Por: Moisés Franco
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.”
(Génesis/Bereshit 1:1-2 |Biblia de Jerusalén 1976)
Toda la instrucción del Eterno habla de orden, un orden que trae plenitud. Por eso es difícil pensar que el Creador hiciera originalmente la Tierra caótica y confundida, evidentemente algo pasó entre el versículo 1 y el 2.
Revelaciones (Apocalipsis) 12:7-10 haba de la expulsión de HaSatán (El Oponente) y sus ángeles del cielo, siendo arrojado a la tierra. Muy probablemente eso ayude a entender el caos reinante en el relato de Bereshit y la confusión en el planeta.
Si aceptamos eso, los siguientes versículos en realidad no serían la creación en sí de todas las cosas, sino más bien el restablecimiento de las mismas.
Esta idea podría ser apoyada por lo que establece la versión Biblia Textual:
“Y en el día sexto Elohim completó su obra que había hecho, y fueron ordenados los cielos y la tierra y todo su ejército (…) y bendijo Elohim el día séptimo y lo santificó, porque en él reposó de toda su labor de rehacer lo que había creado.”
(Génesis 2:1-3)
Hasta este momento podemos tomar dos ideas:
1- El Eterno lo hace todo bien y con orden. (Ecl. 3:11; 1Cor. 14:40)
2- La intromisión del adversario trae desorden y confusión en la creación. (Stgo. 3:16)
Ahora bien, ¿cómo reordenó Elohim? Por medio de Su Palabra creativa (Jn. 1:1-3), y esta Palabra lo primero que hizo fue marcar separaciones (aguas de arriba y aguas de abajo; luz de tinieblas; agua de tierra) y después dio nombre, es decir, identidad:
“Después Dios dijo:
«Que aparezca el firmamento en medio de las aguas, para que las separe. Así que Dios hizo el firmamento, para separar las aguas. De modo que una parte de las aguas quedó arriba del firmamento y otra, debajo de él. Al firmamento Dios lo llamó «cielo». Pasó la tarde y pasó la mañana, y se completó, así, el segundo día.”
(Gén. 1:6-8 |NBV).
Posteriormente asignó funciones a su creación, es decir, le dio sentido de existencia:
“ Y dijo Dios:
Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco; y fue así. Y llamó Dios a lo seco Tierra, y al ayuntamiento de las aguas llamó Mares; y vio Dios que era bueno. Y dijo Dios: Produzca la tierra pasto verde, hierba que haga simiente; árbol de fruto que haga fruto según su naturaleza, que su simiente esté en él sobre la tierra; y fue así. Y produjo la tierra hierba verde, hierba que hace simiente según su naturaleza, y árbol que hace fruto, cuya simiente está en él según su naturaleza; y vio Dios que era bueno.”
(Gén. 1:9-12| JBS).
Ahora bien, si avanzamos a los versículo 26 al 31 vemos que el Eterno creó al hombre a “su imagen” y luego de darle dominio sobre todo lo creado termina diciendo:
“vio Elohim todo lo que había hecho, y resulta que era muy bueno.”
(versículo 31, Torat Emet adaptada).
Si al crear al hombre dijo que no sólo era bueno, como en todo lo anterior, sino “muy bueno”, es porque evidentemente lo hizo perfecto, con la función de administrar toda la creación para que estuviera en armonía. No lo hizo caótico y confuso.
Este es el punto al que quería llegar, al leer este relato del libro de Bereshit (Génesis) -al menos yo- encuentro un paralelismo entre el primer capítulo y mi vida (y me atrevo a decir, la de todos).
El Eterno nos hizo perfectos, ¿qué pecado, qué maldad refleja un recién nacido? Sin embargo, la influencia del otro lado, del Mentiroso, nos hizo entrar en caos, en confusión, hasta llegar el punto de sentirnos vacíos, sin una noción clara de identidad y propósito en la vida.
Pero ahí interviene la Palabra creativa, lo que en las biblias suele traducirse como el “Verbo” en el primer capítulo del evangelio de Juan. Esa Palabra, el Mesías, a quien al menos yo reconozco que es Yeshúa, nos llama a reaparecer, a emerger de la muerte.
De allí, empieza a marcar separaciones, a traer orden, y a restablecer funciones:
“Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de una vasija, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos”
(Mateo 5:14-15| NBLA).
Por eso es importante conocer al Mesías que enseña Torah. Porque la Torah trae orden, sanas separaciones en un mundo que cada vez diluye más los límites originales y genera mezclas que confunden y sólo traen más vacío y caos al hombre.
Un amigo de buen corazón pero que aún se apoya en los dogmas cristianos me intentaba explicar recientemente que hay ciertas partes de la Torah que eran para un tiempo específico y no para ahora, no eran para cumplirlas en este tiempo.
Entonces le pregunté cómo diferenciaba esas supuestas partes de las que sí había que cumplir, y no me quedó muy clara su respuesta, me pareció que no se refirió más que un aparente “sentido común”.
Sin ánimo de condenar a mi amigo, la verdad es que esa idea trae caos y confusión, el creer en «un dios a nuestra manera» trae desorden. YHVH nos regala Su bendita instrucción para reordenar nuestra vida, reposicionarla al diseño original, pero para eso debemos buscar vivirla de principio a fin, y en su sentido más pleno.
Para esta obra vino Yeshúa, no sólo para pagar el precio de los pecados de Su Pueblo, sino para ayudarlo con su enseñanza y con la bendita guía del Espíritu Santo a vivir plenamente la instrucción divina y así redimir a toda la creación.
Por eso, porque la Torah me muestra a Yeshúa, y porque Él me muestra la Torah, es que decido estudiarla. Para conocerlo y reconocerme, para entender mi lugar en el mundo.
¿Te sumas?