Autor: Mario Saban
«El descenso siempre constituye una parte del proceso para avanzar y cada descenso nos situará en un lugar más elevado».
[SHNEUR ZALMAN DE LIADI, 1745-1812]
Las personas, cuando tienen una pérdida en la vida, una pérdida económica, una pérdida de un ser querido, se entristecen…
Existe un pequeño relato sobre un hombre (en Ucrania o Polonia) que perdió todo lo que tenía porque su negocio se había quemado. Fue a consultarle al rabino-cabalista y este le dijo:
«No entiendo cómo usted no está festejando de felicidad». El hombre, que había perdido su negocio en el incendio, le miró con desconcierto y se enojó. El cabalista le explicó: «Mire usted, Dios vio que debía terminarse o su negocio o usted, pero usted es tan buena persona que Dios decidió terminar con su negocio primero. Si usted hubiera sido un malvado, entonces Dios hubiera terminado con usted y usted ahora estaría muerto y sus herederos con su negocio. Dios, por lo tanto, lo juzgó de modo tan favorable que su decisión fue quemar su negocio y dejarlo a usted con vida».
En medio del enojo el hombre no se había dado cuenta del valor de su propia vida.
En el descenso queda lo esencial, se pierde todo lo superfluo, lo que es accesorio, pero se sostiene lo fundamental.
En la vida se pierde: se pierde un auto, se pierde dinero, se pierden amigos, se pierden esposos, esposas… Hay casos más dramáticos, donde se pierden descendientes.
Siempre podemos perder y caernos, pero el justo se cae siete veces y siete veces se levanta.
La vida es para los héroes.
Todos somos héroes, somos supervivientes de separaciones, de fallecimientos, de guerras, de catástrofes, de la pobreza, de la riqueza, de las drogas, de las caídas satánicas de todos los estilos y colores.
Y se dice: en cada descenso, mayor es el poder.
Te has levantado desde allí, eres el héroe de tu existencia. ¿Te crucifican? Tú, resucitas.
¿Te critican? Tú, sigues adelante. ¿Te maltratan? Tú, das amor. ¿Te humillan? Engrandécete. ¿Te engrandecen? Rebájate. Siempre en el sistema de compensación.
Los sabios que estudiamos sodot (secretos) de la Torah conocemos el mal (la Sitrá Ajrá) y sus métodos. Cuanto más vamos conociéndolos, más fuertes y elevados estamos, porque podemos comprender cómo se mueve el Satán.
Hay que bailar con el Satán que le ha tocado a cada uno. Que cada uno sea merecedor de su Satán. A cada golpe del Satán, una mayor gloria de aprender más.
Recuerdo una vez que un profesor de Derecho Penal de la Universidad de Buenos Aires, luego de responder «todo bien», me dijo: «Le pondré un 2 (reprobado)». Le di las gracias. Él me miró, extrañado. Añadí: «Gracias, porque ahora volveré a estudiar más y conocer con mayor profundidad el tema».
No hay fracaso nunca, todas son victorias si de todo aprendemos. Un mes después aprobé la materia de Derecho Penal. Hoy no recuerdo nada del Derecho Penal, pero sí recuerdo cómo me levanté de ese supuesto fracaso, aprendí a vivir y a ser merecedor de mi Satán.
Nunca existe la derrota ni la victoria, siempre el Daat (el avance en el conocimiento).
©Mario Sabán