Por P.A. David Nesher
La expresión hebrea Beshalaj significa “Cuando envió”.
De forma diferente a la mayoría de los Shabat del año, el de esta semana lleva un nombre especial, se le conoce como “Shabat Shiráh”, que significa “el Shabat de la Canción”, porque en la Torah leemos la canción Shirát Hayam («Canción del Mar«) que cuenta historia de la liberación definitiva de los hijos de Israel. Muchas congregaciones destacan este Shabat al crear servicios llenos de música extraordinaria para celebrar a Moshé (Moisés) y Miryam (María), que guían a los israelitas a través del Mar de Cañas (Mar Rojo) y fuera de Mtizrayim (Egipto).
En el relato de esta sección semanal encontraremos la asombrosa apertura del Mar Rojo. También aquí aparecen revelados los 72 nombres de Dios que son la vedette de la porción. Así mismo, en esta sección aparecerá el Maná, que se describe como el pan caído del cielo, y que determinará esta disciplina de estudiar la Torah por porciones (parashot) y ascensiones (aliyot).De igual modo, veremos aparecer el omer por primera vez, que era una medida de peso como decir kilo. Aparece el episodio del agua amarga que se convierte en agua dulce; y por último la guerra de Amalek, el enemigo perpetuo del pueblo de Israel.
De esta manera, hemos llegado a la más extraordinaria parasháh de la Torah, porque cuando leemos el episodio de la apertura del Mar Rojo percibimos que se concluye con la salida o éxodo de Egipto.
Entonces, la primera pregunta que tenemos que hacernos es, ¿porque la salida de Egipto esta divida en 3 parashot (porciones)?.
La Torah quiere enseñarnos que cada cambio es un proceso, y que dentro de él hay etapas que transitar. Por lo tanto cuando un cambio se ha producido en nuestras vidas es porque hace ya un momento que venimos transitando etapas emocionales e intelectuales para que este cambio opere en nuestras vidas.
«Beshalaj» es una porción que contiene relatos prodigiosos y grandes fenómenos sobrenaturales en donde lamentablemente existe un patrón recurrente; después de cada milagro, los israelitas olvidaban que habían sido salvados y comenzaban a quejarse, a temer lo que proseguía y a querer regresar al cautiverio.
Siete días después de la salida de Egipto los hijos de Israel llegaron Yam Suf (Mar de los Juncos). Allí el relato nos dice que los israelitas en lugar de estar contentos, ellos estaban realmente asustados.
¿Cómo es posible que, al poco tiempo de su salida hacia la libertad, el pueblo quisiera continuar en el maltrato y la explotación? Esto es bastante incomprensible.
Tenemos que saber que este es un paradigma que continúa repitiendose hasta hoy; la esclavitud existe y se expresa de muchas maneras.
Después de generaciones de ser esclavos en Egipto, no tenían memoria ni sentido de libertad. Ignoraban en qué consistía esta preciosísimo bien de la dignidad humana. Así mismo sucede con nosotros cada vez que encontramos una oportunidad de hacer algo nuevo en nuestra vida. Aun cuando sufrimos en la situación en la que estamos, algo interno nos hace amar el dolor de esa zona de confort. “Más vale malo conocido que bueno por conocer”, será el refrán que resonará en nuestra boca para llamarnos a la «cautela» que impide todo cambio.
Sucede que para cambiar tenemos que estar dispuestos a salir de nuestro supuesto lugar seguro. Nos gusta nuestra vieja realidad, incluso si esta nos hace infeliz, y siempre encontramos excusas para preferirla en lugar de intentar una nueva aventura. Miramos hacia la libertad, pero al mismo tiempo le tememos, por lo que nos encontramos paralizados, tal y como se describe en esta historia.
Luego pues, independientemente de lo que hagamos, si nuestras acciones están basadas en la servidumbre de una idea, de una persona, de un objeto o situación, significa que seguimos “esclavizados en Mitzrayim (Egipto)”. Es necesario recordar que Mitzrayim (Egipto) es en realidad un código lumínico que nos ayuda a identificar nuestro ego (todo aquello que nos impide crear un puente entre nosotros y la luz del Creador). Salir de ese estado de esclavitud (o “salir de Egipto»), requiere entender y recordar que cada reto, situación incómoda y dolorosa, proviene de lo Alto.
El capítulo describe la milagrosa apertura del “Mar de Suf”. Ahora bien, contrario a las descripciones convencionales de este evento, debemos saber y aceptar que no fue el Eterno quien abrió el Mar. Fueron Moisés y los Israelitas quienes llevaron a cabo este acto y al hacerlo superaron a la naturaleza. Esta fue la primera vez que se le dio a la humanidad las herramientas para generar un milagro. Aquí aprendemos a apreciar a Moshé por haber empleado una tecnología celestial conocida en el libro del Zohar como los 72 Nombres de Dios.
Así pues, el “mar que se abre”, es también una metáfora del poder para “abrir el cielo” y derramar milagros, esto es, bajar el “poder divino» a la Tierra a fin de que esta se transforme y sea promocionada a las alturas lumínicas de las esferas divinas. Mediante esta lectura nos conectamos con la realidad potencial de la mente sobre la materia; que es la conciencia en control de lo físico.
Ahora, en la era del Mesías, nosotros como asamblea de hijos primogénitos, nos encontramos muy cerca de eliminar el caos de nuestro universo produciendo pruebas del poder de la emunáh o verdadera fe. Estamos listos para recrear milagros que son igual de grandiosos que la apertura del Mar Rojo. Sin embargo, tal como lo revela esta historia, todavía depende de nosotros eliminar el caos de nuestra vida personal. El verdadero problema es nuestra naturaleza como seres humanos, y su tendencia a lo malo (yetzer hará) lo cual ha sido algo que hasta el momento no hemos sido capaces de cambiar.
Estas herramientas divinas (los 72 Nombres de Dios) son solo efectivas para aquellos de nosotros que siendo proactivos seguimos el camino de la fuerza creadora de Yahvéh. Pero nunca podremos lograr un estado proactivo de conciencia si no ejercitamos la restricción con cada paso del camino.
Muchos de nosotros, enfocados en nuestras debilidades, sucumbimos al juego de HaSatán (el Oponente), tan claramente demostrado en esta historia.
Vivimos en el juego del Oponente, convirtiéndonos en los detectives del después, si tan solo no hubiera hecho esto u aquello todo estaría perfecto. Siempre somos brillantes después de que las cosas sucedieron, esto es HaSatán. Una vez que caemos en esto, el Oponente nos proveerá todo el material que necesitamos para continuar con nuestro caos. El validara todo para nosotros sin importar que tan estúpido sea, pues HaSatán nos dirá cuan brillantes somos. Nos dice como a ese ultimo desastroso error solo le falto una «cosita» de nada que si hubiéramos hecho no habría resultado en error.
La historia de Beshalaj relata que faraón se despertó un día después de que los israelitas dejaron la tierra de Egipto y se dijo algo así: «¿Qué he hecho? ¿Por qué los deje ir? Hay que regresarlos, no pueden sostenerse solos allá afuera.»
Sus consejeros le dijeron que seria un error, pero a pesar de esto los persiguió. ¿Era faraón estúpido? No. Simplemente estaba siguiendo el juego de HaSatán.
Igual acontece muchas veces con nosotros. ¿Cuántas veces nos dice nuestra voz interna o aquellos a nuestro alrededor que no hagamos algo? Pero aún así lo hacemos por que creemos que sabemos más y mejor. Lo hacemos porque vivimos en el juego reactivo de HaSatán sin ejercitar la única conexión que puede vencer al adversario en su propio juego; la restricción.
La restricción es el único juego que nos queda. Cualquier otro juego en donde desciframos y manipulamos es jugado por las manos de HaSatán.
Sin restricción no hay forma que estas herramientas (os 72 Nombres de Dios), que son el puente entre la realidad no física y la física puede ser actualizada. Podemos hablar y estar convencidos de mente sobre materia pero no podremos llegar a experimentarlo sin la implementación de los 72 Nombres de Dios.