Desde el 1º de enero, al atardecer, hemos con gozo entrado en el 11º mes lunar llamado por el Israel actual Shevat. Las Escrituras siempre se refieren a éste como el undécimo mes: «Y fue en el cuadragésimo año, en el undécimo mes…» (Deuteronomio 1:3); «en el día veinticuatro del undécimo mes, el mes de Shevat…» (Zac. 1:7).
El nombre de este mes deriva del hebreo shevet, que significa rama, y hace alusión a uno de los componentes de un árbol, cuya principal función será proveer de brotes o renuevos y florecer hasta fructificar. Las ramas también eran utilizadas en Israel como bastón de los ancianos (sabios) de una ciudad y vara para los pastores, lo que le da el significado simbólico de poder que guía a mejor modo de vida. Por eso este lapso contiene la energía celestial para que el alma redimida logre renacer.
Es justamente el mes del poder creativo del Eterno. Es decir, es el tiempo oportuno para ejercer la fe en servicio renovador de nuestro entorno.
El mes de Shevat es el ciclo lunar oportuno que el Eterno nos otorga para desarrollar la creatividad divina que está contenida dentro de nosotros y que hemos obtenido gracias a la bondad sin límites del Creador.
Es un mes cuyos días están llenos de inmensa energía positiva, determinada por dos elementos fundamentales en nuestra creatividad y desarrollo, como son el agua y el aceite, que según los sabios de Israel están presentes en la raíz de este mes. El agua, simboliza la vida del Tzadik (Justo) es decir, el poder de la fe: “el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). El aceite o Unción del Eterno es el símbolo de la sabiduría que en nosotros se debe manifestar. Es sólo por ellas dos que el Mesías será manifestado en nosotros (1 Corintios 1:24).