Por P.A. David Nesher
La Creación de Adán es el nombre de una obra de Miguel Ángel Buonarroti plasmada en el techo de la famosa Capilla Sixtina del Vaticano (Roma).
La representación está basada en una escena del Génesis. En ella, Dios da la vida a Adán, el primer hombre de la Tierra. Adán se ha situado a la izquierda, yaciendo sobre un montículo de tierra que simboliza su llegada a nuestra realidad. Dios se ha ubicado en la zona derecha surgiendo del cielo, rodeado de un grupo de ángeles desnudos y una especie de manto borgoña que los envuelve. Miguel Ángel lo ha representado como un anciano vestido con una túnica púrpura, con el pelo y la barba blanquecina. En la obra también aparece Eva, la primera mujer de la Tierra, situada bajo el brazo protector del creador, que la sostiene anunciando su futura creación. El grupo que rodea a Dios y el mismo personaje están envueltos en un torbellino de viento y velocidad, señalando el potente soplo de vida que insufla a Adán.
Ahora bien, ¿sabes por qué los dedos de Dios y Adán no se tocan?
El genio de Miguel Ángel, quizo representar el eterno dilema del alma humana de elegir la vida y el bien de su propósito, o escoger la muerte y la condenación a estar separado de las bendiciones que destilan del Amor eterno.
Si observas bien el detalle, notarás que el dedo de Dios está extendido al máximo, pero el dedo de Adán está con las últimas falanges contraídas.
El sentido del arte es explicar que Dios siempre está allí, con su benevolencia ilimitada a disposición del ser humano, pero la decisión es del hombre. Si el hombre quiere tocar a Dios necesitará estirar el dedo, pero al no estirar el dedo, podrá pasar toda su vida sin buscarlo.
La última falange contraída del dedo de Adán representa al libre albedrío.