Debido a la conmoción ocasionada por los hechos más recientes en distintas provincias de Argentina, he sido abordado mediante mensajes privados a mi correo electrónico por distintos seguidores de este blog que en su rol docente piden ayuda al respecto.
Tal como lo he enseñado en otra bitácora sobre este tema, el bullying es una palabra inglesa que significa intimidación. Debo decir, embargado por una profunda congoja, que esta palabra se encuentra muy difundida en nuestros días debido a los innumerables casos de persecución y de agresiones que se están detectando en las escuelas y colegios de las distintas naciones. Por sobre todo, es lamentable notar cómo esta moda del infra-mundo está conduciendo a muchos niños y jóvenes en edad escolar a vivir situaciones verdaderamente aterradoras.
En esta bitácora remarcaremos el hecho de que la violencia escolar o bullying es uno de los tantos síntomas de la crisis de valores de la sociedad. No es problema de ciertos menores, sino que estos, son a su vez expresión de la crisis familiar y social. Se requiere trabajar con los menores agresores, sus familias y la comunidad. Los centros educativos son el escenario para la manifestación de la carencia moral y la violencia latente de una sociedad que se deshumaniza día con día. Esto nos muestra por otro lado, que la delincuencia y sociopatías se van configurando en las personas desde la misma niñez, siendo el ámbito educativo como una especie de campo de prueba de menores que, si no se les atiende, podrían llegar a delincuentes en un futuro.
Bueno será recordar que quien acuñó el término bullying fue el noruego Dan Olweus. Él afirma que «un estudiante se convierte en víctima de acoso escolar cuando está expuesto, de forma reiterada y a lo largo del tiempo, a acciones negativas llevadas a cabo por otro u otros estudiantes”. Esta es la definición más aceptada entre los expertos.
El bullying engloba todas las formas de actitudes agresivas, intencionadas y repetidas, que ocurren sin motivación evidente, adoptadas por uno o más estudiantes contra otro u otros. Se debe asumir que la persona que ejerce el bullying lo hace para imponer su poder sobre el otro, a través de constantes amenazas, insultos, agresiones o vejaciones, y así tenerlo bajo su completo dominio a lo largo de meses e incluso años.
La víctima sufre callada en la mayoría de los casos. El maltrato intimidatorio le hace sentir dolor, angustia y miedo, hasta tal punto que, en algunos casos, puede llevarle a consecuencias devastadoras como el suicidio.
LOS COMPONENTES CLAVES DEL BULLYING
Es importante aportar que este acoso sistemático, que se produce reiteradamente en el tiempo, por parte de uno o varios acosadores a una o varias víctimas, implica tres componentes claves.
En primer lugar, existe un desequilibrio de poder entre el acosador y la víctima. Este desequilibrio puede ser real o sólo percibido por la víctima.
El segundo elemento clave es que la agresión se lleva a cabo por un acosador o un grupo que intentan dañar a la víctima de un modo intencionado.
En tercer lugar, existe un comportamiento agresivo hacia una misma víctima, que se produce de forma reiterada.
CLASES DE HOSTIGAMIENTO.
Será muy importante dejar establecido que el hostigamiento es muy común entre los niños de edad escolar de todo el mundo.
Una encuesta publicada en la revista Pediatrics in Review revela que el 14% de los niños noruegos son o bien acosadores, o bien víctimas de acoso. En Japón, el 15% de los alumnos de primaria admiten haber sufrido un trato abusivo por parte de sus compañeros, y en Australia y España, este problema afecta a un 17% de los estudiantes. Según cálculos de un especialista, en Gran Bretaña hay 1.300.000 niños involucrados.
LA MISIÓN HEROICA DE LOS PADRES ANTE ESTE MAL.
Los padres son el elemento clave en a la hora de aportar salidas para esta problemática. Los expertos afirman que el descuido de la educación con valores, donde los padres o representantes permiten que el muchacho «haga lo que le dé la gana», es un elemento clave para criar a un menor violento. La vigilancia del proceso educativo de nuestros hijos es irreemplazable, al igual que el control de lo que consumen en la radio, televisión e Internet.
Año a año, millones de personas de todo el mundo están descubriendo que la clave para ser un buen padre o una buena madre es obedecer los principios bíblicos. ¿Y por qué puede decirse que esa es la clave? Porque el sabio Autor de la Biblia, YHVH el Eterno Dios, es quien dio origen a la familia (Génesis 1:27, 28; 2:18-24; Efesios 3:15). De ahí que su Palabra inspirada ofrezca la mejor guía posible sobre la crianza de los hijos y su posición frente al flagelo de la violencia.
Lo primero que los padres están obligados a hacer en su tarea pedagógica, es reflexionar junto a sus hijos acerca del valor del prójimo. La Biblia nos dice cómo Jesús respondió a la pregunta, «¿Quién es mi prójimo?» contó la historia de un hombre que fue asaltado, golpeado y dejado por muerto en el camino (víctima del bullying). Dos personas pasaron de largo sin ofrecer ningún tipo de ayuda, pero la tercera, que era de Samaria, fue en su ayuda. El samaritano trató las heridas de la víctima, y lo llevaron a un hotel donde él se preocupaba por él. Antes de irse, el samaritano le dio el dinero al hombre y se comprometió a volver a ver cómo estaba. Después de contar la historia, Jesús preguntó ¿quién era el verdadero prójimo? La respuesta fue el que tuvo compasión de la víctima. Entonces Jesús le dijo: «Ve y haz tú lo mismo».
Insto a los padres a enseñar a sus hijos a que accionen en respuesta al mandato: «Ve y haz tú lo mismo.» Las Sagradas Escrituras nos instruyen: «Traten a los demás como les gustaría que te hicieran a ti«. Es la conocida regla de oro, y es uno de los principios más básicos de la vida moral de un hijo de Dios. Esto va de la mano con «Ama a tu prójimo como a ti mismo», y con la seguridad de que como tratamos a los demás, Dios nos tratará del mismo modo.
Los padres, por tanto, tenemos el papel protagónico en la prevención y atención del acoso escolar o bullying. Los padres sujetos al gobierno del Eteno no podemos ver el problema como los incrédulos que lo atribuyen al crecimiento natural de los niños, y por ello, no corrigen a tiempo su rebelión en el hogar y luego en la escuela y las redes sociales. Por el contrario, estamos divinamente convocados a instruirlos en la justicia y amor de Dios y el amor por el prójimo (Mt. 22:34-40). Hasta los psicólogos modernos están urgiendo a los padres a disciplinar a sus hijos y enseñarlos a ser empáticos y sensibles al sufrimiento de los demás. Exactamente lo que las Escrituras han dicho desde hace siglos.
En el siguiente esquema ofrezco los puntos más destacados para tener en cuenta a fin de saber si se está frente al bullying:
Por todo lo hablado hasta aquí, me atrevo a compartirle una serie de sugerencias inspiradas en el amor al prójimo que lograrán prevenir el bullying en el ámbito escolar de sus hijos:
- Establezca estándares de conducta, límites y expectativas claras para sus hijos, dentro y fuera de la escuela.
- Proporcione un vínculo afectivo seguro para su hijo. Asegúrese que sus hijos sepan que los apoya y que pueden contar con ellos, escucharles.
- Controle las actividades, acciones y palabras de sus hijos.
- Dé ejemplos positivos de conducta.
- Explique a sus hijos que no es aceptable intimidar a los demás.
- Conozca a los amigos de sus hijos.
- Busque recursos para ayudarle a responder a situaciones de intimidación.
- Participe en la escuela y actividades extracurriculares de sus hijos.
- Trabaje junto con la comunidad para crear y mantener un ambiente libre de intimidación e intolerancia.
- Enseñe a sus hijos el respeto y la tolerancia para todos.
- Sea lo más positivo posible con su hijo. La meta de los padres es proporcionar cinco comentarios positivos por cada comentario negativo dirigido hacia un hijo.
- Monitoree su propia conducta y agresión. Demuestre que el comportamiento de los adultos en la casa no es de acoso ni de agresividad. Los hijos copian las conductas de los padres—las buenas y las malas.
- Proporcione modelos apropiados de resolución de conflictos.
- Muestre una conducta de empatía (conducta que muestra que está tratando de entender cómo se siente la otra persona).
- Ofrecezca sugerencias y/o consejos para tratar con compañeros problemáticos.
- Estimule a los niños que son espectadores del acoso a actuar apropiadamente.
- Manténgase involucrado e interesado sin importar si su hijo ha sido reportado como el acosador o la víctima.
- Conforme una red de otros adultos, padres y estudiantes para debatir la seguridad escolar y otros asuntos.
- Proporcione a su hijo las destrezas sociales que necesita para navegar a través de su propia experiencia escolar.
- Enseñe a su hijo a tener respeto por las diferencias.
- Explique la diferencia entre una respuesta asertiva (seguridad en sí mismo, firme) y una agresiva (violenta, beligerante, hostil).
- Comparta historias acerca de sus propias experiencias infantiles con el acoso.
A continuación les comparto un trabajo musical realizado por el conjunto DEB con el objetivo de aportar un espacio de reflexión acerca de este tema: