espiritual”, amén de la física.
Para entender esta idea a cabalidad, examinemos la correlación que hay entre los Diez Enunciados de la creación y las Diez Plagas. El orden entre las plagas y la creación es inverso: dado que la creación pasó de tener la conexión a Dios más cercana posible a la más lejana, las plagas debían ir en la dirección opuesta para poder re-conectarnos con el diseño original:
La última plaga fue la muerte de los primogénitos. Esta fue una plaga única, en la que Dios no sólo mostró control sobre la «naturaleza» sino que distinguió sobrenaturalmente quién era Su primogénito: Israel (Éxodo 4:22). Esto fue un reconocimiento de que Dios creó el comienzo, asociándose a las primeras palabras de la Torah: en el comienzo.
Por eso, es maravilloso destacar que inmediatamente después de este andar para atrás por intermedio de las plagas, los israelitas recibimos los
Aseret HaDibrot (Las Diez Palabras o el Decálogo) que contiene en cada una de las diez locuciones un estricto paralelismo con las órdenes impartidas por Dios al momento de la Creación (Pesikta Rabbati parashá 21).
Todo esto nos sirve para reconocer que sin dudas que el Todopoderoso no deja a Su Creación, y está siempre re-creando el universo, y manteniéndolo según Su Voluntad, aunque nosotros no seamos testigos oculares, ni conscientes, de tal realidad.
Por lo tanto, las diez plagas no sólo tuvieron la función de castigar a los egipcios, sino también de clarificarle al mundo en general (y al pueblo hebreo en particular) la conexión que hay entre Dios y Su mundo. De hecho, este sigue siendo nuestro desafío en la actualidad: usar la manifestación de la mano de Dios a través de la historia y la naturaleza para quitar las capas de ocultamiento y aumentar la consciencia de Yahvéh como el único Dios verdadero.
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