Por P.A. David Nesher
“Y los ojos de Israel estaban tan débiles por la vejez que no podía ver. Entonces Yosef se los acercó, y él los besó y los abrazó.”
(Bereshit/Génesis 48:10)
Hemos visto como Efrayim, hijo menor de Yoséf, fue puesto sobre su hermano mayor por orden del Cielo y todas sus esferas. Lo más lógico hubiera sido que Menashé recibiera la primogenitura y por eso la mano derecha debería haber sido puesto sobre él. Pero el Eterno quiso cambiar el orden de lo natural para algo sobrenatural. Generalmente es muy fácil seguir el rumbo natural de las cosas y hacer lo que siempre se ha hecho, acorde a lo que hemos aprendido que se debe hacer, según los regímenes del sistema reptiliano. Sin embargo, cuando el Espíritu del Creador está en acción es muy posible que las cosas cambien de vez en cuando. Por esto hay que estar abiertos espiritualmente para toda clase de cambios en lo que debería ser normal. Cuando uno camina con el Eterno debe estar preparado para cualquier sorpresa que sale de lo común.
Por eso hemos también aceptado que nuestro padre Israel sabía muy bien lo que hacía al cruzar sus brazos. Él fue dirigido por el Espíritu del Eterno a hacer lo que hizo. Israel podía ver algo que Yosef no podía ver.
La mano derecha fue puesta sobre Efrayim que no solamente recibiría una doble porción de terreno en la tierra prometida, sino también se convertiría en la principal tribu de las diez que compondrían el Reino del Norte después de la división de la nación en épocas de Roboam, hijo de Salomón (1 Rey. 11).
De esa manera Efrayim llegó a tener un papel muy importante en Israel. Las dos tribus más importantes son Yehudá y Efrayim. Alrededor de estas dos tribus giran todo el plan de salvación que tiene el Eterno para el mundo. Efrayim es la tribu más importante de las diez tribus que constituyeron el reino del norte, la casa de Israel. Por eso Efrayim representa al resto de las diez tribus.
Por eso, aunque la salvación venga de los judíos como lo enseñan Yeshúa mismo (Juan 4:22), Efrayim juega un papel muy importante en el proyecto de redención del mundo perdido.
Con esta cosmovisión correcta (y sólo con ella) logramos comprender el espíritu profético-mesiánico que satura las palabras del salmista cuando canta:
«Cuando el Eterno haga volver los cautivos de TZion, Israel será como los que sueñan, no podrán ver bien.»
(Salmo 126:1)
Así pues podemos decodificar la expresión «Yosef se los acercó”, que justamente está profetizando que el acercamiento de la Casa de Judá con la de Israel de los hijos de Ben Yosef en los últimos tiempos no se realizará bajo la intención y dirección de los rabinos que niegan a Yeshúa, sino bajo la dirección de Yeshúa HaMashíaj mismo, levantando hombres (varones y mujeres) con corazón pastoral que pedagógicamente enseñarán Su Yugo y diseño. Según la tipología que vibra en este pasaje, la Torah enseña que Yosef es el que acerca a sus hijos a Israel en los últimos tiempos, no Yehudá. Sólo el movimiento dirigido por Yeshúa resultará en el cumplimiento de estas profecías. Los que buscan el reconocimiento de los hombres serán avergonzados; (pienso en los muchos de los que por estar en el movimiento de raíces hebreas, se terminan convirtiendo en fanáticos judaizantes que niegan a Yeshúa en su esencia y misión). El que busca ser dirigido por Yeshúa llegará a Israel y será abrazado y besado.
Entonces, como lo dije más arriba, debemos aceptar que en la cosmovisión del Eterno, existen dos ejes principales en Israel, Yehudáh y Efrayim. Alrededor de estas dos tribus gira toda la Historia de Salvación. No solamente alrededor de los judíos, sino también alrededor de los descendientes de Efrayim que fueron totalmente asimilados entre los gentiles después de la invasión Asiria en el año 722 a.E.C.
En los últimos tiempos Efrayim será reunido con Yehudáh para ser un solo pueblo bajo el gobierno del Mesías, tal y como el oráculo del profeta Ezequiel lo anunciara:
“Y vino a mí la palabra del Eterno, diciendo: Y tú, hijo de hombre, toma una vara y escribe en ella:
«Para Yehudáh y para los hijos de Israel, sus compañeros.»
Toma luego otra vara y escribe en ella:
«Para Yosef, vara de Efrayim, y para toda la casa de Israel, sus compañeros.»
Júntalas la una con la otra en una sola vara para que sean una sola en tu mano. Y cuando los hijos de tu pueblo te hablen, diciendo:
«¿No nos explicarás qué quieres decir con esto?», diles:
«Así dice el Señor Eterno:
‘He aquí, tomaré la vara de Yosef, que está en la mano de Efrayim, y las tribus de Israel, sus compañeros; las pondré con aquélla, con la vara de Yehudá, y las haré una sola vara, y serán una en mi mano.’
Y las varas en que escribas estarán en tu mano a la vista de ellos, y diles:
«Así dice el Señor Eterno:
‘He aquí, tomaré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los recogeré de todas partes y los traeré a su propia tierra. Y haré de ellos una nación en la tierra, en los montes de Israel; un solo rey será rey de todos ellos; nunca más serán dos naciones, y nunca más serán divididos en dos reinos. ‘No se contaminarán más con sus ídolos, ni con sus abominaciones, ni con ninguna de sus transgresiones; sino que los libraré de todos los lugares en que pecaron y los limpiaré. Y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. ‘Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; andarán en mis ordenanzas y guardarán mis estatutos y los cumplirán. ‘Y habitarán en la tierra que di a mi siervo Yaakov, en la cual habitaron vuestros padres; en ella habitarán ellos y sus hijos, y los hijos de sus hijos para siempre; y mi siervo David será su príncipe para siempre. ‘Y haré con ellos un pacto de paz; será un pacto eterno con ellos. Y los estableceré, los multiplicaré y pondré mi santuario en medio de ellos para siempre. ‘Mi morada estará también junto a ellos, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. ‘Y las naciones sabrán que yo, el Eterno, santifico a Israel, cuando mi santuario esté en medio de ellos para siempre.»
(Ezequiel 37:15-28)
Que el Eterno nos ayude a tener las mentes abiertas para cualquier cambio de lo rutinario para que su Espíritu pueda crear cosas nuevas en y a través de nosotros.