Por P.A. David Nesher.
«Y dieron un mal informe a los hijos de Israel de la tierra que habían reconocido, diciendo:
(BaMidbar/Números 13:32; 14:7)
La tierra por la que hemos ido para reconocerla es una tierra que devora a sus habitantes, y toda la gente que vimos en ella son hombres de gran estatura… y hablaron a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo:
La tierra por la que pasamos para reconocerla es una tierra buena en gran manera.»
Sabido es que la cosmovisión (manera de ver e interpretar el mundo) de cada ser humano determina el éxito de la marcha de cualquier empresa. Aquello que vemos, y la forma en que lo interpretamos, determinará las creencias que luego confesaremos, de donde surgirán las decisiones que tomaremos, que determinarán la conducta que manifestaremos. En pocas palabras, ¡la cosmovisión del ser humano determina cómo será su futuro!
En esta porción de estudio de Bamidbar, nuestra alma logra ver que los doce espías observaron la misma tierra. Ellos recorrieron las mismas ciudades. Se contactaron con los mismos habitantes. Pero, también notamos que hubo dos reacciones muy diferentes ante lo que vieron. Así fue como se confeccionaron dos relatos de una misma realidad.
Por un lado, notamos que aunque los diez espías vieron la tierra hermosa, sus almas fueron invadidas de pensamientos automáticos negativos, llenos de problemas, que generaron solo imposibilidades. Fue así como la mayoría desarrolló una cosmovisión, que los llevó a creer que no era posible vencer sobre esos pueblos tan grandes y conquistar esas ciudades tan fortificadas. La razón fundamental de esto, era que no querían creer incondicionalmente en el Eterno.
Cuesta mucho imaginarse un reporte más incrédulo e infiel a Yahvéh que este; un reporte que reconozca la fidelidad de la promesa del Eterno, la verdad de Su palabra, y todavía decir: “A pesar de todo eso…”
Al considerar este reporte negativo notamos que tiene las características propias del pesimismo, ya que combina verdad, mentiras y exageración propia del miedo extremo que paraliza la conciencia. Evidentemente, ellos sentían que estaban más en una misión para Israel que en una misión para el Eterno. Por eso es que el reporte será dado de acuerdo a la perspectiva humana, no de acuerdo a la perspectiva de Dios.
Era verdad, desde una perspectiva humana que el pueblo de Canaán «es más fuerte que nosotros«, pero el decir, “No podremos subir contra aquel pueblo”, era una mentira impregnada de exageración.
Era verdad que ellos habían ido a través de la tierra, pero el decir, “es tierra que traga a sus moradores”, era una mentira exagerada.
Así mismo, cada una de las declaraciones, “ todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura” o “gigantes” y “éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas” forman parte del mismo pesimismo, son todas terribles exageraciones, llenas de mentiras. Todo, producto del miedo paralizador que surge de la incredulidad.
Por esto, debemos convenir que la incredulidad se presenta a sí misma como siendo “factual” (fiel a los hechos) o “práctica” o “realista.” Sin embargo, la cosa más factual, práctica, y realista que podemos hacer, como hijos primogénitos del Eterno, es confiar la Palabra del Dios Viviente, Su Torah de Fuego; Yeshúa hablándonos a nuestra mente y corazón.
La incredulidad de los diez espías no era de acuerdo a los hechos, sino a pesar de los hechos. Su informe era infiel y diabólico ya que desacreditaba la capacidad del Eterno para librar a Su Pueblo de todo peligro.
Pero hubo dos espías (Caleb y Josué) que tenían otro espíritu y vieron las mismas cosas de otra manera. Habían aprendido de lo que pasó en Egipto y en el desierto. Sabían que tenían un Dios poderoso y creyeron en sus promesas. Vieron la realidad visible y vieron también la realidad invisible. Los hijos de Anac eran gigantes, sí, las ciudades tenían murallas muy altas, sí, pero el Todopoderoso es mucho más grande y él estaba con ellos. Ellos habían reconocido el terreno, lo que nos recuerda que la verdadera fe no es ciega. La fe no niega la realidad ni la dificultad sino que declara el poder de las promesas divinas.
Los diez espías vieron las cosas desde abajo, pero los dos espías las vieron desde arriba.
Así aprendemos que existen dos voces. Por un lado, la voz de lo imposible, que sólo habla de las cosas desde el punto de vista natural. Por el otro lado, se encuentra la voz de lo posible, que siempre habla de las cosas desde el punto de vista del poder y las promesas del Eterno. Según escuchamos vamos a creer. Si sólo vemos y escuchamos las cosas según un punto de vista natural, nuestras acciones estarán condicionadas por lo natural y sus leyes entrópicas, desde donde recibiremos sólo resultados naturales. Pero si nos atrevemos a ejercer visión celestial a través del escuchar lo que enseñan las promesas divinas lograremos a actuar de manera natural, pero recibiendo la asistencia celestial de tal modo que nuestras acciones naturales se transformarán en sobrenaturales y lograrán así la manifestación de los milagros y prodigios propios de los hijos de Israel.
¡Esta última es la voz de la fe verdadera o fe de las posibilidades!
Conforme a como escuchemos así creeremos. Si sólo vemos y escuchamos las cosas según un punto de vista natural (sensorial), vamos a actuar sólo de forma natural y recibir sólo resultados naturales, pero si vemos y escuchamos lo que enseñan las promesas divinas (extrasensorial), vamos a actuar de manera natural y recibir la asistencia del cielo de modo que nuestras acciones naturales se vuelvan sobrenaturales.
La Manera de Oír determina nuestra Fe (Rom. 10: 17).
Según nuestra manera de ver las cosas (cosmovisión) así nos será hecho.
Lamentablemente, en Israel, lo sensorial del reporte negativo o pesimista prevaleció sobre lo extrasensorial que vibraba en el reporte optimista.
Según el Midrash, la noche en que los espías regresaron fue el noveno día del quinto mes, llamado av, el mismo día cuando, según la tradición, los hijos de Israel habían empezado el culto al becerro de oro. Esa noche el Eterno juró que los hijos de Israel iban a ser dispersados entre las naciones, tal como ha quedado explicado en los salmos:
“Aborrecieron la tierra deseable, no creyeron en su palabra, sino que murmuraron en sus tiendas, y no escucharon la voz de Yahvéh Por tanto, les juró abatirlos en el desierto, y esparcir su simiente entre las naciones, y dispersarlos por las tierras.”
(Salmo 106:24-27)
Por esta razón este día fue transformado en un día de calamidad para la historia hebrea, particularmente la Casa de Judá. En ese día fueron destruidos los dos templos. En ese día fue derrotada la última revuelta de los judíos contra Roma en el año 135. En ese día fueron expulsados los judíos de España en el año 1492. En ese día ocurrieron varios otros eventos trágicos en la historia judía. Por estas razones, el 9 de av, en hebreo tishá be-av, es un día de ayuno y luto nacional para el pueblo judío. Pero el profeta Zacarías aseguraría en su oráculo que se convertirá en un día de alegría:
“Así dice Yahvéh de los ejércitos: «El ayuno del cuarto mes, el ayuno del quinto, el ayuno del séptimo y el ayuno del décimo se convertirán para la casa de Yehudá en gozo, alegría y fiestas alegres. Amad, pues, la verdad y la paz.”
(Zacarías 8:19)
Notamos que los diez exploradores hablaban palabras negativas que iban en contra de las promesas de Yahvéh. En realidad, desde toda lógica humana, su cosmovisión hablaba cosas razonables, pero también sabemos que el pueblo del Eterno no ha sido llamado a caminar de manera natural, sino sobrenatural. Por lo tanto, la única manera de poder conquistar la tierra, era por medio de la ayuda del Eterno que proviene de la fortaleza que dan Sus promesas. Pero estos hombres no quisieron confiar en Yahvéh. Solamente evaluaban las cosas de manera natural. Ellos no tenían fe y por lo tanto no recibieron lo que Yahvéh había prometido, tal como los primeros discípulos lo interpretaban:
“Por tanto, temamos, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque en verdad, a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva, como también a ellos; pero la palabra que ellos oyeron no les aprovechó por no ir acompañada por la fe en los que la oyeron.”
En el primer versículo del capítulo catorce leemos que dice:
“Entonces toda la congregación levantó la voz y clamó, y el pueblo lloró aquella noche.”
Rashí explica aquí que la palabra congregación, en hebreo edá, no se refiere a todo el pueblo de Israel, sino al Sanedrín, los setenta ancianos, líderes principales, que estaban asignados divinamente para conducir los designios divinos de Israel, velando desde Sus promesas. ¡Sí, ellos hicieron más caso al informe negativo que del informe positivo! A la carne (yestzer hará) le gusta más las noticias malas que las buenas. Las malas noticias venden mejor que las buenas. En lugar de escuchar la Palabra del Eterno que había dado tantas promesas, y además con señales y prodigios, hicieron caso a palabras llenas de incredulidad y no pudieron esperar en un futuro positivo.
Las promesas de Yahvéh tienen que ir acompañadas por la fe en los que las escuchan para que puedan tener su cumplimiento. La confianza en las promesas de Yahvéh es un requisito para poder beneficiarse de ellas.
Apreciado lector, si eres discípulo de Yeshúa, y crees que él es el Mesías de Yah, esfuérzate a tener siempre en cuenta que lo importante no es lo que tienes por delante sino cómo reaccionas ante ello. Si te encuentras enfrentando problemas, si sientes que estás frente a gigantes, o estás ante una tarea que humanamente es imposible realizar, te aseguro que la única manera de poder pasar por en medio en victoria es confiando en las promesas del Eterno que has escuchado por Su Espíritu Santo en ti.
Por eso, cuando te enfrentes con una decisión difícil, no permitas que los aspectos negativos te hagan descartar los beneficios. Evalúa ambos cuidadosamente. Pero no dejes que las posibles dificultades te impidan experimentar el poder del Eterno ni te hagan olvidar sus promesas de dirección y sentido. Por lo tanto, memoriza las promesas, medita en ellas día y noche, escríbelas en papeles y pégalas en las paredes de tu casa, cántalas, repítelas a tus hijos, ponlas en tu corazón y háblalas con tu boca y verás como tu corazón será fortalecido para poder recibir lo que dicen las palabras poderosas del Todopoderoso y Fiel.
Atento pues a todos estos detalles, te solicito que aprendas a mirar las cosas con los ojos del espíritu, es desde la cima del diseño del Monte Santo: tu interioridad. Observa la realidad de las cosas físicas, pero no te quedes allí. Mira y escucha lo que dice el mensaje celestial de la Torah, porque en las dimensionalidades celestiales, es donde habita Aquel que tiene la autoridad sobre la Tierra y el poder para cambiar cada situación que en este planeta acontece. Aprende a ser un colaborador celestial y verás cómo las promesas del Eterno son capaces de transformar las circunstancias de la fisicalidad según lo que hay en el Cielo.
“Mi oración es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de su poder.”
(Efesios 1:18-19)
Es muy importante que cuidemos nuestro corazón para que no entren dudas de las palabras de Yahvéh. ¿Qué informe escuchas? ¿El del Reino de los Cielos o el de la razón humana?
¡Toda Bendición para cada uno de ustedes!