P.A. David Nesher
“Y los hijos luchaban dentro de ella; y ella dijo: Si esto es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar al Eterno.
(Bereshit/Génesis 25:22-23)
Y el Eterno le dijo:
Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos se dividirán desde tus entrañas; un pueblo será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor.”
Las Sagradas Escrituras nos relatan que durante el difícil embarazo de nuestra matriarca Rivkah (Rebeca), los bebés luchaban dentro de su seno. Esto la llevó a preguntarse: ¿para qué sigo viviendo? ¿Por qué es mi dolor tan grande?
La lucha de estos dos bebés, que comenzó antes de sus nacimientos, representa la lucha que aún continúa en el mundo de hoy. Justamente la porción describe por primera vez la lucha fundamental entre el bien y el mal que tiene lugar en el mundo físico. Es la historia de los dos hermanos; יַעֲ קב (Yaakov o Jacob) y עשָָֽו (Esav o Esaú), los cuales están destinados a formar dos naciones independientes, con caracteres, ideales y objetivos muy distintos, por no decir opuestos. Hay una lucha entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal, entre el Espíritu y la carne que Pablo nos expone en Romanos capítulo 7, y que se libra dentro del alma humana.
Yaakov y Esaú representan dos fuerzas en pugna en el interior humano que determinan dos mentalidades o cosmovisiones. Uno de ellos, el primogénito biológico (Esav), es la representación misma de la mala inclinación (o “yétzer hará”) que se instala al lado del ser humano apenas nace; el otro (Yaakov), simboliza la inclinación al bien (yétzer hatov), fuerza que comienza a acompañar al alma humana a partir de su temprana juventud (12 años en las mujeres, 13 años en los varones).
La palabra hebrea que ha sido traducida como “luchaban”, es vayitrotsatsú, una expresión con dificultad para traducir y entender en los demás idiomas. Sucede que esta palabra (vayitrotsatsú) procede de la raíz ratzatz que significa luchar; pero también está relacionada con la palabra ratz que significa correr. Por esta razón, los rabinos interpretaron esta palabra en el sentido de que los niños estaban luchando dentro de su vientre para salir corriendo. De allí surgió el midrash que dice que cuando Rivká pasaba por un lugar donde se estudiaba la Torah Yaakov “corría” dentro de ella, agitándose para salir. Pero cuando pasaba al lado de una casa de idolatría Esav se agitaba para salir. El Targum traduce el texto diciendo que se empujaban entre sí.
Entonces la expresión “los hijos pugnaban”, literalmente dice, “corrían”. Ello significa que los niños se movían como en combate en las entrañas de la madre. Esta lucha intrauterina era también una cuestión de la legítima defensa, ya que implicará una lucha por la dominación moral en el mundo.
Estos dos hermanos, distintos en caracteres y costumbres, contenderán permanentemente uno contra el otro. A veces el victorioso sería derrotado y en otras, el elevado caería. Por esta razón es que en el seno materno estaban “agitándose”. Las figuras de Esav (Esaú) y Yaakov aparecen en una lucha la cual perdurará hasta los últimos tiempos.
Como lo expresé en el primer párrafo, los dolores de ella eran tan fuertes que se preguntaba para qué oraba pidiendo un hijo. Si hubiera sabido que el embarazo iba a ser tan difícil no hubiera orado. ¿Por qué ella fue la única mujer que sentía estas cosas durante el embarazo? Al final tomó la decisión de ir a preguntar al Eterno. ¿Adónde fue? El pasuk (versículo) 22 finaliza diciendo que Rivka “salió a consultar a Yahvéh”, lo que significa que acudió a los profetas de Dios que había en aquel tiempo. Los Midrashim, incluyendo el Libro de Yashar, señalan que Rivka fue a la tierra de Moriah, a la Yeshivah (Centro de Estudios) de Shem y Ever, y ellos le dieron el mensaje de lo Alto:
Vayomer YHVH lah shney goyim bevitnej ushney le’umim mime’ayj yiparedu ule’om mil’om ye’emats verav ya’avod tsa’ir.»
Esto se traduce así:
(«Yahvéh le contestó: “Dos pueblos hay en tu vientre y dos reinos serán separados de tu seno. Un reino prevalecerá sobre el otro reino, y el mayor servirá al menor.”)
Del Midrash recogemos las siguientes palabras:
«…Serás madre de dos naciones; las llevas a las dos juntas, pero una vez que hayan nacido, ni el mundo entero podrá albergarlos juntos en paz. ¿Cómo, pues esperas que coexistan pacíficamente dentro de tu vientre?…», [Midrash, pág 204.]
Los dos hijos que llevas simbolizan el eterno conflicto que opone la Torah Divina a la fuerza bruta del hombre… así queda revelado que el odio implacable de Esaú por su hermano no se remonta a su nacimiento sino a una época anterior; el camino de cada uno de los hermanos parece estar trazado a priori, desde antes de su nacimiento. Su futura personalidad empieza a dibujarse ya en su estado embrionario. En ellos existirán tendencias naturales altamente divergentes. Yaakov y Esaú darán origen a dos naciones que estarán enemistadas desde su misma concepción; uno para seguir su maldad y el otro para desarrollar integridad y valores. Para los sabios, Yaakov es símbolo del alma del hombre, en tanto que Esaú representa al cuerpo físico sujeto al “ego”.
Estas dos naciones jugarían un papel muy importante en la historia, y especialmente durante los últimos tiempos en relación con la venida del Mesías. Yaakov es el padre de Israel, y Esav es el padre de Edom y el Imperio Romano. Siempre habría tensión entre estos dos. Si uno estaría por encima, el otro estaría por debajo y viceversa. De los dos saldrían grandes reyes. De uno saldría el rey Shlomó (Salomón) que edificaría el primer Templo en Yerushalayim (Jerusalén) y del otro saldría el emperador Tito que destruiría el segundo Templo. Finalmente el menor será el principal. ¡Al final Yerushalayim será más poderosa que Roma!
Así, Yaakov y Esav darán origen a “dos mundos” que estarán en oposición todo el tiempo; de Yaakov surge el pueblo santo, Israel (יִשְׂרָ אֵ֑ל ), en tanto que de Esaú, que es la viva imagen de Satán, emergerá la perversa y sanguinaria Roma con todo su sistema cazador de almas. Asimismo habrá más raíces ideológicas de Esaú; son los sistemas religiosos cuyas tendencias son las de hacer a un lado a Israel, rechazar la Torah y creerse dueños de las eternas bendiciones que por orden divino le corresponden a Yaakov y a sus descendientes. ¿Quién sería el más fuerte y tendría el dominio del mundo? ¿Sería Yaakov y su fuerza espiritual? ¿O sería Esav (el lado negativo) y los poderes de la impureza? Las Escrituras nos responderán enseguida.
Mediante este oráculo divino, nuestra madre Rivká tenía muy claro el panorama desde el momento que ella recibe la indicación que el hijo mayor (el primogénito biológico) sería siervo del hijo menor. Solo habría que esperar el momento del parto para saber quién era quién. Al respecto comenta el apóstol Pablo de Tarso:
“… Y no solo esto, sino también cuando Rivka concibió de uno, de Yitzjak nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían tenido la ocasión de decidirse por la obediencia o la desobediencia), para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese por el que llama, no por lo que el hombre haga por sí mismo, se le dijo:
El mayor servirá al menor.
Como está escrito:
A Yaakov amé más que a Esav…”
(Rom 9:10-13 – Código Real del NT]).
Sobre los dos hermanos, el comentarista hebreo Isaa Abarbanel explica que, no obstante, que ambos son hijos del mismo padre y madre, han de ser de caracteres totalmente distintos, como lo son dos pueblos y naciones diferentes, como si uno fuera habitante del oriente y otro del occidente. Este maestro dice que a pesar de que estos hermanos eran mellizos (idénticos), sus acciones no se parecerían en absoluto; Esav se comportaría como un cerdo; un cerdo coloca sus patas por delante para presentarse como animal kosher, ocultando su verdadera naturaleza impura en su interior. Esav tampoco muestra interés por las leyes divinas. Teniendo en cuenta esta interpretación, los sabios dicen que Esav es la representación e imagen del Satán (oponente) o mensajero del “lado oscuro” que todo hombre lleva en su interior. Esav representa las fuerzas del mal, las cuales fueron creadas con el único propósito de que la persona las transforme en energía positiva.
La relación entre Yaakov y Esaú será un tema recurrente a lo largo de todo el Tanak (mal llamado Antiguo Testamento) y la historia de Israel. El hijo mayor, Esav aparece ligado a la perversidad en tanto que Yaakov avinu a la integridad. Por ello es que al final, Esav elegirá la idolatría y la impiedad, en tanto que el otro (Yaakov), se conducirá por el camino de la fe y lo sagrado; Yaakov avinu sería la “voz de la Torah”. Así pues veremos que cuando Israel se mantuvo leal al Eterno, Esav careció de poder. Es que, la falta de apego a la Torah y el antisemitismo son una relación “causa-efecto”. Existe entonces aquí la revelación divina de un método totalmente efectivo para controlar el antisemitismo: intensificar el estudio de la Torah, y darle cumplimiento.
Los sabios enseñan que estos pasajes contienen un gran secreto en el aspecto espiritual:
«…Hay dos fuerzas dentro de cada persona: la del cuerpo y la del alma. Esaú representa preocupaciones del cuerpo: egoísmo, materialismo (cosmovisión el ego). Por ello es que generalmente nos ocupamos más de nuestros deseos corpóreos, somos esclavos de nuestras necesidades y deseos corpóreos; nos ocupamos más de comida, la renta, facturas, sexo, placer, etc. Mientras que Yaakov representa la conciencia del alma, el deseo de conectarse con la espiritualidad, el significado y la benevolencia. En nuestro mundo, el primogénito es el cuerpo. El cuerpo precede al alma…».
Una perspectiva mística afirma que «la cáscara precedió a la fruta». Mientras que el fruto madura, su cáscara, como el cuerpo en el cual el alma madura, lo protege. Es para este propósito que la mayor parte de la educación de un niño que tiene lugar en sus años formativos consiste en superar a Esaú dentro de esos impulsos y deseos corporales hasta que el alma gana el control sobre el cuerpo en el momento de llegar a su juventud (12 años las mujeres, 13 años los varones).
Por ello agregan los místicos que, cuando convencemos al cuerpo de que una persona espiritual llega a ser más saludable, esa fe refuerza el éxito en todos los campos, influenciamos nuestro sentido del razonamiento invirtiendo tiempo y dinero en el desarrollo espiritual. Lo que Esav quería vender era lo que Yaakov quería comprar, Esav gusta de la persecución de los placeres mundanos, y en esta parashá Toldot, la Torah compara los placeres mundanos con un guiso de lentejas, ya que el bienestar del mundo, la tranquilidad y el honor, son “circulares”, van constantemente de un lado a otro, así como lo es una lenteja, que es redonda. Es por eso que Esav vende e intercambia la “vida eterna”, o sea, el servicio sacerdotal (avodah) de Dios que le correspondía a los primogénitos, por la efímera vida de este mundo. Este es el camino que nos legaron nuestros patriarcas a nosotros y a nuestros hijos: optar siempre por el camino del servicio a Yahvéh y el temor a Su Divinidad, siguiendo el Camino que es Yeshúa HaMashiaj y Su Yugo sobre nosotros.
Puedes escuchar una explicación sintética de esto en esta catequesis: