Por P.A. David Nesher
“Y plantó YHVH Dios un huerto hacia el oriente, en Edén; y puso allí al hombre que había formado.”
(Bereshit/Génesis 2:8)
En los dos relatos creativos de la Instrucción (Torah) notamos que las Sagradas Escrituras pasan rápidamente de la creación del universo (cosmogonía del capítulo 1) al jardín del Edén (antropogonía del capítulo 2)
Si colocamos toda nuestra atención en este pasaje y le permitimos al Espíritu de Dios discernir sus detalles, descubriremos que hubo tres áreas principales en la tierra:
- por un lado una dimensión llamada Edén,
- por otro lado el huerto o jardín (hebreo gan) colocado bajo la jurisdicción de Edén.
- y el resto del mundo terrestre.
Estas tres jurisdicciones del gobierno humano corresponden a las tres áreas que luego Yahvéh determinará en el Tabernáculo de Moisés y posteriormente Templo de Jerusalén: el Lugar Santísimo, el Lugar Santo y el Atrio.
Todo esto demuestra una sola cosa: que el hombre fue puesto en este planeta para vivir en plena intimidad con el Eterno en el lugar santísimo, para servirlo en espíritu y verdad como sacerdote, y desde allí oficiar como pontífice (puente) entre las dimensiones celestiales y las terrenales.
Notamos por lo revelado en estas líneas que toda la creación se había puesto bajo la autoridad del hombre, y esto, para Dios, era extremadamente bueno (Génesis 1: 31). Pero, este relato muestra que una región en particular se preparó como un lugar especial donde Adán fue a hacer su hogar, y desde donde transformaría el planeta promocionándolo a mayor calidad de propósito. Esta región se llamó Edén y fue en el este de la zona de Mesopotamia donde estuvo ubicada según la descripción escritural. La forma en que el hebreo lo dice significa plantado en la parte este del Edén (2:8).
Así Edén era una gran región geográfica con algunas características especiales en el ámbito celestial. Dios plantó árboles frutales de todo tipo en el jardín. La siembra la realizó directamente el Señor Dios, tal como Él lo formó a Adán. La imagen es que Adán fue creado al oeste del Edén y luego puesto al este del mismo. «Y puso allí al hombre que había formado» (2:8). Este iba a ser su hogar para desarrollarse hasta la plenitud de su propósito. Adán es creado en el Edén y luego será colocado en el Gan Edén (huerto o jardín). Esto significa que él fue creado y posicionado en una situación ideal, allí tiene todo a su disposición sin prácticamente ningún esfuerzo.
La palabra empleada para jardín es gân que significa «lugar cerrado» o «jardín frondoso«. La versión latina llamada Vulgata, traducirá este término con la palabra paradisus (de donde se origina la palabra española paraíso) que significa jardín.
Gracias a esto, lo primero que conocerá Adán de Elohim (Dios) será acerca de Su amor perfecto (jesed) y Su provisión pre-existencial. ¡El Eterno lo había amado primeramente antes de que viniera a existencia!
“Y Yahvéh Dios hizo brotar de la tierra (VayatsmaJ YHVH Elohim min-ha’adamah) todo árbol agradable a la vista y bueno para comer; asimismo, en medio del huerto, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento de lo bueno y de lo malo”.
(Bereshit 2:9)
El nombre Edén pudo haber tenido dos orígenes: la palabra sumeria edén, la cual significa “estepa” o “campo abierto” o la palabra hebrea idéntica, qué significa “lujo”, “ternura” o “deleite”. En base a esto el significado de la expresión Edén sería “Ámbito de delicias y ternuras lujosas”. Desde estas pautas notamos que Edén era toda una jurisdicción geográfica que tenía la particularidad de oficiar en dos planos existenciales: el terrenal y el celestial. Para que este propósito cumpla su misión, el Eterno planto el huerto o jardín que oficiaría como portal a través del que lo celestial descendería a lo material acorde a lo que Adán declarara como representante del gobierno divino en la Tierra (en hebreo: mashiaj).
También se conoce como el «huerto del Señor» (Isaías 51:3), el jardín de Dios (Ezequiel 28:13; 31:9), y el paraíso de Dios (Apocalipsis 2:7). Todos estos pasajes dejan en evidencia que este huerto o jardín tenía una funcionalidad totalmente celestial para que el propósito eterno de Dios se llevara a cabo en la Tierra: el Eterno podría habitar con los seres humanos y desde este planeta bendecir los demás planos existenciales con el resplandor de Su Luz Infinita (hebreo Or EinSof).
Como la mayoría de las cosas que son hermosas, el jardín del Edén tenía el potencial para el bien y para el mal.
El versículo 9 habla específicamente sobre el Jardín del Edén. No habla acerca de los demás árboles de la Tierra, ya que ello no tendría relación con el contexto.
Así que todo tipo de maravillosos árboles que dan fruto delicioso crecieron en el jardín, pero añadió dos árboles que no se encuentran en otro lugar. En el centro del huerto había dos árboles, uno cerca del otro: el árbol de la vida (Etz HaJaim) y el árbol del conocimiento del bien y del mal (Etz HaDaat Tov Verá).
El árbol de la vida representa la Torah, que es llamada “árbol de vida” por el rey Salomón en el libro de Proverbios:
“Es árbol de vida para los que de ella echan mano, y felices son los que la abrazan.”
(Proverbios 3:18)
Por medio de la decodificación de las letras hebreas que componen la expresión, es muy probable que el árbol de vida haya estado donde hoy en día está el lugar del templo en Yerushalayim (Jerusalén) y el árbol del conocimiento de lo bueno y de lo malo haya estado en el monte de los olivos o Getsemaní.
El árbol de la vida estaba plantado en medio del jardín para promover y preservar la vida (Gn. 2:9). Era obviamente deseable en todos los sentidos y era la fuente de la vida misma. Si el hombre comía de este árbol sería preservado por toda la eternidad (Proverbios 3:18, 11:30, 13:12, 15:4). Por ejemplo, en el libro de Apocalipsis, el Señor dice a los creyentes en la iglesia de Éfeso:
«Al que salga vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios.»
(Apocalipsis 2:7)
Más adelante en el mismo libro, se menciona una vez más que sus hojas y frutos son para los justos:
«El árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto. Bienaventurados los que lavan sus ropas, para que tengan derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas en la ciudad.»
(Apocalipsis 22:2 y 14)
Sin embargo, otro árbol fue plantado cerca del árbol de vida en medio del huerto, aparentemente uno cerca del otro para la prueba que vendría.
El segundo árbol era el árbol del conocimiento del bien y del mal (Gén. 2:9). Ahora, por primera vez, Adam tiene la posibilidad del mal. Su propio nombre es siniestro, produciendo el bien o el mal al que come de su fruto. La palabra hebrea para conocimiento significa el conocimiento por la experiencia. Así el fruto de este árbol siempre da a la persona el conocimiento por experiencia del bien y del mal en el sentido de tener el poder de decidir por uno mismo. Pero el simple conocimiento del bien y el mal, ¡no daba el poder de elegir el bien y rechazar el mal! Por lo tanto, Elohim (Dios) predice que al final sólo habrá un resultado para el que come de este fruto: la muerte espiritual y condenatoria (2:17, 3:3). Este era el árbol de la muerte. Cuando tomamos el volante de nuestra propia vida, sacamos a Yahvéh de la escena. Esto es un motín moral. Todo lo que Adán y Eva tenían que hacer era obedecer la palabra de ADONAI (2:17). Una vez que se rechaza la Palabra de Dios, que es lo mejor para nosotros, quedamos a nuestra suerte. Cuando tomamos y comemos, de repente nos encontramos fuera mirando hacia adentro con el Señor. Los rabinos enseñan que el árbol de la ciencia del bien y del mal era una vid porque ninguna otra fruta causa tanta miseria y sufrimiento. Así que los dos árboles más importantes que hizo crecer en el jardín fueron el árbol de la vida, que trajo la vida y el árbol del conocimiento del bien y el mal, que provocó la muerte.
El posible acceso del ser humano al «árbol del conocimiento del bien y el mal»indica que el Eterno había permitido al hombre la posibilidad de elegir el mal, precisamente en virtud de un bien mayor: la libertad. El ser humano, mediante su razón y a través de su conciencia, puede descubrir lo que es bueno y malo; pero no puede establecerlo con su decisión. Pretender decidir lo que es bueno y malo por su cuenta, independientemente de la bondad impresa por el Eterno al crear, sería querer ser como Dios, sin considerar Su voluntad en este asunto. El «árbol de la ciencia del bien y del mal» debía expresar, y constantemente recordar al hombre, el límite insuperable para un ser creado.
El mal encuentra arraigo en el hombre cuando éste se centra en sí mismo y en sus propios deseos en lugar de centrarse en Yahvéh y en Sus deseos (o en un nivel más profundo, cuando se considera independiente o separado del Eterno como Fuente). Cuando se encamina en esa dirección, evalúa toda experiencia sólo en términos de su propio sentido del bien subjetivo.
La Torah revela que el bien mancillado por el egoísmo es representado por el árbol del conocimiento del bien y del mal, mientras que el bien no adulterado es representado por el árbol de la vida. Al ordenarle a Adán que no comiese del fruto del árbol del bien y del mal, Yahvéh le estaba advirtiendo que no mezclara el bien y el mal eligiendo el camino del egoísmo y el egocentrismo.
El único desafío de Adam era “no comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal”, al realizar la acción justa hubiera adquirido el discernimiento para trascender el tiempo y el espacio alcanzando el estado infinito que la imagen divina que tenía le otorgaría.
Los Ríos del Edén
Ahora continuemos analizando la extensión de este ámbito llamado Edén.
Convengamos que, debido a que estamos hablando de un momento protohistórico, resulta muy difícil determinar la ubicación precisa del Edén convirtiéndose para la humanidad actual en un misterio. Es naturalmente obvio comprender que el diluvio en tiempos de Noé produjo cambio en la superficie terrestre desapareciendo así algunos ríos que hoy en día no son identificados con certeza.
Lo que sí tenemos en el mismo relato escritural es al asociación de esta región con cuatro ríos: el Pisón, el Guijón, el Tigris y el Éufrates (vv. 10-14). Por causa de este detalle descriptivo, Yahvéh nos permite deducir que la ubicación exacta del Edén bíblico del tiempo de Adán de acuerdo a la ubicación geográfica de esos ríos estaba situada en alguna parte de lo que actualmente se conoce como Irak y sus regiones colindantes. La palabra Mesopotamia significa “entre dos ríos”, y se refiere al hecho que la tierra yace entre el Río Tigris y el Río Éufrates. El nombre, Irak, significa “país con raíces profundas”.
Entonces veamos la descripción y el significado de estos ríos descritos por la revelación escritural.
“El nombre del primero es Pishón; éste es el que rodea toda la tierra de Javilá, donde hay oro.”
(Bereshit/Génesis 2:11)
Pishón significa “desbordar”, “extenderse”, “abundar”. Según Flavio Josefo y el erudito judío Rashí este sería el río Nilo, el rio principal de Mitzraim (Egipto); y debido a que sus aguas se incrementan y suben y riegan la tierra es llamado «Pishon» (lo que hace brotar y surgir), término relacionado con las crecidas que permiten la producción de lino (hebreo «pishtan«), como se declara con respecto a los mitzrim (egipcios): Los que urden lino…se avergonzaran» (Isaías 19:9)
“Y el nombre del segundo río es Guijón; éste es el que rodea la tierra de Cush.”
(Génesis/Bereshit 2:13)
Guijón significa estruendo. Es llamado así porque fluía atronadoramente y su estruendo era muy grande.
“Y el nombre del tercer río es Jidekel; éste es el que corre al oriente de Ashur. Y el cuarto río es el Perat.”
(Bereshit 2:14)
Jidekel expresión hebrea conformada por dos palabras. Este río es llamado así porque sus aguas son punzantes («hadyn«) y ligeras («kilyn»). En español recibe el nombre de Tigris.
El cuarto río es llamado Perat porque sus aguas fructifican (hebreo:«parin»), se multiplican y proporcionan salud al hombre. En español se le conoce como Éufrates palabra que se deriva originalmente del hebreo: Perat.
Desde estas descripciones y siguiendo a comentaristas de gran peso, podemos decir que probablemente este relato del Bereshit se refieren a los ríos que nosotros conocemos como:
-
Indo,
-
Nilo,
-
Tigris, y
-
Eufrates.
Lo cierto es que el Edén actualmente no existe. El Eterno lo desapareció junto con el árbol de la vida y el árbol del conocimiento de bien y del mal, porque el hombre ya no podía entrar al Edén ni tener acceso a lo que había en él por haber desobedecido (Génesis 3:22-24). En cambio, en nuestros días, Dios promete que el ser humano volverá a participar sólo del árbol de la vida que existe actualmente en el paraíso de Dios (Apocalipsis 2:7) y luego será colocado en los cielos nuevos y la Tierra nueva que el Eterno tiene preparados para sus herederos (Apocalipsis 22:2).
El Gan Edén (huerto del Edén) representa el lugar que se escoge para adorar y alabar a Dios, el río representa la fuerza del Espíritu Santo que salta para vida eterna (Juan 7:38,39). Por todo esto, el mensaje para nosotros es dejar al Espíritu Santo fluir en ese lugar libremente, para que nos enseñe la Torah (Instrucción) del Padre y así Él pueda hace con nosotros lo que desee, según lo trazado en su diseño original.