Por P.A. David Nesher
“Después fueron sus hermanos a apacentar las ovejas de su padre en Siquem. Y dijo Israel a José: Tus hermanos apacientan las ovejas en Siquem: ven, y te enviaré a ellos. Y él respondió: Heme aquí. E Israel le dijo: Ve ahora, mira cómo están tus hermanos y cómo están las ovejas, y tráeme la respuesta. Y lo envió del valle de Hebrón, y llegó a Siquem. Y lo halló un hombre, andando él errante por el campo, y le preguntó aquel hombre, diciendo: ¿Qué buscas? José respondió: Busco a mis hermanos; te ruego que me muestres dónde están apacentando. Aquel hombre respondió: Ya se han ido de aquí; y yo les oí decir: Vamos a Dotán. Entonces José fue tras de sus hermanos, y los halló en Dotán.”
(Bereshit/Génesis 37: 12-17) –
Yosef (José) fue enviado por su padre a supervisar a sus diez hermanos, los hijos de Israel. A simple vista, no parece nada extraño esta misión, con la excepción de que los hermanos de Yosef están en Siquem, el lugar donde esta familia fue influenciada y perjudicada por la cultura corrupta de los cananitas. Siquem será siempre un lugar que simboliza pecado, ya que fue la zona de desastres para la descendencia de Israel. Allí pecaron los hermanos, Dina fue violada, y se dividió el Reino (1Reyes 12:1).
Yosef estaba dispuesto a obedecer a su padre, aunque implicara el rechazo y el sufrimiento causado por sus hermanos. En este sentido la historia se hace un tipo de nuestro arquetipo Yeshúa, ya que esto es lo mismo que le pasó en su venida a la Tierra:
“Entonces el dueño de la viña dijo: «¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá a él lo respetarán.» Pero cuando los labradores lo vieron, razonaron entre sí, diciendo: «Este es el heredero; matémoslo para que la heredad sea nuestra.» Y arrojándolo fuera de la viña, lo mataron.”
(Lucas 20:13-15)
Yosef fue enviado por su padre terrenal, al igual que Yahvéh, el Padre Celestial, envió a Su Hijo Yeshúa:
“En esto está el amor: No en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.”
(1Juan 4:10).
Y vino a Su misión de amor: libre, voluntaria y alegremente. Al igual que Yosef, nuestro amado Mesías dijo:
» He aquí vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad. En la cabecilla del rollo está escrito acerca de mí.»
(Hebreos 10:7)
Debido a que Israel estaba preocupado por el bienestar de sus hijos, le dijo a Yosef:
“Ve ahora, mira cómo están tus hermanos y cómo se encuentra el rebaño, y tráeme un informe. Así lo envió desde el valle de Hebrón, cerca de treinta y dos kilómetros al sur de Jerusalén.” (37:14)
Yosef fue enviado desde Hebrón, y Yeshúa, nuestro hermano mayor, fue enviado desde el Cielo de los Cielos. Hebrón significa comunión o amistad plena, lo que apunta a la relación que el Hijo tenía con el Padre en el cielo antes de su encarnación y venir a este lugar de pecado, sudor y dolor. Él vino a los que le odiaba sin causa y querían matarlo. Del mismo modo, Yosef vivió en comunión pacífica con su padre; estaba en casa, conocido, amado y comprendido. Pero fue a un lugar lejano, a los que le odiaban sin causa y querían matarlo.
La palabra hebrea que ha sido traducida como “cómo están” es shalom que significa paz, bienestar, prosperidad, salud. Esto está revelando que el Mesías fue enviado por el Eterno para buscar el shalom de Israel, es decir, su paz, su bienestar, su prosperidad y su salud. El Mesías es el mensajero de shalom para Israel, los que están cerca:
“Y vino, y anunció paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca.”
(Efesios 2:17)
Con toda esta decodificación, interesante es saber que Shejem (Siquem) significa “hombro”. El hombro habla de soportar una carga e implica servicio o sujeción, y aquí alude proféticamente a la viga puesta sobre los hombros de Yeshúa.
Teniendo en cuenta esto, debe llamarnos la atención leer que, al salir de la comunión con su padre terrenal, Yosef llegó a Siquem. Esto presagió el camino que el Mesías hizo al salir de la comunión con su Padre celestial y venir a la tierra, a un lugar de pecado y de sufrimiento. Él se convirtió en un siervo, es decir una persona de servicio y en constante sujeción a su padre Israel quien lo comisionó en dicha tarea. Así mismo fue la actitud que hubo en el Mesías, «quien existiendo en forma de Dios, no quiso por usurpación ser igual con Dios, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo.» (Filipenses 2:6-7).
En la búsqueda de sus hermanos israelitas, en la misión de shalom, Yosef tuvo que ir a Shejem, tipificando a Yeshúa que tuvo que ir a morir en el madero.
Yosef fue obediente: » y llegó a Siquem sin demora alguna» (v. 14). Le habría tomado por lo menos dos días hacer el viaje de unos ciento veinte nueve kilómetros al norte. Esta rapidez y minuciosidad caracterizan su vida. Yosef combina todos los mejores atributos de su familia: la capacidad de Abraham, la tranquilidad de Itzjak (Isaac), la capacidad de Yaakov y el atractivo físico de su madre (véase 29:17 y 39:6). Y por esta razón sus hermanos lo odiaban. Sin embargo, más allá de estas virtudes personales, Yosef era obediente a su padre, y fue en la búsqueda de sus hermanos todos modos. El amor de su padre era más bien la motivación que él tenía, por la cual podía enfrentar el odio de sus hermanos.
“Yosef fue tras sus hermanos y los encontró” (v. 17). Después de haber estado en Shejem, que representa la muerte y resurrección, el Mesías se fue en búsqueda de los hijos de Israel hasta encontrarlos.
Al llegar en este día a esta investigación debemos atrevernos a desaprender para aprender lo correcto. Por lo tanto, los invito a deshacerse de todo dogma religioso y recepcionar la Luz que surge del texto sagrado.
Necesitamos aceptar que Yeshúa vino a la Tierra para buscar y salvar a lo que se había perdido, es decir, las ovejas perdidas de la casa de Israel (diez tribus del Reino del Norte), tal como Él mismo lo revela:
“No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.”
(Mateo 15:24)
Nosotros hoy somos el resultado de esa búsqueda. Seguramente la gran mayoría de nosotros tenemos vibrando en nuestra genética los códigos de nuestro padre Israel repartido en esa diez tribus que se perdieron, pero que el Mesías está buscando.
La expresión: «y los encontró”, implanta la certeza de que todos los hijos de Israel (10 tribus perdidas) serán encontrados por el Mesías en los últimos días.
¡Oremos para que el Señor venga pronto con Su Reino!